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Mujer y sociedad
23. Sin entrar ahora a tratar de los diferentes aspectos del amplio y complejo tema de las relaciones mujer-sociedad, sino limitándonos a algunos puntos esenciales, no se puede dejar de observar cómo en el campo más específicamente familiar una amplia y difundida tradición social y cultural ha querido reservar a la mujer solamente la tarea de esposa y madre, sin abrirla adecuadamente a las funciones públicas, reservadas en general al hombre.
No hay duda de que la igual dignidad y responsabilidad del hombre y de la mujer justifican plenamente el acceso de la mujer a las funciones públicas. Por otra parte, la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras profesiones. Por otra parte, tales funciones y profesiones deben integrarse entre sí, si se quiere que la evolución social y cultural sea verdadera y plenamente humana.
Esto resultará más fácil si, como ha deseado el Sínodo, una renovada «teología del trabajo» ilumina y profundiza el significado del mismo en la vida cristiana y determina el vínculo fundamental que existe entre el trabajo y la familia, y por consiguiente el significado original e insustituible del trabajo de la casa y la educación de los hijos[66]. Por ello la Iglesia puede y debe ayudar a la sociedad actual, pidiendo incansablemente que el trabajo de la mujer en casa sea reconocido por todos y estimado por su valor insustituible. Esto tiene una importancia especial en la acción educativa; en efecto, se elimina la raíz misma de la posible discriminación entre los diversos trabajos y profesiones cuando resulta claramente que todos y en todos los sectores se empeñan con idéntico derecho e idéntica responsabilidad. Aparecerá así más espléndida la imagen de Dios en el hombre y en la mujer.
Si se debe reconocer también a las mujeres, como a los hombres, el derecho de acceder a las diversas funciones públicas, la sociedad debe sin embargo estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente, aunque ellas se dediquen totalmente a la propia familia.
Se debe superar además la mentalidad según la cual el honor de la mujer deriva más del trabajo exterior que de la actividad familiar. Pero esto exige que los hombres estimen y amen verdaderamente a la mujer con todo el respeto de su dignidad personal, y que la sociedad cree y desarrolle las condiciones adecuadas para el trabajo doméstico.
La Iglesia, con el debido respeto por la diversa vocación del hombre y de la mujer, debe promover en la medida de lo posible en su misma vida su igualdad de derechos y de dignidad; y esto por el bien de todos, de la familia, de la sociedad y de la Iglesia.
Es evidente sin embargo que todo esto no significa para la mujer la renuncia a su feminidad ni la imitación del carácter masculino, sino la plenitud de la verdadera humanidad femenina tal como debe expresarse en su comportamiento, tanto en familia como fuera de ella, sin descuidar por otra parte en este campo la variedad de costumbres y culturas.
Matias Arg escribió:En este texto el papa refuta esa popular tradición de que las mujeres que son madres sean privadas de acceder a una institución académica y/o ejercer algún tipo de profesión, cultura que imperaba mas asidua mente en los albores de la sociedad pero que no se ha extinto en la actualidad. Quizás la única diferencia es la sutileza con la que se intenta persuadir, ya no imponiendo y privando, pero si infundando con demagogia la falacia de que una madre que trabaja es una mala educadora de sus hijos.
La única medida de valor de un trabajo no debe ser la remuneración monetaria.
Las mujeres que, además de la vocación a la formación y cuidado de una familia, experimentan un fuerte llamado científico, artístico o de otra clase, es necesario que calculen sus fuerzas y capacidades para que sus esfuerzos en tal sentido, no sean en desmedro de su esposo e hijos.
Por otra parte, la verdadera promoción de la mujer exige también que sea claramente reconocido el valor de su función materna y familiar respecto a las demás funciones públicas y a las otras profesiones. Por otra parte, tales funciones y profesiones deben integrarse entre sí, si se quiere que la evolución social y cultural sea verdadera y plenamente humana.
la sociedad debe sin embargo estructurarse de manera tal que las esposas y madres no sean de hecho obligadas a trabajar fuera de casa y que sus familias puedan vivir y prosperar dignamente
Muchas se sienten y de hecho lo están, obligadas por las estructuras sociales y económicas, a trabajar para el sostén de los suyos.
A ver si me explico. Mi teoría es que esta situación generalizada por la cual muchas mujeres esposas y madres, se ven obligadas a hacer otro trabajo que el de su casa y su familia, se debe a un sometimiento premeditado como muchos otros. No estoy en la mente de ellos. No sé con qué intención lo hacen pero, se nota que lo hacen y consiguen más y más. Lo cual nos debe importar mucho porque va en la misma línea que los abortos, la práctica muchas veces "orgullosa" de homosexualidad, la eutanasia, el alquiler de vientres, la manipulación de embriones humanos.
Si en estos temas no podemos "primerear" plantemos barricadas que no puedan pasar y enviemos hacia adelante alegres expediciones evangelizadoras
tralalá escribió:...A ver si me explico. Mi teoría es que esta situación generalizada por la cual muchas mujeres esposas y madres, se ven obligadas a hacer otro trabajo que el de su casa y su familia, se debe a un sometimiento premeditado como muchos otros. No estoy en la mente de ellos. No sé con qué intención lo hacen pero, se nota que lo hacen y consiguen más y más. Lo cual nos debe importar mucho porque va en la misma línea que los abortos, la práctica muchas veces "orgullosa" de homosexualidad, la eutanasia, el alquiler de vientres, la manipulación de embriones humanos.
Si en estos temas no podemos "primerear" plantemos barricadas que no puedan pasar y enviemos hacia adelante alegres expediciones evangelizadoras .
Hablando del tema de la mujer en general (y de su proyección en la Iglesia, en particular entre las religiosas) me parece advertir en él una singular amargura: «Es la mujer la que más duramente paga las consecuencias de la confusión, de la superficialidad de una cultura que es fruto de mentes masculinas, de ideologías machistas que engañan a la mujer y la desquician en lo más profundo, diciendo que en realidad quieren liberarla».
Dice a este propósito: «A primera vista, las instancias del feminismo radical a favor de una total equiparación entre el hombre y la mujer parecen nobilísimas y, en todo caso, absolutamente razonables. Y parece lógico que esta defensa del derecho de la mujer a ingresar en todas las profesiones, sin excluir ninguna, se transforme en el interior de la Iglesia en una exigencia de acceso también al sacerdocio. Esta exigencia de la ordenación, esta posibilidad de contar con sacerdotisas católicas parece a muchos no sólo justificada, sino también inocua: una simple e indispensable adecuación de la Iglesia a una situación social nueva con la que hay que contar».
...
Contra la "trivialización" de la sexualidad
La cosa, observo, no está del todo clara: queda por ver de qué modo la Biblia y la Tradición, que la ha interpretado, entienden "proteger" a la mujer excluyéndola del sacerdocio.
«Ciertamente —admite—. Pero entonces es preciso ir al fondo de la pretensión, que el feminismo radical recibe de la cultura ambiente, de "trivializar" el carácter específico de la sexualidad, haciendo intercambiable todo tipo de función entre hombre y mujer. Al hablar de la crisis de la moral tradicional, hacía hincapié en que en la raíz de la crisis hay una serie de fatales rupturas: la ruptura, por ejemplo, entre sexualidad y procreación. Despojado el vínculo que le une a la fecundidad, el sexo ya no aparece como una característica determinada, como una orientación radical y originaria de la persona. ¿Hombre? ¿Mujer? Para algunos se trata de preguntas ya "superadas", carentes de sentido, si no racistas. La respuesta del conformismo corriente es previsible: "poco importa ser hombre o mujer; todos somos simplemente personas humanas". Esto, en realidad, no deja de ser grave, por muy bello y generoso que parezca: significa que la sexualidad no se considera ya como enraizada en la antropología; significa que el sexo se mira como una simple función que puede intercambiarse a voluntad».
¿Y entonces?
«Entonces se deduce, con lógica coherencia, que todo el ser y el obrar de la persona humana se reducen a pura funcionalidad, a simple cumplimiento de un papel: por ejemplo, el papel de "consumidor" o el papel de "trabajador", según los regímenes. En todo caso, se trata de algo que no se relaciona directamente con la diversidad sexual. No es casualidad que, entre las campañas de "liberación" que se han llevado a cabo en estos años, se haya planteado la lucha por sacudiese la "esclavitud de la naturaleza", reivindicando el derecho de ser hombre o mujer según el capricho de cada uno, por ejemplo por vía quirúrgica, y exigiendo que el Estado haga constar en el registro civil esta voluntad autónoma del individuo. Y no es tampoco casualidad que las leyes se hayan adecuado con toda presteza a semejante reivindicación. Si todo se reduce a cumplir un "papel" y se ignora el específico carácter natural inscrito en lo profundo del ser, también la maternidad es una simple función casual: y, de hecho, ciertas reivindicaciones feministas consideran "injusto" que sea sólo la mujer la que tenga que parir y amamantar. Y la ciencia —no sólo la ley— tiende una mano: transformando un hombre en mujer y viceversa, como ya se ha visto; o separando la fecundidad de la sexualidad, con la finalidad de hacer procrear a capricho por medio de manipulaciones técnicas. ¿No somos acaso todos iguales? Entonces, si es necesario, se combate también contra la "desigualdad" de la naturaleza. Pero la naturaleza no se violenta, sin sufrir por ello las más devastadoras consecuencias. La sacrosanta igualdad entre hombre y mujer no excluye, sino que exige la diversidad».
...
«Sí —repite—; es la mujer la que más paga. Maternidad y virginidad (los dos altísimos valores en los que la mujer realizaba su vocación más profunda) han venido a ser valores opuestos a los dominantes. Pero la mujer, creadora por excelencia al dar la vida, no "produce" en sentido técnico, que es el único sentido que se tiene en cuenta en una sociedad entregada al culto de la eficacia, Y. por ello, más dominada que nunca por el hombre. Se convence a la mujer de que se la quiere "liberar" y "emancipar", induciéndole a masculinizarse y haciéndola así homogénea a la cultura de la producción, sometiéndola al control de la sociedad masculina de los técnicos, de los vendedores y de los políticos que buscan beneficio y poder, y todo lo organizan, todo lo venden y todo lo instrumentalizan para sus fines. Al afirmar que la diferencia sexual es en realidad secundaria (y, por lo tanto, negando el cuerpo mismo como encarnación del espíritu en un ser sexuado), se despoja a la mujer no sólo de la maternidad, sino también de la libre elección de la virginidad; y, sin embargo, así como el hombre no puede procrear, así tampoco puede ser virgen si no es "imitando" a la mujer. Ésta, también por este camino, tenía el valor altísimo de "signo" y de "ejemplo" para la otra parte de la humanidad».
INFORME SOBRE LA FE
Card. Joseph Ratzinger
Vittorio Messori
eduarod escribió: es la mujer la que más paga, más dominada que nunca por el hombre[/b]
INFORME SOBRE LA FE
Card. Joseph Ratzinger
Vittorio Messori
52. La familia es escuela del más rico humanismo. Para que pueda lograr la plenitud de su vida y misión se requieren un clima de benévola comunicación y unión de propósitos entre los cónyuges y una cuidadosa cooperación de los padres en la educación de los hijos. La activa presencia del padre contribuye sobremanera a la formación de los hijos; pero también debe asegurarse el cuidado de la madre en el hogar, que necesitan principalmente los niños menores, sin dejar por eso a un lado la legítima promoción social de la mujer.
tralalá escribió:...Y no me he salido del tema sino que cuando la mujer se descoloca de su primordial misión en el mundo, todo se va descalabrando.
¡Qué calor nos hace no!
DIOS te bendiga. Tralalá
De la mano de Teresa de Jesús, Enrique de Ossó entiende que el amor a Cristo tiene que ser el centro de su obra. Un amor a Cristo que cautive y arrebate a los hombres ganándolos para el evangelio. Urgido por este amor, este ejemplar sacerdote, nacido en Cataluña, dirigirá su acción a los niños más necesitados, a los jóvenes labradores, a todos los hombres, sin distinción de edad o condición social; y, muy especialmente, dirigió su quehacer apostólico a la mujer, consciente de su capacidad para transformar la sociedad: “El mundo ha sido siempre –decía– lo que le han hecho las mujeres. Un mundo hecho por vosotras, formadas según el modelo de la Virgen María con las enseñanzas de Teresa”
Hay que notar, sin embargo, que el solo hecho de ser una actividad de tiempo parcial o con horario flexible NO GARANTIZA, de suyo, que la afectación será pequeña. Por ejemplo, para los niños es MUY importante que sus papás los vean en las actividades en las que se invita a los papás a sus escuelas. En términos de adultos el asunto parece una verdadera trivialidad, pero para el niño no lo es. El que sus papás estén ahí cuando están otros papás, o no, el niño lo acaba traduciendo en la importancia que él mismo tiene que amerita que sus papás se den ese tiempo por sobre otras actividades... o no. Y, siguiendo la explicación que dábamos antes, en función de ello el niño puede entender que Dios SIEMPRE estará ahí...
...Gente que tiene que negociar el cariño y el tiempo de sus padres, siente que tiene que negociar con Dios por eso mismo; gente que SABE GARANTIZADO el amor de sus padres, igualmente sabe garantizado el Amor de Dios
n suma, el criterio NO ES si la actividad es de tiempo parcial, o si tiene horarios flexibles o no, sino el criterio sería qué tanto la actividad que se pretende realizar se muestra como auténticamente compatible con el CABAL cumplimiento de la misión de la formación de los hijos... y que tanto no...
...Como ya se ha señalado, no se deduce del solo hecho de ser trabajadora el ser mala educadora; pero indudablmente cuando CUALQUIER persona se divide en dos actividades de alta importancia, necesariamente las realiza de manera MENOS PERFECTA (no necesariamente incorrecta o indebida) que si se dedicara TOTALMENTE a una de ellas. Eso no es ningún prejuicio social, sino es simple lógica elemental, y no aplica solo a las madres trabajadoras, sino aplica a CUALQUIER persona.
Por supuesto que hay MUCHAS situaciones anómalas en las que esto no es del todo posible. De entrada si muere uno de los padres, el otro tendrá que suplir, junto con el apoyo de la familia extendida, las funciones que se han dejado de realizar. Y evidentemente estas se realizarán de manera sub-óptima, pero se trata de suplirlas tanto como sea posible.
Igualmente, si los padres irresponsablemente declinan el cumplimiento de su misión, por ejemplo, abandonando al hijo, ¿qué imagen podrá tener entonces ese hijo del Amor de Dios? no podrá entender la paternidad sino como una figura de abandono y, muy probablemente, al ver que no todos los hijos son abandonados, acabará pensando que la culpa está en él mismo y el poquísimo valor que tiene, que es tan bajo, que fue indigno de ser amado por sus padres (y, por consecuencia, pensará que tampoco es digno de ser Amado por Dios). En estos casos la Iglesia y la sociedad tratan de suplir esas carencias tanto como es posible, y a través de la adopción a veces se logra revertir en medida importantísima esta situación, y, sin embargo, a muchos hijos adoptados siempre les quedará la duda del porqué sus padres biológicos no los quisieron, de modo que, al final, tampoco se puede hablar de que la misión y función de los padres haya sido reemplazada y sustituida al 100%.
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