Dios, en su inmensa sabiduría, nos concede y nos dio, inmerecidamente, respeto y discernimiento.
Respeto porque no nos impone nada, nos da libre albedrío para abrazarlo.
Y en cuanto a discernimiento, nos lo da para que no seamos esclavos del hombre e inherentemente de sus dogmas. Pagó nuestro Señor Jesucristo con sangre nuestra libertad.
Yo estoy convencido de que, conscientemente, me dejo guiar por la acción del Espíritu.
Respeto y guardo obediencia (que es distinto a coincidencia) a los dogmas de mi Iglesia, católica y apostólica.
Que Dios los bendiga