¿La Partícula de Dios?

Este foro es el lugar para discutir temas que involucren a la ciencia y la religión como la teoría de la evolución, el origen del universo, la medicina alternativa, la ingeniería genética u otros temas científicos o tecnológicos con implicaciones morales como el calentamiento global, la carrera armamentista, la sobrepoblación, la donación de órganos, etc. Podrán participar en él todos los interesados en los temas y no únicamente aquellos con formación científica. Se deberá poder apoyar las participaciones con evidencia proveniente de experimentos controlables o publicaciones científicas aceptadas, en caso que otros foristas lo requiriesen

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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Jue Jul 31, 2014 12:35 pm

1-agosto-2014

“CHI”. Estimado hermano en la fe. Tu dices razonando: “Los ateos científicos suelen declarar que Dios no existe porque supuestamente la ciencia “casi” demuestra que un creador no es necesario para el mundo existir. Irónicamente tales opiniones no son basadas en el método científico sino en nada más adivinaciones. Al ser presentado con la verdad el ateo científico normalmente declara que la carga de prueba de que hay un creador cae sobre el creyente ignorando también irónicamente el hecho que la ciencia no tiene ninguna prueba de que un creador no existe”.
Después de este primer capítulo sobre la LUMEN FIDEI, cuya encíclica nos dará respuesta a tu comentario, te contestaré, y encuadrado en esa doctrina coincidimos que la Palabra de Dios no está basada en “ adivinaciones” sino que Dios nos dio con la razón el poder de saber, pero sin duda alguna, que las naves espaciales no han salido del azar sino de una muy laboriosa y maravillosa investigación científica. ¿Y la creación si ha surgido del azar?
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CARTA ENCÍCLICA
LUMEN FIDEI
DEL SUMO PONTÍFICE
FRANCISCO
A LOS OBISPOS
A LOS PRESBÍTEROS Y A LOS DIÁCONOS
A LAS PERSONAS CONSAGRADAS
Y A TODOS LOS FIELES LAICOS
SOBRE LA FE


RESUMEN
… la tradición de la Iglesia ha indicado con esta expresión la Luz de la Fe el gran don traído por Jesucristo, que en el Evangelio de san Juan se presenta con estas palabras: « Yo he venido al mundo como luz, y así, el que cree en mí no quedará en tinieblas » (Jn 12,46).

… En el mundo pagano, hambriento de luz, se había desarrollado el culto al Sol, al Sol invictus, invocado a su salida
….. el sol no ilumina toda la realidad; sus rayos no pueden llegar hasta las sombras de la muerte: « No se ve que nadie estuviera dispuesto a morir por su fe en el sol », decía san Justino mártir.
…. los cristianos llamaron a Cristo el verdadero sol, « cuyos rayos dan la vida ». A Marta, que llora la muerte de su hermano Lázaro, le dice Jesús: « ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? » (Jn 11,40). Quien cree ve.
¿Una luz ilusoria?
… podemos oír la objeción de muchos contemporáneos nuestros. En la época moderna se ha pensado que esa luz podía bastar para las sociedades antiguas, pero que ya no sirve para los tiempos nuevos, para el hombre adulto,
… la fe se veía como una luz ilusoria, que impedía al hombre seguir la audacia del saber.
… El joven Nietzsche invitaba a su hermana Elisabeth a arriesgarse, a « emprender nuevos caminos… ». Y añadía: « Aquí se dividen los caminos del hombre; si quieres alcanzar paz en el alma y felicidad, cree; pero si quieres ser discípulo de la verdad, indaga ».
… Nietzsche critica al cristianismo por haber rebajado la existencia humana, quitando novedad y aventura a la vida. La fe sería entonces como un espejismo que nos impide avanzar como hombres libres hacia el futuro.

De esta manera, la fe ha acabado por ser asociada a la oscuridad.
…Se ha pensado poderla conservar, encontrando para ella un ámbito que le permita convivir con la luz de la razón.
…La fe se ha visto así como un salto que damos en el vacío, por falta de luz, movidos por un sentimiento ciego; o como una luz subjetiva, capaz quizá de enardecer el corazón, de dar consuelo privado, pero que no se puede proponer a los demás como luz objetiva y común para alumbrar el camino.

…Poco a poco, sin embargo, se ha visto que la luz de la razón autónoma no logra iluminar suficientemente el futuro; al final, éste queda en la oscuridad, y deja al hombre con el miedo a lo desconocido.
… De este modo, el hombre ha renunciado a la búsqueda de una luz grande, de una verdad grande, y se ha contentado con pequeñas luces que alumbran el instante fugaz, pero que son incapaces de abrir el camino.
--- Cuando falta la luz, todo se vuelve confuso, es imposible distinguir el bien del mal
… « Si el Concilio no trata expresamente de la fe, habla de ella en cada una de sus páginas, reconoce su carácter vital y sobrenatural, la supone íntegra y fuerte, y construye sobre ella sus doctrinas. para darse cuenta de la importancia esencial que el Concilio, coherente con la tradición doctrinal de la Iglesia, atribuye a la fe, a la verdadera fe, la que tiene como fuente a Cristo y por canal al magisterio de la Iglesia »
… Por tanto, es urgente recuperar el carácter luminoso propio de la fe, pues cuando su llama se apaga, todas las otras luces acaban languideciendo. Y es que la característica propia de la luz de la fe es la capacidad de iluminar toda la existencia del hombre.

… La fe nace del encuentro con el Dios vivo, que nos llama y nos revela su amor, un amor que nos precede y en el que nos podemos apoyar para estar seguros y construir la vida.
…La fe, que recibimos de Dios como don sobrenatural, se presenta como luz en el sendero, que orienta nuestro camino en el tiempo.
Por una parte, procede del pasado; es la luz de una memoria fundante, la memoria de la vida de Jesús, donde su amor se ha manifestado totalmente fiable, capaz de vencer a la muerte.

… Pero, al mismo tiempo, como Jesús ha resucitado y nos atrae más allá de la muerte, la fe es luz que viene del futuro, que nos desvela vastos horizontes, y nos lleva más allá de nuestro « yo » aislado, hacia la más amplia comunión.
la fe no habita en la oscuridad, sino que es luz en nuestras tinieblas.
…Dante, en la Divina Comedia, después de haber confesado su fe ante san Pedro, la describe como una « chispa, / que se convierte en una llama cada vez más ardiente / y centellea en mí, cual estrella en el cielo »

…El Señor, antes de su pasión, dijo a Pedro: « He pedido por ti, para que tu fe no se apague » (Lc 22,32). Y luego le pidió que confirmase a sus hermanos en esa misma fe.

…La convicción de una fe que hace grande y plena la vida, centrada en Cristo y en la fuerza de su gracia, animaba la misión de los primeros cristianos. En las Actas de los mártires leemos este diálogo entre el prefecto romano Rústico y el cristiano Hierax: « ¿Dónde están tus padres? », pregunta el juez al mártir. Y éste responde: “Nuestro verdadero padre es Cristo, y nuestra madre, la fe en él .
Para aquellos cristianos, la fe, en cuanto encuentro con el Dios vivo manifestado en Cristo, era una « madre », porque los daba a luz, engendraba en ellos la vida divina,
por la que estaban dispuestos a dar testimonio público hasta el final.

…el Vaticano II ha sido un Concilio sobre la fe, en cuanto que nos ha invitado a poner de nuevo en el centro de nuestra vida eclesial y personal el primado de Dios en Cristo.
…El Concilio Vaticano II ha hecho que la fe brille dentro de la experiencia humana, recorriendo así los caminos del hombre contemporáneo. De este modo, se ha visto cómo la fe enriquece la existencia humana en todas sus dimensiones.
.. El Sucesor de Pedro, ayer, hoy y siempre, está llamado a « confirmar a sus hermanos » en el inconmensurable tesoro de la fe, que Dios da como luz sobre el camino de todo hombre.
… y que, si acogemos esta Palabra, que es Jesucristo, Palabra encarnada, el Espíritu Santo nos transforma, ilumina nuestro camino hacia el futuro, y da alas a nuestra esperanza para recorrerlo con alegría. Fe, esperanza y caridad, en admirable urdimbre, constituyen el dinamismo de la existencia cristiana hacia la comunión plena con Dios. ¿Cuál es la ruta que la fe nos descubre?

CAPÍTULO PRIMERO
HEMOS CREÍDO EN EL AMOR (cf. 1 Jn 4,16)
Abrahán, nuestro padre en la fe
…La fe nos abre el camino y acompaña nuestros pasos a lo largo de la historia.

…Abrahán, nuestro padre en la fe, ocupa un lugar destacado
La fe está vinculada a la escucha. Abrahán no ve a Dios, pero oye su voz… el Dios de Abrahán, Isaac y Jacob, capaz de entrar en contacto con el hombre y establecer una alianza con él
Lo que esta Palabra comunica a Abrahán es una llamada y una promesa.
… En primer lugar es una llamada a salir de su tierra, una invitación a abrirse a una vida nueva, comienzo de un éxodo que lo lleva hacia un futuro inesperado.
…. la fe « ve » en la medida en que camina, en que se adentra en el espacio abierto por la Palabra de Dios.
…Esta Palabra encierra además una promesa: tu descendencia será numerosa, serás padre de un gran pueblo
(De este modo, la fe, en cuanto memoria del futuro, memoria futuri, está estrechamente ligada con la esperanza.
…Lo que se pide a Abrahán es que se fíe de esta Palabra. La fe entiende que la palabra, aparentemente efímera y pasajera, cuando es pronunciada por el Dios fiel, se convierte en lo más seguro e inquebrantable que pueda haber, en lo que hace posible que nuestro camino tenga continuidad en el tiempo.
… La fe acoge esta Palabra como roca firme, para construir sobre ella con sólido fundamento.
Por eso, la Biblia, para hablar de la fe, usa la palabra hebrea ’emûnah, derivada del verbo ’amán, cuya raíz significa « sostener ».
San Agustín lo explica así: « El hombre es fiel creyendo a Dios, que promete; Dios es fiel dando lo que promete al hombre ».

…Abrahán reconoce en esa voz que se le dirige una llamada profunda, inscrita desde siempre en su corazón. Dios asocia su promesa a aquel « lugar » en el que la existencia del hombre se manifiesta desde siempre prometedora: la paternidad, la generación de una nueva vida:
… El Dios que pide a Abrahán que se fíe totalmente de él, se revela como la fuente de la que proviene toda vida. De esta forma, la fe se pone en relación con la paternidad de Dios, de la que procede la creación: el Dios que llama a Abrahán es el Dios creador, que « llama a la existencia lo que no existe » (Rm 4,17), que « nos eligió antes de la fundación del mundo…y nos ha destinado a ser sus hijos » (Ef 1,4-5).

…Para Abrahán, la fe en Dios ilumina las raíces más profundas de su ser, …., y confirma que su vida no procede de la nada o la casualidad, sino de una llamada y un amor personal.

…El Dios misterioso que lo ha llamado no es un Dios extraño, sino aquel que es origen de todo y que todo lo sostiene.
La gran prueba de la fe de Abrahán, el sacrificio de su hijo Isaac, nos permite ver hasta qué punto este amor originario es capaz de garantizar la vida incluso después de la muerte.

…La Palabra que ha sido capaz de suscitar un hijo con su cuerpo « medio muerto » y « en el seno estéril » de Sara (cf. Rm 4,19), será también capaz de garantizar la promesa de un futuro más allá de toda amenaza o peligro (cf. Hb 11,19; Rm 4,21).
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor chi » Sab Ago 02, 2014 9:49 am

Estimado augustin - perdon si no le entiendo bien su respuesta pero por si acaso quisiera aclarar mi comentario: la declaracion que la ciencia demuestra que no hay un creador se basa en la adivinacion nada mas.
Dios te salve, María, llena de gracia, el Señor es contigo. Bendita eres entre todas las mujeres y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús.
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Vie Ago 15, 2014 5:55 am

15-Agosto-2014

La fe de Israel

En el libro del Éxodo, la historia del pueblo de Israel sigue la estela de la fe de Abrahán. La fe nace de nuevo de un don originario: Israel se abre a la intervención de Dios, que quiere librarlo de su miseria.

La fe es la llamada a un largo camino para adorar al Señor en el Sinaí y heredar la tierra prometida.

La confesión de fe de Israel se formula como narración de los beneficios de Dios, de su intervención para liberar y guiar al pueblo (cf. Dt 26,5-11), 15. narración que el pueblo transmite de generación en generación.

Aprendemos así que la luz de la fe está vinculada al relato concreto de la vida, al recuerdo agradecido de los beneficios de Dios y al cumplimiento progresivo de sus promesas.
La arquitectura gótica lo ha expresado muy bien: en las grandes catedrales, la luz llega del cielo a través de las vidrieras en las que está representada la historia sagrada. La luz de Dios nos llega a través de la narración de su revelación lo contrario de la fe se manifiesta como idolatría. Mientras Moisés habla con Dios en el Sinaí, el pueblo no soporta el misterio del rostro oculto de Dios, no aguanta el tiempo de espera.
Martin Buber citaba esta definición de idolatría del rabino de Kock: se da idolatría cuando « un rostro se dirige reverentemente a un rostro que no es un rostro ». porque los ídolos « tienen boca y no hablan » (Sal 115,5).
Vemos entonces que el ídolo es un pretexto para ponerse a sí mismo en el centro de la realidad, adorando la obra de las propias manos.
La idolatría no presenta un camino, sino una multitud de senderos, que no llevan a ninguna parte, y forman más bien un laberinto.
La fe, en cuanto asociada a la conversión, es lo opuesto a la idolatría; es separación de los ídolos para volver al Dios vivo, mediante un encuentro personal.
La fe consiste en la disponibilidad para dejarse transformar una y otra vez por la llamada de Dios. He aquí la paradoja: en el continuo volverse al Señor, el hombre encuentra un camino seguro, que lo libera de la dispersión a que le someten los ídolos
En la fe de Israel destaca también la figura de Moisés, el mediador. El pueblo no puede ver el rostro de Dios; es Moisés quien habla
Con esta presencia del mediador, Israel ha aprendido a caminar unido.
La mediación no representa aquí un obstáculo, sino una apertura: en el encuentro con los demás, J. J. Rousseau lamentaba no poder ver a Dios personalmente: « ¡Cuántos hombres entre Dios y yo! ».11 « ¿Es tan simple y natural que Dios se haya dirigido a Moisés para hablar a Jean Jacques Rousseau? ».
La fe es un don gratuito de Dios que exige la humildad y el valor de fiarse y confiarse, para poder ver el camino luminoso del encuentro entre Dios y los hombres, la historia de la salvación.
La plenitud de la fe cristiana
« Abrahán […] saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría » (Jn 8,56). Según estas palabras de Jesús, la fe de Abrahán estaba orientada ya a él; en cierto sentido, era una visión anticipada de su misterio.
Así lo entiende san Agustín, al afirmar que los patriarcas se salvaron por la fe, pero no la fe en el Cristo ya venido, sino la fe en el Cristo que había de venir,
Si Israel recordaba las grandes muestras de amor de Dios, que constituían el centro de su confesión y abrían la mirada de su fe, ahora la vida de Jesús se presenta como la intervención definitiva de Dios,
La fe cristiana es, por tanto, fe en el Amor pleno, en su poder eficaz, en su capacidad de transformar el mundo e iluminar el tiempo. « Hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él » (1 Jn 4,16).

Si dar la vida por los amigos es la demostración más grande de amor (cf. Jn 15,13), Jesús ha ofrecido la suya por todos, también por los que eran sus enemigos, para transformar los corazones.

« El que lo vio da testimonio, su testimonio es verdadero, y él sabe que dice la verdad, para que también vosotros creáis » (Jn 19,35).

F. M. Dostoievski, en su obra El bobo, hace decir al protagonista, el príncipe Myskin, a la vista del cuadro de Cristo muerto en el sepulcro, obra de Hans Holbein el Joven: « 20.Un cuadro así podría incluso hacer perder la fe a alguno ». En efecto, el cuadro representa con crudeza los efectos devastadores de la muerte en el cuerpo de Cristo. Y, sin embargo, precisamente en la contemplación de la muerte de Jesús, la fe se refuerza y recibe una luz resplandeciente, cuando se revela como fe en su amor indefectible por nosotros, que es capaz de llegar hasta la muerte para salvarnos.
En cuanto resucitado, Cristo es testigo fiable, digno de fe (cf. Ap 1,5; Hb 2,17), apoyo sólido para nuestra fe. «Si Cristo no ha resucitado, vuestra fe no tiene sentido», dice san Pablo (1 Co 15,17).

Nuestra cultura ha perdido la percepción de esta presencia concreta de Dios, de su acción en el mundo. Pensamos que Dios sólo se encuentra más allá, en otro nivel de realidad, separado de nuestras relaciones concretas.

Los cristianos, en cambio, confiesan el amor concreto y eficaz de Dios, que obra verdaderamente en la historia y determina su destino final, amor que se deja encontrar, que se ha revelado en plenitud en la pasión, muerte y resurrección de Cristo.

Para la fe, Cristo no es sólo aquel en quien creemos, la manifestación máxima del amor de Dios, sino también aquel con quien nos unimos para poder creer.

Tenemos necesidad también de alguien que sea fiable y experto en las cosas de Dios. Jesús, su Hijo, se presenta como aquel que nos explica a Dios (cf. Jn 1,18).

La importancia de la relación personal con Jesús mediante la fe queda reflejada en los diversos usos que hace san Juan del verbo credere. Junto a « creer que » es verdad lo que Jesús nos dice (cf. Jn 14,10; 20,31), san Juan usa también las locuciones
« creer a » Jesús y « creer en » Jesús.

La fe cristiana es fe en la encarnación del Verbo y en su resurrección en la carne; es fe en un Dios que se ha hecho tan cercano, que ha entrado en nuestra historia.

La fe en el Hijo de Dios hecho hombre en Jesús de Nazaret no nos separa de la realidad, sino que nos permite captar su significado profundo.
La salvación mediante la fe
El que cree, aceptando el don de la fe, es transformado en una creatura nueva, recibe un nuevo ser, un ser filial que se hace hijo en el Hijo. « Abbá, Padre », « ¿Tienes algo que no hayas recibido? » (1 Co 4,7). Precisamente en este punto se sitúa el corazón de la polémica de san Pablo con los fariseos, la discusión sobre la salvación mediante la fe o mediante las obras de la ley.
Lo que san Pablo rechaza es la actitud de quien pretende justificarse a sí mismo ante Dios mediante sus propias obras. Se cierra, aislándose del Señor y de los otros, y por eso mismo su vida se vuelve vana, sus obras estériles, como árbol lejos del agua.

San Agustín lo expresa así con su lenguaje conciso y eficaz: «, de aquel que te ha hecho, no te alejes ni siquiera para ir a ti. Cuando el hombre piensa que, alejándose de Dios, se encontrará a sí mismo, su existencia fracasa (cf. Lc 15,11-24).
« En efecto, por gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros: es don de Dios » (Ef 2,8s).
La fe en Cristo nos salva porque en él la vida se abre radicalmente a un Amor que nos precede y nos transforma desde dentro, que obra en nosotros y con nosotros.
Cristo ha bajado a la tierra y ha resucitado de entre los muertos; con su encarnación y resurrección, el Hijo de Dios ha abrazado todo el camino del hombre y habita en nuestros corazones mediante el Espíritu santo.
El creyente es transformado por el Amor, al que se abre por la fe, y al abrirse a este Amor que se le ofrece, su existencia se dilata más allá de sí mismo.

Por eso, san Pablo puede afirmar: « No soy yo el que vive, es Cristo quien vive en mí » (Ga 2,20), y exhortar
« Que Cristo habite por la fe en vuestros corazones » (Ef 3,17). En la fe, el « yo » del creyente se ensancha para ser habitado por Otro, para vivir en Otro, y así su vida se hace más grande en el Amor Sin esta conformación en el Amor, sin la presencia del Espíritu que lo infunde en nuestros corazones (cf. Rm 5,5), es imposible confesar a Jesús como Señor (cf. 1 Co 12,3).
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Sab Ago 30, 2014 4:35 am

CAPÍTULO SEGUNDO
Resumen de la Enciclica Lumen Fidei

SI NO CREÉIS, NO COMPRENDERÉIS
( Is 7,9)

Fe y verdad
Si no creéis, no comprenderéis (cf. Is 7,9), la traducción de los Setenta realizada en Alejandría de Egipto, traduce así las palabras del profeta Isaías al rey Acaz. Pero en el texto hebreo leemos de modo diferente. Aquí, el profeta dice al rey: « Si no creéis, no subsistiréis ».
S. Agustín ha hecho una síntesis de « comprender » y « subsistir: « Me estabilizaré y consolidaré en ti […], en tu verdad ».
El hombre tiene necesidad de conocimiento, tiene necesidad de verdad, La fe, sin verdad, no salva, no da seguridad a nuestros pasos. Se queda en una bella fábula, o bien se reduce a un sentimiento hermoso. En cambio, gracias a su unión intrínseca con la verdad, la fe es capaz de ofrecer una luz nueva.
Recuperar la conexión de la fe con la verdad es hoy aun más necesario, precisamente por la crisis de verdad en que nos encontramos.
Se tiende a menudo a aceptar como verdad sólo la verdad tecnológica: es verdad aquello que el hombre consigue construir y medir con su ciencia. Hoy parece que ésta es la única verdad cierta, la única sobre la que es posible debatir y comprometerse juntos.
Por otra parte, estarían después las verdades del individuo….válidas sólo para uno mismo.. ¿No ha sido esa verdad la que han pretendido los grandes totalitarismos del siglo pasado, una verdad que imponía su propia concepción global para aplastar la historia concreta del individuo?

Así, queda sólo un relativismo en el que la cuestión de la verdad completa, que es en el fondo la cuestión de Dios, ya no interesa.
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Amor y conocimiento de la verdad

En esta situación, ¿puede la fe cristiana ofrecer un servicio al bien común indicando el modo justo de entender la verdad?
San Pablo, afirma: « Con el corazón se cree » (Rm 10,10). En la Biblia el corazón es el centro del hombre, donde se entrelazan todas sus dimensiones: el cuerpo y el espíritu, la interioridad de la persona y su apertura al mundo y a los otros, el entendimiento, la voluntad, la afectividad.

La comprensión de la fe es la que nace cuando recibimos el gran amor de Dios que nos transforma interiormente y nos da ojos nuevos para ver la realidad.

En efecto, el hombre moderno cree que la cuestión del amor tiene poco que ver con la verdad. El amor se concibe hoy como una experiencia que pertenece al mundo de los sentimientos volubles y no a la verdad.
En realidad, el amor no se puede reducir a un sentimiento que va y viene, el amor tiende a la unión con la persona amada. Y así se puede ver en qué sentido el amor tiene necesidad de verdad.
Sólo en cuanto está fundado en la verdad, el amor puede perdurar en el tiempo.
Si el amor no tiene que ver con la verdad, está sujeto al vaivén de los sentimientos y no supera la prueba del tiempo.

El amor verdadero, en cambio, unifica todos los elementos de la persona y se convierte en una luz nueva hacia una vida grande y plena. Sin verdad, el amor no puede ofrecer un vínculo sólido, la verdad tiene necesidad del amor. Sin amor, la verdad se vuelve fría, impersonal, opresiva para la vida concreta de la persona.
Quien ama comprende que el amor es experiencia de verdad,
En este sentido, san Gregorio Magno ha escrito que el amor mismo es un conocimiento, lleva consigo una lógica nueva. Se trata de un modo relacional de ver el mundo, que se convierte en conocimiento compartido, visión en la visión de otro o visión común de todas las cosas.

Guillermo de Saint Thierry, en la Edad Media, sigue esta tradición cuando comenta el versículo del Cantar de los Cantares en el que el amado dice a la amada: « Palomas son tus ojos » (Ct 1,15). Estos dos ojos, explica Guillermo, son la razón creyente y el amor, que se hacen uno solo para llegar a contemplar a Dios, cuando el entendimiento se hace “entendimiento de un amor iluminado »
Mediante la experiencia de los profetas en el sufrimiento del exilio y en la esperanza de un regreso definitivo a la ciudad santa, Israel ha intuido que esta verdad de Dios se extendía más allá de la propia historia, para abarcar toda la historia del mundo, ya desde la creación.
El conocimiento de la fe ilumina no sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del mundo creado, desde su origen hasta su consumación.

El conocimiento de la fe, por nacer del amor de Dios que establece la alianza, ilumina un camino en la historia.
Por eso, en la Biblia, verdad y fidelidad van unidas, y el Dios verdadero es el Dios fiel, aquel que mantiene sus promesas y permite comprender su designio a lo largo del tiempo.
El conocimiento de la fe ilumina no sólo el camino particular de un pueblo, sino el decurso completo del mundo creado, desde su origen hasta su consumación.
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La fe como escucha y visión

Precisamente porque el conocimiento de la fe está ligado a la alianza de un Dios fiel…. es presentado por la Biblia como escucha. San Pablo utiliza una fórmula que se ha hecho clásica: « la fe nace del mensaje que se escucha » (Rm 10,17). Por eso san Pablo habla de la “obediencia de la fe » (cf. Rm 1,5; 16,26).. La escucha ayuda a representar bien el nexo entre conocimiento y amor.
Por lo que se refiere al conocimiento de la verdad, la escucha se ha contrapuesto a veces a la visión, que sería más propia de la cultura griega……. sería como una invitación a una contemplación extática, separada del tiempo concreto en que el hombre goza y padece. Según esta perspectiva, el acercamiento bíblico al conocimiento estaría opuesto al griego, que buscando una comprensión completa de la realidad, ha vinculado el conocimiento a la visión.

« Cuando Dios revela, hay que prestarle la obediencia de la fe (cf. Rm 16,26; comp. con Rm 1,5; 2 Co 10,5-6), por la que el hombre se confía libre y totalmente a Dios, prestando “a Dios revelador el homenaje del entendimiento y de la voluntad”, y asintiendo voluntariamente a la revelación hecha por él. Para profesar esta fe es necesaria la gracia de Dios, que previene y ayuda, y los auxilios internos del Espíritu Santo, el cual mueve el corazón y lo convierte a Dios, abre los ojos de la mente y da “a todos la suavidad en el aceptar y creer la verdad”. Y para que la inteligencia de la revelación sea más profunda, el mismo Espíritu Santo perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones » (Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 5).

La escucha de la fe tiene las mismas características que el conocimiento propio del amor: es una escucha personal, que distingue la voz y reconoce la del Buen Pastor (cf. Jn 10,3-5)
A veces, la visión de los signos de Jesús precede a la fe. Otras veces, la fe lleva a una visión más profunda: « Si crees, verás la gloria de Dios » (Jn 11,40). Al final, creer y ver están entrelazados.
« El que cree en mí cree en el que me ha enviado.
Y el que me ve a mí, ve al que me ha enviado » (Jn 12,44-45).
Así, en la mañana de Pascua, se pasa de Juan que, todavía en la oscuridad, ante el sepulcro vacío, « vio y creyó » (Jn 20,8), a María Magdalena que ve, ahora sí, a Jesús ) y quiere retenerlo,: « He visto al Señor dice la Magdalena ».

¿Cómo se llega a esta síntesis entre el oír y el ver? Lo hace posible la persona concreta de Jesús, que se puede ver y oír. Él es la Palabra hecha carne, cuya gloria hemos contemplado (cf. Jn 1,14).
La luz de la fe es la de un Rostro en el que se ve al Padre.
En efecto, en el cuarto Evangelio, la verdad que percibe la fe es la manifestación del Padre en el Hijo, en su carne y en sus obras terrenas. La verdad que la fe nos desvela está centrada en el encuentro con Cristo, en la contemplación de su vida, en la percepción de su presencia.
La luz del amor se enciende cuando somos tocados en el corazón, acogiendo la presencia interior del amado, que nos permite reconocer su misterio. Entendemos entonces por qué, para san Juan, junto al ver y escuchar, la fe es también un tocar, como afirma en su primera Carta: « Lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros propios ojos […] y palparon nuestras manos acerca del Verbo de la vida » (1 Jn 1,1).
Con su encarnación, con su venida entre nosotros, Jesús nos ha tocado y, a través de los sacramentos, también hoy nos toca. Con la fe, nosotros podemos tocarlo, y recibir la fuerza de su gracia. San Agustín, comentando el pasaje de la hemorroísa que toca a Jesús para curarse (cf. Lc 8,45-46), afirma: « Tocar con el corazón, esto es creer ».
Cuando estamos configurados con Jesús, recibimos ojos adecuados para verlo.
Somos partículas de Cristo, partes de su Cuerpo y en él participamos de su Persona que es Divina
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Dom Sep 14, 2014 4:24 am

14 Septiembre-2014
CREACIÓN
(lenguaje espontáneo y libremente cadencioso)

Te veo con tu dedo comenzando el tiempo.
Estabas solo, eras...antes del primer lucero.
Lanzaste al espacio materia, mundos,
millones de soles con planetas,
millones, unos vivos y otros ya muertos.
Se pierde la mente en el espacio
bordeado en sombras de terciopelos negros.

Jadeante llego al fin y, allí comienzan infinitos senderos
con miles de millones de galaxias galopantes.
Sólo tu, ceramista creativo, llenas y contemplas ese infinito espacio
de explosiones y silencios, haciendo tu sabiduría, todo un ordenado universo.
Da miedo pensar en tu poder, en tu soberbio hacer,
en tus secretos pensamientos:
Al dar ser a los "seres",
al dar luz a los luceros,
al poner vida en las aguas,
al dar movimiento acompasado a los microbios
y a los gigantes soles de fuego.
¿Para qué oh Dios, tal despilfarro de poder?
¿Para asombrar a unos hombres
polvillo, micromillones de esta gigante tierra
que es sólo granito de piedra en playa, microbio del universo?

Hombres, silencio, nacemos llorando,
vivimos crujiendo y morimos calaveras, riendo.

¿Qué hizo el hombre tan pequeño en el universo
para que tu poder hecho sarmiento de nuestra vid,
diese la uva de tu Hijo,
que machacada por nuestro pie
tuviese a la potestad de tu dedo, creador,
hecho un gusano de desprecio,
azotado, reído Rey, de caña un cetro,
con sus espaldas cargadas de un madero,
y puesto en la cruz como un desecho?

Tu poder infinito no comprendo.
Pudiste hacer al hombre bello, feliz, con más talento,
sin dolor, sin odios, sin vicios,
sin defectos, a tu imagen perfecta,
sin tanto dolor inexplicable y tormento,
...niños que ya nacen con genético defecto...
Inundaciones trágicas, remolinos de viento...
y sin haber tenido que dar muerte a tu Hijo el Verbo.

Sin embargo lo hiciste, por la libertad
y caduca evolutiva combinación de nuestros elementos
jorobado como un camello.
Acepto tus designios, pero yo,
micromillón de un micromillón de polvillo,
cuando sufro no lo comprendo,
pero, oh Dios, sin comprenderlo,
por ser libre, como en la alegría, no sin misterio, lo acepto.

Todo por amor lo hizo tu dedo,
porque no hay nada fuera de ti
que te obligara a hacerlo, la nada a nada obliga,
lo hiciste porque quisiste,
y el "querer" es esencia del amor bueno.

Los maestrillos de mercadillo
conocedores de cosas limitadas,
ante el espacio de millones de galaxias,
un Dios Creador, sabio y redentor, no admiten.
Un Dios que se recrea en su obra
de viento melódico, brisa o tornado,
de materia, seres vivientes, hierbas, fuego y agua.

Un Dios que se complace en el infinito espacio,
escenario para su "obra" en expansivo creada,
por Él ordenada y, por el hombre sólo contemplada...
Pues los maestrillos de mercadillo
que en reunión de taberna congresual,
a ese Dios Creador, su discípulo hagan,
y que de ellos obliguen que aprenda a la Sabiduría Increada.

¿Qué maravilloso equilibrio
de ciencia, sabiduría y, juego divino y humano,
ha establecido el creador
entre Él, la libertad,
la vida, el dolor y el amor.

Asómate a mi postigo, que aún no me has dicho
tu última creadora palabra.

Nos hizo aun concreadores en algo con Él
y puso a nuestro alcance cierto gobierno,
e investigar el "cómo y el por qué",
pero no necesitó la humilde opinión
del hombre, aún no nacido,
para realizar una tan sapientísima combinación
en cada detalle, por otro lado, de tan perfecta
y sublime creación .
Y a su imagen nos dio
vida en libertad que es por esencia evolucional,
bella flor en primavera y triste hoja otoñal.

Es la dignidad suprema
la que al hombre y a los elementos libres o combinantes,
nos hacen ser personas, eminente vida
o, naturaleza finita y vibrante,
pero a los hombres nos hizo
no su marioneta teatral, dándonos la libertad.
Y además,
si no hubiese misterio, Dios no sería el Dios Eterno,
tendría una esencia cercada,
pero tampoco el sol y las galaxias
caben por nuestra ventana.
Sólo en Ti, mi Dios, veré la razón
de tan bella creación,
que es como un encaje infinito, complicado
y sabiamente ordenado.
Es tu mando, Dios misterio,
azulado, de nubes nimbado, pintado, bordado,
rutilante, destello en infinitos astros,
en espacios insondables densos o en agujeros negros
y asciende, de soles engarzados, hasta tus hombros
que reclinas sobre un trono entre luces clarividentes
mas allá de los confines del cosmos.

Mi mente es pequeña
y en ella no cabe,
ni tanta luz
ni tu infinita grandeza.

Al hombre lo hiciste la cima de la pirámide cósmica,
a tu imagen y semejanza, para no adorar a los ídolos,
pero con la opción de elegir o al Dios de la vida
o al antidios de la muerte,
y ante la hermosura de los frutos, nosotros, Adán,
queremos ser independientes y, nos oponemos al valor supremo:
la obediencia a Dios, al misterio del Dios omnisciente.

Yo soy Adán, aquella es Eva, todos en el fondo rebelión
contra deidad tan suprema.
Y aunque Adán no existiera, en mí no es una quimera.

Si tu cielo es comprender, ver y gozar
de cada unidad de los átomos, de cada célula
con su vida organizada, hasta
formar todo un diverso universo como infinito,
y, además comprender tu esencia perenne
fuente de toda tu obra en ti creada,
merece conquistar tu amor y ser de los que
ante ti se sobrecogen, te adoran, admiran y aman.

No quiero, Señor, ser sólo como hoja seca sin esperanza.
Estoy en tu manto y quiero ver, en primavera, tu cara,
quiero acompañarte como hijo y visitar mi herencia
que eres Tú y, tu variadísima belleza creada,
y que siendo uno en tu Verbo ya vivo en tu Palabra.
---
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Mar Sep 30, 2014 5:37 pm

15-Sep-2014 Poesia “Creación)
1-Octubre-2014
Resumen: La luz de la Fe.

Diálogo entre fe y razón

La fe cristiana, en cuanto anuncia la verdad del amor total de Dios , llega al centro más profundo de la experiencia del hombre, que viene a la luz gracias al amor, y está llamado a amar para permanecer en la luz.

Con el deseo de iluminar toda la realidad a partir del amor de Dios manifestado en Jesús, e intentando amar con ese mismo amor, los primeros cristianos encontraron en el mundo griego, en su afán de verdad, un referente adecuado para el diálogo.

El encuentro del mensaje evangélico con el pensamiento filosófico de la antigüedad fue un momento decisivo para que el Evangelio llegase a todos los pueblos, y favoreció una fecunda interacción entre la fe y la razón,

El beato Juan Pablo II, en su Carta encíclica Fides et ratio, ha mostrado cómo la fe y la razón se refuerzan mutuamente.

Cuando encontramos la luz plena del amor de Jesús, nos damos cuenta de que en cualquier amor nuestro hay ya un tenue reflejo de aquella luz y percibimos cuál es su meta última.
La luz de la fe ilumina todas nuestras relaciones humanas, que pueden ser vividas en unión con el amor y la ternura de Cristo.

San Agustín acepta la filosofía griega de la luz con su insistencia en la visión. Su encuentro con el neoplatonismo le había permitido conocer el paradigma de la luz, que desciende de lo alto para iluminar las cosas, y constituye así un símbolo de Dios.

San Agustín comprendió la trascendencia divina, y descubrió que todas las cosas tienen en sí una transparencia que pueden reflejar la bondad de Dios, el Bien.
Dios es luz y dio a su existencia una nueva orientación, tal como él mismo cuenta en sus Confesiones, el momento decisivo de su camino de fe no fue una visión sino más bien una escucha, cuando en el jardín oyó una voz que le decía: « Toma y lee »; tomó el volumen de las Cartas de san Pablo y se detuvo en el capítulo decimotercero de la Carta a los Romanos. (…. La noche está avanzada, el día se avecina: despojémonos, pues, de las acciones tenebrosas y vistámonos de la armadura luminosa)

Hacía acto de presencia así el Dios personal de la Biblia, capaz de comunicarse con el hombre, de bajar a vivir con él y de acompañarlo en el camino de la historia, manifestándose en el tiempo de la escucha y la respuesta.

De todas formas, este encuentro con el Dios de la Palabra no hizo que san Agustín prescindiese de la luz y la visión. Integró ambas perspectivas, guiado siempre por la revelación del amor de Dios en Jesús.
Y así, elaboró una filosofía de la luz que integra la reciprocidad propia de la palabra y da espacio a la libertad de la mirada frente a la luz. Igual que la palabra requiere una respuesta libre, así la luz tiene como respuesta una imagen que la refleja.
San Agustín, asociando escucha y visión, puede hablar entonces de la
« palabra que resplandece dentro del hombre ». De este modo, la luz se convierte, por así decirlo, en la luz de una palabra, porque es la luz de un Rostro personal, una luz que, alumbrándonos, nos llama y quiere reflejarse en nuestro rostro para resplandecer desde dentro de nosotros mismos.

De Trinitate,: « Verbum quod intus lucet », verá y amará. Y esto, no porque sea capaz de tener toda la luz, que será siempre inabarcable, sino porque entrará por completo en la luz.

La luz del amor, propia de la fe, puede iluminar los interrogantes de nuestro tiempo en cuanto a la verdad. A menudo la verdad queda hoy reducida a la autenticidad subjetiva del individuo, válida sólo para la vida de cada uno.
Una verdad común nos da miedo, porque la identificamos con la imposición intransigente de los totalitarismos. Sin embargo, si es la verdad del amor, si es la verdad que se desvela en el encuentro personal con el Otro y con los otros, entonces se libera de su clausura en el ámbito privado para formar parte del bien común.

La verdad de un amor no se impone con la violencia, no aplasta a la persona. Naciendo del amor puede llegar al corazón, al centro personal de cada hombre.
Se ve claro así que la fe no es intransigente, sino que crece en la convivencia que respeta al otro.
El creyente no es arrogante; al contrario, la verdad le hace humilde, sabiendo que, más que poseerla él, es ella la que le abraza y le posee.
En lugar de hacernos intolerantes, la seguridad de la fe nos pone en camino y hace posible el testimonio y el diálogo con todos.

Ilumina incluso la materia, confía en su ordenamiento, sabe que en ella se abre un camino de armonía y de comprensión cada vez más amplio. La mirada de la ciencia se beneficia así de la fe: ésta invita al científico a estar abierto a la realidad, en toda su riqueza inagotable.

La fe despierta el sentido crítico, en cuanto que no permite que la investigación se conforme con sus fórmulas y la ayuda a darse cuenta de que la naturaleza no se reduce a ellas.
Invitando a maravillarse ante el misterio de la creación, la fe ensancha los horizontes de la razón para iluminar mejor el mundo que se presenta a los estudios de la ciencia.
Fe y búsqueda de Dios
La luz de la fe en Jesús ilumina también el camino de todos los que buscan a Dios, y constituye la aportación propia del cristianismo al diálogo con los seguidores de las diversas religiones.
La Carta a los Hebreos nos habla del testimonio de los justos que, antes de la alianza con Abrahán, ya buscaban a Dios con fe.

Podemos entender así que el camino del hombre religioso pasa por la confesión de un Dios que se preocupa de él y que no es inaccesible. ¿Qué mejor recompensa podría dar Dios a los que lo buscan, que dejarse encontrar?

Tenemos la figura de Abel, cuya fe es también alabada y, gracias a la cual el Señor se complace en sus dones, en la ofrenda de las primicias de sus rebaños (cf. Hb 11,4). El hombre religioso intenta reconocer los signos de Dios en las experiencias cotidianas de su vida, en el ciclo de las estaciones, en la fecundidad de la tierra y en todo el movimiento del cosmos.
Dios es luminoso, y se deja encontrar por aquellos que lo buscan con sincero corazón.

Imagen de esta búsqueda son los Magos, guiados por la estrella hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Para ellos, la luz de Dios se ha hecho camino, como estrella que guía por una senda de descubrimientos. La estrella habla así de la paciencia de Dios con nuestros ojos, que deben habituarse a su esplendor. El hombre religioso está en camino y ha de estar dispuesto a dejarse guiar, a salir de sí, para encontrar al Dios que sorprende siempre.
Este respeto de Dios por los ojos de los hombres nos muestra que, cuando el hombre se acerca a él, la luz humana no se disuelve en la inmensidad luminosa de Dios, como una estrella que desaparece al alba
La confesión cristiana de Jesús como único salvador, sostiene que toda la luz de Dios se ha concentrado en él, en su « vida luminosa », en la que se desvela el origen y la consumación de la historia. No hay ninguna experiencia humana, ningún itinerario del hombre hacia Dios, que no pueda ser integrado, iluminado y purificado por esta luz.

Cuanto más se sumerge el cristiano en la aureola de la luz de Cristo, tanto más es capaz de entender y acompañar el camino de los hombres hacia Dios.

Al configurarse como vía, la fe concierne también a la vida de los hombres que, aunque no crean, desean creer y no dejan de buscar. En la medida en que se abren al amor con corazón sincero y se ponen en marcha con aquella luz que consiguen alcanzar, viven ya, sin saberlo, en la senda hacia la fe.
Intentan vivir como si Dios existiese, a veces porque reconocen su importancia para encontrar orientación segura en la vida común, y otras veces porque experimentan el deseo de luz en la oscuridad, pero también, intuyendo, a la vista de la grandeza y la belleza de la vida, que ésta sería todavía mayor con la presencia de Dios.
Dice san Ireneo de Lyon que Abrahán, antes de oír la voz de Dios, ya lo buscaba «ardientemente en su corazón », y que « recorría todo el mundo, preguntándose dónde estaba Dios », hasta que « Dios tuvo piedad de aquel que, por su cuenta, lo buscaba en el silencio ».
Quien se pone en camino para practicar el bien se acerca a Dios,

Fe y teología
Al tratarse de una luz, la fe nos invita a adentrarnos en ella, a explorar cada vez más los horizontes que ilumina, para conocer mejor lo que amamos.
De este deseo nace la teología cristiana. Por tanto, la teología es imposible sin la fe y forma parte del movimiento mismo de la fe, que busca la inteligencia más profunda de la autorrevelación de Dios, cuyo culmen es el misterio de Cristo.

La primera consecuencia de esto es que la teología no consiste sólo en un esfuerzo de la razón por escrutar y conocer, como en las ciencias experimentales. Dios no se puede reducir a un objeto. Él es Sujeto que se deja conocer y se manifiesta en la relación de persona a persona.
La fe recta orienta la razón a abrirse a la luz que viene de Dios, para que, guiada por el amor a la verdad, pueda conocer a Dios más profundamente.
Los grandes doctores y teólogos medievales han indicado que la teología, como ciencia de la fe, es una participación en el conocimiento que Dios tiene de sí mismo.

La teología, por tanto, no es solamente palabra sobre Dios, sino ante todo acogida y búsqueda de una inteligencia más profunda de esa palabra que Dios nos dirige, palabra que Dios pronuncia sobre sí mismo, porque es un diálogo eterno de comunión, y admite al hombre dentro de este diálogo.

Así pues, la humildad que se deja « tocar » por Dios forma parte de la teología, reconoce sus límites ante el misterio y se lanza a explorar, con la disciplina propia de la razón, las insondables riquezas de este misterio.

Además, la teología participa en la forma eclesial de la fe; su luz es la luz del sujeto creyente que es la Iglesia.
Por otra parte, la teología, puesto que vive de la fe, no puede considerar el Magisterio del Papa y de los Obispos en comunión con él como algo extrínseco, un límite a su libertad, sino al contrario, como un momento interno, constitutivo, en cuanto el Magisterio asegura el contacto con la fuente originaria, y ofrece, por tanto, la certeza de beber en la Palabra de Dios en su integridad.
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¿No somos real y sobrenaturalmente partícula de Dios en la inmensidad luminosa del misterio de Cristo?
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Jue Nov 20, 2014 7:55 am

20-Noviembre 2014

CAPÍTULO TERCERO
TRANSMITO LO QUE HE RECIBIDO(cf. 1 Co 15,3)

(Nota:Aunque el mundo se paganice la Iglesia permanecerá hasta el fin de los siglos.)

La Iglesia, madre de nuestra fe

Quien se ha abierto al amor de Dios, ha escuchado su voz y ha recibido su luz, no puede retener este don para sí. La fe, puesto que es escucha y visión, se transmite también como palabra y luz.
La palabra recibida se convierte en respuesta, confesión y, de este modo, resuena para los otros, invitándolos a creer. Es una luz que se refleja de rostro en rostro, como Moisés reflejaba la gloria de Dios después de haber hablado con Dios.
La luz de Cristo brilla como en un espejo en el rostro de los cristianos, y así se difunde y llega hasta nosotros, de modo que también nosotros podamos participar , la luz del cirio enciende otras muchas velas.
La fe se transmite, por así decirlo, por contacto, de persona a persona, como una llama enciende otra llama. Los cristianos, en su pobreza, plantan una semilla tan fecunda, que se convierte en un gran árbol que es capaz de llenar el mundo de frutos.
Puesto que la fe nace de un encuentro que se produce en la historia e ilumina el camino a lo largo del tiempo, tiene necesidad de transmitirse a través de los siglos. Y mediante una cadena ininterrumpida de testimonios llega a nosotros el rostro de Jesús.
No puedo ver por mí mismo el hombre lo que ha sucedido en una época tan distante de la mía. Pero ésta no es la única manera que tiene el hombre de conocer. La persona vive siempre en relación. Proviene de otros, pertenece a otros, su vida se ensancha en el encuentro con otros.
Incluso el conocimiento de sí, la misma autoconciencia, es relacional y está vinculada a otros que nos han precedido: El lenguaje mismo, las palabras con que interpretamos nuestra vida y nuestra realidad, nos llega a través de otros, guardado en la memoria viva de otros.

El pasado de la fe, aquel acto de amor de Jesús, que ha hecho germinar en el mundo una vida nueva, nos llega en la memoria de otros, de testigos, conservado vivo en aquel sujeto único de memoria que es la Iglesia. La Iglesia es una Madre que nos enseña a hablar el lenguaje de la fe.
San Juan, en su Evangelio, ha insistido en este aspecto, uniendo fe y memoria, y asociando ambas a la acción del Espíritu Santo que, como dice Jesús, « os irá recordando todo » (Jn 14,26). El Amor, que es el Espíritu y que mora en la Iglesia, mantiene unidos entre sí todos los tiempos y nos hace contemporáneos de Jesús, convirtiéndose en el guía de nuestro camino de fe.

Es imposible creer cada uno por su cuenta. La fe no es únicamente una opción individual que se hace en la intimidad del creyente, no es una relación exclusiva entre el « yo » del fiel y el « Tú » divino, entre un sujeto autónomo y Dios. Por su misma naturaleza, se abre al « nosotros », se da siempre dentro de la comunión de la Iglesia.

Nos lo recuerda la forma dialogada del Credo, usada en la liturgia bautismal. El creer se expresa como respuesta a una invitación, a una palabra que ha de ser escuchada y que no procede de mí, y por 54
eso forma parte de un diálogo; no puede ser una mera confesión que nace del individuo. Es posible responder en primera persona, « creo », sólo porque se forma parte de una gran comunión, porque también se dice « creemos ». Esta apertura al « nosotros » eclesial refleja la apertura propia del amor de Dios, que no es sólo relación entre el Padre y el Hijo, entre el « yo » y el « tú », sino que en el Espíritu, es también un « nosotros », una comunión de personas.
Por eso, quien cree nunca está solo
Tertuliano lo ha expresado incisivamente, diciendo que el catecúmeno, « tras el nacimiento nuevo por el bautismo », es recibido en la casa de la Madre para alzar las manos y rezar, junto a los hermanos, el Padrenuestro, como signo de su pertenencia a una nueva familia.34
Los sacramentos y la transmisión de la fe
La Iglesia, como toda familia, transmite a sus hijos el contenido de su memoria. ? Mediante la tradición apostólica, conservada en la Iglesia con la asistencia del Espíritu Santo, tenemos un contacto vivo con la memoria como afirma el Concilio ecuménico Vaticano II, « lo que los Apóstoles transmitieron comprende todo lo necesario para una vida santa y para una fe creciente del Pueblo de Dios; así la Iglesia con su enseñanza, su vida, su culto, conserva y transmite a todas las edades lo que es y lo que cree ».

Para transmitir un contenido meramente doctrinal, una idea, quizás sería suficiente un libro, o la reproducción de un mensaje oral. Pero lo que se comunica en la Iglesia, lo que se transmite en su Tradición viva, es la luz nueva que nace del encuentro con el Dios vivo, una luz que toca la persona en su centro, en el corazón, implicando su mente, su voluntad y su afectividad, abriéndola a relaciones vivas en la comunión con Dios y con los otros.
Para transmitir esta riqueza hay un medio particular, que pone en juego a toda la persona, cuerpo, espíritu, interioridad y relaciones. Este medio son los sacramentos, celebrados en la liturgia de la Iglesia. , en el que lo visible y material está abierto al misterio de lo eterno.
La transmisión de la fe se realiza en primer lugar mediante el bautismo. Pudiera parecer que el bautismo es sólo un modo de simbolizar la confesión de fe, un acto pedagógico para quien tiene necesidad de imágenes y gestos, pero del que, en último término, se podría prescindir.
Unas palabras de san Pablo, a propósito del bautismo, nos recuerdan que no es así. Dice él que « por el bautismo fuimos sepultados en él en la muerte, para que, lo mismo que Cristo resucitó de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva » (Rm 6,4).
Mediante el bautismo nos convertimos en criaturas nuevas y en hijos adoptivos de Dios. El Apóstol afirma después que el cristiano ha sido entregado a un « modelo de doctrina » ). En el bautismo el hombre recibe también una doctrina que profesar y una forma concreta de vivir, que implica a toda la persona y la pone en el camino del bien. Es transferido a un ámbito nuevo, colocado en un nuevo ambiente, con una forma nueva de actuar en común, en la Iglesia, entrando en la comunión eclesial que transmite el don de Dios: nadie se bautiza a sí mismo, igual que nadie nace por su cuenta. Hemos sido bautiza

¿Cuáles son los elementos del bautismo que nos introducen en este nuevo « modelo de doctrina »? Sobre el catecúmeno se invoca, en primer lugar, el nombre de la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Se le presenta así desde el principio un resumen del camino de la fe, el Dios que ha revelado su nombre a Moisés, el Dios que, al entregarnos a su Hijo, nos ha revelado plenamente el misterio de su Nombre, da al bautizado una nueva condición filial
La acción de Cristo nos toca en nuestra realidad personal, transformándonos radicalmente, haciéndonos hijos adoptivos de Dios, partícipes de su naturaleza divina; modifica así todas nuestras relaciones, nuestra forma de estar en el mundo y en el cosmos, abriéndolas a su misma vida de comunión. El catecumenado es camino de preparación para el bautismo, para la transformación de toda la existencia en Cristo.

Un texto del profeta Isaías, que ha sido relacionado con el bautismo en la literatura cristiana antigua, nos puede ayudar a comprender la conexión entre el bautismo y la fe: « Tendrá su alcázar en un picacho rocoso… con provisión de agua » (Is 33,16). El bautizado, rescatado del agua de la muerte, puede ponerse en pie sobre el « picacho rocoso », porque ha encontrado algo consistente donde apoyarse. Así, el agua de muerte se transforma en agua de vida. El texto griego lo llama agua pistós, agua « fiel ». El agua del bautismo es fiel porque se puede confiar en ella, porque su corriente introduce en la dinámica del amor de Jesús, fuente de seguridad para el camino de nuestra vida.

La estructura del bautismo, su configuración como nuevo nacimiento, en el que recibimos un nuevo nombre y una nueva vida, nos ayuda a comprender el sentido y la importancia del bautismo de niños, que ilustra en cierto modo lo que se verifica en todo bautismo. El niño no es capaz de un acto libre para recibir la fe, no puede confesarla todavía personalmente y, precisamente por eso, la confiesan sus padres y padrinos en su nombre.
La fe se vive dentro de la comunidad de la Iglesia, se inscribe en un « nosotros » comunitario. Esta estructura del bautismo destaca la importancia de la sinergia entre la Iglesia y la familia en la transmisión de la fe.
A los padres corresponde, según una sentencia de san Agustín, no sólo engendrar a los hijos, sino también llevarlos a Dios, para que sean regenerados como hijos de Dios por el bautismo y reciban el don de la fe.
Junto a la vida, les dan así la orientación fundamental de la existencia y la seguridad de un futuro de bien, orientación que será ulteriormente corroborada en el sacramento de la confirmación con el sello del Espíritu Santo.

La naturaleza sacramental de la fe alcanza su máxima expresión en la eucaristía, que es el precioso alimento para la fe, el encuentro con Cristo presente realmente con el acto supremo de amor, el don de sí mismo, que genera vida. En la eucaristía confluyen los dos ejes por los que discurre el camino de la fe. Por una parte, el eje de la historia: la eucaristía es un acto de memoria, actualización del misterio, en el cual el pasado, como acontecimiento de muerte y resurrección, muestra su capacidad de abrir al futuro, de anticipar la plenitud final. La liturgia nos lo recuerda con su hodie, el « hoy » de los misterios de la salvación. Por otra parte, confluye en ella también el eje que lleva del mundo visible al invisible. En la eucaristía aprendemos a ver la profundidad de la realidad. El pan y el vino se transforman en el Cuerpo y Sangre de Cristo, que se hace presente en su camino pascual hacia el Padre: este movimiento nos introduce, en cuerpo y alma, en el movimiento de toda la creación hacia su plenitud en Dios.
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Lun Dic 01, 2014 6:44 am

La partícula de Dios
(Sí, la iglesia es una manifestación de una célula viva cuya luz y vida le llega del mismo Dios. y será eterna como él pues es el Cuerpo de Cristo que está siempre renaciente ante cada hombre)

1-Diciembre- 2014

(Continuación del resumen de tan sustancial encíclica)

“En la celebración de los sacramentos, la Iglesia transmite su memoria, en particular mediante la profesión de fe. Ésta no consiste sólo en asentir a un conjunto de verdades abstractas. Antes bien, en la confesión de fe, toda la vida se pone en camino hacia la comunión plena con el Dios vivo. Podemos decir que en el Credo el creyente es invitado a entrar en el misterio que profesa y a dejarse transformar por lo que profesa. Para entender el sentido de esta afirmación, pensemos antes que nada en el contenido del Credo. Tiene una estructura trinitaria: el Padre y el Hijo se unen en el Espíritu de amor. El creyente afirma así que el centro del ser, el secreto más profundo de todas las cosas, es la comunión divina. Además, el Credo contiene también una profesión cristológica: se recorren los misterios de la vida de Jesús hasta su muerte, resurrección y ascensión al cielo, en la espera de su venida gloriosa al final de los tiempos. Se dice, por tanto, que este Dios comunión, intercambio de amor entre el Padre y el Hijo en el Espíritu, es capaz de abrazar la historia del hombre, de introducirla en su dinamismo de comunión, que tiene su origen y su meta última en el Padre. Quien confiesa la fe, se ve implicado en la verdad que confiesa. No puede pronunciar con verdad las palabras del Credo sin ser transformado, sin inserirse en la historia de amor que lo abraza, que dilata su ser haciéndolo parte de una comunión grande, del sujeto último que pronuncia el Credo, que es la Iglesia. Todas las verdades que se creen proclaman el misterio de la vida nueva de la fe como camino de comunión con el Dios vivo.

Fe, oración y decálogo
Otros dos elementos son esenciales en la transmisión fiel de la memoria de la Iglesia. En primer lugar, la oración del Señor, el Padrenuestro. En ella, el cristiano aprende a compartir la misma experiencia espiritual de Cristo y comienza a ver con los ojos de Cristo. A partir de aquel que es luz de luz, del Hijo Unigénito del Padre, también nosotros conocemos a Dios y podemos encender en los demás el deseo de acercarse a él. Además, es también importante la conexión entre la fe y el decálogo. La fe, como hemos dicho, se presenta como un camino, una vía a recorrer, que se abre en el encuentro con el Dios vivo. Por eso, a la luz de la fe, de la confianza total en el Dios Salvador, el decálogo adquiere su verdad más profunda, contenida en las palabras que introducen los diez mandamientos: « Yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto » (Ex 20,2). El decálogo no es un conjunto de preceptos negativos, sino indicaciones concretas para salir del desierto del« yo » autorreferencial, cerrado en sí mismo, y entrar en diálogo con Dios, dejándose abrazar por su misericordia para ser portador de su misericordia. Así, la fe confiesa el amor de Dios, origen y fundamento de todo, se deja llevar por este amor para caminar hacia la plenitud de la comunión con Dios. El decálogo es el camino de la gratitud, de la respuesta de amor, que es posible porque, en la fe, nos hemos abierto a la experiencia del amor transformante de Dios por nosotros. Y este camino recibe una nueva luz en la enseñanza de Jesús, en el Discurso de la Montaña (cf. Mt 5-7).
He tocado así los cuatro elementos que contienen el tesoro de memoria que la Iglesia transmite: la confesión de fe, la celebración de los sacramentos, el camino del decálogo, la oración. La catequesis de la Iglesia se ha organizado en torno a ellos, incluido el Catecismo de la Iglesia Católica, instrumento fundamental para aquel acto unitario con el que la Iglesia comunica el contenido completo de la fe, « todo lo que ella es, todo lo que cree ».
Unidad e integridad de la fe

La unidad de la Iglesia, en el tiempo y en el espacio, está ligada a la unidad de la fe:
« Un solo cuerpo y un solo espíritu […] una sola fe » (Ef 4,4-5). Hoy puede parecer posible una unión entre los hombres en una tarea común, en el compartir los mismos sentimientos o la misma suerte, en una meta común. Pero resulta muy difícil concebir una unidad en la misma verdad. Nos da la impresión de que una unión de este tipo se opone a la libertad de pensamiento y a la autonomía del sujeto. En cambio, la experiencia del amor nos dice que precisamente en el amor es posible tener una visión común, que amando aprendemos a ver la realidad con los ojos del otro, y que eso no nos empobrece, sino que enriquece nuestra mirada. El amor verdadero, a medida del amor divino, exige la verdad y, en la mirada común de la verdad, que es Jesucristo, adquiere firmeza y profundidad. En esto consiste también el gozo de creer, en la unidad de visión en un solo cuerpo y en un solo espíritu. En este sentido san León Magno decía: « Si la fe no es una, no es fe ».40

¿Cuál es el secreto de esta unidad? La fe es « una », en primer lugar, por la unidad del Dios
39 Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 8.
40 In nativitate Domini sermo 4, 6: SC 22, 110.64 conocido y confesado. Todos los artículos de la fe se refieren a él, son vías para conocer su ser y su actuar, y por eso forman una unidad superior a cualquier otra que podamos construir con nuestro pensamiento, la unidad que nos enriquece, porque se nos comunica y nos hace « uno ».
La fe es una, además, porque se dirige al único Señor, a la vida de Jesús, a su historia concreta que comparte con nosotros. San Ireneo de Lyon ha clarificado este punto contra los herejes gnósticos. Éstos distinguían dos tipos de fe, una fe ruda, la fe de los simples, imperfecta, que no iba más allá de la carne de Cristo y de la contemplación de sus misterios; y otro tipo de fe, más profundo y perfecto, la fe verdadera, reservada a un pequeño círculo de iniciados, que se eleva con el intelecto hasta los misterios de la divinidad desconocida, más allá de la carne de Cristo. Ante este planteamiento, que sigue teniendo su atractivo y sus defensores también en nuestros días, san Ireneo defiende que la fe es una sola, porque pasa siempre por el punto concreto de la encarnación, sin superar nunca la carne y la historia de Cristo, ya que Dios se ha querido revelar plenamente en ella. Y, por eso, no hay diferencia entre la fe de « aquel que destaca por su elocuencia » y de « quien es más débil en la palabra », entre quien es superior y quien tiene menos capacidad: ni el primero puede ampliar la fe, ni el segundo reducirla.
41 Cf. Ireneo, Adversus haereses, I, 10, 2: SC 264, 160.65 Por último, la fe es una porque es compartida por toda la Iglesia, que forma un solo cuerpo y un solo espíritu. En la comunión del único sujeto que es la Iglesia, recibimos una mirada común. Confesando la misma fe, nos apoyamos sobre la misma roca, somos transformados por el mismo Espíritu de amor, irradiamos una única luz y tenemos una única mirada para penetrar la realidad.
Dado que la fe es una sola, debe ser confesada en toda su pureza e integridad. Precisamente porque todos los artículos de la fe forman una unidad, negar uno de ellos, aunque sea de los que parecen menos importantes, produce un daño a la totalidad. Cada época puede encontrar algunos puntos de la fe más fáciles o difíciles de aceptar: por eso es importante vigilar para que se transmita todo el depósito de la fe (cf. 1 Tm 6,20), para que se insista oportunamente en todos los aspectos de la confesión de fe. En efecto, puesto que la unidad de la fe es la unidad de la Iglesia, quitar algo a la fe es quitar algo a la verdad de la comunión. Los Padres han descrito la fe como un cuerpo, el cuerpo de la verdad, que tiene diversos miembros, en analogía con el Cuerpo de Cristo y con su prolongación en la Iglesia. La integridad de la fe también se ha relacionado con la imagen de la Iglesia virgen, con su fidelidad al amor esponsal a Cristo: menoscabar la fe significa menoscabar la comunión con el Señor. La unidad de la fe es, por tanto, la de un organismo vivo, como bien ha explicado el beato John Henry Newman, que ponía entre las notas características para asegurar la continuidad de la doctrina en el tiempo, su capacidad de asimilar todo lo que encuentra,purificándolo y llevándolo a su mejor expresión. La fe se muestra así universal, católica, porque su luz crece para iluminar todo el cosmos y toda la historia.
Como servicio a la unidad de la fe y a su transmisión íntegra, el Señor ha dado a la Iglesia el don de la sucesión apostólica. Por medio de ella, la continuidad de la memoria de la Iglesia está garantizada y es posible beber con seguridad en la fuente pura de la que mana la fe. Como la Iglesia transmite una fe viva, han de ser personas vivas las que garanticen la conexión con el origen. La fe se basa en la fidelidad de los testigos que han sido elegidos por el Señor para esa misión. Por eso, el Magisterio habla siempre en obediencia a la Palabra originaria sobre la que se basa la fe, y es fiable porque se fía de la Palabra que escucha, custodia y expone. En el discurso

45 Cf. Conc. Ecum. Vat. II, Const. dogm. Dei Verbum, sobre la divina revelación, 10.67 de despedida a los ancianos de Éfeso en Mileto, recogido por san Lucas en los Hechos de los Apóstoles, san Pablo afirma haber cumplido el encargo que el Señor le confió de anunciar « enteramente el plan de Dios » (Hch 20,27). Gracias al Magisterio de la Iglesia nos puede llegar íntegro este plan y, con él, la alegría de poder cumplirlo plenamente.
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Vie Dic 12, 2014 7:45 am

15-diciembre-2014

CAPÍTULO CUARTO ( y último del resumen)
Sigo creyendo que damos poca importancia a las encíclicas como esta que contienen el mayor testimonio de nuestra FE.

DIOS PREPARA UNA CIUDAD PARA ELLOS
(cf. Hb 11,16)

Fe y bien común
Al presentar la historia de los patriarcas y de los justos del Antiguo Testamento, la Carta a los Hebreos pone de relieve un aspecto esencial de su fe. La fe no sólo se presenta como un camino, sino también como una edificación, como la preparación de un lugar en el que el hombre pueda convivir con los demás.

La fe revela hasta qué punto pueden ser sólidos los vínculos humanos cuando Dios se hace presente en medio de ellos. No se trata sólo de una solidez interior, una convicción firme del creyente; la fe ilumina también las relaciones humanas
El Dios digno de fe construye para los hombres una ciudad fiable.
Precisamente por su conexión con el amor (cf. Ga 5,6), la luz de la fe se pone al servicio concreto de la justicia, del derecho y de la paz. La fe nace del encuentro con el amor originario de Dios.
La fe no aparta del mundo ni es ajena a los afanes concretos de los hombres de nuestro tiempo.
La fe permite comprender la arquitectura de las relaciones humanas, porque capta su fundamento último y su destino definitivo en Dios, en su amor, y así ilumina el arte de la edificación, contribuyendo al bien común.
Sí, la fe es un bien para todos, es un bien común; su luz no luce sólo dentro de la Iglesia ni sirve únicamente para construir una ciudad eterna en el más allá; nos ayuda a edificar nuestras sociedades, para que avancen hacia el futuro con esperanza Las manos de la fe se alzan al cielo, pero a la vez edifican, en la caridad, una ciudad construida sobre relaciones, que tienen como fundamento el amor de Dios.

Fe y familia
El primer ámbito que la fe ilumina en la ciudad de los hombres es la familia. Pienso sobre todo en el matrimonio, como unión estable de un hombre y una mujer: nace de su amor, signo y presencia del amor de Dios, del reconocimiento y la aceptación de la bondad de la diferenciación sexual, que permite a los cónyuges unirse en una sola carne (cf. Gn 2,24) y ser capaces de engendrar una vida nueva, manifestación de la bondad del Creador.

La fe, además, ayuda a captar en toda su profundidad y riqueza la generación de los hijos, porque hace reconocer en ella el amor creador que nos da y nos confía el misterio de una nueva persona.
Todos hemos visto cómo, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, los jóvenes manifiestan la alegría de la fe, el compromiso de vivir una fe cada vez más sólida y generosa. Los jóvenes aspiran a una vida grande. El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda. La fe no es un refugio para gente pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte que todas nuestras debilidades.

Luz para la vida en sociedad
Asimilada y profundizada en la familia, la fe ilumina todas las relaciones sociales. Como experiencia de la paternidad y de la misericordia de Dios, se expande en un camino fraterno.
En la « modernidad » se ha intentado construir la fraternidad universal entre los hombres fundándose sobre la igualdad. Poco a poco, sin embargo, hemos comprendido que esta fraternidad, sin referencia a un Padre común como fundamento último, no logra subsistir.
Es necesario volver a la verdadera raíz de la fraternidad. Desde su mismo origen, la historia de la fe es una historia de fraternidad, si bien no exenta de conflictos.
A lo largo de la historia de la salvación, el hombre descubre que Dios quiere hacer partícipes a todos, como hermanos, de la única bendición, que encuentra su plenitud en Jesús, para que todos sean uno.
¡Cuántos beneficios ha aportado la mirada de la fe a la ciudad de los hombres para contribuir a su vida común! Gracias a la fe, hemos descubierto la dignidad única de cada persona, que no era tan evidente en el mundo antiguo.

En el siglo II, el pagano Celso reprochaba a los cristianos lo que le parecía una ilusión y un engaño: pensar que Dios hubiera creado el mundo para el hombre, poniéndolo en la cima de todo el cosmos. Se preguntaba: « ¿Por qué pretender que [la hierba] crezca para los hombres, y no mejor para los animales salvajes e irracionales? ». « Si miramos la tierra desde el cielo, ¿qué diferencia hay entre nuestras ocupaciones y lo que hacen las hormigas y las abejas? ». En el centro de la fe bíblica está el amor de Dios, su solicitud concreta por cada persona, su designio de salvación que abraza a la humanidad entera y a toda la creación, y que alcanza su cúspide en la encarnación, muerte y resurrección de Jesucristo.

Cuando se oscurece esta realidad, falta el criterio para distinguir lo que hace preciosa y única la vida del hombre. Éste pierde su puesto en el universo, se pierde en la naturaleza, renunciando a su responsabilidad moral, o bien pretende ser árbitro absoluto, atribuyéndose un poder de manipulación sin límites.

La fe, además, revelándonos el amor de Dios, nos hace respetar más la naturaleza, pues nos hace reconocer en ella una gramática escrita por él y una morada que nos ha confiado para cultivarla y salvaguardarla;

Cuando la fe se apaga, se corre el riesgo de que los fundamentos de la vida se debiliten con ella, como advertía el poeta T. S. Eliot: « ¿Tenéis acaso necesidad de que se os diga que incluso aquellos modestos logros / que os permiten estar orgullosos de una sociedad educada / difícilmente sobrevivirán a la fe que les da sentido? ». Si hiciésemos desaparecer la fe en Dios de nuestras ciudades, se debilitaría la confianza entre nosotros, pues quedaríamos unidos sólo por el miedo, y la estabilidad estaría comprometida

Dios, con su intervención concreta, con su presencia entre nosotros, confiesa públicamente su deseo de dar consistencia a las relaciones humanas. ¿Seremos en cambio nosotros los que tendremos reparo en llamar a Dios nuestro Dios? ¿Seremos capaces de no confesarlo como tal en nuestra vida pública, de no proponer la grandeza de la vida común que él hace posible?

Fuerza que conforta en el sufrimiento
San Pablo, escribiendo a los cristianos de Corinto sobre sus tribulaciones y sufrimientos, pone su fe en relación con la predicación del Evangelio. Dice que así se cumple en él el pasaje de la Escritura: « Creí, por eso hablé » (2 Co 4,13). Es una cita del Salmo 116.
En la hora de la prueba, la fe nos ilumina y, precisamente en medio del sufrimiento y la debilidad, aparece claro que « no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor » (2 Co 4,5)
El cristiano sabe que siempre habrá sufrimiento, pero que le puede dar sentido, puede convertirlo en acto de amor, de entrega confiada en las manos de Dios, que no nos abandona y, de este modo, puede constituir una etapa de crecimiento en la fe y en el amor.
Incluso la muerte queda iluminada y puede ser vivida como la última llamada de la fe, el último « Sal de tu tierra », el último « Ven », pronunciado por el Padre, en cuyas manos nos ponemos con la confianza de que nos sostendrá incluso en el paso definitivo.
La luz de la fe no nos lleva a olvidarnos de los sufrimientos del mundo. ¡Cuántos hombres y mujeres de fe han recibido luz de las personas que sufren! San Francisco de Asís, del leproso; la Beata Madre Teresa de Calcuta, de sus pobres.

La luz de la fe no disipa todas nuestras tinieblas, sino que, como una lámpara, guía nuestros pasos en la noche, y esto basta para caminar. Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompañan. En Cristo, Dios mismo ha querido compartir con nosotros este camino y ofrecernos su mirada para darnos luz. Cristo es aquel que, habiendo soportado el dolor, « inició y completa nuestra fe » (Hb 12,2).

En este sentido, la fe va de la mano de la esperanza porque, aunque nuestra morada terrenal se destruye, tenemos una mansión eterna, que Dios ha inaugurado ya en Cristo, en su cuerpo (cf. 2 Co 4,16-5,5).
El dinamismo de fe, esperanza y caridad (cf. 1 Ts 1,3; 1 Co 13,13) nos permite así integrar las preocupaciones de todos los hombres en nuestro camino hacia aquella ciudad « cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios » (Hb 11,10), porque « la esperanza no defrauda » (Rm 5,5).79 En unidad con la fe y la caridad, la esperanza nos proyecta hacia un futuro cierto, que se sitúa en una perspectiva diversa de las propuestas ilusorias de los ídolos del mundo, pero que da un impulso y una fuerza nueva para vivir cada día.
No nos dejemos robar la esperanza, no permitamos que la banalicen con soluciones y propuestas inmediatas que obstruyen el camino, que « fragmentan » el tiempo, transformándolo en espacio. El tiempo es siempre superior al espacio. El espacio cristaliza los procesos; el tiempo, en cambio, proyecta hacia el futuro e impulsa a caminar con esperanza.

Bienaventurada la que ha creído (Lc 1,45)
En la parábola del sembrador, san Lucas nos ha dejado estas palabras con las que Jesús explica el significado de la « tierra buena »: « Son los que escuchan la palabra con un corazón noble y generoso, la guardan y dan fruto con perseverancia » (Lc 8,15).
En el contexto del Evangelio de Lucas, la mención del corazón noble y generoso, que escucha y guarda la Palabra, es un retrato implícito de la fe de la Virgen María. El mismo evangelista habla de la memoria de María, que conservaba en su corazón todo lo que escuchaba y veía, de modo que la Palabra diese fruto en su vida. La Madre del Señor es icono perfecto de la fe, como dice santa Isabel: « Bienaventurada la que ha creído » (Lc 1,45).

En María, Hija de Sión, se cumple la larga historia de fe del Antiguo Testamento, que incluye la historia de tantas mujeres fieles, comenzando por Sara, mujeres que, junto a los patriarcas, fueron testigos del cumplimiento de las promesas de Dios y del surgimiento de la vida nueva. En la plenitud de los tiempos, la Palabra de Dios fue dirigida a María, y ella la acogió con todo su ser, en su corazón, para que tomase carne en ella y naciese como luz para los hombres.
San Justino mártir, en su Diálogo con Trifón, tiene una hermosa expresión, en la que dice que María, al aceptar el mensaje del Ángel, concibió « fe y alegría ». En la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo. Así, en María, el camino de fe del Antiguo Testamento es asumido en el seguimiento de Jesús y se deja transformar por él, entrando a formar parte de la mirada única del Hijo de Dios encarnado.
. María está íntimamente asociada, por su unión con Cristo, a lo que creemos. En la concepción virginal de María tenemos un signo claro de la filiación divina de Cristo. El origen eterno de Cristo está en el Padre;

Siendo Hijo, Jesús puede traer al mundo un nuevo comienzo y una nueva luz, la plenitud del amor fiel de Dios, que se entrega a los hombres. Por otra parte, la verdadera maternidad de María ha asegurado para el Hijo de Dios una verdadera historia humana, una verdadera carne, en la que morirá en la cruz y resucitará de los muertos. María lo acompañará hasta la cruz (cf. Jn 19,25), desde donde su maternidad se extenderá a todos los discípulos de su Hijo (cf. Jn 19,26-27). También estará presente en el Cenáculo, después de la resurrección y de la ascensión, para implorar el don del Espíritu con los apóstoles (cf. Hch 1,14)
En el centro de la fe se encuentra la confesión de Jesús, Hijo de Dios, nacido de mujer, que nos introduce, mediante el don del Espíritu santo, en la filiación adoptiva (cf. Ga 4,4-6).

Nos dirigimos en oración a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe.
¡Madre, ayuda nuestra fe!
Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada.
Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa.
Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe.
Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar.
Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado.
Recuérdanos que quien cree no está nunca solo.
Enséñanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino.
Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor.
Dado en Roma, junto a San Pedro, el 29 de junio, solemnidad de los Santos Apóstoles Pedro y Pablo, del año 2013, primero de mi Pontificado.
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Mié Dic 17, 2014 6:05 pm

NAVIDAD

15- diciembre 2014
Los avanzados ya en el tiempo, vemos los atardeceres como bellos puentes de arco iris que nos llevan más allá de las pardas montañas, cargadas nuestras mochilas de estrellitas "sobrenaturales", regalos del Amor de Dios.
Gracias Señor por haber colgado de mi vetusto Árbol de Navidad ¡tantos regalos!

Decidme, por lo tanto si Jesús, el Verbo Encarnado, no es la partícula VIVIFICANTE de Dios entre nosotros. Es nuestro bing bang sobrenatural. Es eterno y más sublime y bello que el Cosmos. Solo la belleza de su Encarnación, aún sin redención (como hipótesis), ya sería una eclosión de su AMOR.
Ante unos comentarios en los medios públicos, siempre cambiantes, sobre si Platón y Aristóteles habían leído el Antiguo Testamento judío, (entones una cultura muy aislada), sacando estos filósofos de ella solo los principios del monoteísmo y axiomas éticos, aunque admitiendo elevar a hombres y símbolos idealizados poéticamente como dioses secundarios.
Aristóteles, ante Dios, dice: “no hay ciencia más digna de estimación que ésta; porque debe estimarse más la más divina, y ésta lo es en un doble concepto. En efecto, una ciencia que es principalmente patrimonio de Dios, y que trata de las cosas divinas, es divina entre todas las ciencias. Pues bien, sólo la filosofía tiene este doble carácter. Dios pasa por ser la causa y el principio de todas las cosas, y Dios sólo, o principalmente al menos, puede poseer una ciencia semejante. Todas las demás ciencias tienen, es cierto, más relación con nuestras necesidades que la filosofía, (Hoy decimos también Teología) pero ninguna la supera”-

MI REPETIDA FELICITACIÓN NAVIDEÑA,
Podríamos felicitarnos así:

Solsticio de invierno en sol, asumimos,
y Cristo en la Historia, es Sol, esperanza,
saberes de Grecia y Roma asumidos
proclaman su Reino, y con Él, alianza.

Para el que fe en Él tiene
de flores bellas se pasce,
aunque su mal a si viene
vuelve a la paz, do renace

Escuchando de labios de la Madre de Dios una nana, mi villancico, ¡silencio!, os felicito.
Duerme...ríe... sueña
Duerme mi niño querido, duerme mi vida y mi bien.
Duerme mi Dios escondido, duerme a mi dulce vaivén.
Duerme mientras te canto, duerme en mis brazos bebé.
Duerme mientras te arrullo, duerme en portal de Belén.

Hoy, ante los momentos de espontaneidad paganizante, yo me pregunto:

Materialismo de frivolidad,
Tal vez la historia que sí lo ha fingido,
Sin esperanza mostrarse han querido
Sabios e histriones , ¿más de verdad?

---

FILÓSOFOS SIN DIOS, TARADOS, Y BUFONES FATUOS COMO SABIOS

Si por lo actual el pasado es vedado
y suplantamos algún bien, por mal,
nuestro adelanto es un bien suplantado
y el falso bien sería un lodazal.

“La ausencia de lo bueno es más soportable que su adulteración por lo que es distinto o peor, Es más lamentable la suplantación del bien que su mera ausencia”. (“Suplantaciones”, por Sánchez Cámara)
Filosofía es buscar la verdad,
hay muchos hoy que se creen ser muy sabios,
la rebelión es su notoriedad,
y se avergüenzan del “Bien”, ¿siendo sabios?

“Bajo el falaz argumento de la modernidad o actualidad, se pretende que todo lo nuevo es mejor que lo anterior”.
Es preferible que no haya lumbreras
a que tarados, así se lo crean,
pues siembran cardos en nuestras riberas
y la verdad tristemente varean.

“Es mejor que no exista un solo filósofo a que pasen por tales quienes no lo son”.
Solo hay un maestro que guía omnisciente,
otros sabihondos y contra el que Es, iletrados,
serán escoria que ensucia la mente
y ante ese Dios quedarán aterrados.

Dios es autor de las normas humanas,
con libertad yo podré reemplazar
lo que es verdad, por mentiras rayanas,
creer en mentira, es la hiel endulzar.

“Al dar el mismo nombre a cosas de diferente rango no solo se instaura una injusta igualdad sino que se suplanta una realidad por otra, se ejecuta una superchería”.
Reconocer como el “Bien” lo trivial,
idolatría es, y a sí, humillar,
es elegir basura a lo esencial,
es despreciar oro en un arenal.

“Son los suplantadores de la filosofía que dicen cultivarla cuando, deliberadamente o no, contribuyen a enterrarla”.
Y si progreso a todo esto lo llaman,
¿no es humillar al científico real
si a la basura cual ciencia proclaman
y la verdad la disfrazan de irreal?

“Incluso para los devotos del progreso, que suelen cambiar su pasión por él con un incongruente escepticismo sobre sus fines, se impone la evidencia de que las mejores mentes filosóficas del siglo XX defendieron una idea clásica y fuerte de la filosofía como saber radical de ultimidades. Husserl, Jaspers, Scheler, Heidegger, Ortega”
Una verdad incompleta, es mentira,
el que es un sabio es un trascendental,
lo que es la “Vida”, su ciencia lo admira,
y en su esperanza trasciende a inmortal.

Muchos así lo han vivido, verdad
han conseguido sembrando la paz,
otros rebeldes han sido, verdad
que al ser a medias, no puede dar paz.

“No se puede nombrar con la misma palabra a Van Gogh y a Rilke que a otros, cuyo nombre omito y dejo al lector su identificación, ya sean actores o cantantes, bufones o famosos sin fama”.
Nadie es perfecto, pero es necesario
siempre elegir el camino mas cierto,
pues toda ciencia y saber, secundario
es ante un mundo en tan bello concierto.

“Lo peor de las etapas de indigencia filosófica no es tanto la ausencia de verdadera filosofía, como los intentos, muchas veces triunfantes, de hacer pasar por filosofía lo que no lo es”.
Filosofía es, libar en la esencia,
y el pensamiento muy limpio elevar,
es proporción entre idea y existencia,
es la razón, en el Ser, elevar.

Sabiduría es feliz trascendencia,
saber y ciencia en sus causas primeras
fundamentar, y sentir complacencia
ante un Principio, evitando quimeras.

“Suplantaciones”. “Cualquiera de nuestras ciudades resiste y quiere superar la comparación con la Atenas de Pericles y la Florencia de los Médicis. La Academia de Platón renace en la madrileña del Cine. Solón legisla junto a la Plaza de Neptuno, Demóstones convence en la televisión y Tucídides brama contra la guerra en las páginas de los medios. Y uno, perplejo ante tan apabullante pléyade, se pregunta, tras la estela de Jardiel, ¿pero hubo alguna vez 11,000 intelectuales amantes limpiamente de la verdadera sabiduría?”

La Sabiduría es un espíritu que ama a los hombres,
pero no dejará impune los labios blasfemos,
pues Dios es testigo de sus interioridades,
vigilante veraz de su corazón,
y oidor de su lengua.
Porque el espíritu del Señor llena todo el orbe,
y él, que todo lo abarca, todo lo conoce. ( Sab.1, 7-8)

Es el saber muy sublime experiencia,
la mente siempre ha buscado el secreto
que Alguien oculta en la real existencia,
mas no es creación encontrar lo encubierto
Todo filósofo es, un pensamiento,
el que es científico, algo ha encontrado,
pero el hallazgo y el razonamiento
nunca es posible, sin Dios, que lo ha creado
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Vie Ene 02, 2015 7:45 am

2-Enero-2015

El Papa Francisco nos ha recordado que Europa se ha convertido en mercantilista y se ha olvidado de sus valores simbólicos básicos en arte, cultura y de respeto al hombre en su libertad.

OTROS EPÍLOGOS

EL MAL DE LA APOSTASÍA QUE MANTIENE LA ESCLAVITUD
De una Articulo de A. Sayés en Alfa y Omega publicado hace años, pero que es de suma actualidad.

“Me llamó la atención la afirmación de Kiko Argúello sobre la apostasía de Europa. ¿Que ha ocurrido en la vieja Europa que fue la cuna del cristianismo? Sin duda alguna, los viejos principios de la ilustración se han ido imponiendo día a día: exclusividad del conocimiento empírico, búsqueda del paraíso en la tierra, deísmo, autonomía de la moral (ausencia de ley natural) y la no aceptación de otros mandatos que los establecidos por la vía del consenso democrático.
Ha dejado de existir prácticamente el ateísmo que lleva a la negación de Dios. La actitud es más bien, de agnosticismo.
Con Kant, ya no se puede conocer la verdad objetiva, el yo configura la realidad desde sí mismo: el subjetivismo... Wilson decía que él no conocía a nadie, entre los seguidores de Kant que se creyera lo de las categorías a priori, ¿entonces porqué el éxito de Kant? El éxito de Kant ha sido que el centro ya no es Dios, sino el hombre.
El cientifismo moderno no admite la posibilidad de un conocimiento transcendente como el de la filosofía o el de la fe. El caso es que cuando se afirma que solo lo empíricamente verificable tiene sentido, cometen una contradicción, pues dicha afirmación es metafísica y no empíricamente verificable. (Creer solo lo demostrable por la experiencia)
Otra característica es el relativismo moral y religioso, como si la conciencia fuera la fuente de lo moral y no el instrumento que Dios nos ha dado para buscar la verdad moral. También otro concepto es la libertad, olvidando que la libertad no es la que libra, sino la verdad buscada libremente.
No carece de importancia el fideísmo que es la doctrina que pretende vivir la fe sin integrar en ella la razón. Y la fe sin certezas no se comunica.
¿Por qué reprobamos lo que hizo el nazismo o el comunismo, como a los terroristas, cuando nosotros matamos más que ellos, eso, sí, democráticamente, cometiendo 45 millones de abortos al año? ¿Es por tener cada uno nuestra propia conciencia sin sólido fundamento que la avale? Cuando se vive sin una luz, al hombre no le queda ya otra opción que disfrutar del momento presente y no pensar, porque, de pensar, va a encontrar un incomodo e insoportable vacío interior. El hombre necesita una razón para amar, para vivir, para sufrir y para morir. Y, si no la tiene, enferma de angustia, que es la enfermedad de nuestra época.
En el posconcilio surgió la llamada Teología de la secularización aceptando postulados que minaban la identidad cristiana, como la crítica a la historicidad de los evangelios (Bultmann), y sublima de tal modo las realidades temporales que abandona a Dios en el olimpo del deismo.
Después del existencialismo y del marxismo, hoy la filosofía está más apagada que nunca y el vacío humano crece de día en día. En occidente ya no existe más luz que la luz del cristianismo. Por ello la solución está en reencontrar la identidad cristiana viviéndola en la sociedad democrática de hoy. La dignidad sagrada de la persona humana, base de la moral y de los derechos humanos, solo se puede fundamentar desde Dios. Tampoco a Cristo lo podemos dejar entre paréntesis, no solo porque la creación ha sido hecha en Él y para Él, sino porque sin Cristo, el hombre no puede nunca vencer el pecado y la muerte...El hombre necesita del amor de Dios en Cristo, para superar la decepción, la soledad, el fracaso, el pecado y la muerte.
Cristo es el único ideal a la altura del hombre. Y esta es una verdad para todos. Y ésta es una verdad que no podemos imponer, pero tampoco podemos callar en la sociedad y en la cultura de hoy”.



COLOQUIO DE JUVENTUD

El sabio es ignorante
como el filósofo desatinado
si es un dios petulante
de sí mismo adorado
sin someterse a un Dios increado.

Y es que al ser todos Adán, rebeldía, independencia, mezclado con los conocimientos de lo que Dios ha creado, o, que de una mente, don de Dios, renace, debe aceptar TODO HOMBRE el llamado culto, inculto o filósofo, no solo ciertos saberes, sino también la sabiduría, escuchando y gustando a Fray Luis de León.
El va, y en pos dichosas
le siguen sus ovejas, do las pace
con inmortales rosas,
con flor que siempre nace,
y cuanto más se goza más renace.

Pero al idolatrarse el hombre, se hace dios, cual metal, roca o madera, y arroja su espiritualidad como desperdicio, gran desatino, y su afectación insana contamina a las gentes.

Y los hombres le siguen,
la juventud solo su cuerpo adora,
lo espiritual persiguen,
solo existe, el ahora,
perdiendo a Dios que es, renovada aurora.

Y en su chalaneo de jerga, pierden un mayor sabor de las risas de este mundo, y buscando la felicidad otros le engañan hiriéndoles un ala que, les impide también volar para saborear de un más amplio paisaje, de aires más ricos, con la esperanza marchita y alicortada. Por ello, en lugar del Kempis les ofrecen, sobre todo, principalmente, meditar a Quevedo:

Madre yo al oro me humillo;
él es mi amante y mi amado,
pues de puro enamorado,
de continuo anda amarillo;
que, pues, doblón o sencillo,
hace todo cuanto quiero,
poderoso caballero es don dinero.

Y así el sabio intranscendente, tarado, roba la esperanza, y Jorge Manrique, medita:

Recuerde el alma dormida,
avive el sexo y despierte
contemplando
como pasa la vida
como viene la muerte
tan callando
Esto se desprecia, ¿pero quien parará su verdad? Cristo en la pradera es esperanza, divino ideal.

---

J.P. Sartre
Permitidme recordar de nuevo al filósofo existencialista, considerado ateo, que escribe del Nacimiento de Cristo.

El Corriere della Sera ha publicado recientemente fragmentos de un texto desconocido de Jean Paul Sartre, escrito en la Navidad de 1940 después de leer el Diario de un cura rural de Bernanos, cuando estaba prisionero de los alemanes, y que reproduce Alfa y Omega, La obra acaba de ser publicada en Italia por Christian Marinotti con el título de Bar-Jona o el Hijo del trueno, cuento de Navidad para cristianos no creyentes, La revista Ciudad Nueva, reproduce también, este texto de la citada obra de teatro que escribe J.P. Sastre y en la que él actuó de Rey Baltasar.

“Si fueseis como yo, que tengo los ojos cerrados..., pero escuchad: no tenéis más que cerrar los ojos para oírme y os diré como los veo dentro de mí: La Virgen está pálida, mira al Niño. Y lo que sería necesario pintar es su cara de un ansioso estupor que solamente una vez ha aparecido en su rostro humano; porque Cristo es su bebé, carne de su carne y fruto de su vientre”

“Le ha llevado en su seno nueve meses y le dará el pecho y su leche se convertirá en sangre de Dios. Lo estrecha entre sus brazos y le dice: ¡Pequeño mío! Pero en otros momentos, se queda como pensativa, y reflexiona. Es Dios y se siente invadida por una especie de temor religioso ante este Dios mudo, ante este terrible niño. Todas las madres se sienten en algún momento atraídas así por ese fragmento rebelde de su carne que es su niño, y se sienten como en el exilio ante esta nueva vida, que ha sido hecha con la suya, y que llenan de extraños pensamientos. Pero ningún niño ha sido jamás mas cruel y más rápidamente arrancado a una madre, porque él es Dios, y está por encima de todo lo que ella puede imaginar. Y es una prueba muy dura para una madre sentir vergüenza de sí misma y de su condición humana delante de su hijo”

"Hay también otros momentos, rápidos y difíciles, en los que siente, simultáneamente que el Cristo es su hijo, su pequeño, lo mira y piensa: Este Dios es hijo mío, esta carne divina es mi carne, está hecha de mí, tiene mis ojos, y esa forma de su boca es la forma de la mía, se me parece. Es Dios y me parece. Y ninguna mujer ha tenido la suerte de tener a su Dios para ella sola; un Dios crío al que se puede coger en brazos y cubrirlo de besos; y que vive, y que da vida. Y es en estos momentos cuando yo pintaría a María, si yo fuera pintor, y trataría de lograr la expresión de su audaz ternura y timidez con la que alarga sus dedos para tocar la dulce pequeña piel de este crió-Dios, cuyo pequeño peso cálido siente sobre sus rodillas mientras le sonríe."

"¿Y José? Me parece que sufre sin confesarlo, porque ve cuanto se parece a Dios la mujer a la que ama, y qué cerca está ya de Dios. Porque Dios ha estallado como una bomba en la intimidad de esta familia. José y María están separados para siempre por este incendio de luz, Y me imagino que toda la vida de José no será suficiente para aprender y aceptar."
---
Dice Julián Marías. “Me preocupan hasta qué punto se hacen, por motivos triviales, intentos de destrucción de lo que es consustancial con la estructura de la misma vida humana, sin advertirlo, simplemente cerrando los ojos a lo que con ellos abiertos es absolutamente evidente”
“La fe es la sustancia de las cosas que se esperan, el argumento de las que no aparecen”

Cristo, Dios hecho hombre, es la "partícula divina" como puente para llegar al REINO DE DIOS. ES EL CAMINO que da esperanza. No hay otro.
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Sab Ene 10, 2015 6:49 am

HOY, ANTE EL IMPACTO UNIVERSAL TERROTISTA
Cristo es el Único Camino, ES LA VERDAD DE DIOS. ES LA PARTÍCULA DIVINA ENTRE NOSOTROS QUE NOS ELEVA A LA MISMA DIVINIDAD.

La Palabra de Dios y la Historia de la humanidad. Que cada uno interprete esta profecía como quiera, o se burle de ella, pero Dios no solo es infinita misericordia para el que le invoca sino infinita justicia para todos.

Isaías 1, LA CIUDAD INFIEL.
“¡Como se ha vuelto ramera la Villa Fiel! Antes, llena de derecho, morada de Justicia; ahora de críminales. Tu plata se ha vuelto escoria, tu vino está aguado, tus jefes son bandidos, socios de ladrones, todos amigos de sobornos. No defienden al huérfano no se encargan de la causa de la viuda. Pues bien, oráculo del Señor Todo Poderoso, el Paladín de Israel: tomaré venganza de mis enemigos. Me desquitaré de mis adversarios- Volveré mi mano contra ti: para limpiarte de escoria en el crisol y eliminar todos tus derechos; te daré jueces como los antiguos, consejeros como los de antaño: entonces te llamarás Ciudad Justa, Villa Fiel. Sión será redimida con el derecho, los repatriados con la justicia. Vendrá la ruina para rebeldes y pecadores juntos, los que abandonan al Señor perecerán”
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Sab Feb 28, 2015 8:49 am

NOS HAS HECHO POCO MENOS QUE UN DIOS.
28-2-2015

Ante la perfección complicadísima de cualquiera de los elementos componentes de todo el Cosmos, y fijándonos solo en los más cercanos de nuestra tierra, el hombre hecho a imagen de Dios, la creatura más inteligente entre todo animal también dotado con alma, vida y reflejos para su procreación y acomodación a sus necesidades alimentarias y familias organizadas, donde nos sorprende, sobre todo, el amor y vigilancia a sus hijos- crías, con un grado de gran protección inteligente. Y dejando este mundo maravilloso puramente animal, es solo el hombre, también animal, el que va descubriendo, poco a poco los secretos de la Sabiduría Creadora en todo el Cosmos, Sabiduría infinita absolutamente necesaria porque por azar sería imposible tan perfecto orden en las combinaciones millonarias tan detalladas y complicadas como puede ser el simple misterio de una planta, que de sus raíces, tallo, hojas y flores aparezca el fruto, Preguntándonos siempre sin respuesta : ¿Quién fue primero, el fruto…. ? ¿Qué Sabiduría puso en el fruto esa maravilla de su reproducción? ¿El azar? ¿Eso es científico y razonable por no querer admitir una Sabiduría Sublime?
El hombre, desde sus balbuceos viene buscando explicaciones a esa interrogante, creyendo en su inmortalidad, y cada uno, sin tener aún la Revelación, quería saber de donde procedía tanta belleza y orden sublimes, recurriendo a los fenómenos naturales o a esa divinidad con ídolos ( buscando a DIOS) porque no se podía dar a sí mismo razones de tanta maravilla y sentida inmortalidad.

Ante esto yo medito el Salmo 7: “Señor, Dios nuestro, ¡qué ilustre es tu Nombre en toda la tierra! Quiero servir a tu majestad celeste con la boca de chiquillos y criaturas. Has cimentado un baluarte frente a tus adversarios para reprimir al adversario y al rebelde. Cuando contemplo tu cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has dispuesto, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el hijo de Adán para que te ocupes de él? Lo has hecho poco menos que un dios, de gloria y esplendor lo has coronado, le has dado poder sobre las obras de tus manos; todo lo has sometido bajo sus pies: ovejas y toros en masa, también las bestias salvajes, las aves del aire, los peces del mar que trazan sendas por los mares. Señor, dueño nuestro, ¡qué ilustre es tu Nombre en toda la tierra!”.

Aquí, el poder de los adversarios y rebeldes, (siempre queremos ser un Adán repetido, suplantando a Dios), se desbarata a los pies del alcázar divino porque todo nos habla de Dios, y el júbilo infantil, no pueril del salmo, es lenguaje adecuado para alabar a tan Gran Hacedor. “Si no os hicieseis como niños no podréis entrar en el reino de los cielos”.
El ser humano es casi un dios, y tras la venida del Verbo es Dios unido a Jesucristo, su Cuerpo Divino ante el Padre. ¡QUE SEAN UNO EN MÍ!
Y por ello donde quiera se encuentre un ser humano es un recuerdo mimado por Dios, y a todo hombre comprende este Salmo porque Dios es tutor de la dignidad humana y nuestra grandeza divina, se crea o no se crea en Él o que le dejemos nosotros morir de hambre, y así con la rebeldía de Adán y nuestra rebeldía aún contra los hombres, nos hemos convertido en desterrados hijos de Eva gimiendo y llorando en este valle de lágrimas, siendo nuestra vida como todo: Una primavera, un verano, un otoño y un salpicado doloroso invierno.
Y Dios nos envía a su propio Hijo para enseñarnos, dejándonos siempre en libertad, el camino del REINO SOBRENATURAL DE DIOS. Pero cuantos falsos sabios se empeñan en sacarnos de ese CAMINO. En esto ignoran “lo esencial de sus vida”.
¡Gracias Señor porque eres tan Santo que has dejado el cielo y la tierra llenos de tu Gloria! Bendito el que viene en nombre del Señor. Pero como entonces, “vino a los suyos y los suyos no lo acogieron, pero a los que lo acogieron los hizo de ser hijos de Dios”. Y por ello tenemos el corazón elevado al Señor porque es digno y necesario.
Gracias Jesús porque te hiciste Partícula de Dios entre los hombres, uno de nosotros, para formar entre Tú y todos nosotros, tu Cuerpo, tu Iglesia que bajo el Papa Francisco se dirige a tu Reino Celestial-sobrenatural. ¡¡¡Qué hermosa es la Fe fundamentada en la Palabra de Dios!!! Sintamos lástima y pena por los que no le reciben.
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Sab Mar 21, 2015 6:22 am

21-Marzo-2015

Repito aquí, añadiendo algo más, lo publicado en mi respuesta al tema de S. Alberto Magno en: Fe, Donde estás, de Pedroarevalo, y lo repito como preámbulo a mis siguientes comentarios sobre LA IGLESIA
¿Qué y quienes son la Iglesia? ¿La celebración de la Eucaristía en todos los Continentes, no constituye como “partícula de Dios” la Encarnación, la Evangelización, la Redención y la Resurrección, siendo el Ministerio Penitencial por esencia: Padre perdónalos? Podeis ir en paz.
El “Memorial” o Santo Sacrificio Eucarístico es el compendio y la realidad diaria de la venida de Dios en Jesús, “los pasos de Yahvé Dios” para proseguir, hoy, la búsqueda del hombre. Aquí, ya, cada día se hace pan en todo el mundo para que se realice en cada uno de nosotros una mística encarnación, real y nueva unión con tan divino alimento de su real presencia humana y divina y aunque de modo distinto al de su Encarnación en el seno de María, es el mismo cuerpo asumido por la segunda Persona de la Trinidad.
Es este Sacramento así el compendio de todo el amor Creativo y de la Mesianidad.
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NO VIVIMOS EN UN MUNDO SIN FE
Yo, creo, tú crees, la inmensa mayoría de los hombres tienen fe en un Ser Absoluto. No ha habido pueblo en la Historia que no haya acudido a sus espíritus o a sus diversos ídolos que han configurado su Historia cultural, sin exceptuar los pueblos de sublime cultura como Grecia y Roma. Y además, la Fe en la Iglesia cómo ha sobrevivido dentro de políticas que han intentado erradicarla, aún con persecuciones muy sangrientas en la que destaca España en tiempos de la República y guerra civil con la consecuencia de avivar más la Fe.
Lo llevamos inscrito en nuestra naturaleza que nos mueve, nos impulsa naturalmente a una creencia, y de tal modo que aún los agnósticos y más los ignorantes que se proclaman ateos, quisieran unos, tener Fe, pues llegados a la hora de la muerte o bien ante un grave incidente, proclaman: DIOS MIO. Y es muy posible que la mayoría que se proclaman ateos llegados a su hora final ¿no sientan la duda o temor, por si fuese verdad, que finalizando lo natural pueda existir lo sobrenatural?

Tenemos las Institución Eclesial cristiana esparcida por todo el mundo que da testimonio de que hay Fe, mantenida perfecta o imperfectamente, pero que reflejan de mil formas distintas que nosotros CREEMOS en Jesús como Hijo de Dios, y le levantamos los más bellos Templos, Catedrales, Monasterios, Universidades y Hospitales, y le dirigimos bellísimos versos y obras literarias y lo plasmamos en nuestra riquísima Imaginería , como igualmente hacen las otras religiones, haciendo de ello la base vital de una esencial ciencia y universal diversa espiritualidad.
En todas les religiones se dan las populosas “peregrinaciones” y cada pueblo se siente orgulloso de las suyas, viviéndolas en el fondo de sus corazones no solo como una espectáculo de alegría y regocijo, comer y beber, sino como sentimiento religioso muy admirado y a veces muy profundo. Hoy con el relativismo quieren convencernos que no queda verdad alguna por la que vivir o morir. Nosotros sí la tenemos en el Mesías: Cristo Jesús, PALABRA DE DIOS y no en contradictorios e incompletos maestros humanos.

La organización del Cristianismo, para nosotros el Catolicismo, y para otros las muy diversas ramas cristianas que no reconocen, entre otras desviaciones, la Autoridad y misión de Pedro que expresamente le encomienda Cristo en su Evangelio y confirmada en Hechos. Esa Organización Católica llega a todos los pueblos del mundo con el Santo Padre, sus Cardenales, Obispos y concreta y directamente con sus Presbíteros en sus Parroquias que son la base, levadura, partículas de Dios donde junto al pueblo se lleva el Evangelio, se perdonan los pecados y hasta se cambia la substancia del trocito de pan por la substancia de Dios mismo, cenando con el Señor. Haciéndonos uno en Cuerpo de Cristo en cada Comunidad, donde la divinidad eleva lo natural, en Jesús, a la unión con la divinidad, que es el fin de la Creación y Redención, siendo así el compendio del Sacerdocio el evangelizador y santificador ante cada hombre, porque continua, actualiza la misión de Cristo. Y así resulta que el Sacerdote es Otro Cristo como proclama Pio XI.
Sin Obispo, cierto no hay Iglesia instaurada, sin el Santo Padre no hay Iglesia Universal, y por ello en él somos uno ante Dios como IGLESIA. Y así no podemos negar la realidad de que el Sacerdote es uno con su pueblo en el Obispo y este es uno con su Diócesis en el Papa, porque el único instaurador es Cristo en todos para que a través del Espíritu Santo se nos den los bienes de la redención a través de un único Sacerdocio.
- Misioneros- tan heroicamente admirados, como todos los párrocos acompañados de sus Diáconos y los no sacramentados cooperantes con su Párroco. De tal forma es esto una realidad, que los fieles, la Iglesia evangelizadora y santificadora desde su bautismo hasta su muerte tienen a su lado a Cristo hecho -Sacramento- Sacerdotal-con todos sus poderes de salvación, transmitidos de unos a otros. Y ante cualquier moribundo tanto el Santo Padre, Cardenales, Obispos y Sacerdotes tienen sacramentalmente iguales poderes para reconciliar al hombre con Dios. Todo lo demás, aún siendo sagrado, es complementario coadyuvante a este fin único de la Redención: salvar al hombre junto a él.
Reconocida la Jerarquización necesaria absolutamente para una Iglesia Diocesana y Universal, necesita sus propias potestades eclesiales cada una, pero esto no puede negar confirma en cuanto a la realidad de aplicación sacramental y evangelizadora, lo que decía San Jerónimo: "los Obispos y los Presbíteros todos son sucesores de los Apóstoles", porque resultaría una contradicción que siendo el Sacerdote Otro Cristo, no suceda a los Apóstoles en cuanto a santificar a los fieles en todo cuanto necesiten para ir al Reino sobrenatural de Dios.
El Reino de Cristo es llevado y mantenido por el mismo Cristo que se hace presente en un SACERDOCIO ÚNICO, Y aquí tenemos que aquella admiración de Jesús por los que se le acercaban, sigue siendo actual y muy multiplicada por millones de fieles en todo el orbe. Sí, se da constantemente la admiración de Jesús en pueblos y cortijadas sin excepción, haciendo Jesús, en el trascurso de la vida del creyente verdaderos milagros. Pero el milagro espectacular no es la base de la Fe, pero existen más de los que creemos en cuantos a los que hoy permanecen o quieren acercarse para tocar la orla de su vestido. ¿O no es un milagro la muerte aceptada por su FE en tantos países donde se le persigue y se le crucifica?

Milagros por la Fe hoy se exigen en todas las beatificaciones y canonizaciones excepto en los mártires. El peligro es que no pocas veces queremos fundamentarnos en el milagro que cada uno y cada día quisiéramos que Dios nos hiciese aún contra nuestros enemigos al estilo guerrero de aquel pueblo judío salido de la esclavitud de Egipto y perseguido por los pueblos limítrofes, como dice el salmo 19,38: Dios “Perseguía al enemigo hasta alcanzarlo y no volvía hasta haber acabado con él; los machaqué y no pudieron rehacerse, cayeron bajo mis pies”.
Este antiguo espíritu de dominio guerrero, natural para fijar los límites de las naciones, lo matiza el Mesías con sus bienaventuranzas y directamente al decir “habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo, pues yo os digo: amad a vuestros enemigos rezad por los que os persiguen”, y de ello nuestra amplísima historia cristiana está llena de ese perdón hasta de cuantos en tiempos históricos diversos mueren perdonando y en silencio, a quienes les matan y crucifican, como hoy mismo existe espectacularmente en el Oriente yihadista y comunistas occidentales que pretenden instaurar su gobierno para destruir nuestra cultura occidental, principalmente la fe cristiana. Yahidistas y comunistas son dos enemigos que se odian irreconciliablemente entre sí y que al fín se enfrentarán, pero que coinciden hoy en su odio con proyección mundial para destruir a la Iglesia.
Pero a pesar de este peligro real, esto nos confirma que no vivimos en un mundo sin Fe, aunque siempre será necesario repetir, y más en épocas diversas: venga a nosotros tu Reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Cristo estará con nosotros hasta el fín de mundo.
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Es mi propósito humilde de estudiar en siguientes comentarios qué es la Iglesia en la revelación del Nuevo Testamento.
Pero volvamos la vista atrás transcribiendo de nuevo el testimonio de Joseph Hilaire Pierre René Belloc (27 de julio de 1870 - 16 de julio de 1953) que fue uno de los más prolíficos escritores de Inglaterra en los comienzos del siglo XX.

Y que escribía: “la Iglesia ha reaccionado con fuerza impulsando su propia resurrección en los momentos de mayor peligro."
"El conflicto mahometano estuvo muy cerca. Casi nos empantana. Sólo la reacción armada de España, seguida por las Cruzadas, evitó el triunfo completo del Islam. La agresión del bárbaro, la de los piratas del Norte, la de las hordas mongoles, llevaron a la Cristiandad al borde de la destrucción. Y, sin embargo, los piratas del Norte fueron contenidos, derrotados y bautizados a la fuerza. La barbarie de los nómadas del Este fue eventualmente derrotada; en forma muy tardía pero no tan tarde como para que no fuese posible salvar lo que podía ser salvado. El movimiento que se llamó la Contrarreforma enfrentó el avance hasta entonces triunfal de los herejes del Siglo XVI. Incluso el racionalismo del Siglo XVIII fue, en su momento y lugar, controlado y rechazado. Es cierto que engendró algo peor, algo de lo cual ahora padecemos. Pero hubo una reacción contra él y esa reacción bastó para mantener viva a la Iglesia y hasta para que recuperara elementos de poder que se creían perdidos para siempre.
Siempre habrá una reacción y, respecto de la reacción católica existe cierta vitalidad, una cierta forma de aparecer con fuerza inesperada a través de nuevos hombres y nuevas organizaciones. La Historia y la ley general del surgimiento y la decadencia, en sus lineamientos principales conducen a la primera conclusión: a un rápido agotamiento del catolicismo en el mundo. Pero la observación, tal como se aplica al caso particular de la Iglesia Católica, no conduce a esa conclusión. La Iglesia parece tener una vida, orgánica e innata, bastante inusual; un modo de ser único y poderes de resurgimiento que le son peculiares.”

En otro comentario intentaré ver los acontecimientos de nuestra Historia, con sus aciertos y errores en su tiempo, como los cometerán los hombres siempre, pero no los podemos ver como si fuesen de hoy, y nos tendremos que preguntar si nuestros caminos coinciden con la providencia de los del Señor. Creo veremos más clara la postura de Israel y la de la Iglesia en sus luchas y guerras en otros tiempos.

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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Vie Mar 27, 2015 8:23 am

27-3-2015

II-Preámbulo al tema concreto de LA IGLESIA.

Estudio de la verdadera Religión.

IGNORANCIA RELIGIOSA
Cuando Juan en el prólogo de su Evangelio habla de la ignorancia religiosa, dice: “la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la comprendieron”. Y Pablo en Cor.15-34: “algunos tienen ignorancia de Dios, para vergüenza vuestra lo digo”. Y en Rom.1, 25: “Como cambiaron la verdad de Dios por la mentira, veneraron y adoraron la criatura en vez del Creador”

Ni siquiera los cristianos nos libramos de la ignorancia religiosa, seguimos no pocas veces voluntariamente en las tinieblas superficiales huyendo rutinariamente de la luz, y a nosotros nos dice Pablo que tenemos ignorancia de Dios y que debemos cambiar, profundizando la verdad de Dios, porque admiramos más (nuevos ídolos) a las criaturas que al Creador. ¿No es un lamentable hecho hoy entre muchos creyentes que vuelven a adorar al becerro de oro? Gracias Papa Francisco porque quieres fundamentar tu vida y la de la Iglesia, en la humildad, la pobreza y el testimonio de adoración al único Salvador.

NECESIDAD DEL ESTUDIO DE LA RELIGIÓN
Pedro, para los que conocemos a Cristo nos recomienda: “Reconoced internamente la santidad de Cristo como Señor.” Y Pablo II TIM, 2-4 nos enseña: “proclama la Palabra de Dios, insiste a tiempo y destiempo,…llegará un tiempo en que no soporten la sana doctrina y no dando oídos a la verdad se volverán a las fábulas”.

Para reconocer la santidad de Cristo no hay que llegar a Santo canonizado, es exigencia para nuestra simple voluntad cristiana pero no solo de conocerla sino de intentar “vivirla” y admirada proclamarla. Porque así en 15,14 reconoce “Acerca de vosotros queridos hermanos estoy convencido de que estáis llenos de bondad y colmados de todo conocimiento y que podeis amonestaros unos a otros”.
Es cierto que siempre podemos aumentar el reconocimiento de la santidad de Cristo para mejorar en la proclamación de su santidad, que es necesario porque, ya lo vemos hoy, no dan oídos a la verdad y vuelven a las fábulas. Por ello debemos “insistir a tiempo y destiempo” llenando en lo posible nuestro vaso del agua del costado Cristo para poder dar de beber.

LA FALSA Y MALA CIENCIA DE LA RELIGIÓN ES UN PELIGRO.
Ya Luc.11.52 “¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que os habéis quedado con la llave del saber: vosotros no entrasteis y a los que entraban les cerrabais el paso!” Pablo en 1 Cor, 8,1-3 añade: “La ciencia (sola) infla, mientras el amor purifica.” “Si alguien cree conocer algo, aún no lo conoce como se le debe conocer. En cambio si uno ama a Dios, es conocido por Dios”. Y a Tim: “Conserva el depósito de la fe, evita la charlatanería profana y las objeciones de una mal llamada ciencia”. San Judas v.3 (dudoso su origen pero incluido en la revelación) • “juzgué necesario escribiros exhortándoos a luchar por la fe que los santos recibieron de una vez para siempre…..Mirad que llega el Señor para juzgar a todos, para probar su culpa…por todas las impiedades que han cometido, por todas las insolencias que han pronunciado contra él los impíos”. Y como está escrito, parafraseando a Isaías, Pablo en Romanos nos recuerda: ante mí el día final, dice Dios, “se doblará toda rodilla. Toda boca confesará a Dios”.
Por ello en Tm 4. 7-11. nos enseña: “Rechaza las superticiones y los cuentos de viejas, ejercítate en la piedad….puesta la esperanza en el Dios vivo, salvador de todos los hombres”.

No solo aquellos doctores le cerraban el paso al pueblo para llegar a Jesús, y así lo advierte Pablo a Timoteo: “en el futuro algunos renegarán de la fe y se entregarán a espíritus engañosos y doctrinas (hasta) demoníacas”. Y otros aún siendo científicos se apoderan de la ciencia engañando al pueblo para apartarle de Dios, “pretenden ser doctores de la ley sin saber lo que dicen ni entender lo que dogmatizan”. Y es más, no pocos científicos, investigando hasta el principio en que aparece la materia, repiten el pecado de Adán: quieren ser y saber más que Dios, y niegan que “los cielos proclaman la gloria de Dios, pregona el firmamento la obra de sus manos”. Y al llegar al principio, antes de la materia. No quieren usar la verdadera filosofía, verdadera ciencia, para explicarnos que fue necesario un Hacedor de tanta grandeza, belleza y perfectísima organización.

Aristóteles• Metafísica. La Filosofía se ocupa sobre todo
de la indagación de las causas y de los principios
Puesto que esta ciencia es el objeto de nuestras indagaciones, examinemos de qué causas y de qué principios se ocupa la filosofía como ciencia; cuestión que se aclarará mucho mejor si se examinan las diversas ideas que nos formamos del filósofo. Por de pronto concebimos al filósofo principalmente como conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible, pero sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular. Tales son, en suma, los modos que tenemos de concebir la filosofía y los filósofos. Ahora bien; el filósofo, que posee perfectamente la ciencia de lo general, tiene por necesidad la ciencia de todas las cosas, porque un hombre de tales circunstancias sabe en cierta manera todo lo que se encuentra comprendido bajo lo general. Pero puede decirse también, que es muy difícil al hombre llegar a los conocimientos más generales; como que las cosas que son objeto de ellos están mucho más lejos del alcance de los sentidos. Entre todas las ciencias, son las más rigurosas las que son más ciencias de principios; las que recaen sobre un pequeño número de principios son más rigurosas que aquellas cuyo objeto es múltiple.
La ciencia que estudia las causas es la que puede enseñar mejor; porque los que explican las causas de cada cosa son los que verdaderamente enseñan… Lo más científico que existe lo constituyen los principios y las causas. Porque la ciencia soberana, la ciencia superior a toda ciencia subordinada, es aquella que conoce el por qué debe hacerse cada cosa. Y este por qué es el bien de cada ser, que, tomado en general, es lo mejor en todo el conjunto de los seres.
De todo lo que acabamos de decir sobre la ciencia misma, resulta la definición de la filosofía que buscamos. Es imprescindible que sea la ciencia teórica de los primeros principios y de las primeras causas, porque una de las causas es el bien, la razón final. Y que no es una ciencia práctica, lo prueba el ejemplo de los primeros que han filosofado. Lo que en un principio movió a los hombres a hacer las primeras indagaciones filosóficas fue, como lo es hoy, la admiración. Entre los objetos que admiraban y de que no podían darse razón, se aplicaron primero a los que estaban a su alcance; después, avanzando paso a paso, quisieron explicar los más grandes fenómenos; por ejemplo, las diversas fases de la luna, el curso del sol y de los astros, y, por último, la formación del universo. Ir en busca de una explicación y admirarse, es reconocer que se ignora. Y así, puede decirse, que el amigo de la ciencia lo es en cierta manera de los mitos, porque el asunto de los mitos es lo maravilloso. Por consiguiente, si los primeros filósofos filosofaron para librarse de la ignorancia, es evidente que se consagraron a la ciencia para saber, y no por miras de utilidad. El hecho mismo lo prueba, puesto que casi todas las artes que tienen relación con las necesidades, con el bienestar y con los placeres de la vida, eran ya conocidas cuando se comenzaron las indagaciones y las explicaciones de este género. Es por tanto evidente, que ningún interés extraño nos mueve a hacer el estudio de la filosofía.
Así como llamamos hombre libre al que se pertenece a sí mismo y no tiene dueño, en igual forma esta ciencia es la única entre todas las ciencias que puede llevar el nombre de libre. Sólo ella efectivamente depende de sí misma. Y así con razón debe mirarse como cosa sobrehumana la posesión de esta ciencia. Porque la naturaleza del hombre es esclava en tantos respectos, que sólo Dios, hablando como Simónides, debería disfrutar de este precioso privilegio. Sin embargo, es indigno del hombre no ir en busca de una ciencia a que puede aspirar.
Por último; no hay ciencia más digna de estimación que ésta; porque debe estimarse más la más divina, y ésta lo es en un doble concepto. En efecto, una ciencia que es principalmente patrimonio de Dios, y que trata de las cosas divinas, es divina entre todas las ciencias. Pues bien, sólo la filosofía tiene este doble carácter. Dios pasa por ser la causa y el principio de todas las cosas, y Dios sólo, o principalmente al menos, puede poseer una ciencia semejante. Todas las demás ciencias tienen, es cierto, más relación con nuestras necesidades que la filosofía, pero ninguna la supera.


Y así Santo Tomás acoplando la filosofía aristotélica al cristianismo dice, que la ética es la ciencia del ente en cuanto es bien, o sea en orden a la voluntad. Fín, Razón y motor de toda acción humana, es el bien en cuanto tal, el bien universal, infinito, Dios; buscar la felicidad final y última fuera de Dios es envilecer la dignidad humana. (Aristóteles decía: una ciencia que trata de las cosas divinas, es divina entre todas las ciencias)

La filosofía sobre lo divino es la más sublime ciencia, y más después de la Revelación, aunque sabiendo la imposibilidad de aprehender a Dios totalmente, pero para nosotros existe además la TEOLOGÍA basada en la PALABRA DE DIOS que “al principio ya existía, y la Palabra era Dios. Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe. En ella había vida, y la vida era la luz de los hombres”.

Con la filosofía vamos aún más allá de la materia, a sus principios y causas, pero con la Revelación vamos a ella acompañados de la Sabiduría de “la Palabra que es Dios”. Y esta Palabra está depositada para su conservación y difusión en la Iglesia, fundada para ello por la PALABRA. Es una institución Divina donde Filosofía y Revelación llevan al hombre a la suma perfección intelectual, ciencia completa posible. Actualmente con el relativismo galopante nos quieren llevar a que procedamos como si no hubiese verdad posible, y esto degrada al hombre como tal vez nunca ocurriera en la Historia. Pero, a pesar de ello el gran pensador Popper decía: “Yo puedo equivocarme, tú puedes tener razón, y juntos podemos seguir acaso rastreando la verdad” y así demuestra ser enemigo de lo que pueda corroer la dignidad humana, asentándose en el principio de que todo conocimiento (humano) es falible, con una teoría evolutiva del conocimiento, refutando todas las arbitrariedades igualitarias y todos los irracionalismos de la modernidad y por eso fue silenciado por los enemigos de la sociedad abierta.
Para nosotros, Jesús, Palabra de Dios, supera como es natural a Popper, porque es la verdad en nuestro comportamiento humano y
trascendencia plena, y por ello tenemos en nuestra profunda vivencia estas palabras del salmo 19- 9-10 “ La ley del Señor es perfecta: devuelve el respiro, instruye al ignorante. Los mandatos del Señor son rectos: alegran el corazón; la norma del Señor es limpia; da luz a los ojos; el respeto del Señor es puro: dura para siempre. Los mandamientos del Señor son genuinos: justos sin excepción”.

¿Por ello, qué y quien es la Iglesia, para nosotros la Católica, que está junto a los hombres con el mismo Credo, humanidad (Cristo en ella), y espiritualidad (Dios en ella) en todo el orbe como ninguna otra institución?
Su Reino nos lo ofrece en los cinco Continentes.
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Lun Abr 13, 2015 6:06 am

13-4-2015

III- Preámbulo al tema concreto de la Iglesia.
La Nueva Era.

EL CRISTO CÓSMICO Y EL CRISTO DEL EVANGELIO
La Nueva Era muestra una notable preferencia por las religiones orientales o precristianas, a las que se considera incontaminadas por las distorsiones judeocristianas. De aquí el gran respeto que merecen los antiguos ritos agrícolas y los cultos de fertilidad. “Gaia”, la Madre Tierra, se presenta como alternativa a Dios Padre
También se habla de Cristo, pero con ello no se alude a Jesús de Nazaret. « Cristo es un título aplicado a alguien que ha llegado a un estado de conciencia donde el individuo se percibe como divino y puede, por tanto, pretender ser Maestro universal. Jesús de Nazaret no fue el Cristo, sino sencillamente una de las muchas figuras históricas.

“El paso del modelo mecanicista de la física clásica al « holístico » de la moderna física atómica y subatómica, basado en la concepción de la materia como ondas o quantos de energía en lugar de partículas, es central para el pensamiento de la Nueva Era. No hay alteridad entre Dios y el mundo. El mundo mismo es divino y está sometido a un proceso evolutivo que lleva de la materia inerte a una « conciencia superior y perfecta”.
“Para afrontar los problemas de hoy día, la Nueva Era sueña con una aristocracia espiritual al estilo de la República de Platón, dirigida por sociedades secretas... ». Acaso sea un modo exagerado de plantear la cuestión, pero hay numerosas pruebas de que el elitismo gnóstico y el gobierno global coinciden en muchos temas de la política internacional.”
“Todo cuanto hay en el universo está interrelacionado. En efecto, cada parte es en sí misma una imagen de la totalidad.
El todo está en cada cosa y cada cosa en el todo. Cada ser humano es una neurona del sistema nervioso central y todas las entidades individuales se hallan en relación de complementariedad unas con otras”.
El Dios del que habla la Nueva Era no es ni personal ni trascendente. Tampoco es el Creador que sostiene el universo, sino una « energía impersonal », inmanente al mundo. En cierto sentido, todo es Dios. Su presencia es clarísima en los aspectos espirituales de la realidad, de modo que cada menteespíritu es, en cierto sentido, Dios.
El nivel más íntimo y personal (psíquico) en el que los seres humanos « oyen » esta « energía cósmica divina “la llama también Espíritu Santo”.

“El mundo es increado, eterno y autosuficiente. (Obsérvese donde queda el Bing Bang). Dios y mundo, alma y cuerpo, inteligencia y sentimiento, cielo y tierra son una única e inmensa vibración de energía”.
“El libro de James Lovelock sobre la hipótesis Gaia afirma que « todo el ámbito de la materia viva de la tierra, desde las ballenas hasta los virus y desde los robles hasta las algas, podría considerarse como una única entidad viviente”.

La cuestión es saber si pensamiento y cambio real serán proporcionados y si puede demostrarse la eficacia que tendría una transformación interior sobre el mundo exterior. Y esto no significa negar el papel fundamental y crucial del desarrollo de la ciencia y la conciencia en los descubrimientos científicos e ir vislumbrando lentamente el proceso creativo; sino sencillamente alertar contra la posibilidad de imponer sobre toda la realidad material exterior, nuestra mente como principio y fuente. Lo que si surge de nuestra mente, y de forma limitada, son los pensamientos, el progreso del conocimiento, la poesía, la literatura, la filosofía, y hasta que del tronco de un árbol o del mármol el hombre purda modular figuras humanas o monumentos fantásticos, pero nuestra mente no puede ser origen de la materia aunque sí su uso y transformación, mezclándola ¿Pero acaso en nuestra mente, y de nuestra mente surge la perfección complicadísima de los millones o billones de combinaciones en cada ser viviente o cosa existente que el hombre va descubriendo en la materia o seres vivos?
Los promotores de la Nueva Era la definen como una « nueva espiritualidad ». Parece irónico llamarla « nueva » cuando tantas ideas están tomadas de las religiones y culturas antiguas. “Lo realmente nuevo en la Nueva Era es la búsqueda consciente de una alternativa a la cultura occidental y a sus raíces religiosas judeocristianas”.
“Las personas descubren su profunda conexión con la fuerza o energía universal sagrada que constituye el núcleo de toda vida. Cuando han llevado a cabo este descubrimiento, pueden emprender el camino hacia la perfección que les permitirá ordenar sus vidas y su relación con el mundo, y ocupar su propio puesto en el proceso universal del devenir y en la Nueva Génesis de un mundo en constante evolución. El resultado es una mística cósmica basada en la toma de conciencia de un universo rebosante de energías dinámicas. Así, la energía cósmica, la vibración, la luz, dios, el amor –incluso el Ser supremo– todo se refiere a la misma y única realidad, la fuente primaria presente en todo ser”.
Todo está después del “yo” y aún la divinidad cósmica después del individuo”. Eso es egolatría adámica. Quiero ser Dios.
“La Nueva Era se convierte así en una experiencia de trasformación psico-espiritual personal, que se contempla como algo análogo a la experiencia religiosa y a la espiritualidad de la Nueva Era como una especie de narcisismo espiritual o pseudo-misticismo. “Spangler defensor de la N.E. escribió que en las formas más populares de la Nueva Era « los individuos y los grupos viven sus propias fantasías de aventura y poder, generalmente de forma ocultista o milenarista... En este nivel, la Nueva Era se ha visto poblada por seres extraños y exóticos, maestros, adeptos, extraterrestres ángeles y diablos. Es un lugar de poderes psíquicos y misterios ocultos, de conspiraciones y enseñanzas escondidas”.
Nada nuevo, nos retrotrae al agnosticismo, al espiritismo, a los ritos paganos idolátricos y al oscurantismo pagano de hechiceros tenebrosos. Les sobra toda cultura judeocristiana.

Dios en Jesús es, como veremos, la sola fuente de la vida. ¿O será Jesús un Cristo Cósmico?
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Mar Abr 28, 2015 5:39 am

28-4-2015
IV Preambulo al tema de LA IGLESIA

NO ES MANTENER COMO NUEVA LA ANTIGUA ERA PAGANA, SINO ACEPTAR LA BUENA NUEVA DE CRISTO.

¿Jesús fue el Cristo cósmico de los primeros cristianos?
En aquel tiempo, año 60-80 al parecer estaba influyendo en el judaísmo un movimiento de un universo gnostico, esotérico y seudo religioso- algo así como la Nueva era que tanto fascina hoy a nuestro mundo, y que provenía del Cercano Oriente y se infiltró tanto en el paganismo griego como en el judaísmo, y estaba también amenazando a las comunidades cristianas expuestas al ambiente que las envolvía, y de aquí surge que Pablo alerte a aquellos cristianos sobre las ideas de corte agnóstico contra la verdad del Evangelio. Centrando a Jesucristo como Señor de todo lo creado, que incorpora a los hombres y mujeres a su muerte y resurrección siendo cabeza de la Iglesia, su cuerpo y Sacramento. Y Él está más allá de todos los poderes cósmicos o históricos que pretenden enseñorearse engañando al mundo, siendo actual, siempre hoy, el diálogo de la serpiente junto a Eva queriendo arrebatarnos la verdad: “Al principio ya existía la Palabra…todo existió por medio de ella y sin ella nada existió de cuanto existe”. Y Eva, nacida de esa Palabra, quiso ser como Dios.
Y por ello Pablo escribe:
“Que con alegría deis gracias al Padre que os capacitó para compartir la suerte de los consagrados en el reino de la luz, que os arrancó del poder de las tinieblas y os trasladó al reino de su Hijo querido. Por el cual obtenemos el rescate, el perdón de los pecados” (Col.1-12)
Para dejar clara la verdad ante los colosenses, Pablo les recuerda el himno litúrgico usado ya en otras comunidades y que presenta a Jesucristo, Creador y Salvador, centro y clave del universo y de la historia humana y que tan bello Himno llega a nosotros:

« Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura;
porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles,
Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades;
todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos,
y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres:
los del cielo y los de la tierra,
haciendo la paz por la sangre de su cruz » (Col 1, 15-20).

Aquellos primeros cristianos, no esperaban la llegada de ninguna edad nueva cósmica. Lo que celebraban con este himno era que la Plenitud de todas las cosas había comenzado en Cristo, Palabra. En realidad el tiempo se ha cumplido por el hecho mismo de que Dios, con la encarnación se ha introducido en la historia del hombre. No es el hombre, el yo, el que por sí mismo lleva la divinidad, el “yo” no es Dios, sino que es Cristo el que desciende para elevarnos al Dios único y creador que eso, sí, vendrá, aunque no se sabe cuando a juzgar a vivos y muertos.
La eternidad ha entrado en el tiempo: ¿Qué « cumplimiento y acontecimiento» es mayor que éste? ¿Qué otro « cumplimiento » mayor sería posible? ». La creencia gnóstica en fuerzas cósmicas y en una especie de oscuro destino, elimina la posibilidad de una relación con el Dios personal revelado en Cristo al que admirablemente así busca Juan de la Cruz: ¡Oh bosques y espesuras, - plantadas por las manos del Amado! - ¡oh prado de verduras, - de flores esmaltado, - decid si por vosotros ha pasado. - Mil gracias derramando, - pasó por estos sotos con presura, - y yéndolos mirando, - con sola su figura, - vestidos los dejó de su hermosura.
Para los cristianos, el verdadero Cristo no es el Cristo cósmico de la Nueva Era, es, sí, el que está presente activamente en los diversos miembros de su cuerpo que es la Iglesia y en todo el Universo creado y mantenido por El y para Él. El cristiano no dirigía, ni dirige su mirada a fuerzas cósmicas impersonales, sino al amor afectuoso de un Dios personal: el Verbo se hizo carne, aunque como Dios, inmaterial, que viene en Jesús visible para satisfacer una recompensa infinita a la Justicia Divina, que los hombres, todos, no podíamos jamás ofrecer a esa Justicia Divina del Padre una recompensa justa por tanta inmundicia de la humanidad.. Esta realidad no se encierra en un esquema cíclico de acontecimientos cósmicos, sino que se centran en el Jesús histórico con su Encarnación, Evangelización, Crucifixión y Resurrección. CARGÓ SOBRE SÍ TODA LA MALDAD HISTÓRICA DE LA HUMANIDAD.
¡Pavoroso, indescriptible ¡ pero justo es ante el Padre el espectáculo de su Hijo en una Cruz por amor al hombre que compensa así a la Justicia de Dios por el MISMO HIJO DE DIOS con méritos infnitos.
En la Carta a los Colosenses y en el Nuevo Testamento hallamos una doctrina de Dios distinta de la que está implícita en el pensamiento de la Nueva Era: la concepción cristiana de Dios es la de una Trinidad de Personas que ha creado la raza humana deseando compartir con ella su vida Trinitaria, nada menos. ¡Oh gran MISTERIO! ¿A qué mayor grandeza puede ser elevado el hombre?
Entendido adecuadamente, esto significa que la auténtica espiritualidad no consiste tanto en nuestra búsqueda de Dios, sino en que Dios nos busca a nosotros.

El Cristo Hijo de Dios, fue local e histórico, indudablemente íntimo al hombre y a la historia humana.
Ese Verbo Encarnado vive en la casa de al lado y en el interior más profundo y auténtico del propio yo, llenando todo el Cosmos.
Los que están relacionados con la Nueva Era no están de acuerdo con esta afirmación, sin embargo muestra con absoluta claridad dónde estriban las diferencias entre estas dos visiones de Cristo.
Para la Nueva Era, el Cristo Cósmico aparece como un modelo que puede repetirse en muchas personas, lugares o épocas.
Según la Doctrina Cristiana, Jesucristo no es solo un modelo. Es una Persona Divina cuya figura humano-divina revela el misterio del amor del Padre hacia cada persona a lo largo de la historia, elevándonos en Cristo a ser hijos de Dios y herederos de su Reino: “Tanto amó Dios al mundo, que estregó su Hijo único, para que quien crea en él, no perezca, sino que tenga vida eterna. Dios no envió a su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por medio de él”. “El que cree en él no es juzgado; el que no cree ya está juzgado, por no creer en el Hijo único de él” (Jn 3, 16-17).
Vive en nosotros, somos su Templo porque comparte su Vida con nosotros. Pero ésta ni se nos impone ni es materia- automática-cósmica. Todos los seres humanos están invitados a compartir su Vida Divina, a vivir « en Cristo » ante nuestra hermosa y responsable libertad respetadísima por Dios.
Para los cristianos, la vida espiritual-sobrenatural consiste en una relación con Dios que se va haciendo cada vez más profunda con la ayuda de la gracia en un proceso paralelo que ilumina también la relación con nuestros hermanos porque todos somos su imagen.
La espiritualidad, para la Nueva Era significa experimentar estados de conciencia dominados por un sentido de armonía y fusión con el Todo. Pero ese todo, para la Nueva Era, no es un Dios personal; ni la armonía ni la fusión sobrenatural nos vienen por evolución de la materia, sino por voluntad nuestra que, ni ella sola puede llegar a Dios si no es ayudada por la Gracia de Cristo: “sin mí nada podeis hacer” en el orden sobrenatural que está más allá de la razón y del Cosmos, siendo mas bella y grandiosa la Fe que la razón limitada y el Cosmos finito. Esto es la FE. “El que quiera que me siga porque, Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”.
Así, « mística » en la Nueva Era no se refiere a un encuentro con el Dios trascendente en la plenitud del amor, sino a la experiencia provocada por un volverse sobre sí mismo, una pantomima, del yo, que produce un sentimiento exaltante de estar en comunión con el universo que es materia e impersonal. Y en contra de ello Pablo nos dice: doblo las rodillas ante el Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra, para que os conceda por la riqueza de su gloria fortaleceros internamente con el Espíritu, que por la fe resida el Mesías en vuestro corazón, que estéis arraigados y cimentados en el amor, de modo que logréis comprender la anchura y la longitud y la altura y profundidad, y conocer el amor del Mesías que supera todo conocimiento. Así os llenaréis del todo de la plenitud de Dios. Cl. 3-14-19) Por ello, ni la materia, ni nuestra mente pueden darnos por ellas mismas, esa plenitud infinita que complementará y ampliará nuestra razón, sino que nos la da la Fe fundada en la Palabra de Dios y en la presencia de su Hijo hecho carne y que permanece entre nosotros hasta el fin de los tiempos.
No es la antigua Nueva Era pagana, sino la Buena Nueva Revelada en Cristo.
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Vie May 15, 2015 2:21 am

15-Mayo-2015
V- Preambulo al tema de la Iglesia.

TESTIMONIOS DE CIENTÍFICOS CREYENTES
Junto a estos testimonios, no ignoro que otros pueden presentar otro elenco de filósofos y científicos que se proclaman ateos, por ello nos confirma Pablo: “Por lo demás, fortaleceos con el Señor y con su fuerza poderosa. Vestid la armadura de Dios para poder resistir los engaños del Diablo. Pues no peleáis contra seres de carne y hueso, sino contra las autoridades, contra las potestades, contra los soberanos de estas tinieblas, contra espíritus malignos del aire. Por tanto, requerid las armas de Dios para poder resistir el día funesto y manteneros venciendo a todos. Ceñid la cintura con la verdad… Calzad las sandalias de la prontitud…. embrazad el escudo de la fe…empuñad la espada del Espíritu… constantes en rezar y suplicar.” (Efe. 6,10-18).
Porque llegaremos ante tantos enemigos a preguntarnos: Sí, Dios es mi fuerza y escudo (salmo 28), pero ¿si Dios no escucha y enmudece, de qué nos serviría que Dios sea nuestra roca? de nada. Pero quien se queje del silencio de Dios y siga creyendo, puede leerse y meditar este salmo 28. Y además la Palabra de Dios, el Evangelio donde el mismo Cristo , nuestro modelo,reflejaba ese "no escucha y enmudece" y aflido como maetro de vida, dice afligido en la Cruz: ¿Padre por qué me has abandonado?
En todo ámbito cultural han existido y existirán bien agnósticos o ateos activistas quienes “empuñan la espada” contra su Dios. Pero al mismo tiempo escuchemos testimonios de físicos, astrónomos, descubridores de leyes universales, o de los principios del láser…. Quienes han descubierto en la naturaleza el “libro de Dios” esculpido en materia, aire y agua, por una sabiduría infinita, (que nosotros queremos abarcar con la nuestra finita) es el verdadero sabio que goza y seguirá admirando que el Autor tanto en lo pequeño, microscópico, como en lo astronómico y ante las nuevas galaxias que aún va descubriendo, cómo cada partícula en esos mundos, por pequeña que sea, encierra un orden y perfección inexplicable en sus células y funciones de órganos, con tantas conexiones milimétricamente sincronizadas física y químicamente se den sin una necesaria Inteligencia, y que no el azar ha acertado con los miles de millones de combinaciones posibles de tan sublime y compliadísima realidad.
No repetiré, a ser posible, los ya usados en otras citas anteriores por mí.
Linneo. Fundador de la botánica sistemática: He visto pasar de cerca a Dios eterno, infinito y omnisciente y me he postrado de hinojos en adoración.
Volta. Descubrió las nociones básicas de la electricidad. Yo confieso la fe santa, apostólica y romana. Doy gracias a Dios que me ha concedido esta fe.
Ampere. Descubrió la ley fundamental de la corriente eléctrica: Cuan grande es Dios, y nuestra ciencia una nonada.
Canchy. Matemático. Soy cristiano o sea creo en la divinidad de Cristo como todos los grandes astrónomos y todos los grandes matemáticos del pasado.
Ganss. Matemático y científico: Cuando suene nuestra última hora, será grande e inefable nuestro gozo al ver a quien en todo nuestro hacer solo hemos podido vislumbrar.
Liebig. Químico: La grandeza e infinita sabiduría del creador la reconocerá realmente sólo el que se esfuerce por extraer sus ideas del gran “libro” que llamamos naturaleza.
Rober Mayer. Científico naturalista. Ley de la conservación de la energía: Acabo mi vida con una convección que brota de lo más hondo de mi corazón. La verdadera ciencia y la verdadera filosofía no pueden ser otra cosa que una propedéutica de la religión cristiana.
Secchi. Astrónomo: De contemplar el cielo a Dios hay un trecho corto.
Edison. Inventor de 1,200 patentes: Mi máximo respeto y máxima admiración a todos los ingenieros, especialmente al mayor de todos: Dios.
Schleich. Cirujano: Me hice creyente a mi manera por el microscópico y la observación de la naturaleza, y quiero, en cuanto esté de mi parte, esté a mi alcance, contribuir a la plena concordia entre la ciencia y la religión.
Marconi. Inventor de la telefonía sin hilos: Lo declaro con orgullo, soy creyente. Creo en el poder de la oración, y creo, no solo como católico sino también como científico.
Millikan. Físico: Puedo de mi parte aseverar con toda decisión, que la negación de la fe carece de toda base científica. A mi juicio jamás se encontrará una verdadera contradicción entre la fe y la ciencia.
Edolingtong. Astrónomo: Ninguno de los inventores del ateismo fue naturalista. Todos ellos fuero filósofos muy mediocres.
Albert Einstein. Teoría de la relatividad: Todo aquel que está seriamente comprometido con el cultivo de la ciencia, llega a convencerse de que en todas las leyes del universo está de manifiesto un espíritu infinitamente superior al hombre, y ante el cual, nosotros con nuestros poderes debemos sentirnos humildes.
Plank. Fundador de la física cuántica: Nada pues nos lo impide y el impulso de nuestro conocimiento lo exige… relacionar mutuamente el orden del universo y el Dios de la religión. Dios está para el creyente en el principio de sus discursos, para el físico, en el término de los mismos.
Schhrödinger. Creador de la mecánica ondulatoria: La obra maestra más fina es la hecha por Dios, según los principios de la mecánica cuántica.
Harthway. Padre del cerebro electrónico: La moderna física me enseña que la naturaleza no es capaz de ordenarse a sí misma. El universo supone una enorme masa de orden. Por eso requiere “una causa primera” grande, que no está sometida a la segunda ley de la transformación de la energía y que por lo mismo, es sobrenatural.
Wernher Von Braun. Constructor alemán-americano de los cohetes espaciales: Por encima de todo está la gloria de Dios que creó el gran universo, que el hombre y la ciencia van escudriñando e investigando día tras día en profunda adoración.
Charles Tornes. Descubridor de los principios del Láser: Como religioso, siento la presencia e intervención de un Ser Creador que va más allá de mí mismo, pero que siempre está cercano….la inteligencia tuvo algo que ver con la creación de las leyes del Universo.
Allan Saudage. Astrónomo: Calculó la velocidad con que se expande el universo - la edad del mismo: Era un ateo casi prácticamente en la niñez, la ciencia fue la que me llevó a la conclusión de que el mundo es mucho más complejo de lo que podamos explicar. El misterio de la existencia solo puede explicarse mediante lo sobrenatural.
Una tarjeta y una sorpresa: Un joven universitario viajaba en el mismo asiento del trasporte con un venerable anciano que iba rezando el Rosario. ¿Por qué en vez de rezar el Rosario no se dedica a aprender e instruirse un poco más? Yo le puedo enviar algún libro para que se instruya. El anciano le dijo: le agradecería que enviase el libro a esta dirección y le entregó las tarjeta: Luis Paster Instituto de Ciencias de Paris. El estudiante se quedó avergonzado. Había pretendido darle consejos al más famoso sabio de su tiempo: el inventor de las vacunas, estimado en todo el mundo y devoto del Rosario.

A todos estos científicos les ha ocurrido como a Cyrus Smith en la novela de Julio Verne: La Isla misteriosa. A unos náufragos, que se creen solos y abandonados les llegan socorros no se sabe de donde: el fuego de una hoguera, una caja llena de herramientas,, una cuerda que alguien arroja…..Ante estos hechos los más bastos del grupo se contentan con beneficiarse de esta colaboración oculta sin preocuparse de descubrir al autor de ella. No así al Ingeniero Cyrus Smith que inquieto intenta averiguar quien o de donde proceden estos movimientos sospechosos.
Este prólogo de Julio Verne no puede ser más existencialista, pegado a la realidad, y el hombre moderno abriga este sentimiento de náufrago arrojado sobre una isla en la que se cree solo y abandonado a sus propios recursos, y así Pascal habló de una isla desierta en la que los hombres estarían reunidos como condenados. Sartre habla, hasta la saciedad, de la soledad del hombre abandonado sobre una tierra en la que está “de más” absurdamente libre bajo un cielo vacío. Pero he aquí que llegan socorros, no se sabe de donde, he aquí que, sobre la arena de la playa aparece el pespunte de pasos. La isla interior que es nuestro yo ¿estará habitada? ¿Será visitada misteriosamente por una presencia? En esta tierra sobre la que estamos arrojados ¿Habrá huella de Dios sobre el suelo desierto de la vida?
He ahí donde aparece la encrucijada de los caminos. De los que se contentan con beneficiarse de esta colaboración oculta sin preocuparse… de Dios, y tal es el proceder de la inmensa mayoría de la humanidad que aún viviendo surcada de relámpagos misteriosos, henchida de socorros ocultos, siguen dormidos en la rutina, que les oculta la realidad auténtica, ciegos y sordos ignorando las presencias interiores y borrando las huellas de pisadas en la arena. No viven despiertos sino sumidos en su embotamiento que les hace saborear el sueño en que viven envueltos. La vida se nos da en cada momento, ¿hay algo más hermoso que la vida? ¿La vida, en sí como entidad que transporta nuestra materia, distinta a ella, puede ser sometida a experimentos estando vivos o muertos? Se llega a tal grado de ignorancia y soberbia que quisieran citar a Dios ante nuestro tribunal para pedirle explicaciones. Y dicen: que nos deje tranquilos ¡se vive tan ricamente sin Él! No pensemos en ello, la vida es natural. ¡Quieren utilizar los recursos sin preocuparse nunca del dador!
El ateismo impregna los salones donde se mueven estos fantoches como se expresa Charles Moeller en su obra Literatura del siglo XX y cristianismo.
Pero por otro lado están los que se inquietan por averiguar de donde procede cuanto recibimos o vamos vislumbrando tanto en la huellas de nuestra isla la tierra y en el seno de sus mares, cómo nos llena de grandeza y admiración el paso de Dios en todo el Cosmos la gran isla existencial y fantástica en el espacio infinito que lo llena Dios. Y por ello nosotros gozamos de estos versos de Juan del Cruz: Cuando tu me mirabas-tu gracia en mí tus ojos imprimían- por eso me adamabas- y en eso merecían- los míos adorar lo que en Tí vían.
Y así Liebig. Químico, decía: La grandeza e infinita sabiduría del Creador la reconocerá realmente sólo el que se esfuerce por extraer sus ideas del gran “libro” que llamamos naturaleza.
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Mié Jun 17, 2015 4:31 am

17-Junio-2015
Espiritismo y Dios Misterio.

La fe cristiana de la Iglesia ante el espiritismo de la Nueva Era.
La relación cristiana con los difuntos, según la Iglesia es a través de la oración sin pretender recibir verdades ni visitas del más allá.
Trasncribo algunos escritos que intentan acercarnos al MISTERIO de lo divino junto a la humanidad.

El P. Miguel Pastorino, escribía: | en Religión en Libertad.
En los orígenes
La creencia en la comunicación con los muertos es muy antigua. De ello da testimonio la amplia documentación de la historia de las religiones, y hasta aparece condenada en la Biblia. Sin embargo, el espiritismo que hoy conocemos se origina en tiempos más recientes, en Hydesville (NuevaYork), con las hermanas Katherine y Margaret Fox, en 1848. Eran dos niñas que se convirtieron en las creadoras del tablero Ouija (en su versión popular, "juego de la copa"), y a partir de su propia experiencia de "comunicación con difuntos", son citadas como las fundadoras del espiritismo.
Muy pronto el fenómeno comenzó a manifestarse en muchas personas, multiplicándose las sesiones espiritistas y en 1851 se extendió en Europa. Entonces supuestos espíritus famosos de la historia comenzaron a dar clases de espiritualidad, moral y ciencia, a través de los "mediums" que los incorporaban. Aunque las hermanas Fox confesaron en 1888 que había sido un fraude de su adolescencia, y década tras década se han desenmascarado engaños del espiritismo, la credulidad en estos temas no paró de crecer en el siglo XX, convirtiéndose en un fenómeno de masas.
Con Allan Kardec el espiritismo fue sistematizado en una suerte de verdadero catecismo revelado por los "espíritus". Como novedad doctrinal es introducida por él la reencarnación en clave evolucionista.

La moda espiritista
En los últimos años, el movimiento de la Nueva Era viene incorporando las mismas creencias espiritistas, pero con términos renovados. Hablan, por ejemplo de "canalización" (channeling) de entidades, a las que ahora se agregan los extraterrestres, como en el "Libro de Urantia" o en versiones gnósticas como "Un Curso de milagros". "La Casa Redención", remitiéndonos a un fenómeno local, mezcla el espiritismo de Kardec con los OVNIS y los santos católicos, y hasta un Jesús convertido en un comandante intergaláctico.
A través del cine y la televisión, asistimos en los últimos años a una profunda "catequesis" kardecista, que propone la creencia en espíritus que vagan por el mundo y que procuran comunicarse a través de un "medium" o incluso de una TV o un celular. Populares películas como "Ghost", "Sexto sentido", "La Llamada", "La Maldición", "Barco Fantasma", "Los Otros", "Voces del más allá", "La Libélula", "Actividad Paranormal", "El Ojo", y el crecimiento de series televisivas de este género, son ya un verdadero adoctrinamiento espiritista en el mundo juvenil, que acrítica e inocentemente asume la supuesta intervención de espíritus de muertos en nuestra vida cotidiana.
Muchas personas afectadas por la pérdida de algún familiar, son víctimas del engaño y el proselitismo solapado de supuestos "contactos" con el más allá.

¿Ciencia, fraude o superstición?
El espiritismo se presenta como "ciencia". En realidad se trata de un uso caprichoso del término. No existe ninguna prueba científica de contacto con personas que han muerto. Los avances de la medicina, la psicología y la física, han puesto en evidencia una y otra vez la ingenuidad de las tesis espiritistas. Muchas investigaciones como las del P. González Quevedo sj, han tirado por tierra, en todo Brasil, las supuestas evidencias de "fantasmas" en las casas, y los lugares "embrujados". Todos los que han querido investigar seriamente los supuestos efectos físicos de los "espíritus" se han encontrado con fraudes conscientes o inconscientes generados por la misma sugestión, en el 98% de los casos (Heredia, Amadou, Levington, Quevedo). Ya a finales del siglo XIX, el científico ruso Mendeleiev, que dirigió una comisión científica para estudiar a los mediums más famosos de su tiempo, al concluir la investigación, expresó: "Los fenómenos mediánicos (= de los mediums) son el producto de movimientos inconscientes o de un engaño consciente, y en su conjunto el espiritismo es una superstición".
El Lic. José María Baamonde, uno de los mayores expertos en el tema de las sectas, hablando de las supuestas "incorporaciones" espiritistas y de los estados de trance, escribía: "es obviamente inconveniente fomentar estos estados alterados de conciencia, por el riesgo implícito de generar serias perturbaciones psíquicas a raíz de personificaciones y automatismos inconscientes que, en ciertos casos, asumirán el carácter de delirios sistematizados".

A la luz de la fe cristiana
La Palabra de Dios es clara: "No practiques la adivinación o la magia... No acudas a los que invocan a los muertos, ni consultes adivinos, pues se harán impuros. Yo soy el Señor, tu Dios" (Lev 19, 26.31).
"Si alguno acude a nigromantes y recurre a los adivinos prostituyéndose con ellos, yo me volveré contra él y lo extirparé del pueblo. Santifíquense y sean santos, porque yo soy el Señor, su Dios" (Lev 20,6)
"Cuando hayas entrado en la tierra que el Señor tu Dios te va a dar, no aprenderás a cometer las abominaciones como las de esas naciones. No ha de haber en medio de ti nadie que haga pasar a su hijo o a su hija por el fuego, que practique la adivinación, la astrología, la hechicería o la magia, ningún encantador, ni evocador de muertos. Porque todo el que hace estas cosas es una abominación para el Señor tu Dios" (Dt 18, 9-11).
La Iglesia se pronuncia claramente sobre la incompatibilidad espiritual, doctrinal y moral de estas prácticas con la fe en Jesucristo, pero no sobre la naturaleza de los "fenómenos espiritistas".
La relación cristiana con los difuntos es a través de la oración, y en la Eucaristía, en comunión de amor. Pero es ajena a toda invocación morbosa, no pretende recibir verdades del más allá por medio de ellos, ya que todo lo necesario para nuestra salvación ya ha sido revelado en Jesucristo. Y nosotros confiamos a nuestros seres queridos en las manos misericordiosas de Dios.
El Catecismo de la Iglesia Católica afirma: "Todas las formas de adivinación deben rechazarse: el recurso a Satán o a los demonios, la evocación de los muertos, y otras prácticas que equivocadamente se supone "desvelan" el porvenir. La consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y suertes, los fenómenos de visión, el recurso a "mediums" encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios".

• ¿Dios es un ser con quien mantenemos una relación, algo que se puede utilizar, o una fuerza que hay que dominar?
. El Dios de la Nueva Era es una energía impersonal, en realidad una extensión o componente particular del cosmos;
. La divinidad se encuentra en cada ser, en una gradación que va « desde el cristal inferior del mundo mineral hasta e incluso más allá del mismo Dios Galáctico,
En algunos escritos « clásicos » de la Nueva Era, está claro que los seres humanos deben considerarse a sí mismos como dioses.
Ya no hay que buscar a Dios más allá del mundo, sino en lo hondo de mi yo, Incluso cuando « Dios » es algo exterior a mí, está ahí para ser manipulado.
Esto es muy diferente de la concepción cristiana de Dios, Creador del cielo y de la tierra y fuente de toda vida personal. Dios es en sí mismo personal, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y ha creado el universo a fin de compartir la comunión de su vida con las personas creadas. « Dios, que “habita una luz inaccesible”, quiere comunicar su propia vida divina a los hombres libremente creados por él, para hacer de ellos, en su Hijo único, hijos adoptivos. Al revelarse a sí mismo, Dios quiere hacer a los hombres capaces de responderle, de conocerle y de amarle más allá de lo que ellos serían capaces por sus propias fuerzas ».Dios no se identifica con el principio vital entendido como el « Espíritu » o « energía básica » del cosmos, sino que es ese amor, absolutamente diferente del mundo, que está sin embargo presente en todo y conduce a los seres humanos a la salvación.
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Salir de lo pequeño, respirar en grande
Salir de lo pequeño y buscar aquello que da sentido a la vida, en el tiempo y en lo eterno.

Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net
Hay aficiones que pueden convertirse en obsesivas. Coleccionar sellos, aprender programas electrónicos, participar en un chat, compartir fotos en redes sociales, leer novelas...
Existe el peligro de quedar encerrados en lo pequeño, en aislarnos en un mundo de intereses y de actividades que nos ahogan. Eso ocurre cuando algo nos absorbe tanto que perdemos de vista lo esencial.
La vida humana no está hecha ni para jugar, ni para leer, ni para caminar, ni para escuchar música, ni para ordenar ficheros de papel o de archivos digitales. La vida humana necesita respirar en grande, tiene sentido si "sirve” para acoger y dar amor.
En un mundo de pequeñeces, de intereses excesivos por cosas triviales, algunas incluso ridículas, hace falta aire fresco. No podemos vivir agobiados por los chismes de cada día. No podemos sucumbir a preocupaciones que nos impiden volar hacia horizontes magníficos.
Cada uno de nosotros necesita salir de lo pequeño y buscar aquello que da sentido a la vida, en el tiempo y en lo eterno. Para ello, basta poco: abrir el corazón a Dios, escuchar su Evangelio, acoger a los hermanos.
¿Así de sencillo? ¿No parece imposible en un mundo como el nuestro? Desde luego, resulta difícil si nuestro corazón está ya encadenado. Pero Cristo puede romper cadenas, dar fuerzas a los cojos, abrir los oídos a los sordos, devolver la vista a los ciegos. De modo más radical, Cristo puede sacarme del pecado, acogerme con su misericordia e introducirme en el mundo del amor auténtico. Entonces empiezo a respirar plenamente.
Un aire fresco llegará a mi corazón y me lanzará a temas importantes: justicia, misericordia, renuncia, humildad, cielo, familia, servicio, fe, esperanza, caridad...
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Pero a veces no comprendo por qué tardas, porque estoy pidiendo cosas buenas.
Autor: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net Te pido, Señor, que termine esta crisis, que mejore la salud de un pariente, que un amigo deje de emborracharse, que lleguen a tiempo las lluvias para la nueva cosecha, que inicie la paz en tantos lugares que sufren por la guerra.
Te pido tantas cosas, para mis seres queridos y para quienes viven lejos. Te pido también para mi propia vida: paz, fortaleza, perdón, esperanza.
Pero a veces no comprendo por qué tardas, por qué no llega tu respuesta. Quisiera que tocases, que sanases, que limpiases, que concedieses eso que tanto necesitamos. Porque, espero no equivocarme, estoy pidiendo cosas buenas.
Tú, sin embargo, tienes un modo de actuar que me supera. Si no llega la lluvia, si la enfermedad avanza, si la muerte arrebata a un padre de familia, lloraré, pero aceptaré humildemente tu voluntad.
También Tu Hijo, oh Padre, te pidió que apartases ese cáliz. Luego, llegó la hora de las burlas, de los azotes, de la condena, del Calvario. ¿Por qué? Solo lo sabremos en la mañana de Pascua.
Por eso ahora respeto, Dios mío, lo que Tú decidas. Un día comprenderé por qué esperaste, por qué permitiste una guerra injusta, por qué no bajaste a curar a aquel enfermo.
Seguiré rezando: Tú mismo nos has dicho que pidamos. Y seguiré esperando: sé que todo lo que ocurre es para nuestro bien, aunque ahora no entienda casi nada.
Como me enseña María, la Virgen humilde, y como rezamos en el Padre nuestro, acepto. "Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo...”
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El gran misterio de Dios en la Historia del hombre, Él con una mente Infinita y nosotros con una mente limitada, es por qué en esta Historia ha permitido tanta idolatría y barbaridades aún sangrientas entre los hombres.
Ciertamente lo único que se, es que los caminos de Dios no son mis caminos. ¿Y quien soy yo para pedir explicaciones a Dios, Creador, Amor y Sabiduría sin límites; de por qué no ha hecho lo que yo creo debía haber hecho? Hasta en la Encarnación y crucifixión de su propio Hijo, lo admiro, lo agradezco, pero creyendo, no razonando ante mi Dios, como si mi mente ante lo ETERNO pudiese aprehender TODO LO DIVINO.
Espero comentar si me es posible, esa queja de tantos: ¿por qué Dios lo ha permitido así?
agustin sanchez diaz
 
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Re: ¿La Partícula de Dios?

Notapor agustin sanchez diaz » Jue Jul 02, 2015 5:45 am

2-Julio-2015

¿POR QUÉ TANTO DOLOR EN LA HISTORIA? ¿QUÉ SENTIDO TIENE EL DOLOR DENTRO DE LA IGLESIA DE CRISTO?

Sobre la pregunta que se hace Pablo II ante el holocausto. ¿Donde estabas Tú, Dios mío? Y ante lo que dice el P. Pascual en su meditación anteriormente publicada: “Por eso ahora respeto, Dios mío, lo que Tú decidas. Un día comprenderé por qué esperaste, por qué permitiste una guerra injusta, por qué no bajaste a curar a aquel enfermo.”
Y para todas nuestras preguntas sobre tanto dolor, si nos vamos al pie de la Cruz oímos a Cristo: Padre por qué me has abandonado.
Muchas veces he intentado razonar, con mi sola inteligencia, sobre este tema, sin respuesta. Pero he intentando no evadirlo racionalmente, y así terminaba mi anterior comentario: El gran misterio de Dios en la Historia del hombre, Él con una mente Infinita y nosotros con una mente limitada, es por qué en esta Historia ha permitido tanta idolatría y barbaridades aún sangrientas entre los hombres.
Ciertamente lo único que se, es que los caminos de Dios no son mis caminos. ¿Y quien soy yo para pedir explicaciones a Dios Creador, Amor y Sabiduría sin límites, de por qué no ha hecho lo que yo creo debía haber hecho? Hasta en la Encarnación y crucifixión de su propio Hijo, lo admiro, lo agradezco, pero creyendo, no razonando ante mi Dios como si mi mente ante lo ETERNO pudiese aprehender TODO LO DIVINO. Somos una gota de agua en el Océano creativo. Un granito de arena ante los desiertos del Planeta.
Creo que la única razón a mi alcance, como simple hombre, es que Dios, imaginando, antes de crearnos nos reunía a toda la humanidad, y nos preguntó sí queríamos ser hombres con propio albedrío, o sus marionetas, sin libertad. Y dijimos: Libertad.
Esta libertad traería cuanto detestamos de guerras, asesinatos, robos, enfermedades y muerte de las mas ignominiosas formas, pero que todo esto él no lo producía sino que sería fruto o de nuestra libertad o de las alteraciones combinantes de las leyes físicas o químicas que necesariamente conllevaría la evolución de la materia mientras existiese por miles de millones de años en el espacio.
En cuanto a la libertad, nos hizo semejantes a su imagen: dotándonos a todos de memoria, entendimiento y voluntad: libre albedrío que ante las leyes universales evolutivas puede verse afectado, perdiendo nosotros ante esa circunstancias la plena libertad y lucidez como ocurre con los lobos solitarios o la demagogia espléndidamente alocada de los mitineros políticos, o en los intelectuales convertidos en Maestros del bien y el Mal universal y siendo ateos.

Hay muchos que creen pero no lo saben. Los náufragos en la Isla Misteriosa de Julio Verne que ven pisadas en la arena, el fuego de una hoguera, una caja de herramientas… y ante ello unos quieren descubrir a su autor y otros no, que se contentan con beneficiarse de esa cooperación sin preocuparse de descubrir el autor de ella como ocurre a la inmensa mayoría de la humanidad, dormida en el hábito de la rutina que nos oculta la realidad auténtica.
Y aunque nos impresionan continuos relámpagos y acontecimientos henchidos de socorros ocultos, ante el amor, la muerte o el arte nada nos despierta a la realidad y nos damos prisa en rellenar las brechas así abiertas y así borrar las huellas de pasos impresos en la arena. Dormitan amodorrados y sumidos en tal embotamiento que las sacudidas no son suficientes para despertarlos sino a hacerles saborear el sueño en que viven inmersos. La diversión está ahí para tranquilizarlos y ha cobrado en nuestros días título de nobleza. La vida, lo más hermoso que hay, se nos da en cada momento, pero la troceamos y vendemos al mejor postor de mercaderes de placer y aún de odio. Y ante el primer obstáculo (dolor) acusamos al universo de habernos frustrado y citamos a Dios ante nuestro tribual para pedirle explicaciones.
Utilizan la vida, la disfrutan con refinamiento y con deliciosa voluptad. Pero nuca se preguntan de donde les vienen esas maravillas y se envilecen al hijo de sus conversaciones profanas. El ateismo mundano impregna los salones o Ateneos y salas de fiesta donde se mueven estos fantoches y les resulta delicioso respirar esa atmósfera asfixiante sin preguntarse a quien deben la felicidad. El niño, el adolescente, el hombre hecho, el anciano, todos y cada uno se erigen en el centro del mundo.
Es naturalísimo que existamos, que seamos engendrados continuamente, que la vida nos envuelva y que nos alimente. Pero no somos nosotros los que debamos justificar nuestra existencia y sus alegrías, sino Dios, sin Dios nada seríamos. ¡Pero que nos deje tranquilos!, ¡se vive tan ricamente sin él! Esto era por lo que en la Isla Misteriosa la mayoría utilizaba tranquilamente los recursos ocultos sin preocuparse nunca del dador.
Y es más. Sartre recuerda usque ad nauseam lo soledad del hombre abandonado sobre una tierra en la que está entregado a sus recursos, absurdamente libre bajo un cielo vacío. Niega, insensatamente todo el contenido de las relaciones establecidas desde el Génesis hasta el Apocalipsis, y así en Isaías 35-4-5 : Decid a los cobardes:- sed fuertes, no temáis – mirad a vuestro Dios- Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, - saltará como el ciervo el cojo - la lengua del mudo cantará, y por ello Jesús a los emisarios del Bautista para confirmarles que él era del que hablaba Isaías, que había venido a cumplir no a abolir la Ley, les dice Id y decid a Juan lo que habéis visto, que los ciegos ven, los sordos oyen, los cojos andan y los pobres son evangelizados.
Sartre, como tantos no quieren ver, ni oír, ni andar y por ello niegan lo que afirma Juan: tanto amó Dios al hombre que nos envió a su propio Hijo para nuestra salvación. Al principio existía la Palabra y la palabra era Dios. Todo existió por medio de ella, y sin ella nada existió de cuanto existe- la luz brilló en las tinieblas. Y Pablo reconfirma que cuantos creen en Él les hace ser hijos de Dios.
Y completo lo más arriba expuesto: Y ante el primer obstáculo (dolor o soberbia de no reconocer más dios que así mismo) acusamos al universo de habernos frustrado y citamos a Dios ante nuestro tribual para pedirle explicaciones. Los hay que creen haber aprehendido a Dios y siguen estúpidamente creyendo en su yo como ídolo absoluto: Pues la luz brilló en las tinieblas y las tinieblas no la comprendieron. Son ciegos que guían a otros voluntariamente ciegos y nos recuerdan lo soledad del hombre en la que está entregado a sus recursos absurdamente bajo un cielo vacío. Y jamás admiten ni el don de la vida ni la solución aceptada del dolor ante lo que el Maestro, Jesús Hijo de Dios, nos dice y Sartre no puede demostrar de sí: Yo soy el camino, Yo soy la verdad, Yo soy la vida. El que quiera ser mi discípulo tome su cruz y que me siga. Jesús sangrante en la Cruz, y es desconcertante sin fe, es el camino que hay que recorrer dada la libertad del hombre que puede llegar a crucificar a su propio Dios hecho hombre. El más triste espantoso espectáculo de toda la humanidad. Y por otros la devoción y amor al Crucificado ondea en las velas del mar de nuestro corazón y sobre sus blancas espumas lo trasladamos a nuestras calles en infinidad de figuras artísticas de Cristo en la Cruz y postrado de agradecimiento le cantamos y rezamos:
No me mueve mi Dios para quererte, / el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido / para dejar por ello, de ofenderte.
Tú me mueves Señor, muéveme al verte / clavado en la Cruz y escarnecido,
muéveme, al ver tu cuerpo tan herido, / muéveme, tu afrenta y tu muerte.
Muévame en fin tu amor en tal manera, / que aunque no hubiera cielo, yo te amara
y aunque no hubiera infierno, te temiera. / No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara / lo mismo que te quiero te quisiera

El racionalismo, a aquellos “socorros ocultos” los considera fenómenos naturales, Es cierto que no hay que atribuir a Dios obras que tienen un origen humano, pero no se le pueden atribuir al hombre obras de origen divino, pero la ceguera es aquí definitiva.
La religión cristiana no es una “mitología consoladora” imaginada, poética e irreal, es la Palabra de Dios encarnada en un hombre real: Jesucristo. Ya no se puede culpar a los creyentes, ante la vida de Jesús, nuestro modelo, de no afrontar virilmente la condición humana, alegria, dolor y muerte, Dios y el hombre son la base de nuestra fe. Nuestra vida debe ser como la de un manzano plantado en buen terreno, que rinde sus frutos pero que sin poda, sin frío y calor, no los daría.
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Escuchaba yo hace unos días, referente a las huellas, esta maravillosa consolación: -Caminaba por la playa y observaba que otras huellas me seguían, pero llegó el momento que desparecieron y ya solo veía una huella. Dios me dijo: son las mías, estabas muy cansado y dolorido y yo te llevo en mis brazos.-
Dios nunca nos puede abandonar, está en todas partes, si no no sería Dios y por eso decía Jesús: Yo estoy en vosotros y vosotros en mí estáis en el Padre. Y con el Salmista yo proclamo: En grandeced conmigo al Señor, - ensalcemos juntos su nombre.- Consulté al Señor y me respondió – librandome de todas mis ansias. Señor, tu lealtad llega al cielo, - tu fidelidad hasta las nubes; - tu justicia es como las altas cordilleras, - tus juicios son un océano inmenso.---Encomienda al Señor tu camino, - confía en él, que él actuará: - hará salir tu justicia como la aurora, - tu derecho como el medio día. - Señor mío, en tu presencia están mis ansias, - no se te ocultan mis gemidos. – Se me agita el corazón, me faltan las fuerzas, - y me falta la luz de mis ojos. – No me abandones, Señor, - Dios mío, no te quedes a distancia, - ven aprisa a socorrerme, - Señor mío, mi salvación. – Dichoso el hombre que ha puesto, - su confianza en el Señor, - y no acude a idólatras, - que extravían con engaños. – Señor, no me cierres tus entrañas, - que tu lealtad y fidelidad me guarden siempre, - pues me cercan desgracias sin cuento. – Yo soy un pobre desgraciado, - pero el Señor se cuida de mí. – Tu eres mi auxilio y mi salvador. - ¡Dios mío, no tardes! (Salmos 34-40)

Pero es una inmensidad plena vivir en esa misericordia sin límites de Dios, pero no olvidemos que Dios no puede dejar de ser también Justicia Plena y si a Cristo le pide la Cruz para satisfacer la Justicia, a cada uno nos pide participar en esa satisfacción a la justicia divina y completar así el sacrificio de Cristo, por ello Cristo nos lo dice: si alguien quiere ser mi discípulo tome su cruz, y sígame. Del monte Tabor, gozo y felicidad, no viene la redención, sino del Monte Calvario. Es decir, dolor, muerte y REXURRECIÓN, victoria no solo sobre la muerte sino que da sentido a todo dolor connatural a nuestra naturaleza, que aporta un gran valor sobrenatural para cuando lleguemos al REINO DE DIOS.
El Catecismo de la Iglesia nos lo dice: El perdón del pecado y la restauración de la comunión con Dios entrañan la remisión de las penas eternas del pecado. Pero la remisión de las penas temporales del pecado permanecen. El cristiano debe esforzarse, soportando pacientemente los sufrimientos y las pruebas de toda clase, y llegado el día enfrenándose serenamente con la muerte, por aceptar como una gracia estas penas temporales del pecado; debe aplicarse, tanto mediante las obras de misericordia y de caridad, como mediante la oración y las distintas prácticas de penitencia, a despojarse completamente del hombre viejo” y a revestirse del hombre nuevo. ( Ef.4,24)
Hoy, creo nos OLVIDAMOS con exceso en nuestra evangelización de esta necesaria doctrina complemento necesario al AMOR de Dios, porque aceptar estas penas temporales es doloroso, pero de todas formas inevitables, más nosotros las debemos convertir como gracia de Dios, según nos enseña el Catecismo
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¡¡¡Si este reino material es fantástico, deslumbrante inabarcable en su total perfeccionamiento, aún, por la menta humana, con billones de combinaciones, qué y cómo será ese REINO DE DIOS, SU CASA que viene de la eternidad y durará toda una eternidad y cuyo Camino es Cristo!!!
Qué pequeñas y sin sentido alguno se nos quedan las palabras de tantos que como Sastre nos quieren imponer: la soledad del hombre abandonado sobre una tierra en la que está entregado a sus recursos, absurdamente libre bajo un cielo vacío.
Recemos por ellos.
agustin sanchez diaz
 
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