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“Es tan grande la liberalidad de la divina
beneficencia, que no sólo podemos satisfacer a
Dios Padre, mediante la gracia de Jesucristo, con
las penitencias que voluntariamente
emprendemos para satisfacer por el pecado, o
con las que nos impone a su arbitrio el sacerdote con proporción al delito; sino también, lo que es
grandísima prueba de su amor, con los castigos temporales que Dios nos envía, y padecemos con resignación”
(Concilio Dogmático de Trento, Cap. IX. De las
obras satisfactorias)
francoeguren escribió:Anunciador
Si te parece que el Magisterio es tibio por decir esto:“Es tan grande la liberalidad de la divina
beneficencia, que no sólo podemos satisfacer a
Dios Padre, mediante la gracia de Jesucristo, con
las penitencias que voluntariamente
emprendemos para satisfacer por el pecado, o
con las que nos impone a su arbitrio el sacerdote con proporción al delito; sino también, lo que es
grandísima prueba de su amor, con los castigos temporales que Dios nos envía, y padecemos con resignación”
(Concilio Dogmático de Trento, Cap. IX. De las
obras satisfactorias)
No tenés idea de lo que decís.
francoeguren escribió:Como JMA ha explicado hasta el hartazgo, el hecho de que Dios castigue no lo hace menos amoroso, al contrario. Al castigarnos, Él busca(no siempre) nuestro arrepentimiento. Justamente si nos cansamos de pedir perdón, es que Dios puede recurrir a diversas formas, aún cuando eso implique el castigarnos si lo considera oportuno para que nos convirtamos. Acá te dejo algunas citas bastante claras:
“Castigando la culpa educas al hombre, y
roes como polilla sus tesoros. El hombre no
es más que un soplo.” (Salmo 39,12)
“Así como usa de misericordia, así también
castiga ; él juzga al hombre según sus
obras.” (Eclesiástico 47,13).
“El castigo y la reprensión acarrean
sabiduría; pero el muchacho abandonado a
sus antojos, es la confusión de su madre.”
(Proverbios 29,15).
“Porque el Señor castiga a los que ama , y
en los cuales tiene puesto su afecto, como lo
tiene un padre en sus hijos.” (Proverbios
3,12).
“Si bien cuando lo somos, el Señor nos
castiga como a hijos con el fin de que no
seamos condenados junto con este mundo.”
(1 Corintios 11,32).
“Sino que os habéis olvidado ya de las
palabras de consuelo, que os dirige Dios
como a hijos, diciendo en la Escritura. Hijo
mío, no desprecies la corrección o castigo
del Señor , ni caigas de ánimo cuando te
reprende. (Hebreos 12,4).
“Porque el Señor al que ama, le castiga ; y
a cualquiera que recibe por hijo suyo, le
azota y le prueba con adversidades.”
(Hebreos 12,5)
Saludos.
francoeguren escribió:VictorSL
Una entrevista no es magisterio, y el Magisterio no "opina", dice lo que dicta el Espíritu Santo, por lo tanto es infalible. Y el Magisterio infalible ha dicho que Dios castiga.
Y te aclaro que es la Biblia oficial del Vaticano.
como puedes ver, no muestra la palabra
"castigo" tantas veces como tu piensas; de
hecho, en Hebreos, en el contexto mas bien se
refiere a corrección, NO castigo.
y yo creo que es porque, para hablar de
CASTIGO, en toda la extensión, implicación y
significado profundo de la palabra, solo se
puede emplear DESPUES de la muerte natural,
donde éste es realmente definitivo, objetivo,
irremediable y absoluto.
Estimado "francoeguren",
¿asi de facil le quitas valor al pensamiento de
Joseph Ratzinger, quien mas tarde fué ungido
por El Espiritu Santo como el Papa Benedicto
XVI, y quien ha sido considerado por muchos
como la mente mas brillante del siglo XX ?.
!!!!que osadia, que inconciencia!!
“Me comentó algo muy interesante el
arzobispo de Dublín. Dijo que el derecho
penal eclesial funcionó hasta los últimos años
de la década de 1950, que si bien no había
sido perfecto -mucho hay en ello para
criticar-, se lo aplicaba. Pero desde mediados
de la década de 1960 dejó simplemente de
aplicarse. Imperaba la conciencia de que
la Iglesia no debía ser más Iglesia del
derecho, sino Iglesia del amor, que no
debía castigar. Así, se perdió la
conciencia de que el castigo puede ser un
acto de amor.
En ese entonces se dio también entre gente
muy buena una peculiar ofuscación del
pensamiento . Hoy tenemos que aprender de
nuevo que el amor al pecador y al
damnificado está en su recto equilibrio
mediante un castigo al pecador aplicado de
forma posible y adecuada. En tal sentido ha
habido en el pasado una transformación
de la conciencia a través de la cual se ha
producido un oscurecimiento del derecho
y de la necesidad de castigo, en última
instancia también un estrechamiento del
concepto de amor, que no es, precisamente,
sólo simpatía y amabilidad, sino que se
encuentra en la verdad, y de la verdad
forma parte también el tener que castigar
a aquel que ha pecado contra el
verdadero amor”
Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder 2010,
p. 16-17
francoeguren escribió:Anunciador
Más tibio es negar una verdad de fé, enseñada por la Escritura, la Tradición y el Magisterio. Supongo que habrás leído alguno de los enlaces.
Se lo pregunto de esta manera, Dios castiga
como acto de crueldad o como acto de amor?,
aunque la respuesta es obvia, eso es lo que
estamos tratando de decirle, de Dios no
esperamos cosas malas: (lo loco de Dios es mas
sabio que de los hombres)
“Me comentó algo muy interesante el
arzobispo de Dublín. Dijo que el derecho
penal eclesial funcionó hasta los últimos años
de la década de 1950, que si bien no había
sido perfecto -mucho hay en ello para
criticar-, se lo aplicaba. Pero desde mediados
de la década de 1960 dejó simplemente de
aplicarse. Imperaba la conciencia de que
la Iglesia no debía ser más Iglesia del
derecho, sino Iglesia del amor, que no
debía castigar. Así, se perdió la
conciencia de que el castigo puede ser un
acto de amor.
En ese entonces se dio también entre gente
muy buena una peculiar ofuscación del
pensamiento . Hoy tenemos que aprender de
nuevo que el amor al pecador y al
damnificado está en su recto equilibrio
mediante un castigo al pecador aplicado de
forma posible y adecuada. En tal sentido ha
habido en el pasado una transformación
de la conciencia a través de la cual se ha
producido un oscurecimiento del derecho
y de la necesidad de castigo, en última
instancia también un estrechamiento del
concepto de amor, que no es, precisamente,
sólo simpatía y amabilidad, sino que se
encuentra en la verdad, y de la verdad
forma parte también el tener que castigar
a aquel que ha pecado contra el
verdadero amor”
Benedicto XVI, Luz del mundo, Herder 2010,
p. 16-17
francoeguren escribió:
En segundo lugar, ahí el cardenal no niega que Dios pueda castigar. En esa entrevista, él habla de los males que vienen como consecuencia del propio pecado, cuyos males resultantes no son enviados por Dios, sino permitidos, ya que, como dice el Ratzinger, en ese mal está implicado el castigo mismo. Este tema ya fue tratado por JMA, y sigo pensando que no leíste nada de él.
VictorSL escribió:Estimado "francoeguren",
Pues si, si lo leí; y al igual que Bermúdez, por ningun lado ví una respuesta congruente a las preguntas basicas que le hace:
Si Dios es justo ¿Por qué prosperan muchos pecadores y mueren sin recibir castigo, y por qué sufren los inocentes?
Cuando un inocente sufre ¿Es por un castigo de Dios o se trata de una “prueba” para “fortalecerlo” en su fe?
¿Quién puede responder a esta pregunta que eleva la persona que sufre?
Si la pregunta no tiene una explicación precisa
¿Cómo podría ser Dios justo, si no le da al sufriente una oportunidad para entender por qué y para qué sufre?
Si tu puedes contestarlas, por favor, instruyenos.
Bendiciones.
Objeciones por las que parece que no toda pena es por alguna culpa:
1. En Jn 9,2-3 se dice del ciego de nacimiento: Ni pecó éste, ni sus padres, para que naciera ciego. Y vemos igualmente que muchos niños, también bautizados, padecen graves sufrimientos, como fiebres, opresión de los demonios y muchas otras cosas similares; y, sin embargo, no hay en ellos pecado después de ser bautizados. Y antes que sean bautizados no hay en ellos más pecado que en los otros niños que no sufren estas cosas. Luego no toda pena (o sufrimiento) es por un pecado.
2. Además, parece que hay la misma razón en que prosperen los malos y en que sean castigados algunos inocentes. Pues con frecuencia encontramos una y otra cosa en las realidades humanas: porque en el salmo 72,5 se dice de los malvados: No tienen parte en el sufrimiento de los hombres y con los hombres no son flagelados; y en Job 21,7: Los impíos viven, se elevan y se fortalecen con las riquezas; y en Hab 1,13 se dice: ¿Por qué ves a los insolentes y callas, cuando el impío conculca a uno más justo que él? Luego no toda pena se inflige por una culpa.
3. De Cristo se dice, en 1 Pe 2,22, que no cometió pecado ni se encontró engaño en su boca. Y, sin embargo, allí mismo se dice que padeció por nosotros. Luego Dios no siempre envía la pena por una culpa.
Contra esto: está lo que se dice en Job 4,7ss: ¿Quién jamás, siendo inocente, pereció? ¿O cuándo los rectos fueron aniquilados? Por el contrario, más bien vi que quienes obran la maldad perecieron al soplo de Dios. Y Agustín dice, en el libro I de las Retract., que toda pena es justa y se inflige por algún pecado.
Respondo: Como ya hemos expuesto (a.6), la pena se puede considerar de dos modos: simplemente y en cuanto es satisfactoria. La pena satisfactoria, a la verdad, es en cierto modo voluntaria. Y porque acontece que quienes difieren en el reato de la pena son una cosa por la unión de las voluntades en el amor, de ahí resulta que uno que no pecó voluntariamente, soporte la pena por otro; así lo vemos también en las realidades humanas: que uno carga sobre sí la deuda de otro. Mas si hablamos de la pena simplemente, en cuanto que tiene razón de pena, en ese sentido siempre tiene relación con la culpa propia, a veces, a la verdad, con la culpa actual: v. gr., cuando uno es castigado por Dios o por una persona humana por un pecado que cometió; pero a veces, con la culpa original. Y esto o principal o consecuentemente. Principalmente, la pena del pecado original consiste en que la naturaleza humana sea dejada a sí misma, desprovista de la ayuda de la justicia original, de lo que se siguen todas las penalidades que acontecen a los hombres por el fallo de la naturaleza.
Sin embargo, es de saber que a veces algunas cosas parecen penales y, no obstante, no tienen la razón de pena simplemente. Pues la pena es una especie de mal, como dijimos en la primera parte (q.48 a.5); y el mal es privación de bien. Mas, siendo muchos los bienes del hombre, a saber: del alma, del cuerpo y de las cosas exteriores, ocurre a veces que uno sufre detrimento en un bien menor para crecer en el mayor, como cuando sufre detrimento en el dinero por la salud del cuerpo, o en ambos —en el dinero y en el cuerpo-por la salud del alma y por la gloria de Dios. Y entonces tal detrimento no es un mal humano simplemente, sino sólo relativamente. Por tanto, no tiene razón de pena, sino de medicina, pues también los médicos suministran a los enfermos pociones desabridas para restablecer la salud. Y puesto que estas cosas propiamente no tienen razón de pena, no se relacionan con la culpa como con su causa, a no ser en cierto modo, porque el hecho mismo de que sea necesario propinar medicinas penosas a la naturaleza humana proviene de la corrupción de la misma, que es la pena del pecado original. Ya que en el estado de inocencia no hubiera sido necesario inducir a uno al progreso en la virtud mediante ejercicios penosos. Por consiguiente, lo que hay de penoso en tales cosas se reduce a la culpa original como a su causa.
A las objeciones:
1. Los males de los recién nacidos, o también de los niños, son efecto y pena del pecado original, como hemos dicho (en sol.; q.85 a.5); y perduran después del bautismo por la razón dicha anteriormente (q.85 a.5 ad 2). El que no sean iguales en todos ocurre por la diversidad de la naturaleza, dejada a sí misma, según dijimos antes (q.85 a.5 ad 1). Sin embargo, según la divina providencia, tales males se ordenan a la salvación de los hombres: a la de aquellos que los padecen o a la de otros, que por dichas penas son amonestados; y también a la gloria de Dios.
2. Los bienes temporales y corporales, efectivamente, son ciertos bienes, pero pequeños. Mas los espirituales son los bienes grandes del hombre. Así, pues, pertenece a la justicia divina conferir bienes espirituales a los virtuosos; y de los bienes temporales o de los males, darles tanto cuanto basta para la virtud, pues, como dice Dionisio en el capítulo 8 De div. nom., es propio de la justicia divina no ablandar la fortaleza de los mejores con donaciones de cosas materiales. En cambio, a los otros, el mismo hecho de que se les den bienes temporales cede en detrimento de sus bienes espirituales. De ahí que en el salmo 72,6 se concluya: Por eso les dominó la soberbia.
3. Cristo soportó una pena satisfactoria, no por sus pecados, sino por los nuestros.
¿Cómo podría ser Dios justo, si no le da al sufriente una oportunidad para entender por qué y para qué sufre?
3. A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO
13. Pero para poder percibir la verdadera respuesta al « por qué » del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio; somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el « por qué » del sufrimiento, en cuanto somos capaces de comprender la sublimidad del amor divino.
Para hallar el sentido profundo del sufrimiento, siguiendo la Palabra revelada de Dios, hay que abrirse ampliamento al sujeto humano en sús múltiples potencialidades, sobre todo, hay que acoger la luz de la Revelación, no sólo en cuanto expresa el orden transcendente de la justicia, sino en cuanto ilumina este orden con el Amor como fuente definitiva de todo lo que existe. El Amor es también la fuente más plena de la respuesta a la pregunta sobre el sentido del sufrimiento. Esta pregunta ha sido dada por Dios al hombre en la cruz de Jesucristo.
En efecto, el sufrimiento no puede ser transformado y cambiado con una gracia exterior, sino interior. Cristo, mediante su propio sufrimiento salvífico, se encuentra muy dentro de todo sufrimiento humano, y puede actuar desde el interior del mismo con el poder de su Espíritu de Verdad, de su Espíritu Consolador.
No basta. El divino Redentor quiere penetrar en el ánimo de todo paciente a través del corazón de su Madre Santísima, primicia y vértice de todos los redimidos. Como continuación de la maternidad que por obra del Espíritu Santo le había dado la vida, Cristo moribundo confirió a la siempre Virgen María una nueva maternidad —espiritual y universal— hacia todos los hombres, a fin de que cada uno, en la peregrinación de la fe, quedara, junto con María, estrechamente unido a Él hasta la cruz, y cada sufrimiento, regenerado con la fuerza de esta cruz, se convirtiera, desde la debilidad del hombre, en fuerza de Dios.
Pero este proceso interior no se desarrolla siempre de igual manera. A menudo comienza y se instaura con dificultad. El punto mismo de partida es ya diverso; diversa es la disposición, que el hombre lleva en su sufrimiento. Se puede sin embargo decir que casi siempre cada uno entra en el sufrimiento con una protesta típicamente humana y con la pregunta del « por qué ». Se pregunta sobre el sentido del sufrimiento y busca una respuesta a esta pregunta a nivel humano. Ciertamente pone muchas veces esta pregunta también a Dios, al igual que a Cristo. Además, no puede dejar de notar que Aquel, a quien pone su pregunta, sufre Él mismo, y por consiguiente quiere responderle desde la cruz, desde el centro de su propio sufrimiento. Sin embargo a veces se requiere tiempo, hasta mucho tiempo, para que esta respuesta comience a ser interiormente perceptible. En efecto, Cristo no responde directamente ni en abstracto a esta pregunta humana sobre el sentido del sufrimiento. El hombre percibe su respuesta salvífica a medida que él mismo se convierte en partícipe de los sufrimientos de Cristo. Op. Cit, 26
tito escribió:
Ahora es vergonzoso que apeles a los niños violados, nadie ha dicho que todos los males (por ejemplo los morales) sean un castigo de Dios o un correctivo, porque existe el mal moral no podemos decir que no exista Dios y tu haces el mismo planteamiento que los que niegan a Dios por el sufrimiento de los niños...
Se les llena la boca citando la Salvifici Doloris de San Juan Pablo II para negar que Dios castiga y sin embargo no ven que en este documennto esta la respuesta a su pregunta:3. A LA BÚSQUEDA DE UNA RESPUESTA A LA PREGUNTA SOBRE EL SENTIDO DEL SUFRIMIENTO
13. Pero para poder percibir la verdadera respuesta al « por qué » del sufrimiento, tenemos que volver nuestra mirada a la revelación del amor divino, fuente última del sentido de todo lo existente. El amor es también la fuente más rica sobre el sentido del sufrimiento, que es siempre un misterio; somos conscientes de la insuficiencia e inadecuación de nuestras explicaciones. Cristo nos hace entrar en el misterio y nos hace descubrir el « por qué » del sufrimiento, en cuanto somos capaces de comprender la sublimidad del amor divino.
VictorSL escribió:francoeguren escribió:VictorSL
Una entrevista no es magisterio, y el Magisterio no "opina", dice lo que dicta el Espíritu Santo, por lo tanto es infalible. Y el Magisterio infalible ha dicho que Dios castiga.
Estimado "francoeguren",
¿asi de facil le quitas valor al pensamiento de Joseph Ratzinger, quien mas tarde fué ungido por El Espiritu Santo como el Papa Benedicto XVI, y quien ha sido considerado por muchos como la mente mas brillante del siglo XX ?.
!!!!que osadia, que inconciencia!!!
Dios te ilumine.
tito escribió:De lo que he leido de Eduarod, el también afirma que Dios castiga al Igual que Jose Miguel, solo que Eduarod al estilo de Miles Dei nos dice que él es él único (only one) que entiende y puede expresar bien lo que la Iglesia enseña....
francoeguren escribió:VictorSL
Una entrevista no es magisterio, y el Magisterio no "opina", dice lo que dicta el Espíritu Santo, por lo tanto es infalible. Y el Magisterio infalible ha dicho que Dios castiga.
Teniendo en cuenta el uso conciliar y el fin pastoral del presente Concilio, este Santo Sínodo define como doctrina que debe ser tenida por la Iglesia solamente aquellas cosas de fe y costumbres que él haya declarado manifiestamente como tales.
Las demás cosas que propone el S. Sínodo, puesto que son doctrina del Supremo Magisterio de la Iglesia, deben ser aceptadas y abrazadas por todos y cada uno de los fieles según la mente del mismo S. Sínodo, la cual se conoce, bien sea por la materia tratada, bien por el tenor de la expresión, según las normas de interpretación teológica
Como ya dije no es honesto intelectualmente solo citar lo que conviene del Magisterio, ya puse una catequesis del mismo San Juan Pablo II en donde habla del castigo de Dios.
Eso es lo que estamos haciendo aqui "Tito"; interpretando a nuestra conveniencia lo que dé soporte a tu postura y yo a la mia; no podras negar que varias veces, cuando el Magisterio habla de castigo, lo hace en el contexto de la condenación eterna y NO en esta vida. Probablemente para uniformisar el criterio vamos a tener que esperar que se promulge explicitamente el DOGMA DE FE en un sentido o en otro...........cuando Dios quiera y entonces si, se acabará la polemica.
Ahora si a ti te "educaron" con eso de que " sino te portas bien, Dios te va a castigar", no infieras que a los demás nos "educaron" asi... voy comprendiendo porque no ves el error en lo de A. Bermudez...
O Tal vez sea, porque el Dios Misericordioso que yo veo, no quiso "castigar" a Cain por su pecado.
Ademas, nunca he llevado a cabo una encuesta para saber a cuantos niños nos educaron asi, pero no temo equivocarme al asegurar que a la mayoria.
Y ya viste que tus preguntas sin respuesta ya fueron contestadas por Sto Tomas...
Admito que, como yo no viví en la epoca de Santo Tomas, no comprendo bien sus argumentos y me parecen confusos; necesito terminologia actual......algo asi como razones teologicas actuales; Recuerda que la interpretación (comprensión) de la Sagrada Escritura por parte del Magisterio SIEMPRE ha sido progresiva, con la ayuda e iluminación del Espiritu Santo.
Bendiciones.
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