eduardo vener escribió:Sin querer desanimarte en tu deseo de convencer a tu amigo testigo de Jehová sobre el tema del infierno, me atrevo a señalarte algo que sin duda ya has notado al conversar con él: se adhiere al concepto bíblico, no al concepto griego, platónico, de la condición de los muertos. Y eso no da lugar a la concepción de que las almas de los inicuos, luego de la muerte, vayan a un infierno de fuego.
La diferencia entre los citados conceptos, difícilmente podría resumirse mejor que lo que expresó el Cardenal Ratzinger en su consideración de “La resurrección de la carne” en su libro Introducción al Cristianismo. No copio aquí, por su extensión todo el texto, pero es muy interesante leerlo completo.
Lo interesante es lo que omites como siempre, veamos en rojo lo que omites:
La resurrección de la carne.
a).- Contenido de la esperanza neotestamentaria en la resurrección 5.
El artículo de la resurrección de la carne supone para nosotros un auténtico dilema. Hemos redescubierto la indivisibilidad del hombre; con nueva intensidad vivimos nuestra corporeidad y la experimentamos como camino imprescindible para realizar el único ser del hombre. Por eso podemos comprender muy bien el mensaje bíblico que no promete la inmortalidad al alma separada del cuerpo, sino a todo el hombre. A raíz de tales observaciones, la teología evangélica se ha levantado en nuestros días en contra de la doctrina griega de la inmortalidad del alma, que sin razón se consideraba como idea cristiana.
[…] Ahí se nos presenta en verdad un doble dualismo no cristiano;
En este parrafo el teologo Ratzinger nos presenta lo que se llama dualismo griego que algunos presentaban como idea cristiana.
Según la concepción griega, el hombre consta de dos sustancias diversas; una de ellas, el cuerpo, se descompone, pero la otra, el alma, es por sí misma imperecedera y, en consecuencia, puede subsistir en sí misma independientemente de la otra; es más, sólo cuando el alma se separa del cuerpo, esencia extraña a ella, se realiza el alma en todo lo que es. Por el contrario, el pensamiento bíblico presupone la unidad indivisible del hombre; la Escritura no conoce, por ejemplo, palabra alguna para designar el cuerpo separado y distinto del alma; la palabra .alma. significa en la mayoría de los casos todo el hombre existente, viviente. Los textos restantes, que nos ofrecen una concepción diversa, fluctúan en cierto modo entre la concepción griega y la bíblica, pero no excluyen esta última.
Otra vez el teologo Ratzinger esta hablndo sobre la concepcion griega del alma que no es doctrina de la Iglesia, la cual dice que el cuerpo no vale nada lo que vale es el alma...
eduardo vener escribió:Nota- Los subrayados son míos
Y yo agregaria que tambien las omisiones como esta:
Alguien podría decirnos: ¿no es mucho más fácil considerar el alma espiritual e inmortal como lo peculiar del hombre? La pregunta es justa, pero veamos su significado concreto. Ambas concepciones no se contradicen, sino que de modo diverso expresan lo mismo: Tener un alma espiritual significa ser querido, conocido y amado especialmente por Dios; tener un alma espiritual es ser llamado por Dios a un diálogo eterno, ser capaz de conocer a Dios y de responderle. Lo que en un lenguaje sustancialista llamamos :tener alma., lo podemos expresar con palabras más históricas y actuales diciendo :ser interlocutor de Dios.. Esto no es afirmar que la terminología del alma es falsa, como ocasionalmente afirma un biblicismo unilateral y acrítico; es en cierto modo necesario para expresar el todo de lo que se trata. Pero necesita, por otra parte, ser completado si no queremos caer en una concepción dualista que no hace justicia a la intuición dialógica y personal de la Biblia.
Cuando afirmamos que la inmortalidad del hombre se funda en su relación con Dios cuyo amor crea la eternidad, no pretendemos una suerte especial a lo justos, sino que expresamos la esencial inmortalidad del hombre en cuanto hombre. Según nuestras últimas reflexiones es posible desarrollar esta idea desde el esquema cuerpo-alma; el significado de éste estriba quizá en que revela ese carácter esencial de la inmortalidad humana; pero siempre ha de referirse a la perspectiva bíblica y ha de ser corregido por ésta, para permanecer fiel a la intuición inaugurada por la fe en el futuro del hombre.