Es claro que hay mujeres que dejan la crianza y educación de los hijos en manos de abuelos, niñeras, o de plano la TV, porque las demandas del mundo laboral son exigentes y ellas no saben poner freno, estos casos son delicadísimos, porque los niños tienen constantes crisis de autoridad (¿quien los dirige: la mamá, la abuela materna, la abuela paterna, la niñera?) Además recordemos que las abuelas no son las responsables de educar a los nietos, normalmente están cansadas y no tienen la energía física que tenían en la juventud, además de que muchas de ellas no entienden muchas novedades tecnológicas y de comunicación, por lo que dejan a los nietos explorar solos esos mundos sin darles una adecuada orientación, y las consecuencias de esto saltan a la vista.
Sumemos que una madre que trabaja, regresa a su casa cansada, por lo tanto tiene la grave tentación de no educar, puesto que está cansada y no tiene la energía suficiente para dedicarlo a sus hijos, o tiene sentimientos de culpa por haberlos dejado y por tanto consiente caprichos y berrinches como "pago" por la culpa sentida, pues no quiere llegar a su casa a pelear con un chiquito, a ser la "mamá mala" que solo llega a regañar, poner orden, etc. En este sentido eso del "tiempo de calidad" se va convirtiendo en una falacia.
Son muchas las dificultades a las que se enfrenta la familia cuando la mamá tiene trabajo fuera de casa (aunque como ya dije en mi post anterior, esto no es exclusivo de las madres trabajadoras). Esto sin tomar en cuenta a las mujeres que deciden no tener hijos (o tener solo uno, lo que para mi es peor) para no sacrificar su trabajo y su nivel de vida.
Es cierto que estamos en tiempos de crisi y que la familia debe ponerse en primerísimo lugar, y no solo en discursos sino en acciones concretas, pero no hay que olvidar que el papel de la mujer está en todos los ámbitos sociale, político, médico, académico, etc y no es posible pensar que la mujer por ser madre dejará de llevar el Evangelio a todo ámbito que pueda.
Lo dice el Concilio:
Pero llega la hora, ha llegado la hora en que la vocación de la mujer se cumple en plenitud, la hora en que la mujer adquiere en el mundo una influencia, un peso, un poder jamás alcanzado hasta ahora.
Por eso, en este momento en que la humanidad conoce una mutación tan profunda, las mujeres llenas del espíritu del Evangelio pueden ayudar tanto a que la humanidad no decaiga.
Mujeres, vosotras, que sabéis hacer la verdad dulce, tierna, accesible, dedicaos a hacer penetrar el espíritu de este Concilio en las instituciones, las escuelas, los hogares, y en la vida de cada día.
Por tanto tenemos que buscar un equilibrio, como familia y como sociedad, para que las mujeres puedan cumplir sus funciones y responsabilidades familiares pero también puedan llegar a los demás lugares.
Dios tiene la máxima prioridad; si algo en nuestra vida merece premura sin tardanza es solamente la causa de Dios