manuel 84m escribió:Y ahí va otra pregunta relacionada con esto. Espero que aporten fuentes para las respuestas, ya que no me gustaría quedar excomulgado o pecar debido a malos entendidos. Las oraciones por las almas del purgatorio sirven si uno las reza estando en pecado mortal? Les agradecería que aportasen fuentes de la iglesia a la hora de responder, puesto que se trata de un asunto que debe estar respaldado y que no se trate de meras opiniones. Gracias por adelantado.
Estimado en Cristo manuel 84m:
El pecado mortal, por su propia naturaleza, implica una malicia esencialmente opuesta al Amor de Dios; es precisamente por eso que rompe la amistad con Él o, como se dice formalmente, ocasiona la pérdida del Estado de Gracia.
La oración por las almas del Purgatorio, por su parte, tiene valor en cuanto a que la persona hace actos meritorios, es decir, actos fundados en el Amor de Cristo y pide que no sean aplicados en favor de ella misma, sino en favor de la persona que está en el Purgatorio y a quien se quiere beneficiar.
Existe entonces una contradicción directa al pensar que se puede estar en un estado de oposición radical al Amor de Cristo (el pecado mortal) y al mismo tiempo hacer algo que está fundado en el Amor de Cristo (la oración meritoria aplicable a las ánimas del Purgatorio por medio de la comunión de los santos). O se está en amistad con Dios (es decir, NO en pecado mortal) y puede entonces obtenerse sus Dones en favor de alguien; o se está en pecado mortal y, por consecuencia, es estado de oposición y alejamiento del Amor de Dios y entonces NO se pueden obtener Dones de Dios ni en favor de uno mismo ni de los demás.
Respecto al pecado mortal y su naturaleza nos dice el Catecismo:
1855 El pecado mortal destruye la caridad en el corazón del hombre por una infracción grave de la ley de Dios; aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior.
El pecado venial deja subsistir la caridad, aunque la ofende y la hiere.
1856 El pecado mortal, que ataca en nosotros el principio vital que es la caridad, necesita una nueva iniciativa de la misericordia de Dios y una conversión del corazón que se realiza ordinariamente en el marco del sacramento de la Reconciliación:
...
1861 El pecado mortal es una posibilidad radical de la libertad humana como lo es también el amor. Entraña la pérdida de la caridad y la privación de la gracia santificante, es decir, del estado de gracia. Si no es rescatado por el arrepentimiento y el perdón de Dios, causa la exclusión del Reino de Cristo y la muerte eterna del infierno; de modo que nuestra libertad tiene poder de hacer elecciones para siempre, sin retorno. Sin embargo, aunque podamos juzgar que un acto es en sí una falta grave, el juicio sobre las personas debemos confiarlo a la justicia y a la misericordia de Dios.
Respecto al porqué podemos rezar por la remisión de las culpas de las almas de aquellos que expían en el Purgatorio, nos dice el mismo Catecismo:
1475 En la comunión de los santos, por consiguiente, "existe entre los fieles -tanto entre quienes ya son bienaventurados como entre los que expían en el purgatorio o los que que peregrinan todavía en la tierra - un constante vínculo de amor y un abundante intercambio de todos los bienes" (Pablo VI, ibid). En este intercambio admirable, la santidad de uno aprovecha a los otros, más allá del daño que el pecado de uno pudo causar a los demás. Así, el recurso a la comunión de los santos permite al pecador contrito estar antes y más eficazmente purificado de las penas del pecado.
Es evidente entonces que el beneficio que puede obtenerse para las ánimas del Purgatorio depende de este misterioso vínculo de amor que es la Comunión de los santos (el que obviamente puede existir tan solo en el Amor de Cristo) por el cual la santidad de uno aprovecha a los demás. Pero es igualmente evidente entonces que si NO HAY tal santidad, porque la caridad fue
completamente perdida a causa del pecado mortal; entonces en ello mismo se rompe igualmente el vínculo de amor y no hay realmente ningún bien con el que esa persona pueda ayudar a otras. La persona
REQUIERE primero restablecer el vínculo de amor y solo entonces,
con esa renovada santidad, puede nuevamente participar de este intercambio de bienes en el que su propia santidad puede ser de provecho a otros.
Ahora bien, no es difícil imaginar un escenario como el siguiente: resulta que un hombre ha sido bien formado en la religión católica y sabe perfectamente que su matrimonio legítimo es indisoluble. Pero aún así, no le ha importado y, por razones humanas varias, rompe ese matrimonio y busca el amor de otra mujer, mujer a la cual se une sabiendo que eso es contrario a los Designios de Dios y sin importarle esto, con plena libertad, con plena conciencia y consentimiento, hace lo que sabe que no es bueno. El hombre sabe y no tiene dudas de que eso lo coloca en pecado mortal.
Pero ocurre que la madre de ese hombre, una mujer buena y piadosa, enferma gravemente y muere. El hijo entonces, sin dejar su conducta pecaminosa, ora a Dios diciendo: "Señor, yo sé que te he desagradado siguiendo el camino que era erroneo y malo a tus ojos; pero tú sabes que mi madre era una mujer buena que siempre te quiso mucho y quería estar contigo, no tomes en cuenta sus pecados, sino sus virtudes y su amor y llévala contigo".
A primera vista podría parecer difícil entender porqué una oración así podría no ser escuchada: a fin de cuentas, el hombre NO está pidiendo que Dios tome en cuenta los méritos propios que bien sabe que él mismo no tiene, sino le está pidiendo que tome en cuenta los méritos de su mamá. Incluso, no es difícil tampoco imaginar una situación humana que pudiera parecer análoga: digamos, por ejemplo, un hombre que ha despilfarrado dinero de otro y que tan solo tiene para pagar la casa donde habita su madre. El acreedor pretende ejercer acción legal para que la casa sea embargada y con eso se le pague su dinero. Pero entonces el despilfarrador le ruega que no haga eso, pues si bien reconoce que por sus errores y/o malas acciones perdió el dinero y en verdad lo debe, su madre, por otra parte, nada de culpa tiene en ello y, en cambio, quedaría desprotegida en caso de que se hiciera efectivo un embargo de la casa. Sobre la justicia del caso y la posibilidad de que un acreedor moderno realmente pudiera tomar ese tipo de razones en cuenta se puede discutir mucho. Pero el hecho es que es realmente posible que el acreedor se compadezca y entienda que, en efecto, la pobre madre nada tiene que ver con la irresponsabilidad del hijo y que ella sería la principal afectada e injustamente castigada por crimenes o errores que ella misma no cometió. Si reconocemos que esto es posible incluso en la imperfecta y egoista justicia humana, ¿podríamos entonces atrevernos a pensar que Dios mismo, en su Infinita Bondad, Justicia y Misericordia no podría apiadarse de la mamá y escuchar un ruego semejante?
La respuesta es simple: NO se trata de situaciones análogas, porque Dios YA se apiadó de ella en ese sentido. Es decir, Dios, a diferencia de los hombres, NUNCA la juzgaría a ella, o pensaría en afectarla o castigarla
por los errores y pecados de su hijo o de cualquier otro; sino que el Justo Juez, llegado el momento, nos reprenderá únicamente por
nuestros propios errores.
Así, está claro que si ella está en el Purgatorio y NO en el Infierno (como correspondería al pecado mortal del hijo) eso es porque Dios NO le está intentando en modo alguno aplicar a ella, ni total ni parcialmente, el pecado del hijo. Pero está igualmente claro que, si está en el Purgatorio y NO ya en el Cielo, eso es porque
los propios méritos de ella, que Dios YA ha juzgado y tomado en cuenta,
NO alcanzan para ir directamente al Cielo, sino
requieren de esa purificación adicional. En otras palabras Dios JAMÁS cometería la injusticia de no haber tomado ya en cuenta TODOS los méritos de ella misma.
En consecuencia, resultaría un tanto ocioso, por no decir otra expresión, pensar que el hijo, o cualquier otro, pudiera conseguir un beneficio adicional para la señora basándose únicamente
en los méritos de ella misma que Dios YA tomó en cuenta. Por el contrario, la única manera que el hijo tendría de ayudar a su mamá es consiguiendo NUEVOS méritos que pudieran "SUMARSE" a los que ella YA tiene; méritos propios generados por el hijo, y NO los méritos de ella misma. Pero resulta que el hijo, de manera confesa, sabe y entiende que él NO está en posición de generar tales méritos. Por consiguiente, mientras permanezca en ese estado, simplemente no tiene manera de ayudar a su mamá más de lo que ella misma YA se ayudó y se está ayudando a través de su propia purificación.
Ahora bien ¿quedan totalmente en el vacío entonces esas oraciones? ¿es completamente inútil el amor del hijo?
Bueno, no exactamente, pues si el amor es real puede ser que, en efecto, no sea completamente inútil; pero NO porque pueda entonces generar un mérito en esas condiciones; sino porque la propia conciencia de que no se puede ayudar a la mamá en el estado presente, y ese deseo de ayudarla por un verdadero amor hacia ella, pueden servir como una especie de atrición, es decir, pueden servir como un medio por el que el hijo se comience a percatar de las verdaderas y graves consecuencias de su pecado, y la malicia del mismo; comience a darse cuenta de que el asunto va bastante más allá de un "la 'malvada' Iglesia no me deja rehacer mi vida y ser feliz". Y entonces puede ocurrir que el hijo diga: "en verdad he hecho mal, voy a recomponer mi vida de raíz", y decida enderezar su situación personal, romper con su pecado por difícil que esto pudiera antes parecerle, y reconciliarse con Dios. Y ahora si,
participando de nuevo en ese vínculo en el Amor de Cristo que es la Comunión de los santos, quede entonces en posibilidades reales de ayudar a su mamá a librarse prontamente de las penas del Purgatorio.
La pregunta es ahora ¿será el amor del hijo por su mamá tan grande que le llevará a hacer todo eso? ¿a soportar los reclamos y burlas de su
ilegítima "pareja" que indudablemente le increpará de manera semejante a esta: "no rompes el cordón umbilical ni tras la muerte, ¡es el colmo que prefieras a tu mamá que a mi cuando ella ya ni siquiera está aquí!"? ¿será tan real y puro ese amor que, mostrando su luminosa faz, le ayudará a librarse por fin de esas cadenas con las que el pecado le tiene sujeto? ¿o acabará siendo un "amor de papel" que se romperá a la primera exigencia, mostrando su verdadera, miserable e insignificante realidad, que con razón es incapaz de conseguir mérito o beneficio alguno en favor de esa mamá a quien, ahora es claro, ama tan pobremente en verdad?
Es así de simple la verdadera "prueba" del amor. Porque el amor auténtico no se detiene ante las dificultades, sino las vence para lograr el bien de la persona amada. Pero el "amor" que es meramente nominal, que es solo de nombre, que se dice ser tal pero no hace nada, NO ES verdadero amor, sino son meras palabras huecas. Y las palabras huecas no pueden ayudar a nadie. Es por eso que quien persiste en su pecado mortal, no puede obtener los bienes del verdadero amor en favor de si mismo o de otros. Por eso dice la Iglesia que el pecado mortal entraña la pérdida de la Caridad.
Que Dios te bendiga.