por QWMARIA » Sab Sep 18, 2010 6:16 am
1)¿Cuáles son algunas razones por las que es difícil conocer la aceptación que ha tenido la enseñanza pontificia sobre la sexualidad conyugal y la natalidad?
Básicamente resulta difícil responder esta pregunta en nuestros tiempos ya que, si hacemos caso a las voces que se oyen por doquier, tal vez nos desalentaríamos, pues da la impresión de que no son muchos los matrimonios que acogen con alegría la exigente doc-trina de la Iglesia. Sin embargo, a esta altura de la historia cualquier persona de sentido común debería estar inmunizada ante la represen-tatividad de lo que llamamos “las voces que se escuchan”, es decir, los corifeos de los medios de comunicación. Si nos atenemos al vo-lumen de los gritos, hoy todo el mundo parecería exigir libertad sexual, reconocimiento de la homosexualidad, legalización de las drogas, derecho a abortar o a matarse, libre distribución de anticon-ceptivos, etc. Pero estas “voces” nos llegan siempre a través de boci-nas (medios de comunicación, escritores, hombres públicos) que en una gigantesca medida se han vendido, sin vergüenza alguna, a pe-queños grupos de “gran poder”, o han cedido cobardemente a las pre-siones reinantes de una cultura sin valores; es decir que forman parte del gran mentidero del mundo moderno: “Cuando oigáis hablar de guerras y de rumores de guerras, no os alarméis”. ¿cómo podemos saber qué aceptación tiene cuando:
... prácticamente ningún sacerdote predica sobre ella...
... se escribe muy poco al respecto...
... menos aún son quienes leen eso poco que se escribe...
... quienes llegan a escuchar la correcta doctrina no siempre la entienden rectamente...
... y se cuentan con los dedos de la mano los que se la expli-can...
... sin contar que se escuchan hasta el hartazgo enseñanzas explí-citamente contrarias que terminan produciendo un auténtico la-vado de cerebro?
2)¿Cuáles son algunas objeciones que ha escuchado el autor sobre los metodos naturales?
Todas las objeciones que ha escuchado respecto de los métodos naturales terminan por reducirse siempre a alguna de estas: (a) resulta muy difícil acomodarse para ubicar las relaciones sexuales en los tiempos infértiles; (b) estos métodos no tienen una seguridad del 100%; (c) si fallase el método y la mujer quedase de nuevo embarazada su salud peligraría; (d) se hace muy difícil identificar los períodos fértiles-infértiles; (e) un nuevo hijo es una carga que ya no se puede tolerar; (f) el esposo no acompaña en esta decisión, o no está de acuerdo, o no quiere esforzarse; etc.
“Esfuerzo individual y familiar” (o conyugal, que es lo mismo), significa “cruz”. Entonces el problema de fondo-fondo es el problema de la cruz; es decir, el lugar que la cruz ocupa en la propia vida y en la familia. “El que quiera ser mi discípulo cargue su cruz y me siga”, dice el Señor . No dijo “la” cruz, sino “su” cruz. Hay cruces comunes y cruces específicas. Todos tenemos cruces comunes: enfermedades, muerte, pobreza, fatiga, fracasos, etc. Pero además de estas, hay cruces propias: según el lugar social, la edad y el estado de cada uno. En el terreno de la afectividad y de la sexualidad, las cruces del soltero y del célibe tiene que ver con la dificultad de vivir la castidad de un modo total, como plena abstención de su genitalidad; las del viudo y de la viuda, como abstención a par-tir de la viudez y mientras no vuelvan a casarse; las del casado y de la casada, tienen que ver con el modo en que ejercitan su sexualidad y la aceptación de los hijos que puedan concebirse. Evidentemente, no todo es cruz, ni mucho menos, pero no puede evitarse que surjan cruces.
3)Cuales son las 3 condiciones fundamentales que se requieren para vivir la moral conyugal?
Para vivir plenamente la moral conyugal según la voluntad de Dios, se hacen necesarias tres condiciones fundamentales:
1º Tener “sólidas convicciones sobre los verdaderos valores de la vida y de la familia” (HV, 21). Sin formación doctrinal, o lo que es igual, ignorando la doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, es difícil que pueda esperarse una vida conyugal coherente con las obligaciones cristianas.
2º La disposición a la lucha contra uno mismo y la adquisición de las virtudes: “El dominio del instinto mediante la razón y la voluntad libre”, lo que exige “una ascética” que tiene sobre los cónyuges “un influjo beneficioso” (HV, 21). No se puede vivir la doctrina moral cristiana sobre el matrimonio si no hay “un clima favorable a la educación de la castidad” (HV, 22). Si se quisiera vivir aceptando los criterios del mundo sobre el sexo, la lujuria, la pornografía, el desenfreno, etc., no sólo no será posible vivir la castidad entre los cónyuges, sino tampoco la fidelidad matrimonial ni aun la pureza personal.
3º Vivir la vida de la gracia: “La doctrina de la Iglesia en materia de regulación de la natalidad... no sería posible actuarla sin la ayuda de Dios, que sostiene y fortalece la buena voluntad de los hombres” (HV, 20). De ahí que el Papa insista: “Afronten los esposos los necesarios esfuerzos apoyados por la fe y por la esperanza, que no engaña...; invoquen con oración perseverante la ayuda divina; acudan, sobre todo a la fuente de la gracia y de la caridad en la Eucaristía. Y si el pecado los sorprendiese todavía, no se desanimen, sino que recurran con humilde perseverancia a la misericordia de Dios, que se concede en el sacramento de la Penitencia” (HV, 25). La vida sobrenatural, la oración y los sacramentos, son la savia que vitaliza tanto las personas individuales cuanto las sociedades que ellos fundan; regla a la que no escapa, sino que es su principal realización, el matrimonio y la familia.