luxose escribió:"Crux Sancta"]Querido hermano Luxose.
Extraigo palabras del mismo texto pontificio que posteaste: "Art. 2 – Las oraciones de curación son litúrgicas si aparecen en los libros litúrgicos aprobados por la autoridad competente de la Iglesia; de lo contrario no son litúrgicas.
Art. 3 - § 1. Las oraciones litúrgicas de curación deben ser celebradas de acuerdo con el rito prescrito y con las vestiduras sagradas indicadas en el Ordo benedictionis infirmorum del Rituale Romanum."
"Art. 5 - § 1. Las oraciones de curación no litúrgicas se realizan con modalidades distintas de las celebraciones litúrgicas, como encuentros de oración o lectura de la Palabra de Dios, sin menoscabo de la vigilancia del Ordinario del lugar, a tenor del can. 839 § 2.
Vamos por parte, a ver si puedo responder a cada una de tus dudas y comentarios sin tener que extenderme demasiado.
La cuestión es si en una celebración litúrgica pueden coincidir la forma de oración no litúrgica, pues la litúrgica se entiende que es la del sacramento de la Unción de los enfermos. Así como puedes orar con tus propias palabras al Señor en una misa pidiendo por tus necesidades, así también se puede orar con tus propias palabras para pedir la curación, no es incompatible. Lo que choca a los que no son de la RCC es el modo no el hecho que pidan por curación, de hecho en una Eucaristía es el mejor momento para pedir a Dios lo que necesitas, y no necesitas de una fórmula establecida para ello.
§ 2. Evítese cuidadosamente cualquier tipo de confusión entre estas oraciones libres no litúrgicas y las celebraciones litúrgicas propiamente dichas.
§ 3. Es necesario, además, que durante su desarrollo no se llegue, sobre todo por parte de quienes los guían, a formas semejantes al histerismo, a la artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo."
El caso en cuestión no tenía estas particularidades, pues se dio dentro de a Celebración Eucarística y con oraciones espontáneas (no litúrgicas), lo cual implica un abuso de la Santa Liturgia Eucarística. A mí lo que me duele es el abuso litúrgico en cuestión. En cuanto a las curaciones no soy el indicado para aprobrarlas o reprobarlas, pero estoy en todo mi derecho de dudar y eso no es pecado, porque el demonio también hace sus "milagritos". En la época apostólica, Simón el mago también curaba y lo hacía con poderes malignos.
El documento dice no confundir ambas, no que no puedan hacerse en la misa, ya te dije que la oración litúrgica de curación por excelencia es la Unción de los enfermos. Ya te he aclarado también que no hay abuso litúrgico cuando oras dentro de la misa con tus propias palabras, el abuso litúrgico es cuando alguien transgrede lo que está estipulado en las rúbricas, y en ellas no se prohíbe en ningún momento la oración espontánea ya sea en silencio o si es en comunidad en voz alta. De hecho en mi diócesis las misas donde se ora por los enfermos se hace en el momento después de haber comulgado, por supuesto respetando el tiempo de oración personal y de adoración correspondiente y concluye con la oración que el sacerdote hace post comunión. De hecho no existen en sí las llamadas misas de "sanación", es una expresión poco feliz ya que en cualquier misa puede ocurrir una sanación ya sea interior (psicológica o espiritual) o física.
Le ofrezco obediencia pronta al documento de la ICCRO que citas, pero eso no me impide dudar de que los señores teólogos y expertos que lo redactaron no tengan mucha idea de lo que alli escribieron y un ejemplo claro de ello es lo que ocurrió con el Ritual de Exorcismos nuevo; pues, entrevistaron al P. Gabriele Amorth y mira lo que respondió:
http://idd009zz.eresmas.net/doc43.html
No, no fueron los mismos que revisaron el Ritual de Exorcismos, te lo puedo asegurar, y los que lo escribieron estaban bastante seguros de qué es lo que escribieron. Es como dudar de si la reforma litúrgica del actual papa está bien orientada, hay que confiar en los dicasterios, y si algo va mal, siempre puede corregirse en algún momento.
Por otro lado, hay cosas que aún no me quedan claras:
1. El movimiento carismático busca su justificación sobre todo en los capítulos 12 a 14 de la primera carta de San Pablo a los Corintios. Pero la semejanza entre el movimiento y lo que acaeció en Corinto es sólo superficial; los dos fenómenos concuerdan únicamente en que ambos pretenden recibir del Espíritu Santo algunos carismas, como el don de lenguas, de curaciones y de profecía. Difieren en el resto:
No es el único texto que se usa como base para la teología de los carismas, hay otros más.
a) A diferencia del movimiento carismático, en Corinto no hubo Bautismo del Espíritu, no hubo imposición de las manos, no hubo tentativas de organizar encuentros de oración o retiros con el fin de distribuir el Espíritu Santo.
No sabemos si la hubo, porque la carta no menciona nada de eso, pero lo de la Efusión del Espíritu santo, que hoy se prefiere ese nombre que es más apropiado, es algo que está ampliamente documentado en la historia de la teología mística, aunque a la experiencia misma se le de diversos nombres. Por ejemplo se inscribe dentro de las misiones del divinas según santo Tomás de Aquino:
"Que el Espíritu Santo sea enviado o venga de nuevo no quiere decir que se desplace, sino que surge en la criatura una relación nueva para con el Espíritu: o bien porque antes nunca estuvo allí, o bien porque empieza a estar de diferente manera a como estuvo antes" (Summa Theologiae, P.I, q. 43, a. 19)En el fondo lo que se pide al orar por la efusión del Espíritu es un reavivar la llama que se encendió en el bautismo y en la confirmación no otra cosa.
b) De las cartas de San Pablo se deduce con evidencia que el fenómeno no estaba generalizado en la Iglesia apostólica, sino que estuvo limitado a Corinto, y que enseguida se comprobaron muchos abusos. Por otra parte, no hubo ningún intento por parte de San Pablo o de otro apóstol o discípulo de difundirlo en otros lugares, con el fin de acrecer o sostener la piedad de los fieles. Por fin, los improperios de San Pablo tuvieron el efecto de una ducha fría sobre el movimiento, que de repente desapareció y no se oyó hablar de él en la Iglesia hasta 1966.
San Pablo, por lo general en sus cartas aborda los problemas concretos de cada comunidad a la que se dirige, el problema de Corinto era el desorden, otras tenían otros problemas. Pablo mismo dice que habla en lenguas más que todos ellos, pero que prefiere que profeticen, no es un cállense, sino que quiere poner en su justo contexto y orden los carismas, les empieza diciendo que son para el bien de toda la Iglesia y no para lucimiento propio.
En la Iglesia los carismas no son un patrimonio exclusivo de Corinto, también san Pablo habla de los carismas a los Romanos (12,7) a los Efesios (4,2, y no sólo Pablo, sino que Pedro (1Pe 4,11). La Iglesia desde sus inicios ha sido carismática, pues está inundada de los dones del Espíritu Santo.
El que no halla habido comunidades carismáticas en la Iglesia no quiere decir no no hubieran habido carismáticos, muchos santos lo fueron y con grandes carismas, san Francisco, san Juan María Vianney, san Pio de Pietrelcina, santo Domingo de Guzmán, san Juan Bosco, la beata Ana Catalina Emmerich, los beatos Jacinta y Francisco, etc, es sólo cuestión de leer una biografía decente de ellos y no secularizada de sus vidas y verás milagros, curaciones, fe en grado sumo, y hasta lenguas (jé, santa Teresa de Avila la llamaba "algarabía, como hablar de moros" en las Moradas, y san Ignacio de Loyola la llamaba "locuela").
Por último el beato Juan Pablo II en Cristifideles laici 24 nos habla de los carismas:
Los carismas
24. El Espíritu Santo no sólo confía diversos ministerios a la Iglesia-Comunión, sino que también la enriquece con otros dones e impulsos particulares, llamados carismas. Estos pueden asumir las más diversas formas, sea en cuanto expresiones de la absoluta libertad del Espíritu que los dona, sea como respuesta a las múltiples exigencias de la historia de la Iglesia. La descripción y clasificación que los textos neotestamentarios hacen de estos dones, es una muestra de su gran variedad: «A cada cual se le otorga la manifestación del Espíritu para la utilidad común. Porque a uno le es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia por medio del mismo Espíritu; a otro, fe, en el mismo Espíritu; a otro, carisma de curaciones, en el único Espíritu; a otro, poder de milagros; a otro, el don de profecía; a otro, el don de discernir los espíritus; a otro, diversidad de lenguas; a otro, finalmente, el don de interpretarlas» (1 Co 12, 7-10; cf. 1 Co 12, 4-6.28-31; Rm 12, 6-8; 1 P 4, 10-11).
Sean extraordinarios, sean simples y sencillos, los carismas son siempre gracias del Espíritu Santo que tienen, directa o indirectamente, una utilidad eclesial, ya que están ordenados a la edificación de la Iglesia, al bien de los hombres y a las necesidades del mundo.
Incluso en nuestros días, no falta el florecimiento de diversos carismas entre los fieles laicos, hombres y mujeres. Los carismas se conceden a la persona concreta; pero pueden ser participados también por otros y, de este modo, se continúan en el tiempo como viva y preciosa herencia, que genera una particular afinidad espiritual entre las personas. Refiriéndose precisamente al apostolado de los laicos, el Concilio Vaticano II escribe: «Para el ejercicio de este apostolado el Espíritu Santo, que obra la santificación del Pueblo de Dios por medio del ministerio y de los sacramentos, otorga también a los fieles dones particulares (cf. 1 Co 12, 7), "distribuyendo a cada uno según quiere" (cf. 1 Co 12, 11), para que "poniendo cada uno la gracia recibida al servicio de los demás", contribuyan también ellos "como buenos dispensadores de la multiforme gracia recibida de Dios" (1 P 4, 10), a la edificación de todo el cuerpo en la caridad (cf. Ef 4,16)»[79].
Los dones del Espíritu Santo exigen —según la lógica de la originaria donación de la que proceden— que cuantos los han recibido, los ejerzan para el crecimiento de toda la Iglesia, como lo recuerda el Concilio[80].
Los carismas han de ser acogidos con gratitud, tanto por parte de quien los recibe, como por parte de todos en la Iglesia. Son, en efecto, una singular riqueza de gracia para la vitalidad apostólica y para la santidad del entero Cuerpo de Cristo, con tal que sean dones que verdaderamente provengan del Espíritu, y sean ejercidos en plena conformidad con los auténticos impulsos del Espíritu. En este sentido siempre es necesario el discernimiento de los carismas. En realidad, como han dicho los Padres sinodales, «la acción del Espíritu Santo, que sopla donde quiere, no siempre es fácil de reconocer y de acoger. Sabemos que Dios actúa en todos los fieles cristianos y somos conscientes de los beneficios que provienen de los carismas, tanto para los individuos como para toda la comunidad cristiana. Sin embargo, somos también conscientes de la potencia del pecado y de sus esfuerzos tendientes a turbar y confundir la vida de los fieles y de la comunidad»[81].
Por tanto, ningún carisma dispensa de la relación y sumisión a los Pastores de la Iglesia. El Concilio dice claramente: «El juicio sobre su autenticidad (de los carismas) y sobre su ordenado ejercicio pertenece a aquellos que presiden en la Iglesia, a quienes especialmente corresponde no extinguir el Espíritu, sino examinarlo todo y retener lo que es bueno (cf. 1 Ts 5, 12.19-21)»[82], con el fin de que todos los carismas cooperen, en su diversidad y complementariedad, al bien común[83].c) En Corinto los católicos hablaban "lenguas extrañas" , al revés de lo sucedido en el caso que nos ocupa en el que emitían “ sonidos extraños”.
Eran verdaderas lenguas, si bien desconocidas a los presentes. Esto es evidente por la “unánime interpretación de los Padres de la Iglesia” e incluso por los repetidos reproches del mismo San Pablo: “Hay sin duda muchas y diversas lenguas en el mundo y ninguna carece de significado; pero si no entiendo el significado de la lengua seré extranjero para el que habla y el que habla será extranjero para mí” (1 Cor. 14,10).
Además, San Pablo, dice que él mismo posee el don y que lo posee con más plenitud que ellos (1 Cor. 14,19). Y así era justo que fuese, porque debía predicar el Evangelio a diversos pueblos. ¿Cómo habría podido aprender tantas lenguas tan rápidamente? Dios por lo tanto, obró en él el mismo milagro que había obrado en los otros Apóstoles el día de Pentecostés.
Por el contrario, los carismáticos que estaban ese día en mi parroquia emitíann sonidos ininteligibles, como balbuceos.
A ver, vamos a distinguir dos fenómenos, por así llamarlos, que son parecidos pero tienen distinta función: primero está el don de lenguas que se menciona en 1Cor 12 y 14, que es la glosolalia (término técnico usado en pneumatología) que es precisamente como balbuceo o lenguaje pre conceptual que obedece a la inspiración del Espíritu Santo, por eso es que no se expresa con palabras entendibles, es como el lenguaje de los bebés, por eso a santa Teresa le parecía como "hablar de moros", que no se entendía. Es un lenguaje más afectivo que reflexivo, atiende a manifestar más bien nuestros sentimientos de amor a Dios que a racionalizarlos, con esto no quiere decir que sólo se limite a una expresión de sentimientos, puesto que es verdadera oración del Espíritu que "ora en nosotros con gemidos inefables" (ver Rm 2,26) y es más nos dice san Pablo un poco más abajo: "El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios." (Rom 8:16), es el mismo Espíritu que ora en nosotros.
El otro fenómeno a que haces alusión es la "heteroglosia" (hablar otras lenguas), que fue el milagro de Pentecostés en que los apóstoles predicaron en lenguas que nunca habían aprendido. Este carisma es distinto de la glosolalia en su función y en su manifestación. En el primero se trata de oración y en el segundo de predicación.
Como dije, san Pablo lo único que les dijo en buenas cuentas a los corintios es que se ordenaran un poco, que no se fueran por el camino de los cultos paganos de los que habían salido, porque vio que no les era de provecho si todos andaban orando en lenguas todo el tiempo y nadie predicaba ni exhortaba ni profetizaba, que en buenas cuentas también eran carismas para provecho común mucho más importantes que el orar en lengua, con esto no quiso decir que orar en lenguas estaba mal, pues como dice ahí mismo "yo hablo mas que todos ustedes" (glosolalia).
De hecho, San Pablo, si bien no prohibe a los Corintios profetizar y hablar en lenguas, repite insistentemente que el don de lenguas es el menos importante entre los carismas, y que no debe buscarse ansiosamente. Cuando se presente el caso auténtico de una persona que habla en lenguas, debe hacerlo con discreción y de manera decorosa, y en cuanto no haya nadie que comprenda o ningún intérprete presente, debe callarse.
Aquí habla de un tercer carisma, que es la profecía en lenguas, que es distinto de los otros dos, pues su fin es exhortar, profetizar y amonestar y consolar a la asamblea. Para ello alguien da un mensaje en lenguas (glosolalia) inspirado por el Espíritu Santo y otro inspirado por el mismo Espíritu interpreta, si no hay quien interprete no se debe dar el mensaje. De hecho si en un grupo de oración carismático no se da este carisma si no se da tampoco el interpretar.
2. Durante sus dos mil años de vida, la Iglesia Católica jamás ha conocido el “Bautismo del Espíritu”, tal como nos lo quieren enseñar los carismáticos; sino que ha enseñado, infaliblemente, desde el Concilio Ecuménico de Florencia (1439) que la Confirmación es el Pentecostés de todo cristiano; las palabras del Concilio son: “en la Confirmación el Espíritu Santo se da para fortificar al fiel lo mismo que fue dado a los Apóstoles el día de Pentecostés” (Denz. 697)
3. Los carismáticos católicos niegan que el Bautismo del Espíritu sea un sacramento, pero su negación la contradicen los hechos. Un sacramento, en realidad, es un signo externo que produce la gracia. Ahora bien, el llamado “Bautismo del Espíritu” tendría todos los elementos constitutivos de un sacramento: la imposición de las manos seria el signo externo; la invocación al Espíritu Santo sería la forma; la efusión del Espíritu sería el efecto. Pero hay más. Si el “Bautismo del Espíritu” fuese verdadero, no seria un simple sacramento, sino un "Super sacramento", muy superior a los otros siete reconocidos por la Iglesia, porque: a) no produciría simplemente la gracia, sino una efusión de ella semejante en plenitud a la producida el día de Pentecostés; b) además no produciría solamente la gracia en el alma, sino también una milagrosa efusión externa; c) por último, no produciría solamente la gracia interna y externa, sino que conferiría también dones milagrosos, como el don de curaciones, de profecía, de lenguas, etc.
Bueno, en cuanto a la continuidad de los carismas en la Iglesia y qué es lo que es la "Efusión en el Espíritu Santo" ya te lo puse arriba en palabras de santo Tomás de Aquino y en las del papa Juan Pablo Ii. Efectivamente no es ningún sacramento, es más bien si se puede decir, que es como un sacramental, que nos recuerda y reaviva en nosotros la llama que encendió en nosotros los sacramentos del bautismo y la confirmación. En el caso de la efusión la imposición de las manos no produce la gracia, puesto que no es sacramento, sino más bien es un signo de bendición sobre la persona, bien se podría pedir la efusión sin hacerlo y el Espíritu se derramaría igual.
Una aclaración, cuando recibimos los sacramentos del bautismo y la confirmación ya recibimos el Espíritu en pleno, con todos sus dones y carismas incluidos, lo que hace la efusión es que al pedirla nos abrimos a su acción de una manera nueva, y si el Espíritu quiere darnos algún carisma eso es cosa de él como dice 1Cor 12 que "a cada cual le otorga según su voluntad", y si no quiere dalos no los otorga.
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4. De pasada se puede observar que los carismáticos no se muestran muy interesados en los siete dones del Espíritu Santo, que se dan a todos los cristianos en el Bautismo y en la Confirmación: los dones de Sabiduría, Entendimiento, Consejo, Fortaleza, Ciencia, Piedad y Temor de Dios.
Eso no es así, y su hubiera un carismático que no le interesara es que o es un ignorante en cuanto a los dones o no ha tenido la experiencia del Espíritu en realidad, porque los dones son más que los carismas que pueden estar o no estar presentes, en cambio los dones son imprescindibles para la vida cristiana. Los carismas pueden ser otorgados un día pero también pueden ser retirados sin que en esto tenga que ver el mérito, pero también pueden ser perdidos si no se ejercen.
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5. Si un laico, hombre o mujer, o una religiosa, al imponer las manos, pueden impartir el Espíritu Santo junto con algunos poderes milagrosos, ¿qué necesidad tenemos de los obispos o de los sacerdotes? ¡NINGUNA! Los pentecostales protestantes no tienen necesidad de ellos; ¿por qué habríamos de tenerla los católicos? Cualquiera podría objetar que esto es llevar las cosas demasiado lejos. Además, los carismáticos dicen: “¿Qué hay de malo en la imposición de las manos? ¿Es que cada cual no puede imponer las manos e invocar al Espíritu Santo?".
como ya te aclaré no se trata de un sacramento, ni el que impone las manos confiere nada, sino que es un acto de bendición sobre el que pide, el que confiere los carismas y el avivamiento del Espíritu es el Señor. No podría haber efusión del Espíritu sin los sacramentos de iniciación, porque no se puede reavivar algo que no está.
A la primera objeción se responde que esto no es llevar las cosas demasiado lejos, sino su lógica conclusión. Desgraciadamente los pentecostales siguen la “experiencia” y no la “lógica” , y esto les vuelve sordos a la voz de la razón. A la segunda objeción se responde que todos son libres para invocar al Espíritu Santo, pero no lo son para imponer las manos con el fin de introducir a los fieles en el camino al que quieren llevarles. Imponer las manos denota autoridad : Los Patriarcas del Antiguo Testamento imponían las manos a sus hijos para bendecirles. Cristo imponía las manos sobre los Apóstoles para conferirles el Espíritu Santo. Los Apóstoles a su vez, y después de ellos los Obispos y los Sacerdotes, imponen las manos para consagrar y confirmar. Pero ¿qué autoridad tiene un laico para imponer las manos sobre otro laico, o lo que es peor, sobre un Sacerdote, o sobre un Obispo o un Cardenal? ¿Quién les ha dado esa autoridad?
En realidad a los carismáticos ni nos va ni nos viene lo que hagan los pentecostales, nosotros tenemos nuestros legítimos pastores que son los sacerdotes y los obispos.
NO CRISTO, que ha establecido el Sacramento de la Confirmación para conferir el Espíritu Santo; NI LA IGLESIA, que no sabe nada del Bautismo del Espíritu; NI EL MISMO ESPÍRITU SANTO , puesto que no hay pruebas en la Escritura o en la Tradición de que haya conferido tal autoridad.
Como ya te dije, hay muchas pruebas en la Escritura y la Tradición de la Iglesia, otra cosa es que no las quieran ver los que no les gusta la renovación ya sea por ignorancia o por otras razones. La misma vida religiosa es un carisma en si misma y ha estado siempre presente en la Iglesia.
Y no se objete que es un simple gesto que cualquiera puede hacer: no es un simple e inútil gesto. Es un intento de acción “sacramental” , porque se hace una petición fantástica (casi se podría decir sacrílega) para que, por medio de ese gesto, se produzca una efusión extraordinaria del Espíritu Santo, con experiencia mística y carismas muy superiores a los que pueden producir los Sacramentos del Bautismo, de la Confirmación, del Orden, y verdaderamente de cualquier otro Sacramento.
Me vas a perdonar pero ahí sólo habla sólo tu ignorancia, vuelvo a insistirte, la imposición de manos en la efusión no confiere nada, es tan sólo un gesto de amor al hermano, además no se impone las manos en la cabeza como en la confirmación, por lo menos en mi país no se hace, sino que en el hombro, precisamente para no caer en confusiones que lleven a pensar que es un sacramento.
Las experiencias místicas y los carismas son un don, que los recibe el que esté abierto a recibirlos, si alguien no ha tenido tales experiencias en su vida es que no está abierto por desconocimiento de su fe o las rechaza. El Señor no obliga a nadie a tener visiones o a orar en lenguas o a tener un carisma de discernimiento (que es distinto del natural adquirido por la experiencia), si la persona se resiste a su acción él no la fuerza. Y decir que los carismáticos quieren imponer un super sacramento sacrílego es una CALUMNIA.
6. La humildad es el fundamento y la fuente de todas las virtudes; el orgullo es la fuente de todos los pecados; la humildad es la virtud de Cristo, de María Santísima y de los Santos; el orgullo es el vicio de Satanás y de sus secuaces. El orgulloso está lleno de seguridad en sí mismo y de autoconfianza, busca lo sensacional y lo ostenta como virtud; el humilde, en cambio, busca el último puesto, evita lo sensacional y extraordinario, tiene miedo de engañarse y se considera indigno de los dones extraordinarios. Si Dios le da estos dones, los acepta con temor y temblor, incluso pide al Señor que se los quite y le lleve por la vía ordinaria; los esconde lo más posible, y si a veces, constreñido por la obediencia, debe hablar, lo hace con extrema repugnancia y reserva.
Es exactamente lo opuesto de lo que les sucede a los carismáticos: desean dones extraordinarios, particularmente los que impresionan los sentidos, como el don de lenguas, el de su interpretación, y el de curación.
Mientras el humilde implora “¡No a mí, Señor, no a mí!”, el carismático se pone en primer lugar con atrevimiento y dice con los hechos, sino con las palabras: “Heme aquí, Señor; haz que yo tenga la experiencia mística de Tu presencia, que hable lenguas, que yo tenga el poder de conferir el Espíritu Santo en el momento y ocasión que considere oportuno, que yo profetice, que yo cure a las personas en cualquier parte".
Estoy de acuerdo en que los que reciben los dones deben actuar con humildad, pues no son mérito de nadie, pero decir que los carismáticos sólo buscan los carismas espectaculares para lucirse es otra CALUMNIA, si los hay por ahí algunos no han entendido que son para provecho común de la Iglesia y no para el propio. Distinto es el que se pidan, pues el Señor mismo dijo que pidamos, en pedir no hay engaño, si la persona que pide tal o cual carisma es sincera y recta en la intención, el Señor si es su voluntad se lo otorgará, pero si no lo es, mejor que se convierta, porque no se juega con el Espíritu Santo.
7. La enseñanza y la práctica de los carismáticos contradice el ejemplo de los Santos, particularmente de los grandes místicos, (a pesar de citarlos constantemente como inspiradores de las técnicas que ellos ponen en marcha). Los Santos constantemente temían ser engañados por el demonio, desdeñaban los fenómenos extraordinarios, y pedían al Señor con insistencia el mantenerlos en la vía ordinaria.
Para evitar autoengañarse, se confiaban ordinariamente a expertos directores espirituales, y frecuentemente recibían ayuda providencial del mismo Dios. Les declaraban hasta los más insignificantes sentimientos de su corazón y obedecían heroicamente a lo que les mandaban. ¿Se puede imaginar a Santa Catalina de Siena, Santa Teresa de Ávila, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, recorriendo el mundo haciendo ostentación de sí mismos, en su reconocido carácter de auténticos dispensadores del Espíritu Santo?
La enseñanza y la práctica carismática contradicen también la explícita enseñanza de los grandes maestros de la vida espiritual y de los Doctores de la lglesia, que constante y unánimemente enseñan que las verdaderas virtudes que hay que pretender son la humildad, la mortificación, el amor de la humillación, el aniquilamiento de sí mismo, la vida escondida, el evitar la singularidad y la ocasión, para que el orgullo no nazca en el corazón.
San Juan de la Cruz resume así esta doctrina: “POR TANTO DIGO QUE DE TODAS ESTAS APRENSIONES Y VISIONES IMAGINARIAS Y OTRAS CUALESQUIERA FORMAS O ESPECIES (...) AHORA SEAN FALSAS DE PARTE DEL DEMONIO, AHORA SE CONOZCAN SER VERDADERAS DE PARTE DE DIOS, EL ENTENDIMIENTO NO SE HA DE EMBARAZAR NI CEBAR EN ELLAS, NI LAS HA EL ALMA DE QUERER ADMITIR NI TENER PARA PODER ESTAR DESASIDA, DESNUDA, PURA Y SENCILLA” (Subida al Monte Carmelo. Lib II. Cap. 16).
Es exactamente lo opuesto de lo que hacen los carismáticos.
En este punto tampoco coincido contigo, ya que como te dije, los grandes místicos eran carismáticos, aunque no se refirieran a si mismos con ese nombre. Y los carismas no son para ostentar de ellos sino para el bien común de la Iglesia, lee bien al papa Juan Pablo II por favor.
En cuanto a no confiar en si mismo, nadie crece en la vida espiritual sin alguien que lo guíe, en la renovación se procura la guía de los sacerdotes y los obispos, no somos acéfalos, es por eso que se organizan retiros espirituales, jornadas y otras mucha actividades de crecimiento espiritual; y el que crea que puede progresar en los caminos del Espíritu por sí solo es un tonto, ciego, guía de ciegos. Estoy consciente que entre los carismáticos también hay carismaniáticos, pero por esos pocos no vas a colgarle los errores a todos. Ahora si eres un filolefevrista asérrimo comprendo tu inquina hacia la RCC, aunque no la comparta ni diga que es correcta y cristiana esa actitud.
8. El movimiento se concentra en la celebración de la “alegría” del espíritu. No hay lugar en el movimiento para la agonía del Getsemaní, los tormentos de la Pasión, las noches del alma que resaltan en la vida de los Santos; como la noche tan profunda que arrancó de los mismos labios de Cristo el grito de indecible dolor: “¡Dios mío, Dios mío! ¿Porqué me has abandonado?” (Mt. 27,46).
Los carismáticos deberían saber que la santidad no consiste en la alegría, sino más bien en el sufrimiento. Cristo ha llevado a sus Santos, particularmente a los grandes místicos, a las alturas de la santidad no precisamente por el camino de la alegría, sino por un inenarrable dolor, porque la esencia del amor no es la alegría, sino el sufrimiento: “quien quiera ser mi discípulo, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16,24)
La auténtica celebración de la alegría está reservada para el cielo.
Es indicio de mayor perfección decir “que se haga tu Voluntad” en la agonía de Getsemaní, que en la alegría de Pentecostés.
¿Así que debemos estar tristes porque Jesús resucitó? Pues no, pero como dices no hay que olvidar el camino de la cruz, pero hay muchos cristianos que su semana santa termina el viernes y no pasan al domingo y piensan que ser católico es tan sólo padecer el valle de lágrimas, sino que todo lo contrario, el Señor vino a sacarnos de este valle, el estar crucificado con Cristo no quiere decir que andemos doblados y angustiados por la vida, todo lo contrario, todo lo podemos en aquel que nos ama, y ya no hay tribulación ni llanto ni dolor que sea más fuerte que el amor del Señor (lee Rm 8). Y hay un tiempo para cada cosa, y el tiempo del luto terminó para Jerusalén y para el que es de Cristo.
Con esto no niego el valor de la meditación de la cruz y del sacrificio eucarístico, todo lo contrario. Pero así como los sanados por el Señor saltaban de gozo y bendecían a Dios , así es la experiencia del que ha encontrado y dejado entrar a Cristo en su vida.
Por otro lado mira lo que dice el Catecismo acerca del caracter de a liturgia en el número 1136:
"La Liturgia es "acción" del "Cristo total" (Christus totus). Por tanto, quienes celebran esta "acción", independientemente de la existencia o no de signos sacramentales, participan ya de la Liturgia del cielo, allí donde la celebración es enteramente Comunión y Fiesta."y el 1139
En esta Liturgia eterna el Espíritu y la Iglesia nos hacen participar cuando celebramos el Misterio de la salvación en los sacramentos.Es decir, que si la liturgia celeste es comunión y fiesta, la liturgia y los sacramentos nos hacen participar de esa liturgia celeste, también son
comunión y fiesta. Por lo tanto la alegría no sólo está reservada para el cielo, sino que desde ya en los sacramentos la comenzamos a vivenciar y a prepararnos para plena participación en la liturgia del cielo.
9. El Movimiento Carismático contradice el Concilio Vaticano II: en efecto, este enseña que los “dones extraordinarios no hay que pedirlos temerariamente, ni hay que esperar de ellos con presunción los frutos de los trabajos apostólicos” (Lumen Gentium, 12).
No creo que nadie pida en la RCC los carismas temerariamente, porque el que los pide sin saber lo que pide o por motivos torcidos comete un gran pecado. Y todo lo contrario el movimiento carismático es fruto del Concilio Vaticano II
10. Creo que hay muchas personas buenas dentro de la Renovación Carismática o Movimiento Carismático. Muchas personas de “buena fe”, aunque ignorantes en muchos casos, que se dejan engañar por las malas artes de ALGUNOS (OJO, DIGO ALGUNOS) que actuan como falsos profetas.
San Beda me dió el empujón que me faltaba: “Si el escándalo viene por la verdad, es mejor que venga” (Catena Aurea).