Uso de epístolas de san Pablo para la oración

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Uso de epístolas de san Pablo para la oración

Notapor Alberto_albarracin » Dom Abr 10, 2011 1:02 pm

Pongo unos ejemplos de cómo se pueden usar sus epístolas para nuestra oración privada:

Adaptación de la epístola a los Efesios

Bendito seas, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos has bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos has elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en tu presencia, por el amor. Tú nos predestinaste a ser tus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de tu voluntad, para alabanza de la gloria de tu gracia, que nos diste en tu Hijo muy querido. En Él hemos sido redimidos por su sangre y hemos recibido el perdón de los pecados, según la riqueza de su gracia, que derramaste sobre nosotros, dándonos toda sabiduría y entendimiento. Tú nos hiciste conocer el misterio de tu voluntad, conforme al designio misericordioso que estableciste de antemano en Cristo, para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos: reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra, bajo un solo jefe, que es Cristo. En él hemos sido constituidos herederos, y destinados de antemano —según el previo designio tuyo, que realizas todas las cosas conforme a tu voluntad— a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo, para alabanza de su gloria. En él, nosotros, los que hemos escuchado la Palabra de la verdad, el Evangelio de salvación, y creímos en él, hemos sido marcados con un sello por el Espíritu Santo prometido. Este Espíritu es el anticipo de nuestra herencia y prepara la redención del pueblo que adquiriste para tí, para alabanza de tu gloria.

Estábamos muertos a causa de nuestras faltas y pecados que cometíamos, cuando vivíamos conforme al criterio de este mundo, según el Príncipe que domina en el espacio, el mismo Espíritu que sigue actuando en aquellos que se rebelan. Todos nosotros nos comportábamos así en otro tiempo, viviendo conforme a nuestros deseos carnales y satisfaciendo las apetencias de la carne y nuestras malas inclinaciones, de manera que por nuestra condición estábamos condenados a la ira, igual que los demás. Pero Tú, que eres rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, precisamente cuando estábamos muertos a causa de nuestros pecados, nos hiciste revivir con Cristo, —¡hemos sido salvados gratuitamente!— y con Cristo Jesús nos resucitaste y nos hiciste reinar con él en el cielo. Así, has querido demostrar a los tiempos futuros la inmensa riqueza de su gracia por el amor que nos tiene en Cristo Jesús. Porque nosotros hemos sido salvados por tu gracia, mediante la fe. Esto no proviene de nosotros, sino que es un don tuyo; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación tuya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que preparaste de antemano para que las practicáramos.

Por medio de Cristo, todos sin distinción tenemos acceso a Ti, Padre, en un mismo Espíritu. Por lo tanto, nosotros ya no somos extranjeros ni huéspedes, sino conciudadanos de los santos y miembros de tu familia. Estamos edificados sobre los apóstoles y los profetas, que son los cimientos, mientras que la piedra angular es el mismo Jesucristo. En él, todo el edificio, bien trabado, va creciendo para constituir un templo santo en el Señor. En él, también nosotros somos incorporados al edificio, para llegar a ser una morada tuya en tu Espíritu.

El misterio de Cristo, que no fue manifestado a las generaciones pasadas, pero que ahora ha sido revelado por medio del Espíritu a sus santos apóstoles y profetas. Este misterio consiste en que también nosotros, los paganos, participamos de una misma herencia, somos miembros de un mismo Cuerpo y beneficiarios de la misma promesa en Cristo Jesús, por medio del Evangelio.

¡Qué insondable riqueza la de Cristo¡ ¡Qué brillo a los ojos de todos la dispensación del misterio que estaba oculto desde siempre en Ti, el creador de todas las cosas, para que los Principados y las Potestades celestiales conozcan la infinita variedad de tu sabiduría por medio de la Iglesia¡

Este es el designio que tú, oh Dios, concebiste desde toda la eternidad en Cristo Jesús, nuestro Señor, por quien nos atrevemos a acercarnos a Ti con toda confianza, mediante la fe en él.

Padre nuestro, de ti procede toda paternidad en el cielo y en la tierra. Dígnate fortificarnos por medio de tu Espíritu, conforme a la riqueza de tu gloria, para que crezca en nosotros el hombre interior. Que Cristo habite en nuestros corazones por la fe, y seamos arraigados y edificados en el amor. Así podremos comprender, con todos los santos, cuál es la anchura y la longitud, la altura y la profundidad, en una palabra, podremos conocer el amor de Cristo, que supera todo conocimiento, para ser colmados por tu plenitud.

Dios de nuestro Señor Jesucristo, Padre de la gloria, concédenos un espíritu de sabiduría y de revelación que nos permita conocerte verdaderamente; ilumina nuestros corazones, para que podamos valorar la esperanza a la que hemos sido llamados, los tesoros de gloria que encierra tu herencia entre los santos, y la extraordinaria grandeza del poder con que obras en nosotros, los creyentes, por la eficacia de tu fuerza. Éste es el poder que manifestaste en Cristo, cuando lo resucitaste de entre los muertos, y lo hiciste sentar a tu diestra en el cielo, elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro. Pusiste todas las cosas bajo sus pies, y lo constituíste, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia, que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.

Que, por tu gracia, podamos comportarnos de una manera digna, de acuerdo con la vocación que hemos recibido. Concédenos mucha humildad, mansedumbre y paciencia, para soportarnos mutuamente por amor. Que podamos conservar la unidad del Espíritu, mediante el vínculo de la paz. Hay un solo Cuerpo y un solo Espíritu, así como hay una misma esperanza, a la que hemos sido llamados, de acuerdo con la vocación recibida. Hay un solo Señor, una sola fe, un solo bautismo. Eres un solo Dios y Padre de todos, que estás sobre todos, lo penetras todo y estás en todos.

Sin embargo, cada uno de nosotros ha recibido de ti su propio don, en la medida que Cristo los ha distribuido. Por eso dice la Escritura: Cuando subió a lo alto, llevó consigo a los cautivos
y repartió dones a los hombres. Pero si decimos que subió, significa que primero descendió a las regiones inferiores de la tierra. El que descendió es el mismo que subió más allá de los cielos, para colmar todo el universo. Él comunicó a unos el don de ser apóstoles, a otros profetas, a otros predicadores del Evangelio, a otros pastores o maestros. Así organizó a los santos para la obra del ministerio, en orden a la edificación del Cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto y a la madurez que corresponde a la plenitud de Cristo. Así dejaremos de ser niños, sacudidos por las olas y arrastrados por el viento de cualquier doctrina, a merced de la malicia de los hombres y de su astucia para enseñar el error.

Por tanto, Padre nuestro, que vivamos en la verdad y en el amor, creciendo plenamente, unidos a Cristo. Él es la Cabeza, y de él, todo el Cuerpo recibe unidad y cohesión, gracias a los ligamentos que lo vivifican y a la actividad propia de cada uno de los miembros. Así el Cuerpo crece y se edifica en el amor.

Padre nuestro, líbranos de proceder como los paganos, que se dejan llevar por la frivolidad de sus pensamientos y tienen la mente oscurecida. Ellos están apartados de tu Vida por su ignorancia y su obstinación, y habiendo perdido el sentido moral, se han entregado al vicio, cometiendo desenfrenadamente toda clase de impurezas.

Pero no es esto lo que aprendimos de Cristo, si es que de veras oímos predicar de él y fuimos enseñados según la verdad que reside en Jesús. De él aprendimos que es preciso renunciar a la vida que llevábamos antes, despojándonos del hombre viejo, que se va corrompiendo dejándose arrastras por los deseos engañosos, para renovarse en lo más íntimo de nuestro espíritu, y revestirnos del hombre nuevo, creado a imagen de Dios en la justicia y en la verdadera santidad, por tu gracia, oh Dios eterno e inmortal.

Concédenos la gracia de renunciar a la mentira, para decir siempre la verdad a su prójimo, ya que todos somos miembros, los unos de los otros. Líbranos de la amargura, los arrebatos, la ira, los gritos, los insultos y toda clase de maldad. Por el contrario, danos la gracia de ser mutuamente buenos y compasivos, perdonándonos los unos a los otros como nos has perdonado en Cristo.

¡Ni el hombre lujurioso, ni el impuro, ni el avaro —que es un idólatra— tendrán parte en la herencia del Reino de Cristo y de Dios¡ Amén.

Por lo demás, fortalécenos con la fuerza de tu poder. Revístenos con tu armadura, para que podamos resistir las insidias del demonio. Porque nuestra lucha no es contra enemigos de carne y sangre, sino contra los Principados y Potestades, contra los Soberanos de este mundo de tinieblas, contra los espíritus del mal que habitan en el espacio. Por lo tanto, danos tu armadura, para que podamos resistir en el día malo y mantenernos firmes después de haber superado todos los obstáculos.

Manténnos de pie, ceñidos con el cinturón de la verdad y vistiendo la justicia como coraza. Calza nuestros pies con el celo para propagar la Buena Noticia de la paz. Pon siempre en nuestra mano el escudo de la fe, con el que podamos apagar todas las flechas encendidas del Maligno. Otórganos el casco de la salvación, y la espada del Espíritu, que es tu Palabra.

¡A Ti, Padre nuestro, que eres capaz de hacer infinitamente más de lo que podemos pedir o pensar, por el poder que obra en nosotros, a Ti sea la gloria en la Iglesia y en Cristo Jesús, por todas las generaciones y para siempre! Amén.

Adaptación de la Epístola a los colosenses.

Dios, haznos conocer perfectamente tu voluntad, y danos con abundancia la sabiduría y el sentido de las cosas espirituales, para que nos comportemos de una manera digna de ti, agradándote en todo, fructificando en toda clase de obras buenas y progresando en el conocimiento de Dios, fortalecidos plenamente con el poder de tu gloria, adquiriendo una verdadera firmeza y constancia de ánimo, y dándote gracias con alegría a ti, Padre nuestro, que nos has hecho dignos de participar de la herencia luminosa de los santos; porque nos libraste del poder de las tinieblas y nos hiciste entrar en el Reino de tu Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.

Él es tu Imagen, Dios invisible, el Primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas, tanto en el cielo como en la tierra, los seres visibles y los invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados y Potestades: todo fue creado por medio de él y para él. Él existe antes que todas las cosas y todo subsiste en él. Él es también la Cabeza del Cuerpo, es decir, de la Iglesia.
Él es el Principio, el Primero que resucitó de entre los muertos, a fin de que él tuviera la primacía en todo, porque quisiste que en Él residiera toda la Plenitud. Por él quisiste reconciliar contigo
todo lo que existe en la tierra y en el cielo, restableciendo la paz por la sangre de su cruz.

Antes, a causa de nuestros pensamientos y malas obras, eramos extraños y enemigos tuyos. Pero ahora, nos has reconciliado en el cuerpo carnal de tu Hijo, entregándolo a la muerte, a fin de que pudiéramos presentarnos delante de ti como una ofrenda santa, inmaculada e irreprochable.

Concédenos que, unidos estrechamente en el amor, adquiramos la plenitud de la inteligencia en toda la riqueza de Cristo, para así conocer tu misteio, que es Cristo, en quien están ocultos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento.

Danos vida en Cristo Jesús, el Señor, tal y como lo hemos recibido, arraigados y edificados en él, apoyándonos en la fe que nos fue enseñada y dando gracias constantemente. Líbranos de la vacuidad de una engañosa filosofía, inspirada en tradiciones puramente humanas y en los elementos del mundo, y no en Cristo.

Porque en él habita corporalmente toda la plenitud de la divinidad, y nosotros participamos de esa plenitud de Cristo, que es la Cabeza de todo Principado y de toda Potestad. En él fuimos circuncidados, no por mano de hombre, sino por una circuncisión que nos despoja del cuerpo carnal, la circuncisión de Cristo. En el bautismo, fuimos sepultados con él, y con él resucitamos, por la fe en tu poder, que lo resucitó de entre los muertos. Estábamos muertos a causa de nuestros pecados y de la incircuncisión de nuestra carne, pero Cristo nos hizo revivir con él, perdonando todas nuestras faltas. Él canceló el acta de condenación que nos era contraria, con todas sus cláusulas, y la hizo desaparecer clavándola en la cruz. En cuanto a los Principados y a las Potestades, los despojó y los expuso públicamente a la burla, incorporándolos a su cortejo triunfal.

¡Que nadie los prive del premio, bajo pretexto de "humildad" y de un "culto de los ángeles"¡ Esa gente tiene en cuenta solamente las cosas que ha visto y se vanagloria en el orgullo de su mentalidad carnal, pero no se mantiene unida a la Cabeza que vivifica a todo el Cuerpo y le da cohesión por medio de las articulaciones y de los ligamentos, a fin de que su crecimiento se realice en Dios. Ya que hemos muerto con Cristo a los elementos del mundo, ¿por qué someterse a las prohibiciones de "no tomar", "no comer" y "no tocar", como si todavía vivieran en el mundo? Todo esto se refiere a cosas destinadas a ser destruidas por su mismo uso y no son más que preceptos y doctrinas de hombres. Estas doctrinas tienen una cierta apariencia de sabiduría por su "religiosidad", su "humildad" y su "desprecio del cuerpo", pero carecen de valor y sólo satisfacen los deseos de la carne.


Alberto_albarracin
 
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Re: Uso de epístolas de san Pablo para la oración

Notapor sgssergio » Mar May 10, 2011 10:33 am

Hermosas sus oraciones hermano en Cristo.

Al empezar a estudiar las escrituras a carta a los Efesios tuvo un gran impacto en mi vida conyugal, principalmente el capitulo 5 que refiere a ser cabeza la famiia como Cristo lo de es de la Iglesia, y parte del capitulo 6 sobre la discilpina a los hijos. También fue de gran bendición el final del capitulo 2 que ud tan sabiamente incluye en su oración:

Porque nosotros hemos sido salvados por tu gracia, mediante la fe. Esto no proviene de nosotros, sino que es un don tuyo; y no es el resultado de las obras, para que nadie se gloríe. Nosotros somos creación tuya: fuimos creados en Cristo Jesús, a fin de realizar aquellas buenas obras, que preparaste de antemano para que las practicáramos


Romanos es una carta paulina maravillosa que expresa enforma clara y sin tapujos el poder que el pecado (Ro 3:23) tenía sobre nosotros,la gracia de Dios en el perdón de los mismo que creen en él (Ro 3:24) y como el mismo apostól Pablo consideraba la pelea constante contra el mal que tiene cada uno de nosotros al considerar que nadie es bueno, ni uno mismo y no hace lo que quiere, lo que no quiere hace, es el pecado que mora en mi. ¿Cuantas veces nos sentimos como San Pablo?, ¿Cuantas veces no nos sentimos merecer el pedón de Dios?, por eso porque Él sabe que no nos merecemos su perdón,por más que nos eforcemos toda la vida , no los ofrece gratuitamente mediante su Hijo Jesuscristo y "amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna" (Jn 3:16).

Dios lo bendie estimado hermano, lo bendie ahora, en todo momento, hasta cuando duerme o cuando no piensa en Él.
sgssergio
 
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