relligión y sociedad

La Teología es la ciencia de Dios en cuanto Dios, conocida a partir de la revelación. La Teología es y debe seguir siendo la humilde sierva de la Palabra de Dios. Al ser un servicio, la Teología tiene que ejercer su tarea en comunión con el Magisterio. En las materias difíciles entre las que se mueve es compatible que haya cierta diversidad de opiniones, no graves, en el marco de la unidad de la fe y la fidelidad al Magisterio, ya que la historia demuestra que siempre ha habido lugar en la Iglesia para una gran diversidad de teólogos y de teologías. La fe es una, sí, pero ¡qué diferencia existe entre las teologías de Justino, Cipriano, Orígenes, San Agustín o Santo Tomás de Aquino! Esta diversidad también trae ventajas para la Iglesia y ha sido fuente de progreso teológico. Por ello este es un espacio de discusión sobre temas opinables de la teología, pero estrictamente dedicado a lo que se opina en las diversas escuelas para exponer y defender una u otra posición y dar de esta forma una visión de conjunto, recordando que no hay verdadera Teología sin Magisterio y sin fe

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relligión y sociedad

Notapor Octavio Alberto » Lun Mar 09, 2015 3:31 pm

Ave Maria

Acabo de escribir acerca del papel de la religión en la sociedad, para un grupo en el que participo. De pronto, pueda motivar a alguien más, interesado por el tema...

Vera autem iustitia non est, nisi in ea republica, cuius conditor rectorque Christus est.
(San Agustín. Civit. Dei. II.22.4)

Religión y sociedad

• Diagnóstico

Cuando emprendemos el estudio de cualquier pueblo −más allá de reunir datos acerca de su composición familiar prevalente, de su organización política y económica, su literatura, filosofía y arte…− nos interesamos por sus motivaciones profundas y aquellas concepciones que hayan impulsado desde su vida cotidiana, por una parte, hasta sus realizaciones más extraordinarias. Entonces, nos preguntamos: ¿qué sentido dan a la vida y la muerte?, ¿qué significan, para ellos, sus logros?, ¿cómo justifican su ética? ¿en qué fundan el poder político?.[1]

Incluso un somero repaso antropológico nos mostrará que, en los distintos grupos étnicos, la religión –sea cual fuere− ha desempeñado un papel en la familia y en la sociedad[2]: Ha sido un elemento de identidad; podríamos correlacionar su desarrollo o decadencia con la del pueblo mismo.

En nuestra civilización, con su aspecto globalizador, asistimos a un fenómeno no del todo inédito: el escepticismo de muchos hacia los meta-relatos institucionalizados tradicionalmente, junto con la pluralidad de mini-relatos. Esto no resulta tan sorprendente. Aunque naturalmente tendamos a desembocar en la creencia en Dios, en la inmortalidad del alma y en una retribución futura, no obstante, a lo largo de la vida, llevados por diversidad de prejuicios, podemos fácilmente sesgarnos y deslizarnos hacia la incredulidad en materia religiosa.[3] Sin verdadero culto de Dios y piedad, no hay virtud que se mantenga –tanto en lo personal como social[4].

Esto que ocurre a escala individual es extensible al grupo. La moral religiosa, el sacrificio y la entrega, en referencia a Dios, son reemplazados –al menos en apariencia− por el sacrificio a la familia, al estado, al bien común, pero, en últimas, lo son al bienestar personal. Se deja de contar, pues, con el criterio religioso, en la acción política, económica, científica y artística[5]. Cuando la religión ya no determina el orden colectivo, los demás recursos intelectuales son insuficientes para reemplazarla[6]. Además, sin una cosmovisión definida, sin verdad segura, las ideas flotantes deben ser instrumentalizadas por los mandamases de turno[7].

El ideal de vida común que llamamos democracia tiene inspiración evangélica y no puede subsistir sin ella[8]. La actual exclusión de los principios cristianos –hasta ahora configuradores de nuestras naciones− afecta las bases mismas sobre las que han sido construidas estas sociedades: Se espera, entonces, que el razonamiento público subsista libre de los referentes que contribuyeron a plasmarlas.

Cuando la ley pública es desvinculada de la referencia a la naturaleza de la persona y del estado, queda considerada sólo como un acuerdo entre participantes y, así, sujeta al vaivén de las mudables opiniones. Al mismo tiempo, la exageración de la imagen del poder legislativo en cuanto soberano, autónomo de cualquier poder superior, favorece el totalitarismo. En contraste, la tradición cristiana ha afirmado las razones para la libertad y la tolerancia –que no implica indiferentismo religioso.[9]

Ante el fenómeno secularizante de los últimos siglos, los sociólogos clásicos (A. Comte, É. Durkheim, Max Weber, T. Parsons) supusieron que la modernidad, el progreso técnico y científico, necesariamente debía acompañarse de la emancipación con respecto a instituciones y normas religiosas −y de una disminución de la función social de la religión. Sin embargo, esto carece de constatación histórica. Se trata, simplemente, de un presupuesto ideológico, y no de una teoría social. Tal ideología persiste en muchos de los que afrontan retos políticos: dan por descontado que modernización y progreso significan pluralismo y descristianización.[10] Para éstos –si recordamos la reflexión de Keith Chesterton− el “progreso mental” significa romper lazos y dar de lado dogmas; no obstante, el progreso cierto va acompañado de seguridad en las convicciones −de otro modo, ¿cómo llevar a cabo un proyecto común?[11]

Un Estado que se diga aconfesional, y que ostente una democracia liberal −supuestamente crítica y emancipadora− logra ciertas reivindicaciones; pero acaba imponiendo el dominio hegemónico capitalista. El individualismo característico de la sociedad posmoderna termina, así, canonizado en un marco jurídico –y político− que mina los mismos fundamentos de la democracia.[12]

Ahora, pues, se promueve, mediáticamente, un culto a la emancipación individual –asociado a meras expectativas a corto plazo[13]. Se pone, además, el acento en la privacidad, la expresión libre y la relajación… Esto conlleva, por su parte, la erosión del sentido de pertenencia social, el abandono de grandes sistemas de sentido e idearios políticos y, en últimas, de un proyecto de nación. Queda, en fin, sólo un vacío de proyecto personal y social[14], conformismo, apatía política y dependencia del gurú dirigente de turno[15].

Nuestro horizonte queda restringido: Apenas buscamos una salvación intramundana; desconfiamos de alcanzar el sentido acerca de Dios, de nosotros mismos y del mundo; nos entregamos a un sincretismo irreflexivo; damos prelación a experiencias pasajeras y nos despreocupamos de los interrogantes vitales más profundos.[16]

• Pista terapéutica

La convivencia está basada en la amistad civil y en la fraternidad[17]. La verdadera amistad se caracteriza por la donación, la benevolencia, la gratuidad. Tal amistad deja de promoverse en nuestros grupos sociales en tanto nos dejemos llevar por ideologías individualistas y colectivistas[18]. No hay sociedad sin amistad. Sólo el cristianismo –la Iglesia− promueve la amistad benevolente en grado excelso.

En la historia, no se ha encontrado, fuera de la fe, un universalismo de la razón capaz de reemplazarla. Donde la razón divide, la fe une. El acuerdo perfecto y estable de las luces naturales depende de una luz sobrenatural que las conjugue. No obstante, ha habido un esfuerzo obstinado por sustituir la fe por un lazo natural –sea la ciencia empírica, o una moral de mínimos, o un indiferentismo-sincretismo religioso−, como fuerza unitiva.[19]

El humus católico de nuestra nación, aunque resecado con el paso del tiempo, ofrece una esperanza de abundantes frutos para todos, si lo aprovechamos.
___________

Referencias:

1. cf. Legorreta, José (dir.) “Secularización y resacralización –el debate sociológico contemporáneo sobre la teoría. En: Religión y secularización en una sociedad pos-secular. México: Iberoamericana (2010) 13.
2. cf. Gilson, Étienne. Les metamorphoses de la cité de Dieu. Paris: Vrin (2005) 10.
3. «I am not speaking here of right reason, but of reason as it acts in fact and concretely in fallen man. I know that even the unaided reason, when correctly exercised, leads to a belief in God, in the immortality of the soul, and in a future retribution; but I am considering the faculty of reason actually and historically; and in this point of view, I do not think I am wrong in saying that its tendency is towards a simple unbelief in matters of religion». Beato John Henry Newman. “Position of my Mind since 1845”. En: Apologia pro Vita Sua. Cambridge: Riverside Press (1956) 231.
4. «Neminem sine vera pietate, id est, veri Dei vero cultu, veram posse habere virtutem/.../ Non possit ibi verae esse virtutes, ubi non est vera religion». San Agustín. De Civitate Dei. 19.25.
5. cf. Sota, Eduardo. Religión “por la libre” –un estudio sobre la religiosidad de los jóvenes. México: Iberoamericana (2010) 132.
6. cf. Gauchet, Marcel. La religión en la democracia –El camino del laicismo.Madrid: Complutense (2003) 21 y 39.
7. cf. San Juan Pablo II. Centessimus annus (1991). 46.
8. cf. Maritain, Jacques. Cristianismo y democracia. Buenos Aires: Dédalo (1961) 32-33.
9. cf. Trigg, Roger. Religion in Public Life –Must faith be privatized? Oxford University Press (2007) 6-29.
10. cf. Legorreta, José. o.c. 16-20.
11. cf. Chesterton, Keith. Herejes. Madrid: Poblet (1933) 221.
12. cf. Mejía, Oscar. Alienación, individuación e ideología. Bogotá: UN (2009) 10-11.
13. cf. Gómez-Heras, JM. Teoría de la moralidad –Introducción de la ética. Madrid: Síntesis (2003) 305.
14. cf. Lipovetsky, Gilles. La era del vacío –Ensayos sobre el individualismo contemporánea. Barcelona: Anagrama (2003) 9-10.
15. cf. Taylor, Charles. Le malaise de la modernité. Paris: Cerf (2008) 23.
16. cf. Legorreta, José. o.c. 31-32.
17. « Omnis autem amicitia super aliqua communione firmatur. Eos enim qui conveniunt, vel per naturae originem, vel per morum similitudinem, vel per cuiuscumque societatis communionem, videmus amicitia coniungi /…/ Et ex hoc amore provenit ut bonorum regum regnum sit stabile… Non enim conservatur amore, cum parva vel nulla sit amicitia subiectae multitudinis ad tyrannum, ut ex praehabitis patet.» Santo Tomás de Aquino [69941] De regno. lib. 1 cap. 11
18. Compendio de la doctrina social de la Iglesia. n. 390.
19. cf. Gilson, Étienne. Les metamorphoses de la cité de Dieu. Paris: Vrin (2005) 226. 275-278.


Octavio Rodríguez

Laus Deo Virginique Matri
Octavio Alberto
 
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Re: relligión y sociedad

Notapor parzifal » Mié Mar 11, 2015 10:53 pm

Saludos a todos

Saludos Octavio

Soy nuevo en el foro


Vamos por parte, según mi interpretación del mensaje. Quiero hacer alusión a una diferenciación de vida evangélica y democracia e ir desarrollando toda la temática del mensaje poco a poco. Haber si con este mensaje tuyo, Octavio; y con la ayuda del que lo deseen podemos navegar a buen puerto.

Voy a poner el pasaje evangélico de la multiplicación de los panes y de los pescados:

Cuando se produjo el milagro de Nuestro Señor Jesucristo, y pudieron comer todos hasta saciarse, incluso sobraron doce cestas.

Ahora pregunto yo, de forma de perogrullo: ¿Quien era el líder de ese evento social tan importante?
parzifal
 
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