por maite3x56 » Mié Nov 17, 2010 8:47 pm
En relación al Orden
1. ¿Por qué esta virtud es un principio de orden natural que colabora al bien de todos?
La virtud del orden “se comporta de acuerdo a unas normas lógicas, necesarias para el logro de algún objetivo deseado y previsto, en la organización de las cosas, en la distribución del tiempo y en la realización de las actividades, por iniciativa propia, sin que sea necesario recordárselo”. (1)
Dicho en otras palabras, el orden es la recta disposición de las cosas y es la virtud que nos lleva a poner cada cosa en su lugar, a distribuir correctamente el tiempo y nuestras actividades.
El orden es además, reducir la multiplicidad a la unidad. Si tengo una cantidad de libros dispersos (multiplicidad) y los ordeno, tendré como fin y como resultado una biblioteca. Si hay muchos alumnos jugando en el patio del recreo y toco la campana formando una fila de menor a mayor según la altura (reduzco la multiplicidad a la unidad). Los alumnos podrán entrar en el aula como personas que son, sin golpearse y con el debido espacio que cada uno necesita. De ahí deducimos que esta virtud es un principio de orden natural que colabora al bien de todos. Toda buena organización tiene como principio y base el orden.
2. Para poder actuar de un modo ordenado hace falta cierta estructura mental ordenada que se reflejará en todos los aspectos de nuestras vidas. Menciona estos aspectos o campos y explica brevemente cada uno de ellos...
En primer lugar el orden en las ideas y en los valores será imprescindible para poder sostener una línea de conducta en la vida. Empecemos por ordenar la cabeza. Saber qué es lo que habremos de sostener y defender a través de nuestras vidas exige claridad de principios. Para que nuestras decisiones sean las correctas, tendremos que saber qué es lo más importante para elegir bien. Si no tenemos una prioridad, nuestra cabeza será un caos y nos conduciremos como una hoja al viento.
El orden en la relación con las personas comienza con la familia. Según la importancia y jerarquía que tiene cada uno, será el lugar debido que habrá que darle dentro de la misma. El padre y la madre serán los primeros responsables de la educación de los hijos. Y es para eso que Dios les ha dado la autoridad para poder mandar sobre ellos y a los hijos la obligación moral de obedecerles. Los padres tendremos que rendir cuentas ante Dios de la educación transmitida a los hijos y de nuestros actos. De ahí que no debamos pretender jugar el papel de “amigos y cómplices” de los hijos con la misma inmadurez.
El orden en el ámbito del trabajo significa que el empleado del banco no puede atender desde el despacho del gerente. El gerente no puede estar barriendo la vereda del banco porque no le corresponde y tendrá otras responsabilidades. El patrón de la empresa o el general de división no pueden salir de “farra” con los empleados o los soldados porque estas actitudes desordenadas erosionan y desmerecen la imagen de la autoridad.
La autoridad bien ejercida siempre implica pagar el precio de una cuota de soledad, porque habremos de asumir la responsabilidad de muchas decisiones y dar el ejemplo a otros. Muchas veces se deseará tal vez compartir y disfrutar con ellos distintos acontecimientos, pero en virtud de no olvidarnos del lugar que ocupamos tendremos que negárnoslo. Deberemos privarnos de algo que puede ser lícito, pero que no corresponde según el cargo que ocupemos o la jerarquía que tengamos y deberemos hacerlo para cumplir mejor con nuestra responsabilidad.
En el orden de la sociedad es la función propia del Estado, quien debe velar para que se respete el orden natural establecido por Dios a todos los ciudadanos. Desde el derecho a nacer, a poder formar una familia y mantenerla dignamente, a tener un trabajo y sueldo digno que nos permita vivir, a tener la seguridad jurídica y poder transitar tranquilamente por las calles sin temor a que nos roben o nos maten, etc. Es función propia del Estado el asegurar el orden y el impedir la anarquía dentro de la sociedad, que es cuando se transmite que falta gobierno y reina el caos y la confusión dentro de la sociedad. La razón de ser del Estado es la de ser el activo promotor del Bien común, que es el bien de todos, y no de algunos.
El orden en las cosas materiales tiene varias finalidades: guardar bien las cosas para que no se estropeen y se conserven bien. Por respeto a quien nos las dio y por gratitud de tener lo que otros no tienen. Para poder encontrarlas cuando las necesitamos y, (como siempre nos está mandado), por pensar en el otro, para que también las encuentre en buen estado cuando las necesite. El maltrato hacia las cosas implica desprecio hacia el trabajo ajeno. Si trabajo en un taller, es importante que guarde bien las herramientas porque si no se estropearán, se perderán y tampoco las encontraré cuando las busque porque las necesite. No las encontraré yo pero, lo que es peor, tampoco mi compañero de trabajo. Si me prestan un libro o un buzo, la actitud ordenada y justa es devolverlo en el mismo estado en que me lo prestaron, o mejor si es posible (lavado y planchado).
Como todos los hábitos serán mejor empezar en la niñez, o cuanto antes, ya que un niño de 3 años tiene capacidad para comprender que cada cosa debe tener su lugar. Desde la infancia el orden se inculcará con los horarios, las comidas, los hábitos de higiene, las diversiones medidas y sus propias cosas personales.
El orden en la administración y el uso del dinero y en la administración de los bienes propios y ajenos toca muy de cerca el mundo de la justicia. Irme a veranear si no he pagado mis cuentas al verdulero o poner el cable en vez de pagar la cuota del colegio es un gran acto de injusticia hacia ambos porque les estoy robando el dinero que de hecho les pertenece. Si cambio la moto antes de pagarle a mi amigo el dinero que le debo es un acto de injusticia porque estoy utilizando (en algo superfluo) un dinero que ya no me pertenece.
En todos los órdenes el desperdicio es anticristiano. Debemos usar de las cosas en actitud de gratitud por poder tenerlas y conscientes de que la gran mayoría de las personas carece hasta de lo necesario para subsistir no sólo en comida sino medicamentos, electricidad, calefacción, etc. En toda administración pública o privada la transparencia en el manejo de los fondos no sólo nos está moralmente exigida porque nos quita responsabilidad, sino que es un acto de justicia hacia los demás, ya que el dinero a administrar es producto del trabajo, el esfuerzo y las privaciones de muchos. No es verdad que los fondos públicos no son de nadie en especial. Los fondos públicos son productos de las privaciones de millones con nombre y apellido y deberían ser administrados con esa conciencia.
El orden en el uso del tiempo merece una consideración. Dios nos ha dado un tiempo limitado de vida en esta tierra y, aunque no sepamos cuando será el día y la hora, sabemos que no somos inmortales. El tiempo que nos fue dado debe ser utilizado como un tesoro a administrar para salvarnos y debiera ser utilizado según la parábola de los talentos. Algún día deberemos rendir cuenta de cómo lo hemos invertido. Levantarnos todos los días a cualquier hora, pasarnos horas delante del televisor, hablar pavadas de manera desmedida por teléfono, mandar y recibir innumerables mensajitos en el celular (que quitan el sabor del encuentro y la expectativa de contarse las cosas personalmente, invadiendo continuamente la intimidad ajena para informar al otro no solo que “estamos comiendo en lo de la abuela” sino que volvemos a mandar otro a los cinco minutos para decirle que “estamos comiendo pollo”...) Elegir durante días un par de zapatillas, quedarse gastando tontamente el tiempo al salir del colegio sin tener el día planificado para nada, pasar horas interminables delante del espejo mirándonos las cejas, navegando por internet o chateando, no son actitudes de provecho que nos harán sentir bien el día que nos presentemos ante Dios para rendir cuentas sobre nuestras vidas. Este desorden del tiempo tampoco nos hará sentir bien al final del día. Esa insatisfacción que nos irrita, que nos deja disconformes con nosotros mismos y los demás, tiene mucho que ver con constatar al final del día que no hemos hecho nada de provecho en la jornada, ni para nosotros mismos, ni para el prójimo.
Los vicios contrarios al orden por lo tanto, son: el desorden por un lado (que si es muy acentuado dentro de la sociedad pueden degenerar hasta en la anarquía) y el exceso de orden o la manía del orden por el otro (que parecerá virtud pero no lo es, y que siempre tendrá como origen desviaciones psicológicas o espirituales).
El exceso de orden, lo sabemos, será convertir a nuestras casas en museos de exposición. Ya no serán hogares en donde nos dará placer vivir sino fríos muestrarios de decoración para los demás o para nuestra propia desordenada satisfacción estética. Así no se podrá vivir ni disfrutar porque habrá que cuidar las cosas desordenadamente. Esto ya no será virtud sino lo contrario, es un desorden, porque los valores estarán invertidos. Las cosas son para el hombre y no el hombre para las cosas.
4. ¿Cómo vives tú concretamente el orden en los campos antes explicados?
Honestamente confieso que soy bastante desordenada, pero mantengo un orden en mis prioridades, de manera que soy responsable en el trabajo y en el uso del tiempo. En relación al dinero he tenido que ahorrar y privarme de cosas para poder ahorrar y luego obtener vivienda, carro, estudios, educación de los hijos, salud y satisfacer otras necesidades, de tal manera que con orden, disciplina y responsabilidad he salido adelante.
4. ¿Algún comentario o sugerencia?
Debemos establecer prioridades, de nosotros depende mucho, mejorar la calidad de vida, digo de nosotros porque si gastas todo lo que ganas en cualquier cosa, nunca tendrás nada, llevamos en eso gran responsabilidad, sin embargo EL ESTADO, también debe vigilar por la calidad de vida de sus ciudadanos a través de sus gestiones.
En Relación a la Obediencia
1. ¿Qué es la autoridad? ¿Qué autoridad tienes y cómo la vives?
La autoridad es el poder que tiene una persona sobre la otra que le está subordinada, como el padre sobre los hijos, el maestro sobre los alumnos, el director del colegio sobre los profesores, el policía que es responsable de mantener el orden sobre los ciudadanos, el general sobre sus soldados, el superior de una comunidad religiosa sobre sus hermanos, el obispo sobre el clero de su diócesis, etc. Hay una razón de orden natural y otra de orden sobrenatural que exigen que uno mande y otro obedezca. Es de sentido común, por un principio de orden. La milenaria experiencia de la historia humana nos demuestra que siempre existió algún tipo de autoridad en la sociedad. Es un principio de orden natural. La voluntad de Dios se encarna en todo el orden social que El ha dispuesto al crear y se manifiesta en el orden natural. En otras palabras, la naturaleza social del hombre exige necesariamente que en la sociedad haya autoridad para decidir las normas de convivencia que faciliten la libertad de todos y cada uno y garanticen dicho cumplimiento. Y para que la libertad sea posible. Es evidente que todos los ciudadanos tienen derecho a cruzar la calle libremente o de circular en auto, pero alguien tiene que regular ese derecho para que se haga ordenadamente y todos puedan ejercerlo.
Soy madre de cuatro hijos e hijas, ejerzo la autoridad con amor, firmeza y respeto, siempre les explico porqué debemos cumplir y que las cosas salgan bien, y cuando me toca sancionar lo hago sin exagerar.
2. ¿Por qué tenemos que obedecer?
La razón sobrenatural es porque Dios quiso que, para nuestro bien y para dominar nuestras ansias de autonomía y rebeldía heredadas de Adán y Eva, nos acostumbráramos a tener siempre una voluntad ajena por encima de la nuestra, obligándonos a obedecer desde pequeños. Esto nos ejercitaría a mortificar nuestra voluntad propia para poder obedecerle más tarde, y de por vida, a Él. Para tratar de ser como Dios me pensó como una obra terminada y en plenitud, Dios dispuso que nos hiciera falta mortificar nuestra voluntad propia y obedecer desde pequeños.
3. ¿Cuándo será correcto obedecer?
Lo ideal es llegar a obedecer por amor. Obedecer a los padres y superiores porque los amamos, les queremos hacer el gusto y confiamos en que saben más que nosotros. Esa sería la razón por la cual un niño cruza una enorme avenida tranquilamente y sin mirar porque va fuertemente agarrado de la mano de su padre, o comerá lo que su madre le sirva sin temer que le haga mal. Porque confía que, quienes están a su cuidado y lo aman saben protegerlo. Cuando una madre le dice a su hijo que deje el cuchillo no está “atentando contra su libertad” sino que lo está defendiendo del peligro que él (como niño) no ve, pero ella (que sabe más) conoce. Así constatamos que, el que no sabe está sujeto al que sabe, al menos hasta que aprenda.
La obediencia será correcta siempre y cuando estas órdenes no traspasen el campo que les corresponde en donde será legítimo ante Dios desobedecer. La obediencia ciega no es católica, uno no está exento de responsabilidad si obedece a los hombres antes que a Dios. A los padres que obligan a sus hijos a estudiar una carrera que va en contra de su natural vocación, que les impiden seguir su vocación religiosa. A los directores de un hospital que coaccionan a los médicos y enfermeras a practicar un aborto o una eutanasia es lícito desobedecerles porque hay que obedecer a Dios antes que a los hombres.
4. ¿Por qué y de qué manera la revolución anticristiana para destruir la familia atacó la subordinación, querida por Dios, de la mujer al varón?
La revolución anticristiana, en esta fase final, para destruir a la familia ha puesto su objetivo subversivo en la mujer, quien estaba, desde el Génesis, subordinada al varón, creada por Dios como su “ayuda y compañera, guardiana de la vida física y espiritual
Porque la revolución primero logró que todo lo que es propio de la naturaleza femenina: la virginidad (como símbolo de la pureza), la maternidad (como la que es capaz de engendrar la vida y alimentarla luego), la esposa (como símbolo de la entrega incondicional y de la fidelidad), la educación de los hijos ( y por ende la de los usos y las costumbres de la sociedad es decir la maternidad espiritual), la presencia en el hogar (que era el mejor lugar para refugiarse después de la jornada), todo esto se ha socialmente desprestigiado, des jerarquizado y despreciado...
Por todo lo cual es lógica y entendible la reacción en contra de la mujer en una sociedad en donde no tiene lugar su femineidad. Por lo contrario la revolución después le impone la inserción en la sociedad al exclusivo “modo masculino” (ejecutivo, empresario, profesional siempre exitoso). Le presenta la fama, el poder como un logro. Puede y está demostrado que puede hacerlo, y muy bien, pero no por eso se “realiza” como mujer.
5. ¿Algún comentario o sugerencia?
Debemos reflexionar y entender que hombres y mujeres cada cual tiene su ROL, bien establecido, que respetemos los espacios del otro, que fuimos creados varón y hombre.