Querido hermano en Cristo.
Quisiera pedirte por favor que leas detenidamente lo que voy a compartiros. Dices que buscas la verdad y que has investigado por diez años, muy bien, comencemos aseverando que saber que Dios existe no equivale a la fe teologal; fe significa creer en el Señor y en lo que nos ha revelado al dignarse salir a nuestro encuentro. El depósito de esta Revelación (I Tim 6,20) lo custodia fielmente la Santa Madre Iglesia, «columna y fundamento de la verdad» (I Tim 3, 15) y he tocado intencionalmente este tema ya que viene a molde sobre lo que deseo compartirte, así pues, es verdad que algunos Pontífices han palidecido ante tal Ministerio, es decir, han mancillado la Silla Petrina, empero… Ni uno solo ha traicionado el depósito de la fe, ninguno ha enseñado cosa alguna ajena a la ortodoxia cristiana. Bueno, para que sea más inteligible: ningún Papa ha enseñado alguna herejía y no debemos confundir esto con las obras, pues si un Santo Padre alguna vez incurrió en cosa indebida este no traiciono la fe de la Iglesia sino que cometió pecado, y sabemos que es prerrogativa exclusiva de Dios el juzgar los corazones.
Precisamente en esto puedes advertir que las promesas del Señor (San Mateo 16, 18. San Mateo 28, 20. San Juan 14, 16) se han cumplido y se cumplirán pues si ante grandes crisis donde el cariz hacía pensar que la Iglesia yacía en estertor pudo emerger estoica manteniendo la misma enseñanza desde su exordio, ¿cómo suspicar entonces de la providencia de Dios a su Iglesia?.
Si objetivamente buscas la verdad podrás colegir que en lo antes expuesto no incurro en la mendacidad y por ello yo, que soy católico ante las cosas que nos has compartido (hipérbole pues no son fieles a la historia) en vez de renegar de la Iglesia le soy más fiel pues por un lado corroboro la perennidad de la Iglesia y lo que la Gracia de Dios obra en mí. La fe teologal que es regalo de Dios (y se alimenta con los Sacramentos y la oración) me hace fiel a la única Iglesia del Señor Jesús que subsiste en la Iglesia católica, ya que en este grado de fe no depende ya de mi intelecto, es Dios quien nos obsequia esta bendición. Termino diciendo que un cristiano que se hace un dios a su medida solo se está engañando y tarde que temprano sucumbirá y por ende emerge la efigie de la Iglesia, necesaria para nuestra salvación.
Posdata: si deseas profundizar en lo que creemos primero indaga y no vengas a comentar lo que sabes de oídas.
Que Dios te bendiga por intercesión de la Magnificencia de Dios.