LA BIBLIA... PALABRA DE DIOS?

Espacio para profundizar en las Sagradas Escrituras de acuerdo con el Magisterio de la Iglesia católica logrando así animar a muchos católicos a leer más frecuentemente la Biblia aclarando dudas de interpretación y conseguir un conocimiento más fructífero de la misma

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LA BIBLIA... PALABRA DE DIOS?

Notapor hugo alvarez » Vie Ago 21, 2015 4:54 pm

Los protestantes, al no aceptar la autoridad de la Iglesia, (no aceptan magisterio alguno ni tradición), no pueden saber por qué admiten que la Biblia es Palabra de Dios.

La aceptan y punto; no saben por qué ni lo pueden demostrar y los intentos de prueba que hacen caen en silogismos viciosos.

Por eso aceptan la Biblia como Palabra de Dios, pero con la misma seguridad que para los mormones tiene el Libro de Mormón, o para los musulmanes el Corán, o los textos Vedas para los hindúes.

Si los protestantes no aceptan que estos libros (el Corán, el Rig Veda, etc.) sean inspirados, deben reconocer que tampoco pueden probar que sean inspirados los suyos (la Biblia).


El problema surge del hecho de que los protestantes se contradicen y se refutan a sí mismos, al afirmar dos cosas contradictorias: (a) que la Biblia es Palabra de Dios; (b) que sólo hay que creer lo que está en la Biblia. Pero ¡en ningún lugar de la Biblia se dice que la Biblia (toda ella, es decir los 47 libros del Antiguo Testamento y los 27 del Nuevo Testamento) es Palabra de Dios!


Decimos que los protestantes, al afirmar que la Biblia es palabra de Dios, sosteniendo al mismo tiempo que sólo se debe creer a lo que dice la Biblia, se contradicen porque la Biblia en ninguna parte afirma que ella (toda ella) es palabra de Dios.

Los protestantes dicen que sólo hay que admitir las verdades claramente expresadas en la Biblia, pero ¿en qué texto de la Escritura se afirma el principio de que “la Biblia es Palabra de Dios” o de que “sólo la Escritura es norma de fe”? Sólo puede aducirse, como más próximo, el texto de San Pablo: toda Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para argüir, para corregir y para educar en la justicia (2Tim 3,16); pero este texto no dice qué límites –o alcances– tiene la expresión “toda Escritura”: ¿a qué libros se refiere? ¿todo libro escrito en el mundo? ¿son los libros que se contienen en la Biblia actual?;

en tal caso,
¿cómo sería, puesto que algunos no estaban todavía escritos al escribir eso San Pablo4? El pasaje sólo puede ser entendido como referido a la utilidad de los libros inspirados (en el sentido de toda Escritura inspirada por Dios es útil para...) pero no con intención de delimitar cuál es esa Escritura inspirada.

De este modo, para los protestantes sólo la Biblia es regla de fe... pero en la misma Biblia no se dice cuál es la Biblia (o sea el conjunto de libros inspirados), lo cual (aun haciendo caso omiso a que algo que se prueba a sí mismo no tiene valor de prueba) deja a los protestantes sin norma de fe... a menos que la pidan prestado a la tradición, sin reconocerlo.

Con toda razón tuvo que aceptar esto el mismo Lutero –en su Comentario sobre San Juan– al decir: “Estamos obligados de admitir a los personas que obedecen al Papa que ellos tienen la Palabra de Dios, que la hemos recibido de ellos, y que sin ellos no tendríamos ningún conocimiento de ésta”.


Para escapar de este problema –que algunos protestantes reconocen al menos a medias– algunas sectas han afirmado que saben que la Biblia es palabra de Dios por el efecto que les produce su lectura.


Pero esto es evidentemente erróneo pues, como señalaba el P. Colom en su opúsculo mencionado más arriba:

(a) Implica una nueva contradicción con sus principios, pues ellos dicen creer solamente lo que está en la Biblia y la Biblia en ninguna parte dice que se puede conocer que un escrito es palabra de Dios por el efecto que produce su lectura. Efectivamente, ¿dónde dice la Biblia que por sus efectos los lectores sabrán que la Biblia es revelada?


(b) Además es clarísimo que las cosas que se han añadido a la Biblia y las frases o palabras mal traducidas, no son palabra de Dios.

Si fuese verdad que ellos pueden conocer si un escrito es palabra de Dios por el efecto que les produce su lectura, entonces al leer algo añadido a la Biblia o mal traducido, sabrían que no es palabra de Dios por no producirles el efecto que dicen que les produce la lectura de la Biblia, palabra de Dios.

Pero hagan la prueba de hacer leer a cualquier protestante (pastor o simple fiel, porque el principio debe valer para todos, hasta para el más sencillo) diversos textos, algunos de los cuales deliberadamente mal traducidos y que disciernan –por los efectos producidos– cuál es palabra de Dios y cuál no es... No pueden hacerlo porque el principio es falso.

El P. Colom relata lo siguiente: “Una vez, hablando en Asunción (Paraguay), con dos misioneros mormones, y diciendo ellos en su Credo (Art. 8°): Creemos que la Biblia es la palabra de Dios hasta donde está bien traducida, les pregunté cómo sabían ellos si estaba bien traducida.

Me respondieron que ‘por la imposición de manos que habían recibido’.

Para probarles que no era verdad lo que decían, les propuse presentarles cien textos de la Biblia, algunos de ellos expresamente mal traducidos por mí.

Entregaría un ejemplar de los cien textos a cada uno de ellos para que, por separado, pusiesen una cruz a los mal traducidos.

Si era verdad lo que decían (que por la imposición de manos que habían recibido conocían si un texto de la Biblia estaba bien traducido) los dos coincidirían al señalar con una cruz los mal traducidos.

No aceptaron. Incluso uno de ellos se desdijo, confesando que él no podía conocer si un texto estaba mal traducido.

¿Aceptarían los protestantes que dicen conocer que la Biblia es palabra de Dios por el efecto que les produce su lectura, la prueba que les propuse a los misioneros mormones? Y, en cuanto a éstos, si creen en la Biblia en cuanto esté bien traducida, y no saben cuándo está bien traducida, ¿pueden creer en la Biblia?”

(c) ¿Por qué, si nosotros tenemos la misma naturaleza que los miembros de las sectas protestantes, al leer la Biblia no advertimos que sea palabra de Dios por el efecto que nos produce su lectura? Y si nosotros no lo advertimos, tampoco ellos los advertirán; por tanto, es falso lo que dicen.

Además, si esto fuese verdad, para saber que un escrito no es palabra de Dios, habría que leerlo para advertir que no produce aquel efecto y, por lo tanto, no es palabra de Dios.

¿Y han leído las sectas todo lo que se ha escrito en el mundo para decir que sólo lo que está en la Biblia es palabra de Dios? Si no han leído todos los libros, cartas, periódicos, revistas, etc., que se han escrito en el mundo, ¿cómo saben que sólo lo que está en la Biblia es Palabra de Dios?

Por este motivo, el que no haya más libros inspirados que los que tenemos en la Biblia es doctrina de la Iglesia católica, no de la misma Biblia.

Nota: Soy consciente de que al traspasar el peso de la prueba sobre la Iglesia, estoy pasando el problema de la Sagrada Escritura al Magisterio y a la Tradición; éstos deben demostrar su autoridad divina (o sea, conferida por Dios) con pruebas históricas y milagros, de lo contrario, tampoco estaríamos obligados a creerles a ellos.

La historia de la teología católica jamás ha soslayado este tema, creando precisamente los tratados teológicos De vera religione (“sobre la verdadera religión”) y De vera Ecclesia (“sobre la verdadera Iglesia”), para atender a estas cuestiones. El honor y el rigor de la verdad nos obligan a decir que la Iglesia primero debe probar su autoridad divina; luego –probada aquélla– podrá garantizar el valor revelado de sus Escrituras.

Hace ya muchos años el mismo P. Colom afirmaba: “Llevo más de veinte años pidiendo a las sectas protestantes, a sus fieles, a sus pastores, que me prueben —por escrito, para que conste lo que han dicho—, que la Biblia es palabra de Dios.

Lo he pedido en conferencias, por radio, en más de treinta mil hojas que se han repartido, personalmente,... Nadie ha contestado. Un pastor adventista del Séptimo día muy conocido, hará unos veinte años que me prometió que lo probaría. A los pocos días confesó que no lo podía probar.

Hace unos meses, otro pastor adventista prometió lo mismo, para confesar después —hay testigos— que no lo puede probar.

Otros que también prometieron probarlo, han callado. Verían, como vieron los adventistas, que no lo pueden probar. Por esto, cuando los católicos son visitados por algún miembro de las sectas, con la Biblia en la mano y la intención de quitarles la fe, pídanles que, antes de abrir la Biblia, les prueben por escrito que la Biblia es palabra de Dios... Y si se atreven a probarlo, que me escriban”.

Nota: Cuando decimos “probar” nos referimos a una “demostración” científica; la fe en la Palabra de Dios no se opone a la demostración de los fundamentos de la fe (no del contenido de la misma fe).

Por tanto, hablamos de probar con razonamientos verdaderos, regidos por las leyes universales de la lógica (aunque sean expuestos en lenguaje sencillo y popular), de lo contrario, no hay prueba que valga (las que me han intentado dar algunas personas o caen en peticiones de principio –círculo vicioso– usando como argumento probatorio aquello a lo que deberían llegar como conclusión; o usan términos equívocos, etc.).

A veces sucede que cuando un católico les pide a los miembros de las sectas que prueben que la Biblia es palabra de Dios, éstos le preguntan si él cree que lo es, y si lo cree, ¿para qué probárselo? No hay que caer en este sofisma, puesto que los católicos creemos que la Biblia es Palabra de Dios apoyándonos en la autoridad del magisterio de la Iglesia.

Por el contrario, si algún protestante nos responde así, habría que decirle: “¿Usted cree que la Biblia es Palabra de Dios por el mismo motivo que lo creo yo? Porque si cree por el mismo motivo, entonces está aceptando que la Iglesia católica es la Iglesia verdadera fundada por Jesucristo y que tiene autoridad infalible para determinar qué libros son inspirados por Dios y cuáles no. En tal caso: ¡bienvenido al catolicismo!”

Otro problema serio se presenta para los protestantes con las traducciones de la Biblia. La Biblia es palabra de Dios; pero la Biblia inspirada por Dios no ha sido escrita en nuestras lenguas modernas.

Algunos de sus textos originalmente fueron escritos en hebreo y otros en griego.

Nosotros tenemos traducciones de la Biblia; y toda traducción, al no poder verter en la lengua a la que quieren traducir, toda la riqueza del original, tiene que añadir expresiones para hacerse entender, las cuales añaden o quitan palabras al texto original.

Esto lo hace notar la misma Biblia, puesto que el libro del Eclesiástico comienza con un prólogo del traductor (nieto de Jesús ben Sirá, autor del libro) que reconoce lo siguiente: “Las palabras hebreas pierden mucho de su fuerza trasladadas a otra lengua. Ni es sólo este libro, sino que la misma Ley y los Profetas, y el contexto de los demás libros, son no poco
diferentes de cuando se anuncian en su lengua original”5.
Ahora bien –nuevamente recurro a los argumentos del P. Colom–, cuando las sectas se presentan con la Biblia, se les puede preguntar: “¿Esto es la Biblia o una traducción de la Biblia?”. Han de decir que una traducción.

“Si es una traducción —añada el católico— ¿dónde dice la Biblia que se puede traducir? ¿Dónde dice la Biblia que esta traducción está bien hecha y no contiene errores?, pues, según ustedes hemos de creer solamente lo que dice la Biblia”.

Para probar que la Biblia se puede traducir y que la traducción está bien hecha y no contiene errores, hace falta una autoridad distinta de la Biblia —puesto que la Biblia no lo dice— y posterior a ella y a la traducción, autoridad que las sectas no admiten.
hugo alvarez
 
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