Bystander84 escribió:lo primero que se me viene a la cabeza al leer todo esto es 'reencarnación'
... además, de haber sido así me pregunto dónde estarán sus cuerpos.
Querido hermano en Jesús y María:
No tiene nada que ver con la reencarnación. En lo que voy a explicar a continuación, simplemente sigo la doctrina de los Santos Padres, los Doctores y los santos, que interpretan la Palabra de Dios inspirados por el Espíritu.
Enoc y Elías, por una gracia preternatural, han preservado sus mismos cuerpos mortales para cumplir con una misión singularísima en el fin de los tiempos batallando contra el Anticristo, como consta en Apocalipsis 11, 1-13. Su batalla contra el Anticristo va a consistir en la predicación del verdadero Cristo, el único Salvador del mundo, Jesús de Nazaret.
Posiblemente, Elías predicará a los judíos. Les predicará que el Mesías que esperan es Jesús de Nazaret, y que pronto retornará en gloria en su Segunda Venida. Esto se interpreta a partir de la profecía de Malaquías 3, 23-24, que dice que antes de que llegue el Día de YHWH (la Parusía), Elías será enviado, para hacer volver el corazón de los padres a los hijos, y el corazón de los hijos a los padres. Uno de los significados más importantes de esto último, es que los padres (el pueblo judío) volverán el corazón a los hijos (los cristianos), reconociendo los padres (los judíos) a Jesús de Nazaret como el Mesías esperado. Allí se producirá la conversión del pueblo judío a Jesús, por obra de la predicación magnífica de Elías, y con esto se cumplirá uno de los requisitos para que llegue la Parusía.
Aclaro lo siguiente porque a los hermanos que intentan ser fieles al Evangelio pero no saben de teología, puede ocurrírseles esta objeción: que Jesús dijo que Elías al que esperaban era San Juan Bautista, como explica a los tres apóstoles tras la Transfiguración. Respuesta: la cosa no es tan simple, porque los sentidos de la Escritura no son uno simple, son varios, es una realidad compleja. A esto añadamos que se trata de una profecía, y las profecías son oscuras y también complejas a su vez. Debido a la riqueza de la Palabra de Dios, un pasaje, y más aún una profecía, puede significar múltiples sentidos de personas y eventos del futuro. Este es también el caso. En efecto, el Bautista tenía el espíritu profético de Elías. Eso es lo que dice Jesús, interpretado correctamente. Y también vendrá el mismísimo Elías, como profetiza literalmente Malaquías. Es decir, el significado literal del texto de Malaquías, es el envío del mismísimo Elías al fin de los tiempos; mientras que lo que Jesús hizo con esa profecía, fue atribuirle un significado espiritual-alegórico, atribuyéndola cumplida a la figura del Bautista.
En cuanto al patriarca Enoc, sabemos que fue de una santidad sublime, un verdadero justo en el sentido más elevado de la palabra. Nadie como él anduvo con Dios (Génesis 5, 24), nadie como Él vivió unido a Dios, nadie como Él agradó a Dios (Eclesiástico 44, 16). Su misión posiblemente consistirá, a partir de su ejemplo eximio de santidad, en predicar la penitencia a las naciones, a las «gentes», es decir, la gentilidad, los paganos, lo que significa todo el orbe no cristiano, o sea, a las demás religiones no cristianas. Enoc va a preparar al resto del mundo, a los que no confiesan una fe explícita en Cristo, para su Segunda Venida. Enoc va a preparar a los que no conocen a Cristo, para recibirlo cuando venga en su gloria. Para poder predicar y convertir a no cristianos, se necesita un grande, pero muy grande santo. Pues esta es la misión de Enoc. Con su santidad, poder y milagros, con su predicación maravillosa, arrastrará y atraerá a millones de millones a Jesús. La posible misión de Enoc consta en Eclesiástico 44, 16, que dice que fue trasladado al Paraíso, para dar la penitencia a las «gentes».
Agrego, como comentario aparte pero que puede ser útil, que con la venida espectacular de Enoc, con su predicación asombrosa y los milagros que hará, toda la mala exégesis bíblica contemporánea que ya tiró abajo la historicidad de los primeros capítulos del Génesis (y que llega hasta la historicidad de relatos de los Evangelios), se quedará con la boca cerrada y será refutada por la simple evidencia de la sola presencia de este santo patriarca. Esto que comento es significativo porque con su presencia, milagros y predicación, Enoc iluminará en la fe a toda la Tierra, hasta en los detalles históricos de los episodios de las Escrituras, porque todos los sentidos de la Escritura, se apoyan en el sentido literal (lo enseña Santo Tomás de Aquino, recogido por el Catecismo de la Iglesia Católica), y bien entendido el sentido literal en su dimensión exacta con todo lo que exige, muchísimo mejor puede entenderse el sentido espiritual.
En este momento, Enoc y Elías están en un lugar que para nosotros es misterioso. No es el Cielo. Es un lugar aquí en la Tierra, pero que no está al alcance de nosotros. Es por lo menos de algún modo un lugar similar al Edén originario, que está protegido por querubines (Génesis 3, 24), por lo que es inaccesible en todo sentido para nosotros. Es muy posible que sea el mismísimo Edén de Adán y Eva, el Paraíso terrenal. En la Sagrada Escritura, en la versión latina de la Nova Vulgata, que es la versión oficial de la Biblia para la Iglesia, el texto normativo, dice que Enoc fue trasladado al paraíso: «Henoch placuit Deo et translatus est in paradisum, ut det gentibus paenitentiam» (Eclesiástico 44, 16). Así que lo más probable es que ambos, Enoc y Elías, estén en el Edén, con sus cuerpos mortales, pero dotados preternaturalmente para haberse preservado durante milenios. El Edén está en la Tierra pero es inaccesible para nosotros, no podemos hallarlo por nuestros medios. Es un misterio, y punto.
No podemos rezarle a Enoc y Elías. Ellos están próximos a nosotros en cuanto a que aún no están en la gloria. Están más cerca de nosotros que del Cielo. Ya son grandes santos por su caridad perfectísima y purísima, pero no han resucitado, no están en la gloria aún, no tienen la visión beatífica. Mientras aguardan que llegue su Hora, están preparándose siendo instruídos de una manera mística con la ciencia infusa que necesitan para su predicación. Los dos están absorbidos en la oración, esperando a que llegue su momento definitivo, cuando deban predicar a las naciones y a los judíos respectivamente, y esperando su martirio, que será su corona de gloria.