roca59 escribió:Estimado Eduarod:
Apreciable hermano, he seguido con interes las explicaciones que da en muchos temas, por lo cual le doy las gracias de lo mucho que le he aprendido ( y a muchos foristas ) y por lo cual estoy en deuda con todos.
Pero ( dicho esto con la mejor intencion y el mayor respeto ) algunas veces que se toca el tema de la misa tridentina ( Rito Romano Clasico ) creo notar que esta no es de su agrado, por lo que me nace la duda, alguna ves a asistido de buen agrado a una misa de este tipo.
De ser afirmativa su respuesta espero que haya notado la diferencia ( sin ser una mejor que otra, ni de mas valia ) pues las dos formas del unico rito bien hechas son muy bellas.
Deseo que mi apreciacion sobre su idea de la misa en forma tridentina, se deba solamente a mi torpeza de lectura y comprencion.
Dios lo bendiga.
Gracias.
Estimado en Cristo roca59:
Para tu tranquilidad puedo decirte que SI he asistido a la celebración de la Santa Misa según la Forma Extraordinaria del Rito Latino, no solo teniendo que resolver algunas dificultades para hacerlo (o sea, he asistido con mucho interés), sino con ilusión, amor y devoción.
No es entonces, evidentemente, la Forma Extraordinaria en sí misma el problema. Sino la forma equivocada de entenderla y "defenderla".
Desde luego que he podido apreciar la sacralidad y belleza con la que se suele celebrar la Forma Extraordinaria, y desde luego que, más allá de toda clase de abusos lamentables, también he tenido oportunidad de asistir a celebraciones bellísimas, intensamente solemnes y profundamente espirituales según la Forma Ordinaria. Simplemente el día de hoy (bueno, por unos minutos ya ayer) me recuerda con muchísimo cariño una solemne celebración del Domingo de Ramos presidida por el Beato Juan Pablo II en la Plaza de San Pedro.
Pero, más allá del debido respeto a las formas, a la sacralidad, el simbolismo y la belleza ornamental de las expresiones litúrgicas en ambas Formas del Rito, precisamente al asistir a la Forma Extraordinaria es cuando con mayor intensidad he podido percibir el desarrollo litúrgico y la mayor riqueza teológica de la Forma Ordinaria, al punto que en alguna ocasión comentaba con un amigo sacerdote lo mucho que hay que dar gracias a Dios por el Don concedido en la Reforma Litúrgica realizada a raíz del Concilio Vaticano II. La que, debemos subrayarlo, como hemos visto a lo largo del tema, no está aún del todo terminada.
No se trata de "dar gracias", por supuesto, por los abusos cometidos en expresiones litúrgicas que no merecen otro calificativo que el de vergonzosas; sino de dar gracias por aquello a lo que se refería el Santo Padre Benedicto XVI cuando dijo:
La garantía más segura para que el Misal de Pablo VI pueda unir a las comunidades parroquiales y sea amado por ellas consiste en celebrar con gran reverencia de acuerdo con las prescripciones; esto hace visible la riqueza espiritual y la profundidad teológica de este Misal.
CARTA DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
A LOS OBISPOS QUE ACOMPAÑA LA CARTA APOSTÓLICA "MOTU PROPRIO DATA" SUMMORUM PONTIFICUM
SOBRE EL USO DE LA LITURGIA ROMANA ANTERIOR A LA REFORMA EFECTUADA EN 1970
Por supuesto que no se trata de decir que con una y otra Forma pudiera existir una Misa mayor o mejor que la otra. El valor de la Santa Misa es un valor intrínseco que NO depende del ritual, sino del Sacrificio Redentor de Cristo en la Cruz que la Santa Misa hace sacramentalmente presente. Sacrificio cuyo valor, lo sabemos muy bien, es intrínseco e infinito.
El Sacrificio es el mismo, y su infinito valor, por consiguiente, es exactamente el mismo.
Lo que cambia es la forma en la que los participantes se preparan para unirse al Sacrificio de Cristo y, por consiguiente, la forma y grado en que realmente logran hacerlo.
Y es en ese sentido que la Forma Ordinaria, siendo como también lo ha señalado el Santo Padre, producto del legítimo y auténtico desarollo litúrgico:
En la historia de la Liturgia hay crecimiento y progreso pero ninguna ruptura.
Pues precisamente construye sobre la indudablemente santa y buena experiencia previa, para proporcionar medios aún más perfectos que ayudan a los fieles a mejor comprender y prepararse a su participación en el Santo y Supremo Sacrificio de Cristo.
Al decir esto, es evidente que sería completamente irreal sostener que cotidianamente y de manera sistemática se logra esa preparación y participación en un nivel siquiera aceptable, mucho menos en toda la perfección que el Rito de suyo permite.
Pero igualmente falso parece el sostener que si se hubiese mantenido lo que hoy es la Forma Extraordinaria tal preparación y participación en el Sacrificio de Cristo se habrían logrado mejor. Por el contrario, como se ha señalado a lo largo del tema, mucho más probable parecería el abandono total de la Santa Misa por parte de un sector muy importante de los fieles. Lo que de hecho ha ocurrido con todo y la Reforma Litúrgica. Al punto que no faltan los que, confundiendo e invirtiendo el orden de causa y efecto, atribuyen el abandono a la Reforma Litúrgica cuando esta, según hemos visto, es más bien en buena parte una respuesta a esa tendencia al abandono con el propósito de frenarlo.
En fin, el punto es que NO se trata aquí de hacer un análisis simplista que atribuya a una Forma u otra del Rito los efectos que en realidad obedecen a causas mucho más complejas. Sino de considerar los méritos objetivos de la Forma Ordinaria.
Y al respecto, en un tema que pocas veces hemos abordado en el foro, creo que será importante en otro aporte abundar cómo aquellos que no logran ver esa mayor riqueza teológica en la Forma Ordinaria, en realidad lo que ponen en evidencia es que no entienden tampoco los aspectos más importantes y fundamentales de la Liturgia según la Forma Extraordinaria, o, para ser más precisos, de la Liturgia en general. Se quedan en la mera ornamentación y no logran percibir el fondo de las cosas, razón de más para apreciar que la Forma Ordianria de suyo resalte más muchos de esos elementos de fondo de tal suerte que son mucho más fáciles de percibir y comprender.
Porque si se aprecia lo que hay de profundo y auténticamente valioso en la Forma Extraordinaria, NO se puede fallar en percibir cómo, en la continuidad y progreso de la Liturgia de la que nos hablaba el Santo Padre, esos mismos elementos no solo se encuentran igualmente presentes en la Forma Ordinaria, sino se encuentran de una forma que los resalta aún mejor.
En resumen, NO ha sido nunca la intención de un servidor menoscabar o menospreciar el valor de la Forma Extraordinaria del Rito Latino. Sino la crítica va más bien dirigida a refutar a esos que pretenden defender esa Forma sin comprenderla realmente, de modo que no solo hacen un pobre defensa de lo que pobremente entienden, sino indebidamente critican aquello que, si apreciaran auténticamente la Forma Extraordinaria, debieran apreciar aún más.
Que Dios te bendiga.