por hugo alvarez » Sab Ago 22, 2015 2:31 pm
Juan Pablo II y la interpretación de los primeros capítulos del Génesis
Juan Pablo II, en un discurso pronunciado el 23 de abril de 1993, refiriéndose a las encíclicas Providentíssimus Deus y Divino Afflante Spiritu, afirmaba: «Los dos documentos manifiestan la preocupación por dar respuesta a los ataques contra la interpretación católica de la Biblia, pero estos ataques no iban en la misma dirección. Por un lado, la Providentíssimus Deus quiere proteger la interpretación católica de la Biblia contra los ataques de la ciencia racionalista; por otro, la Divino Afflante Spirituse preocupa más por defender la interpretación católica ante los ataques de los que se oponen al uso de la ciencia por parte de los exegetas y quieren imponer una interpretación no científica, llamada espiritual, de la Sagrada Escritura. Este cambio radical de perspectiva se debía, evidentemente, a las circunstancias. La Providentíssimus Deus fue publicada en una época marcada por ásperas polémicas contra la fe de la Iglesia. La exégesis liberal alimentaba en gran medida estas controversias, porque hacia servir todos los recursos de las ciencias, desde la crítica textual hasta la geología, pasando por la filosofía, la crítica literaria, la historia de las religiones, la arqueología y otras disciplinas. Por el contrario, la Divino Afflante Spiritu tenía presente el peligro de rehusar los conocimientos legítimos que aportaban estos métodos». Por ello Juan Pablo II continúa afirmando que: «La Iglesia no tiene miedo a la crítica científica. Pero no se fía de las opiniones preconcebidas que pretenden fundamentarse en la ciencia, pero que, realmente, no hacen otra cosa que apartar subrepticiamente la ciencia de su propio campo». En la Divino Afflante Spiritu , Pio XII reivindicó el fuerte vínculo de estos dos procedimientos y remarcó, por una parte, el alcance teológico del sentido literal, definido metódicamente. (Enchiridion biblicum, 251); y por otra afirmó que, para que pueda ser reconocido con el sentido de un texto bíblico, el sentido espiritual ha de presentar garantías de autenticidad. No basta con la simple inspiración subjetiva. Hace falta poder demostrar que se trata de un sentido «querido por Dios mismo», de un significado espiritual «dado por Dios» al texto inspirado (Enchiridion biblicum, 552-553).
En definitiva, en esta época se sigue el consejo que León XIII dio a los miembros de la Comisión Bíblica: «No consideren ajeno a su campo de trabajo ninguno de los hallazgos de la investigación diligente de los modernos; por el contrario, estén al tanto de estos descubrimientos para poder adoptar sin demora todos aquellos aspectos útiles que aporta la exégesis bíblica en cada momento» (Vigilantiae, Enchiridion Biblicum, 1, 40).
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La Pontificia Comisión Bíblica (PCB), en respuesta del 30-VI-1909, dice que no se puede poner en duda «la creación de todas las cosas por Dios al principio de los tiempos». Mantiene firme, pues, la fe en Dios Creador, sin manifestar ninguna incompatibilidad con las teorías sobre la génesis del universo; especialmente, las que admiten un inicio temporal del universo. El año 1948, la PCB, por encargo del papa Pío XII y en respuesta al cardenal Suhard, arzobispo de París, se reafirma en lo que ya había dicho, explicando en qué sentido es preciso interpretar los primeros capítulos del libro del Génesis:
«Estas formas literarias no responden a ninguna de nuestras categorías clásicas y no se pueden juzgar a la luz de los géneros literarios grecolatinos o modernos. No se puede, pues, negar ni afirmar de manera global la historicidad de todos aquellos capítulos... Si se declara a priori que estos relatos no contienen historia en el sentido moderno de la palabra, se dejaría entender fácilmente que no la contienen de ninguna manera, mientras que, de hecho, refieren en un lenguaje simple y figurado, adaptado a la inteligencia de una humanidad menos avanzada, las verdades fundamentales propuestas por la economía de la salvación y, al mismo tiempo, la descripción popular de los orígenes del género humano y del pueblo escogido».
Pocos años después, el Papa Pío XII, en la encíclica Humani generis se refería a esta carta, recordando que «los once primeros capítulos del Génesis, aunque propiamente no concuerden con el método histórico utilizado por eminentes historiadores grecolatinos y modernos, pertenecen sin embargo al género histórico en sentido verdadero, que los exegetas han de investigar y precisar, y que los mismos capítulos, en un estilo sencillo y figurado, adaptado a la mente del pueblo poco culto, contienen las verdades principales y fundamentales en que se basa nuestra propia salvación, y también una descripción popular del origen del género humano y del pueblo escogido».
El Concilio Vaticano II, en la Dei Verbum, ha reiterado esta doctrina, diciendo: «Dios habla en la Escritura por medio de hombres y en lenguaje humano, por lo tanto el intérprete de la Escritura, para conocer lo que Dios quiso comunicarnos, debe estudiar con atención lo que los autores querían decir y lo que Dios quería dar a conocer con dichas palabras. Para descubrir la intención del autor, hay que tener en cuanta, entre otras cosas, los “géneros literarios”» (DV 12).
Un documento de la Pontificia Comisión Bíblica publicado el año 1993 (en el centenario de la Providentissimus Deus) y el discurso previo de Juan Pablo II (ver resumen cinco párrafos antes), insisten en la valoración de toda la panoplia de métodos, siempre con la aceptación debida a la Autoridad de la Iglesia.
En resumen, la cuestión bíblica del Génesis no ofrece ningún problema, porque supera la lectura literal, y el sentido plenior no rechaza la evolución. Otra cosa son las interpretaciones que ofrecen muchas ideologías que hacen un uso abusivo de la ciencia.