por G+J » Mar Nov 16, 2010 11:33 pm
1 ¿Cómo definió Pablo VI en la Humanae vitae métodos artificiales?
Por métodos artificiales nos referimos a los que Pablo VI definió en la Humanae vitae (n. 14) como:
(a) “interrupción directa del proceso generador ya iniciado” (por tanto, todo tipo de instrumento o mecanismo que impida la anidación del óvulo fecundado o que apunte a su destrucción antes o después de la anidación;
(b) “el aborto directamente querido y procurado”;
(c) la “esterilización directa, perpetua o temporal, tanto del hombre como de la mujer”;
(d) “toda acción que, o en previsión del acto conyugal, o en su realización, o en el desarrollo de sus consecuencias naturales, se proponga, como fin o como medio, hacer imposible la procreación” (por tanto, se incluye de modo general todas las posibles técnicas anovulatorias, esterilizadoras, etc. -que se realizan en previsión-, uso de preservativos y otros medios de barrera, interrupción del acto sexual, etc., -durante la realización del acto-, lavajes posteriores, píldoras postcoitales, etc., -en su desarrollo posterior).
2 ¿Por qué todo acto anticonceptivo disocia los dos significados del acto conyugal, destruyendo el significado procreativo y desfigurando el significado unitivo?
(i) Destrucción del aspecto procreativo
El acto antiprocreativo consiste propiamente en la positiva y deliberada destrucción de la fertilidad presente en un acto sexual de suyo fértil. Hay en él, dice Mons. Caffarra, una doble decisión voluntaria: la libre decisión de realizar un acto sexual y la libre decisión de destruir la fertilidad inherente en él. Es importante notar inmediatamente que estos dos actos de voluntad son esencialmente distintos en razón de su objeto (es decir, “aquello que es querido”):
(a) La primera decisión elige (es decir, tiene por objeto) el acto de la unión sexual, que es considerado un bien para la persona.
(b) La segunda elige (es decir, tiene por objeto) la acción de destruir la fertilidad presente en el acto sexual por considerarla un mal para la persona. Este segundo acto de la voluntad está constituido por tres momentos:
1º Un juicio por el cual los esposos juzgan que el don de la fertilidad es un mal, al menos en el momento presente (quizá no lo descarten como un bien para el futuro, si llegan a desear alguna vez un hijo).
2º La decisión de la voluntad de destruir la posibilidad de concebir.
3º La ejecución, es decir, la destrucción (sea temporal -con anovulatorios, píldoras, métodos de barrera- o definitiva -mediante la esterilización-) de algo que es un don divino (el don de la fertilidad). De ahí que tal acción deba juzgarse “anti” o “contra” la concepción.
El juicio por el cual se juzga el don de la fertilidad como un mal es un juicio falso e injusto, aunque se lo considere tan solo un mal actual, es decir, en estos precisos momentos y por tal o cual situación. […] Las circunstancias (precaria salud de la mujer, pobreza de la familia, numerosos hijos, etc.) son importantes pero nunca suficientes para cambiar sustancialmente la bondad o malicia de una realidad conyugal o familiar. […] En consecuencia, la decisión voluntaria de destruir algo que es en sí bueno, es una decisión equivocada, injusta y en sí misma pecaminosa. Consiguientemente los actos que destruyen la fertilidad son inmorales.
Como hemos usado la expresión “actitud pecaminosa”, debemos apuramos a aclarar que, como todo pecado, también el pecado de anticoncepción exige el previo conocimiento de la malicia de esta acción.
Como habrá podido observarse, el juicio sobre la inmoralidad de la acción anticonceptiva se basa en el objeto mismo del acto, o sea, independientemente del fin que persigan los esposos (los motivos que los muevan) o de las circunstancias en las que se encuentren. Porque cuando un acto es intrínsecamente inmoral, es decir, malo por su objeto o materia, ningún fin bueno y ninguna circunstancia pueden tornarlo bueno. De ahí que Pablo VI haya dicho en la Humanae vitae: “La Iglesia es coherente consigo misma... mientras condena como siempre ilícito el uso de medios directamente contrarios a la fecundación, aunque se haga por razones aparentemente honestas y serias” (HV, 16).
(ii) ¿Aspecto anti-unitivo?
Decía Pablo VI, comentando la norma moral de la Humanae vitae, que ella “prohíbe el uso de medios que intencionalmente impiden la procreación, y que degradan así la pureza del amor”. Tomando pie de la segunda parte de este texto, hay que decir que la anticoncepción también atenta contra el aspecto unitivo o amoroso/afectivo del acto conyugal, en la medida en que lo desnaturaliza. Así lo sostenía, por ejemplo, Mons. Caffarra, basándose en el hecho de que la anticoncepción atenta contra una dimensión de la persona humana y en tal sentido afecta a la calidad de la donación que hace un cónyuge al otro, rebajando el don mismo. Su exposición es lúcida cuando equipara la contracepción a otros modos de atentados contra la unidad:
[…] No estamos hablando de cualquier donación interpersonal, sino de aquella que se expresa en el lenguaje de la conjunción sexual, de aquella que se dice en y a través del cuerpo. Ahora bien, el cuerpo, por su misma naturaleza es individuante. Por tanto, el acto es anti-unitivo cuando no es voluntad de totalidad y/o de exclusividad y/o definitivo.
Al cumplirse 30 años de la Humanae vitae, decía lúcidamente Mons. Chaput en una Carta Pastoral: “La anticoncepción no sólo niega la fertilidad y ataca la procreación, sino que al hacerlo, necesariamente daña también la unidad. Es el equivalente a que los esposos se digan: ´Te doy todo lo que soy, excepto mi fertilidad. Yo acepto todo lo que eres, excepto tu fertilidad´. Este retener algo de uno mismo inevitablemente trabaja para aislar y dividir a los esposos, deshaciendo la amistad sagrada entre ellos ... tal vez no inmediata y visiblemente, sino profundamente, y a la larga muchas veces de manera fatal para el matrimonio”.
Un testimonio más que interesante es el de Max Horkheimer, neo-marxista y padre de la nueva izquierda, quien defendió en 1968 la encíclica Humanae vitae contra muchos teólogos morales alemanes. Argumentaba que la píldora es la muerte del amor porque conduciría a una actitud consumista en relación con el sexo y a la explotación de las mujeres. Horkheimer (al igual que muchas feministas sostendrían más adelante alineándose, al menos en este punto, a la Humanae vitae) aducía además que la píldora conducirá a impedir la unión amorosa y a su desnaturalización y deshumanización: “una moderna Julieta, dice Horkheimer, le pediría a su Romeo que esperara por favor mientras ella iba a tomar la píldora antes de encontrarse con él”.
Teniendo esto en cuenta puede entenderse cuánta verdad se contiene en las observaciones de un especialista en la fertilidad como el Dr. J. Billings: “Muchos de los métodos inmorales para evitar el embarazo son también perjudiciales para el bienestar mental y físico de las personas que lo usan. Yo mismo he observado un efecto que es aún más trágico que el clínico, y es que, en muchas ocasiones, el uso de métodos anticonceptivos en el matrimonio ha sido seguido de un acto de infidelidad de uno de sus miembros. Pareciera que la contracepción disminuye el respeto mutuo del marido y la mujer, y el amor verdadero no sobrevive cuando se pierde el respeto. Además, el abandono del autocontrol disminuye la capacidad de ejercer ese dominio fuera del matrimonio”. La relación entre anticoncepción e infidelidad: ¿qué mayor prueba de la capacidad antiunitiva del acto contraceptivo?
Anticoncepción (resumen):
1) Priva al acto conyugal de toda procreatividad.
2) Divide en el acto conyugal los dos aspectos esenciales, suprimiendo el procreativo.
3) Mutila el acto conyugal de una parte esencial de su significado.
4) Comporta el rechazo del diseño divino y del rango de colaboradores de Dios, pretendiendo ser árbitros de la vida.
5) Pone impedimentos directos a la procreación, y altera las leyes inherentes a la facultad procreativa.
REFLEXIÓN:
Es innegable que la anticoncepción divide a los esposos, siembra un germen de discordia en los que están llamados a una unidad plena y a colaborar con Dios en la transmisión de la vida (por medio del amor mutuo y la entrega total).