Estimado en Cristo cachalote:
cachalote escribió:...
1) Si se piensa que el hombre, por ser imperfecto, no es capaz de cometer una falta tan grave como para ser merecedor del tormento eterno, se está negando la libertad del hombre. Pero Dios, que es todo amor, para hacer participar de Su bienaventuranza, crea seres libres, con la capacidad de, por propia voluntad, adherirse a él o rechazarlo. Negar a Dios esta posibilidad es, de alguna manera, negar Su suprema perfección.
Más que negar la suprema Perfección de Dios (la cual nunca podremos subrayar ni apreciar en TODA su Magnitud) al descartar la posibilidad de que Dios pudiera haber creado realmente seres capaces de rechazarle (lo cual parecería, así expresado, casi como un mero capricho: nos creó así simplemente porque podía hacerlo); en lo que conviene reflexionar a este respecto es en las consecuencias que el asunto tiene para NOSOTROS.
Y en este sentido es importante subrayar una vez más el papel de la libertad como subordinada al AMOR. Porque solo se puede amar si se hace de manera LIBRE. Es decir, tan solo si la posiblidad de decir "no lo hago", "no quiero amar" es REAL, con TODAS sus consecuencias; es solo entonces cuando la posiblidad opuesta, el "si lo hago", "si quiero amar" es también AUTÉNTICO. Tan solo así es que NO se trata de una mera "actuación", forzada y automática, de la cual no puede derivarse ninguna felicidad porque en realidad NO ES una acción que uno haya querido o decidido, sino simplemente algo que uno fue programado para hacer, justo a la manera en que programamos a nuestras máquinas para que hagan lo que nosotros queremos. Pero, en cambio, si NO es automático, si la posibildad de decir "NO" es REAL, entonces el "SI" se convierte en un SI PERSONAL, en un si meritorio, en un si capaz de amar y de obtener la felicidad que tan solo puede obtenerse al entregarse al otro y hacerse de esa manera UNO con él.
Entonces, Dios nos creó capaces de amar para que pudieramos participar de la Absoluta Felicidad que hay en Él, que es Amor; pero, para ello, NECESARIAMENTE nos tenía que crear VERDADERAMENTE libres, porque, de otra manera, no podríamos amar realmente ni, por tanto, podríamos participar tampoco de Su Felicidad.
La AUTENTICIDAD de nuestra libertad tiene entonces mucho más que ver con nosotros y nuestro bien, que con el solo hecho "abstracto" de que Dios sea Capaz de crear seres con esas características.
En este contexto, el Infierno viene a ser como un "subproducto" de esa capacidad REAL de decir "NO".
Y el punto en realida NO ES el "cometer una falta taaaaan grave", porque, en efecto, viendo así las cosas parece que no podríamos visualizar la enternidad y, por consecuencia, no podríamos generar una falta puntual taaaan seria que expresamente eligiera el tormento eterno.
Pero la falacia de ese argumento se descubre fácilmente desde la perspectiva que hemos venido usando, en donde queda claro que, en efecto, el tormento eterno NO ES lo que esa persona QUIERE en realidad elegir. Al contrario, ya vimos que lo que la persona en verdad quiere es el placer eterno abusando eternamente de los demás. Y ESO es lo que NO se le puede permitir, que es de donde se sigue la necesidad del Infierno, y NO de que la persona realmente lo escoja comprendiendo que ESO es lo que está escogiendo.
Asi, lo que acaba mereciendo el tormento eterno en realidad NO ES la falta grave objetivamente considerada, sino la ACTITUD que hay detrás de esa falta grave. Tanto es así que, precisamente por ello, es que la Doctrina Católica tradicionalmente ha Enseñado que NO BASTA la materia objetivamente grave para cometer el pecado mortal, sino se requiere también la plenitud de conciencia y de consentimiento. Es decir, precisamente se requiere LA ACTITUD de egoismo que ve tan solo el supuesto beneficio inmediato que le interesa obtener en el momento, y, justamente por ello, no solo no ve TODAS las consecuencias, sino que, de hecho, no le importa ver NINGUNA consecuencia más allá de su interés y beneficio inmediato.
El Infierno, pues NO ES para el que elige el tormento entendiendo perfectamente que eso elige, sino es para el irresponsable al que no le importa entender qué es lo que va a elegir en tanto lo que tome le haga sentir bien, sin importar a quien dañe o a quién despoje al hacerlo.
Pienso que el verdadero tormento de los condenados ha de ser el ver truncado su deseo de ser dioses.
De alguna manera esto es correcto.
La piedad cristiana ha tendido a entender la pena principal del Infierno, la conocida como la pena de daño, la privación de la Visión Beatífica, en una forma más afín a la propia piedad cristiana que a la verdadera actitud que tendría un condenado. Y esta forma imperfecta de entender el asunto llevó a una serie de equívocos que, desafortunadamente, con el tiempo tendieron a erroneamente identificarse con el término mismo, de tal suerte que el término pasó a asociarse más a esos equívocos que a su contenido verdadero. Razón por la cual no extraña que el Magisterio reciente haya tendido a prácticamente abandonar la expresión "pena de daño" y a enunciar en su lugar más bien la realidad misma que dicho término REALMENTE describe.
Me explico: no es de extrañar que un buen cristiano entienda que Dios es el Bien Sumo que puede y debe alcanzar. Razón por la cual, no resulta sino natural que dicho buen cristiano, si no es muy bueno para "ponerse en los zapatos" de los demás; más bien trate de que los demás se pongan "en sus propios zapatos" y entonces atribuya a esos demás actitudes, pensamientos y reacciones que son más bien los que él mismo tendría en tales circunstancias. Concretamente, cuando ese buen cristiano se imagina al condenado que ha perdido el Bien Supremo que es la Unión con Dios, y que se ha dado cuenta de ello, dicho buen cristiano imagina la situación del condenado como de aquel que ve con intenso arrepentimiento una oportunidad perdida que ya nunca va a poder alcanzar. Vamos, el buen cristiano piensa en el condenado algo así como en el niño que se quedó sin ir a la feria a la que tanto ansiaba ir por no querer dejar de ver esa película que ya había visto 18 veces; y que luego se da de topes en la pared al darse cuenta de que de verdad ya se hizo tarde y que de verdad ya no lo van a llevar a la feria, y no puede perdonarse en cómo se fue a perder de esa oportunidad única de ir a la feria por algo tan trivial como no haber dejado de ver por enésima vez la misma película que además podía haber seguido viendo cualquier otro día. Claro, el cristiano piensa que el condenado tendrá este arrepentimiento pero en escala mega-jumbo, porque es como él mismo cree que se sentiría si llegase a perder a Dios.
Ciertamente eso es algo que muchos cristianos han imaginado y descrito en libros piadosos, pero NO parece ser algo sostenido por el Magisterio NI previamente NI posteriormente al Concilio Vaticano II.
Para agravar más las cosas, cierto tipo de católicos desorientados, amigos del pseudo-tradicionalismo y más cercanos a los conceptos del protestantismo calvinista respecto a la predestinación que a la Tradición y a la Auténtica Verdad Católica; gustaron mucho y difundieron esta errada concepción, mostrando el asunto más como una cruel venganza en la que con toda la mal-sana intención se le hiciera sentir al condenado: "lo tenías, tuviste la oportunidad, pero ya te la quitamos y no te la vamos a volver a dar, así que ¡sufre desgraciado!".
Y claro, a almas más sensibles y cercanas al Amor de Cristo, pues esto les comenzó -no faltándoles del todo la razón- demasiado cruel, y hasta en cierta forma indigno del Amor y la Misericordia de Dios. Y de ahí es donde estos otros, siendo víctimas en realidad del MISMO equívoco, en lugar de enderezar las cosas como realmente son, dieron "el bandazo" y fueron a caer en otro nefasto error, que fue el de pensar que el Infierno simplemente no podía existir porque Dios no podía ser "tan malo y cruel". Notoriamente, se antoja realmente como poco racional el que, si el condenado llegaba REALMENTE a arrepentirse de no haber tomado la preciosa oportunidad que se le dió, entonces Dios simplemente se negara a escuchar ese clamor y arrepentimiento, y le "volteara la espalda" a ese clamor de la creatura que supuestamente amaba, pero que los hechos ahora parecerían indicar que más bien no tanto. Más aún, poniéndose uno en el plan de un padre amoroso, pues menos podría uno comprender como tal padre pudiera de plano ignorar el legítimo arrepentimiento de su hijo. Y es de aquí de donde, tan errada como comunmente, un número importante de cristianos han realmente venido a pensar que de existir el Infierno este sería indigno de la Misericordia de Dios y que, por tanto, en realidad no debería de existir.
Por supuesto que no faltan los que a un tiempo ven esta aparente crueldad injustificada, pero que a la vez quieren salvaguardar lo que ellos entienden que es la Recta Doctrina, y entonces estos son los que, casi groseramente tratan de resolver el asunto mediante esa también tan común como errada contraposición entre la Justicia de Dios y Su Misericordia. "Dios es Misericordioso -nos dice- PERO también es Justo". Como si una cosa se opusiera a la otra. Como si de algún modo la Justicia de Dios suspendiera o pusiera límites reales a Su Misericordia.
Pero la realidad es que NO hay que recurrir a estas explicaciones y "trucos" tan burdos como errados. Sino basta comprender que en realidad toda esta familia de errores procede de la fuente común de ese equívoco que cometió la piedad cristiana al interpretar muy a su modo la actitud y los tormentos del condenado.
Porque pocas cosas distan tanto de la verdad como suponer que el condenado vivirá una vengativa pena de daño en ese dolorido arrepentimiento que no encuentra manera de rectificar lo que de verdad quisiera poder ahora corregir.
No, por supuesto que no, esa NO ES la actitud del condenado. Una actitud de esa naturaleza corresponde muchísimo más al Purgatorio -el que sabemos que SI culmina con la Salvación de la persona- que al Infierno.
El verdadero condenado si, evidentemente se da cuenta de que ha perdido a Dios. La pena de daño tal y como realmente la describió tradicionalmente el Magisterio es muy auténtica y real. Lo que no es real es que el condenado la viva en ese piadoso arrepentimiento, sino la realidad es que el condenado la vive más bien con ODIO Y CORAJE. La actitud del condenado NO ES, pues, la de "perdí a Dios, cómo pude ser tan tonto, porqué no obedecí cuándo pude", etc.; sino es más bien del tipo "oye tú, tú me creaste sin que yo lo pidiera y ahora me abandonas, ¿porqué no me respondes? ¿qué no me escuchas? ¿estás sordito? ¡óyeme bien! si tú me creaste sin pedirme permiso, ahora me tienes que cumplir y darme esa existencia de gozo y placer que YO quiero ¿entendiste? Y el dolor y el tormento están entonces en darse cuenta de que Dios jamás va a responder, mucho menos ceder ante tan insensata demanda, de que ese Bien Sumo que entienden que es Dios y que tanto les gustaría poder dominar y poseer para poder darse rienda suelta usándole para obtener gustos y placeres, como si de un genio de la lámpara se tratase, en realidad NUNCA va a ser suyo, NI NUNCA les va a conceder esos deseos, gustos y caprichos. Y, obviamente, el no obtener respuesta, el darse cuenta de que sus deseos y reclamos NO serán atendidos, más les llena de ODIO, RENCOR y más ENOJO, creando así un círculo vicioso de decepción, coraje y dolor, en el que la demanda se hace más agria e irrespetuosa aún, en el que el condenado, lejos de ver la insensatez de su reclamo, más comienza a creer que en verdad tiene todo el derecho para exigir lo que pide, y en donde, por lo mismo, más se aleja de Dios y de todos Sus Dones, encerrándose así irremisible e irrevocablemente en su egoismo.
Entendiendo que ESA es la actitud propia del condenado (justo por esa actitud se condenó) y NO la del piadoso arrepentimiento del buen cristiano, insistimos, mucho más propio del Purgatorio que del Infierno, queda claro como en realidad el asunto NUNCA tuvo nada que ver con una supuesta actitud vengativa, poco misericordiosa y hasta cruel de Dios. Y que, por lo mismo, no existe NINGUNA necesidad de contraponer la Justicia contra la Misericordia Divina, o de pensar que la Misericordia de Dios tenga que acabar cediendo ante la insensatez del condenado. Sino lo que va resultando meridianamente claro es el porqué ES LA MISERICORDIA MISMA la que DEMANDA que el condenado sea CONTENIDO (en el Infierno) para evitar que se dañe a sí mismo y a otros con esa actitud tan enferma.
Y así resulta obvio que no tiene sentido alguno tratar de negar la existencia del Infierno tratando de presentarlo como ajeno e incompatible con la Misericordia Divina, sino al contrario, es evidente que más bien el Infierno es PRODUCTO de la misma Misericordia de Dios.
Que Dios te bendiga.