X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Este curso tiene el objetivo de difundir una norma moral exigente y severa, aún hoy día válida , que prohíbe el uso de medios que intencionalmente impiden la procreación, y que degradan así la pureza del amor y la misión de la vida conyugal.

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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor G+J » Mié Nov 24, 2010 2:49 am

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
¿Tiene o no, el Magisterio, autoridad sobre las normas morales racionales?

Respondamos con sencillez: porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral. Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos:

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...”.

b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida” no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana”. En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido”.

c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II.

d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

Así, pues, la relación entre el Magisterio y la conciencia es análoga a la que media entre la luz y los ojos: nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine. Por eso, “la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las cuestiones morales, no menoscaba de ningún modo la libertad de conciencia de los cristianos; no sólo porque la libertad de conciencia no es nunca libertad ´con respecto a´ la verdad, sino siempre y sólo ´en´ la verdad, sino también porque el Magisterio no presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que manifiesta las verdades que ya debería poseer, desarrollándolas a partir del acto originario de la fe. La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (cf. Ef 4,14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella”.

Por eso decía el Papa Juan Pablo II que “el Magisterio de la Iglesia ha sido instituido por Cristo el Señor para iluminar la conciencia”, y que por eso “apelar a esta conciencia precisamente para contestar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, comporta el rechazo de la concepción católica de Magisterio y de la conciencia moral”. El Magisterio de la Iglesia ha sido dispuesto por el amor redentor de Cristo para que la conciencia sea preservada del error y alcance siempre más profunda y certeramente la verdad que la dignifica. Al equiparar las enseñanzas del Magisterio con cualquier otra fuente de conocimiento (por ejemplo, la propia conciencia o la opinión de los teólogos) se banaliza el Magisterio, y hace inútil el sacrificio redentor de Cristo.

Pablo VI, de su parte, recuerda reiteradamente en la Humanae vitae, la autoridad con que la Iglesia interviene en el campo de la vida conyugal y sexual de las personas, así como los límites que tiene el Magisterio.
En cuanto a la autoridad decía el Pontífice: “Ningún fiel querrá negar que corresponda al Magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible... que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los apóstoles su autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos, los constituía en custodios y en interpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse. En conformidad con ésta, su misión, la Iglesia dio siempre, y con más amplitud en los tiempos recientes, una doctrina coherente, tanto sobre la naturaleza del matrimonio como sobre el recto uso de los derechos conyugales y sobre las obligaciones de los esposos” (HV, 4).
Y respecto de los límites debemos decir que el Magisterio eclesiástico no puede cambiar la doctrina sobre este tema fundamental, aunque los hombres no comprendan su actitud o la rechacen (como de hecho ha sucedido incluso en el ámbito de los teólogos que deberían estar al servicio del Magisterio). La Iglesia debe estar dispuesta a convertirse en “signo de contradicción”. Escribía Pablo VI: “Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos (...) A decir verdad, [la Iglesia] no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, signo de contradicción, pero no deja por esto de proclamar con humilde firmeza toda la ley moral, natural y evangélica. La Iglesia no ha sido la autora de éstas ni puede, por tanto, ser su árbitro, sino solamente su depositaria e intérprete, sin poder jamás declarar lícito lo que no lo es por su íntima e inmutable oposición al verdadero bien del hombre” (HV, 18). “La Iglesia, efectivamente, no puede tener otra actitud para con los hombres que la del Redentor: conoce su debilidad, tiene compasión de las muchedumbres, acoge a los pecadores, pero no puede renunciar a enseñar la ley que en realidad es la propia de una vida humana llevada a su verdad originaria y conducida por el Espíritu de Dios” (HV, 19).
Reflexión: La Iglesia, como Madre y Maestra, nos cuida y protege de los peligros que se derivan de la mentira que supone la Cultura de muerte. Nos alimenta con el Pan de la Verdad y esto atañe muy especialmente al campo de la moral (y de forma concreta al de la moral conyugal). Necesitamos ser educados en Verdad y sólo esto nos hará libres y felices.
Oremos por el Santo Padre (tan duramente atacado) para que sea fortalecido por el Espíritu Santo. Oremos por todo el Colegio Episcopal para que, unidos al Papa, fieles a Pedro, puedan guiar nuestra Iglesias particulares y dar al mundo testimonio de unidad.
G+J
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor jose17 » Mié Nov 24, 2010 8:42 am

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

R/En principio el hombre no es un ser disociado donde mi razon, mis actos y mi fe van por separado, sino que somos una totalidad y todos estos actos influyen en él y por ello el magisterio los debe y creo que los tiene que abordar con firmeza para anunciar la verdad sobre cristo y los motivos para hacerlo serían:

1. La mision de la iglesia es anunciar la salvacion al hombre pero este anuncio implica una totalidad incluida su racionalidad la cual muchas veces se ve inmerso en errores y lo que hace el magisterio es devolverle su verdadero sentido.

2. Que el hombre ha sido creado para un fin superior, sobrenatural, estamos creados para el cielo, pero para tal efecto nuestros actos deben estar encaminados ha hacer el bien siempre y cuando esto no ocurra esta el magisterio para guiarnos y llevarnos por el camino correcto y esto tambien implica las relaciones en la vida conyugal ya que esta no esta separada del h ombre. Lo que yo creo lo debo aplicar en la vida practica y esto tambien incluye la vida matrimonial. La fe nunca me dira lo contrario.

3. La iglesia siempre ha expuesto que no existe separacion entre razon y fe y que por el contrario existe una armonia maravillosa, que por la razon tambien puedo llegar a conocer a Dios.

4. Si bien existen normas morales que no estan explicitamente expuestas, Dios ha otorgado la autoridad al magisterio a traves de Pedro poder interpretar las normas morales según la necesidad de los tiempos y asi lo ha hecho a través de estos 2000 años.
Jose Ismael
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor victoraraujo » Mié Nov 24, 2010 9:32 am

Pregunta:
¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

Respuesta:

Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral. Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos:

  • Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...” .

  • Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida” no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana”. En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido”.

  • Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II.

  • Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor rafa ayala » Mié Nov 24, 2010 10:33 am

Definitivamente si no es ‘mi Iglesia’ la que levante la voz, y muy fuerte, pues es también un compromiso doctrinal, ningún otro medio capaz y comprometido hará oir el flagrante ataque a la humanidad que se está dando actualmente, pero con el favor de Dios aun puede recomponerse si cada uno de los miembros católicos ponemos nuestro granito de arena para la difusión de ésta realidad que nos asfixia. Saludos.

Analiza ¿Regulación de la natalidad o explosión demográfica?
Para combatir esta “plaga de nuestro siglo” se han propagado y voceado masivas campañas de esterilización, difusión de anticonceptivos y legalización del aborto. El resultado ha sido una disminución de la tasa de fecundidad por debajo del ´umbral de reemplazo´ de las generaciones. Desde hace treinta años, la tasa de crecimiento de la población mundial no deja de disminuir a un ritmo regular y significativo. Actualmente 51 países, que representan casi la mitad de los habitantes del planeta (concretamente el 44%), no logran reemplazar a sus generaciones. En estos lugares, el número de niños por mujer es inferior a 2,1; y éste es el nivel mínimo indispensable para la renovación de las generaciones en los países que cuentan con las mejores condiciones sanitarias. “Pronto se necesitarán más geriatras que pediatras”- que el país se encuentra en graves problemas demográficos al señalar que si bien desde 1960 la población general aumentó en 39%, el sector que más creció fue el de los mayores de 85 años, en un 231%, seguido por el de los mayores de 65 años, en 89%, y mucho después los menores de 25 años, con apenas el 13%.
El New York Times ha resumido la nueva preocupación mundial -la implosión demográfica- diciendo que con una esperanza de vida en aumento al mismo tiempo que decae la fertilidad, muchos países desarrollados se encuentran con sociedades desequilibradas, que serán imposibles de sostener, porque tienen un gran número de ancianos y les falta gente joven que trabaje. El ejemplo más reciente es Italia, que es la primera nación de la historia donde hay más personas de 60 años que jóvenes de menos de 20. En 1998, Alemania, Grecia y España alcanzaron la misma situación.
En Europa el índice de fecundidad es de 1,56 por cada mujer, netamente, bajo el nivel de “recambio generacional”, que es de 2,1. Desde 1980 cada año, nace en promedio un millón de niños menos.
Anualmente se cometen 1,2 millones de abortos. La Unión Europea la población de ancianos de más de 65 años es más numerosa que los niños menores de 14 años el promedio de miembros de una familia es de 2,4. Los solteros son 54 millones, un cuarto de las familias.Nacen fuera del matrimonio 1,7 millones de niños, es decir, un tercio de la totalidad. En los últimos diez años 15 millones de menores han vivido separación de sus padres. Los divorcios afectan a la mitad de los matrimonios.El “utilitarismo miope” provocará que en un futuro próximo habrá carencia de trabajadores, disminuirá la producción de bienes y servicios, se volverá insostenible el pago de las pensiones y la asistencia a los ancianos por la ausencia de recursos económicos y humanos. La inmigración de personas exteriores a la Unión Europea no será suficiente para llenar los vacíos y además, si no se maneja bien, podría comprometer la contribución de los pueblos europeos y la transmisión de su patrimonio cultural.
Las causas: La disminución de la nupcialidad, la edad media de la maternidad ha aumentado claramente y sigue
aumentando. Las leyes de trabajo no facilitan el deseo de las mujeres de conciliar armoniosamente vida familiar y actividad profesional, la ausencia de una verdadera política familiar en los países afectados por el decrecimiento demográfico. El pesimismo cultural y la pérdida del sentido de la vida, de la esperanza en un futuro, del descreimiento en la felicidad. La difusión de las técnicas químicas de anticoncepción, del aborto y de la esterilización de masas.
Las consecuencias: Disminución de los jóvenes, escasa población de adultos jóvenes, influjos negativos en el sistema educativo, genera “la pérdida de la memoria colectiva”, es decir, queda gravemente hipotecada la transmisión de las conquistas culturales, científicas, técnicas, artísticas, morales y religiosas, desempleo, el aumento de la edad media (cada vez más adultos y menos jóvenes y niños) cambia el perfil psicológico de la población, al aumentar el número de personas ancianas crece la tentación de recurrir a la eutanasia, hay naciones ricas que van hacia la despoblación, como Francia, España e Italia, mientras que otras marcadamente pobres tienen una gran expansión demográfica, como Marruecos y Turquía.

Da ejemplos y analiza políticas familiares que son básicamente antifamiliares:

Anticoncepción y problemas económicos
Reconocía Pablo VI: “Las condiciones de trabajo y de habilitación y las múltiples exigencias, que van aumentando en el campo económico y en el de la educación, con frecuencia hacen hoy difícil el mantenimiento adecuado de un número elevado de hijos” . Es muy claro que muchas políticas familiares son básicamente antifamiliares; y no es éste un problema de origen económico sino ideológico, en que se defiende y promociona una cultura a la que le molesta el concepto de la vida, de la fecundidad y de la familia, a dicho el Papa Juan Pablo II: “Lanzo esta invitación a cuantos trabajan en la edificación de una nueva sociedad en la que reine la civilización y el amor: defended, como don precioso e insustituible, ¡don precioso e insustituible!, vuestras familias; protegedlas con leyes justas que combatan la miseria y el azote del desempleo y que, a la vez, permitan a los padres que cumplan con su misión. ¿Cómo pueden los jóvenes crear una familia si no tienen con qué mantenerla? La miseria destruye la familia, impide el acceso a la cultura y a la educación básica, corrompe las costumbres, daña en su propia raíz la salud de los jóvenes y los adultos. ¡Ayudadlas! En esto se juega vuestro futuro” .
Anticoncepción y dominio sobre la creación.
Decía Pablo VI : “el hombre ha llevado a cabo progresos estupendos en el dominio y en la organización racional de las fuerzas de la naturaleza, de modo que tiende a extender ese dominio a su mismo ser global: al cuerpo, a la vida psíquica, a la vida social y hasta a las leyes que regulan la transmisión de la vida”, el dominio sobre las cosas exteriores es un dominio sobre algo inferior al hombre y totalmente subordinado a él. En cambio su cuerpo es parte de su misma persona y debe disponerlo para alcanzar los fines para los que ha sido creado y según la Sabiduría eterna de Dios. Con la anticoncepción el ser humano actúa sobre sus ritmos biológicos o sobre la estructura de su sexualidad sin motivaciones terapéuticas y con la intención de alterar los fines a los que naturalmente se ordenan estas funciones.
Anticoncepción como mal menor.
Decía Pablo VI: “Tampoco se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos, el mal menor”. El mal mayor podría ser el recurso al aborto, el abandono por parte del marido de la esposa inocente, el recurso del esposo o de la esposa a prácticas de prostitución, o simplemente el riesgo a que se enfríe el amor conyugal por la imposibilidad de practicar los métodos naturales. En todos estos casos, la anticoncepción, sin ser admitida como buena, es al menos permitida como la auténtica alternativa. No está claro, que la anticoncepción sea un mal menor: para cualquier persona, entre alterar ella misma el plan de Dios sobre el matrimonio con un acto voluntario y tolerar el mal de parte de su cónyuge (por ejemplo, si éste abandonara el hogar), siempre sería un mal mayor su propio pecado personal, porque cada uno es, ante todo, responsable de sus propios actos, y no de los ajenos, sobre los cuales, a menudo, tiene poca o ninguna influencia.
¿La anticoncepción o el aborto?
Pero aun cuando se aceptase una dudosa interpretación del mal menor, cabe preguntarse, ¿es realmente la anticoncepción “la” -o al menos “una”- alternativa al aborto? “Se afirma con frecuencia -ha escrito Juan Pablo II en la Evangelium vitae- que la anticoncepción, segura y asequible a todos, es el remedio más eficaz contra el aborto. Se acusa además a la Iglesia católica de favorecer de hecho el aborto al continuar obstinadamente enseñando la ilicitud moral de la anticoncepción” . Se presenta así una disyuntiva entre aborto y anticoncepción. “La objeción, mirándolo bien, se revela en realidad falaz. En efecto, puede ser que muchos recurran a los anticonceptivos incluso para evitar después la tentación del aborto. Pero los contravalores inherentes a la ´mentalidad anticonceptiva´ -bien diversa del ejercicio responsable de la paternidad y maternidad, respetando el significado pleno del acto conyugal- son tales que hacen precisamente más fuerte esta tentación, ante la eventual concepción de una vida no deseada. De hecho, la cultura abortista está particularmente desarrollada justo en los ambientes que rechazan la enseñanza de la Iglesia sobre la anticoncepción. Es cierto que anticoncepción y aborto, desde el punto de vista moral, son males específicamente distintos: la primera contradice la verdad plena del acto sexual como expresión propia del amor conyugal, el segundo destruye la vida de un ser humano; la anticoncepción se opone a la virtud de la castidad matrimonial, el aborto se opone a la virtud de la justicia y viola directamente el precepto divino ´no matarás´.
A pesar de su diversa naturaleza y peso moral, muy a menudo están íntimamente relacionados, como frutos de una misma planta. Es cierto que no faltan casos en los que se llega a la anticoncepción y al mismo aborto bajo la presión de múltiples dificultades existenciales, que sin embargo nunca pueden eximir del esfuerzo por observar plenamente la Ley de Dios. Pero en muchísimos otros casos estas prácticas tienen sus raíces en una mentalidad hedonista e irresponsable respecto a la sexualidad y presuponen un concepto egoísta de libertad que ve en la procreación un obstáculo al desarrollo de la propia personalidad. Así, la vida que podría brotar del encuentro sexual se convierte en enemigo a evitar absolutamente, y el aborto en la única respuesta posible frente a una anticoncepción frustrada.
Lamentablemente la estrecha conexión que, como mentalidad, existe entre la práctica de la anticoncepción y la del aborto se manifiesta cada vez más y lo demuestra de modo alarmante también la preparación de productos químicos, dispositivos intrauterinos y ´vacunas´ que, distribuidos con la misma facilidad que los anticonceptivos, actúan en realidad como abortivos en las primerísimas fases de desarrollo de la vida del nuevo ser humano” .
Anticoncepción y principio de totalidad
Pablo VI : “Más aún, extendiendo a este campo la aplicación del llamado ´principio de totalidad´, ¿no se podría admitir que la intención de una fecundidad menos exuberante, pero más racional, transformase la intervención materialmente esterilizadora en un control lícito y prudente de los nacimientos? Es decir, ¿no se podría admitir que la finalidad procreadora pertenezca al conjunto de la vida conyugal más bien que a cada uno de los actos?”
Con esta argumentación en un matrimonio que ha dado lugar a la fecundidad en su proyecto matrimonial (por ejemplo, ya ha tenido varios hijos o piensa tenerlos pero más adelante) no podrían considerarse como “anticonceptivos” algunos actos singulares; pues sólo serían tales los de una pareja que excluya totalmente los hijos de su proyecto matrimonial. Responde a esto la misma encíclica diciendo que “no se pueden invocar como razones válidas, para justificar los actos conyugales intencionalmente infecundos... el hecho de que tales actos constituirían un todo con los actos fecundos anteriores o que seguirán después, y que, por tanto, compartirían la única e idéntica bondad moral” .
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor rafa ayala » Mié Nov 24, 2010 10:48 am

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II.
Porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
Por eso, “la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las cuestiones morales, no menoscaba de ningún modo la libertad de conciencia de los cristianos; no sólo porque la libertad de conciencia no es nunca libertad ´con respecto a´ la verdad, sino siempre y sólo ´en´ la verdad, sino también porque el Magisterio no presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que manifiesta las verdades que ya debería poseer, desarrollándolas a partir del acto originario de la fe. La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (cf. Ef 4,14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella”.
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X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor lilygraciat » Mié Nov 24, 2010 10:54 am

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral.
Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos.
1.-Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia.
2.-Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”
3.-Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón ; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II.
4.-Porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas.

Saludos y
Que Dios nos Bendiga
La Virgen nos guíe y
El Espíritu Santo nos dé Sabiduría
Gracia
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor amg_5 » Mié Nov 24, 2010 11:26 am

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral. Algunos de los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son:

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio desempeña su misión de salvación. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad, del error y la ignorancia.
b) La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida” no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación.
c) Por la armonía existente entre la razón y la fe.
d) Finalmente, porque si en la Revelación se encuentran normas morales concretas, puede presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

La relación entre el Magisterio y la conciencia es análoga a la que media entre la luz y los ojos: nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine. La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (cf. Ef 4,14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella”.
El Magisterio de la Iglesia ha sido dispuesto por el amor redentor de Cristo para que la conciencia sea preservada del error y alcance siempre más profunda y certeramente la verdad que la dignifica.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor muyi » Mié Nov 24, 2010 12:51 pm

El Papa se mete a indicar custiones de moral conyugal porque el sentido de la Iglecia es trasmitir las verdades de Crito pero tambien implica la verdad moral, y si no lo hiciere asi no podria desempeñar su mision salvifica y por sobre todas las cosas porque Dios le da la autoridad para hacerlo y pide que den normas de acuerdo a la necesidad de los tiempos.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor rednef » Mié Nov 24, 2010 8:38 pm

Saludos cordiales

Señor y Dios mio, antes de seguir perdonando, ayudame a perdonarme a mi mismo.

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

Porque si no la figura del Papa se reduciría a simple cortesía y buen modo de portarse.
Otra razon más para seguir rezando por el Papa

No cabe duda que la autoridad que ejerce el Papa es de suma importancia para todos los que formamos el cuerpo místico de la Iglesia, ya que todas sus enseñanzas que gozan de infalibilidad, deben ser para todos nosotros luz que forme y alumbre a nuestra conciencia que casi siempre esta equivocada específicamente en el tema Matrimonial. Por lo tanto, como dice, es deber del magisterio de la iglesia transmitir la verdad de cristo, lo cual implica tambien la verdad sobre lo moral. De esa manera el magisterio se convierte en fiel interprete de la doctrina tanto en la verdad evangelica como en la verdad moral cuyo representante es el mismo Papa. Y agrego tambien: apelar a esta conciencia precisamente para contestar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, comporta el rechazo de la concepción católica de Magisterio y de la conciencia moral.
Agradecidos debieramos estar del Magisterio del Papa y de la Iglesia como instrumentos de salvacion para todos nosotros.

Gracias por su atencion.
rednef
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Jairo Navarro » Mié Nov 24, 2010 10:13 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
Los fieles debemos aceptar lo que enseña la doctrina de la Iglesia en el catecismo No 85 “El oficio de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido encomendado sólo al Magisterio vivo de la Iglesia, el cual lo ejercita en nombre de Jesucristo” (DV 10), es decir a los obispos en comunión con del sucesor de Pedro, el Obispo de Roma.
Debemos confiar con sencilléz en la asistencia del Espíritu Santo al Santo Padre y a los obispos en comunión con él.
La experiencia de los siglos y recientemente las profesias de la Humanae Vitae nos confirman la sabiduría y verdad de las enseñanzas del Magisterio.
También la aceptación de la doctrina moral del Magisterio no trae sino paz a la conciencia y satisfacción de cumplir con la voluntad de Dios, aunque el mundo opine lo contrario y se vuelva uno signo de contradicción para la familia y para la sociedad inmoral en que vivimos actualmente.
Jairo Navarro
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Ricardo Esquivel » Mié Nov 24, 2010 11:34 pm

1- Por que: Al proponer las verdades morales racionales, no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre. La Iglesia debe salvar al hombre entero, su racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida, del error y la ignorancia.

Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión entre el fin sobrenatural (salvación) al que debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial).


Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen la recíproca exclusión entre la fe y la razón.

Porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar normas según la necesidad de los tiempos.

Así, la relación entre el Magisterio y la conciencia es análoga a la que media entre la luz y los ojos: nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine. Por eso, “la autoridad de la Iglesia,sobre las cuestiones morales, no menoscaba la libertad de conciencia de los cristianos.
Ricardo Esquivel
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Marcelina » Jue Nov 25, 2010 12:25 am

Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral.
¡Viva Cristo Rey!
Marcelina
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Esmeralda Dominguez » Jue Nov 25, 2010 12:22 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

El Magisterio de la Iglesia, lo que quiere es siguir la doctrina bíblica, la tradición ética y teológica donde enseña la existencia de actos que son, en cualquier circunstancia y al margen del fin con que sean realizados, siempre y en sí mismos malos; son intrínsecamente malos, o malos por su objeto moral, además porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral, existen motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional, mencionaremos algunos:

1. Las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia, lo que implica que la ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia.

2. Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural.

3. La profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón, de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas.

4. Finalmente, la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas, por lo que corresponde, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

Podemos concluir que la relación entre el Magisterio y la conciencia es análoga a la que media entre la luz y los ojos: nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine.
Esmeralda Dominguez
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor marangie » Jue Nov 25, 2010 1:41 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
R.-porque esta también es una forma de desempeñar su misión, y tal vez sea una de las más importantes; ya que el matrimonio es la base de la familia y está es el grupo más importante de la sociedad. También de esta forma trasmite la verdad de Cristo.
marangie
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Johnny Almanza » Jue Nov 25, 2010 4:40 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

R. Todos los católicos y los que no lo son, debemos comprender primeramente que, para referirnos a la moral conyugal, aprender al respecto, transmitir y vivir objetivamente situaciones relacionadas a estos temas éticos, que nos vinculan directamente a la familia, los hijos, la comunidad y la sociedad en general, debemos recurrir a la única institución válida, y calificada que puede enseñar y guiar con sus conocimientos basados en la tradición ética, teológica y doctrina bíblica, como es el Magisterio de la Iglesia Universal, cuya obligación es la de transmitir la verdad de Cristo, que está intrínsecamente ligada a la verdad moral.
En mi opinión el Magisterio representado por el Romano Pontífice junto a los obispos, tiene la obligación moral de dirigir, guiar y orientar al pueblo de Dios, ya que éste se encuentra revestido de autoridad y cualidad infalible en materia de dogma y moral. Tal como cita García de Haro al respecto: “prácticamente todas las normas morales concretas más importantes (sobre aborto, homosexualidad, relaciones prematrimoniales, masturbación, eutanasia, onanismo, etc.), han sido enseñadas por el Magisterio ordinario y universal: por el Romano Pontífice y por los Obispos en comunión con el Santo Padre, en todo el mundo y sin interrupción”. Quien así mismo recalca que: “... la inmensa mayoría de las cuestiones de cierta importancia para la vida moral, se encuentran de un modo u otro con carácter definitivo por el Magisterio”.
Por tanto, pe parece muy importante recordar permanentemente algunos motivos por los que con bastante acierto el Magisterio se refiere en el ámbito de la conducta ética:
a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia.

b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”216 no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial).

c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe.

d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas.

Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo, en este caso concreto al Magisterio de la Iglesia, quien establece las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
Johnny Almanza
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor maite3x56 » Vie Nov 26, 2010 3:39 pm

ola paz y bien
¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral212 . Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos213 :

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida (vulnus), del error y la ignorancia 214. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...”215 .
b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida”216 no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana” 217 . En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido” 218 .
c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón 219 ; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II 220 .
d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas 221. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

Así, pues, la relación entre el Magisterio y la conciencia es análoga a la que media entre la luz y los ojos: nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine 222 . Por eso, “la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las cuestiones morales, no menoscaba de ningún modo la libertad de conciencia de los cristianos; no sólo porque la libertad de conciencia no es nunca libertad ´con respecto a´ la verdad, sino siempre y sólo ´en´ la verdad, sino también porque el Magisterio no presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que manifiesta las verdades que ya debería poseer, desarrollándolas a partir del acto originario de la fe. La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (cf. Ef 4,14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella”223 .
Por eso decía el Papa Juan Pablo II que “el Magisterio de la Iglesia ha sido instituido por Cristo el Señor para iluminar la conciencia”, y que por eso “apelar a esta conciencia precisamente para contestar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, comporta el rechazo de la concepción católica de Magisterio y de la conciencia moral”224 . El Magisterio de la Iglesia ha sido dispuesto por el amor redentor de Cristo para que la conciencia sea preservada del error y alcance siempre más profunda y certeramente la verdad que la dignifica. Al equiparar las enseñanzas del Magisterio con cualquier otra fuente de conocimiento (por ejemplo, la propia conciencia o la opinión de los teólogos) se banaliza el Magisterio, y hace inútil el sacrificio redentor de Cristo.

Pablo VI, de su parte, recuerda reiteradamente en la Humanae vitae, la autoridad con que la Iglesia interviene en el campo de la vida conyugal y sexual de las personas, así como los límites que tiene el Magisterio.
En cuanto a la autoridad decía el Pontífice: “Ningún fiel querrá negar que corresponda al Magisterio de la Iglesia el interpretar también la ley moral natural. Es, en efecto, incontrovertible... que Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los apóstoles su autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos, los constituía en custodios y en interpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse. En conformidad con ésta, su misión, la Iglesia dio siempre, y con más amplitud en los tiempos recientes, una doctrina coherente, tanto sobre la naturaleza del matrimonio como sobre el recto uso de los derechos conyugales y sobre las obligaciones de los esposos” (HV, 4).
Y respecto de los límites debemos decir que el Magisterio eclesiástico no puede cambiar la doctrina sobre este tema fundamental, aunque los hombres no comprendan su actitud o la rechacen (como de hecho ha sucedido incluso en el ámbito de los teólogos que deberían estar al servicio del Magisterio). La Iglesia debe estar dispuesta a convertirse en “signo de contradicción”. Escribía Pablo VI: “Se puede prever que estas enseñanzas no serán quizá fácilmente aceptadas por todos (...) A decir verdad, [la Iglesia] no se maravilla de ser, a semejanza de su divino Fundador, signo de contradicción, pero no deja por esto de proclamar con humilde firmeza toda la ley moral, natural y evangélica. La Iglesia no ha sido la autora de éstas ni puede, por tanto, ser su árbitro, sino solamente su depositaria e intérprete, sin poder jamás declarar lícito lo que no lo es por su íntima e inmutable oposición al verdadero bien del hombre” (HV, 18). “La Iglesia, efectivamente, no puede tener otra actitud para con los hombres que la del Redentor: conoce su debilidad, tiene compasión de las muchedumbres, acoge a los pecadores, pero no puede renunciar a enseñar la ley que en realidad es la propia de una vida humana llevada a su verdad originaria y conducida por el Espíritu de Dios” (HV, 19).
maite3x56
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Lupe Ortiz » Vie Nov 26, 2010 10:22 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
Respondamos con sencillez: porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral. Los motivos por los que es necesario que el Magisterio se extienda al ámbito de la ética racional son numerosos; señalemos algunos.

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad llagada, es decir, afectada por la herida, del error y la ignorancia. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad. La curación de la permanente tentación de medir la grandeza y el valor del hombre según falsos criterios. “La ley, centrada sobre el Decálogo, forma la conciencia del hombre, la humaniza, la dirige hacia su fin bienaventurado y la abre a la gracia...”.
b) Por las consecuencias de la Encarnación. Existe una conexión intrínseca entre el fin sobrenatural (salvación) al que el Magisterio debe encaminarnos y el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural. La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida” no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial). Es la consecuencia de la Encarnación: “El Verbo al encarnarse ha entrado plenamente en nuestra existencia cotidiana, que se articula en actos humanos concretos; muriendo por nuestros pecados, nos ha recreado en la santidad original, que debe expresarse en nuestra cotidiana actividad intramundana” . En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación sin que al mismo tiempo se parcialice la obra redentora de Cristo. Como dice San Ireneo: “lo que no es asumido, no es redimido” .
c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. Los que niegan al Magisterio autoridad para hablar y ordenar autoritativamente en cuestiones de moral natural (conyugal en nuestro caso) sostienen el viejo prejuicio que supone la recíproca exclusión entre la fe y la razón ; de este modo, reducida la competencia del Magisterio a la sola fe, la razón debería proceder autónomamente en la elaboración de sus normas. Pero esta presentación de la relación entre razón y fe es falsa y no puede sostenerse católicamente, como ha enseñado Juan Pablo II .
d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles, ya que Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.

Así, pues, la relación entre el Magisterio y la conciencia es análoga a la que media entre la luz y los ojos: nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine. Por eso, “la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las cuestiones morales, no menoscaba de ningún modo la libertad de conciencia de los cristianos; no sólo porque la libertad de conciencia no es nunca libertad con respecto a´ la verdad, sino siempre y sólo ´en´ la verdad, sino también porque el Magisterio no presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que manifiesta las verdades que ya debería poseer, desarrollándolas a partir del acto originario de la fe. La Iglesia se pone sólo y siempre al servicio de la conciencia, ayudándola a no ser zarandeada aquí y allá por cualquier viento de doctrina según el engaño de los hombres (cf. Ef 4,14), a no desviarse de la verdad sobre el bien del hombre, sino a alcanzar con seguridad, especialmente en las cuestiones más difíciles, la verdad y a mantenerse en ella”.
Por eso decía el Papa Juan Pablo II que “el Magisterio de la Iglesia ha sido instituido por Cristo el Señor para iluminar la conciencia”, y que por eso “apelar a esta conciencia precisamente para contestar la verdad de cuanto enseña el Magisterio, comporta el rechazo de la concepción católica de Magisterio y de la conciencia moral”. El Magisterio de la Iglesia ha sido dispuesto por el amor redentor de Cristo para que la conciencia sea preservada del error y alcance siempre más profunda y certeramente la verdad que la dignifica. Al equiparar las enseñanzas del Magisterio con cualquier otra fuente de conocimiento (por ejemplo, la propia conciencia o la opinión de los teólogos) se banaliza el Magisterio, y hace inútil el sacrificio redentor de Cristo
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Gabriel Reyes » Sab Nov 27, 2010 9:10 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?

Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral. En forma explícita los motivos son:

a) Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación del hombre entero, incluída su racionalidad afectada por el error y la ignorancia; y no podría sanarlo y salvarlo si no lo hiciera así. Al incursionar en la moral conyugal el Magisterio devuelve a la razón práctica su relación originaria con la verdad.

b) Por las consecuencias de la Encarnación. En su Encarnación el Verbo divino asume la naturaleza humana en su totalidad, exceptuado el pecado, para sanarla, rescatarla, redimirla; y nada puede sustraerse del alcance de la Encarnación. El Magisterio ilumina el ámbito humano de la vida cristiana, es decir, los actos concretos que son los medios por los cuales nos ordenamos al fin sobrenatural.

c) Por la profunda armonía existente entre la razón y la fe. La razón no debe proceder autónomamente en la elaboración de sus normas.

d) Finalmente, porque si bien en la Revelación se encuentran normas morales concretas, sin embargo, puede legítimamente presumirse que en ella Dios no nos ha enseñado explícitamente todas las normas morales determinadas racionalmente cognoscibles. Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor luismontoyadominguez » Dom Nov 28, 2010 3:14 am

1.- NINGUN FIEL QUERRA NEGAR QUE CORRESPONDE AL MAGISTERIO EL INTERPRETAR TAMBIEN LALEY MORAL NATURAL,
ES EN EFECTO INCONTROVERTIBLE QUE JESUCRISTO AL COMUNICAQR A PEDRO Y A LOS APOSTOLES,SU AUTORIDAD
DIVINA Y AL ENVIARLOS A ENSEÑAR,A TODAS LAS GENTES SUS MANDAMIENTOS,LOS CONSTITUIA EN CUSTODIOS Y EN
INTERPRETES AUTENTICOS DE TODA LEY MORAL,ES DECIR NO SOLO DE LA LEY EVANGELICA SINO TAMBIEN DE LA NATURAL.
luismontoyadominguez
 
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Re: X. El Magisterio de la Iglesia y la moral conyugal

Notapor Mayra Judith » Lun Nov 29, 2010 5:51 pm

¿Por qué el Papa se mete a indicar cuestiones de moral conyugal en lugar de limitarse a enseñarnos las verdades tocantes a nuestra fe y esperanza sobrenaturales?
R:
Porque el sentido último del Magisterio de la Iglesia es transmitir la verdad de Cristo, que implica también la verdad moral; Porque al proponer las verdades morales racionales el Magisterio no hace otra cosa que desempeñar su misión de salvación; y no podría sanar y salvar al hombre si no lo hiciera así. La Iglesia debe salvar al hombre entero, incluida su racionalidad ya que la racionalidad del hombre es una racionalidad afectada por la herida del error y la ignorancia. El Magisterio devuelve, así, a la razón práctica su relación originaria con la verdad.
La Iglesia no cumpliría su misión si enseñando “la fe que debe creerse y aplicarse en la práctica de la vida” no enseñase, al mismo tiempo, las consecuencias que esta fe tiene en el plano humano (incluido el matrimonial.
Dios no se sustituye a la causalidad de las personas creadas . Corresponde, pues, a quien Dios mismo da autoridad para hacerlo (es decir al Magisterio), dar las normas puntuales según la necesidad de los tiempos.
Nuestros ojos no ven si no hay luz y nuestra conciencia camina a oscuras sin la guía de una autoridad superior que la forme y la ilumine . Por eso, “la autoridad de la Iglesia, que se pronuncia sobre las cuestiones morales, no menoscaba de ningún modo la libertad de conciencia de los cristianos; no sólo porque la libertad de conciencia no es nunca libertad ‘con respecto a’ la verdad, sino siempre y sólo ‘en’ la verdad, sino también porque el Magisterio no presenta verdades ajenas a la conciencia cristiana, sino que manifiesta las verdades que ya debería poseer, desarrollándolas a partir del acto originario de la fe.
Jesucristo, al comunicar a Pedro y a los apóstoles su autoridad divina y al enviarlos a enseñar a todas las gentes sus mandamientos, los constituía en custodios y en interpretes auténticos de toda ley moral, es decir, no sólo de la ley evangélica, sino también de la natural, expresión de la voluntad de Dios, cuyo cumplimiento fiel es igualmente necesario para salvarse.
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