Curso: Las 54 virtudes atacadasAutora y asesora del curso: Marta Arrechea Harriet de Olivero
Lección 36 y 37 La Sociabilidad y la solidariedad
LA SOCIABILIDADLa sociabilidad es la virtud que “que aprovecha y crea los causes adecuados para relacionarse con distintas personas y grupos, consiguiendo comunicarse con ellas a partir del interés y preocupación que muestran por lo que son , por lo que dicen, por lo que hacen, por lo que piensan y por lo que sienten”. (1)
El hombre es un ser sociable por naturaleza. Fue el mismo Dios quien, desde el inicio de la Creación, reflexionó y dijo: “No es bueno que el hombre esté sólo (Génesis). De ahí que haya una necesidad natural dentro de la persona humana de comunicarse y relacionarse con sus semejantes para lograr distintos fines, ya sea juntos o individuales.
La tendencia humana del hombre lo inclina a formar una familia, a educar a sus hijos y elevarlos, a tener amigos, a amar al prójimo, a sentirse amado por otras personas, etc. Y es evidente que la persona necesita de los demás para su propio proceso de mejora, y tiene el deber de ayudar a los demás a desarrollarse lo mejor posible. Ya Platón decía que la sociedad es el medio de vida “natural” del hombre, porque es evidente que el hombre no es autosuficiente y no puede producir por sí mismo todos los bienes materiales, (vivienda, alimento, vestido y que necesita del prójimo capacitado que se los provea), morales (adquisición de virtudes para las cuales necesita del prójimo que las enseñe), y espirituales, (educación y asistencia espiritual por medio de los sacerdotes que le administrarán los Sacramentos) que necesita para su pleno desarrollo. La misma tendencia a la sociabilidad será sostenida por Aristóteles quien expresaba también que la naturaleza humana es esencialmente social y que la sociedad bien organizada (o la polis), generadora del Bien Común, es la forma más perfecta de sociedad para lograr y facilitar una vida buena, digna y satisfactoria. Es responsabilidad del Estado generar las condiciones de vidas dignas y justas para que el hombre logre su perfección y viva una vida plenamente humana.
La persona humana, si no es por ayuda de otra persona, muere. De otro recibimos la vida, el amor, los afectos, la ternura, la comida, el aprendizaje, el habla. Lo que nos permite pensar, desarrollarnos y pensarnos a nosotros mismos, tomando conciencia de que existimos y conociendo el fin para el cual fuimos creados.
El ser humano necesita del otro para su propia mejora como individuo y su tendencia a la perfección, para desarrollar sus virtudes. Tenemos derecho a ser enseñados y a aprender, para poder desplegar nuestra persona y llegar a ser lo que en potencia somos, pero para eso necesitamos del prójimo. Tiene a su vez el deber de ayudar al prójimo a desarrollarse y a vivir con la mayor dignidad posible. Incluso la fe y los Sacramentos, se reciben del “otro”.
La sociabilidad no quiere decir compartir nuestra intimidad con los demás y no tener prácticamente ya vida privada (como sucede muy a menudo). Implica aprender a interesarse por los demás, a compartir con ellos para mejorar nosotros y ayudarlos en lo que podamos. Y esto a su vez debe ser gradual. Un niño primero, (hasta los 5 años), tendrá que aprender a afirmar su propio yo y recién ahí estará preparado a prestar lo que es suyo, lo que le pertenece. La revolución ha impuesto la moda y la obligatoriedad de forzar a los niños a “socializarse” en los jardines de infantes en una edad que es anormal, porque es prematura, porque quema las etapas naturales que hay que respetar.
Lo propio y lo natural para socializarse en la infancia es la familia, los hermanos, los primos y no los amiguitos impuestos por el Estado en los jardines de infantes, y seleccionados por edad. Mucho y bueno se aprendía al estar entre hermanos y primos de distintas edades, si bien siempre hay una tendencia a buscar con quienes compartir los mismos juegos e intereses. De ahí que educar en la sociabilidad implique hacerle notar ya desde la infancia que el niño no es el único ser en esta tierra ni que le pertenece en exclusivo. Que se tiene que relacionar con otros para hacer algunas actividades como alimentarse, dejarse bañar, vestirse y educar. Habrá que ir respetando los pasos que se darán gradualmente. Al principio jugará en el mismo lugar que los otros niños pero no jugará con ellos, y poco a poco se irá integrando al mundo del compartir con los demás sus actividades.
Un elemento fundamental en el mundo de la sociabilidad es el de la comunicación oral. Saber comunicarse con los demás es un arte que requiere ante todo respeto por el prójimo, por los temas que le pueden interesar y los que no. Para esto hay que saber preguntar y sobre todo, muy por encima de todo, saber escuchar.
Pero para esto habrá que interesarse por la persona que tengamos enfrente, por sus gustos, sus inquietudes, sus proyectos y sus sentimientos. El saber preguntar implica, además, escuchar la contestación y continuar la conversación con cierto interés. Si una persona ama la música clásica, la lastimaremos y la rechazaremos si comenzamos diciendo que a nosotros nos aburre a morir. Habremos cerrado el diálogo y la comunicación antes de empezar siquiera. Si estamos frente a un deportista, no lograremos iniciar una buena conversación si empezamos por preguntarle si ha leído a Santo Tomás de Aquino. Tal vez lo haya hecho, pero convengamos que no es lo habitual. Deberemos comenzar por preguntarle por los temas que él conoce, donde se destaca y se siente integrado.
Ser sociable significa generar un clima armonioso con el prójimo y esto jamás lo lograremos cuando monopolizamos la conversación e imponemos los temas durante horas, privando al resto de expresarse y obligándonos a que nos escuchen por educación. Uno de los problemas de los que carecen de esta virtud es que no saben callarse. Una persona educada, adornada por la virtud de la sociabilidad, respetuosa de los intereses ajenos y generosos de su tiempo y su persona, mortificará sus ansias de hablar y de explayarse y no monopolizará la palabra en una reunión, sino que se interesará por las inquietudes de los demás y tratará de generar temas interesantes y agradables para todos.
Los problemas más importantes referentes a la comunicación son: hablar demasiado o hablar mal por falta de vocabulario o reflexión. Hablar solamente de nuestros propios intereses sin tener jamás en cuenta los intereses del prójimo. No hablar nada por timidez o por soberbia. No saber preguntar para generar temas interesantes o no saber escuchar. El más grave de todos es el no saber escuchar, porque escuchar es lo que nos comunica con el alma del otro. Dos o más monólogos entrecruzados no lo logran.
La timidez de los niños y aún de los adultos es muchas veces un obstáculo que nos impide asumir nuestras obligaciones sociales y fomenta el individualismo. Este conflicto interno de la personalidad, (debido a veces a la inseguridad de una persona), es nocivo para el desarrollo de la persona humana, porque nos inclina a auto abastecernos y a no contar con el prójimo para nada o lo menos posible. La persona tímida se retrae, tiende a encerrarse sobre sí misma que es donde se siente más cómoda y menos exigida. No obstante tenemos que tratar de luchar en contra de la timidez para vencerla porque nos limita enormemente. La timidez o se vence o nos inhabilita en muchos aspectos de la vida. Es normal y muy común por otra parte el sentirse incómodo o cohibido ante una situación especial en donde somos expuestos a personas que no conocemos como: entrar en un comedor de un club buscando a un amigo en donde la mayoría de la gente que está comiendo nos es extraña. Hablar en público ante muchas personas cuando no estamos habituados, o levantar un teléfono para saludar a alguien que nos intimida. Anotarse en una facultad enorme en una gran ciudad, buscar trabajo en una empresa, rendir examen ante un tribunal de profesores, ponernos por primera vez al frente de un aula (si somos ayudantes). Son todas situaciones que nos presentarán su dificultad, pero ante las cuales deberemos trabajar para vencer. ¿Cómo se vencen? Como todas las virtudes que nos cuestan: esforzándose, empeñándose en hacerlo una y otra vez hasta que lo hagamos con naturalidad. No elegir siempre la opción más cómoda, para eso nos habrá servido el haber ejercitado el espíritu de sacrificio.
Las virtudes, como en el deporte, es cuestión de entrenamiento. Empezando por los ámbitos conocidos y familiares para pasar después, en un segundo paso a los ámbitos desconocidos y ajenos. Es un aspecto que la educación ha abandonado pero tanto la familia, el colegio como la parroquia son los primeros lugares donde debo paso a paso ensayarme en manifestarme para aprender a exponer mis ideas y defenderlas. Los padres deben luchar contra este problema tratando de fomentar desde la infancia la virtud de la sociabilidad, que implica las buenas relaciones de sus hijos dentro de la sociedad, para hacerlos crecer en un ámbito que les sea bueno y propicio. A su vez, el fomentar buenas amistades dentro del ambiente indicado desde la adolescencia les facilitará más tarde el conocer a sus probables y apropiados futuros cónyuges.
Lo opuesto a la sociabilidad es la persona insociable, huraña que se siente incómoda en la sociedad y por lo tanto se retrae y huye de la gente y de la vida social. Aunque no lo parezca, el hombre aislado, individualista, sufre, porque está haciendo una pulseada a su propia naturaleza sociable que necesita de los otros para lograr su pleno desarrollo, y la revolución anticristiana también lo sabe. De ahí que habremos luchar contra ellos.
(1) “La educación en las virtudes humanas”. David Isaacs. Editorial Eunsa. Pág 395.
LA SOLIDARIDADLa solidaridad es la virtud de la caridad llevada al ámbito social. Está muy ligada al amor al prójimo e implica unidad, colaboración y compartir con el prójimo sus necesidades primarias. Así como la caridad es el amor sobrenatural, la solidaridad es una de sus manifestaciones en el ámbito social.
La solidaridad es la tendencia humana a asociarse en busca de bienes comunes. Debe entenderse como principio ordenador de las instituciones y de las relaciones entre las personas en la sociedad.
Es la inclinación a sentirse vinculados con el prójimo ya sea por semejanzas o por intereses comunes. La solidaridad está emparentada con la misericordia, que es llevar en el corazón los problemas del prójimo. Habla de buenos sentimientos, de corazones responsables, nobles y generosos, que se involucran en los problemas ajenos y se entristecen cuando las personas sufren un mal y tratan de solucionarlos o amenguar sus penas.
En una oportunidad, ante una situación límite y grave que estaban pasando los hacendados argentinos en la Patagonia mi padre, que también era hacendado y agricultor, (sólo que en las provincias de La Pampa y Buenos Aires), se lamentaba con dolor de que el gobierno no ayudara con medidas económicas a tantos ganaderos que se fundían sin remedio por la caída del valor de la lana. Me acuerdo que yo le dije: “Bueno, papá, pero a nosotros nos va bien”... Y mi padre... mirando hacia abajo como quien reflexiona serenamente y dicta una sentencia profunda desde el corazón me contestó: “Pero no es así Martita...les tiene que ir bien a todos.
Lo que mi padre me dijo en tan pocas palabras no es más que el resumen total de toda la doctrina social de la Iglesia. De la misma manera que si un miembro del cuerpo se enferma y se gangrena todo el cuerpo se infecta y se enferma, en el entretejido social, para que el cuerpo social esté sano, el dinero en el ámbito económico debe correr en todos los ámbitos de la sociedad como la sangre a través de las venas del cuerpo humano. Algunos órganos, (como el hígado o el corazón), por ser más importantes para vivir y tener más responsabilidad, necesitarán de más cantidad de sangre. Pero el dedo del pie, por más que sea pequeño y aparentemente insignificante para la vida como lo es el corazón, también cumple su función de darle estabilidad a todo el cuerpo y, para no gangrenarse necesita que la sangre le llegue…
Para que la solidaridad sea virtud debe pasar de ser un sentimiento superficial y convertirse en una decisión firme y perseverante de comprometerse con el Bien Común. La solidaridad abarca dos grupos:
Las razones humanas o naturales, por la necesidad de apoyarse como puede ser en caso de catástrofes naturales, inundaciones, sequías, terremotos o hambrunas. En situaciones difíciles (inundaciones, terremotos) los argentinos nos hemos mostrado siempre generosamente solidarios. Aún en el ámbito de los discapacitados encontramos ejemplos conmovedores. Este es el caso de las Olimpíadas en Seattle para discapacitados llamadas “Olimpíadas especiales”, donde nueve participantes, todos con grandes deficiencias corporales participaban en una carrera. Al oír la señal de largada, todos fueron disparados no exactamente igual debido a sus discapacidades, pero todos con los mismos deseos de vencer y de dar lo mejor de sí. Ni bien comenzó la carrera, uno de ellos tropezó y se cayó y, al verse tan impedido de continuar se largó a llorar. Una participante con síndrome de down se detuvo, se arrodilló, lo ayudó a ponerse de pie para continuar la carrera y le dijo: “Ahora podrás vencer”. El resto de los participantes discapacitados al verla y al oírla, se detuvieron también para colaborar con ella. Así fue que, a partir de ahí, todos juntos retomaron la carrera y llegaron juntos hasta la meta. El estadio en pleno se puso de pie y no quedó un par de ojos secos... Las lágrimas corrían en todos los que observaron la escena. ¿Porqué?... Porque en el fondo de nuestro corazón todos sabemos que es lícito y muy meritorio ganar una carrera de forma individual. Pero el disminuir nuestro paso... cambiar nuestro rumbo... y detenerse para ayudar a otros a vencer también... es una instancia superior de vida.
Por razones sobrenaturales, que es la verdadera virtud, por considerarnos todos hijos de Dios, iguales en dignidad y derechos naturales, viendo al prójimo como un hermano en Cristo y sentirse unido a el en un mismo destino eterno y una idéntica Redención, buscando por ello la igualdad de oportunidades para todos.
La solidaridad debe aplicarse entre los más necesitados entre sí, entre los que más tienen hacia los que menos tienen y, curiosamente entre los que menos tienen hacia los que más tienen. Por ejemplo, así como quien más tiene podrá dar de sus bienes materiales a los que no tienen, quienes carezcan de bienes materiales siempre podrán responder con las virtudes de la gratitud, de la fidelidad y de la lealtad hacia quienes les dio.
La solidaridad debe ejercerse entre los empresarios hacia sus empleados, y de los empleados hacia sus patrones. Así como los patrones deben, por justicia pagar salarios justos, dignos y puntualmente, los empleados deben responder con honestidad y lealtad. Le corresponde al Estado el velar por una distribución equitativa de los bienes. Por ejemplo: Las zonas más pobres y desfavorecidas del país debieran tener menos cargas impositivas y los ciudadanos condiciones más favorables para alentarlos a instalarse en las zonas más marginales, ayudando a descentralizar las zonas más pobladas. No se trata de crear sólo un gran polo de desarrollo para centralizar a toda la población en grandes centros y manejarla políticamente sino al revés. Se trata de descentralizar, de crear múltiples centros de producción que ayuden a poblar toda la Patria y ayudar a las personas a su vez a vivir en condiciones más dignas, más cerca de la naturaleza y del aire libre y no hacinados en las grandes ciudades.
Se trata de redistribuir la población en múltiples centros a medida humana, donde las condiciones de vida se hagan más dignas y sanas para vivir, crecer, desarrollarse, producir y hasta poder morir rodeados de los suyos. Está muy bien que se hable de solidaridad entre las personas, pero hay que ejecutarlas para hacerlas realidad. Estas situaciones para mejorar las condiciones de vida pueden y debieran prevenirse con medidas sabiamente tomadas desde el gobierno y políticas de Estado coherentes. La solidaridad debe extenderse a los distintos países, razas y naciones, ayudando los países más ricos a los más pobres y no aprovechándose de sus debilidades y limitaciones. Si bien el amor a la propia Patria debe primar sobre las demás, después de la propia Patria debe extenderse hacia los otros países más desfavorecidos.
Los ejemplos opuestos a las actitudes solidarias que fortalecen el tejido social estableciendo lazos entre las personas son: la lucha de clases, la bandera e socialistas y comunistas, tan anticristiana que suprime a Dios de las conciencias mediante el laicismo y se erige en educador de las personas. Que niega los derechos naturales de los hombres, como el conocer la Verdad, el derecho natural primordial e inalienable de los padres a la educación de sus hijos o el acceso a la propiedad privada. Que todo plan divino lo enfrenta, lo rompe, lo destruye y lo subvierte. Y la explotación humana que es sacar en provecho propio por lo general de un modo abusivo, las cualidades o sentimientos de una persona, ya sea de las empresas multinacionales, de las naciones entre sí o de uno hacia el otro.
Ejercicio y tarea (para publicar en los foros del curso)En relación a La sociabilidad1. ¿Qué es la virtud de la sociabilidad?
2. ¿Cuáles son las razones por las que la familia es esencial en esta virtud?
3. ¿Por qué el saber escuchar es fundamental en esta virtud?
4. ¿Cuáles son los vicios contrarios a esta virtud?
5. ¿Cuáles son los momentos en que te es más difícil y más sencillo vivir esta virtud?
6. ¿Algún comentario o sugerencia?
En relación a La solidariead
1. ¿Qué significa ser solidario?
2. ¿Qué se necesita para que la solidaridad sea virtud?
3. ¿Cuáles son las razones humanas y sobrenaturales de esta virtud?
4. ¿Cuáles son las actitudes opuestas? ¿Cuál es la influencia de esta en tu vida personal?
5. ¿Algún comentario o sugerencia?
Para reflexión personal1. ¿Critico, condeno y me quejo siempre de los demás?
2. ¿Demuestro aprecio horado y sincero por los demás?¿ Me dedicó a hacer cosas para los demás, cosas que requieren tiempo, energía, involucrarme en primera persona?
3. ¿Busco que los demás sean y se sientan importantes? ¿Lo hago sinceramente?
4. ¿Reconozco que en toda casa, trabajo, escuela, sociedad, hay alguien con quien se puede ser solidario?
5. ¿La ayuda y apoyo que ofrezco a las personas depende de si me cae bien o mal?
6. ¿Cuándo veo algún error o fallo en las personas suelo reírme, criticar, hablar mal de ellas?
7. ¿Me respeto a mi mismo, mi dignidad como persona, como hijo de Dios, como templo del espíritu Santo?
8. ¿Doy ejemplo de solidaridad hacia los demás?
Si tienes alguna duda sobre el tema puedes consultar a Marta Arrechea Harriet de Olivero en su consultorio virtualConsultorio virtual
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