por profehumberto1 » Sab Mar 19, 2011 3:34 pm
¿Son iguales las penas por el pecado original para varón y mujer? Son distintas indiscutiblemente. Se presentan de forma disimétrica según la gravedad de la falta.
¿Cuáles son las penas para la mujer y cuales para el hombre?
[b]Las penas para la mujer:
La enemistad de la Serpiente[/b]-
Es decir que Satanás trata de poner a la mujer en contra del hombre para que no cumpla con los designios de Dios en todo momento.
Las amarguras de la esposa
- Es una pena a nivel de su amor esponsal. Eva va a conocer al novio o al esposo como un bien y lo va a amar. La escritura dice que su marido la dominará. Claro. Ya no será el Adán inocente, sino el varón herido por el pecado. Entonces temerá a su marido, porque ya no es el inocente Adán; es un hombre pecador capaz de pegarle (miedo al que ama), traicionarla (ira) o todavía morirse (tristeza).
- El corazón irá hacia su esposo pero él será fuente de tristeza (si se le muere) o de ira (si la traiciona) o de temor (si es que le pega o se emborracha o si tiene miedo de perder su amor). El más feliz de los amores puede hundirse y arder en el infierno de los celos y de las sospechas, que el demonio se divierte en avivar.
- La mujer, a consecuencia del pecado original, está desgarrada interiormente en su espíritu. El suyo es un sufrimiento espiritual, interior, anímico, del alma.
- Y con la maternidad y el amor de madre le sucede algo equivalente: el temor de la gestación, el miedo al parto, los trabajos que da un niño, cambiar pañales, estar con él, llevarlo y traerlo de la escuela...
- Las penas que amargan sus amores pueden llegar a disuadir a la mujer de involucrarse en los vínculos del amor. Pueden llegar a convencerla de que es preferible no amar, para no sufrir.
Tentaciones frecuentes
- A veces ocurre también que cuando la mujer se vuelve religiosa, el esposo se pone celoso de Dios y aparece un conflicto, pareciendo que hablaran en lenguas diferentes. Hay que orar mucho.
- A veces la mujer no se da cuenta pero se dedica demasiado a su parroquia y es verdad que el marido la necesita, aunque sea un pecador. La necesita.
- Y a veces sucede también que los padres descuidan a sus hijos y la vida de familia por alguna actividad apostólica. Y los hijos después dicen: “Nuestros padres estaban siempre en la Iglesia; a nosotros no nos atendían”. Cuando Satanás no nos puede hacer pecar, trata de que exageremos en la virtud. Cuando no nos puede frenar ni torcer la dirección, pisa el acelerador. Entonces uno quiere salvar el mundo y resulta que pierde su familia.
- Para la mujer la casa es fundamental. Se ha dicho a mi parecer con mucha razón que: el varón quiere tener una casa para tener una mujer, y la mujer quiere tener un esposo para tener una casa. Es una disimetría de las prioridades.
- En la mujer va a quedar una lucha, un combate con el demonio. La de la mujer va a ser una lucha espiritual. Y si su esposo no está en Dios no la puede ayudar en esta lucha espiritual. Y estando sola, puede convertirse, engañada o conquistada por el demonio, de amiga en destructora. Esto puede suceder con mucha facilidad, convirtiéndola en destructora consciente o inconsciente del marido.
Las penas para Adán
Para Adán las penas no vienen del alma, como en Eva, sino que vienen del mundo exterior: “Al hombre le dijo: “Por haber escuchado la voz de tu mujer [despreciando la mía] y comido del árbol del que yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás”.
Son penas físicas, laborales, fatiga, heridas con cardos y espinas. Por supuesto que él también tendrá temores, tristezas e iras que le amarguen sus amores, pero no son de la misma magnitud interior que en la mujer. Porque como hemos dicho ya, el varón tiene un interioridad más simple, menos compleja y una sensibilidad de alma menos delicada que las de la mujer.
Las penas de Adán van a ser fatiga y heridas, pero son todas penas físicas y hacia el exterior.
La pena de la muerte anunciada al varón
- El varón tiene también todas las penas en el cuerpo, en lo físico, en su fatiga, en herirse con los cardos y las espinas. En la mujer es el alma lo que está en el frente de las penalidades mientras que en el varón es el cuerpo el que está en el frente de las penalidades hasta que por fin se disuelve y muere y vuelve a la tierra de la que fue tomado.
- El hombre está por lo tanto, por la pena del pecado original, abocado a sacrificarse en el esfuerzo físico, en el trabajo, en la modificación del mundo exterior. Abocado a sacrificar-se físicamente. El de la mujer es más bien un sacrificio espiritual, más próximo a lo que la Sagrada Escritura llama: “sacrificio de alabanza”.
- El escenario de las luchas del varón es la tierra, la naturaleza, el foro, la sociedad, el campo de batalla, la fábrica, la empresa. Y la tierra maldita puede ser el ámbito en que se mueve aunque no sea campesino. Y los cardos y espinas, los jefes, los malos compañeros, los envidiosos.
La esposa: de ministro del auxilio divino a ministro del espíritu homicida
- El enemigo procurará por todos los medios convertir el amor primero en acedia, menosprecio, despecho, rivalidad, rencor, odio... Logrará así muchas veces convertir a la amiga y auxiliadora en agente del espíritu destructor. Hay que estar atento a esta tentación. Porque además, a medida que la mujer conoce más al varón, más conoce sus limitaciones. Aunque la enemistad de cualquier mujer es muy temible, la de la esposa es la peor.
- Cuando la animosidad de la mujer contra el varón se hace conducta y pauta de comportamiento en una cultura, entonces la mujer puede llegar a anular la figura del varón, como esposo y padre.
El triunfo de Satanás sobre la mujer hecho hoy cultura
- Muchas mujeres reprochan a los hombres no cumplir con el papel de padre cuando, más o menos conscientemente, ellas se las han arreglado para no dejarles el lugar que les corresponde. La madre aleja así al padre, con el riesgo de culparlo en un proceso perverso que le permite confirmar su poder y su sentimiento de omnipotencia sobre los hijos, sobre el hombre y sobre el padre”. Si el varón se aparta de Dios, como sucedió a Adán por complacer a su mujer, entonces también la presencia y la unión de los hombres con Dios se debilita.
- El padre tiene que imitar la conducta de la madre. No puede hacer algo distinto de lo que hace la madre. Si no, no lo aceptan ni la mamá ni los hijos. Pero hay que subrayar que igualmente aquí muchas mujeres reprochan a los hombres no cumplir con el papel de padres cuando más o menos conscientemente ellas se las han arreglado para no dejarles el lugar que les corresponde.
La disimetría de las penas
- Nadie comprende la diferencia de lo que le pasa al otro; piensa que ha sido herido igual que él y entonces el varón se enoja con la mujer y la mujer se enoja con el varón. Y lo que es pena lo toman como culpa. Y empiezan a culpar e inculparse mutuamente por lo que en realidad debería mover a misericordia y no a reproche.
- A la mujer se le desordena el deseo de ser amada y empieza a querer controlar, a dominar a los que ama; se le desordena el deseo de proteger a los que ama y le da por incurrir en el ejercicio ilegal de la divinidad. En su pequeño “paraíso” juega a ser Dios, y usurpa la Divina Providencia. Quiere tener todo bajo control, que nada se le escape; se hace controladora y por controladora, dominadora.
- Tenemos que seguir defendiendo con uñas y dientes a la familia católica, la familia sacramental, al Sacramento y a la vivencia sagrada del amor matrimonial y esponsal. Tenemos que recuperar y defender la sacralidad del matrimonio.
Disimetría en el desorden de las pasiones
A la disimetría de las penas corresponde también una disimetría en el desorden de las pasiones instintivas y del alma. El varón - como ya hemos dicho -- cae hacia el polo animal de su naturaleza, hacia el polo instintivo; tiende a convertirse en perro o en chancho. Y la mujer más bien se exalta exageradamente hacia el polo espiritual; tiende a convertirse en bruja o en demonio. A la mujer se le exageran los apetitos espirituales del alma mientras que al varón los apetitos del cuerpo.
- En ella también hay lujuria, pero es por búsqueda de afecto y ternura. Y si no por utilización del sexo con otros fines premeditados: seducción, manipulación, prostitución.
Ira
Con relación a la ira, por ejemplo, si bien los dos se enojan por una frustración del deseo o por un mal presente, el varón lo hace tipo perro y la mujer tipo demonio. Cuando el varón se enoja, pierde la razón, pierde la cabeza; actúa irracionalmente, patea, golpea, tira un plato, las hijas se aterran, la mujer se disgusta sin entender por qué él perdió su dignidad de ser racional. A la mujer, en cambio, cuando se enoja se le agudiza la inteligencia; pareciera que piensa mejor lo que va a decir para lastimar más; es una ira fría y racional. Cuanto más se enoja él, más serena se pone ella y mejor piensa lo que le va a decir. La de la mujer es una ira más espiritual, y la del varón más animal.
Sexualidad
- La lujuria, es decir, el desorden de la sexualidad, se expresa en la mujer más bien como instrumentación calculada de la sexualidad separada del amor, pero no por sí misma como en el varón. Es decir que si hay en la mujer una corrupción de la sexualidad puede venir por la manipulación de la sexualidad al servicio de su posesividad amorosa o, en el caso de la prostitución por ejemplo, al servicio de la codicia, para ganar dinero, o también para tratar de conquistar el amor de un varón, aunque es un mal camino porque precisamente así no se conquista a un varón sino que se lo hunde en su polo instintivo.
- Muchas piensan que tener relaciones sexuales es una manera de “agarrarlo” cuando en realidad lo sumen en una indiferenciación afectiva que lo puede ser atraído por todas o cualquiera. El varón es potencialmente polígamo. Si la mujer no lo “ata” por una amistad, es como el fuego fuera de la hornalla.
- La avaricia está en la mujer principalmente conexa con su deseo de seguridad. Sobre todo la mujer se mueve a la avaricia cuando no encuentra la seguridad en el varón que tiene al lado; cuando ella se siente desprotegida del amor que debería protegerla se mueve a buscar su seguridad en el dinero. Por eso, cuando hace crisis un matrimonio, en una crisis de divorcio van a observar ustedes que la pelea es por los bienes, porque ella pierde la seguridad que le da el amor y entonces necesita la seguridad que le da el dinero. Pero eso es una corrupción del alma de la mujer