1. De manera breve menciona lo que dice el autor sobre la definición de cultura y cuáles son sus elementos
Cultura, en su etimología primera latina, significa el conjunto de labores y de frutos inherentes al cultivo de los campos. Cicerón emplea la metáfora “cultura animi” (cultura y educación del alma), equivalente a la paideia griega, y que se ha trasmitido hasta nuestros días con el significado de “proceso formativo de la personalidad humana”. Cultura, como sinónimo de "saber", conjunto de conocimientos que tiene una persona.
Persona culta sería la persona “cultivada”, por oposición a la ruda que no ha cultivado sus cualidades o capacidad intelectual, artística, literaria, etc.
Actualmente, por el progreso e influjo de las ciencias antropológicas, el término cultura ha adquirido un significado mucho más amplio, se ha enriquecido. Y así, cultura es el arte, y la forma de organización sociopolítica, y la manera de celebrar las fiestas, la aparición de la vida o el desenlace de la muerte; la forma de vestir y de valorar las cosas y el quehacer humano. Cultura, en sentido antropológico, viene a equivaler a estilo de vida propio de un colectivo, tribu o pueblo; mentalidad que le anima; concepción de la vida.
elementos cognoscitivos: técnicos y científicos; la estructura política, la organización social, etc.
creencias (cultura implícita, sin racionalidad aparente: ritos y fiestas...);
valores y normas (no son los mismos en las diversas culturas, no hay una tipología sistemática de valores de rango universal; los llamados valores humanos son cuestionados por algunos pueblos que los tildan de producto occidental);
símbolos: sistema simbólico que funda expectativas y formas dadas de reacción; cada cultura tiene un sistema de símbolos por los que se expresa, y la lengua es sin duda el sistema simbólico más genuino de cada pueblo.
elemento constitutivo de la persona humana en su ser de creatura “a imagen” del que le ha llamado a la existencia. La consumación más plena del hombre consiste en realizar este proyecto. Nuestra cultura, por el contrario, rechaza esta manera de concebir la plenificación humana; piensa que lo que el hombre debe perseguir con todo ahínco es su mejor “autorrealización”. Sin embargo la fe cristiana mirando a Jesús, nos propone la “heterorrealización” como plenitud del hombre; Jesús vive continuamente de cara al Padre para cumplir su voluntad (Jn 4,34)5.
2. Da alguna descripción de la cultura vocacional
La nueva cultura vocacional: “Es una componente de la nueva evangelización. Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir”, que (frente a la ´cultura de la muerte´) subraya algunos valores, tales como:
la gratitud y la acogida del misterio,
el sentido de lo imperfecto del hombre,
la apertura del hombre a la trascendencia,
la disponibilidad a dejarse llamar por otro (por Otro) y preguntar por la vida,
la confianza en sí mismo y en el prójimo,
la libertad de conmoverse ante el don recibido,
el afecto, la comprensión, el perdón,
la capacidad de soñar y anhelar,
el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco
el altruismo que nace del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano
la búsqueda del sentido de la vida, el deseo de encontrar la verdad7.
3. Menciona brevemente las acciones que se pueden llevar a cabo para fomentar la “cultura pro-vocacional”
Posibilitar el nacimiento y crecimiento del sujeto vocacional, es decir, de comunidades de creyentes que viven coherentemente su llamada personal y se sienten responsables de la de los otros.
Crear signos y lugares permanentes donde cultivar y mostrar la experiencia de Dios compartida, sólida y fundamentada que se dirige al corazón de la persona y le plantea llamadas, exigencias, invitaciones. La reflexión y la tradición de la Iglesia indican que normalmente el discernimiento vocacional se hace presente a lo largo de estos itinerarios comunitarios: la celebración comunitaria y la oración (liturgia), la comunión eclesial y la fraternidad (koinonía), el servicio de la caridad (diakonía), el anuncio y testimonio del evangelio (martiría).
Sentir la Iglesia como cosa propia y sentir con la Iglesia...siendo no solamente colaboradores, sino también intercesores y testigos transfigurados por su misterio.
Difundir y consolidar el acompañamiento vocacional personalizado, en particular en aquellos momentos existenciales de encrucijada donde se tejen las grandes decisiones de la vida.
Laeducación (ayudar al joven a sacar fuera su verdad, a conocerse, a descubrir sus miedos y resistencias, fragilidades y dependencias) y la formación (proponerle un ideal que dé a su vida forma, consistencia y solidez, para que invierta en ella sus mejores recursos).
Hacer visible nuestro carisma misionero en expresiones significativas. Esa visibilidad es una opción exigente y al mismo tiempo arriesgada.
Fomentar, además, un ambiente general de conocimiento de nuestro fundador como don del Espíritu a la Iglesia y en particular a la Iglesia donde vivimos
No olvidar jamás que una homilía, la administración de un sacramento, cualquiera que sea, una catequesis, una adoración del Santísimo, un retiro, una misa, una confesión, una reunión, una novena, una iniciativa del tipo que sea, si no es vocacional, es decir, si no apunta a la pregunta estratégica dirigida a todos (“y a mí, ¿qué me pide Dios a partir de esta Palabra, de este don...?”) no es acción pastoral cristiana, sino otra cosa, no bien definida, pero de cualquier modo inútil y a veces contradictoria, por no decir persona que finge sentir lo que no siente.
Recrear una vida comunitaria fraterna, acogedora, hospitalaria y calurosa donde se vive la identidad de la propia congregación y la pertenencia sin subterfugios; y donde, a la vez, existe cercanía, roce y trato directo con todos, abriendo la comunión y la corresponsabilidad también a laicos (hombres y mujeres).
Cuidar pastoralmente de las familias. Hubo un tiempo en el que los padres católicos fueron nuestros mejores aliados en la tarea de suscitar vocaciones.