por G+J » Mié Oct 27, 2010 11:16 pm
1. ¿Qué es la virtud de la esperanza y cómo sabemos si es verdadera y firme?
La esperanza es “la virtud sobrenatural con la que deseamos y esperamos la vida eterna que Dios ha prometido a los que le sirven”. Es “la virtud teologal infundida por Dios en la voluntad por la cual confiamos con plena certeza alcanzar la vida eterna y los medios necesarios para llegar a ella, apoyados en el auxilio omnipotente de Dios”.
Esta nostalgia de la recompensa en el cielo, es lo que nos debe mantener los ojos dirigidos hacia lo alto. Para animarnos a ser buenos, a ser mejores, en una palabra a ser virtuosos.
La esperanza nos sostiene y nos alivia en las cruces y las mortificaciones, en momentos en donde nos parecerá que estamos cansados e imposibilitados de seguir, cuando sentimos que no tenemos más fuerzas. Ella fortalece la paciencia y la ilumina haciéndole ver que el dolor aceptado cristianamente tiene sentido y nos hace crecer espiritualmente desarrollando nuestra madurez.
La esperanza está dentro de un marco racional, coherente, donde lo que esperamos son simplemente los bienes que Dios nos tiene prometidos. No es un optimismo inconsciente y superficial. La esperanza es una virtud sobrenatural y será verdadera, firme y serena, si está fundada sobre la fe.
2. ¿Por qué para el cristiano el sufrimiento es un lugar de aprendizaje de la esperanza?
No debemos caer en la desesperanza aunque nuestras vidas aparentemente vayan mal, ya que aunque nuestros planes se tuerzan y nuestras ilusiones se frustren, Dios escribe derecho con renglones torcidos y muchas veces permitirá esos tropiezos para hacernos pensar en él. Dios conoce nuestras circunstancias, sabe mejor que nosotros lo que nos conviene y debemos mantenernos firmes no sólo en cumplir su voluntad sino en profundizar, en pensar, en confiar y en aceptar que sólo nos dará lo que nos ayude a nuestra santificación. De ahí el principio de educación y la importancia de ser educados en la aceptación de la contrariedad, el dolor y el sufrimiento desde la infancia porque el dolor nos va a “acompañar” (nos guste o no) toda la vida.
En la encíclica “SPE SALVI” se trata este tema (nº 35 al 40): El actuar y el sufrir como lugares de aprendizaje de la esperanza:
nº 35: “Toda actuación seria y recta del hombre es esperanza en acto”
nº 36: “Al igual que el obrar, también el sufrimiento forma parte de la existencia humana. Éste se deriva, por una parte, de nuestra finitud y, por otra, de la gran cantidad de culpas acumuladas a lo largo de la historia, y que crece de modo incesante también en el presente.”
nº 37: “Podemos tratar de limitar el sufrimiento, luchar contra él, pero no podemos suprimirlo. […] Lo que cura al hombre no es esquivar el sufrimiento y huir ante el dolor, sino la capacidad de aceptar la tribulación, madurar en ella y encontrar en ella un sentido mediante la unión con Cristo, que ha sufrido con amor infinito.”
nº 38: “La grandeza de la humanidad está determinada esencialmente por su relación con el sufrimiento y con el que sufre. Esto es válido tanto para el individuo como para la sociedad.”
nº 39: “Sufrir con el otro, por los otros; sufrir por amor de la verdad y de la justicia; sufrir a causa del amor y con el fin de convertirse en una persona que ama realmente, son elementos fundamentales de humanidad, cuya pérdida destruiría al hombre mismo. Pero una vez más surge la pregunta: ¿somos capaces de ello? ¿El otro es tan importante como para que, por él, yo me convierta en una persona que sufre? ¿Es tan importante para mí la verdad como para compensar el sufrimiento? ¿Es tan grande la promesa del amor que justifique el don de mí mismo?”
nº 40: […] “La idea de poder «ofrecer» las pequeñas dificultades cotidianas, que nos aquejan una y otra vez como punzadas más o menos molestas, dándoles así un sentido”
3. ¿Qué podemos esperar? Y ¿qué es lo que no podemos esperar?
A lo largo de nuestras vidas, y aún en lo cotidiano, la esperanza nos asistirá siempre. La esperanza humana, que se funda en la divina, es reflejo de ella. Hacemos los esfuerzos en esta tierra porque creemos y tenemos la esperanza de estar trabajando para la eternidad.
Por parte de Dios, nuestra salvación es segura. Es solamente nuestra parte - nuestra cooperación con la gracia de Dios - lo que la hace incierta. Por eso decimos que la esperanza reside en la voluntad.
En la encíclica “SPE SALVI” se nos dice:
nº 22: “Así, pues, nos encontramos de nuevo ante la pregunta: ¿Qué podemos esperar? Es necesaria una autocrítica de la edad moderna en diálogo con el cristianismo y con su concepción de la esperanza. En este diálogo, los cristianos, en el contexto de sus conocimientos y experiencias, tienen también que aprender de nuevo en qué consiste realmente su esperanza, qué tienen que ofrecer al mundo y qué es, por el contrario, lo que no pueden ofrecerle. Es necesario que en la autocrítica de la edad moderna confluya también una autocrítica del cristianismo moderno, que debe aprender siempre a comprenderse a sí mismo a partir de sus propias raíces. Sobre esto sólo se puede intentar hacer aquí alguna observación. Ante todo hay que preguntarse: ¿Qué significa realmente « progreso »; qué es lo que promete y qué es lo que no promete?
[…] La ambigüedad del progreso resulta evidente. Indudablemente, ofrece nuevas posibilidades para el bien, pero también abre posibilidades abismales para el mal que antes no existían. […] Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf. Ef 3,16; 2 Co 4,16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo.”
nº 27: “En este sentido, es verdad que quien no conoce a Dios, aunque tenga múltiples esperanzas, en el fondo está sin esperanza, sin la gran esperanza que sostiene toda la vida (cf. Ef 2,12). La verdadera, la gran esperanza del hombre que resiste a pesar de todas las desilusiones, sólo puede ser Dios, el Dios que nos ha amado y que nos sigue amando « hasta el extremo », « hasta el total cumplimiento » (cf. Jn 13,1; 19,30). Quien ha sido tocado por el amor empieza a intuir lo que sería propiamente « vida ». Empieza a intuir qué quiere decir la palabra esperanza que hemos encontrado en el rito del Bautismo: de la fe se espera la « vida eterna », la vida verdadera que, totalmente y sin amenazas, es sencillamente vida en toda su plenitud. Jesús que dijo de sí mismo que había venido para que nosotros tengamos la vida y la tengamos en plenitud, en abundancia (cf. Jn 10,10), nos explicó también qué significa « vida »: « Ésta es la vida eterna: que te conozcan a ti, único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesucristo » (Jn 17,3). La vida en su verdadero sentido no la tiene uno solamente para sí, ni tampoco sólo por sí mismo: es una relación. Y la vida entera es relación con quien es la fuente de la vida. Si estamos en relación con Aquel que no muere, que es la Vida misma y el Amor mismo, entonces estamos en la vida. Entonces « vivimos ».”
4. ¿Por qué la caridad es la virtud que da sentido a todas las demás virtudes?
La caridad es una “virtud teologal infundida por Dios en la voluntad, por la que amamos a Dios por sí mismo sobre todas las cosas y a nosotros y al prójimo por Dios” […] Los actos de caridad van directamente dirigidos a Dios.
Caridad en el hombre se llama al amor sobrenatural, es la única virtud teologal que permanecerá siempre con nosotros, aún en el cielo. La fe dará lugar a la visión de Dios, (y por lo tanto ya no tendrá sentido), la esperanza no tendrá ya razón de ser, (porque habremos alcanzado el cielo), mientras que la caridad, recién viendo a Dios cara a cara alcanzará su plenitud. Así como la fe reside en el entendimiento, la esperanza y la caridad residen en la voluntad. Esta virtud permanece en el alma mientras está en ella la gracia santificante y Dios se la infunde a través de los sacramentos. La gracia y la caridad no son la misma cosa; pero están siempre juntas en el alma.
Hay además un mandamiento de Dios de que el hombre ame al prójimo, pero cómo y cuánto y hasta dónde es la gran pregunta: “amarás a Dios con toda tu alma, con toda tu mente y todo tu corazón, y al prójimo como a ti mismo”. Esta es la medida con la cual deberemos medirnos.
En la encíclica “CARITAS IN VERITATE”:
nº 1: “La caridad en la verdad, de la que Jesucristo se ha hecho testigo con su vida terrenal y, sobre todo, con su muerte y resurrección, es la principal fuerza impulsora del auténtico desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. El amor —«caritas»— es una fuerza extraordinaria, que mueve a las personas a comprometerse con valentía y generosidad en el campo de la justicia y de la paz. Es una fuerza que tiene su origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta.”
5. ¿Por qué es importante fomentar la virtud de la caridad en tus hijos, alumnos o personas que están a tu cargo?
Esto lo explica bien la madre Teresa de Calcuta cuando dice: “Hay males que no se remedian sino con amor. Necesitan que nuestras manos les presenten un servicio, que nuestros corazones les ofrezcan amor en su soledad. Nuestro atractivo es el amor, en eso nos diferenciamos de las organizaciones asistenciales. No debemos convertirnos en burócratas de la caridad. […] Lo que importa es la persona. Creo en el encuentro de persona a persona. A todo el que sufre, no sólo hemos de ofrecerle ayuda, sino también nuestra sonrisa alegre y serena. Lo que necesitan los pobres, antes que nada, es que se les ame. No cuenta lo que se le da, sino el amor con que se da. Jamás hemos de permitir que alguien se pueda alejar de nosotros sin sentirse mejor y más feliz. Frente a los pobres, nosotras debemos ser como el resplandor de la bondad de Dios.
Hay que hacer todo lo posible según la ley de Dios y como Dios quiere que lo hagamos, de ahí que el apostolado sea el principal deber de caridad. Y es por eso que Predicar la Verdad, llevarle a Dios al prójimo, es el acto mayor de caridad en el ámbito natural y sobrenatural. En el ámbito natural, por todo lo que implica en la vida el conocer cómo Dios quiere que vivamos en orden a sus leyes y todo lo bueno que de ello resulta para la persona y para la sociedad. En el ámbito sobrenatural, porque implica la salvación eterna, que es para lo que hemos nacido. No basta vivir bien, hay que saber para qué se vive.
Algunos factores a evitar (sobre todo en los adolescentes y jóvenes) son […] “la carencia del sentido de la vida, la falta total de vida espiritual y sacramental que tanto sostiene a las personas, las malas compañías, el quiebre de comunicación con sus padres, familiares o quienes los amaban y los hubieran aconsejado bien.”
Caritas in veritate, nº 34: “La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La gratuidad está en su vida de muchas maneras, aunque frecuentemente pasa desapercibida debido a una visión de la existencia que antepone a todo la productividad y la utilidad. El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión trascendente. A veces, el hombre moderno tiene la errónea convicción de ser el único autor de sí mismo, de su vida y de la sociedad.”
6. ¿En tu vivir día a día qué significa vivir la caridad (cita actos concretos)?
Vivir la caridad se concreta en las OBRAS DE MISERICORDIA:
Obras de misericordia CORPORALES:
1 Dar de comer al hambriento.
2 Dar de beber al sediento.
3 Vestir al desnudo
4 Visitar a los enfermos
5 Asistir al preso
6 Dar posada al caminante
7 Sepultar a los muertos.
Obras de misericordia ESPIRITUALES:
8 Enseñar al que no sabe y
9 Dar buen consejo al que lo necesita. "Que la palabra de Cristo habite en ustedes con todas sus riquezas. Que sepan aconsejarse unos a otros y enseñarse mutuamente con palabras y consejos sabios" (Col 3,16)
10 Corregir al que se equivoca. "Si tu hermano ha pecado contra ti, anda a hablar con él a solas. Si te escucha, has ganado a tu hermano. Si no te escucha, lleva contigo a dos o tres de modo que el caso se decida por boca de dos o tres testigos. Si se niega a escucharlos, dilo a la Iglesia reunida" (Mt 18, 116-17)
11 Perdonar las injurias. "Pedro se acercó y le dijo: Señor, ¿cuántas veces debo perdonar las ofensas de mi hermano? ¿hasta siete veces? Jesús le contestó: No digas siete veces, sino hasta setenta veces siete". (Mt 18, 21-22)
12 Consolar al afligido. "Anímense mutuamente y ayúdense unos a otros a crecer juntos" (1Tes 5,11)
13 Tolerar los defectos del prójimo. "Sopórtense y perdónense unos a otros, si uno tiene motivo de queja contra otro" (Col 3, 13)
14 Hacer oración por los difuntos. "Pues si no hubieran creído que los compañeros caídos iban a resucitar, habría sido cosa inútil y estúpida orar por ellos" (2Mac 12,45)
Todos los días tenemos la oportunidad de practicar estas obras de misericordia, comenzando por las personas que viven con nosotros. La corrección fraterna, la tolerancia, el perdón, son obras muy concretas con las que damos testimonio de nuestro ser cristiano. Practicar las obras de misericordia, es una manera de evangelizar. Actuar por amor a Jesús marca la diferencia entre un "trabajo social" y un "apostolado".
En la vida familiar y laboral hay múltiples situaciones que nos permiten ejercer la caridad cristiana. Es superar el egoísmo y no ceder ante el “orgullo herido” (más allá de ofensas, desprecios o malentendidos). Es amar al otro (a cada uno) no por lo que vemos o se nos demuestra, no por méritos humanos, sino por amor a Dios.
7. ¿Qué facilita vivir esta virtud?
Cuidar la vida de gracia, frecuentar los sacramentos, meditar la Palabra de Dios y hacer de la oración un encuentro personal “con quien sabemos nos ama”. Sólo Dios puede hacernos capaces de amar “a su estilo”, con un amor sin medida. La familia está llamada a ser escuela de virtudes.
8. ¿Cuáles son las dificultades que más encuentras?
Santo Tomás explica que a la esperanza se oponen dos vicios o pecados:
- Uno por defecto: la desesperación
- El otro por exceso: la presunción (suele provenir de la vanagloria y de la soberbia).
Es fácil amar a nuestra familia y amigos, no es difícil amar a “todo el mundo” de una manera general, universal y abstracta (que no nos compromete ni nos exige nada en concreto). Ahora, querer bien, no desearle ningún mal, escuchar y estar dispuestos a ayudar a nuestro compañero de clase que nos resulta insoportable […], a quien nos estafó en la venta de la moto […], nos criticó en público o levantó una calumnia contra nosotros que nos hizo perder el trabajo... ya no es tan fácil.
Si cuesta perdonar todas estas ofensas y rechazos cuánto más costará amar a estas personas. La verdad es que, naturalmente, no podremos hacerlo, pero con la virtud divina de la caridad, debemos lograrlo ya que fue éste el mandamiento nuevo que partió a la Historia del hombre en dos, antes y después de Jesucristo, el Hijo de Dios.
9. ¿Cómo promoverías la vivencia de la esperanza y la caridad en tu casa, escuela, trabajo, familia, sociedad?
El mejor modo de animar a otros a vivir las virtudes de la esperanza y la caridad es intentar vivirlas uno mismo (con la gracia de Dios). El ejemplo de los santos (hombres y mujeres como nosotros, que decidieron hacer vida la Palabra escuchada) ha movido a otros a imitarles.
Después vendrá la oportunidad de expresar con palabras (siempre limitadas) lo que queremos vivir y Quién da sentido a nuestra existencia (y a nuestro obrar).
En los momentos de especial dificultad es cuando nuestra sonrisa serena, nuestra mano tendida, nuestro silencio a tiempo… pueden marcar la diferencia y que los demás se hagan preguntas y busquen respuestas.
10. Algún comentario o sugerencias...
Gracias por estimular en nosotros el aprendizaje de una vida virtuosa, y la necesidad de tener como modelos a los santos que han sabido vivirlo de un modo heroico (en este tema el Padre Kolbe y Madre Teresa).