Repetir meramente con la boca, por mucho auto-convencimiento (auto-engaño) que llegue a producir, es en realidad completamente inútil y NO es una manera de llegar a amar al Señor. Recordemos lo que Él mismo nos dice:
No son los que me dicen: «Señor, Señor», los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo.
Muchos me dirán en aquel día: «Señor, Señor, ¿acaso no profetizamos en tu Nombre? ¿No expulsamos a los demonios e hicimos muchos milagros en tu Nombre?».
Entonces yo les manifestaré: «Jamás los conocí; apártense de mí, ustedes, los que hacen el mal».
San Mateo 7, 21-23
Este equívoco puede venir del hecho de que muchas virtudes se pueden adquirir por la repetición del acto virtuoso hasta que este se haga costumbre y, digamos, "nos salga naturalmente". Por ejemplo, si un muchacho quiere ayudar en casa, tal vez decida barrer la entrada, y al principio le costará trabajo, pero, al paso del tiempo, se convertirá en una sana y constructiva costumbre que le saldrá completamente natural, de tal suerte que, el día que no barra la entrada por alguna razón, hasta se sentirá como que le faltó hacer algo.
Pero la cuestión es, nuevamente, que si la Fe y la Esperanza son Virtudes Teologales que NO podemos desarrollar o hacer crecer en nosotros por nuestras propias fuerzas, sino que nos son dadas como Don de Dios; la Caridad con mucha mayor razón lo es también. Por consiguiente, con la excepción de la Persona de Cristo, que es Dios, la persona humana es esencialmente incapaz de generar la Caridad por si misma, y de ahí que la mera repetición de un acto humano, como lo es decir "Jesús te amo", es una forma esencialmente incapaz también de producir la Caridad en la persona.
Ciertamente es posible mostara actos virtuosos, incluso admirables y sorprendentes, pero sin que haya amor en lo absoluto en todo ello. Precisamente por eso es que San Pablo nos enseña:
Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe.
Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.
Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada.
I Corintios 13, 1-3
Y por eso también es que San Juan nos instruye:
El que dice: «Amo a Dios», y no ama a su hermano, es un persona ue dice mentiras. ¿Cómo puede amar a Dios, a quien no ve, el que no ama a su hermano, a quien ve?
I San Juan 13, 2
Pues es el propio San Juan quien nos da la verdadera respuesta en el versículo inmediatamente anterior a este:
Nosotros amamos porque Dios nos amó primero.
I San Juan 13, 1
Simplemente NO PUEDE SER DE OTRA MANERA.
Nosotros tan solo podemos amar como RESPUESTA al Amor de Dios. Por consiguiente, la ÚNICA forma en que podemos llegar a amar es PERCIBIENDO que DE HECHO somos Amados por Dios. Nos decía el Santo Padre Benedicto XVI en su Encíclica Deus Caritas Est:
En la liturgia de la Iglesia, en su oración, en la comunidad viva de los creyentes, experimentamos el amor de Dios, percibimos su presencia y, de este modo, aprendemos también a reconocerla en nuestra vida cotidiana. Él nos ha amado primero y sigue amándonos primero; por eso, nosotros podemos corresponder también con el amor. Dios no nos impone un sentimiento que no podamos suscitar en nosotros mismos. Él nos ama y nos hace ver y experimentar su amor, y de este « antes » de Dios puede nacer también en nosotros el amor como respuesta.
Asi pues, si nos tenemos que convencer de algo para poder amar, NO SERÍA eso, en todo caso, de que NOSOTROS amamos a Jesús, lo que no nos podemos inventar por nosotros mismos; sino de LA REALIDAD de que, DE HECHO, es JESÚS El que NOS AMA A NOSOTROS. Tendríamos que decir, en vez de "Jesús te amo", más bien un "Jesús TÚ me Amas".
Claro, la verdad es que tampoco simplemente por repetirnos eso podemos favorecer en nosotros esa respuesta de amor, porque el Amor NO ES una simple idea teórica, sino es una REALIDAD que podemos y debemos VIVIR Y EXPERIMENTAR.
Tan solo si EXPERIMENTAMOS que somos Amados, es cuando nos damos cuenta de que eso ES REAL, y sabiéndonos objeto nosotros mismos de la Entrega y Generosidad del Amor, es cuando nos hacemos capaces de reflejarla generosamente en nuestra propia entrega hacia los demás.
Es fácil entender porqué tiene que ser así cuando consideramos qué pasa cuando uno se entrega a los demás: les da uno a ellos lo que era de uno. Asi pues, si no tiene uno una fuente ilimitada de recursos para entregar, como es el caso de cualquiera de nosotros, no es sino natural que uno perciba que, si se entrega, acabará uno despojándose a sí mismo irremisiblemente. La respuesta natural a eso es el egoismo: ¡no quiero quedarme sin nada! por consiguiente, si entregarme a los demás me dejará sin nada, entonces evito esa entrega para poder guardar mis cosas para mi. En cambio, cuando me se Amado, y, por consecuencia, se que Dios se encargará siempre de darme lo que necesito, entonces me puedo entregar, y dar de mi todo lo que los demás necesiten, sin miedo a quedarme vacío.
Es por eso que solo aquel que verdaderamente ha EXPERIMENTADO el hecho de que es Amado puede entonces amar él mismo. Porque si uno meramente "sabe" como un concepto abstracto o teórico que es amado, pero todo se queda ahí, en una auto-convicción racional sin fundamentos en la propia experiencia, que es lo que pasaría si uno se pone a repetir indefinidamente "Jesús Tú me Amas", eso no le va a quitar a uno ese miedo de quedarse sin nada al entregarse a los demás, razón por la cual esto jamás nos llevará a superar el egoismo y, por consiguiente, simplemente no puede ser un camino real para comenzar a amar.
No, lo que necesitamos fomentar en nosotros es la humildad, como ya lo habíamos señalado. Porque solo a través de la humildad es que podremos limpiar nuestros ojos, despojarnos de nuestra ceguera egoista, y darnos cuenta y EXPERIMENTAR el HECHO de que DE VERDAD DIOS ME AMA.
Si, la Caridad es un Don de Dios, pero es un Don que nos es continuamente ofrecido en la propia Entrega que Dios hace de Si Mismo hacia nosotros en su Infinito Amor. Lo que tenemos que hacer es simplemente quitarnos nuestra soberbia que nos impide ver que eso es realmente así.
Que Dios te bendiga.