Estimado en Cristo albertochico:
El cuarto mandamiento ciertamente nos pide guardar el debido respeto a nuestros padres.
Eso no quiere decir no intentar hacerles ver posiciones o actitudes erroneas en las que pudieran estar incurriendo.
Pero si caes en falta o no depende mucho de qué y cómo le contestas. Si simplemente le dices, con la completa intención de que se de cuenta de que esta haciendo algo indebido o injusto y de manera respetuosa que por favor deje de hacerlo, pues claramente ahí no habría falta alguna. Pero si, en cambio, a una ofensa le contestas con otra ofensa "para que vea lo que se siente" (nótese que NO es lo mismo decir: "es como si yo te dijera esto, aquello y lo otro" a, DE HECHO, decirle esto, aquello y lo otro; pues lo segundo claramente es ejecutar la ofensa, en cambio lo primero puede ser una manera respetuosa de hacerle ver que lo que hace está resultando ofensivo), o para que se sienta agredida y "deje de molestar", pues entonces ahí claramente si hay una falta de respeto y una transgresión al cuarto mandamiento.
El Catecismo nos enseña:
Cuando se hacen mayores, los hijos deben seguir respetando a sus padres. Deben prevenir sus deseos, solicitar dócilmente sus consejos y aceptar sus amonestaciones justificadas. La obediencia a los padres cesa con la emancipación de los hijos, pero no el respeto que les es debido, el cual permanece para siempre. Este, en efecto, tiene su raíz en el temor de Dios, uno de los dones del Espíritu Santo.
2218 El cuarto mandamiento recuerda a los hijos mayores de edad sus responsabilidades para con los padres. En la medida en que ellos pueden, deben prestarles ayuda material y moral en los años de vejez y durante sus enfermedades, y en momentos de soledad o de abatimiento. Jesús recuerda este deber de gratitud (cf Mc 7, 10-12).
«El Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole. Quien honra a su padre expía sus pecados; como el que atesora es quien da gloria a su madre. Quien honra a su padre recibirá contento de sus hijos, y en el día de su oración será escuchado. Quien da gloria al padre vivirá largos días, obedece al Señor quien da sosiego a su madre» (Si 3, 2-6).
«Hijo, cuida de tu padre en su vejez, y en su vida no le causes tristeza. Aunque haya perdido la cabeza, sé indulgente, no le desprecies en la plenitud de tu vigor [...] Como blasfemo es el que abandona a su padre, maldito del Señor quien irrita a su madre» (Si 3, 12-13.16).
Asi pues, la misma Escritura nos advierte de la posibilidad de que los padres "pierdan la cabeza", sobre todo en su vejez, y en donde lo que necesitan es nuestro cuidado, nuestra ayuda materia Y MORAL, sobre todo en esos momentos de soledad y abatimiento.
Que Dios te bendiga.