DE DÓNDE PROCEDE EL MAL?

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DE DÓNDE PROCEDE EL MAL?

Notapor Aristides » Sab Ago 08, 2015 12:36 pm

Muchos cristianos entran en duda cuando les ocurre a ellos a sus familiares o a desconocidos cosas tan horribles que todos rechazamos, como las violaciones de niños, de religiosas, los abortos, etc.
Y a nosotros los cristianos siempre nos preguntan qué por qué Dios permite eso. Suelo basarme en que el mal procede del demonio y que Dios lo permite porque va a sacar algo de ello, aunque muchas veces no me convence mi propia respuesta. Pero el otro día vi este párrafo de Lamentaciones:
lamentaciones 3, 38: " ¿No proceden del Altísimo los males y los bienes?

Y me ha dejado atónito. ¿Es que el mal procede de Dios también? Debe haber otra explicación a este párrafo

me gustaría me lo aclararan
Gracias
Aristides
 
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Re: DE DÓNDE PROCEDE EL MAL?

Notapor eduarod » Lun Ago 10, 2015 3:01 am

Estimado en Cristo Aristides:

Evidentemente NO ES que tengamos un Dios malo que caprichosamente nos "mande" bienes o males según el humor en el que se encuentre, al estilo de los dioses de la mitología griega o romana.
No, el punto del texto que señalas es simplemente que los males tales como los que has descrito (o los que el propio texto del Libro de las Lamentaciones señala unos versículos antes del que has citado) se producen a causa de las leyes con las que Dios ha Dispuesto que funcione el Universo cuando el hombre abusa de ellas a causa de su pecado. Por eso el versículo siguiente dice "¿De qué se queja el hombre mientras vive? ¡Que domine más bien su pecado!"
Es decir, que el hombre, en vez de tratar de atribuirle a Dios el mal con sus quejas, como si las Leyes que Dios Creó para el bien hubiesen sido dispuestas para originar ese mal; reconozca más bien que es ÉL MISMO quien, abusando del orden y cumplimiento perfecto de esas leyes, puede dar origen a esos males en el mundo. Por eso si el hombre domina su pecado, entonces esas Leyes darán su resultado perfecto, que es el BIEN Querido por Dios, y NO el mal que el pecado del hombre produce a través de ellas.
Respecto al porqué Dios lo permite, esto es, en efecto, porque Dios tiene un Poder tan grande que puede obtener bienes mayores. De entrada, Él Puede Crear nuevas TODAS las cosas, por tanto, TODO lo que cualquiera de nosotros pueda llegar a perder a causa del mal que injustamente nos llegue a afectar, Dios lo puede RESTITUIR en grado IGUAL O MAYOR a su debido tiempo. Esto de "a su debido tiempo" es importante y tiene su razón de ser; por eso las bienaventuranzas NO DICEN "bienaventurados los que lloran porque ahora mismo reirán", sino dice "porque después reirán".
La razón de ser es que este mundo es una escuela de amor, es decir, aquí debemos aprender a amar o NUNCA lo haremos, podemos perfeccionarnos en el amor en el Purgatorio una vez que en este mundo hayamo hemos hecho una elección definitiva, aunque imperfecta, a favor del amor. Pero si NO aprendemos a amar AQUÍ, entonces Dios JAMÁS nos podrá dar los bienes más grandes que son los que tendremos en el Cielo y, por consiguiente, viviremos ETERNAMENTE encerrados en el propio Infierno que nosotros nos habremos creado.
Ahora bien, nuestro pecado nos lleva de manera más o menos "natural" hacia el egoismo, eso es lo que llamamos "concupiscencia"; es decir, tenemos una tendencia a ABUSAR de los Dones de Dios y las leyes con las que Él Creó el Universo para nuestro PROPIO beneficio. Esto a pesar de que, con ello, causemos mal a otros y/o a nosotros mismos.
En tal contexto, si Dios corrigiera con su Infinito Poder TODAS nuestras barbaridades DE INMEDIATO, entonces NUNCA comprenderíamos el mal que nuestro abuso es capaz de hacer y viviríamos prácticamente de antemano condenados a NO APRENDER A AMAR, con las consecuencias que ya vimos que eso tiene. Así mismo, si Dios Permitiera que nuestros abusos pudieran causar daños triviales, tampoco les daríamos importancia y no tendríamos motivación alguna para evitar esos malos comportamientos, de modo que nos acostumbraríamos a vivir de esa manera egoista, nuevamente con las consecuencias que ya vimos que tiene.
En cambio, en la medida en que las leyes con las que Dios Creó el Universo permiten que nosotros, al abusar de ellas con nuestro pecado, podamos percibir de manera clara y tangible el mal que causamos; entonces nos puede ser evidente la necesidad de EVITAR ese mal si es que hay algo de amor y compasión en nosotros, fortaleciendo así dicho amor y compasión para nuestro propio bien y el de los demás. Por contraparte, si a pesar de esas evidencias claras de los efectos nocivos de nuestro abuso, nos empeñamos en seguirlo cometiendo, en ello mismo revelaremos esa determinación a no querer evitar el mal, a no querer aprender a amar, y entonces de manera justa recibiremos las consecuencias de esa malicia manifiesta.
Asi pues, como vemos, el daño que podamos contra el débil e inocente, NO será eterno, sino el débil e inocente recibirá JUSTA y SOBRADA compensación de Dios por lo que ha tenido que padecer. A su vez, quien haya cometido ese mal y se haya arrepentido al ver las consecuencias, tendrá el beneficio de su conversión, y con ello se ayudará a si mismo y ayudará a muchos otros al haber aprendido a AMAR. Pero quien, por contraparte, NO se arrepienta a pesar de ver con evidencia el terrible efecto nocivo de sus malas acciones, no tendrá entonces pretexto para justificarse diciendo que "no sabía" o "no entendía" el mal que hacía, y será justamente condenado para bien de todos, incluso de si mismo, porque ya no podrá dañar ni dañarse tanto a través de sus abusos y su egoismo.

Curiosamente esa actitud de "culpar" a Dios y dudar de Él, lejos de ser una respuesta adecuada a la contemplación de esos males, es en realidad una respuesta que encierra una grave malicia de quien así reclama, porque esa persona en ello mismo revela que NO está dispuesta a reconocer el mal que SU PROPIO pecado puede causar para corregirlo y comenzar a amar, sino prefiere escudarse en un imposible (culpar a Dios del mal) para poder así continuar tranquilamente con los abusos y el egoismo (sean del grado que sean, relativamente leves o muy graves) con los que se siente cómoda viviendo su vida. Claro, podemos entender que, en medio del dolor del sufrimiento, pueda ocurrir que alguien caiga en esta actitud no por una malicia declarada, sino por la misma ceguera que el dolor le produce. Pero esa entendible proclamación de la propia inocencia respecto al mal que se padece, de ningún modo justifica entonces el ir a culpar al MÁS INOCENTE de todos que es Dios Mismo. Por consiguiente, y a pesar de que esa ceguera pueda determinar una cierta inocencia de la persona respecto a la malicia del acto que comete al culpar a Dios, dicha ceguera NO SIGNIFICA entonces que tal malicia de intentar culpar al INOCENTE por antonomasia NO EXISTA. No, la malicia existe de manera objetiva y así lo podemos reconocer; otra cosa es que la culpabilidad de la persona pueda ser mayor o menar, dependiendo de si ha aceptado de manera deliberada y consciente esa malicia, o si simplemente ha incurrido en ella de manera tonta, ciega e irreflexiva; pero no incurriría en ella si, no estando tan cegada por el dolor, pudiera considerar los hechos con más objetividad. Tal culpabilidad es algo interno de la persona que solo Dios conoce y, por consiguiente, como ocurre con todo acto malo o pecado, NO nos corresponde a nosotros juzgar a nadie como culpable o inocente, cosa que solo el Justo Juez puede Hacer. Pero SI PODEMOS reprobar el ACTO OBJETIVO de intentar culpar a Dios por el mal que existe, como algo intrínsecamente malo y perverso.

Que Dios te bendiga.
eduarod
 
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Re: DE DÓNDE PROCEDE EL MAL?

Notapor IvanEstoico » Mié Ago 12, 2015 11:12 pm

Querido hermano en Cristo.

Con lo que te ha compartido nuestro carísimo hermano y con lo siguiente, ciertamente tendrás un mejor panorama del asunto en cuestión:
9. Dentro de cada sufrimiento experimentado por el hombre, y también en lo profundo del mundo del sufrimiento, aparece inevitablemente la pregunta: ¿por qué? Es una pregunta acerca de la causa, la razón; una pregunta acerca de la finalidad (para qué); en definitiva, acerca del sentido. Esta no sólo acompaña el sufrimiento humano, sino que parece determinar incluso el contenido humano, eso por lo que el sufrimiento es propiamente sufrimiento humano.

Obviamente el dolor, sobre todo el físico, está ampliamente difundido en el mundo de los animales. Pero solamente el hombre, cuando sufre, sabe que sufre y se pregunta por qué; y sufre de manera humanamente aún más profunda, si no encuentra una respuesta satisfactoria. Esta es una pregunta difícil, como lo es otra, muy afín, es decir, la que se refiere al mal: ¿Por qué el mal? ¿Por qué el mal en el mundo? Cuando ponemos la pregunta de esta manera, hacemos siempre, al menos en cierta medida, una pregunta también sobre el sufrimiento.

Ambas preguntas son difíciles cuando las hace el hombre al hombre, los hombres a los hombres, como también cuando el hombre las hace a Dios. En efecto, el hombre no hace esta pregunta al mundo, aunque muchas veces el sufrimiento provenga de él, sino que la hace a Dios como Creador y Señor del mundo.

Y es bien sabido que en la línea de esta pregunta se llega no sólo a múltiples frustraciones y conflictos en la relación del hombre con Dios, sino que sucede incluso que se llega a la negación misma de Dios. En efecto, si la existencia del mundo abre casi la mirada del alma humana a la existencia de Dios, a su sabiduría, poder y magnificencia, el mal y el sufrimiento parecen ofuscar esta imagen, a veces de modo radical, tanto más en el drama diario de tantos sufrimientos sin culpa y de tantas culpas sin una adecuada pena. Por ello, esta circunstancia —tal vez más aún que cualquier otra— indica cuán importante es la pregunta sobre el sentido del sufrimiento y con qué agudeza es preciso tratar tanto la pregunta misma como las posibles respuestas a dar.

10. El hombre puede dirigir tal pregunta a Dios con toda la conmoción de su corazón y con la mente llena de asombro y de inquietud; Dios espera la pregunta y la escucha, como podemos ver en la Revelación del Antiguo Testamento. En el libro de Job la pregunta ha encontrado su expresión más viva.

Es conocida la historia de este hombre justo, que sin ninguna culpa propia es probado por innumerables sufrimientos. Pierde sus bienes, los hijos e hijas, y finalmente él mismo padece una grave enfermedad. En esta horrible situación se presentan en su casa tres viejos amigos, los cuales —cada uno con palabras distintas— tratan de convencerlo de que, habiendo sido afectado por tantos y tan terribles sufrimientos, debe haber cometido alguna culpa grave. En efecto, el sufrimiento —dicen— se abate siempre sobre el hombre como pena por el reato; es mandado por Dios que es absolutamente justo y encuentra la propia motivación en la justicia. Se diría que los viejos amigos de Job quieren no sólo convencerlo de la justificación moral del mal, sino que, en cierto sentido, tratan de defender el sentido moral del sufrimiento ante sí mismos. El sufrimiento, para ellos, puede tener sentido exclusivamente como pena por el pecado y, por tanto, sólo en el campo de la justicia de Dios, que paga bien con bien y mal con mal.

Su punto de referencia en este caso es la doctrina expresada en otros libros del Antiguo Testamento, que nos muestran el sufrimiento como pena infligida por Dios a causa del pecado de los hombres. El Dios de la Revelación es Legislador y Juez en una medida tal que ninguna autoridad temporal puede hacerlo. El Dios de la Revelación, en efecto, es ante todo el Creador, de quien, junto con la existencia, proviene el bien esencial de la creación. Por tanto, también la violación consciente y libre de este bien por parte del hombre es no sólo una transgresión de la ley, sino, a la vez, una ofensa al Creador, que es el Primer Legislador. Tal transgresión tiene carácter de pecado, según el sentido exacto, es decir, bíblico y teológico de esta palabra. Al mal moral del pecado corresponde el castigo, que garantiza el orden moral en el mismo sentido trascendente, en el que este orden es establecido por la voluntad del Creador y Supremo Legislador. De ahí deriva también una de las verdades fundamentales de la fe religiosa, basada asimismo en la Revelación: o sea que Dios es un juez justo, que premia el bien y castiga el mal: « (Señor) eres justo en cuanto has hecho con nosotros, y todas tus obras son verdad, y rectos tus caminos, y justos todos tus juicios. Y has juzgado con justicia en todos tus juicios, en todo lo que has traído sobre nosotros ... con juicio justo has traído todos estos males a causa de nuestros pecados ».(23)

En la opinión manifestada por los amigos de Job, se expresa una convicción que se encuentra también en la conciencia moral de la humanidad: el orden moral objetivo requiere una pena por la transgresión, por el pecado y por el reato. El sufrimiento aparece, bajo este punto de vista, como un « mal justificado ». La convicción de quienes explican el sufrimiento como castigo del pecado, halla su apoyo en el orden de la justicia, y corresponde con la opinión expresada por uno de los amigos de Job: « Por lo que siempre vi, los que aran la iniquidad y siembran la desventura, la cosechan ».(24)

11. Job, sin embargo, contesta la verdad del principio que identifica el sufrimiento con el castigo del pecado y lo hace en base a su propia experiencia. En efecto, él es consciente de no haber merecido tal castigo, más aún, expone el bien que ha hecho a lo largo de su vida. Al final Dios mismo reprocha a los amigos de Job por sus acusaciones y reconoce que Job no es culpable. El suyo es el sufrimiento de un inocente; debe ser aceptado como un misterio que el hombre no puede comprender a fondo con su inteligencia.

El libro de Job no desvirtúa las bases del orden moral trascendente, fundado en la justicia, como las propone toda la Revelación en la Antigua y en la Nueva Alianza. Pero, a la vez, el libro demuestra con toda claridad que los principios de este orden no se pueden aplicar de manera exclusiva y superficial. Si es verdad que el sufrimiento tiene un sentido como castigo cuando está unido a la culpa, no es verdad, por el contrario, que todo sufrimiento sea consecuencia de la culpa y tenga carácter de castigo. La figura del justo Job es una prueba elocuente en el Antiguo Testamento. La Revelación, palabra de Dios mismo, pone con toda claridad el problema del sufrimiento del hombre inocente: el sufrimiento sin culpa. Job no ha sido castigado, no había razón para infligirle una pena, aunque haya sido sometido a una prueba durísima. En la introducción del libro aparece que Dios permitió esta prueba por provocación de Satanás. Este, en efecto, puso en duda ante el Señor la justicia de Job: « ¿Acaso teme Job a Dios en balde?... Has bendecido el trabajo de sus manos, y sus ganados se esparcen por el país. Pero extiende tu mano y tócalo en lo suyo, (veremos) si no te maldice en tu rostro ».(25) Si el Señor consiente en probar a Job con el sufrimiento, lo hace para demostrar su justicia. El sufrimiento tiene carácter de prueba.

El libro de Job no es la última palabra de la Revelación sobre este tema. En cierto modo es un anuncio de la pasión de Cristo. Pero ya en sí mismo es un argumento suficiente para que la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento no esté unida sin reservas al orden moral, basado sólo en la justicia. Si tal respuesta tiene una fundamental y transcendente razón y validez, a la vez se presenta no sólo como insatisfactoria en casos semejantes al del sufrimiento del justo Job, sino que más bien parece rebajar y empobrecer el concepto de justicia, que encontramos en la Revelación.

12. El libro de Job pone de modo perspicaz el « por qué » del sufrimiento; muestra también que éste alcanza al inocente, pero no da todavía la solución al problema.

Ya en el Antiguo Testamento notamos una orientación que tiende a superar el concepto según el cual el sufrimiento tiene sentido únicamente como castigo por el pecado, en cuanto se subraya a la vez el valor educativo de la pena sufrimiento. Así pues, en los sufrimientos infligidos por Dios al Pueblo elegido está presente una invitación de su misericordia, la cual corrige para llevar a la conversión: « Los castigos no vienen para la destrucción sino para la corrección de nuestro pueblo ».(26)

Así se afirma la dimensión personal de la pena. Según esta dimensión, la pena tiene sentido no sólo porque sirve para pagar el mismo mal objetivo de la transgresión con otro mal, sino ante todo porque crea la posibilidad de reconstruir el bien en el mismo sujeto que sufre.

Este es un aspecto importantísimo del sufrimiento. Está arraigado profundamente en toda la Revelación de la Antigua y, sobre todo, de la Nueva Alianza. El sufrimiento debe servir para la conversión, es decir, para la reconstrucción del bien en el sujeto, que puede reconocer la misericordia divina en esta llamada a la penitencia. La penitencia tiene como finalidad superar el mal, que bajo diversas formas está latente en el hombre, y consolidar el bien tanto en uno mismo como en su relación con los demás y, sobre todo, con Dios.

13. Pero para poder percibir la verdadera respuesta al « por qué » del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio; somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el « por qué » del sufrimiento, en cuanto somos capaces de comprender la sublimidad del amor divino.

Para hallar el sentido profundo del sufrimiento, siguiendo la Palabra revelada de Dios, hay que abrirse ampliamento al sujeto humano en sús múltiples potencialidades, sobre todo, hay que acoger la luz de la Revelación, no sólo en cuanto expresa el orden transcendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden con el Amor como fuente definitiva de todo lo que existe. El Amor es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo.
CARTA APOSTÓLICA SALVIFICI DOLORIS DEL SUMO PONTÍFICE SAN JUAN PABLO II


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Re: DE DÓNDE PROCEDE EL MAL?

Notapor e5g7 » Mié Ago 19, 2015 2:07 am

muy buena explicación clara y simple también profunda y fácil de exponer gracias por sus enseñanzas me están haciendo mucho bien el sufrimiento quiebra la columna vertebral del hombre el hombre no esta hecho para sufrir su lugar era el paraíso pero por la envidia del demonio entro el mal en el mundo y también se podría decir que por la envidia del demonio job es probado la única solución que tenemos es seguir el camino de la infancia espiritual dejado por santa teresita del niño jesus la cual decía que había que reconocer la propia nada la propia pequeñez y arrojarse en los brazos de dios confiando hasta la audacia en su amor de padre de esta manera todos los problemas chicos o grandes que aparezcan los podemos sobrellevar de otra forma y ademas hay que creer lo que dice jesus en el mundo tendrán que sufrir pero tengan confianza yo he vencido al mundo bendicines
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