Estimado en Cristo pabloeze:
Lo que sucede es que, todos en general, tanto ateos y escépticos, como los mismos creyentes, solemos tener una visión bastante egoista del milagro. "Dios ME lo dio porque...", le recé, me porté bien, le ofrecí a cambio, me quiere más, soy bueno, etc., etc., etc. Por eso es que el milagro nos parece un tanto favoritista, y esto aplica tanto al escéptico que argumenta en contra como un supuesto ejemplo de "discriminación" o "injusticia" por parte de Dios (¡como si cualquiera pudiera declararse merecedor en justicia de una excepción o interrupción de la aplicación ordinaria de las leyes naturales que rigen el Cosmos!); como igualmente aplica al mismo creyente que recibe el milagro y se siente por ello preferido, favorecido o hasta "superior". Más aún, llega el creyente erroneamente a pensar también que de algún modo ese milagro se le "debía" en justicia: "ahora si redituaron todos estos años de esfuerzos, rezos, privaciones y sacrificios".
Pero esa visión esta completamente equivocada. La REALIDAD es MUY distinta. Preguntaron a Jesús los discípulos sobre el ciego de nacimiento al que Jesús dio la vista (y no solo devolvió, pues recordemos que era ciego de nacimiento: NUNCA había podido ver):
Al pasar, vio a un hombre ciego de nacimiento.
Sus discípulos le preguntaron: «Maestro, ¿quién ha pecado, él o sus padres, para que haya nacido ciego?».
San Juan 9, 1-2
A lo que Jesús responde, rompiendo de lleno con esa falsa visión de que los males son castigos personales y, de paso, también con la erronea visión de que los Dones de Dios son premios favoritistas:
«Ni él ni sus padres han pecado, respondió Jesús; nació así para que se manifiesten en él las obras de Dios.
Debemos trabajar en las obras de aquel que me envió, mientras es de día; llega la noche, cuando nadie puede trabajar.
Mientras estoy en el mundo, soy la luz del mundo»
San Juan 9, 3-5
Subrayo especialmente la palabra "manifiesten", porque es la clave de todo. Ya que desde ahí está claro que el milagro NO ES primariamente para él, por mucho que en primera instancia él sea el más directamente beneficiado. Sino el milagro es
PARA TODOS, para que se MANIFIESTEN en él las obras que Dios hace por su pueblo, para que todos, aún nosotros, 2000 años después y del otro lado del mundo, pudieramos reconocer en ese beneficio que esta persona recibió el Amor que Dios nos tiene A NOSOTROS.
Así, completamente al contrario de esa visión egoista o egocéntrica que se suele tener del milagro, el verdadero sentido del milagro es un sentido comunitario, el que lo recibe, NO lo recibe para si mismo, sino para dar testimonio ante todos del Amor de Dios.
El ciego lo entiende bien y, por eso, cuando los fariseos le preguntan:
Ellos le preguntaron: «¿Qué te ha hecho? ¿Cómo te abrió los ojos?».
San Juan 9, 26
El ciego responde con acierto, prestándose a dar testimonio del Amor del que ha sido objeto para que otros puedan también creer por medio del favor que le fue concedido:
El les respondió: «Ya se lo dije y ustedes no me han escuchado. ¿Por qué quieren oírlo de nuevo? ¿También ustedes quieren hacerse discípulos suyos?».
San Juan 9, 27
Tristemente los fariseos están tan cegados justamente por esa visión egocéntrica que estamos descartando, que no logran salir de ahí y por eso responden:
Ellos lo injuriaron y le dijeron: «¡Tú serás discípulo de ese hombre; nosotros somos discípulos de Moisés!
San Juan 9, 28
Negándose así a aprovecharse de la maravilla que Dios se dignó hacer enfrente de sus propios ojos. Negándose así a entender que, junto a ellos mismos, había Uno mucho mayor que Moisés y a Quien les hubiera convenido mucho seguir. Negándose, en suma, a entender que el milagro era más PARA ELLOS (como lo es para nosotros), que para el mismo ciego.
De este modo, vemos que recibir el milagro NO es en realidad ningún premio, ni acto discriminatorio o favoritista. Sino lo que en realidad es, como toda elección de Dios, es un
LLAMADO A SERVIR. Llamado que, típicamente, depende mucho menos del esfuerzo, méritos o empeño que uno ponga en obtenerlo, que de lo preparado y dispuesto que pueda uno estar para realizar ese servicio y dar ese testimonio
en favor de los demás. Fallar en eso, "quedarse" el milagro para si como si de un acto preferencial se hubiese tratado, no solo es un error, sino una grave injusticia, NO de Dios, sino de quien finalmente se niega a colaborar en el servicio a los demás.
Suelo ejemplificar estas cosas como un salón de clases en el que el maestro lleva unos dulces para todos sus alumnos, y entonces llama a alguno para darle los dulces y pedirle que los reparta entre sus compañeros. La razón de la elección puede se muy variada: puede elegir al más aplicado o al más responsable y compartido; o bien, al más inquieto, egoista o retraido (para animarlo a participar y ser responsable con sus compañeros); al más hábil o al más participativo; al mismo de siempre, o a uno nuevo cada vez; o, simplemente, al primero que se le puso enfrente.
Al final, lo de menos entonces es quién fue el elegido y porqué (mientras cumpla su labor), ¡sino lo importante es que hay dulces para todos!
Por eso no carecen de razón algunos escépticos al señalar que ni siempre los hombres de mucha Fé reciben los milagros que piden, ni son siempre personas de mucha piedad las que son "favorecidas" por un milagro. Claro, ellos lo dicen como una pretendida prueba de la supuesta aleatoriedad del milagro que "demostraría" "lo poco" que "lo inexplicable" tendría que ver con la Acción de Dios. Pero la realidad es que Dios NO está limitado para llamar al servicio únicamente a las persoas de mucha Fé y piedad: justo como ocurrió al ciego de nacimiento, puede Dios muy bien recién llamar a alguien a la conversión personal al mismo tiempo y por el mismo acto con el que le pide que esa conversión sea para el servicio de todos.
Por eso, quien mantiene la visión egocéntrica, independientemente de que tuviera previamente Fé o no, es como un alumno al que el maestro le diera los dulces de todos para repartir, y en vez de hacerlo se quedara indebida e injustamente con todos los dulces, regodeándose de ser "el favorito" del profesor.
Cuando regrese el maestro a pedirle cuentas, pronto descubrirá en su castigo lo insensato e injusto que fue, y lo lejos que en realidad sus acciones le llevaron de ser "el favorito" de la clase.
Que Dios te bendiga.