SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Espacio para discutir y aclarar con los hermanos evangélicos o pertenecientes a cualquier grupo sectario, esotérico o pseudorreligioso, sus dudas y cuestionamientos acerca de la fe, la doctrina y la moral de la Iglesia católica, cuestiones que se han vuelto controvertidas por una mala información. A todo el que quiera acercarse acá, buscaremos darle razones de nuestra fe

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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor nseigi » Vie Jul 08, 2011 9:35 pm

jjansen escribió:
nseigi escribió:
Evangelista escribió:Pero al menos sí hay una acuerdo generalizado entre los protestantes históricos (principalmente luteranos y anglicanos) y católico-romanos sobre que fe, caridad y esperanza no se entienden por separado, que la fe viva implica amor y caridad y que no tiene sentido hablar de una salvación sólo por una fe intelectual sin amor.


Yo me hago una pregunta que no sé responder y no sé como la contesta la revelación de Dios a los hombre a través de Abraham, los profetas, Jesús y la Iglesia:

Puede una persona tener y practicar amor al prójimo, sin tener fe y esperanza en Jesús y su promesa y ser salvo? Por ejemplo, el caso de Gandhi, u otro que no tenga fe cristiana y que haya practicado el amor al prójimo?

La respuesta que me han enseñado es que Dios es tan infinitamente misericordioso, que eso pudiera pasar. Quizás se sale un poco del tema, pero me gustaría leer sus opiniones al respecto.

Bendiciones.


Hay dos vertientes: El hombre por naturaleza es capaz de amar, pues Dios lo creó así. El pecado original nos privó del estado de justicia y nos corrompe hasta tal punto que no podemos vivir en Dios, no podemos ser santos ni siquiera buscar su perdón, no podemos a no ser que nos asista la gracia de Dios.

Los no creyentes también son asistidos por Dios, de hecho toda la creación reposa en las manos de Dios, que es sostén de todas las cosas. Su amor es fruto de la gracia de Dios y de su naturaleza creada por él.

Ahora bien, ese amor natural que todos poseemos no es suficiente para conseguir el perdón de Dios; para ello es necesario que sea despertado, fortalecido, puesto... por Dios y con una dirección Dios mismo. Es decir, hace falta creer y amar a Dios.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor nseigi » Vie Jul 08, 2011 10:32 pm

jorge baca r escribió:
Sobre este ultimo punto creo que hay una excepción con los anabaptistas, (que provienen del protestantismo histórico), y las demás corrientes que posteriormente brotaron de ellos mismos no creen en la regeneración bautismal.

Los católicos también creemos en el primer punto, ie. “Que el perdón de Dios deja sin efecto todos nuestros pecados sin excepción alguna. Somos devueltos judicialmente al estado de justicia original.” Con la excepción claro esta, de que se hace patente y se da por el sacramento del bautismo y la confesión, y no sobre un acto de sola fe, y por tanto es mas no es una imputación foránea desde la fe, sino por la gracia operante por la validez misma del carácter sacramental desde en interior de la creatura.


Creía que el catolicismo romano no tenía una teología desarrollada del pecado y el perdón desde un punto de vista jurídico. Generalmente en los debates apologéticos es una cosa que se suele criticar de cierto tipo de protestantismo que sólo habla del perdón judicial; pero ahora entiendo que lo que criticáis es más bien el "sólo".

Los sacramentos no serían un problema insuperable. Al menos no el bautismo. El bautismo es necesario, o al menos el deseo del bautismo o el martirio (como bautismo de sangre) para recibir el Espíritu Santo, al menos sí es necesario en los infantes. En los adultos creo que esta recepción es anterior cuando creen, por la fe, y no cuando se administra el bautismo; ya que la conversión en un adulto no bautizado es suficiente para su salvación (y ésto es así porque tal conversión lleva implícito el deseo de recibir el bautismo, se sea consciente de que existe tal sacramento o no). El bautismo en los adultos sería más bien un sello y confirmación indeleble de que recibieron al Espíritu Santo cuando se convirtieron. ¿Parece un tema complejo verdad?

En cuanto a la penitencia. Aquí sí que discrepamos. Nosotros creemos realmente en el sacramento de la penitencia, pero no en la necesidad de que se lleve a cabo mediante un ministro ordenado. Es bueno y aconsejable, y mejor en confesión auricular que en confesión general (como se incluye en la liturgia anglicana en todos los cultos de maitines, vísperas y cena del Señor cuando son realizados con un ministro ordenado). Lo que ocurre, es que creemos, que una confesión hecha al Señor, particular y sinceramente, es suficiente para el perdón; y ésto se explica en que es suficiente la contrición para el perdón y no hace falta la absolución. Aunque eso sí, debe ser hecha por un cristiano en comunión con la Iglesia, en la Iglesia.

"A quien perdonéis los pecados, les serán perdonados..." Esto da legitimidad al sacramento de la penitencia, pero no excluye otras formas por las cuales se puede dar el perdón de los pecados.

Sé que se ha criticado que los protestantes caemos en cierta subjetividad al hacerlo así, pero no me parece justo. El cristiano protestante no interpreta libremente qué es pecado y que no es pecado; debe examinar su conciencia (como cualquier católico) a la luz del magisterio de la Iglesia, que es en grado máximo la Palabra de Dios; pero también lo que la Iglesia manda y enseña. Luego, igual que cualquier católico, debe arrepentirse sinceramente y hacer propósito de no pecar más. La diferencia es que busca la absolución de su pecado sin necesidad de que medie un presbítero, y no hace este acto al margen de la Iglesia, sino siendo parte de la Iglesia.

Sobre este segundo punto los católicos compartimos algo parecido, pero distinguimos lo que es la regeneración en el bautismo y la divinización que tu llamas “regeneración”, que no es la misma visión ortodoxa (Theosis) a la naturaleza caída por la gracia que se da en el alma y por el bautismo.

Con lo que has dicho “El Espíritu Santo regenera la naturaleza del hombre desde el bautismo hasta la resurrección”, ¿esto no da cabida para el Purgatorio, indulgencias y obras piadosas como la oración por los hermanos difuntos? Porque si es cierto que existe una regeneración post-mortum implica que el alma continua santificándose “sic”; “hasta la resurrección”.


Es un tema delicado. No creemos, pues no encontramos asiento bíblico, que existan medios de salvación después de la muerte. Yo creo que ustedes piensan lo mismo. Cuando alguien se condena en esta vida ¿Puede salvarse en la próxima? Espero que digan que no.

Otro tema es el purgatorio. Sé que dicen que allí van también quienes se salvaron, pero a satisfacer cierta pena de los pecados. Nosotros creemos que no existe tal realidad, la pena de los pecados es regenerada gratuitamente por la acción del Espíritu Santo en esta vida. Entre la muerte natural y la resurrección de la carne, lo único que se espera es la resurrección de la carne y el juicio final. Serían dos cosas pendientes, un juicio universal y la glorificación de nuestra carne, algo que obrará el Espíritu Santo y será el final de esa "regeneración". Carne, que de todas formas, no nos acompañará tras la muerte; queda en este mundo, hecha ceniza y polvo.

Lo de la Theosis lo entiendo y sí, englobé ambas cosas con la palabra regeneración. Puede que tu lenguaje sea más técnico y mejor. Es, de todas formas, un tema del que no sé mucho...

Los anglicanos “si creen” que la concupiscencia sea pecado, pero esto no significa que los anglicanos “tengan la verdad sobre los católicos.” De hecho, el “Fomes peccati” es la expresión en latín con la cual el Concilio de Trento se refiere al reato, a la mancha, al estigma, al remanente, al reducto, a la herida dejada por el pecado original, lo cual nos hace proclives al mal, lo cual también se denomina precisamente “concupiscencia”.

La concupiscencia, que queda luego de la culpabilidad del pecado original es perdonada en el bautismo, no es pecadora al punto que no es consentida (Cf. Concilio tridentino, Sess. V, can. v)


Este es un tema muy complejo. Cuando el hombre no consiente en pecar, realmente hace lo correcto y eso es obra de la gracia de Dios. Pero su alma se encuentra en rebelión, nuestra inclinación al pecado, ante la santidad de Dios, es rebelión en si misma. Podríamos decir: "No tengo culpa de ser así" "Yo no consiento", pero sí tenemos culpa, culpa original. Puede parecernos injusto pensar que nuestras tentaciones rebelan de por sí la rebelión en la que estamos con Dios, pero es así. De todas formas podemos estar tranquilos pues es pecado perdona por Dios y Dios triunfará al final sobre él y no lo sufriremos más.

No confundir con la tentación del diablo, o la que se origina fuera de nosotros en otras personas... esa no demuestra pecado en nosotros. Son las que sufrió Jesús, que experimentó por la debilidad de su carne humana, pero se introdujeron en él; no partieron de él. (Sólo así puedo salvar este escoyo... aunque igual otros hermanos míos lo han explicado mejor, aquí delato mi ignorancia)


Esta visión me parece errada, no hay ningún pecado “que este siendo borrado”, el pecado se borra con el perdón o la justificación en el bautismo. El pecado es un acto, los actos no se sienten en las potencias del alma como las concupiscencias o las inclinaciones desordenadas que permanecen en el ser humano, y que no puede ser solamente “un pecado” en el alma, sino una inclinación latente en la carne. En consecuencia, . Las tentaciones de la carne por la concupiscencia no consentidas, no son pecados.


Pero hay un origen en esa inclinación latente, una causa que la provoca, y que no pudo desparecer; pues si lo hiciese entonces cesaría la inclinación. Yo le llamé rebelión, pero podría ser llamada de otra forma. El problema sería explicar: Si se ha borrado todo pecado en el hombre ¿Por qué sigue sufriendo tal inclinación a pecar? ¿Cuál es su origen? O peor ¿Qué la sostiene?. Pues algo se inclina hacia algo por la acción de otro algo que lo mueve... Y si todo pecado fue borrado, ¿Cómo se vuelve a introducir el pecado en el hombre cuando peca después del bautismo? ¿Le pasa lo que Adán y Eva? Debe haber pecado en el hombre para que se genere nuevo pecado. Como un veneno que se transmitió al hombre que nace y que perdura aún después del bautismo y por eso reaparece, aunque con dos importantes diferencias:

1. Judicialmente el hombre fue perdonado.
2. Comenzó la obra regeneradora del Espíritu Santo.

Si se enteran mis obispos de que estoy haciendo escolástica me excomulgan (es broma)

Ciertamente el pecado Dios no es la causa del mal moral, ni directa ni indirectamente, pero la manera como afecta el alma que si es materia es un misterio. Sin embargo aquí hay que distinguir entre pecado mortal, venial, y la concupiscencia, el pecado venial no obstruye en el alma la gracia ni la concupiscencia.


Sé que me estoy alargando y mucho. Espero que me disculpes.

Pero aquí se toca otro tema interesante. Los protestantes, sabrás, negamos eso de que pecas y si te coge la muerte... al infierno. La mortalidad del pecado sólo tiene tal efecto cuando se vive fuera de la gracia de Dios, en la gracia de Dios hay un perdón constante fruto de un arrepentimiento constante, el hombre que vive en la fe, fe vivida (fe con obras) aunque peque ahora y un minuto más tarde muera: se va al cielo.

Lo que pasa es que no hay que jugársela... no se juega con Dios. Se debe vivir el arrepentimiento con frecuencia, buscar también la confesión y después de haber pecado... buscar lo antes que podamos el perdón de Dios. Eso de dormirse en el "salvo siempre salvo" es un error enorme. Si Dios nos salva somos salvos, y si no hemos buscado la salvación, no lo somos.

Lo de los pecados veniales no lo acepto. Todo pecado es pecado mortal, y deja de ser mortal cuando es perdonado.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor jorge baca r » Sab Jul 09, 2011 1:58 pm

jorge baca r escribió:

Sobre este ultimo punto creo que hay una excepción con los anabaptistas, (que provienen del protestantismo histórico), y las demás corrientes que posteriormente brotaron de ellos mismos no creen en la regeneración bautismal.

Los católicos también creemos en el primer punto, ie. “Que el perdón de Dios deja sin efecto todos nuestros pecados sin excepción alguna. Somos devueltos judicialmente al estado de justicia original.” Con la excepción claro esta, de que se hace patente y se da por el sacramento del bautismo y la confesión, y no sobre un acto de sola fe, y por tanto es mas no es una imputación foránea desde la fe, sino por la gracia operante por la validez misma del carácter sacramental desde en interior de la creatura.


Creía que el catolicismo romano no tenía una teología desarrollada del pecado y el perdón desde un punto de vista jurídico.


A diferencia del protestantismo tradicional, la Iglesia siempre ha creído que al conferirles el mismo Cristo a sus propios vicarios la potestad de atar y desatar, los instituye como jueces (praesides et judices), sobre quienes todos los crímenes mortales en los que el creyente puede caer, deban ser revelados para que, de acuerdo con el poder de llaves, puedan pronunciar una sentencia de perdón o retención de los pecados. Por eso en el sacramento de la penitencia la potestad de perdonar los pecados es judicial, hay un juez, un reo, y una culpa, se realiza un juicio, se pronuncia una sentencia, y se impone un castigo o penitencia.

El sacerdote sin embargo dicta sentencia en el nombre y con la autoridad de Cristo, en consecuencia es el mismo Cristo representado en el sacerdote quien perdona y absuelve sirviéndose del sacerdote como instrumento. Lo mismo sucede en el bautismo, es Cristo quien bautiza.

Generalmente en los debates apologéticos es una cosa que se suele criticar de cierto tipo de protestantismo que sólo habla del perdón judicial; pero ahora entiendo que lo que criticáis es más bien el "sólo".


Bueno, ambas cosas. Lo que pasa es que para el catolicismo Cristo comunica su gracia mediante la encarnación o materialización de la acción invisible del Espíritu en los sacramentos. Por eso un acto perfecto de amor de nuestra parte o cualquier acto de fe no es suficiente para la remisión completa del pecado.

Los sacramentos no serían un problema insuperable. Al menos no el bautismo. El bautismo es necesario, o al menos el deseo del bautismo o el martirio (como bautismo de sangre) para recibir el Espíritu Santo, al menos sí es necesario en los infantes. En los adultos creo que esta recepción es anterior cuando creen, por la fe, y no cuando se administra el bautismo; ya que la conversión en un adulto no bautizado es suficiente para su salvación (y ésto es así porque tal conversión lleva implícito el deseo de recibir el bautismo, se sea consciente de que existe tal sacramento o no). El bautismo en los adultos sería más bien un sello y confirmación indeleble de que recibieron al Espíritu Santo cuando se convirtieron. ¿Parece un tema complejo verdad?


Bueno, en efecto lo es, es un tema complejo. Y pienso que es un punto central en el que ambas Iglesias la Anglicana y la Católica tienen que profundizar para entender la eclesiología y sacramentaria de cada cual y encontrar los puntos en común.

Para los católicos es algo parecido, en el caso de los adultos es preciso una preparación previa al bautismo (catecumenado). Adjunto como referencia lo del CIC #1248:

“El catecumenado, o formación de los catecúmenos, tiene por finalidad permitir a estos últimos, en respuesta a la iniciativa divina y en unión con una comunidad eclesial, llevar a madurez su conversión y su fe. Se trata de una "formación, aprendizaje o noviciado debidamente prolongado de la vida cristiana, en que los discípulos se unen con Cristo, su Maestro. Por lo tanto, hay que iniciar adecuadamente a los catecúmenos en el misterio de la salvación, en la práctica de las costumbres evangélicas y en los ritos sagrados que deben celebrarse en los tiempos sucesivos, e introducirlos en la vida de fe, la liturgia y la caridad del Pueblo de Dios" (AG 14; cf. Ritual de iniciación cristiana de adultos, Prenotandos 19; Ibíd., Sobre el tiempo del catecumenado y de sus ritos 98).”

Para los párvulos no se requiere este tiempo de adentramiento en la fe, creemos que el bautismo prevé al niño de la fe habitual, además de otras riquezas de la gracia.

Para los católicos es en el Sacramento de la Confirmación en donde (disculpando la redundancia), se confirma la fe recibida en el bautismo, pero además, hay un aumento de las virtudes teologales, y nos imprime en el alma un sello divino o carácter, propio de cada uno de los tres sacramentos que imprimen carácter.

En cuanto a la penitencia. Aquí sí que discrepamos. Nosotros creemos realmente en el sacramento de la penitencia, pero no en la necesidad de que se lleve a cabo mediante un ministro ordenado. Es bueno y aconsejable, y mejor en confesión auricular que en confesión general (como se incluye en la liturgia anglicana en todos los cultos de maitines, vísperas y cena del Señor cuando son realizados con un ministro ordenado). Lo que ocurre, es que creemos, que una confesión hecha al Señor, particular y sinceramente, es suficiente para el perdón; y ésto se explica en que es suficiente la contrición para el perdón y no hace falta la absolución. Aunque eso sí, debe ser hecha por un cristiano en comunión con la Iglesia, en la Iglesia.

"A quien perdonéis los pecados, les serán perdonados..." Esto da legitimidad al sacramento de la penitencia, pero no excluye otras formas por las cuales se puede dar el perdón de los pecados.

Sé que se ha criticado que los protestantes caemos en cierta subjetividad al hacerlo así, pero no me parece justo. El cristiano protestante no interpreta libremente qué es pecado y que no es pecado; debe examinar su conciencia (como cualquier católico) a la luz del magisterio de la Iglesia, que es en grado máximo la Palabra de Dios; pero también lo que la Iglesia manda y enseña. Luego, igual que cualquier católico, debe arrepentirse sinceramente y hacer propósito de no pecar más. La diferencia es que busca la absolución de su pecado sin necesidad de que medie un presbítero, y no hace este acto al margen de la Iglesia, sino siendo parte de la Iglesia.


Es cierto que discrepamos. Aunque es cierto que en la Católica es posible la administración del Sacramento de la Penitencia a un grupo de penitentes bajo ciertas normas; (CDC 964 § 1), el modo ordinario es la confesión individual (Ibid).

La penitencia para los católicos hemos argüido que:

a) Es un verdadero Sacramento de la nueva ley, pues en ella se dan todos los elementos de un verdadero Sacramento.
b) Fue conferido solamente a la Iglesia jerárquica como consta en la Escritura y no a todos los fieles. En los apóstoles precisamente se contenía esta estructura, y que había de continuar por todas las edades hasta la venida de Cristo.

Lo anterior se ve, en el mismo pasaje escritural referido por ti: —¡La paz sea con ustedes! —repitió Jesús—. Como el Padre me envió a mí, así yo los envío a ustedes. Juan 20:21. Se entiende por esto que si el Padre envió al Hijo con autoridad, sucesivamente el Hijo envía a la Iglesia Jerárquica de aquel entonces también con autoridad.

Sabemos también por la Escritura que se trata de un carisma diferente, pues si bien la contrición perfecta reconcilia al pecador con Dios (Jn 14:21; Lc 7:14), no por menos contiene el deseo implícito del verdadero Sacramento de la Reconciliación, como también el bautismo de deseo no destierra el bautismo natural.

La confesión auricular, y del modo como lo practica la Iglesia me parece que es mas meritorio y mas saludable, pues es mas difícil y hay mas dolo contándole los pecados a un ministro ordenado, que confesándolos desde tu propia conciencia a Dios. Además que el sacerdote pude tener palabras iluminadas por el Espíritu para ayudarte y guiarte en tu vida espiritual. Luego tenemos los pasos previos que debe considerar el penitente y la penitencia que es impuesta al final por una persona que ha sido entrada y capacitada en lo pastoral.

Sobre este segundo punto los católicos compartimos algo parecido, pero distinguimos lo que es la regeneración en el bautismo y la divinización que tu llamas “regeneración”, que no es la misma visión ortodoxa (Theosis) a la naturaleza caída por la gracia que se da en el alma y por el bautismo.

Con lo que has dicho “El Espíritu Santo regenera la naturaleza del hombre desde el bautismo hasta la resurrección”, ¿esto no da cabida para el Purgatorio, indulgencias y obras piadosas como la oración por los hermanos difuntos? Porque si es cierto que existe una regeneración post-mortum implica que el alma continua santificándose “sic”; “hasta la resurrección”.


Es un tema delicado. No creemos, pues no encontramos asiento bíblico, que existan medios de salvación después de la muerte. Yo creo que ustedes piensan lo mismo. Cuando alguien se condena en esta vida ¿Puede salvarse en la próxima? Espero que digan que no.


Lo que sucede es que el Purgatorio, Indulgencias, y sufragios por los muertos no tienen nada que ver con la justificación, sino con la santificación. Por eso el Purgatorio es solamente la ultima etapa de la santificación pero repito, no tiene nada que ver con la justificación. Sobre esto, creo que si existe bastante referencia bíblica.

Otro tema es el purgatorio. Sé que dicen que allí van también quienes se salvaron, pero a satisfacer cierta pena de los pecados. Nosotros creemos que no existe tal realidad, la pena de los pecados es regenerada gratuitamente por la acción del Espíritu Santo en esta vida. Entre la muerte natural y la resurrección de la carne, lo único que se espera es la resurrección de la carne y el juicio final. Serían dos cosas pendientes, un juicio universal y la glorificación de nuestra carne, algo que obrará el Espíritu Santo y será el final de esa "regeneración". Carne, que de todas formas, no nos acompañará tras la muerte; queda en este mundo, hecha ceniza y polvo.


En la Iglesia existe un amplio desarrollo teológico sobre las cuatro postrimerías; muerte, juicio, infierno y gloria, sobre esto creo que podría ser abordado mas a profundidad en otro tema.

Pero porque la ocasión lo amerita solo me limito a decir brevemente que los catolicos siempre hemos creído únicamente dos destinos eternos, el Cielo y el Infierno, “Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4): (CIC 1023)

Pero por otro lado los católicos entendemos una “media cocción” por así decirlo entre la santificación completa y la macula del pecado o la culpa que se encuentra en una etapa temporal, que conocemos como Purgatorio. Este punto de vista es bastante lógico pues nadie niega que exista entre la santificación en el alma un punto intermedio hacia la visión beatifica aquí en la tierra, y que por justicia divina pude ser extendido después de la muerte.

Lo de la Theosis lo entiendo y sí, englobé ambas cosas con la palabra regeneración. Puede que tu lenguaje sea más técnico y mejor. Es, de todas formas, un tema del que no sé mucho...

Los anglicanos “si creen” que la concupiscencia sea pecado, pero esto no significa que los anglicanos “tengan la verdad sobre los católicos.” De hecho, el “Fomes peccati” es la expresión en latín con la cual el Concilio de Trento se refiere al reato, a la mancha, al estigma, al remanente, al reducto, a la herida dejada por el pecado original, lo cual nos hace proclives al mal, lo cual también se denomina precisamente “concupiscencia”.

La concupiscencia, que queda luego de la culpabilidad del pecado original es perdonada en el bautismo, no es pecadora al punto que no es consentida (Cf. Concilio tridentino, Sess. V, can. v)


Este es un tema muy complejo. Cuando el hombre no consiente en pecar, realmente hace lo correcto y eso es obra de la gracia de Dios. Pero su alma se encuentra en rebelión, nuestra inclinación al pecado, ante la santidad de Dios, es rebelión en si misma. Podríamos decir: "No tengo culpa de ser así" "Yo no consiento", pero sí tenemos culpa, culpa original. Puede parecernos injusto pensar que nuestras tentaciones rebelan de por sí la rebelión en la que estamos con Dios, pero es así. De todas formas podemos estar tranquilos pues es pecado perdona por Dios y Dios triunfará al final sobre él y no lo sufriremos más.

No confundir con la tentación del diablo, o la que se origina fuera de nosotros en otras personas... esa no demuestra pecado en nosotros. Son las que sufrió Jesús, que experimentó por la debilidad de su carne humana, pero se introdujeron en él; no partieron de él. (Sólo así puedo salvar este escoyo... aunque igual otros hermanos míos lo han explicado mejor, aquí delato mi ignorancia)


Sobre este tema también existen en mi cabeza puntos inconexos, me limito y me subordino al la autoridad del Magisterio, es un tema que debo estudiar mas, y prefiero no hablar desatinadamente y apresuradamente sobre algo que no estoy del todo seguro.

Esta visión me parece errada, no hay ningún pecado “que este siendo borrado”, el pecado se borra con el perdón o la justificación en el bautismo. El pecado es un acto, los actos no se sienten en las potencias del alma como las concupiscencias o las inclinaciones desordenadas que permanecen en el ser humano, y que no puede ser solamente “un pecado” en el alma, sino una inclinación latente en la carne. En consecuencia, . Las tentaciones de la carne por la concupiscencia no consentidas, no son pecados.


Pero hay un origen en esa inclinación latente, una causa que la provoca, y que no pudo desparecer; pues si lo hiciese entonces cesaría la inclinación. Yo le llamé rebelión, pero podría ser llamada de otra forma.


El origen es sin duda el Pecado Original, y es valido creo yo llamarle rebelión, o una inclinación desordenada a las cosas del mundo y la carne.

El problema sería explicar: Si se ha borrado todo pecado en el hombre ¿Por qué sigue sufriendo tal inclinación a pecar? ¿Cuál es su origen? O peor ¿Qué la sostiene?. Pues algo se inclina hacia algo por la acción de otro algo que lo mueve... Y si todo pecado fue borrado, ¿Cómo se vuelve a introducir el pecado en el hombre cuando peca después del bautismo? ¿Le pasa lo que Adán y Eva? Debe haber pecado en el hombre para que se genere nuevo pecado. Como un veneno que se transmitió al hombre que nace y que perdura aún después del bautismo y por eso reaparece, aunque con dos importantes diferencias:

1. Judicialmente el hombre fue perdonado.
2. Comenzó la obra regeneradora del Espíritu Santo.


Creo que todos estos puntos ya los desenredo la Iglesia, y dictado la pena canónica sobre los diversos errores. Pero como había dicho que el pasado es un misterio, la Iglesia busca en esclarécelo un poco en la Revelación del Hijo en la Escritura y la revelación continuada en la Tradición, nosotros deberíamos hacer lo mismo para entender un poco mas su alcance y su efecto, y en esto a mi me falta profundizar y estudiar.

Cito de nuevo al Magisterio:

“La realidad del pecado, y más particularmente del pecado de los orígenes, sólo se esclarece a la luz de la Revelación divina. Sin el conocimiento que ésta nos da de Dios no se puede reconocer claramente el pecado, y se siente la tentación de explicarlo únicamente como un defecto de crecimiento, como una debilidad psicológica, un error, la consecuencia necesaria de una estructura social inadecuada, etc. Sólo en el conocimiento del designio de Dios sobre el hombre se comprende que el pecado es un abuso de la libertad que Dios da a las personas creadas para que puedan amarle y amarse mutuamente.

Con el desarrollo de la Revelación se va iluminando también la realidad del pecado. Aunque el Pueblo de Dios del Antiguo Testamento conoció de alguna manera la condición humana a la luz de la historia de la caída narrada en el Génesis, no podía alcanzar el significado último de esta historia que sólo se manifiesta a la luz de la Muerte y de la Resurrección de Jesucristo. Es preciso conocer a Cristo como fuente de la gracia para conocer a Adán como fuente del pecado. El Espíritu Paráclito, enviado por Cristo resucitado, es quien vino "a convencer al mundo en lo referente al pecado" (Jn 16,8) revelando al que es su Redentor.

La doctrina del pecado original es, por así decirlo, "el reverso" de la Buena Nueva de que Jesús es el Salvador de todos los hombres, que todos necesitan salvación y que la salvación es ofrecida a todos gracias a Cristo. La Iglesia, que tiene el sentido de Cristo sabe bien que no se puede lesionar la revelación del pecado original sin atentar contra el Misterio de Cristo.” (CIC 387-389).


Si se enteran mis obispos de que estoy haciendo escolástica me excomulgan (es broma)


No te preocupes, ya sabes que acá serás bienvenido ;) . De hecho a diferencia de los no-católicos que he dialogado, me parece que tienes un conocimiento mas hondo sobre varios cuestiones protestantes y católicas, y serias una buena pieza de la que el Señor se podría valer en la evangelización dentro del catolicismo. Y fuera de broma, espero de cualquier forma lo consideres.

Ciertamente el pecado Dios no es la causa del mal moral, ni directa ni indirectamente, pero la manera como afecta el alma que si es materia es un misterio. Sin embargo aquí hay que distinguir entre pecado mortal, venial, y la concupiscencia, el pecado venial no obstruye en el alma la gracia ni la concupiscencia.


Sé que me estoy alargando y mucho. Espero que me disculpes.

Pero aquí se toca otro tema interesante. Los protestantes, sabrás, negamos eso de que pecas y si te coge la muerte... al infierno. La mortalidad del pecado sólo tiene tal efecto cuando se vive fuera de la gracia de Dios, en la gracia de Dios hay un perdón constante fruto de un arrepentimiento constante, el hombre que vive en la fe, fe vivida (fe con obras) aunque peque ahora y un minuto más tarde muera: se va al cielo.


Aquí me parce que estas señalando dos casos opuestos y que deben ser distinguidos;

1. El que peca, mortal o venialmente y cree que esta en la gracia
2. Y el que peca mortal o venial y en efecto esta en gracia.

Es cierto que La mortalidad del pecado sólo tiene tal efecto cuando se vive fuera de la gracia, pero el pecado es precisamente un atento en contra de la gracia y una ruptura en la comunión con Dios (como en el caso de Adán). Por eso el que peca mortalmente poco antes de la muerte sin tener tiempo de hacer un acto de arremetimiento irremediablemente sufrirá las consecuencias inmediatas de su ultimo estado moral de su alma el infierno. En cambio, para la teología católica, los pecados veniales como mencionaba antes no rompen la gracia de Dios, y si la persona estaba en gracia y peco por un pecado venial no se condena, se salva. Por eso creo debemos distinguir de que tipo de pecados hablamos.

Lo que pasa es que no hay que jugársela... no se juega con Dios. Se debe vivir el arrepentimiento con frecuencia, buscar también la confesión y después de haber pecado... buscar lo antes que podamos el perdón de Dios. Eso de dormirse en el "salvo siempre salvo" es un error enorme. Si Dios nos salva somos salvos, y si no hemos buscado la salvación, no lo somos.

Lo de los pecados veniales no lo acepto. Todo pecado es pecado mortal, y deja de ser mortal cuando es perdonado.


Sobre el respecto estimado Nsegi la Iglesia también ha distinguido en el pecado personal un jerarquía en la gravedad de un pecado y en consecuencia su castigo. No es lo mismo robar que matar ni adulterar que mentir. Seria injusto de parte de Dios que tratara con la misma benignidad y justica cada acto de pecado.

Ésta fue siempre doctrina cierta y constante en la Iglesia. San Agustín escribió "No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna": El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la confesión...”

Dios te bendiga.
jorge baca r
 
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor nseigi » Sab Jul 09, 2011 10:58 pm

jorge baca r escribió:
A diferencia del protestantismo tradicional, la Iglesia siempre ha creído que al conferirles el mismo Cristo a sus propios vicarios la potestad de atar y desatar, los instituye como jueces (praesides et judices), sobre quienes todos los crímenes mortales en los que el creyente puede caer, deban ser revelados para que, de acuerdo con el poder de llaves, puedan pronunciar una sentencia de perdón o retención de los pecados. Por eso en el sacramento de la penitencia la potestad de perdonar los pecados es judicial, hay un juez, un reo, y una culpa, se realiza un juicio, se pronuncia una sentencia, y se impone un castigo o penitencia.

El sacerdote sin embargo dicta sentencia en el nombre y con la autoridad de Cristo, en consecuencia es el mismo Cristo representado en el sacerdote quien perdona y absuelve sirviéndose del sacerdote como instrumento. Lo mismo sucede en el bautismo, es Cristo quien bautiza.


Realmente sí hay una diferencia fundamental en este punto. Sin negar el ministerio ordenado, y nosotros creemos que debe establecerse por el sacramento del orden, en sucesión histórica, según ordena la liturgia y con la intención recta que tiene la Iglesia; también creemos en el sacerdocio universal de todos los creyentes. Sé que los católicos también habláis de un sacerdocio común...

Las Iglesias episcopales creemos que no hay iglesia sin sus obispos y presbíteros, de ellos depende la unidad doctrinal, el cuidado de la Iglesia en lo material y espiritual y sacramentos como: la eucaristía, la confirmación, el mismo orden... pero de algún modo entendemos que por el sacerdocio universal sí se podrían dar fuera del ministerio ordenado. Lo que ocurre es que es discutible, según nuestro modo de ver, que las iglesias que rompieron con esta sucesión histórica no tengan ya ministros válidos; pues siguen formando ancianos y algunas obispos según un modo de hacer que podría ser válido. Habría que estudiar cada caso de forma individual.

Con todo, me remito al magisterio de mi Iglesia, que cree totalmente necesario e indispensable la ordenación de los ministros que provengan de iglesias que no sean la luterana (y hay que estudiar el caso), la católica (que se acepta de oficio siempre) y la ortodoxa (que se estudia también cada caso, pues hay algunas sectas ortodoxas que complican las cosas). De hecho los anglicanos desde el siglo XIX tuvimos que revisar todas nuestras ordenaciones, hoy en día, según nuestra perspectiva está resuelto totalmente.

En cuanto a la confesión, creemos en esa doble vía. Un arrepentimiento verdadero es tan valido para el perdón de los pecados como lo mismo con la debida absolución. Pero, no sé si sabrás, igual que las iglesias ortodoxas creemos que el ministro aunque actúa "in persona Christi" no necesita de formular: "Yo te absuelvo de tus pecados", sino que lo más común es: "Dios te perdona" etc... Aún así no hacemos ésto más que por tradición, no hay una razón de fondo, pues en el bautismo sí que seguimos la formulación latina: "Yo te bautizo en el nombre..." y no la ortodoxa: "El siervo de Dios es bautizado en el nombre..."

Aunque no lleguemos a un acuerdo en ésto, me gusta que compartamos; todo sea "Ad maiorem dei gloria"

Bueno, ambas cosas. Lo que pasa es que para el catolicismo Cristo comunica su gracia mediante la encarnación o materialización de la acción invisible del Espíritu en los sacramentos. Por eso un acto perfecto de amor de nuestra parte o cualquier acto de fe no es suficiente para la remisión completa del pecado.


Cuidado, pensamos lo mismo de los sacramentos. Son medios eficaces de la gracia de Dios. Tenemos diferencias en cuento a la operación de ésta gracia y todos esos prefijos latinos de: "ex", "in", "pro"... pero hay algo claro y común (espero), el ministro actúa "in persona Christi" y mediante el sacramento "actúa eficaz y realmente la gracia". No son sólo símbolos, recordatorios etc... de algo. Por ejemplo véase la Eucaristía, en la que creo que actualmente podrías tener aún más acuerdo que en este tema. Podríamos abrir un epígrafe sobre ese tema, que es apasionante...

Bueno, en efecto lo es, es un tema complejo. Y pienso que es un punto central en el que ambas Iglesias la Anglicana y la Católica tienen que profundizar para entender la eclesiología y sacramentaria de cada cual y encontrar los puntos en común.


Y de hecho lo hacemos.

*Con el bautismo ya hemos firmado muchos acuerdos, sobre todo a nivel local de conferencias episcopales etc... Creo que a groso modo mantenemos la misma y exacta fe católica (universal).

* Con la Eucaristía podríamos avanzar mucho. Tenemos muchos puntos en común.

* Con la Confirmación: que es un sacramento muy poco desarrollado en la teología anglicana... pues no habría problemas. De hecho, la mayoría de los anglicanos sostienen la misma doctrina que la Iglesia Católica; para otros no es más que una recepción en la Iglesia. Pero no se debe confundir, la recepción es algo que se hace, por ejemplo, a un católico-romano que ingresa en la Iglesia Anglicana y ya está confirmado (no se le re-confirma), pero hay casos en los que sí, y eso produce cierta confusión a la hora de tratar este sacramento con ustedes. La confirmación ortodoxa (que reciben de bebés) se repite casi siempre, otro escoyo...

* La Penitencia: es tema a parte, como estamos viendo. Pero existe y es una asignatura pendiente.

* El matrimonio: Como sabrás hay diferencias importantes.

* El orden sacerdotal: Se entiende casi igual, y aquí el movimiento de Oxford en el siglo XIX tuvo mucho que ver.

* La unción de enfermos: es el sacramento "pobre", del que más me cuesta encontrar información. Pero está ahí.

Para los católicos es algo parecido, en el caso de los adultos es preciso una preparación previa al bautismo (catecumenado). Adjunto como referencia lo del CIC #1248:

Para los párvulos no se requiere este tiempo de adentramiento en la fe, creemos que el bautismo prevé al niño de la fe habitual, además de otras riquezas de la gracia.

Para los católicos es en el Sacramento de la Confirmación en donde (disculpando la redundancia), se confirma la fe recibida en el bautismo, pero además, hay un aumento de las virtudes teologales, y nos imprime en el alma un sello divino o carácter, propio de cada uno de los tres sacramentos que imprimen carácter.


En ésto no discrepo.

Es cierto que discrepamos. Aunque es cierto que en la Católica es posible la administración del Sacramento de la Penitencia a un grupo de penitentes bajo ciertas normas; (CDC 964 § 1), el modo ordinario es la confesión individual (Ibid).


En la anglicana viene siendo más ordinario la confesión general en la liturgia... Pero desde luego la auricular goza de ciertas ventajas.

No estoy en absoluto de acuerdo con que la auricular sea mejor porque aumente el "dolo", no debería ser aceptable en ningún cristiano, entender como un mérito o una ventaja, el que le vaya a costar más confesarse porque le de vergüenza o se le haga más difícil el hacerlo con un ministro. El dolor es ante Dios y la vergüenza igual, es ante Él ante quien nos debe importar. No veo beneficio alguno para la salud del alma en eso.

Pero sí acepto que es mejor por los consejos que te pueda dar el ministro, es indiscutible.

Habría un punto y a parte en los pecados que implican una ruptura del testimonio cristiano y que afectan directamente a la Iglesia. Por ejemplo, aquellos que por su gravedad hieren a los hermanos o la Iglesia: la herejía contumaz, las calumnias a un ministro o un hermano en relación con su vida en la iglesia, el escándalo, y también todos cuántos son merecedores de una excomunión formal (no latae sententia). En estos caso lo correcto es confesarse con un ministro, hacerlos públicos y pedir perdón si fuese el caso a los ofendidos. Pues debe ser reparado el mal hecho a los hombres también, o en lenguaje protestante: a la iglesia visible.


Lo que sucede es que el Purgatorio, Indulgencias, y sufragios por los muertos no tienen nada que ver con la justificación, sino con la santificación. Por eso el Purgatorio es solamente la ultima etapa de la santificación pero repito, no tiene nada que ver con la justificación. Sobre esto, creo que si existe bastante referencia bíblica.

En la Iglesia existe un amplio desarrollo teológico sobre las cuatro postrimerías; muerte, juicio, infierno y gloria, sobre esto creo que podría ser abordado mas a profundidad en otro tema.

Pero porque la ocasión lo amerita solo me limito a decir brevemente que los catolicos siempre hemos creído únicamente dos destinos eternos, el Cielo y el Infierno, “Los que mueren en la gracia y la amistad de Dios y están perfectamente purificados, viven para siempre con Cristo. Son para siempre semejantes a Dios, porque lo ven "tal cual es" (1 Jn 3, 2), cara a cara (cf. 1 Co 13, 12; Ap 22, 4): (CIC 1023)

Pero por otro lado los católicos entendemos una “media cocción” por así decirlo entre la santificación completa y la macula del pecado o la culpa que se encuentra en una etapa temporal, que conocemos como Purgatorio. Este punto de vista es bastante lógico pues nadie niega que exista entre la santificación en el alma un punto intermedio hacia la visión beatifica aquí en la tierra, y que por justicia divina pude ser extendido después de la muerte.


Entiendo lo que dices. Obviamente sí hay una diferencia importante. Aunque obviamente compartimos la misma visión de dos destinos eternos.

Sobre este tema también existen en mi cabeza puntos inconexos, me limito y me subordino al la autoridad del Magisterio, es un tema que debo estudiar mas, y prefiero no hablar desatinadamente y apresuradamente sobre algo que no estoy del todo seguro.


Voy a hacer lo mismo. Mejor no profundizo en este apartado porque tampoco conozco muy bien el magisterio de mi Iglesia, ni argumentos bíblicos que puedan ilustrarlo bien.

El origen es sin duda el Pecado Original, y es valido creo yo llamarle rebelión, o una inclinación desordenada a las cosas del mundo y la carne.


Cierto.

No te preocupes, ya sabes que acá serás bienvenido ;) . De hecho a diferencia de los no-católicos que he dialogado, me parece que tienes un conocimiento mas hondo sobre varios cuestiones protestantes y católicas, y serias una buena pieza de la que el Señor se podría valer en la evangelización dentro del catolicismo. Y fuera de broma, espero de cualquier forma lo consideres.


Tengo una visión distinta de lo que es la Iglesia y por eso no puedo aceptar tu invitación. Católica o anglicana, es la misma una, santa, católica y apostólica Iglesia. Existen diferencias doctrinales, pero prefiero verlo en un contexto de dialéctica histórica de la explicación y entendimiento de la fe y la vida eclesial, guíada por el Espíritu Santo que como otra cosa. Y esto lo veo así porque la unidad está garantizada totalmente en Cristo y en la vida de cada auténtico cristiano en Cristo. No soy un relativista y sí creo que la verdad es una, algunos participamos de un modo más pleno de ella que otros, pero muchos suficientemente para ser justificados y parte de la misma. El bautismo es medio y signo visible y objetivo de esta unidad, tenemos un sólo bautismo para el perdón de los pecados.

Aquí me parce que estas señalando dos casos opuestos y que deben ser distinguidos;

1. El que peca, mortal o venialmente y cree que esta en la gracia
2. Y el que peca mortal o venial y en efecto esta en gracia.

Es cierto que La mortalidad del pecado sólo tiene tal efecto cuando se vive fuera de la gracia, pero el pecado es precisamente un atento en contra de la gracia y una ruptura en la comunión con Dios (como en el caso de Adán). Por eso el que peca mortalmente poco antes de la muerte sin tener tiempo de hacer un acto de arremetimiento irremediablemente sufrirá las consecuencias inmediatas de su ultimo estado moral de su alma el infierno. En cambio, para la teología católica, los pecados veniales como mencionaba antes no rompen la gracia de Dios, y si la persona estaba en gracia y peco por un pecado venial no se condena, se salva. Por eso creo debemos distinguir de que tipo de pecados hablamos.

Sobre el respecto estimado Nsegi la Iglesia también ha distinguido en el pecado personal un jerarquía en la gravedad de un pecado y en consecuencia su castigo. No es lo mismo robar que matar ni adulterar que mentir. Seria injusto de parte de Dios que tratara con la misma benignidad y justica cada acto de pecado.

Ésta fue siempre doctrina cierta y constante en la Iglesia. San Agustín escribió "No priva de la gracia santificante, de la amistad con Dios, de la caridad, ni, por tanto, de la bienaventuranza eterna": El hombre, mientras permanece en la carne, no puede evitar todo pecado, al menos los pecados leves. Pero estos pecados, que llamamos leves, no los consideres poca cosa: si los tienes por tales cuando los pesas, tiembla cuando los cuentas. Muchos objetos pequeños hacen una gran masa; muchas gotas de agua llenan un río. Muchos granos hacen un montón. ¿Cuál es entonces nuestra esperanza? Ante todo, la confesión...”


Aquí estoy totalmente en desacuerdo. Los pecados tiene diversa gravedad, en eso estoy de acuerdo. Pero todo pecado es pecado mortal. En el estado de justicia no hay lugar para pecados pequeños, no hay pecado.

Lo que ocurre es que no creemos, de hecho aquí si que somos tajantes, en que alguien que vive cristianamente y peca pierda el estado de gracia. No hacemos depender el perdón de los pecados exclusivamente del sacramento de la penitencia, ni siquiera de un acto puntual de arrepentimiento.

Alguien que vive en la virtud o costumbre del arrepentimiento, frecuenta los sacramentos etc.. es alguien que vive en amistad con Dios, en el amor de Dios y bajo la gracia de Dios. La gracia de Dios no es algo que entra y sale del hombre, se recibe una vez y para siempre. En esto somos calvinistas, lo sé. No negamos que no se pueda perder este estado de gracia, no vamos tan lejos: apostatar es algo que sí tiene tal efecto. Pero tampoco vamos al extremo de que un solo pecado tenga este efecto.

Hasta aquí parece herejía lo que he dicho, de hecho lo es, sino se entiende del siguiente modo. No digo que Dios cubra sus pecados como olvidándolos, claro que los perdona, y lo hace real y eficazmente. Y le perdona, porque esta perdona vive en el perdón de Dios, se ha puesto bajo su gracia en el pasado y desea seguir viviendo en ella.

Voy a poner un ejemplo que mejor ilustra lo que digo:

a) Una persona en Gracia peca.
b) Dios que conoce su corazón y sabe que vive en amistad con él y que se iba a arrepentir le perdona, aunque él no haya tenido tiempo para hacerlo.

Sería distinto si alguien:

a) Una persona en Gracia, rechaza su vida cristiana, no desea el perdón de Dios, se revela contra Dios y renuncia a su amor. En este caso Dios no le perdona, porque Dios no obliga a nadie a salvarse.

Dios te bendiga.
Quid ergo fecit te, non te iustificat sine te (St. Agustinus)
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor eagleheart » Dom Jul 10, 2011 5:16 am

Yo no puedo ver a la Iglesia sin los Apóstoles a la cabeza, y no puedo ver a los Apóstoles sin Pedro como el príncipe de ellos. Eso de que ahora "todos dispersos sin orden pero somos la misma"... no me cuadra.

Salu2. Paz y Bien.
¿Por qué andas ansioso, hombrecillo, buscando por doquiera los bienes del cuerpo y del alma? Ama el verdadero Bien en el que están todos los bienes, y basta. San Anselmo de Canterbury.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor jorge baca r » Lun Jul 11, 2011 6:53 pm

En cuanto a la confesión, creemos en esa doble vía. Un arrepentimiento verdadero es tan valido para el perdón de los pecados como lo mismo con la debida absolución. Pero, no sé si sabrás, igual que las iglesias ortodoxas creemos que el ministro aunque actúa "in persona Christi" no necesita de formular: "Yo te absuelvo de tus pecados", sino que lo más común es: "Dios te perdona" etc... Aún así no hacemos ésto más que por tradición, no hay una razón de fondo, pues en el bautismo sí que seguimos la formulación latina: "Yo te bautizo en el nombre..." y no la ortodoxa: "El siervo de Dios es bautizado en el nombre..."

Aunque no lleguemos a un acuerdo en ésto, me gusta que compartamos; todo sea "Ad maiorem dei gloria"


Es cierto que también sobre este punto ortodoxos, católicos y anglicanos compartimos algunas cosas litúrgicas en común, y es cierto que la absolución es también una parte del ritual anglicano hasta donde yo se. Pero la Penitencia no es considerada como uno de los sacramentos instituidos por Cristo, como lo reconoce la Iglesia Católica y Ortodoxa, y creemos que para que sea eficaz, la absolución requiere un verdadero arrepentimiento del pecado y un firme propósito de enmienda por parte del penitente. Para la Iglesia Latina la absolución forma parte del sacramento, definida también en Trento (cf. Dz 896).

Bueno, ambas cosas. Lo que pasa es que para el catolicismo Cristo comunica su gracia mediante la encarnación o materialización de la acción invisible del Espíritu en los sacramentos. Por eso un acto perfecto de amor de nuestra parte o cualquier acto de fe no es suficiente para la remisión completa del pecado.


Cuidado, pensamos lo mismo de los sacramentos. Son medios eficaces de la gracia de Dios. Tenemos diferencias en cuento a la operación de ésta gracia y todos esos prefijos latinos de: "ex", "in", "pro"... pero hay algo claro y común (espero), el ministro actúa "in persona Christi" y mediante el sacramento "actúa eficaz y realmente la gracia". No son sólo símbolos, recordatorios etc... de algo. Por ejemplo véase la Eucaristía, en la que creo que actualmente podrías tener aún más acuerdo que en este tema. Podríamos abrir un epígrafe sobre ese tema, que es apasionante...


Seria interesante también sin duda tratar el tema de la Eucaristía, seguramente ya se habrán tratado este tema en el pasado. Se que los anglicanos creen en la presencia real, niegan el cambio sustancial. Pero ojala y algún día pudiéramos dialogar sobre este otro Sacramento. Y estoy de acuerdo en cuanto que a los sacramentos “no son solo símbolos vacíos", y para nosotros ninguno de los 7 sacramentos los son, y en efecto creemos que si producen realmente la gracia en al alma

Pero no entendí bien tu respuesta inicial, “cuidado, pensamos lo mismo de los sacramentos”. ¿Podrías plantearla de otro modo? O a que te referiste con esto?

En la anglicana viene siendo más ordinario la confesión general en la liturgia... Pero desde luego la auricular goza de ciertas ventajas.

No estoy en absoluto de acuerdo con que la auricular sea mejor porque aumente el "dolo", no debería ser aceptable en ningún cristiano, entender como un mérito o una ventaja, el que le vaya a costar más confesarse porque le de vergüenza o se le haga más difícil el hacerlo con un ministro. El dolor es ante Dios y la vergüenza igual, es ante Él ante quien nos debe importar. No veo beneficio alguno para la salud del alma en eso.

Pero sí acepto que es mejor por los consejos que te pueda dar el ministro, es indiscutible.


Se acepta que en no debemos buscar algún mérito o una ventaja, el saber que nos podría a costar más confesarse porque le de vergüenza o se le haga más difícil el hacerlo con un ministro ordenado y que el dolor es ante Dios y la vergüenza igual pero este es el otro extremo. Pero un sano sentimiento de vergüenza a tener que ir con el sacerdote puede evitarme a cometer pecados graves, o los mismos pecados. Claro que esto no debe evitarnos de ningún modo no acudir a la Confesión. Sobre el dolor de cada persona pudiera ser discutible, pero aun así y en lo personal es mas saludable como del modo auricular, y de tow a tow en al modo católico. Claro que deben de existir justificaciones mas adecuadas de las que he presentado para el uso tradicional de la Iglesia para la confesión de pecados pero en cualquier caso, esto es secundario para lo que venimos tratando.

Habría un punto y a parte en los pecados que implican una ruptura del testimonio cristiano y que afectan directamente a la Iglesia. Por ejemplo, aquellos que por su gravedad hieren a los hermanos o la Iglesia: la herejía contumaz, las calumnias a un ministro o un hermano en relación con su vida en la iglesia, el escándalo, y también todos cuántos son merecedores de una excomunión formal (no latae sententia). En estos caso lo correcto es confesarse con un ministro, hacerlos públicos y pedir perdón si fuese el caso a los ofendidos. Pues debe ser reparado el mal hecho a los hombres también, o en lenguaje protestante: a la iglesia visible.


La Católica por el contrario como había ya mencionado, tolera la confesión grupal, mas solo en casos graves o otros motivos. Precisamente por lo que ya se ha dicho de que la confesión es un encuentro personal ente el penitente y Dios, usando como instrumento el sacerdote, también como ya se ha dicho "in persona Christi”; (actuar In Persona Christi significa actuar como Cristo mismo, nuestro Señor y Sumo Sacerdote ante Dios Padre). Precisamente por eso la Iglesia orden este practica como personal e auricular.

Enseñaba JPII al respecto:

“La Iglesia, pues, observando fielmente la praxis plurisecular del Sacramento de la Penitencia —la práctica de la confesión individual, unida al acto personal de dolor y al propósito de la enmienda y satisfacción— defiende el derecho particular del alma. Es el derecho a un encuentro del hombre más personal con Cristo crucificado que perdona, con Cristo que dice, por medio del ministro del sacramento de la Reconciliación: «tus pecados te son perdonados»; «vete y no peques más». Como es evidente, éste es al mismo tiempo el derecho de Cristo mismo hacia cada hombre redimido por Él. Es el derecho a encontrarse con cada uno de nosotros en aquel momento-clave de la vida del alma, que es el momento de la conversión y del perdón. La Iglesia, custodiando el sacramento de la Penitencia, afirma expresamente su fe en el misterio de la Redención, como realidad viva y vivificante, que corresponde a la verdad interior del hombre, corresponde a la culpabilidad humana y también a los deseos de la conciencia humana. «Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán hartos».El sacramento de la Penitencia es el medio para saciar al hombre con la justicia que proviene del mismo Redentor. (Redemptor hom, 20).

Entiendo lo que dices. Obviamente sí hay una diferencia importante. Aunque obviamente compartimos la misma visión de dos destinos eternos.


No conozco en realidad mucho de la escatología anglicana, pero creo que también debe éster en acuerdo sobre los puntos mas importantes.

Aquí estoy totalmente en desacuerdo. Los pecados tiene diversa gravedad, en eso estoy de acuerdo. Pero todo pecado es pecado mortal. En el estado de justicia no hay lugar para pecados pequeños, no hay pecado
.

Precisamente porque existe diversa gravedad de pecados, la justicia es proporcional, (Cf. Mat 25:28; 23:15), y porque existe diversidad en el pecado no todo los pecados son mortales. Esta distinción esta bien marcada en las Escrituras, que habla de dos tipos de pecados, unos que producen la muerte y excluyen del Reino de los Cielos (1ª Cor 6:4-10; Gál 5:19-21; Efesios 5:3-5; Col 3:5-10; Heb13:4-5; etc…).

En cambio existen otro tipo de pecado que no es mortal en los que el justo mismo cae varias veces al día, pero no excluyen de la amistad con Dios (non ad mortem). "El justo, aunque caiga siete veces se levanta" (Prov 24;16).

Lo que ocurre es que no creemos, de hecho aquí si que somos tajantes, en que alguien que vive cristianamente y peca pierda el estado de gracia.


Esto no es posible, porque como enseña Santo Tomas; "...cualquier pecado mortal es contrario a la caridad, que es la raíz de todas las virtudes infusas, en cuanto virtudes; y así, por un solo acto de pecado mortal, destruida la caridad, se destruyen, consiguientemente, todas las virtudes infusas en cuanto a su razón de virtudes." San Pablo lo pone de esta manera; “El pecado paga un salario, y es la muerte.” (Rom 6:23). O estas en pecado o estas en gracia, no pueden cohabitar el uno con el otro en el alma cuando el pecado es mortal.

No hacemos depender el perdón de los pecados exclusivamente del sacramento de la penitencia, ni siquiera de un acto puntual de arrepentimiento.


Los católicos tampoco, precisamente porque las disposiciones del penitente constituyen la materia del Sacramento, (i.e., confesión/satisfacción/contrición). Creemos sin embargo que una contrición perfecta puede reconciliarnos con Dios, en cuanto a que sea universal (que se extienda o todos los pecados graves cometidos), y que por otro lado no presupone excluir el Sacramento de la Confesión.

Alguien que vive en la virtud o costumbre del arrepentimiento, frecuenta los sacramentos etc.. es alguien que vive en amistad con Dios, en el amor de Dios y bajo la gracia de Dios.


Esto es correcto, porque su condición espiritual no le prohíbe frecuentar los demás Sacramentos. Y en efecto; vive en la amistad de Dios, en el amor de Dios y bajo su gracia, y por tanto sus actos son mas meritorios.

La gracia de Dios no es algo que entra y sale del hombre, se recibe una vez y para siempre. En esto somos calvinistas, lo sé. No negamos que no se pueda perder este estado de gracia, no vamos tan lejos: apostatar es algo que sí tiene tal efecto. Pero tampoco vamos al extremo de que un solo pecado tenga este efecto.


Sobre la gracia también nosotros los católicos distinguimos en ella una división entre gracia habitual o santificante (santificante porque santifica per se al hombre haciéndole vivir en estado de gracia), y gracia actual, o temporal. No negamos que la gracia se reciba de una vez y para siempre, negamos que permanezca en el alma tras un pecado grave. Y en parte apoyándome en lo mismo que has dicho, pues la apostasía no solamente remite a un abandono de una institución religiosa, sino puede darse entre dos cónyuges, o cuando una persona se excomulga al casarse fuera de la Iglesia, rompe el vinculo de la gracia con Dios, y al excluirse del flujo de la gracia divina.

Ahora, no es lo mismo apostasía que laxitud. Puede haber un católico o una anglicano laxo (de hecho hay muchos), que no lea la Biblia o realice actos píos, o recen de vez en cuando. La raíz de su negligencia es pura pereza, pero la pereza es un vicio vencible, el pecado venial se llama así de “venia” (perdón) porque alcanza perdón, y como dije no destruye la caridad, aunque si la lastima, y no rompe la gracia, aunque si la disminuye a diferencia de un pecado mayor como el adulterio que si la destruye
(v.gr., Mat 5:28).


Hasta aquí parece herejía lo que he dicho, de hecho lo es, sino se entiende del siguiente modo. No digo que Dios cubra sus pecados como olvidándolos, claro que los perdona, y lo hace real y eficazmente. Y le perdona, porque esta perdona vive en el perdón de Dios, se ha puesto bajo su gracia en el pasado y desea seguir viviendo en ella.

Voy a poner un ejemplo que mejor ilustra lo que digo:

a) Una persona en Gracia peca.

b) Dios que conoce su corazón y sabe que vive en amistad con él y que se iba a arrepentir le perdona, aunque él no haya tenido tiempo para hacerlo.

Sería distinto si alguien:

a) Una persona en Gracia, rechaza su vida cristiana, no desea el perdón de Dios, se revela contra Dios y renuncia a su amor. En este caso Dios no le perdona, porque Dios no obliga a nadie a salvarse.

Dios te bendiga.


Pues creo que si una persona ha determinado en su corazón seguir firmemente a Cristo hace lo posible por no pecar. Segundo, no me parece correcta tampoco la segunda ilustración, porque seria como tentar a Dios, apelando a su benevolencia y a la falta de tiempo para excusar el pecado. En esto creo intuir una reminiscencia luterano/calvinista. Dios no se hace de la vista gorda ante la realidad del pecado, como tampoco existe una condición estable de la gracia tras el pecado.

Por eso creo que una cosa es que; Dios conozca el corazón del hombre en su eterno presente, una persona que en realidad viva en amistad con El por la gracia, el que duda o el tibio, y quien se alejo de el por el pecado, y el que por el arrepentimiento esta en camino de la conversión y reconciliación por la caridad perfecta y el Sacramento de la Penitencia.

Bendiciones.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor Ictus » Lun Jul 11, 2011 7:58 pm

Ha sido muy interesante lo profundizado por Jorge y Nseigi, pero se han desviado del tema. si bien la gracia es la fuente para entender este tema, creo que se desviaron un poco.

Saludos,
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor Ictus » Mar Jul 12, 2011 10:00 am

nseigi escribió:El protestantismo histórico jamás ha sostenido, hasta donde yo conozco (soy anglicano) que la gracia no pueda elevar la naturaleza caída, claro que puede; y entendemos dos dimensiones de lo mismo:

1. El perdón de Dios deja sin efecto todos nuestros pecados sin excepción alguna. Somos devueltos judicialmente al estado de justicia original. (Esto te sonará a lo típico protestante)

Piensas que el protestantismo puede considerar que la gracia eleva la naturaleza caída, cuando simplemente la justificación es un simple arropar de la justicia de Cristo para tapar los pecados?? No veo donde Lutero al considerar la depravación del hombre pueda dar pie a que la gracia lo regeneró y lo hizo verdaderamente justo y no un simple "nombre" o "título" dado por Dios.
Me gustaría que pudieras traer donde la Teología protestante enseñe que la gracia si eleva la naturaleza caída y como lo hace.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor eagleheart » Mar Jul 12, 2011 11:55 am

    El protestantismo histórico jamás ha sostenido, hasta donde yo conozco (soy anglicano) que la gracia no pueda elevar la naturaleza caída, claro que puede; y entendemos dos dimensiones de lo mismo:
Que yo sepa, Lutero no lo entendía así.

Salu2. Paz y Bien.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor nseigi » Mar Jul 12, 2011 5:42 pm

Ictus escribió:Piensas que el protestantismo puede considerar que la gracia eleva la naturaleza caída, cuando simplemente la justificación es un simple arropar de la justicia de Cristo para tapar los pecados?? No veo donde Lutero al considerar la depravación del hombre pueda dar pie a que la gracia lo regeneró y lo hizo verdaderamente justo y no un simple "nombre" o "título" dado por Dios.
Me gustaría que pudieras traer donde la Teología protestante enseñe que la gracia si eleva la naturaleza caída y como lo hace.


eagleheart escribió:
    El protestantismo histórico jamás ha sostenido, hasta donde yo conozco (soy anglicano) que la gracia no pueda elevar la naturaleza caída, claro que puede; y entendemos dos dimensiones de lo mismo:
Que yo sepa, Lutero no lo entendía así.


Bien. Os voy a dar pruebas y lo explicaré lo mejor que pueda. Pero antes, permitidme comentar una cosa.

No os podéis ni imaginar la enorme cantidad de prejuicios que católicos y protestantes tienen unos de los otros. Los que somos anglicanos hemos sido saco de boxeo de todos, es paradójico pero es así. Para los puritanos somos personas que obedecen al Papa y para los católico-romanos herejes protestantes. Yo creo que el mayor logro del ecumenismo ha sido y será por bastante tiempo, el que podamos conocernos mutuamente en un ambiente relajado, sin guerras ni excomuniones.

Ahora voy con la cuestión que ambos planteáis. Es herejía, y muy grave, creer que el hombre no experimenta una renovación interior y real, acción del Espíritu Santo en él, que borra sus pecados y lo santifica. Aquí diferenciamos justificación y santificación, ambas se dan por igual y al mismo tiempo, son ambas fruto de la gracia de Dios y no hay santo que no sea justificado ni justificado que en algún grado no sea santo. Esto es doctrina común de todas las Iglesia protestantes hasta donde alcanza mi conocimiento. Ahora voy a poner fuentes.

LUTERANOS
>>>

Fórmula de Concordia:
SEGUNDA PARTE: DECLARACIÓN SÓLIDA
Repetición y Declaración Sólida,
Correcta y Clara de Algunos Artículos de La Confesión de Augsburgo
I. Pecado Original (párrafo 11b)


"Además, la naturaleza humana, que por causa de ese mal es perversa y totalmente corrupta, no
puede ser sanada sino por medio de la regeneración y la renovación del Espíritu Santo, obra que
sólo tiene su comienzo en esta vida, pero que será perfecta en la vida venidera."

>>>

Catecismo de Heildelberg

69. Pregunta: ¿Por qué el Santo bautismo te asegura y recuerda que eres participante de aquel único sacrificio de Cristo, hecho en la Cruz?
Respuesta: Porque Cristo ha instituido (a), el lavamiento exterior del agua, añadiendo esta promesa (b), que tan ciertamente soy lavado con su sangre y Espíritu de las inmundicias de mi alma, es a saber, de todos mis pecados (c), como soy rociado y lavado exteriormente con el agua, con la cual se suelen limpiar las suciedades del cuerpo.
a. Mateo 28:19.-b. Mateo 28:19; Marcos 16:16 Hechos 2:38; Juan 1:33; Mateo 3:11; Romanos 6:3, 4.-c. 1 Pedro 3:21; Marcos 1:4; Lucas 3:3. ?

70. Pregunta: ¿Qué es ser lavado con la sangre y el Espíritu de Cristo?
Respuesta: Es recibir de la gracia de Dios, la remisión de los pecados, por la sangre de Cristo, que derramó por nosotros en su sacrificio en la Cruz (a). Y también ser renovados y santificados por el Espíritu Santo, para ser miembros de Cristo, a fin de que muramos al pecado y vivamos santa e irreprensiblemente (b).
a. Hebreos 12:24; 1 Pedro 1:2; Apocalipsis 1:5; Apocalipsis 7:14; Zacarías 13:1; Ezequiel 36:25.-b. Juan 1:33; Juan 3:5; 1 Corintios 6:11; 1 Corintios 12:13; Romanos 6:4; Colosenses 2:12.

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CALVINISTAS

Confesión de Westminster, Capítulo 13

CAPITULO 13: LA SANTIFICACION

I. Aquellos que son llamados eficazmente y regenerados, teniendo creados un nuevo corazón y un nuevo espíritu en ellos, son además santificados real y personalmente por medio de la virtud de la muerte y la resurrección de Cristo, (1) por su Palabra y Espíritu que mora en ellos; (2) el dominio del pecado sobre el cuerpo entero es destruido, (3) y las diversas concupiscencia de él son debilitadas y mortificadas más y más, (4) y los llamados son más y más fortalecidos y vivificados en todas las gracias salvadoras, (5) para la práctica de la verdadera santidad, sin la cual ningún hombre verá al Señor. (6)
1. 1 Corintios 6:11; Hechos 20:32; Filipenses 3:10; Romanos 6:5,6.
2. Juan 17:17; Efesios 5:26; 2 Tesalonicenses 2:13.
3. Romanos 6:6,14.
4. Gálatas 5:24; Romanos 8:13.
5. Colosenses 1:11; Efesios 3:16-19.
6. 2 Corintios 7:1; Hebreos 12:14.

II. Esta santificación se efectúa en todo hombre, (1) aunque es incompleta en esta vida. Todavía quedan algunos remanentes de corrupción en todas partes, (2) de donde surge una continua e irreconciliable batalla; la carne lucha contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne. (3)
1. 1 Tesalonicenses 5:23.
2. 1 Juan 1:10; Romanos 7:18,23; Filipenses 3:12.
3. Gálatas 5:17; 1 Pedro 2:11.

III. En dicha batalla, aunque la corrupción que aún queda puede prevalecer mucho por algún tiempo, (1) sin embargo, a través del continuo suministro de fuerza de parte del Espíritu Santificador de Cristo, la parte regenerada triunfa: (2) y así crecen en gracia los santos, (3) perfeccionando la santidad en el temor de Dios. (4)
1. Romanos 7:23.
2. Romanos 6:14; 1 Juan 5:4; Efesios 4:15,16.
3. 2 Pedro 3:18; 2 Corintios 3:18.
4. 2 Corintios 7:1.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor eagleheart » Sab Jul 16, 2011 6:02 am

Disculpa si me equivoco, pero tengo entendido que Lutero decía que somos como excremento recubierto de nieve.

Salu2. Paz y Bien.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor jjansen » Sab Jul 16, 2011 10:47 am

Evangelista escribió:
jjansen escribió:
nseigi escribió:
Evangelista escribió:Pero al menos sí hay una acuerdo generalizado entre los protestantes históricos (principalmente luteranos y anglicanos) y católico-romanos sobre que fe, caridad y esperanza no se entienden por separado, que la fe viva implica amor y caridad y que no tiene sentido hablar de una salvación sólo por una fe intelectual sin amor.


Yo me hago una pregunta que no sé responder y no sé como la contesta la revelación de Dios a los hombre a través de Abraham, los profetas, Jesús y la Iglesia:

Puede una persona tener y practicar amor al prójimo, sin tener fe y esperanza en Jesús y su promesa y ser salvo? Por ejemplo, el caso de Gandhi, u otro que no tenga fe cristiana y que haya practicado el amor al prójimo?

La respuesta que me han enseñado es que Dios es tan infinitamente misericordioso, que eso pudiera pasar. Quizás se sale un poco del tema, pero me gustaría leer sus opiniones al respecto.

Bendiciones.


En el ejemplo que preguntas (que he subrayado) la Iglesia da una respuesta concreta; Los siguientes son Dogmas de Fe:

1.-Sin la fe no es posible la justificación de un adulto.
El Concilio de Trento enseña: “per fidem iustificari dicimur, quia fides est humanae salutis initium, fundamentum et radix omnis iustificationis”, Dz. 801, cf. Dz. 799: “si qua (sc. fide) nulli unquam contigit iustificatio”. En cuanto al objeto de la fe justificante, el Tridentino declara: “Si quis dixerit, fidem iustificantem nihil aliud esse quam fiduciam divinae misericordiae, a.s.”, Dz. 822.
Marcos 16:16, Juan 20:31, Hebreos 11:6, Marcos 1:15, Tertuliano (De paenit. 6; De spect. 24), San Agustín (Sermo 43, 1, 1).


2.-Es necesario recibir el Bautismo para la Salvación.
El Concilio de Trento declaró en contra de la teoría protestante de Sola Fide: “Si quis dixerit, baptismum liberum esse, hoc est non necessarium ad salutem, a.s.”, Dz. 861, cf. Dz. 791.
Necesidad de medio según Juan 3:5 y Marcos 16:16, y necesidad de precepto en adultos según Mateo 28:19, Tertuliano (De bapt. 12, 1), Pastor de Hermas (Sim. IX 16).


En Cristo.


Pero por lo menos, por lo visto, la Iglesia Católica sí reconoce que Dios puede salvar, por su infinita misericoridia, a personas que, sin culpa, no conocen a Cristo y a su Iglesia, como dice en el CIC:

847 Esta afirmación no se refiere a los que, sin culpa suya, no conocen a Cristo y a su Iglesia:

«Los que sin culpa suya no conocen el Evangelio de Cristo y su Iglesia, pero buscan a Dios con sincero corazón e intentan en su vida, con la ayuda de la gracia, hacer la voluntad de Dios, conocida a través de lo que les dice su conciencia, pueden conseguir la salvación eterna (LG 16; cf DS 3866-3872).

Bendiciones
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor nseigi » Dom Jul 17, 2011 2:39 am

eagleheart escribió:Disculpa si me equivoco, pero tengo entendido que Lutero decía que somos como excremento recubierto de nieve.

Salu2. Paz y Bien.


En cierto modo es así. Pero es una "nieve" que cala hondo, y que nos va renovando y purificando, de modo que al final seremos presentados ante Dios sin mancha.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor eagleheart » Dom Jul 17, 2011 7:16 am

nseigi escribió:En cierto modo es así. Pero es una "nieve" que cala hondo, y que nos va renovando y purificando, de modo que al final seremos presentados ante Dios sin mancha.

Pues yo creo que desde el Bautismo la persona es renovada desde su interior (no desde el exterior). Otra cosa en la que Lutero insistía, según sé, es que el alma de la persona no peude operar en orden a la Salvación, sino que la Gracia lo hace por él. Los Católicos sostenemos que la Gracia eleva a la persona desde su interior y así el alma se vuelve co-operante (opera debido a, la Gracia siempre primero).

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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor nseigi » Dom Jul 17, 2011 7:27 am

eagleheart escribió:
nseigi escribió:En cierto modo es así. Pero es una "nieve" que cala hondo, y que nos va renovando y purificando, de modo que al final seremos presentados ante Dios sin mancha.

Pues yo creo que desde el Bautismo la persona es renovada desde su interior (no desde el exterior). Otra cosa en la que Lutero insistía, según sé, es que el alma de la persona no peude operar en orden a la Salvación, sino que la Gracia lo hace por él. Los Católicos sostenemos que la Gracia eleva a la persona desde su interior y así el alma se vuelve co-operante (opera debido a, la Gracia siempre primero).

Salu2. Paz y Bien.


Hay que distinguir al Lutero polemista del teólogo, y aún así Lutero no fue un buen teólogo en el sentido académico de la palabra. También hay que contextualizar sus afirmaciones. Yo no soy luterano pero en líneas generales estoy de acuerdo con casi todo su magisterio, aún así existen reservas que incluso los luteranos menos de un siglo más tarde de la Reforma expresaron en la Fórmula de Concordia, no como errores de Lutero pero sí como interpretaciones más matizadas de lo que éste dijo.

Voy por partes sobre lo que dices.

1. En primer lugar cuando negamos que existe una regeneración "desde dentro" nos referimos a que ésta no es obrada por las facultades propias del hombre, es decir, "ex natura sua". Creemos que esta regeneración es obrada por el Espíritu Santo, que vive y mora en nosotros, pero no es nosotros.

2. En el segundo punto nosotros condenamos el pelagianismo y el semipelagianismo que sostienen que el hombre es autor de su salvación en grado absoluto o parcial. Nosotros no somos autores de la misma ni en el más mínimo de los grados, en absoluto en nada podemos obrar la salvación para nosotros. Esto es doctrina universal, cristiana y sana.

Pero si tú dices: " la Gracia eleva a la persona desde su interior y así el alma se vuelve co-operante". Entonces en nada estás errando según el magisterio protestante. Ya que pones como causa primera de dicha cooperación la Gracia de Dios. Sostenemos que el hombre es libre para obrar en favor de su santidad siempre que la gracia lo prevenga y le haga poseedor de esa libertad. Ahora bien, el hombre si la Gracia de Dios no sólo no es libre para obrar en favor de su santidad sino que está privado en absoluto de cualquier facultad que lo pueda relacionar con Dios; y esto es por la corrupción que el pecado original ha obrado en nuestra naturaleza.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor eagleheart » Dom Jul 17, 2011 8:39 am

    a que pones como causa primera de dicha cooperación la Gracia de Dios.
La Gracia hace que el alma sea operante, en orden a su Salvación. Esa es la regeneración. Y la Gracia obra desde dentro de la persona, moviéndola a querer el bien, y posteriormente dándelo la moción para que secunde la Gracia, y secundándola, reciba la Gracia Santificante (en el caos de un adulto no bautizado, por ejemplo), y así sus operaciones sean in-formadas por la Gracia.

La cuestión de que la Gracia es algo externo (que actúa desde fuera) es lo errado.

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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor Evangelista » Dom Jul 17, 2011 12:56 pm

nseigi: Con lo que has manifestado el concepto de justificación expresas es muy cercano a Trento. Me gustaría saber si estas de acuerdo con estos puntos:

CONCILIO DE TRENTO
LA JUSTIFICACIÓN
SESIÓN VI

Celebrada en 13 de enero de 1547.
DECRETO SOBRE LA JUSTIFICACIÓN

PROEMIO

Habiéndose difundido en estos tiempos, no sin pérdida de muchas almas, y grave detrimento de la unidad de la Iglesia, ciertas doctrinas erróneas sobre la Justificación; el sacrosanto, ecuménico y general Concilio de Trento, congregado legítimamente en el Espíritu Santo, y presidido a nombre de nuestro santísimo Padre y señor en Cristo, Paulo por la divina providencia Papa III de este nombre, por los reverendísimos señores Juan María de Monte, Obispo de Palestina, y Marcelo, Presbítero del título de santa Cruz en Jerusalén, Cardenales de la santa Iglesia Romana, y Legados Apostólicos a latere, se propone declarar a todos los fieles cristianos, a honra y gloria de Dios omnipotente, tranquilidad de la Iglesia, y salvación de las almas, la verdadera y sana doctrina de la Justificación, que el sol de justicia Jesucristo, autor y consumador de nuestra fe enseñó, comunicaron sus Apóstoles, y perpetuamente ha retenido la Iglesia católica inspirada por el Espíritu Santo; prohibiendo con el mayor rigor, que ninguno en adelante se atreva a creer, predicar o enseñar de otro modo que el que se establece y declara en el presente decreto.

CAP. I. Que la naturaleza y la ley no pueden justificar a los hombres.

Ante todas estas cosas declara el santo Concilio, que para entender bien y sinceramente la doctrina de la Justificación, es necesario conozcan todos y confiesen, que habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adán, hechos inmundos, y como el Apóstol dice, hijos de ira por naturaleza, según se expuso en el decreto del pecado original; en tanto grado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del demonio, y de la muerte, que no sólo los gentiles por las fuerzas de la naturaleza, pero ni aun los Judíos por la misma letra de la ley de Moisés, podrían levantarse, o lograr su libertad; no obstante que el libre albedrío no estaba extinguido en ellos, aunque sí debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.

CAP. II. De la misión y misterio de la venida de Cristo.


Con este motivo el Padre celestial, Padre de misericordias, y Dios de todo consuelo, envió a los hombres, cuando llegó aquella dichosa plenitud de tiempo, a Jesucristo, su hijo, manifestado, y prometido a muchos santos Padres antes de la ley, y en el tiempo de ella, para que redimiese los Judíos que vivían en la ley, y los gentiles que no aspiraban a la santidad, la lograsen, y todos recibiesen la adopción de hijos. A este mismo propuso Dios por reconciliador de nuestros pecados, mediante la fe en su pasión, y no sólo de nuestros pecados, sino de los de todo el mundo.
CAP. III. Quiénes se justifican por Jesucristo.

No obstante, aunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión. Porque así como no nacerían los hombres efectivamente injustos, si no naciesen propagados de Adan; pues siendo concebidos por él mismo, contraen por esta propagación su propia injusticia; del mismo modo, si no renaciesen en Jesucristo, jamás serían justificados; pues en esta regeneración se les confiere por el mérito de la pasión de Cristo, la gracia con que se hacen justos. Por este beneficio nos exhorta el Apóstol a dar siempre gracias al Padre Eterno, que nos hizo dignos de entrar a la parte de la suerte de los santos en la gloria, nos sacó del poder de las tinieblas, y nos transfirió al reino de su hijo muy amado, en el que logramos la redención, y el perdón de los pecados.

CAP. IV. Se da idea de la justificación del pecador, y del modo con que se hace en la ley de gracia.

En las palabras mencionadas se insinúa la descripción de la justificación del pecador: de suerte que es tránsito del estado en que nace el hombre hijo del primer Adan, al estado de gracia y de adopción de los hijos de Dios por el segundo Adan Jesucristo nuestro Salvador. Esta traslación, o tránsito no se puede lograr, después de promulgado el Evangelio, sin el bautismo, o sin el deseo de él; según está escrito: No puede entrar en el reino de los cielos sino el que haya renacido del agua, y del Espíritu Santo.

CAP. V. De la necesidad que tienen los adultos de prepararse a la justificación, y de dónde provenga.

Declara además, que el principio de la misma justificación de los adultos se debe tomar de la gracia divina, que se les anticipa por Jesucristo: esto es, de su llamamiento, por el que son llamados sin mérito ninguno suyo; de suerte que los que eran enemigos de Dios por sus pecados, se dispongan por su gracia, que los excita y ayuda para convertirse a su propia justificación, asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia; de modo que tocando Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni el mismo hombre deje de obrar alguna cosa, admitiendo aquella inspiración, pues puede desecharla; ni sin embargo pueda moverse sin la gracia divina a la justificación en la presencia de Dios por sola su libre voluntad. De aquí es, que cuando se dice en las sagradas letras: Convertíos a mí, y me convertiré a vosotros; se nos avisa de nuestra libertad; y cuando respondemos: Conviértenos a ti, Señor, y seremos convertidos; confesamos que somos prevenidos por la divina gracia.

CAP. VI. Modo de esta preparación.

Dispónense, pues, para la justificación, cuando movidos y ayudados por la gracia divina, y concibiendo la fe por el oído, se inclinan libremente a Dios, creyendo ser verdad lo que sobrenaturalmente ha revelado y prometido; y en primer lugar, que Dios justifica al pecador por su gracia adquirida en la redención por Jesucristo; y en cuanto reconociéndose por pecadores, y pasando del temor de la divina justicia, que últimamente los contrista, a considerar la misericordia de Dios, conciben esperanzas, de que Dios los mirará con misericordia por la gracia de Jesucristo, y comienzan a amarle como fuente de toda justicia; y por lo mismo se mueven contra sus pecados con cierto odio y detestación; esto es, con aquel arrepentimiento que deben tener antes del bautismo; y en fin, cuando proponen recibir este sacramento, empezar una vida nueva, y observar los mandamientos de Dios. De esta disposición es de la que habla la Escritura, cuando dice: El que se acerca a Dios debe creer que le hay, y que es remunerador de los que le buscan. Confía, hijo, tus pecados te son perdonados. Y, el temor de Dios ahuyenta al pecado. Y también: Haced penitencia, y reciba cada uno de vosotros el bautismo en el nombre de Jesucristo para la remisión de vuestros pecados, y lograréis el don del Espíritu Santo. Igualmente: Id pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándolas a observar cuanto os he encomendado. En fin: Preparad vuestros corazones para el Señor.

CAP. VII. Que sea la justificación del pecador, y cuáles sus causas.

A esta disposición o preparación se sigue la justificación en sí misma: que no sólo es el perdón de los pecados, sino también la santificación y renovación del hombre interior por la admisión voluntaria de la gracia y dones que la siguen; de donde resulta que el hombre de injusto pasa a ser justo, y de enemigo a amigo, para ser heredero en esperanza de la vida eterna. Las causas de esta justificación son: la final, la gloria de Dios, y de Jesucristo, y la vida eterna. La eficiente, es Dios misericordioso, que gratuitamente nos limpia y santifica, sellados y ungidos con el Espíritu Santo, que nos está prometido, y que es prenda de la herencia que hemos de recibir. La causa meritoria, es su muy amado unigénito Jesucristo, nuestro Señor, quien por la excesiva caridad con que nos amó, siendo nosotros enemigos, nos mereció con su santísima pasión en el árbol de la cruz la justificación, y satisfizo por nosotros a Dios Padre. La instrumental, además de estas, es el sacramento del bautismo, que es sacramento de fe, sin la cual ninguno jamás ha logrado la justificación. Ultimamente la única causa formal es la santidad de Dios, no aquella con que él mismo es santo, sino con la que nos hace santos; es a saber, con la que dotados por él, somos renovados en lo interior de nuestras almas, y no sólo quedamos reputados justos, sino que con verdad se nos llama así, y lo somos, participando cada uno de nosotros la santidad según la medida que le reparte el Espíritu Santo, como quiere, y según la propia disposición y cooperación de cada uno. Pues aunque nadie se puede justificar, sino aquel a quien se comunican los méritos de la pasión de nuestro Señor Jesucristo; esto, no obstante, se logra en la justificación del pecador, cuando por el mérito de la misma santísima pasión se difunde el amor de Dios por medio del Espíritu Santo en los corazones de los que se justifican, y queda inherente en ellos. Resulta de aquí que en la misma justificación, además de la remisión de los pecados, se difunden al mismo tiempo en el hombre por Jesucristo, con quien se une, la fe, la esperanza y la caridad; pues la fe, a no agregársele la esperanza y caridad, ni lo une perfectamente con Cristo, ni lo hace miembro vivo de su cuerpo. Por esta razón se dice con suma verdad: que la fe sin obras es muerta y ociosa; y también: que para con Jesucristo nada vale la circuncisión, ni la falta de ella, sino la fe que obra por la caridad. Esta es aquella fe que por tradición de los Apóstoles, piden los Catecúmenos a la Iglesia antes de recibir el sacramento del bautismo, cuando piden la fe que da vida eterna; la cual no puede provenir de la fe sola, sin la esperanza ni la caridad. De aquí es, que inmediatamente se les dan por respuesta las palabras de Jesucristo: Si quieres entrar en el cielo, observa los mandamientos. En consecuencia de esto, cuando reciben los renacidos o bautizados la verdadera y cristiana santidad, se les manda inmediatamente que la conserven en toda su pureza y candor como la primera estola, que en lugar de la que perdió Adan por su inobediencia, para sí y sus hijos, les ha dado Jesucrito con el fin de que se presenten con ella ante su tribunal, y logren la salvación eterna.

CAP. VIII. Cómo se entiende que el pecador se justifica por la fe, y gratuitamente.

Cuando dice el Apóstol que el hombre se justifica por la fe, y gratuitamente; se deben entender sus palabras en aquel sentido que adoptó, y ha expresado el perpetuo consentimiento de la Iglesia católicaa; es a saber, que en tanto se dice que somos justificados por la fe, en cuanto esta es principio de la salvación del hombre, fundamento y raíz de toda justificación, y sin la cual es imposible hacerse agradables a Dios, ni llegar a participar de la suerte de hijos suyos. En tanto también se dice que somos justificados gratuitamente, en cuanto ninguna de las cosas que preceden a la justificación, sea la fe, o sean las obras, merece la gracia de la justificación: porque si es gracia, ya no proviene de las obras: de otro modo, como dice el Apóstol, la gracia no sería gracia.

CAP. IX. Contra la vana confianza de los herejes.

Mas aunque sea necesario creer que los pecados ni se perdonan, ni jamás se han perdonado, sino gratuitamente por la misericordia divina, y méritos de Jesucristo; sin embargo no se puede decir que se perdonan, o se han perdonado a ninguno que haga ostentación de su confianza, y de la certidumbre de que sus pecados le están perdonados, y se fíe sólo en esta: pues puede hallarse entre los herejes y cismáticos, o por mejor decir, se halla en nuestros tiempos, y se preconiza con grande empeño contra la Iglesia católica, esta confianza vana, y muy ajena de toda piedad. Ni tampoco se puede afirmar que los verdaderamente justificados deben tener por cierto en su interior, sin el menor género de duda, que están justificados; ni que nadie queda absuelto de sus pecados, y se justifica, sino el que crea con certidumbre que está absuelto y justificado; ni que con sola esta creencia logra toda su perfección el perdón y justificación; como dando a entender, que el que no creyese esto, dudaría de las promesas de Dios, y de la eficacia de la muerte y resurrección de Jesucristo. Porque así como ninguna persona piadosa debe dudar de la misericordia divina, de los méritos de Jesucristo, ni de la virtud y eficacia de los sacramentos: del mismo modo todos pueden recelarse y temer respecto de su estado en gracia, si vuelven la consideración a sí mismos, y a su propia debilidad e indisposición; pues nadie puede saber con la certidumbre de su fe, en que no cabe engaño, que ha conseguido la gracia de Dios.

CAP. X. Del aumento de la justificación ya obtenida.

Justificados pues así, hechos amigos y domésticos de Dios, y caminando de virtud en virtud, se renuevan, como dice el Apóstol, de día en día; esto es, que mortificando su carne, y sirviéndose de ella como de instrumento para justificarse y santificarse, mediante la observancia de los mandamientos de Dios, y de la Iglesia, crecen en la misma santidad que por la gracia de Cristo han recibido, y cooperando la fe con las buenas obras, se justifican más; según está escrito: El que es justo, continúe justificándose. Y en otra parte: No te receles de justificarte hasta la muerte. Y además: Bien veis que el hombre se justifica por sus obras, y no solo por la fe. Este es el aumento de santidad que pide la Iglesia cuando ruega: Danos, Señor, aumento de fe, esperanza y caridad.

CAP. XI. De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos.

Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera. Los que son hijos de Dios, aman a Cristo; y los que le aman, como él mismo testifica, observan sus mandamientos. Esto por cierto, lo pueden ejecutar con la divina gracia; porque aunque en esta vida mortal caigan tal vez los hombres, por santos y justos que sean, a lo menos en pecados leves y cotidianos, que también se llaman veniales; no por esto dejan de ser justos; porque de los justos es aquella voz tan humilde como verdadera: Perdónanos nuestras deudas. Por lo que tanto más deben tenerse los mismos justos por obligados a andar en el camino de la santidad, cuanto ya libres del pecado, pero alistados entre los siervos de Dios, pueden, viviendo sobria, justa y piadosamente, adelantar en su aprovechamiento con la gracia de Jesucristo, qu fue quien les abrió la puerta para entrar en esta gracia. Dios por cierto, no abandona a los que una vez llegaron a justificarse con su gracia, como estos no le abandonen primero. En consecuencia, ninguno debe engreírse porque posea sola la fe, persuadiéndose de que sólo por ella está destinado a ser heredero, y que ha de conseguir la herencia, aunque no sea partícipe con Cristo de su pasión, para serlo también de su gloria; pues aun el mismo Cristo, como dice el Apóstol: Siendo hijo de Dios aprendió a ser obediente en las mismas cosas que padeció, y consumada su pasión, pasó a ser la causa de la salvación eterna de todos los que le obedecen. Por esta razón amonesta el mismo Apóstol a los justificados, diciendo: ¿Ignoráis que los que corren en el circo, aunque todos corren, uno solo es el que recibe el premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis. Yo en efecto corro, no como a objeto incierto; y peleo, no como quien descarga golpes en el aire; sino mortifico mi cuerpo, y lo sujeto; no sea que predicando a otros, yo me condene. Además de esto, el Príncipe de los Apóstoles san Pedro dice: Anhelad siempre por asegurar con vuestras buenas obras vuestra vocación y elección; pues procediendo así, nunca pecaréis. De aquí consta que se oponen a la doctrina de la religión católica los que dicen que el justo peca en toda obra buena, a lo menos venialmente, o lo que es más intolerable, que merece las penas del infierno; así como los que afirman que los justos pecan en todas sus obras, si alentando en la ejecución de ellas su flojedad, y exhortándose a correr en la palestra de esta vida, se proponen por premio la bienaventuranza, con el objeto de que principalmente Dios sea glorificado; pues la Escritura dice: Por la recompensa incliné mi corazón a cumplir tus mandamientos que justifican. Y de Moisés dice el Apóstol, que tenía presente, o aspiraba a la remuneración.

CAP. XII. Debe evitarse la presunción de creer temerariamente su propia predestinación.

Ninguno tampoco, mientras se mantiene en esta vida mortal, debe estar tan presuntuosamente persuadido del profundo misterio de la predestinación divina, que crea por cierto es seguramente del número de los predestinados; como si fuese constante que el justificado, o no puede ya pecar, o deba prometerse, si pecare, el arrepentimiento seguro; pues sin especial revelación, no se puede sabe quiénes son los que Dios tiene escogidos para sí.

CAP. XIII. Del don de la perseverancia.

Lo mismo se ha de creer acerca del don de la perseverancia, del que dice la Escritura: El que perseverare hasta el fin, se salvará: lo cual no se puede obtener de otra mano que de la de aquel que tiene virtud de asegurar al que está en pie para que continúe así hasta el fin, y de levantar al que cae. Ninguno se prometa cosa alguna cierta con seguridad absoluta; no obstante que todos deben poner, y asegurar en los auxilios divinos la más firme esperanza de su salvación. Dios por cierto, a no ser que los hombres dejen de corresponder a su gracia, así como principió la obra buena, la llevará a su perfección, pues es el que causa en el hombre la voluntad de hacerla, y la ejecución y perfección de ella. No obstante, los que se persuaden estar seguros, miren no caigan; y procuren su salvación con temor y temblor, por medio de trabajos, vigilias, limosnas, oraciones, oblaciones, ayunos y castidad: pues deben estar poseídos de temor, sabiendo que han renacido a la esperanza de la gloria, mas todavía no han llegado a su posesión saliendo de los combates que les restan contra la carne, contra el mundo y contra el demonio; en los que no pueden quedar vencedores sino obedeciendo con la gracia de Dios al Apóstol san Pablo, que dice: Somos deudores, no a la carne para que vivamos según ella: pues si viviéreis según la carne, moriréis; mas si mortificareis con el espíritu las acciones de la carne, viviréis.

CAP. XIV. De los justos que caen en pecado, y de su reparación.

Los que habiendo recibido la gracia de la justificación, la perdieron por el pecado, podrán otra vez justificarse por los méritos de Jesucristo, procurando, excitados con el auxilio divino, recobrar la gracia perdida, mediante el sacramento de la Penitencia. Este modo pues de justificación, es la reparación o restablecimiento del que ha caído en pecado; la misma que con mucha propiedad han llamado los santos Padres segunda tabla después del naufragio de la gracia que perdió. En efecto, por los que después del bautismo caen en el pecado, es por los que estableció Jesucristo el sacramento de la Penitencia, cuando dijo: Recibid el Espíritu Santo: a los que perdonáreis los pecados, les quedan perdonados; y quedan ligados los de aquellos que dejeis sin perdonar. Por esta causa se debe enseñar, que es mucha la diferencia que hay entre la penitencia del hombre cristiano después de su caída, y la del bautismo; pues aquella no sólo incluye la separación del pecado, y su detestación, o el corazón contrito y humillado; sino también la confesión sacramental de ellos, a lo menos en deseo para hacerla a su tiempo, y la absolución del sacerdote; y además de estas, la satisfacción por medio de ayunos, limosnas, oraciones y otros piadosos ejercicios de la vida espiritual: no de la pena eterna, pues esta se perdona juntamente con la culpa o por el sacramento, o por el deseo de él; sino de la pena temporal, que según enseña la sagrada Escritura, no siempre, como sucede en el bautismo, se perdona toda a los que ingratos a la divina gracia que recibieron, contristaron al Espíritu Santo, y no se avergonzaron de profanar el templo de Dios. De esta penitencia es de la que dice la Escritura: Ten presente de qué estado has caído: haz penitencia, y ejecuta las obras que antes. Y en otra parte: La tristeza que es según Dios, produce una penitencia permanente para conseguir la salvación. Y además: Haced penitencia, y haced frutos dignos de penitencia.

CAP. XV. Con cualquier pecado mortal se pierde la gracia, pero no la fe.

Se ha de tener también por cierto, contra los astutos ingenios de algunos que seducen con dulces palabras y bendiciones los corazones inocentes, que la gracia que se ha recibido en la justificación, se pierde no solamente con la infidelidad, por la que perece aún la misma fe, sino también con cualquiera otro pecado mortal, aunque la fe se conserve: defendiendo en esto la doctrina de la divina ley, que excluye del reino de Dios, no sólo los infieles, sino también los fieles que caen en la fornicación, los adúlteros, afeminados, sodomitas, ladrones, avaros, vinosos, maldicientes, arrebatadores, y todos los demás que caen en pecados mortales; pues pueden abstenerse de ellos con el auxilio de la divina gracia, y quedan por ellos separados de la gracia de Cristo.

CAP. XVI. Del fruto de la justificación; esto es, del mérito de las buenas obras, y de la esencia de este mismo mérito.

A las personas que se hayan justificado de este modo, ya conserven perpetuamente la gracia que recibieron, ya recobren la que perdieron, se deben hacer presentes las palabras del Apóstol san Pablo: Abundad en toda especie de obras buenas; bien entendidos de que vuestro trabajo no es en vano para con Dios; pues no es Dios injusto de suerte que se olvide de vuestras obras, ni del amor que manifestásteis en su nombre. Y: No perdáis vuestra confianza, que tiene un gran galardón. Y esta es la causa porque a los que obran bien hasta la muerte, y esperan en Dios, se les debe proponer la vida eterna, ya como gracia prometida misericordiosamente por Jesucristo a los hijos de Dios, ya como premio con que se han de recompensar fielmente, según la promesa de Dios, los méritos y buenas obras. Esta es, pues, aquella corona de justicia que decía el Apóstol le estaba reservada para obtenerla después de su contienda y carrera, la misma que le había de adjudicar el justo Juez, no solo a él, sino también a todos los que desean su santo advenimiento. Pues como el mismo Jesucristo difunda perennemente su virtud en los justificados, como la cabeza en los miembros, y la cepa en los sarmientos; y constante que su virtud siempre antecede, acompaña y sigue a las buenas obras, y sin ella no podrían ser de modo alguno aceptas ni meritorias ante Dios; se debe tener por cierto, que ninguna otra cosa falta a los mismos justificados para creer que han satisfecho plenamente a la ley de Dios con aquellas mismas obras que han ejecutado, según Dios, con proporción al estado de la vida presente; ni para que verdaderamente hayan merecido la vida eterna (que conseguirán a su tiempo, si murieren en gracia): pues Cristo nuestro Salvador dice: Si alguno bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed por toda la eternidad, sino logrará en sí mismo una fuente de agua que corra por toda la vida eterna. En consecuencia de esto, ni se establece nuestra justificación como tomada de nosotros mismos, ni se desconoce, ni desecha la santidad que viene de Dios; pues la santidad que llamamos nuestra, porque estando inherente en nosotros nos justifica, esa misma es de Dios: porque Dios nos la infunde por los méritos de Cristo. Ni tampoco debe omitirse, que aunque en la sagrada Escritura se de a las buenas obras tanta estimación, que promete Jesucristo no carecerá de su premio el que de a uno de sus pequeñuelos de beber agua fría; y testifique el Apóstol, que el peso de la tribulación que en este mundo es momentáneo y ligero, nos da en el cielo un excesivo y eterno peso de gloria; sin embargo no permita Dios que el cristiano confíe, o se gloríe en sí mismo, y no en el Señor; cuya bondad es tan grande para con todos los hombres, que quiere sean méritos de estos los que son dones suyos. Y por cuanto todos caemos en muchas ofensas, debe cada uno tener a la vista así como la misericordia y bondad, la severidad y el juicio: sin que nadie sea capaz de calificarse a sí mismo, aunque en nada le remuerda la conciencia; pues no se ha de examinar ni juzgar toda la vida de los hombres en tribunal humano, sino en el de Dios, quien iluminará los secretos de las tinieblas, y manifestará los designios del corazón y entonces logrará cada uno la alabanza y recompensa de Dios, quien, como está escrito, les retribuirá según sus obras.
Después de explicada esta católica doctrina de la justificación, tan necesaria, que si alguno no la admitiere fiel y firmemente, no se podrá justificar, ha decretado el santo Concilio agregar los siguientes cánones, para que todos sepan no sólo lo que deben adoptar y seguir, sino también lo que han de evitar y huir.


PD: Sé que el texto es algo largo, pero te aprovechará de gran manera saber con todo detalle en qué difieres y en que coincides con la Iglesia.

En Cristo.
Evangelista
 
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor nseigi » Lun Jul 18, 2011 5:18 am

Con mucho gusto y agrado te expondré la fe evangélica, conforme a la doctrina de la Reforma y el magisterio de la mayoría de iglesias protestantes, conforme a las Santas Escrituras. Veo que es largo pero no será impedimento (no es tan largo, jeje)

Evangelista escribió:
CAP. I. Que la naturaleza y la ley no pueden justificar a los hombres.

Ante todas estas cosas declara el santo Concilio, que para entender bien y sinceramente la doctrina de la Justificación, es necesario conozcan todos y confiesen, que habiendo perdido todos los hombres la inocencia en la prevaricación de Adán, hechos inmundos, y como el Apóstol dice, hijos de ira por naturaleza, según se expuso en el decreto del pecado original; en tanto grado eran esclavos del pecado, y estaban bajo el imperio del demonio, y de la muerte, que no sólo los gentiles por las fuerzas de la naturaleza, pero ni aun los Judíos por la misma letra de la ley de Moisés, podrían levantarse, o lograr su libertad; no obstante que el libre albedrío no estaba extinguido en ellos, aunque sí debilitadas sus fuerzas, e inclinado al mal.


Nada que objetar.

Aunque haría falta precisar que tal libre albedrío no es tal en lo espiritual, tal que se entienda, como una libertad natural que nos haga capaces "ex natura nostra" de poder alcanzar la misericordia y la salvación divina. Pero no negamos que exista libertad en el hombre para el ejercicio de la virtud conforme a la ley o la filosofía humana. El hombre no es un esclavo del pecado al punto de que no sea libre en el ejercicio de su república, de sus virtudes naturales o de su libre elección en materia humana, etc... Es lo que en luteranismo se ha venido llamando, de forma muy imprecisa, "libertad exterior". Ahora bien no es en absoluto libre para, de por sí mismo sin el auxilio de la Gracia, dirigirse a Dios y aceptar la voluntad de Dios. Pues el pecado rompe el vínculo que tenemos con Dios; ni siquiera podríamos conocer a Dios si Él no se revelase al hombre.

CAP. II. De la misión y misterio de la venida de Cristo.

Con este motivo el Padre celestial, Padre de misericordias, y Dios de todo consuelo, envió a los hombres, cuando llegó aquella dichosa plenitud de tiempo, a Jesucristo, su hijo, manifestado, y prometido a muchos santos Padres antes de la ley, y en el tiempo de ella, para que redimiese los Judíos que vivían en la ley, y los gentiles que no aspiraban a la santidad, la lograsen, y todos recibiesen la adopción de hijos. A este mismo propuso Dios por reconciliador de nuestros pecados, mediante la fe en su pasión, y no sólo de nuestros pecados, sino de los de todo el mundo.


Absolutamente nada que objetar o matizar.


CAP. III. Quiénes se justifican por Jesucristo.

No obstante, aunque Jesucristo murió por todos, no todos participan del beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunican los méritos de su pasión. Porque así como no nacerían los hombres efectivamente injustos, si no naciesen propagados de Adan; pues siendo concebidos por él mismo, contraen por esta propagación su propia injusticia; del mismo modo, si no renaciesen en Jesucristo, jamás serían justificados; pues en esta regeneración se les confiere por el mérito de la pasión de Cristo, la gracia con que se hacen justos. Por este beneficio nos exhorta el Apóstol a dar siempre gracias al Padre Eterno, que nos hizo dignos de entrar a la parte de la suerte de los santos en la gloria, nos sacó del poder de las tinieblas, y nos transfirió al reino de su hijo muy amado, en el que logramos la redención, y el perdón de los pecados.


Absolutamente nada que objetar, es doctrina muy correctamente expuesta y saludable, gloria a Dios.

CAP. IV. Se da idea de la justificación del pecador, y del modo con que se hace en la ley de gracia.

En las palabras mencionadas se insinúa la descripción de la justificación del pecador: de suerte que es tránsito del estado en que nace el hombre hijo del primer Adan, al estado de gracia y de adopción de los hijos de Dios por el segundo Adan Jesucristo nuestro Salvador. Esta traslación, o tránsito no se puede lograr, después de promulgado el Evangelio, sin el bautismo, o sin el deseo de él; según está escrito: No puede entrar en el reino de los cielos sino el que haya renacido del agua, y del Espíritu Santo.


Nada que objetar, aunque habría que precisar y entender bien la gracia del bautismo, cómo opera y como depende interna o externamente del sacramento. Pero en líneas generales es muy cierto que no hay cristiano verdadero que no sea bautizado o que no desee serlo, ya sólo sea porque no tiene sentido alguno desobedecer al Señor y no bautizarse, tanto más porque se entiende el bautismo como sello indeleble de la nueva vida cristiana. La Palabra de Dios además habla de tal sacramento como imprescindible para la salvación; ahora sólo tendríamos que entender bien el porqué. Pero tal como se redacta este artículo, no hay de entrada en él que sea formal o verbalmente incorrecto.

CAP. V. De la necesidad que tienen los adultos de prepararse a la justificación, y de dónde provenga.

Declara además, que el principio de la misma justificación de los adultos se debe tomar de la gracia divina, que se les anticipa por Jesucristo: esto es, de su llamamiento, por el que son llamados sin mérito ninguno suyo; de suerte que los que eran enemigos de Dios por sus pecados, se dispongan por su gracia, que los excita y ayuda para convertirse a su propia justificación, asintiendo y cooperando libremente a la misma gracia; de modo que tocando Dios el corazón del hombre por la iluminación del Espíritu Santo, ni el mismo hombre deje de obrar alguna cosa, admitiendo aquella inspiración, pues puede desecharla; ni sin embargo pueda moverse sin la gracia divina a la justificación en la presencia de Dios por sola su libre voluntad. De aquí es, que cuando se dice en las sagradas letras: Convertíos a mí, y me convertiré a vosotros; se nos avisa de nuestra libertad; y cuando respondemos: Conviértenos a ti, Señor, y seremos convertidos; confesamos que somos prevenidos por la divina gracia.


Hay cierta herejía verbal. Entendemos como herejía verbal, aquella que es tal, no por su contenido final que es correcto, sino porque tal como se formula incurre en inexactitudes que, de entenderse literalmente, podrían llevar al cristiano a sostener doctrinas erradas. Es por ejemplo lo que pasa con las iglesias monofisistas orientales etc...

Lo explico. Por un lado se dice que el hombre no puede moverse sin la gracia divina a la justificación, esto es muy cierto y saludable. Pero por otro lado se dice: "que la gracia los excita y ayuda para convertirse"; en el fondo no es contrario a lo que se dice, pero podría entenderse que la Gracia es tan sólo un impulso, un "empujón" para una posterior justificación que se obra por la voluntad propia del hombre y es mérito del hombre. El protestantismo sostiene firmemente que la gracia ni empuja ni excita, sino que obra la justificación como autora real. La libertad desde la que podríamos decir que "cooperamos" aunque tal palabra no es correcta, sería una libertad ganada por la gracia que previene, es decir, es libertad regenerada; y no la que poseía el hombre antes de la conversión (que no existía tal cosa en acto, sólo en potencia). De modo que decimos que el hombre es primero por la Gracia hecho en cierta medida libre, capacitado, y luego sí responde, negándose a Dios o aceptándole.

Esto se ve con claridad en la manifestación de la conversión desde una perspectiva subjetica, que es primeramente que nada "arrepentimiento de nuestros pecados". El sentir dolor de ellos es ya obra del Espíritu Santo, es ya algo que no podríamos haber logrado por nosotros mismos. El pedir perdón es ya capacidad regenerada en nosotros y deseo de Dios, pero Dios no obliga a nadie a pedir perdón, como tampoco condena a nadie no ser capaz de pedirlo. Ya que el es justo y fiel a sus promesas, y donde hay perdón sincero y arrepentimiento hay perdón real y regeneración.

Excepto los calvinistas que creen que el hombre no puede resistirse a la Gracia, de modo que es una elección divina "sin contar con el hombre" la que salva (doctrina errada), sí creemos la mayoría de los protestantes que podemos y debemos responder a la Gracia de Dios, es más, muchos lo hacemos en algún momento de nuestras vidas cuando se nos presenta el evangelio y Dios actúa (ya que la fe viene por el oir). Lo que ocurre es que nuestro sí a este evangelio, el sí a la Gracia de Dios, no es obra propia del hombre viejo, sino que es obra ya del nuevo. Es obra del Espíritu Santo, no es mérito de la naturaleza caída, sino que es mérito de Espíritu Santo que faculta al hombre viejo para que tome una respuesta. Es la más hermosa y grande manifestación de la bondad y misericordia divina; ya que Dios no ha exigido al hombre que gane su libertad y su salvación, exigencia que no podríamos lograr, maldición eterna para un hombre que nace muerto.


CAP. VI. Modo de esta preparación.

Dispónense, pues, para la justificación, cuando movidos y ayudados por la gracia divina, y concibiendo la fe por el oído, se inclinan libremente a Dios, creyendo ser verdad lo que sobrenaturalmente ha revelado y prometido; y en primer lugar, que Dios justifica al pecador por su gracia adquirida en la redención por Jesucristo; y en cuanto reconociéndose por pecadores, y pasando del temor de la divina justicia, que últimamente los contrista, a considerar la misericordia de Dios, conciben esperanzas, de que Dios los mirará con misericordia por la gracia de Jesucristo, y comienzan a amarle como fuente de toda justicia; y por lo mismo se mueven contra sus pecados con cierto odio y detestación; esto es, con aquel arrepentimiento que deben tener antes del bautismo; y en fin, cuando proponen recibir este sacramento, empezar una vida nueva, y observar los mandamientos de Dios. De esta disposición es de la que habla la Escritura, cuando dice: El que se acerca a Dios debe creer que le hay, y que es remunerador de los que le buscan. Confía, hijo, tus pecados te son perdonados. Y, el temor de Dios ahuyenta al pecado. Y también: Haced penitencia, y reciba cada uno de vosotros el bautismo en el nombre de Jesucristo para la remisión de vuestros pecados, y lograréis el don del Espíritu Santo. Igualmente: Id pues, y enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándolas a observar cuanto os he encomendado. En fin: Preparad vuestros corazones para el Señor.


En principio nada que objetar excepto por lo dicho en el punto anterior.

CAP. VII. Que sea la justificación del pecador, y cuáles sus causas.

A esta disposición o preparación se sigue la justificación en sí misma: que no sólo es el perdón de los pecados, sino también la santificación y renovación del hombre interior por la admisión voluntaria de la gracia y dones que la siguen; de donde resulta que el hombre de injusto pasa a ser justo, y de enemigo a amigo, para ser heredero en esperanza de la vida eterna. Las causas de esta justificación son: la final, la gloria de Dios, y de Jesucristo, y la vida eterna. La eficiente, es Dios misericordioso, que gratuitamente nos limpia y santifica, sellados y ungidos con el Espíritu Santo, que nos está prometido, y que es prenda de la herencia que hemos de recibir. La causa meritoria, es su muy amado unigénito Jesucristo, nuestro Señor, quien por la excesiva caridad con que nos amó, siendo nosotros enemigos, nos mereció con su santísima pasión en el árbol de la cruz la justificación, y satisfizo por nosotros a Dios Padre. La instrumental, además de estas, es el sacramento del bautismo, que es sacramento de fe, sin la cual ninguno jamás ha logrado la justificación. Ultimamente la única causa formal es la santidad de Dios, no aquella con que él mismo es santo, sino con la que nos hace santos; es a saber, con la que dotados por él, somos renovados en lo interior de nuestras almas, y no sólo quedamos reputados justos, sino que con verdad se nos llama así, y lo somos, participando cada uno de nosotros la santidad según la medida que le reparte el Espíritu Santo, como quiere, y según la propia disposición y cooperación de cada uno. Pues aunque nadie se puede justificar, sino aquel a quien se comunican los méritos de la pasión de nuestro Señor Jesucristo; esto, no obstante, se logra en la justificación del pecador, cuando por el mérito de la misma santísima pasión se difunde el amor de Dios por medio del Espíritu Santo en los corazones de los que se justifican, y queda inherente en ellos. Resulta de aquí que en la misma justificación, además de la remisión de los pecados, se difunden al mismo tiempo en el hombre por Jesucristo, con quien se une, la fe, la esperanza y la caridad; pues la fe, a no agregársele la esperanza y caridad, ni lo une perfectamente con Cristo, ni lo hace miembro vivo de su cuerpo. Por esta razón se dice con suma verdad: que la fe sin obras es muerta y ociosa; y también: que para con Jesucristo nada vale la circuncisión, ni la falta de ella, sino la fe que obra por la caridad. Esta es aquella fe que por tradición de los Apóstoles, piden los Catecúmenos a la Iglesia antes de recibir el sacramento del bautismo, cuando piden la fe que da vida eterna; la cual no puede provenir de la fe sola, sin la esperanza ni la caridad. De aquí es, que inmediatamente se les dan por respuesta las palabras de Jesucristo: Si quieres entrar en el cielo, observa los mandamientos. En consecuencia de esto, cuando reciben los renacidos o bautizados la verdadera y cristiana santidad, se les manda inmediatamente que la conserven en toda su pureza y candor como la primera estola, que en lugar de la que perdió Adan por su inobediencia, para sí y sus hijos, les ha dado Jesucrito con el fin de que se presenten con ella ante su tribunal, y logren la salvación eterna.


Este punto tiene muchas partes distintas.

1. Que el hombre es regenerado realmente es cierto. Pero nosotros creemos que tal regeneración comienza y termina en esta vida, ocupando la vida entera, de tal forma, que hay pecado en nosotros hasta la muerte, aunque está siendo constantemente borrado y perdonado por Dios. Ahora bien, creemos que el pecado no existe en nosotros sin la oposición de una regeneración real que lo va borrando, de tal forma, que en el converso ya ha triunfado su naturaleza nueva y lo que queda de la vieja tiene sus días contados. Vosotros llamáis a ese pecado "concupiscencia" y "pecados veniales", nosotros le llamamos "pecado" sin precisar mucho más. Pero si en lugar de hacernos la guerra con este asunto, nos parásemos y reparásemos en lo que sostenemos en común daríamos con la fórmula para poder resolver la discrepancia, y es que ambos creemos que hay regeneración, victoria, hombre nuevo, hombre nacido de nuevo, Espíritu Santo que mora en nosotros, santidad real y verdadera, muerte al pecado y nacimiento a la vida etc... Ahora si queremos hacernos la guerra entonces podremos estar hasta el día del jucio final (Dios no lo quiera, y no lo quiere) discutiendo sobre la concupiscencia y la venialidad de los pecados. (no digo que lo olvidemos, pero sí que profundicemos en lo demás)

2. No creemos que la gracia justificante opere definitivamente por el sacramento del bautismo o de la penitencia, como si fuera de ellos no se diese, sino que opera en la conversión, fruto del arrepentimiento y de la fe. Esto no quita ni invalida el bautismo y la confesión, sino que como ambos sacramentos implican conversión y arrepentimiento, entonces tiene pleno sentido hablar de tal gracia ligada a ellos. Pero no "ex" sino más bien "in"... pero esta es también la vieja batalla de las preposiciones...

3. La fe es primera. Nadie ama a Dios sino tiene fe en él, ni nadie espera en Dios sino tiene fe en Él. Pero es cosa cierta y probada en las Escrituras, que nadie tiene fe en Él sino lo ama y espera. Así que enfrentar amor, esperanza y fe es cosa de diablos, contienda banal y absurda a la razón, la tradición y la Santa Palabra. La fe sino está viva, sino da frutos, no es fe; es más bien, creencia intelectual y de nada sirve o aprovecha; sino ahí está el ejemplo de los diablos que saben que Dios existe y conocen muy bien el evangelio, mejor y con mayor intensidad ambas cosas hacen que el más santo de nosotros; pero no aman ni viven la fe; es más, el conocimiento de Dios les atormenta y lo que para nosotros es esperanza gozosa para ellos es pánico y maldición.

CAP. VIII. Cómo se entiende que el pecador se justifica por la fe, y gratuitamente.

Cuando dice el Apóstol que el hombre se justifica por la fe, y gratuitamente; se deben entender sus palabras en aquel sentido que adoptó, y ha expresado el perpetuo consentimiento de la Iglesia católicaa; es a saber, que en tanto se dice que somos justificados por la fe, en cuanto esta es principio de la salvación del hombre, fundamento y raíz de toda justificación, y sin la cual es imposible hacerse agradables a Dios, ni llegar a participar de la suerte de hijos suyos. En tanto también se dice que somos justificados gratuitamente, en cuanto ninguna de las cosas que preceden a la justificación, sea la fe, o sean las obras, merece la gracia de la justificación: porque si es gracia, ya no proviene de las obras: de otro modo, como dice el Apóstol, la gracia no sería gracia.


Esto es doctrina sana y saludable.


CAP. IX. Contra la vana confianza de los herejes.

Mas aunque sea necesario creer que los pecados ni se perdonan, ni jamás se han perdonado, sino gratuitamente por la misericordia divina, y méritos de Jesucristo; sin embargo no se puede decir que se perdonan, o se han perdonado a ninguno que haga ostentación de su confianza, y de la certidumbre de que sus pecados le están perdonados, y se fíe sólo en esta: pues puede hallarse entre los herejes y cismáticos, o por mejor decir, se halla en nuestros tiempos, y se preconiza con grande empeño contra la Iglesia católica, esta confianza vana, y muy ajena de toda piedad. Ni tampoco se puede afirmar que los verdaderamente justificados deben tener por cierto en su interior, sin el menor género de duda, que están justificados; ni que nadie queda absuelto de sus pecados, y se justifica, sino el que crea con certidumbre que está absuelto y justificado; ni que con sola esta creencia logra toda su perfección el perdón y justificación; como dando a entender, que el que no creyese esto, dudaría de las promesas de Dios, y de la eficacia de la muerte y resurrección de Jesucristo. Porque así como ninguna persona piadosa debe dudar de la misericordia divina, de los méritos de Jesucristo, ni de la virtud y eficacia de los sacramentos: del mismo modo todos pueden recelarse y temer respecto de su estado en gracia, si vuelven la consideración a sí mismos, y a su propia debilidad e indisposición; pues nadie puede saber con la certidumbre de su fe, en que no cabe engaño, que ha conseguido la gracia de Dios.


En este punto no estoy en absoluto de acuerdo. ¿Le es lícito a un católico salir del confesionario dudando de sí Dios perdonó sus pecados?

Los protestantes estamos plenamente seguros de que Dios es justo para perdonar nuestros pecados, que los perdona y estamos seguros de que perdonados éstos somos herederos de sus promesas. Esta confianza no es carnal, es fruto de la Gracia y es gozosa confianza en que permanecemos en Cristo. Y cuando pecamos, volvemos el rostro a Cristo y buscando su perdón lo hayamos.

Hay que entender esto es su justa medida. Claro que sería abominable creer que ya no es lícito pecar y pecar porque somos salvos; quien piense así es un demonio, no un hijo de Dios. Pecar no le es lícito a nadie. Lo que creemos y sostenemos es que Dios perdona nuestros pecados, y es en ese perdón (y no en una emoción subjetiva) en lo que depositamos nuestras esperanzas. Créanme, ustedes con todo creerán lo mismo. ¿Confían más en perdón de Dios o el poder del diablo? La seguridad de nuestra salvación no es porque un día nos convertimos y ya está... sino que tal seguridad es en el día presente, en el perdón presente, y en la esperanza gozosa de que donde sobreabunden nuestros pecados, sobreabundará la gracia de Dios.

Ahora bien. Quien vive en la Gracia de Dios vive en el perdón de Dios.

CAP. X. Del aumento de la justificación ya obtenida.

Justificados pues así, hechos amigos y domésticos de Dios, y caminando de virtud en virtud, se renuevan, como dice el Apóstol, de día en día; esto es, que mortificando su carne, y sirviéndose de ella como de instrumento para justificarse y santificarse, mediante la observancia de los mandamientos de Dios, y de la Iglesia, crecen en la misma santidad que por la gracia de Cristo han recibido, y cooperando la fe con las buenas obras, se justifican más; según está escrito: El que es justo, continúe justificándose. Y en otra parte: No te receles de justificarte hasta la muerte. Y además: Bien veis que el hombre se justifica por sus obras, y no solo por la fe. Este es el aumento de santidad que pide la Iglesia cuando ruega: Danos, Señor, aumento de fe, esperanza y caridad.


Aumenta la santidad no la justificación. O se es perdonado o no se es perdonado, no hay perdón a medias. Pero en santidad si crecemos más o menos.

CAP. XI. De la observancia de los mandamientos, y de cómo es necesario y posible observarlos.

Pero nadie, aunque esté justificado, debe persuadirse que está exento de la observancia de los mandamientos, ni valerse tampoco de aquellas voces temerarias, y prohibidas con anatema por los Padres, es a saber: que la observancia de los preceptos divinos es imposible al hombre justificado. Porque Dios no manda imposibles; sino mandando, amonesta a que hagas lo que puedas, y a que pidas lo que no puedas; ayudando al mismo tiempo con sus auxilios para que puedas; pues no son pesados los mandamientos de aquel, cuyo yugo es suave, y su carga ligera. Los que son hijos de Dios, aman a Cristo; y los que le aman, como él mismo testifica, observan sus mandamientos. Esto por cierto, lo pueden ejecutar con la divina gracia; porque aunque en esta vida mortal caigan tal vez los hombres, por santos y justos que sean, a lo menos en pecados leves y cotidianos, que también se llaman veniales; no por esto dejan de ser justos; porque de los justos es aquella voz tan humilde como verdadera: Perdónanos nuestras deudas. Por lo que tanto más deben tenerse los mismos justos por obligados a andar en el camino de la santidad, cuanto ya libres del pecado, pero alistados entre los siervos de Dios, pueden, viviendo sobria, justa y piadosamente, adelantar en su aprovechamiento con la gracia de Jesucristo, qu fue quien les abrió la puerta para entrar en esta gracia. Dios por cierto, no abandona a los que una vez llegaron a justificarse con su gracia, como estos no le abandonen primero. En consecuencia, ninguno debe engreírse porque posea sola la fe, persuadiéndose de que sólo por ella está destinado a ser heredero, y que ha de conseguir la herencia, aunque no sea partícipe con Cristo de su pasión, para serlo también de su gloria; pues aun el mismo Cristo, como dice el Apóstol: Siendo hijo de Dios aprendió a ser obediente en las mismas cosas que padeció, y consumada su pasión, pasó a ser la causa de la salvación eterna de todos los que le obedecen. Por esta razón amonesta el mismo Apóstol a los justificados, diciendo: ¿Ignoráis que los que corren en el circo, aunque todos corren, uno solo es el que recibe el premio? Corred, pues, de modo que lo alcancéis. Yo en efecto corro, no como a objeto incierto; y peleo, no como quien descarga golpes en el aire; sino mortifico mi cuerpo, y lo sujeto; no sea que predicando a otros, yo me condene. Además de esto, el Príncipe de los Apóstoles san Pedro dice: Anhelad siempre por asegurar con vuestras buenas obras vuestra vocación y elección; pues procediendo así, nunca pecaréis. De aquí consta que se oponen a la doctrina de la religión católica los que dicen que el justo peca en toda obra buena, a lo menos venialmente, o lo que es más intolerable, que merece las penas del infierno; así como los que afirman que los justos pecan en todas sus obras, si alentando en la ejecución de ellas su flojedad, y exhortándose a correr en la palestra de esta vida, se proponen por premio la bienaventuranza, con el objeto de que principalmente Dios sea glorificado; pues la Escritura dice: Por la recompensa incliné mi corazón a cumplir tus mandamientos que justifican. Y de Moisés dice el Apóstol, que tenía presente, o aspiraba a la remuneración.


Es posible cumplir toda la ley a la perfección con el auxilio de la Gracia de Dios, eso es cierto. Pero yo no conozco a nadie que naciese con pecado y lo lograse; a no ser que muriese justo después de su conversión, en ese caso no tuvo tiempo de pecar. Tal vez el ladrón que murió al lado de nuestro Señor no tuviese tiempo para pecar.

Debemos cumplir los mandamientos de Dios, no porque querramos conseguir con ello mayor santidad (eso sería un chantaje a Dios) sino por amor a Él y por el bien de nuestra alma. La ley es ante todo la voluntad de Dios para nosotros, es bien para nosotros; y no es posible amar a Dios sino amamos su voluntad. Así dijo Cristo en Juan 14, si amamos es porque guardamos sus mandamientos. Yo creo que es la única motivación correcta para guardar la ley, no para gloria nuestra, mérito... sino por puro amor de Dios. De hecho guardar la ley por otras razones es extraño y de poco sirve.

CAP. XII. Debe evitarse la presunción de creer temerariamente su propia predestinación.

Ninguno tampoco, mientras se mantiene en esta vida mortal, debe estar tan presuntuosamente persuadido del profundo misterio de la predestinación divina, que crea por cierto es seguramente del número de los predestinados; como si fuese constante que el justificado, o no puede ya pecar, o deba prometerse, si pecare, el arrepentimiento seguro; pues sin especial revelación, no se puede sabe quiénes son los que Dios tiene escogidos para sí.


Creer que el justificado no puede volver a pecar es herejía impía, creer que va ser perdonado es saludable y gozosa esperanza. Yo no voy a arrebatarle el juicio a Dios, no me juzgo santo a mi mismo, todo lo contrario en tal caso, de ser yo juez de mi mismo me aborrecería por todo el mal que de pensamiento, obra y omisión cometo. Sé que Dios me juzga santo porque tengo en su Palabra su promesa y en mi vida señal de su actuación. Pues sé que amo a Dios ¿Y quien me dio ese amor sino él? No me lo dieron los diablos ni el mundo ni la carne. Mi confianza en mi salvación, es la de un pobre pecador que confía en Dios y vive gozoso en sus promesas, inmerecidamente alcanzadas por el gran regalo que me dispensó y me dispensa cada día; y no la de un hombre que se cree perfecto y santo y merecedor de que Dios le pague con el cielo.

CAP. XIII. Del don de la perseverancia.

Lo mismo se ha de creer acerca del don de la perseverancia, del que dice la Escritura: El que perseverare hasta el fin, se salvará: lo cual no se puede obtener de otra mano que de la de aquel que tiene virtud de asegurar al que está en pie para que continúe así hasta el fin, y de levantar al que cae. Ninguno se prometa cosa alguna cierta con seguridad absoluta; no obstante que todos deben poner, y asegurar en los auxilios divinos la más firme esperanza de su salvación. Dios por cierto, a no ser que los hombres dejen de corresponder a su gracia, así como principió la obra buena, la llevará a su perfección, pues es el que causa en el hombre la voluntad de hacerla, y la ejecución y perfección de ella. No obstante, los que se persuaden estar seguros, miren no caigan; y procuren su salvación con temor y temblor, por medio de trabajos, vigilias, limosnas, oraciones, oblaciones, ayunos y castidad: pues deben estar poseídos de temor, sabiendo que han renacido a la esperanza de la gloria, mas todavía no han llegado a su posesión saliendo de los combates que les restan contra la carne, contra el mundo y contra el demonio; en los que no pueden quedar vencedores sino obedeciendo con la gracia de Dios al Apóstol san Pablo, que dice: Somos deudores, no a la carne para que vivamos según ella: pues si viviéreis según la carne, moriréis; mas si mortificareis con el espíritu las acciones de la carne, viviréis.


La perseverancia es fruto de la Gracia, más nos vale tener señal de ella... sino es que ni fuimos justificados ni tampoco salvados...

CAP. XIV. De los justos que caen en pecado, y de su reparación.

Los que habiendo recibido la gracia de la justificación, la perdieron por el pecado, podrán otra vez justificarse por los méritos de Jesucristo, procurando, excitados con el auxilio divino, recobrar la gracia perdida, mediante el sacramento de la Penitencia. Este modo pues de justificación, es la reparación o restablecimiento del que ha caído en pecado; la misma que con mucha propiedad han llamado los santos Padres segunda tabla después del naufragio de la gracia que perdió. En efecto, por los que después del bautismo caen en el pecado, es por los que estableció Jesucristo el sacramento de la Penitencia, cuando dijo: Recibid el Espíritu Santo: a los que perdonáreis los pecados, les quedan perdonados; y quedan ligados los de aquellos que dejeis sin perdonar. Por esta causa se debe enseñar, que es mucha la diferencia que hay entre la penitencia del hombre cristiano después de su caída, y la del bautismo; pues aquella no sólo incluye la separación del pecado, y su detestación, o el corazón contrito y humillado; sino también la confesión sacramental de ellos, a lo menos en deseo para hacerla a su tiempo, y la absolución del sacerdote; y además de estas, la satisfacción por medio de ayunos, limosnas, oraciones y otros piadosos ejercicios de la vida espiritual: no de la pena eterna, pues esta se perdona juntamente con la culpa o por el sacramento, o por el deseo de él; sino de la pena temporal, que según enseña la sagrada Escritura, no siempre, como sucede en el bautismo, se perdona toda a los que ingratos a la divina gracia que recibieron, contristaron al Espíritu Santo, y no se avergonzaron de profanar el templo de Dios. De esta penitencia es de la que dice la Escritura: Ten presente de qué estado has caído: haz penitencia, y ejecuta las obras que antes. Y en otra parte: La tristeza que es según Dios, produce una penitencia permanente para conseguir la salvación. Y además: Haced penitencia, y haced frutos dignos de penitencia.


Obviamente no estamos de acuerdo. El perdón de los pecados no necesita del sacramento de la penitencia tal como se entiende en el catolicismo. Tampoco hacemos distinción entre pena y culpa.

CAP. XV. Con cualquier pecado mortal se pierde la gracia, pero no la fe.

Se ha de tener también por cierto, contra los astutos ingenios de algunos que seducen con dulces palabras y bendiciones los corazones inocentes, que la gracia que se ha recibido en la justificación, se pierde no solamente con la infidelidad, por la que perece aún la misma fe, sino también con cualquiera otro pecado mortal, aunque la fe se conserve: defendiendo en esto la doctrina de la divina ley, que excluye del reino de Dios, no sólo los infieles, sino también los fieles que caen en la fornicación, los adúlteros, afeminados, sodomitas, ladrones, avaros, vinosos, maldicientes, arrebatadores, y todos los demás que caen en pecados mortales; pues pueden abstenerse de ellos con el auxilio de la divina gracia, y quedan por ellos separados de la gracia de Cristo.


Y como no se pierde la fe, tampoco la gracia. Pues fe es lo necesario para el perdón, eso sí, fe que de arrepentimiento, etc...

CAP. XVI. Del fruto de la justificación; esto es, del mérito de las buenas obras, y de la esencia de este mismo mérito.

A las personas que se hayan justificado de este modo, ya conserven perpetuamente la gracia que recibieron, ya recobren la que perdieron, se deben hacer presentes las palabras del Apóstol san Pablo: Abundad en toda especie de obras buenas; bien entendidos de que vuestro trabajo no es en vano para con Dios; pues no es Dios injusto de suerte que se olvide de vuestras obras, ni del amor que manifestásteis en su nombre. Y: No perdáis vuestra confianza, que tiene un gran galardón. Y esta es la causa porque a los que obran bien hasta la muerte, y esperan en Dios, se les debe proponer la vida eterna, ya como gracia prometida misericordiosamente por Jesucristo a los hijos de Dios, ya como premio con que se han de recompensar fielmente, según la promesa de Dios, los méritos y buenas obras. Esta es, pues, aquella corona de justicia que decía el Apóstol le estaba reservada para obtenerla después de su contienda y carrera, la misma que le había de adjudicar el justo Juez, no solo a él, sino también a todos los que desean su santo advenimiento. Pues como el mismo Jesucristo difunda perennemente su virtud en los justificados, como la cabeza en los miembros, y la cepa en los sarmientos; y constante que su virtud siempre antecede, acompaña y sigue a las buenas obras, y sin ella no podrían ser de modo alguno aceptas ni meritorias ante Dios; se debe tener por cierto, que ninguna otra cosa falta a los mismos justificados para creer que han satisfecho plenamente a la ley de Dios con aquellas mismas obras que han ejecutado, según Dios, con proporción al estado de la vida presente; ni para que verdaderamente hayan merecido la vida eterna (que conseguirán a su tiempo, si murieren en gracia): pues Cristo nuestro Salvador dice: Si alguno bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed por toda la eternidad, sino logrará en sí mismo una fuente de agua que corra por toda la vida eterna. En consecuencia de esto, ni se establece nuestra justificación como tomada de nosotros mismos, ni se desconoce, ni desecha la santidad que viene de Dios; pues la santidad que llamamos nuestra, porque estando inherente en nosotros nos justifica, esa misma es de Dios: porque Dios nos la infunde por los méritos de Cristo. Ni tampoco debe omitirse, que aunque en la sagrada Escritura se de a las buenas obras tanta estimación, que promete Jesucristo no carecerá de su premio el que de a uno de sus pequeñuelos de beber agua fría; y testifique el Apóstol, que el peso de la tribulación que en este mundo es momentáneo y ligero, nos da en el cielo un excesivo y eterno peso de gloria; sin embargo no permita Dios que el cristiano confíe, o se gloríe en sí mismo, y no en el Señor; cuya bondad es tan grande para con todos los hombres, que quiere sean méritos de estos los que son dones suyos. Y por cuanto todos caemos en muchas ofensas, debe cada uno tener a la vista así como la misericordia y bondad, la severidad y el juicio: sin que nadie sea capaz de calificarse a sí mismo, aunque en nada le remuerda la conciencia; pues no se ha de examinar ni juzgar toda la vida de los hombres en tribunal humano, sino en el de Dios, quien iluminará los secretos de las tinieblas, y manifestará los designios del corazón y entonces logrará cada uno la alabanza y recompensa de Dios, quien, como está escrito, les retribuirá según sus obras.
Después de explicada esta católica doctrina de la justificación, tan necesaria, que si alguno no la admitiere fiel y firmemente, no se podrá justificar, ha decretado el santo Concilio agregar los siguientes cánones, para que todos sepan no sólo lo que deben adoptar y seguir, sino también lo que han de evitar y huir.


De las buenas obras, cito textualmente el artículo 12 de los XXXIX de Religión de la Iglesia Anglicana.

"Aunque las Buenas Obras, que son fruto de la Fe y siguen a la Justificación, no puedan expiar nuestros pecados, ni soportar la severidad del Juicio Divino; son, no obstante, agradables y aceptas a Dios en Cristo y nacen necesariamente de una verdadera viva Fe; de manera que por ellas puede conocerse la Fe viva tan evidentemente, como se juzga del árbol por su fruto."

Un abrazo, en Cristo.
Quid ergo fecit te, non te iustificat sine te (St. Agustinus)
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor Reinierus » Lun Jul 18, 2011 1:34 pm

nseigi escribió:
De las buenas obras, cito textualmente el artículo 12 de los XXXIX de Religión de la Iglesia Anglicana.

"Aunque las Buenas Obras, que son fruto de la Fe y siguen a la Justificación, no puedan expiar nuestros pecados, ni soportar la severidad del Juicio Divino; son, no obstante, agradables y aceptas a Dios en Cristo y nacen necesariamente de una verdadera viva Fe; de manera que por ellas puede conocerse la Fe viva tan evidentemente, como se juzga del árbol por su fruto."

Un abrazo, en Cristo.


Saludos Hermano.
Me parece interesante que la Iglesia Anglicana sostenga un punto que se escucha en los mismos términos en las denominaciones protestantes modernas e individualistas, pero contrarias a ciertos puntos de la Biblia.
Por ejemplo la conocida parábola del Buen Samaritano dan a entender que los Cristianos debemos hacer obras buenas para nuestra salvación (desde ayudar físicamente a cualquier persona hasta predicarle para que se vuelva a Dios).
Además le sumamos que no todas la buenas obras son fruto de la fe ni que todos los que tienen fe producen buenas obras (en cuyo caso se indica que es una fe muerta).
Por otro lado, me parece interesante también el cambio de la palabra "conocer" por la palabra "juzgar" en referencia al texto bíblico, pero que implican cosas muy diferentes.

Dios los bendiga.
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Re: SOLA FIDE Versus FIDE ET CARITATE

Notapor Ictus » Lun Jul 18, 2011 6:44 pm

nseigi escribió:1. En primer lugar cuando negamos que existe una regeneración "desde dentro" nos referimos a que ésta no es obrada por las facultades propias del hombre, es decir, "ex natura sua". Creemos que esta regeneración es obrada por el Espíritu Santo, que vive y mora en nosotros, pero no es nosotros.

No veo en donde esté alguna refutación. El que sea desde dentro es porque la gracia obra dentro de nosotros. Por eso no es u mero estímulo externo sino que en verdad llega hasta al alma y ahí la mueve a consentir libremente.

2. En el segundo punto nosotros condenamos el pelagianismo y el semipelagianismo que sostienen que el hombre es autor de su salvación en grado absoluto o parcial. Nosotros no somos autores de la misma ni en el más mínimo de los grados, en absoluto en nada podemos obrar la salvación para nosotros. Esto es doctrina universal, cristiana y sana.

Recuerda que la Iglesia Católica fue la que los condenó. Así que en eso estamos de acuerdo.

Pero si tú dices: " la Gracia eleva a la persona desde su interior y así el alma se vuelve co-operante". Entonces en nada estás errando según el magisterio protestante. Ya que pones como causa primera de dicha cooperación la Gracia de Dios. Sostenemos que el hombre es libre para obrar en favor de su santidad siempre que la gracia lo prevenga y le haga poseedor de esa libertad. Ahora bien, el hombre si la Gracia de Dios no sólo no es libre para obrar en favor de su santidad sino que está privado en absoluto de cualquier facultad que lo pueda relacionar con Dios; y esto es por la corrupción que el pecado original ha obrado en nuestra naturaleza.

Este punto requiere mayor claridad, y va en sentido de si esa gracia se puede perder o no. Ahí radica el verdadero debate.

Saludos,
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