Conferencia "ultimos tiempos"

La Teología es la ciencia de Dios en cuanto Dios, conocida a partir de la revelación. La Teología es y debe seguir siendo la humilde sierva de la Palabra de Dios. Al ser un servicio, la Teología tiene que ejercer su tarea en comunión con el Magisterio. En las materias difíciles entre las que se mueve es compatible que haya cierta diversidad de opiniones, no graves, en el marco de la unidad de la fe y la fidelidad al Magisterio, ya que la historia demuestra que siempre ha habido lugar en la Iglesia para una gran diversidad de teólogos y de teologías. La fe es una, sí, pero ¡qué diferencia existe entre las teologías de Justino, Cipriano, Orígenes, San Agustín o Santo Tomás de Aquino! Esta diversidad también trae ventajas para la Iglesia y ha sido fuente de progreso teológico. Por ello este es un espacio de discusión sobre temas opinables de la teología, pero estrictamente dedicado a lo que se opina en las diversas escuelas para exponer y defender una u otra posición y dar de esta forma una visión de conjunto, recordando que no hay verdadera Teología sin Magisterio y sin fe

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Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor apiter » Lun Nov 11, 2013 11:31 am

Ayer estaba mirando en youtube varios videos interesantes y encontre una conferencia de varias personas sobre los ultimos tiempos, me llamo bastante la atencion y me dejo algo confundido, en un principio el primer orador (por lo menos en el oreden del video) era el Padre Alfredo Saenz que hizo una introduccion muy interesante apoyado en el libro la Ciudad de Dios de San Agustin donde explico como conviven las dos ciudades, la celestial y la terrena, para ir de a poco al tema que le tocaba hablar que era la prostituta y la mujer vestida de sol con la luna a sus pies, a mi parer explico bien la lucha del hombre en la tierra y uso el libro de San Agustin para dar una vision del Apocalipis. No sabria decir si esta o no equivocado en sus apreciaciones, pero pareciera que no.
Lo que me sorprendio fue el segundo orador, no recuerdo el nombre, si que esta en un programa llamado el pulso de la fe (o algo similar, por lo que decian en el video) este espositor hablaba de la batalla de Gog y Magog que se detalla en Ezequiel, dio por certeza que los que la guerra sera entre Israel por un lado y Rusia e Iran con algunos paieses mas por otro, tambien argumento que esa guerra sera detenida por el Anticristo que firmara una paz falsa para luego traicionar a Israel y perseguir a los Cristianos. Tambien comento que la vuelta del estado de Israel (1948) fue previsto en las escrituras (Dios tarera a todos nuevamente a las tierras de Israel de los paises donde se encontraban, según el cumplido en 1948), esto me lo habian aclarado en el foro hace un tiempo.
Pero aunque parecia bastante convincente derrapo bastante al finalizar diciendo que abria una tercera venida de Cristo (La segunda en Gloria para gobernar por mil años y luego una tercera para el Juicio universal), y tambien luego contestando preguntas hablo del Rapto (claramente opuesto a nosotros los Catolicos).
Me confunde que un Sacerdote Catolico P. Alfredo Saenz (es la primera vez que lo escucho) comparta una conferecncia con otras persoas que se dicen Catolicas pero aceptan enseñanzas fuera de la Iglesia (Rapto y tercerea venida de Cristo,mileniarismo), no pongo los link por si es material no apto para el foro.
Si no es mucha molestia me gustaria me ayuden a comprender como son realmente estos temas, y que nos dice la Iglesia en cuanto a como debmos interpretar estos hechos.

Que Dios y La Virgen los Bendigan
apiter
 
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor tito » Lun Nov 11, 2013 8:45 pm

El que un sacerdote aparezca en un programa/conferencia no avala que lo que diga él sea doctrina de la Iglesia (aunque el Padre en cuestión es ortodoxo en lo que he leído de él) mucho menos avala a los demás participantes.


Lo que la Iglesia ha dicho sobre la Segunda Venida:


LUMEN GENTIUM 48-49

CAPÍTULO VII

ÍNDOLE ESCATOLÓGICA DE LA IGLESIA
PEREGRINANTE Y SU UNIÓN CON LA IGLESIA CELESTIAL


Índole escatológica de nuestra vocación en la Iglesia

48. La Iglesia a la que todos hemos sido llamados en Cristo Jesús y en la cual, por la gracia de Dios, conseguimos la santidad, no será llevada a su plena perfección sino "cuando llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas" (Act 3,21) y cuando, con el género humano, también el universo entero, que está íntimamente unido con el hombre y por él alcanza su fin, será perfectamente renovado (cf. Ef 1,10; Col 1,20; 2 Pe 3,10-13).

Porque Cristo levantado en alto sobre la tierra atrajo hacia Sí a todos los hombres (cf. Jn 12,32); resucitando de entre los muertos (cf. Rom 6,9) envió a su Espíritu vivificador sobre sus discípulos y por El constituyó a su Cuerpo que es la Iglesia, como Sacramento universal de salvación; estando sentado a la diestra del Padre, sin cesar actúa en el mundo para conducir a los hombre a su Iglesia y por Ella unirlos a Sí más estrechamente, y alimentándolos con su propio Cuerpo y Sangre hacerlos partícipes de su vida gloriosa. Así que la restauración prometida que esperamos, ya comenzó en Cristo, es impulsada con la venida del Espíritu Santo y continúa en la Iglesia, en la cual por la fe somos instruidos también acerca del sentido de nuestra vida temporal, en tanto que con la esperanza de los bienes futuros llevamos a cabo la obra que el Padre nos ha confiado en el mundo y labramos nuestra salvación (cf. Flp 2,12).

La plenitud de los tiempos ha llegado, pues, hasta nosotros (cf. 1 Cor 10,11), y la renovación del mundo está irrevocablemente decretada y empieza a realizarse en cierto modo en el siglo presente, ya que la Iglesia, aun en la tierra, se reviste de una verdadera, si bien imperfecta, santidad. Y mientras no haya nuevos cielos y nueva tierra, en los que tenga su morada la santidad (cf. 2 Pe 3,13), la Iglesia peregrinante, en sus sacramentos e instituciones, que pertenecen a este tiempo, lleva consigo la imagen de este mundo que pasa, y Ella misma vive entre las criaturas que gimen entre dolores de parto hasta el presente, en espera de la manifestación de los hijos de Dios (cf. Rom 8,19-22).

Unidos, pues, a Cristo en la Iglesia y sellados con el sello del Espíritu Santo, "que es prenda de nuestra herencia" (Ef 1,14), somos llamados hijos de Dios y lo somos de verdad (cf. 1 Jn 3,1); pero todavía no hemos sido manifestados con Cristo en aquella gloria (cf. Col 3,4), en la que seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es (cf. 1 Jn 3,2). Por tanto, "mientras habitamos en este cuerpo, vivimos en el destierro lejos del Señor" (2 Cor 5,6), y aunque poseemos las primicias del Espíritu, gemimos en nuestro interior (cf. Rom 8,23) y ansiamos estar con Cristo (cf. Flp 1,23). Ese mismo amor nos apremia a vivir más y más para Aquel que murió y resucitó por nosotros (cf. 2 Cor 5,15). Por eso ponemos toda nuestra voluntad en agradar al Señor en todo (cf. 2 Cor 5,9), y nos revestimos de la armadura de Dios para permanecer firmes contra las asechanzas del demonio y poder resistir en el día malo (cf. Ef 6,11-13). Y como no sabemos ni el día ni la hora, por aviso del Señor, debemos vigilar constantemente para que, terminado el único plazo de nuestra vida terrena (cf. Hb 9,27), si queremos entrar con El a las nupcias merezcamos ser contados entre los escogidos (cf. Mt 25,31-46); no sea que, como aquellos siervos malos y perezosos (cf. Mt 25,26), seamos arrojados al fuego eterno (cf. Mt 25,41), a las tinieblas exteriores en donde "habrá llanto y rechinar de dientes" (Mt 22,13-25,30). En efecto, antes de reinar con Cristo glorioso, todos debemos comparecer "ante el tribunal de Cristo para dar cuenta cada cual según las obras buenas o malas que hizo en su vida mortal (2 Cor 5,10); y al fin del mundo "saldrán los que obraron el bien, para la resurrección de vida; los que obraron el mal, para la resurrección de condenación" (Jn 5,29; cf. Mt 25,46). Teniendo, pues, por cierto, que "los padecimientos de esta vida presente son nada en comparación con la gloria futura que se ha de revelar en nosotros" (Rom 8,18; cf. 2 Tim 2,11-12), con fe firme esperamos el cumplimiento de "la esperanza bienaventurada y la llegada de la gloria del gran Dios y Salvador nuestro Jesucristo" (Tit 2,13), quien "transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante al suyo" (Flp 3,21) y vendrá "para ser" glorificado en sus santos y para ser "la admiración de todos los que han tenido fe" (2 Tes 1,10).

Comunión de la Iglesia celestial con la Iglesia peregrinante

49. Así, pues, hasta cuando el Señor venga revestido de majestad y acompañado de todos sus ángeles (cf. Mt 25,3) y destruida la muerte le sean sometidas todas las cosas (cf. 1 Cor 15,26-27), algunos entre sus discípulos peregrinan en la tierra otros, ya difuntos, se purifican, mientras otros son glorificados contemplando claramente al mismo Dios, Uno y Trino, tal cual es; mas todos, aunque en grado y formas distintas, estamos unidos en fraterna caridad y cantamos el mismo himno de gloria a nuestro Dios. porque todos los que son de Cristo y tienen su Espíritu crecen juntos y en El se unen entre sí, formando una sola Iglesia (cf. Ef 4,16). Así que la unión de los peregrinos con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo, de ninguna manera se interrumpe; antes bien, según la constante fe de la Iglesia, se fortalece con la comunicación de los bienes espirituales. Por lo mismo que los bienaventurados están más íntimamente unidos a Cristo, consolidan más eficazmente a toda la Iglesia en la santidad, ennoblecen el culto que ella misma ofrece a Dios en la tierra y contribuyen de múltiples maneras a su más dilatada edificación (cf. 1 Cor 12,12-27). Porque ellos llegaron ya a la patria y gozan "de la presencia del Señor" (cf. 2 Cor 5,8); por El, con El y en El no cesan de interceder por nosotros ante el Padre, presentando por medio del único Mediador de Dios y de los hombres, Cristo Jesús (1 Tim 2,5), los méritos que en la tierra alcanzaron; sirviendo al Señor en todas las cosas y completando en su propia carne, en favor del Cuerpo de Cristo que es la Iglesia lo que falta a las tribulaciones de Cristo (cf. Col 1,24). Su fraterna solicitud ayuda, pues, mucho a nuestra debilidad.

Tambien:
Benedicto XVI: la parusía, fuente de certeza y de valor para el cristiano
[url]
http://www.zenit.org/es/articles/benedi ... -cristiano[/url]
¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal;
que dan oscuridad por luz, y luz por oscuridad;
que dan amargo por dulce, y dulce por amargo! Isaías 5,20


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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor tito » Lun Nov 11, 2013 8:48 pm

Lo que han dicho teólogos no sospechosos de herejía (I)


La segunda venida del Señor:
El símbolo apostólico confiesa : «Y desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.» De manera parecida se expresan los símbolos posteriores. El símbolo nicenoconstantinopolitano añade «cum gloria» (con majestad); Dz 86; cf. Dz 40, 54, 287, 429.

Jesús predijo repetidas veces su segunda venida (parusía) al fin de los tiempos ; Mt 16, 27 (Mc 8, 38; Ec 9, 26) : «El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras» ; Mt 24, 30 (Mc 13, 26; Lc 21, 27) : «Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del hombre en el cielo, y se lamentarán todas las tribus de la tierra, y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande.» El estandarte del Hijo del hombre, según la interpretación de los padres, es la santa cruz. El venir sobre las nubes del cielo (cf. Dan 7, 13) manifiesta su divino poder y majestad; cf. Mt 25, 31 ; 26, 64 ; I,c 17, 24 y 26 («el día del Hijo del hombre») ; Ioh 6, 39 s y passim («el último día») ; Act 1, 11.

Casi todas las cartas de los apóstoles aluden ocasionalmente a la nueva venida del Señor y a la manifestación de su gloria y celebración del juicio que van unidos con esa nueva venida. San Pablo escribe lo siguiente a la comunidad de Tesalónica, que creía inminente la parusía y estaba preocupada por la suerte que correrían los que habían fallecido anteriormente : «Esto os decimos como palabra del Señor : que nosotros, los vivos, los que quedamos para la venida del Señor, no nos anticiparemos a los que se durmieron ; pues el mismo Señor a una orden, a la voz del arcángel, al sonido de la trompeta de Dios, descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero; después nosotros, los vivos, los que quedamos, junto con ellos, seremos arrebatados en las nubes, al encuentro del Señor, en los aires, y así estaremos siempre con el Señor» ; 1 Thes 4) 15-17. Como inmediatamente después San Pablo nos enseña que es incierto el momento en que tendrá lugar la segunda venida de Cristo (5, 1-2), está bien claro que en las palabras citadas anteriormente el Apóstol supone, de manera puramente hipotética, que va a suceder lo que puede ser que suceda, situándose de esta manera en el punto de vista de sus lectores ; cf. Dz 2181. El fin de la segunda venida del Señor será resucitar a los muertos y dar a cada uno su merecido; 2 Thes 1, 8. Por eso los fieles, cuando venga de nuevo Jesucristo, deben ser hallados «irreprensibles» ; 1 Cor 1, 8; 1 Thes 3, 13 ; 5, 23 ; cf. 2 Petr 1, 16; 1 Ioh 2, 28; Iac 5, 7 s ; Iud 14.

El testimonio de la tradición es unánime; Didakhé 16, 8: «Entonces el mundo verá venir al Señor sobre las nubes del cielo» ; cf. 10, 6.

2. Señales precursoras de la segunda venida

a) La predicación del Evangelio por todo el mundo

Jesús nos asegura : (Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, testimonio para todas las naciones, y entonces vendrá el fin» Mt 24, 14; cf. Mc 13, 10. Esta frase no 4geifica que el fin haya de venir en seguida que se predique el Evangelio a todo el mundo.

b) La conversión de los judíos

En su carta a los Romanos (11, 25-32), San Pablo revela un «misterio»: Cuando haya entrado en el reino de Dios la plenitud (es decir, el número señalado por Dios) de los gentiles, entonces «todo Israel» se convertirá y será salvo. Se trata, naturalmente, de una totalidad moral.

Es frecuente establecer una relación causal entre la nueva venida del profeta Elías y la conversión del pueblo judío, pero notemos que falta para ello fundamento suficiente. El profeta Malaquías anuncia: «Ved que yo mandaré a Elías, el profeta, antes que venga el día de Yahvé, grande y terrible. Él convertirá el corazón de los padres a los hijos y el corazón de los hijos a los padres, no venga yo a dar la tierra toda al anatema» (4, 5s; M 3, 23 s). El judaísmo entendió este pasaje en el sentido de una segunda venida corporal de Elías (cf. Eccli 48, 10), pero fijó la fecha de su venida al comienzo de la era mesiánica considerando a Elías como precursor del Mesías (Ioh 1, 21; Mt 16, 14). Jesús confirma, en efecto, la idea de que vendría Elías, pero la relaciona con la aparición del Bautista, acerca del cual había predicho el ángel que iría delante del Señor, esto es, de Dios, con el espíritu y la virtud de Elías (Lc 1, 17) : «Él [Juan] es Elías, que ha de venir [según los profetas]» (Mt 11, 14); «Sin embargo, yo os digo: Elías ha venido ya, y no le reconocieron ; antes hicieron con él lo que quisieron» (Mt 17, 12; Mc 9, 13). Jesús no habla expresamente de ninguna futura venida de Elías antes del juicio final, ni siquiera es ése probablemente el sentido de sus palabras en Mt 17, 11 («Elías, en verdad, está para llegar, y restablecerá todo»), donde únicamente se repite la profecía de Malaquías, que Jesús ve cumplida en la venida de Juan (Mt 17, 12).

c) La apostasía de la fe

Jesús predijo que antes del fin del mundo aparecerian falsos profetas que lograrían extraviar a muchos (Mt 24, 4 s). San Pablo nos asegura que antes de la nueva venida del Señor tendrá lugar «la apostasía», esto es, la apostasía de la fe cristiana (2 Thes 2, 3).

d) La aparición del Anticristo

La apostasía de la fe está en relación de dependencia causal con la aparición del Anticristo; 2 Thes 2, 3: «Antes ha de venir la apostasía y ha de manifestarse el hombre de iniquidad, el hijo de la perdición, que se opone y se alza contra todo lo que se dice Dios o es adorado, hasta sentarse en el templo de Dios y proclamarse dios a sí mismo». Se presentará con eI poder de Satanás, obrará milagros aparentes para arrastrar a los hombres a la apostasía de la verdad y precipitarlos en la injusticia y la iniquidad (vv 9-11). Cuando Jesús vuelva, destruirá «con el aliento de su boca» (v 8) al hijo de la perdición. El nombre de Anticristo lo emplea por vez primera San Juan (1 Ioh 2, 18 y 22; 4, 3; 2 Ioh 2, 7), pero aplica este mismo nombre a todos los falsos maestros que enseñan con el espíritu del Anticristo. Según San Pablo y San Juan, el Anticristo aparecerá como una persona determinada que será instrumento de Satanás. La Didakhé nos habla de lla aparición del «seductor del mundo» (16, 4).

Debemos rechazar la interpretación histórica que ve al Anticristo en alguno de los perseguidores del cristianismo contemporáneo de los apóstoles (Nerón, Calígula) ; e igualmente debemos rechazar la explicación histórico-religiosa que busca el origen de la idea del Anticristo en los mitos persas y babilónicos. La monografía más antigua sobre el Anticristo se debe a la pluma de San Hipólito de Roma.

e) Grandes calamidades

Jesús predijo guerras, hambres, terremotos y graves persecuciones contra sus discípulos : «Entonces os entregarán a los tormentos y os matarán, y seréis abominados de todos los pueblos a causa de mi nombre» ; Mt 24, 9. Ingentes catástrofes naturales serán el preludio de la venida del Señor; Mt 24, 29; cf. Is 13, 10; 34, 4.


3. El momento de la nueva venida de Cristo

Los hombres desconocen el momento en que Jesús vendrá de nuevo (sent. cierta).

Jesús dejó incierto el momento en que verificaría su segunda venida. Al fin de su discurso sobre la parusía, declaró : «Cuanto a ese día o a esa hora, nadie la conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre» ; Mc 13, 32 (en el texto paralelo de Mt 24, 36, faltan en algunas autoridades textuales las palabras «ni el Hijo»). A propósito del desconocimiento de Cristo, véase Cristología, § 23, 4a. Poco antes de su ascensión a los cielos, declaró el Señor a sus discípulos : «No os toca a vosotros conocer los tiempos ni los momentos que el Padre ha fijado en virtud de su poder soberano» ; Act 1, 7.

Jesús no contaba con que estuviera próxima su nueva venida, y así lo prueban varias expresiones de sus discursos escatológicos (Mt 24, 14, 21 y 31; Lc 21, 24; cf. Lc 17, 22; Mt 12, 41), las parábolas que simbolizan su segunda venida, en las cuales se sugiere una larga ausencia del Señor (cf. Mt 24, 48; 25, 5; 25, 19: «Pasado mucho tiempo vuelve el amo de aquellos siervos y les toma cuentas»), y las parábolas que describen el sucesivo crecimiento del reino de Dios sobre la tierra (Mt 13, 24-33). En muchos pasajes la expresión «venir el Señor» debe entenderse en sentido impropio como «manifestación de su poder», bien sea para castigo de sus enemigos (Mt 10, 23: la destrucción de Jerusalén), o bien para la difusión del reino de Dios sobre la turra (Mt 16, 28; Mc 9, 1: Lc 9, 27), o finalmente para recompensar con la eterna bienaventuranza del cielo a los que le han permanecido fieles (Ioh 14, 3, 18 y 28; 21, 22). La frase que leemos en Mt 24, 34: «En verdad os digo que no pasará esta generación antes que todo esto suceda», hay que relacionarla con las señales de la parusía. Según otra interpretación, la expresión «esta generación» se refiere no a los contemporáneos de Jesús, sino a la generación de los judíos, es decir, al pueblo judío (cf. Mt 11, 16; Mc 8, 12).

También los apóstoles nos enseñaron que era incierto el momento en que tendrá lugar la parusía: «Cuanto al tiempo y a las circunstancias no hay, hermanos, para qué escribir. Sabéis bien que el día del Señor llegará como el ladrón en la noche» (1 Thes 5, 1-2). En 2 Thes 2, 1 ss, el Apóstol pone en guardia a los fieles contra una exagerada expectación de la parusía, y para ello les indica algunas señales que tienen que acaecer primero (2 Thes 2, 1-3). San Pedro explica la dilatación de la parusía porque Dios, magnánimo, quiere brindar a los pecadores ocasión de hacer penitencia. Ante Dios mil años son como un solo día. El día' del Señor vendrá como ladrón ; 2 Petr 3, 8-10; cf. Apoc 3, 3 ; 16, 15.

A pesar de la incertidumbre que reinaba en torno al momento de la parusía, los primitivos cristianos suponían que era muy probable su próxima aparición ; cf. Phil 4, 5; Hebr 10, 37; lac 5, 8; 1 Petr 4, 7; 1 Ioh 2, 18. La invocación aramea «Marana tha» = Ven, Señor nuestro (1 Cor 16, 22; Didakhé 10, 6), es testimonio del ansia con que los primeros cristianos suspiraban por la parusía; cf. Apoc 22, 20: «Ven, Señor Jesús.»

EL JUICIO UNIVERSAL


1. Realidad del juicio universal

Cristo, después de su retorno, juzgará a todos los hombres (de fe.)

Casi todos los símbolos de fe confiesan, con el símbolo apostólico, que Cristo al fin de los siglos «vendrá a juzgar a los vivos y a los muertos», es decir, a todos aquellos que vivan cuando Él venga y a todos los que hayan muerto anteriormente. (según otra interpretación : a los justos y a los pecadores).

Este dogma es impugnado por todos aquellos que niegan la inmortalidad personal y la resurrección.

La doctrina del Antiguo Testamento sobre el juicio futuro muestra una progresiva evolución. El libro de la Sabiduría es el primero que enseña con toda claridad la verdad del juicio universal sobre justos e injustos que tendrá lugar al fin de los tiempos (4, 20 ; 5, 24).

Los profetas anuncian a menudo un juicio punitivo de Dios sobre este mundo designándolo con el nombre de «día de Yahvé». En ese día Dios juzgará a los pueblos gentílicos y librará a Israel de las manos de sus enemigos; cf. loel 3 (M 4), i ss. Pero no sólo serán juzgados y castigados los gentiles, sino también los impíos que vivan en Israel; cf. Amos 5, 18-20. Se hará separación entre los justos y los impíos; cf. Ps 1; 5; Prov 2, 21 s; Is 66, 15 ss.

Jesús toma a menudo como motivo de su predicación el «día del juicio» o «el juicio» ; cf. Mt 7, 22 s; 11, 22 y 24; 12, 36 s y 41 s. Él mismo, en su calidad de «Hijo del hombre» (= Mesías), será quien juzgue : «El Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces dará a cada uno según sus obras» (Mt 16, 27) ; «Aunque el Padre no juzga a nadie, sino que ha entregado al Hijo todo el poder de juzgar. Para que todos honren al Hijo como honran al Padre... Y le dio poder de juzgar, por cuanto Él es el Hijo del hombre» (Ioh 5, 22 s y 27).

Los apóstoles predicaron esta doctrina de Jesús. San Pedro da testimonio de que Jesucristo «ha sido instituido por Dios juez de vivos y muertos» ; Act 10, 42 ; cf. 1 Petr 4, 5 : 2 Tim 4, 1 : San Pablo dice en su discurso pronunciado en el Areópago (Act 17, 31) y escribe en sus cartas que Dios juzgará con justicia al orbe por medio de Jesucristo ; cf. Rom 2, 5-16; 2 Cor 5, 10. Como Cristo ejercerá el oficio de juez, San Pablo llama al día del juicio «el día de Jesucristo», Phil 1, 6; 1 Cor 1, 8; 5, 5.

De esta verdad del juicio venidero, el Apóstol deduce conclusiones prácticas para la vida cristiana, exhortando a sus lectores con motivo del juicio para que no juzguen a sus prójimos (Rom 14, 10-12 ; 1 Cor 4, 5), y suplicándoles que tengan paciencia para aguantar los sufrimientos y persecuciones (2 Thes 1, 5-10). San Juan describe el juicio al estilo de una rendición de cuentas (Apoc 20, 10-15). La acción de abrir los libros en los cuales están escritas las obras de cada uno es una imagen bíblica para expresar intuitivamente el proceso espiritual del juicio; cf. SAN AGUSTíN, De civ. Dei xx 14.

Los padres dan testimonio unánime de esta doctrina, claramente contenida en la Escritura. Según SAN POI.ICARPO, «todo aquel que niegue la resurrección y el juicio es hijo predilecto de Satanás» (Phil. 7, 1). La Epístola de Bernabé (7, 2) y la 2" Epístola de Clemente (1, 1) llaman a Cristo Juez de vivos y muertos; cf. SAN JUSTINO, Apol. I 8; SAN IRENÉO, Adv. haer. 110, 1. SAN AGUSTfN trata detenidamente del juicio final, estudiando los testimonios del Antiguo y el Nuevo Testamento en De civ. Dei xx.


2. La celebración del juicio universal

Jesús nos da un cuadro pintoresco del juicio universal en su grandiosa descripción del juicio que leemos en Mt 25, 31-46. Todos los pueblos, esto es, todas las personas, se reunirán ante el tribunal de Cristo, que es el Hijo del hombre. Los buenos y los malos serán separados definitivamente unos de otros. Al juicio seguirá inmediatamente la aplicación de la sentencia : «Estos [Ios malos] irán al suplicio eterno, y Ios justos a la vida eterna.»

En contradicción aparente con muchos pasajes bíblicos que afirman expresamente que Cristo, el Hijo del hombre, es quien ha de juzgar al mundo, hallamos otros pasajes que aseguran que Dios será el juez del mundo; v.g., Rom 2, 6 y 16; 3, 6; 14, 10. Como Cristo, en cuanto hombre, ejerce el oficio de juez por encargo y poder de Dios, resulta que es Dios quien juzga al mundo por medio de Cristo, y así dice San Pablo: «Dios juzgará lo oculto de los hombres por medio de Jesucristo» (Rom 2, 16) ; cf. Ioh 5, 30; Act 17, 31.

Los ángeles colaborarán en el juicio como servidores y mensajeros de Cristo; Mt 13, 41s y 49s; 24, 31. Según leemos en Mt 19, 28 («Vosotros os sentaréis sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel»), los apóstoles colaborarán inmediatamente con Cristo en el juicio; y según se lee en 1 Cor 6, 2 («¿Acaso no sabéis que los santos han de juzgar al mundo?»), colaborarán también todos los justos. A causa de su íntima unión con Cristo, pronunciarán con Él el veredicto de condenación contra los impíos, haciendo suya la sentencia del Señor. Objeto del juicio serán todas las obras del hombre (Mt 16, 27; 12, 36: «toda palabra ociosa»), incluso las cosas ocultas y los propósitos del corazón (Rom 2, 16; 1 Cor 4, 5). Desconocemos el tiempo y el lugar en que se celebrará el juicio (Mc 13, 32). El valle de Josafat, que Joel señala como lugar del juicio (3 [M 4], 2 y 12), y que desde Eusebio y San Jerónimo es identificado con el valle del Cedrón, debe solamente considerarse como una expresión simbólica («Yahvé juzga»).

El juicio del mundo servirá para glorificación de Dios y el Dios-Hombre Jesucristo (2 Thes 1, 10), pues hará patente la sabiduría de Dios en el gobierno del mundo, su bondad y paciencia con los pecadores y, sobre todo, su justicia retributiva. La glorificación del Dios-Hombre alcanzará su punto culminante en el ejercicio de su potestad judicial sobre el universo.

Mientras que en el juicio particular el hombre es juzgado como individuo, en el juicio universal será juzgado ante toda la humanidad y como miembro de la sociedad humana. Entonces se completarán el premio y el castigo al hacerlos extensivos al cuerpo resucitado; cf. Suppl. 88, 1.


§ 9. EL FIN DEL MUNDO


1. La ruina del mundo

El mundo actual perecerá en el último día (sent. cierta).

Se oponen a la doctrina de la Iglesia algunas sectas antiguas (gnósticos, maniqueos, origenistas) que sostenían la total aniquilación del mundo material. Son igualmente opuestos los sistemas filosóficos de la antigüedad (estoicos) que enseñaban que el mundo, en un ciclo eterno, perecería pero volvería a surgir tal cual era antes.

De acuerdo con la doctrina del Antiguo Testamento (Ps 101, 27; Is 34, 4; 51, 6), Jesucristo anuncia la destrucción del mundo actual. Usando el lenguaje de la apocalíptica del Antiguo Testamento (cf. Is 34, 4), el Señor predice grandes catástrofes cósmicas (Mt 24, 29) : «Luego, después de la tribulación de aquellos días, se obscurecerá el sol, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y las columnas del cielo se conmoverán» ; Mt 24, 35 : «El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» ; Mt 28, 20: «Yo estaré con vosotros siempre, hasta la consumación del mundo.»

San Pablo da el siguiente testimonio : «Pasa la figura de este mundo» ; 1 Cor 7, 31; cf. 15, 24. San Pedro predice la destrucción del mundo por el fuego: «Vendrá el día del Señor como ladrón, y en él pasarán con estrépito los cielos, y los elementos, abrasados, se disolverán, y asimismo la tierra con las obras que hay en ella» ; 2 Petr 3, 10. San Juan contempla en una visión la ruina del mundo : «Ante la faz del Juez del universo, huyeron el cielo y la tierra, y no dejaron rastro de sí» ; Apoc 20, 11.

En la antigua tradición cristiana es frecuente hallar testimonios de la creencia en la ruina del mundo actual. El autor de la Epístola de Bernabe comenta que el Hijo de Dios, después de juzgar a los impíos, «transformará el sol, la luna y las estrellas» (15, 5). TERTULIANO habla de un incendio del universo en el cual «se consumirá el mundo, que ya se ha hecho viejo, y todas sus criaturas» (De Spect. 30). SAN AGUSTÍN insiste en que el mundo actual no quedará destruido por completo, sino únicamente transformado: «Pasará la figura, no la naturaleza» (De civ. Dei xx, 14).

Ni la ciencia ni la revelación nos permiten saber nada seguro sobre el modo con que perecerá el mundo. La idea de que perecerá bajo el poder del fuego (2 Petr 3, vv 7, 10 y 12), idea que se encuentra con frecuencia aun fuera de la revelación bíblica, no es tal vez sino una expresión pintoresca de uso corriente que sirve de ropaje literario a la verdad revelada del futuro fin del mundo.


2. La renovación del mundo

El mundo actual será renovado en el último día (sent. cierta).

El profeta Isaías anuncia que habrá un nuevo cielo y una nueva tierra : «Porque voy a crear cielos nuevos y una tierra nueva» (65, 17; cf. 66, 22). Empleando la imagen de la prosperidad terrena, va describiendo la dicha inmensa que reinará en el mundo nuevo (65, 17-25). Jesús habla de la «regeneración» (palingenesia), es decir, de la renovación del mundo : «En verdad os digo que vosotros, los que me habéis seguido, en la regeneración [en la renovación del mundo], cuando el Hijo del hombre se siente sobre el trono de su gloria, os sentaréis también sobre doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel» ; Mt 19, 28.

San Pablo nos enseña que toda la creación se contaminó con la maldición del pecado, y que espera redención ; e igualmente nos dice que las criaturas serán también libertadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la libertad de la gloria de los hijos de Dias ; Rom 8, 18-25. San Pedro, al mismo tiempo que nos anuncia que el mundo perecerá, afirma que han de surgir «un cielo nuevo y una tierra nueva, donde more la justicia» ; 2 Petr 3, 13. La frase «la restauración de todas las cosas» (Act 3, 21) se refiere también a esta renovación del mundo. San Juan nos ofrece una descripción alegórica del nuevo cielo y la nueva tierra, cuyo centro será la Nueva Jerusalén bajada del cielo y el Tabernáculo de Dios entre los hombres. El que está sentado sobre el trono (Dios) habla así: «He aquí que hago nuevas todas las cosas» ; Apoc 21, 1-8.

SAN AGUSTÍN enseña que las propiedades del mundo futuro estarán adaptadas al modo de existir de los cuerpos humanos glorificados, lo mismo que las propiedades de este mundo perecedero están acomodadas a la existencia perecedera del cuerpo mortal (De civ. Dei xx 16).

SANTO ToMÁs prueba la renovación del mundo por la finalidad de éste, que es servir al hombre. Como el hombre glorificado ya no necesitará, el servicio que puede ofrecerle este mundo actual, que consiste en procurarle el sustento de la vida corporal y en avivar en su mente la idea de Dios, parece conveniente que juntamente con la glorificación del cuerpo humano experimenten también una glorificación todos los demás cuerpos naturales para que así puedan adaptarse mejor al estado del cuerpo glorioso. La vista gloriosa del bienaventurado contemplará la majestad de Dios en todos los maravillosos efectos .que produce en el universo glorificado, en el cuerpo de Cristo y de los bienaventurados, y en todas las demás cosas materiales ; Suppl. 91, 1; cf. 74, 1. Por la revelación no podemos saber más detalles sobre la extensión que alcanzará esa renovación del mundo ni sobre la forma en que se hará; Suppl. 91, 3.

La consumación y renovación del mundo significará el final de la obra de Cristo: su misión estará ya cumplida. Como entonces habrán sido derrotados todos los enemigos del reino de Dios, Jesús entregará el reinado a Dios Padre (1 Cor 15, 14), sin abdicar por ello de su poder soberano ni de su dignidad regia, fundados en la unión hipostática.

Con el fin del mundo comenzará el reino perfecto de Dios, reino que constituye el fin último de toda la creación y el sentido supremo de toda la historia humana.

Fuente: Manual de Teologia Dogmática Ludwing Ott
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor tito » Lun Nov 11, 2013 8:50 pm

Lo que han dicho teólogos no sospechosos de herejía (II)

(21) La victoria final de Cristo: Parusía –y II


–Perdone, ¿y eso de la Parusía qué es?
–La venida de Cristo al fin de la historia, que puede darse ya en cualquier momento.


( He suprimido una parte que habla sobre Teilhard de Chardin, Nota de Tito)

Recordemos el Credo de la Iglesia: Cristo resucitado «subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre. Y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin». Es palabra angélica y evangélica: «este Jesús que os ha sido arrebatado al cielo vendrá de la misma manera que le habéis visto subir al cielo» (Hch 1,11).

El Catecismo de la Iglesia confiesa de la parusía (668-679) que Jesucristo, ya desde la Ascensión, «es el Señor del cosmos y de la historia… “Estamos ya en la última hora” (1Jn 2,18). El final de la historia ha llegado ya a nosotros y la renovación del mundo está ya decidida de manera irrevocable». Sin embargo, el Reino de Dios, presente ya en la Iglesia, no se ha consumado todavía con el advenimiento del Rey sobre la tierra, y sufre al presente los ataques del Misterio de iniquidad, que está en acción (2Tes 2,7). Pero ciertamente «el advenimiento de Cristo en la gloria es inminente. Este acontecimiento escatológico se puede cumplir en cualquier momento» (673).

La segunda venida de Cristo, en gloria y poder, vendrá precedida por la conversión de Israel, según anuncia Cristo, y también San Pedro y San Pablo (Mt 23,39; Hch 3,19-21; Rm 11,11-36). Y vendrá también precedida de grandes tentaciones, tribulaciones y persecuciones (Mt 24,17-19; Mc 14,12-16; Lc 21,28-33). Muchos cristianos caerán en la apostasía. «La Iglesia deberá pasar por una prueba final que sacudirá la fe de numerosos creyentes (cf. Lc 18,8; Mt 24,9-14). La persecución que acompaña a la peregrinación de la Iglesia sobre la tierra (cf. Lc 21,12; Jn 15,19-20) desvelará “el Misterio de iniquidad” bajo la forma de una impostura religiosa que proporcionará a los hombres una solución aparente a sus problemas, mediante el precio de la apostasía de la verdad. La impostura religiosa suprema es el Anticristo, es decir, la de un pseudo-mesianismo en que el hombre se glorifica a sí mismo, colocándose en el lugar de Dios y de su Mesías venido en la carne (cf. 2Tes 2,4-12; 1Tes 5,2-3; 2Jn 7; 1Jn 2,18.22)» (675). Ese enorme engaño tendrá «la forma política de un mesianismo secularizado, “intrínsecamente perverso”» (676).

Por tanto, «la Iglesia sólo entrará en la gloria del Reino a través de esta última Pascua, en la que seguirá a su Señor en su muerte y su Resurrección (Ap 19,1-19). El Reino no se realizará, por tanto, mediante un triunfo histórico de la Iglesia (13,8), en forma de un proceso creciente, sino por una victoria de Dios sobre el último desencadenamiento del mal (20,7-10). El triunfo de Dios sobre la rebelión del mal tomará la forma de Juicio final (20,12), después de la última sacudida cósmica de este mundo que pasa (2Pe 3,12-13)» (677).

Cristo, «mientras esperamos su venida gloriosa», reina actualmente en la historia. Reina por los siglos de los siglos, y muestra su dominio, sujetando cuando quiere y del modo que quiere a la Bestia mundana, que recibe toda su fuerza y atractivo del Dragón infernal. Ateniéndonos sobre todo al Apocalipsis, recordemos que estas victorias de Cristo en la historia

–no son victorias crueles y destructoras, sino plenas de gracia y misericordia. Él no ha sido enviado a condenar, sino a salvar a los pecadores. Él ha sido enviado como luz del mundo, y la luz ilumina las tinieblas, no las destruye.

–son victorias siempre realizadas por la afirmación de la verdad en el mundo, es decir, con «la espada que sale de su boca» (Ap 1,16; 2,16; 19,15.21; cf. 2Tes 2,8). Es así como vencen Cristo y su Iglesia.

–no son victorias obtenidas por un ejército de superhombres, que luchando como campeones poderosos, con grandes fuerzas y medios, se imponen y prevalecen, aplastando las fuerzas mundanas del mal. Es todo lo contrario: Cristo vence al mundo a través de fieles suyos débiles y pobres, que permanecen en la humildad (cf. 1Cor 1,27-29; 2Cor 12,10). Si Cristo vence al mundo muriendo en la cruz, ésa es también la victoria de sus apóstoles, la victoria de los dos Testigos, y la de todos los fieles cristianos (Ap 11,1-13). Así es como la Iglesia primera venció al mundo romano, igual que San Pablo: «muriendo cada día» (1Cor 15,31).

–«las oraciones de los santos» son las que principalmente provocan las intervenciones más poderosas del cielo sobre la tierra. Es la oración de todo el pueblo cristiano la que, elevándose a Dios por manos de sus ángeles, atrae sobre todos la justicia salvadora de nuestro Señor Jesucristo (Ap 5,8; 8,3-4).

–en la historia del mundo, únicamente son fieles aquellos cristianos que son mártires, porque no aceptan que el sello de la Bestia mundana «imprima su marca en su mano derecha y en su frente» –en su acción y su pensamiento–. Precisamente porque «guardan los preceptos de Dios y mantienen el testimonio de Jesús» (12,17), por eso son perseguidos y marginados del mundo, donde «no pueden comprar ni vender» (13,16).

La Parusía, la segunda venida gloriosa de nuestro Señor Jesucristo, según nos ha sido revelado,

–vendrá precedida de señales y avisos, que justamente cuando se cumplan revelarán el sentido de lo anunciado. Por eso únicamente los más atentos a la Palabra divina y a la oración podrán sospechar la inminencia de la Parusía: «no hará nada el Señor sin revelar su plan a sus siervos, los profetas» (Amós 3,7):

«habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y sobre la tierra perturbación de las naciones, aterradas por el bramido del mar y la agitación de las olas, exhalando los hombres sus almas por el terror y el ansia de lo que viene sobre la tierra, pues las columnas de los cielos se conmoverán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con poder y majestad grandes» (Lc 21,25-27).

–vendrá precedida del Anticristo, que difundirá eficazmente innumerables mentiras y errores, como nunca la Iglesia lo había experimentado en su historia. Dice Castellani:

«El Anticristo reducirá a la Iglesia a su extrema tribulación, al mismo tiempo que fomentará una falsa Iglesia. Matará a los Profetas y tendrá de su lado una manga de profetoides, de vaticinadores y cantores del progresismo y de la euforia de la salud del hombre por el hombre, hierofantes que proclamarán la plenitud de los tiempos y una felicidad nefanda. Perseguirá sobre todo la predicación y la interpretación del Apokalypsis; y odiará con furor aun la mención de la Parusía. En su tiempo habrá verdaderos monstruos que ocuparán cátedras y sedes, y pasarán por varones píos, religiosos y aun santos, porque el Hombre del Pecado tolerará y aprovechará un Cristianismo adulterado» (El Apokalipsis de San Juan, cuad. III, visión 11).

–será súbita y patente para toda la humanidad: «como el relámpago que sale del oriente y brilla hasta el occidente, así será la venida del Hijo del hombre… Entonces aparecerá el estandarte del Hijo del hombre en el cielo, y se lamentarán todas las tribus de la tierra [que vivían ajenas al Reino o contra él], y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con poder y majestad grande» (Mt 24,27-31).

–será inesperada para la mayoría de los hombres, que «comían, bebían, compraban, vendían, plantaban, edificaban» (Lc 17,28), y no esperaban para nada la venida de Cristo, sino que «disfrutando del mundo» tranquilamente, no advertían que «pasa la apariencia de este mundo» (1Cor 7,31). Pero vosotros «vigilad, porque no sabéis cuándo llegará vuestro Señor… Habéis de estar preparados, porque a la hora que menos penséis vendrá el Hijo del hombre» (Mt 24,42-44). «Vendrá el día del Señor como ladrón» (2Pe 3,10).

El siervo malvado, habiendo partido su señor de viaje, se dice: «mi amo tardará», y se entrega al ocio y al vicio. Pero «vendrá el amo de ese siervo el día que menos lo espera y a la hora que no sabe, y le hará azotar y le echará con los hipócritas; allí habrá llanto y crujir de dientes» (Mt 24,42-50). «Estad atentos, pues, no sea que se emboten vuestros corazones por el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, y de repente, venga sobre vosotros aquel día, como un lazo; porque vendrá sobre todos los moradores de la tierra. Velad, pues, en todo tiempo y orad, para que podáis evitar todo esto que ha de venir, y comparecer ante el Hijo del hombre» (Lc 21,34-35). Todos los cristianos hemos de vivir siempre como si la Parusía fuera a ocurrir mañana mismo o pasado mañana.

«Vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra habían desaparecido». Y dijo el Señor entonces: «He aquí que hago nuevas todas las cosas» (Ap 21,1.5)… Entonces «las naciones [antes paganas] caminarán a su luz, y los reyes de la tierra [antes hostiles] irán a llevarle su esplendor» (21,24). Así como el hombre muere, se corrompe, y gracias a Cristo resucita glorioso en alma y cuerpo, de modo semejante, todas las criaturas que, oprimidas ahora por el pecado de la humanidad, gimen con dolores de parto, después de hundirse en una hecatombe final indescriptible (2Pe 3,5-10), «serán liberadas de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloria de los hijos de Dios» (Rm 8,19-23). «Nosotros, pues, esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, donde habitará la justicia, según la promesa del Señor» (2Pe 3,13).

Vigilad, orad, mirad al cielo, esperando la Parusía del Señor. «Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra» (Col 3,1-2). Santo Cura de Ars: «consideradlo, hijos míos: el tesoro del hombre cristiano no está en la tierra, sino en el cielo. Por esto, nuestro pensamiento debe estar siempre orientado hacia allí donde está nuestro tesoro» (Catequesis sobre la oración). Mirad siempre al fin de todo, y podréis poner en vuestra vida presente los medios más verdaderos y útiles, más buenos y bellos, para llegar a ese fin. Cuanto más miréis al cielo, más lucidez y fuerza tendréis para transformar el mundo presente. Así lo ha demostrado la Iglesia en tantos pasos de su larga historia. Como también ha demostrado que cuanto menos piensan los cristianos en la Parusía y en el cielo, más torpes e tonto se hacen para influir en el mundo y mejorarlo. En cuanto cristianos, no valen en el mundo para nada. Son luz apagada, son sal desvirtuada, que solo sirve para que la pisen los hombres. Por el contrario, que a vosotros «el Dios de la esperanza os llene de plena alegría y paz en la fe, para que abundéis en la esperanza por la fuerza del Espíritu Santo» (Rm 15,13).

José María Iraburu, sacerdote en infocatolica.com
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor tito » Lun Nov 11, 2013 8:58 pm

Sobre el rapto un tema que esta en Catholic.net:
El Rapto es un concepto errado
"El Rapto en definitiva es un concepto equivocado sobre la Segunda Venida de Jesús y una interpretación errónea a las palabras de Jesús sobre el fin del mundo."
http://es.catholic.net/sectasapologetic ... p?id=32580
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor tito » Lun Nov 11, 2013 9:01 pm

El milenarismo es rechazado por la Iglesia, que no reconoce una etapa intermedia entre las dos venidas de Cristo:
Del Catecismo:
676 Esta impostura del Anticristo aparece esbozada ya en el mundo cada vez que se pretende llevar a cabo la esperanza mesiánica en la historia, lo cual no puede alcanzarse sino más allá del tiempo histórico a través del juicio escatológico: incluso en su forma mitigada, la Iglesia ha rechazado esta falsificación del Reino futuro con el nombre de milenarismo (cf. DS 3839), sobre todo bajo la forma política de un mesianismo secularizado, "intrínsecamente perverso" (cf. Pío XI, "Divini Redemptoris" que condena el "falso misticismo" de esta "falsificación de la redención de los humildes"; GS 20-21
).

La esperanza mesiánica solo puede alcanzarse mas alla del tiempo historico, el catecismo no dice que habra una etapa intermedia.
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor tito » Lun Nov 11, 2013 9:03 pm

De "SUMA DE LA SAGRADA TEOLOGÍA ESCOLÁSTICA":

TESIS 14. Toda clase de milenarismo debe ser rechazada.



324. Nexo. Así pues ya que Jesucristo va a venir a la tierra y va a enviar definitivamente a los elegidos al cielo y a los malos al infierno, se puede preguntar si entre estos dos hechos, a saber, entre la venida de Jesucristo y la retribución final de los justos, El mismo va a reinar gloriosamente en la tierra entre los justos durante algún tiempo. Tratamos por tanto del milenarismo.



325. Nociones. EL MILENARISMO o quiliasmo (χιλιασμος) es la opinión, que (prescindiendo de multitud de diferencias con que la presentan sus defensores) afirma lo siguiente: después del estado actual de la Iglesia va a darse en la tierra un reino glorioso de Jesucristo, y en verdad lleno de toda clase de gozo, el cual va a durar alrededor de mil años.



Lo que se encierra en esta definición, es como el elemento esencial del milenarismo, lo cual lo admiten más o menos todos los que defienden esta opinión. En cambio son elementos secundarios, los que los quiliastas presentan de distintas formas: a) A ver si aquel reino, que debería sin duda tener súbditos en este mundo, va a suceder entre la segunda venida de Jesucristo y entre la resurrección general y el juicio final, según dicen comúnmente, y sin duda después de la resurrección de todos los justos o de la mayor parte de éstos o sin haberse dado esta resurrección, sino estando todavía viviendo en cuerpo mortal muchos justos; o por el contrario si más bien va a suceder después del juicio universal. b) Acerca de si este reino va a durar precisamente mil años, o simplemente va a durar un largo tiempo sin ninguna ulterior determinación o más bien con alguna determinación, o tal vez va a durar eternamente.



326. El milenarismo:
a) Craso (esto es carnal) atribuye toda clase de deleites corporales, aparte de otros gozos, a la felicidad de este reino.
b) El milenarismo mitigado (o espiritual, sutil) hace poner esta felicidad en los gozos o bien solamente espirituales o tal vez también, según el distinto modo de hablar, en gozos materiales totalmente honestos.
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor tito » Lun Nov 11, 2013 9:05 pm

Una Observacion:

Los testigos de jehova creen en el milenarismo craso.
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor apiter » Mar Nov 12, 2013 11:43 am

Gracias tito por tomarte el tiempo y el trabajo de dar una respuesta tan completa, realmente tus respuestas siempre me han ayudado mucho personalmente, no solo a entender con la razón sino también, al entender el significado de muchas cosas, a poder amar cada dia mas a Dios.
Gracias
Que Dios y la Virgen te Bendigan.
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Re: Conferencia "ultimos tiempos"

Notapor anunciador » Jue Ene 02, 2014 6:27 pm

El Papa Francisco hace unos días se refirió a los últimos tiempos:

La última hora, los últimos tiempos
En su homilía, el Papa comenzó recordando que el apóstol Juan define el tiempo presente de modo preciso: “Ha llegado la última hora”. Y explicó que esta afirmación "significa que con la llegada de Dios en la historia estamos ya en los tiempos ´últimos´, luego de los cuales el paso final será la segunda y definitiva venida de Cristo".

Francisco precisó el sentido de esos "últimos tiempos": "Aquí se habla de la calidad del tiempo, no de su cantidad. Con Jesús ha llegado la ´plenitud´ del tiempo, plenitud de significado y plenitud de salvación. Y ya no habrá una nueva Revelación, sino la manifestación plena de aquello que Jesús ya ha revelado. En este sentido estamos en la ´última hora´, cada momento de nuestra vida es definitivo y cada acción nuestra está cargada de eternidad; de hecho, la respuesta que damos hoy a Dios que nos ama en Jesucristo, incide en nuestro futuro".

El Papa invitó a un examen de conciencia echando la vista atrás a 2013: "¿Cómo hemos vivido el tiempo que Él nos ha donado? ¿Lo hemos usado sobre todo para nosotros mismos, para nuestros intereses, o hemos sabido gastarlo también en los otros? ¿Cuánto tiempo hemos reservado para estar con Dios, en la oración, en el silencio, en la adoración?".


Para ver el texto completo, fuente: http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=33101
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