1. ¿Qué significa hablar de las vocaciones y qué debe procurar alcanzar?
Hablar de las vocaciones significa hablar de la realidad más profunda de la persona. No se trata apenas de buscar la satisfacción de un mero deseo personal o de sentirse realizado en determinadas tareas gratificantes. Debemos saber que es un proceso que se pasa a un nivel más profundo de la persona. Lo más importante y primordial es la respuesta al llamamiento a seguir a Jesús en la Iglesia y a continuar su misión en el mundo, que puede llevar a la consagración total de la persona.
2. ¿De quién es tarea la promoción vocacional? ¿Sólo da unos pocos?
La tarea de la promoción vocacional es de toda la Iglesia y no sólo de unos pocos. La pastoral vocacional no conoce fronteras; se dirige a todos y no sólo a algunas personas privilegiadas, porque todo ser humano tiene el deseo de conocer el sentido de la vida y de su lugar en la historia. Es una propuesta continua que no acontece apenas una vez en la vida; no es sólo para jóvenes. La invitación del Señor a seguirle se dirige a todas las edades y la vocación se considera plenamente realizada en la hora de la muerte.
3. ¿Por qué es importante buscar vocaciones? ¿Qué pasaría a la Iglesia y a las congregaciones si no se buscan vocaciones?
La acción vocacional tiene como deber urgente e irrenunciable de anunciar y testimoniar el sentido cristiano de la vocación, la buena nueva del llamamiento. El pueblo cristiano tiene derecho de escuchar este “evangelio de la vocación”.
Es muy necesario entonces que aprendamos a descubrir las vocaciones que hay alrededor nuestro y que probablemente estén “dormidas” porque nadie ha ayudado al joven a descubrirla.
La voluntad de Dios es que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Si la Iglesia y las congregaciones no se ocupan no habrá jóvenes que digan SÍ a Cristo. Y por lo tanto tendremos cada vez más una sociedad sin Dios y sin sacerdotes que lo traigan sobre el Altar. Esto es muy serio y es una tarea de todos. De lo contrario la Iglesia perderá su identidad y misión que Cristo le ha confiado.
Las vocaciones no son producto de la casualidad. En general son fruto del amor de la familia por Dios. Cuánto más una familia, comenzando por los padres, conoce a Dios, más apertura a las vocaciones hay. Siempre será más fácil cuando la tierra es fértil y está dispuesta a recibir la semilla, el regalo de la vocación.