Estimado en Cristo Aristides:
Como te dije, la Iglesia no usa ese texto para indicar la Maternidad Universal de Nuestra Señora nada más porque si.
De entrada me parece que SI comprendes que la Iglesia NO necesita construir ningún "argumento-buenísimo-basado-100%-en-la-lectura-literal-de-la-Biblia-que-cualquiera-pueda-comprender-y-con-el-que-cualquiera-pueda-estar-de-acuerdo" para afirmar las Verdades que Ella misma reconoce como pertenecientes a la Verdad Revelada que le ha sido confiada por Dios.
Pero, precisamente por eso, creo que es claro que la Iglesia NO necesitaría hablar de que este pasaje de San Juan puede aplicarse a toda la humanidad si no hubiese una razón importante para ello, como si se tratase meramente de "justificar" una posición arbitraria a como diera lugar forzando los textos de la Escritura.
En este sentido, me parece que lo que no acabas de entender es la naturaleza específica del Sacrificio de Cristo en la Cruz en cuanto a que el Señor NO murió "por todos", o por "toda la humanidad" en ABSTRACTO, sino murió ESPECÍFICAMENTE por CADA UNO de nosotros; de modo que Su Entrega y TODO lo que Hizo y Dijo CADA UNO lo debe entender como PARTICULARMENTE hecho por y para uno, es decir, entendiendo que si uno hubiese sido el ÚNICO pecador de TODO el mundo, Cristo IGUALMENTE se habría Entregado y habría Hecho TODO lo que hizo SOLAMENTE para Salvarlo a uno.
E igualmente me parece que no acabas de comprender algo estrechamente relacionado con ello, que es la natrualeza de nuestra participación cotidiana en la Santa Misa, por la cual
Dios nos hace partícipes de manera Sacramental en el ÚNICO Sacrificio de Cristo en la Cruz. Es decir, que por estar en CUALQUIER Misa espiritualmente nos unimos a Cristo en la Cruz y
estamos ahí, junto a San Juan y junto a Nuestra Señora, unidos a la Cruz del Señor.
Por eso es que puede decirse que de una manera real y no tan solo forzadamente simbólica, San Juan al pie de la Cruz nos representa físicamente a TODOS los cristianos que hemos participado de la Sagrada Eucaristía, los que no estábamos ahí en cuerpo, pero SI en espíritu por el Poder de Dios que se Manifiesta de esta manera tan grandiosa en la Santa Misa. Precisamente por eso la estructura de la Misa incluye el Ofertorio, porque en ese momento preparamos toda nuestra ofrenda, no solo el pan y el vino, sino las ofrendas de nuestra propia vida, para ser unidas al ÚNICO Sacrificio Redentor de Cristo en la Cruz.
Y por supuesto que no puede esperarse que un protestante, que no entiende nada respecto a la Eucaristía, entienda nada de esto. No que no lo pueda llegar a entender porque el argumento sea obscuro o fantasioso, sino que en el momento en que lo entienda de verdad, en ese mismo momento deja de ser protestante y se hace católico. Pero que a los protestantes no les convenza o no lo entiendan NO resta en lo más mínimo veracidad a que esto es lo que
realmente ocurre.
Cito a continuación una catequesis de San Juan Pablo II en donde responde a tu objeción específica:
«Mujer, he ahí a tu hijo»
1. Después de recordar la presencia de María y de las demás mujeres al pie de la cruz del Señor, san Juan refiere: «Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: "Mujer, he ahí a tu hijo". Luego dice al discípulo: "He ahí a tu madre"» (Jn 19, 26-27).
Estas palabras, particularmente conmovedoras, constituyen una «escena de revelación»: revelan los profundos sentimientos de Cristo en su agonía y entrañan una gran riqueza de significados para la fe y la espiritualidad cristiana. En efecto, el Mesías crucificado, al final de su vida terrena, dirigiéndose a su madre y al discípulo a quien amaba, establece relaciones nuevas de amor entre María y los cristianos.
Esas palabras, interpretadas a veces únicamente como manifestación de la piedad filial de Jesús hacia su madre, encomendada para el futuro al discípulo predilecto, van mucho más allá de la necesidad contingente de resolver un problema familiar. En efecto, la consideración atenta del texto, confirmada por la interpretación de muchos Padres y por el común sentir eclesial, con esa doble entrega de Jesús, nos sitúa ante uno de los hechos más importantes para comprender el papel de la Virgen en la economía de la salvación.
Las palabras de Jesús agonizante, en realidad, revelan que su principal intención no es confiar su madre a Juan, sino entregar el discípulo a María, asignándole una nueva misión materna. Además, el apelativo «mujer», que Jesús usa también en las bodas de Caná para llevar a María a una nueva dimensión de su misión de Madre, muestra que las palabras del Salvador no son fruto de un simple sentimiento de afecto filial, sino que quieren situarse en un plano más elevado.
2. La muerte de Jesús, a pesar de causar el máximo sufrimiento en María, no cambia de por sí sus condiciones habituales de vida. En efecto, al salir de Nazaret para comenzar su vida pública, Jesús ya había dejado sola a su madre. Además, la presencia al pie de la cruz de su pariente María de Cleofás permite suponer que la Virgen mantenía buenas relaciones con su familia y sus parientes, entre los cuales podía haber encontrado acogida después de la muerte de su Hijo.
Las palabras de Jesús, por el contrario, asumen su significado más auténtico en el marco de la misión salvífica. Pronunciadas en el momento del sacrificio redentor, esa circunstancia les confiere su valor más alto. En efecto, el evangelista, después de las expresiones de Jesús a su madre, añade un inciso significativo: «sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido» (Jn 19, 28), como si quisiera subrayar que había culminado su sacrificio al encomendar su madre a Juan y, en él, a todos los hombres, de los que ella se convierte en Madre en la obra de la salvación.
JUAN PABLO II
AUDIENCIA GENERAL
Miércoles 23 de abril de 1997
Que Dios te bendiga.