Estimados hermanos en Cristo:
El Catecismo hace una descripción detallada y específica del concepto:
La alianza con Noé
56 Una vez rota la unidad del género humano por el pecado, Dios decide desde el comienzo salvar a la humanidad a través de una serie de etapas. La alianza con Noé después del diluvio (cf. Gn 9,9) expresa el principio de la Economía divina con las "naciones", es decir con los hombres agrupados "según sus países, cada uno según su lengua, y según sus clanes" (Gn 10,5; cf. Gn 10,20-31).
57 Este orden a la vez cósmico, social y religioso de la pluralidad de las naciones (cf. Hch 17,26-27), está destinado a limitar el orgullo de una humanidad caída que, unánime en su perversidad (cf. Sb 10,5), quisiera hacer por sí misma su unidad a la manera de Babel (cf. Gn 11,4-6). Pero, a causa del pecado (cf. Rm 1,18-25), el politeísmo, así como la idolatría de la nación y de su jefe, son una amenaza constante de vuelta al paganismo para esta economía aún no definitiva.
58 La alianza con Noé permanece en vigor mientras dura el tiempo de las naciones (cf. Lc 21,24), hasta la proclamación universal del Evangelio. La Biblia venera algunas grandes figuras de las "naciones", como "Abel el justo", el rey-sacerdote Melquisedec (cf. Gn 14,18), figura de Cristo (cf. Hb 7,3), o los justos "Noé, Daniel y Job" (Ez 14,14). De esta manera, la Escritura expresa qué altura de santidad pueden alcanzar los que viven según la alianza de Noé en la espera de que Cristo "reúna en uno a todos los hijos de Dios dispersos" (Jn 11,52).
Como podemos ver, y en el tema se ha comentado ya, este concepto en realidad no tiene tanto que ver con la infidelidad de los judíos como con la infidelidad de la humanidad en general, cuyo orgullo es limitado mediante esa pluralidad de naciones; y este tiempo terminará con la proclamación universal del Evangelio donde la humanidad quedará ya no dividida, pero tampoco unida en su orgullo y auto-suficiencia, sino Unida definitivamente en Cristo. Y aunque conceptualmente lo que terminará este tiempo se trata de algo distinto a la conversión de los judíos propiamente dicha; tampoco se descarta que la conversión de los judíos podría ser como una parte culminante de ese proceso y, por consiguiente, ambos eventos podrían coincidir en el tiempo. Pero eso último es algo que puede ocurrir así o de otra manera (y en otro orden) sin que lo sepamos con precisión.
Ahora bien, respecto al asunto de "Jerusalén pisoteada" esto no se refiere necesariamente a un momento específico en la historia, sino a una situación particular que se repite, aunque, hacia el final de la historia, parece que si habrá un momento particular en el que parecerá que el mal habrá triunfado de manera total y definitiva, que será entonces la "Jerusalén pisoteada" por antonomasia. El Papa Francisco habló de esto en una de sus homilías, en este enlace el reporte completo sobre esa homilía, del cual extraigo el texto que sigue:
http://w2.vatican.va/content/francescomobile/es/cotidie/2013/documents/papa-francesco_20131128_fe-cuestion-privada.htmlEn la liturgia, dijo el Papa, hoy «la Iglesia nos hace pensar en el fin de este mundo, porque éste acabará. La fachada de este mundo desaparecerá». Hay una palabra en el Evangelio «que nos impresiona bastante: todas estas cosas sucederán». ¿Pero hasta cuándo hay que esperar? La respuesta que nos da el Evangelio de Lucas (21, 20-28) es «hasta que alcancen su plenitud los tiempos de los gentiles». En efecto, dijo el Papa, «también los paganos tienen un tiempo de plenitud»: el kairòs de los paganos. «Ellos —repitió— tienen un kairòs que será esto, el triunfo final: Jerusalén pisoteada» y, se lee en el Evangelio, «habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas».
En la práctica «es la calamidad» precisó el Papa. «Pero cuando Jesús habla de esta calamidad en otro pasaje, nos dice que será una profanación del templo, una profanación de la fe, del pueblo. Será la abominación. Será la abominación de la desolación (cf. Daniel 9, 27). ¿Qué significa? Será como el triunfo del príncipe de este mundo, la derrota de Dios. Parece que Él, en ese momento final de calamidad, se adueñará de este mundo» convirtiéndose así en el «dueño del mundo».
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La Palabra de Dios nos recuerda, prosiguió el Papa, cómo «los cristianos que sufren tiempos de persecuciones, tiempos de prohibición de la adoración, son una profecía de lo que sucederá a todos». Pero precisamente en los momentos como esos, es decir, cuando los tiempos de los paganos se cumplen, «levantaos, alzad la cabeza, se acerca vuestra liberación». En efecto, explicó el Obispo de Roma «el triunfo, la victoria de Jesucristo es llevar la creación al Padre en el final de los tiempos».
Pero no debemos tener miedo. El Papa repitió la promesa de Dios, quien «nos pide fidelidad y paciencia. Fidelidad como Daniel, que fue fiel a su Dios y le adoró hasta el final. Y paciencia, porque los cabellos de nuestra cabeza no caerán, así lo prometió el Señor». Y concluyó invitando a reflexionar, especialmente en esta semana, sobre «esta apostasía general que se llama prohibición de adoración». Y a plantearse a sí mismos una pregunta: «¿Adoro al Señor? ¿Adoro a Jesucristo, el Señor? ¿O un poco mitad y mitad y juego con el príncipe de este mundo? Adorar hasta el final con confianza y fidelidad es la gracia que debemos pedir».
Asi pues, ciertamente estas profecías se refieren de un modo muy particular a los tiempos apocalípticos, hacia el final de la historia en donde habrá un momento que parecerá la victoria absoluta y definitiva del mal, pero que no será sino la antesala de la Verdadera Manifestación total y definitiva de esa Victoria que Cristo YA obtuvo en la Cruz.
Pero igualmente es correcto aplicar estos conceptos no solo a ese otro momento de la historia que fue cuando los romanos arrasaron Jerusalén y al cual las profecías parecen referirse de modo también particular, sino a cualquier situación en nuestras vidas (públicas y personales) donde la persecución y el triunfo del mal parezcan adueñarse de la situación.
Esto puede ser, por ejemplo, en el caso de un joven cuando parezca que su familia definitivamente está decidida a ponerle cuanto obstáculo pueda a que viva con mayor seriedad la religión, o a que pueda cumplir sus obligaciones más elementales como el cumplimiento del Precepto Dominical. No hay que desesperar, porque aunque parezca que no habrá salida, Cristo está con nosotros y, llegado el momento, Él Manifiesta también Su Victoria en nuestras vidas.
Saludos y bendiciones