Moderadores: raulalonso, tito, Catholic.net, gache, Moderadores Animadores
637 Cristo muerto, en su alma unida a su persona divina, descendió a la morada de los muertos. Abrió las puertas del cielo a los justos que le habían precedido.
Soycatolica escribió:... pues nuestro concepto de tiempo y espacio es distinto que el de Dios.
cubalambert escribió:Saludos, se estan olvidando de Lucas 16:19-31 donde Jesus nos dice de tres hombres uno esta en el infierno y los otros dos en un lugar de consuelo, y todo esto paso antes de la muerte y resurreccion del Señor.
Bendiciones.
cosmicom escribió:Cuando Adán y Eva pecaron, perdieron la dignidad que les era inerente, Dios les prohibió la entrada en el paraíso colocando al serafín con la espada llameante, y conocieron la muerte, pues "polvo eres y en polvo te convertirás".
Los que murieron desde entonces bajaron al "infierno" (no exaxtamente me refiero al infierno de los condenados); de hecho, reza el Credo que Cristo "descendió a los infiernos", y según san Pablo, referenciando el salmo "subió con los despojos, subió llevando hombres"; Cristo hizo dos cosas cuando descendió a los infiernos; en primer lugar lo dicho, salvar a los que estaban en el seno de Abrahám (los que habían creído en su venida, y que esperaban la gracia santificante), y encadenó a Satanás en lo más profundo del infierno, ya que, según el evangelio de Juan "el acusador será echado fuera", y según el apocalipsis, Satanás sería encadenado en el infierno por un tiempo antes del fin del mundo.
«Descendió a los infiernos»
En esta primera parte del artículo se nos propone creer dos cosas:
• que enz muriendo Cristo, su alma descendió a los infiernos y permaneció allí todo el tiempo que su cuerpo estuvo en el sepulcro;
• que en ese mismo tiempo la persona de Cristo estuvo a la vez en los infiernos (por la unión de su alma y su divinidad) y en el sepulcro (por la unión de su cuerpo y su divinidad).
[2] 1º Por «infiernos» entendemos, no el sepulcro, sino aquellas moradas ocultas en donde están detenidas las almas que no han conseguido la felicidad celestial. En este sentido la han usado muchas veces las sagradas Escrituras.
[3] Sin embargo, estas moradas no son todas de la misma clase; sino que hay tres de ellas:
• el infierno de los condenados (Lc. 16 22.), o gehena (Mt. 5 22.), o abismo (Apoc. 9 11.), que es aquella cárcel horrible donde son atormentadas las almas de los que murieron en pecado mortal, juntamente con los espíritus infernales;
• el purgatorio, donde se purifican por tiempo limitado las almas de los justos todavía manchadas antes de entrar en el cielo;
• el seno de Abraham, donde residían, sin sentir dolor alguno y sostenidas por la esperanza de la redención, las almas de los santos antes de la venida de nuestro Señor.
[4] A este último lugar descendió Cristo realmente, esto es, su alma (Sal. 15 10.) y su divinidad, y no sólo su poder y virtud.
[5] 2º Este descenso a los Infiernos no disminuyó absolutamente nada del poder y majestad infinita de Cristo, antes al contrario, manifestó claramente que El era el Hijo de Dios, por varias razones:
• no bajó cautivo, como los demás hombres, sino libre entre los muertos, victorioso sobre el diablo, y libertador de las almas justas;
• no bajó para padecer cosa alguna, como padecían las almas allí encerradas (al menos la privación de la visión de Dios), sino para liberar las almas santas y justas, y comunicarles el fruto de su pasión.
[6] 3º Por lo tanto, dos son las causas por las que Jesucristo bajó a los infiernos:
• para liberar las almas de los santos Padres y demás almas piadosas que allí estaban esperando la Redención, y comunicarles la visión beatífica; pues la Pasión fue causa de la salvación no sólo de los justos que existieron después de la venida de Cristo, sino también de los que le habían precedido desde Adán; y, por consiguiente, antes de que el Señor muriese y resucitase, para nadie estuvieron abiertas las puertas del cielo, sino que las almas de los justos, cuando éstos morían, eran llevadas al seno de Abraham;
• para manifestar también allí su poder y majestad, como lo había manifestado en el cielo y en la tierra, a fin de que a su nombre se doble toda rodilla en los cielos, en la tierra y en los infiernos (Fil. 2 10.).
Luego vi que un Angel descendía del cielo, llevando en su mano la llave del Abismo y una enorme cadena.
El capturó al Dragón, la antigua Serpiente –que es el Diablo o Satanás– y lo encadenó por mil años.
Después lo arrojó al Abismo, lo cerró con llave y lo selló, para que el Dragón no pudiera seducir a los pueblos paganos hasta que se cumplieran los mil años. Transcurridos esos mil años, será soltado por un breve tiempo.
Apocalipsis 20, 1-3
El Diablo, que los había seducido, será arrojado al estanque de azufre ardiente donde están también la Bestia y el falso profeta. Allí serán torturados día y noche por los siglos de los siglos.
Apocalipsis 20, 10
Volver a Magisterio de la Iglesia – Catecismo - San Pedro apóstol
Usuarios registrados: Google [Bot]