¿Desesperación por faltas recurrentes?

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¿Desesperación por faltas recurrentes?

Notapor eduarod » Lun Dic 10, 2012 2:22 am

Estimados hermanos en Cristo:

He notado que es un tema recurrente en los foros el de los hermanos que vienen en busca de ayuda porque se han desesperado al no poder superar sus faltas. Esto ocurre en diversos grados: algunos como una simple frustración, otros como una gran desesperación por la que se sienten alejados de Dios y abandonados por Él hasta el punto de creer que están perdiendo la Fé.
En general, a todos estos hermanos hay que explicarles que ni es un signo de abandono por parte de Dios el no poder superar todas sus faltas, ni ir superando tales faltas es la señal que deben buscar de que están en el camino de la verdadera santidad, ni, muchísimo menos, es algo que se espere que pudieran llegar a lograr con sus propias fuerzas ¡si ni siquiera nos es posible en este mundo lograrlo al estar ENTERAMENTE abandonados a la Ayuda de Dios!

Hay que hacerles entender que tal preocupación no es sino un engaño producto de la vanidad, ya sea la vanidad sugerida como una tentación por el Demonio que quiere desviarles del recto propósito en el que se han empeñado (la búsqueda de la perfección cristiana, de la auténtica Santidad), o ya sea la vanidad surgida de la porpia autocomplacencia, del corazón soberbio y engreido que quiere decirse a sí mismo "si, yo soy bueno, estoy en camino de perfección porque me percibo a mi mismo mejor que los demás". Contra esto último muy en particular, recordemos lo que dice Jesús respecto al fariseo que se sentía bueno:
«Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano.
El fariseo, de pie, oraba así: "Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago la décima parte de todas mis entradas".
En cambio el publicano, manteniéndose a distancia, no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: "¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!".
Les aseguro que este último volvió a sus casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado».
San Lucas 18, 10-14

Si, ciertamente el fariseo hacía buenas obras y evitaba graves males, pero, al sentirse bueno por ello NO LOGRÓ obtener el perdón de los muchos pecados, aunque fueran pequeños, que igualmente tenía; y entonces, NO fueron esos muchos pequeños (o quizá no tan pequeños) pecados los que principalmente le pusieron fuera del camino de la Salvación, sino fue su propia vanidad y soberbia la que lo desvío realmente y le impidió recibir el Perdón y el Amor de Dios. Eso es lo único que lograremos si nos empeñamos en buscar la Santidad, o en tratar de medir nuestro progreso hacia ella, o en tratar de determinar la cercanía que tenemos a Dios o que Dios nos demuestra, en función de qué tanto logramos evitar ciertos vicios y pecados.
Por el contrario, lo que Jesús nos enseña es que el otro hombre, el publicano (recaudador de impuestos que solía abusar y cobrar de más en beneficio propio y para beneficiar a los romanos), el pecador reconocido públicamente como tal, por el simple y solo hecho de reconocerse como un indigno pecador ante Dios y abandonarse y atenerse a Su Misericordia, logró obtener el Perdón de sus MUCHOS pecados y la justificación. Es decir, se colocó en VERDADERO camino de Salvación.
Es, pues, preciso entender y quitarse COMPLETAMENTE de la cabeza esa FALSA idea de que la Santidad se obtiene o se mide por el esfuerzo que se haga y el éxito que se obtenga en evitar caer en determinadas faltas o pecados, por muy molestos, detestables o recurrentes que sean.

En particular es común en estos foros, donde creo que la mayor parte de los hermanos que los frecuentan o llegan a ellos son jóvenes, que tales faltas sean faltas de índole sexual: malos pensamientos, masturbación, etc. Y es que, aunque tales faltas no son privativas de la juventud, si son extremadamente frecuentes en esa etapa de la vida.
Evidentemente NO ES que esas faltas sean buenas o irrelevantes en sí mismsa. Por supuesto que no lo son y por supuesto que debemos poner con diligencia los medios a nuestro alcance para evitarlas, alejarnos de ellas, o aborrecerlas completamente una vez cometidas si en nuestra fragilidad humana no las hemos podido evitar.
Pero NADA de eso quiere decir que debamos angustiarnos, entristecernos o sentirnos alejados o abandonados por Dios si no las hemos logrado evitar, ni, muchísimo menos, que nos podamos sentir "buenos", "mejores", "favorecidos por Dios" o "en verdadero camino de santidad" cuando por la Gracia de Dios logremos evitar estas tentaciones. Mucho menos que lleguemos a pensar que fueron nuestras fuerzas o nuestros propios merecimientos a causa de nuestros esfuerzos los que nos dieron la victoria o nos ganaron esa Ayuda de Dios para vencer.
No, si hemos vencido, eso es producto única y exclusivamente del DON GRATUITO (lease: completamente inmerecido) que Dios nos ha dado y que, por su misma Gracia, es decir, también como un Don Gratuito de Él, hemos sabido y podido aprovechar. Si no lo entendemos asi, si creemos que fueron de algún modo nuestras fuerzas o nuestros esfuerzos los que nos dieron la victoria y que, por lo mismo, eso podría ser un instrumento de medición de nuestra perfección o santidad, entonces, en el mismo paquete de esta vana auto-exhaltación viene incluida la auto-destrucción y desesperación que nos vendrán el día que, en nuestra miseria, no logremos aprovechar ese Don que Dios SIEMPRE nos ofrece (es Dogma de Fé) para triunfar sobre la tentación.

Peor aún, nos puede llegar a ocurrir que caigamos en tal auto-destrucción y desesperación ya no siquiera por cometer el pecado, sino meramente por ser víctimas de la tentación. La realidad es que el ser víctima u objeto de una tentación que no hemos buscado es tan ajeno a nuestra alma como sería ajeno a nosotros el presenciar un crimen (un asalto, un asesinato, etc.) por casualidad al llegar a una plaza pública. En ningún sentido se podría decir que somos culpables o cómplices del asesinato o del asalto por el simple y solo hecho de haberlo presenciado. Distinto sería, por supuesto, si, habiendo visto el crimen, nos sumamos a el, por ejemplo, aprovechando para robarle cosas a la víctima aprovechando su estado de indefensión. Pero asi como normalmente no haremos eso, sino, por el contrario, buscaremos protegernos de los criminales y/o ayudar a la víctima en cuanto y en la medida que nos sea posible, y eso NO nos hará cómplices del crimen, sino al contrario; así también cuando rechazamos la tentación que se nos presenta NO PECAMOS, sino al contrario, ejercemos un acto de virtud.
De este modo, si ni siquiera llegar a caer o no en la tentación y llegar a evitar o no faltas reales es un verdadero criterio para medir la perfección cristiana, la santidad o la predilección o rechazo de Dios; muchísimo menos lo es lograr evitar o no que tentaciones ajenas a nosotros mismos se nos presenten en la mente o en la imaginación.

Hay que reconocer, sin embargo, que existen textos de la Escritura, de la Iglesia, de los Santos Padres y de santos canonizados que pudieran prestarse, mal interpretados, a generar la idea contraria que hemos querido señalar.
E incluso ocurre que personas, muchas veces sin mala intención, pero si con mucha ignorancia y pobre conocimiento de la realidad de las cosas (y esto aunque ellas parezcan tener otro concepto de si mismas), nos presentan esos textos, y formulan en virtud de ellos, ideas, conceptos y argumentos que nos quieren convencer de que realmente nuestra bondad objetiva podría estar ligada a qué tanto logramos evitar o no determinados vicios y tentaciones. Es decir, nos mueven a actuar como el fariseo del que hablaba Jesús y que no pudo obtener el Perdón de Dios (baste eso para entender lo mal encaminados que están desde su raíz esos argumentos)

La realidad es que esos textos de la Escritura, la Iglesia y los santos suelen tener como su verdadero fin el movernos a aborrecer el mal, pero NO el de ser un instrumento para juzgarnos a nosotros mismos.
En otras palabras, son textos que buscan evitarnos el gran mal de formarnos una conciencia laxa, esto es, una conciencia que pudiera pensar que lo malo no es malo o, al menos, no es taaaaaan malo. No, lo que es verdad es que nuestra conciencia debe tener MUY CLARO qué es el bien y qué es el mal para poder amar el bien y rechazar el mal. Pero parte de esa rectitud de conciencia incluye tener MUY CLARO que NO ES BIEN el pretender que nuestras propias fuerzas nos puedan alcanzar la victoria ante la tentación y que, por consiguiente NO ES, NI PUEDE SER verdadera medida de perfección, santidad, predilección o abandono de Dios la mera consideración de si hemos logrado o no evitar cierta(s) falta(s), menos aún si meramente se nos presentan (o no) en nuestra mente ciertas tentaciones, pensamientos o deseos obsesivos.
De esta manera, justo como el publicano logró la justificación y el fariseo no, está en mejor camino de santidad quien sabe que algo que hizo es una falta y la aborreció, pidió perdón por ella y obtuvo el Perdón de la Misericordia de Dios; que quien sabe que es una falta, pero cree que fue su nivel de perfección el que le obtuvo la Ayuda de Dios para no caer en ella y que, en su vanidad, no pide perdón, ni lo obtiene, por sus pecados, comenzando por el de esa misma vanidad.

Rápidamente esto puede traer a la mente de muchos hermanos del foro otro tema que ha sido recurrente en el mismo: el asunto del pelagianismo (creer que podemos obrar bien por nuestras propias fuerzas y no tan solo por la Ayuda de la Gracia de Dios, como realmente ocurre) o del semi-pelagianismo (creer que podemos obrar bien cuando nuestras propias fuerzas se unen a la Ayuda que Dios nos da, y no tan solo por la Ayuda de la Gracia de Dios que es la que nos permite aceptar y usar la misma Gracia de Dios). Se podría pensar entonces que si NO se es pelagiano o semi-pelagiano, es decir, si simplemente uno RECONOCE que TODO lo ha logrado por la Ayuda de la Gracia de Dios, entonces está uno bien.
Pero NO, NO ES ASÍ. No creer que los esfuerzos de uno son los que le pueden dar o no la victoria y la santidad ciertamente es parte de lo que hemos expuesto, PERO NO LO ES TODO.
El fariseo del que Jesús habla NO era pelagiano ni semi-pelagiano. De hecho, comienza su plegaria AGRADECIENDO a Dios no ser "como los demás hombres": ladrón, adúltero, etc., sino cumplidor, pagador del diezmo, etc. Es decir, nuestro fariseo RECONOCE que TODO ESO ha sido un DON DE DIOS, y no mérito propio. Y, sin embargo, con todo, NO ES JUSTIFICADO. Porque esto no solo tiene que ver con no incurrir en el pelagianismo o el semi-pelagianismo, sino, SOBRE TODO, tiene que ver con la VANIDAD y la AUTO-COMPLACENCIA. Con sentir que, de algún modo, aunque no sea por merito propio, sino como un regalo de Dios, uno es mejor que los demás y que POR ESO Dios lo ha favorecido de esa manera especial.
De ahí, de esa vanidad precisamente es de donde surge el abatimiento que viene de darse cuenta de que uno en realidad no logra ser perfecto, y de donde se deduce ese supuesto (y FALSO) "rechazo" de Dios del que pretendidamente estaría uno siendo objeto al no poder lograr la perfección que se busca. El falso argumento vendría a ser más o menos algo así: si Dios supuestamente da su Ayuda y sus Dones a sus "favoritos" de tal suerte que son estos los que realmente logran vencer, entonces, si no logro vencer la tentación pese a mis oraciones, si no logro evitar el vicio que tanto me angustia y siento que me separa de Él, y si todo depende del Don de Dios, entonces eso querría decir que Dios no me está dando su Don y que, por consiguiente, no soy de sus "favoritos" y no me quiere Él tener cerca, por eso no me ayuda a vencer el vicio. Argumento completamente FALSO, digno hijo de la vanidad que le ha originado, pero que es por el cual la persona se siente alejada de Dios si no logra la perfección que busca.

Este tema lo he abierto para exponer estas cuestiones de manera que los hermanos que lleguen con este tipo de inquietudes (lo que, como indiqué al principio de este mensaje, parece ser un asunto recurrente en el foro) puedan encontrar la orientación básica que requieren para entender lo que de base está mal en toda su situación.
Pero, consciente de que no son pocas las fuentes que tienden a dirigir a la persona por ese errado camino, y de que muchas de esas fuentes tratan de mostrarse como fundamentadas en la Escritura, el Magisterio y al Tradición de la Iglesia; me ha parecido importante contrarrestar esa aparente y falsa fundamentación con AUTÉNTICO Magisterio de la Iglesia y enseñanzas de los santos.
Y muy a propósito para ello me ha parecido la recopilación de enseñanzas que en su obra "El Camino de la Infancia espiritual según Santa Teresita" hizo Eudald Serra Buixó, algunas de las cuales comentaré en un siguiente mensaje.

Saludos y bendiciones
eduarod
 
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Re: ¿Desesperación por faltas recurrentes?

Notapor eduarod » Lun Dic 10, 2012 2:40 am

Ooops!!!

Dupliqué sin querer el tema, por favor si un moderador pudiera eliminar esta copia se lo agradecería muchísimo.

Saludos y bendiciones
eduarod
 
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Re: ¿Desesperación por faltas recurrentes?

Notapor felipe » Lun Dic 10, 2012 2:33 pm

Muy interesante aporte Eduarod, muchas gracias. Recuerdo que en estos foros hace unos años se debatió aquello de por qué Dios ama más a los mejores o a los que han sido más favorecidos por Él y salió a la palestra un texto de la Suma Teológica que da pie a malentendidos y que suele ser interpretado incorrectamente. Creo que algo de lo que has dicho tiene cierta relación con esa cuestión.

Saludos y bendiciones
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felipe
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Re: ¿Desesperación por faltas recurrentes?

Notapor tralalá » Dom Dic 16, 2012 10:53 am

Muchas veces sufrí ese tipo de angustias.
Me sirven frases-guías.
Todo lo bueno viene de DIOS (doy gracias). Todo lo malo viene de mí (pido perdón).
Y luego: De todo (lo bueno y lo malo) DIOS, en definitiva, saca bien (confío).

Si hay algún error teológico, por favor avisenme. Tralalá
Todo sea para la mayor honra y gloria de DIOS por
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