Con que tristeza y desilusión debe observar Ntro Señor el destripamiento que se está originando entre quienes conforman su Iglesia, - clero y laicos – cómo se han trastocado los valores, y se ha relegado en el olvido los principales mandamientos, el amor a Dios y el amor al prójimo. Hoy existe el terrible individualismo del yo primero, segundo y tercero, el culto al dinero, al poder, a la fama y la diversión, y para lograr esos fines cualquier medio está justificado, sin importar pisotear a Dios y al prójimo. Pareciera ser que el pobre lema de una gran mayoría es: No hay un minuto para Dios, apenas tenemos tiempo para nosotros.
“Es que ya no se puede confiar en los curas” con esa frase muchos católicos justifican hoy su alejamiento de Dios, del cambio de sus valores, y responsabilizan a la Iglesia Católica de todos los fracasos políticos, económicos y humanos; lo que ciertamente no es ninguna novedad, siempre ha sido así, desde la época de la Reforma hasta nuestros días. No ha habido problema, error o sufrimiento histórico que no se le haya imputado". La obra maestra de la propaganda anticristiana es haber logrado crear en los cristianos, sobre todo en los católicos, convencernos de que la Iglesia es responsable de todos o casi todos los males del mundo. La iglesia ha permitido que descontentos de cualquier ralea le pasen la cuenta, a menudo falseada casi sin discutir. Y nosotros, siempre ignorantes del pasado de la Iglesia, hemos acabado por creerlo, hasta el punto de respaldarlo en circunstancias que todos, clero y laicos bautizados - católicos, apostólicos y romanos -conformamos la Sta. Madre Iglesia y por tanto, todos sin excepción somos responsables de cuidarla, protegerla y defenderla como institución, difundir su verdadera doctrina y su verdad manteniendo una transparencia e integridad que sean coherentes con una vida cristiana.
Agrava esta triste e histórica realidad, el demonio que como bien dijo el Papa Paulo VI, se ha colado por una rendija en el seno de la misma Iglesia; ya que no son sólo los anticristianos quienes culpan y condenan, sino que los laicos católicos y también dentro de la propia Curia, donde se están dando situaciones anómalas debido a que la envidia y las luchas de poder e intereses creados están originando tremendas divisiones intestinas.
Solo nos basta abrir los ojos y mirar lo que sucede a nuestro alrededor; una tremenda escasez de verdadera vocación sacerdotal, y la poca que hay, tiene una formación tan débil que ha permitido la perniciosa entrada de la errónea Teología de la Liberación cuyo origen pienso, puede provenir de la ignorancia o bien, de un modernismo mal entendido para hacer del catolicismo una religión más amigable y complaciente, acorde a la “época relajada en que vivimos” y con este fin, destierra verdades y principios fundamentales de la Fe católica.
Esta misma permisividad me parece que redunda en un relajamiento tanto moral como espiritual dentro de la misma Curia teniendo y manteniendo convulsionada a nuestra Iglesia; como por ejemplo, las acusaciones de pedofilia, homosexualismo, etc. que últimamente hemos visto en forma destacada en los medios de comunicación. Me llama la atención que algunas de éstas, - al menos en mi país, Chile - sean contra sacerdotes que han sobresalido por su excelente desempeño vocacional en el área que les ha correspondido trabajar, y yo me pregunto ¿Cuántos han sido condenados en justicia y cuántos han sido o son victimas de la envidia o de una venganza?
En mi opinión como católica laica considero que lamentablemente la Curia chilena frente a estas situaciones, no se destaca por su caridad cristiana y justicia, lo que es posible notar en sus inapropiadas y desacertadas declaraciones públicas incluso condenatorias - a priori de un debido proceso -, en circunstancias que ellos más que nadie, deben respetar el derecho de presunción de inocencia por parte de un acusado hasta que se pruebe lo contrario, por medio de un proceso JUSTO; y no dar entrevistas anticipando condena antes que se dicte sentencia. Y esto pienso se podría sintetizar en una palabra: Miedo a que los medios de comunicación los puedan acusar de no hacer nada, de proteger y esconder a un culpable y ser por ello, criticados y denostados duramente por el país.
Entonces me pregunto ¿serán estos mismos personajes lo suficientemente valientes para disculparse ante el dolor adicional e injustamente provocado en caso de ser el acusado inocente? ¿Quién les restituirá la honra? ¿Quién les devolverá el tiempo perdido y robado a Dios? - ¡Si, robado a Dios!
Y me vuelvo a preguntar ¿En que parte del camino se perdió la caridad cristiana? - ¿cuándo y por qué se comenzó hacer leña del árbol caído? - La Iglesia debe asistir y ayudar al caído, al acusado y al condenado y no darle vuelta la espalda marginando a un hermano de toda ayuda espiritual. ¿El sacerdote caído, acusado o condenado también necesita la asistencia y apoyo de su hermano en Cristo? - ¿por qué lo abandonan a su suerte? o ¿es que sin estar condenados aún, ya no lo reconocen? –
Termino este parcial y desmoralizador análisis del interior de nuestra Iglesia con el tremendo consuelo de una gran verdad “las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella”