Ataques al Papa Francisco

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Ataques al Papa Francisco

Notapor VictorSL » Vie Jun 03, 2016 10:15 am

Yo no quiero leer paginas web que ataquen a la Iglesia Catolica, y me he percatado de que cada vez mas se le dá cabida a pensamientos, opiniones, articulos,blogs, etc. de personas y grupos que critican sutil o descaradamente al Papa Francisco, principalmente a raiz de la publicación de la Exhortación apostolica "Amoris Laetitia", basandose principalmente en el cap. # 8 e ignorando olimpicamente los demas capitulos, o sea, sacandolo de contexto.

Mi duda es la siguiente: ¿se puede seguir confiando en la pagina web Editado, como realmente Catolica?

Agradezco sus comentarios.
Bendiciones.
Última edición por Ariel el Vie Jun 03, 2016 1:33 pm, editado 1 vez en total
Razón: Cualquier reclamo sobre otra página web, debe dirigirse al propietario de dicha página.
"el sufrimiento engendra paciencia; la paciencia, virtud probada; la virtud probada, esperanza, y la esperanza no falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espiritu Santo que nos ha sido dado".(Rom 5:3b-5)
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Re: Ataques al Papa Francisco

Notapor tito » Vie Jun 03, 2016 12:11 pm

Espero esto responda su inquietud:
[url]
http://es.catholic.net/op/AlianzaVerificada/NzY1MDMy[/url]


Permitame decirle que ese capitulo de la Exhortacion A. L. es el punto flaco de dicho documento y no se debe ver como un ataque hacia el papado que se analice o hasta se diga que usa un lenguaje ambiguo en dicho capitulo.

Pero si ud no se siente comodo leyendo ese portal no lo visite.
¡Ay, los que llaman al mal bien, y al bien mal;
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que dan amargo por dulce, y dulce por amargo! Isaías 5,20


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Re: Ataques al Papa Francisco

Notapor VictorSL » Vie Jun 03, 2016 6:14 pm

Ok "Tito", me doy por enterado.......y lo lamento, pero cada vez veo más una tendencia o predisposición en contra del Papa Francisco. Lo entiendo y es lo esperado si viniera de paginas y personas NO Catolicas, pero me da tristeza que lo critiquen sin reflexionar, ni meditar sus palabras y, aun asi, consideren que estan defendiendo a la Iglesia Catolica. Aqui no lo atacan ni lo critican y por eso sigo aqui, pero en esa otra pagina web, si persiste dicha tendencia, obviamente, se va a incrementar hasta hacerse evidente y entonces, dejare de visitarla.

Bemdiciones en Cristo.
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Re: Ataques al Papa Francisco

Notapor IvanEstoico » Dom Jun 05, 2016 12:17 pm

Querido hermano en Cristo.

Querido Víctor, desdeña todo aquello en lo que se da un alejamiento de la fe de la Iglesia, eso que comentas con mucha tristeza también lo percibo en muchos hermanos que se matriculan por ellos mismos como profundos conocedores de la fe católica, yo te aconsejo que vuelvas la mirada a los santos y abraces la devoción al Vicario de Cristo que profesaban. Y compares esto último con la pedantería de los que atacan al Papa y sea criterio seguro de que este es el camino de la santidad, por supuesto que profundizar en los textos magisteriales es completamente legítimo, pero es muy distinto disentir del magisterio ordinario del Santo Padre. Porqué esto es atentar contra la fe de la Iglesia, pues es clara la enseñanza respecto del magisterio tanto extraordinario y ordinario del Obispo de Roma.
Te doy un solo ejemplo de cómo ellos pisotean lo que la Iglesia nos manda:
Se ha de prestar un asentimiento religioso del entendimiento y de la voluntad, sin que llegue a ser de fe, a la doctrina que el Sumo Pontífice o el Colegio de los Obispos, en el ejercicio de su magisterio auténtico, enseñan acerca de la fe y de las costumbres, aunque no sea su intención proclamarla con un acto decisorio; por tanto, los fieles cuiden de evitar todo lo que no sea congruente con la misma.
CIC


Qué Dios te bendiga por intercesión de su Magnificencia.
El mismo Verbo Dios era,
que el principio se decía;
Él moraba en el principio,
y principio no tenía...
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Re: Ataques al Papa Francisco

Notapor eduarod » Lun Jun 06, 2016 4:34 pm

Estimado VictorSL y demás hermanos en Cristo:

Al leer muchas de las discusiones, ideas, falsas apreciaciones, confusiones, etc. que ha suscitado la Exhortación Post-sinodal Amoris Laetitia, no dejan de martillear en mi cabeza las palabras con las que San Juan XXIII convocaba al Concilio Vaticano II en la Constitución Apostólica Humanae Salutis:
Ante este doble espectáculo, la humanidad, sometida a un estado de grave indigencia espiritual, y la Iglesia de Cristo, pletórica de vitalidad, ya desde el comienzo de nuestro pontificado —al que subimos, a pesar de nuestra indignidad, por designio de la divina Providencia— juzgamos que formaba parte de nuestro deber apostólico el llamar la atención de todos nuestros hijos para que, con su colaboración a la Iglesia, se capacite ésta cada vez más para solucionar los problemas del hombre contemporáneo.

Es impresionante el uso de esa palabra: INDIGENCIA espiritual... y san Juan XXIII NO habla de que sean los pueblos alejados de la Iglesia los que la padecen, habla de que LA HUMANIDAD (y eso incluye a MUCHÍSIMOS hijos de la Iglesia, por no decir a todos, al menos en algún grado o medida) es la que padece este grave mal.
Es LA IGLESIA la que luego se describe como "pletórica de vitalidad"... PERO también hay que entender a qué se refiere ese "pletórica de vitalidad", porque NO ES la falsa noción/visión triunfalista, que muchos creen que se derrumbó precisamente a raíz del Concilio Vaticano II, sino es:
Añádense a ellos los inmensos sufrimientos que hoy padecen dolorosamente muchas cristiandades, por virtud de los cuales una admirable multitud de Pastores, sacerdotes y laicos sellan la constancia en su propia fe, sufriendo persecuciones de todo género y dando tales ejemplos de fortaleza cristiana, que con razón pueden compararse a los que recogen los períodos más gloriosos de la Iglesia. Por esto, mientras la humanidad aparece profundamente cambiada, también la Iglesia católica se ofrece a nuestros ojos grandemente transformada y perfeccionada, es decir, fortalecida en su unidad social, vigorizada en la bondad de su doctrina, purificada en su interior, por todo lo cual se halla pronta para combatir todos los sagrados combates de la fe.

La Iglesia maltratada y perseguida es la que ha sido purificada, perfeccionada y, por consecuencia, vigorizada para el gran combate espiritual, y NO los fieles triunfalistas (de esta y aquella época) o pseudo-tradicionalistas, que con mucha frecuencia se aferran a sus visiones y tradiciones que confunden y quieren hacer pasar por Sagrada Tradición Apostólica.
Evidentemente es necesario el cuidado y la defensa de la VERDADERA Tradición Católica y eso hoy en día es importante hacerlo en muchos foros y ante muchas instancias... pero pretender hacerlo frente al Magisterio Supremo de la Iglesia Católica Asistido continuamente de diferentes maneras por el Espíritu Santo, sinceramente resulta un despropósito que más le permite a uno saber en dónde está siendo víctima también de esa indigencia espiritual de la que hablaba San Juan XXIII, que otra cosa.

Y es que, con lo mucho que pululan las interpretaciones erradas del Concilio Vaticano II, con lo mucho que sus propias frases e ideas han sido tergiversadas y malinterpretadas, es impresionante el buen cuidado que tuvo el Santo Padre de colocar toda suerte de advertencias y avisos para evitar las interpretaciones erradas. Lo hace claramente no menos de 5 veces de manera específica y expresa a lo largo del capítulo, junto con muchas más referencias secundarias. Incluso al reconocer que esta no es la pastoral más rígida que pudiera proponerse para no dar pie a confusión alguna, pero explicando porqué es necesaria, igualmente afirma que esto NO irá ni debe ir acompañado de dejar de expresar claramente la enseñanza objetiva de la Iglesia:
Comprendo a quienes prefieren una pastoral más rígida que no dé lugar a confusión alguna. Pero creo sinceramente que Jesucristo quiere una Iglesia atenta al bien que el Espíritu derrama en medio de la fragilidad: una Madre que, al mismo tiempo que expresa claramente su enseñanza objetiva, «no renuncia al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino».


Así pues, la indigencia espiritual se ve en quien, quizá estando en condiciones para comprender e interpretar mejor lo que se dice, en vez de eso, e ignorando olímpicamente TODAS las advertencias que se hacen en favor de una recta comprensión e interpretación del texto, se esfuerzan y empeñan más bien en descubrir frases y párrafos que puedan ser malinterpretados y en "sospechar" que ese "debió ser" el "verdadero sentido" que "se le quiso" dar al texto.

El mismo Catecismo nos invita a evitar esas actitudes de suspicacia para lo que hace y dice CUALQUIER persona:
2478 Para evitar el juicio temerario, cada uno debe interpretar, en cuanto sea posible, en un sentido favorable los pensamientos, palabras y acciones de su prójimo:

Todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición del prójimo, que a condenarla; y si no la puede salvar, inquirirá cómo la entiende, y si mal la entiende, corríjale con amor; y si no basta, busque todos los medios convenientes para que, bien entendiéndola, se salve (S. Ignacio de Loyola, ex. spir. 22).


¿No sería pertinente entonces, con mucha mayor razón, en vez de intentar "condenar" la Enseñanza del Magisterio como "discontinua" o "incompatible" con el Magisterio precedente, teniendo que ignorar para ello las advertencias expresas que se nos hacen de que una interpretación de tal naturaleza es equivocada, buscáramos más bien entender y aprender qué nos Enseña el Don de Dios Manifestado a través de esta nueva y complementaria exposición Magisterial?

Si, se habla de que si antes la norma era (o al menos parecía) tajante, y ahora "se ha abierto" una "posibilidad", eso -se dice- es signo inequívoco de que "las cosas han cambiado" y de que "no hay tal continuidad".
Pero pongamos un ejemplo concreto para descubrir la falacia:
Supongamos que hay una señora que, abandonada injustamente por su marido, sin tener medios apropiados de subsistencia para mantener a sus hijos pequeños, en su desesperación sucumbe a las invitaciones de un pretendiente y se une a él ante la ley civil. Conviviendo con esta persona, que le es fiel y atiende bien a sus hijos previos, tiene otros hijos, con lo que la dificultad personal de mantener a todos los hijos ella sola se incrementa.
Esa señora, sin embargo, un buen día reflexiona sobre su situación y se da cuenta de que, aunque parece buena y estable, contradice los planes de Dios, pues convive conyugalmente con alguien que no es su legítimo esposo. Se da cuenta de que vive una situación objetiva de pecado y, queriendo reconciliarse con Dios, pero sin saber qué hacer, va y busca la ayuda de un buen sacerdote.
El sacerdote le enseña que lo más indicado en su caso no es abandonar sin más a este señor, sino convivir como hermanos, manteniendo el cuidado de los niños, los que de otra manera quedarían desamparados.

Esta señora, plenamente convencida de lo que le dijo el sacerdote va y se lo expone al señor con el que convive, pero él no lo entiende, pues no comprende cómo puede la Iglesia rechazarlo como "marido" de la señora, si se ha mostrado como un bueno y fiel compañero, atendiendo a todas las necesidades de la señora y apoyándola en los momentos difíciles, se ha mostrado como padre bueno con sus propios hijos y un "padrastro" acogedor y cariñoso con los hijos ajenos a los que su verdadero padre miserablemente abandonó; piensa que él ni siquiera es el del problema, porque él ni se había casado, sino es la señora la que se había casado con otro y rompió su matrimonio, y que él, si es hombre de una mujer, "esposo" fiel y cumplido, no tiene porqué "pagar" por lo que otros hicieron. Enojado, amenaza con toda seriedad a la señora con que, si ella insiste en exigirle que suspendan la convivencia marital, él se irá por su lado a buscar con quién si se pueda casar o al menos "no le ponga tantos peros".
Desde luego que podemos decir que esa reacción no es precisamente la de esposo o padre ejemplar, pero es la que tuvo el señor de nuestro ejemplo, y, contra lo que quizá algunos estén pensando ya, NO ES DE ÉL de quien estamos hablando, sino de la señora. Señora que, aterrada ante la posibilidad de dejar a sus hijos en una situación de grave indigencia, acaba ACEPTANDO LA IMPOSICIÓN. Es importantísimo darse cuenta de esto: de que es una imposición, de que ella NO QUIERE YA las relaciones conyugales, de que estas se realizan CONTRA su voluntad. Evidentemente el señor no le está poniendo una pistola físicamente para que ella acepte la convivencia, pero SI se la está poniendo en realidad al coaccionar su voluntad mediante la amenaza del abandono y la indigencia. Por consiguiente, es evidente que la señora es tan culpable de esas relaciones adúlteras, de esa situación objetiva de pecado, como lo es el cajero del banco que entrega el dinero al asaltante que le apunta con una escopeta. Exigirle a la señora el heroísmo de no ceder ante las amenazas y aceptar la indigencia "confiando en la Providencia", es tanto como exigirle al cajero que no entregue el dinero y acepte el escopetazo "confiando en la Providencia". Ambas cosas se pueden hacer DE VERDAD confiando en la Providencia, y son de hecho virtudes heroicas (de las que está hecha la santidad), pero por algo la virtud heroica es heroica: porque NO ES EXIGIBLE, es dar y entregarse más allá de lo que uno estaba OBLIGADO a hacer. Por eso es que, de no optar uno por la versión heroica, NO comete uno falta o pecado al hacer algo que uno NO ELIGE hacer, sino es OBLIGADO a hacer. Y no hay que confundirse, NO se trata de una aplicación del falso principio de que "el fin justifica los medios", ni de una aplicación del falso principio de que "evitar el mal mayor justifica querer y aceptar el mal menor", y ni siquiera de una aplicación del legítimo principio del doble efecto, donde una acción buena querida tiene un efecto bueno querido y un efecto malo no querido. Sino simplemente se trata de que la voluntad esta COMPLETAMENTE coaccionada y uno NO está eligiendo NADA y, por consecuencia, NO es responsable del mal producido.
Evidentemente para que esto se cumpla la señora DE VERDAD no debe QUERER esas relaciones. Porque, si simplemente dice "uy, pues no quiso interrumpir la convivencia, así que ¡a disfrutar!" pues entonces ella es como un cajero que le dijera al asaltante que le puede conseguir el triple de dinero si acepta repartirse el botín. Obviamente ese cajero y esa otra señora SI se vuelven cómplices culpables del acto indebido.
Pero si la señora NO QUIERE, si ella lo que quiere es agradar a Dios cumpliendo Su Voluntad dentro de los condicionamientos que su difícil e irregular situación marca, pero NO PUEDE hacerlo por las amenazas con las que el señor coacciona su voluntad. Entonces, NO A PARTIR DE LA AMORIS LAETITIA, sino DE ACUERDO A LA MORAL TRADICIONAL CATÓLICA, la señora NO ES CULPABLE, y esto a pesar de que la situación objetiva de pecado se mantenga, y a pesar de que la señora no ignore que eso es una situación objetiva de pecado. Porque lo que no se da por ningún lado en este caso es la condicional de Plenitud de Consentimiento que la Iglesia SIEMPRE ha Enseñado que se requiere para la comisión del Pecado Mortal y la consecuente pérdida del Estado de Gracia.
Luego, si la señora se arrepintió y se confesó de sus malas decisiones pasadas, y de la colaboración expresa que en su momento tuvo a la creación y sostenimiento de la situación objetiva de pecado, junto con el propósito de firme enmienda que de hecho fue lo que le llevó a plantear el asunto al señor y de donde surgieron las amenazas; y en ello la señora obtuvo el Perdón de Dios por esas faltas pasadas, y recuperó el Estado de Gracia, pues está claro que no lo pierde por esos actos subsecuentes que ella no quiere, pero no puede evitar por haber sido gravemente amenazada.

En ese sentido y, por esa razón, desaparecería por si mismo el impedimento de pecado mortal para recibir la Sagrada Comunión Eucarística (e insisto, NO por que lo diga el capítulo octavo de la Amoris Laetitia, sino porque los principios morales que se sustentan en la Revelación de Cristo así lo han establecido ayer, hoy y siempre).
El aspecto que permanecería y que es otro fundamento importante de la disciplina eclesiástica el respecto, es el DEBER de EVITAR EL ESCÁNDALO, por eso, ante esa situación se abren escenarios diversos:
1. Que la señora y el señor sean conocidos de la comunidad y que todos sepan que viven en situación irregular de donde el administrarle a la señora la Sagrada Eucaristía puede convertirse en verdadero motivo de escándalo, motivo suficiente para NO HACERLO, al menos no PÚBLICAMENTE. Lo que no solo se decía ANTES, sino TAMBIÉN lo dice la Amoris Laetitia.
2. Que la señora y el señor vivan en un lugar y asistan a una parroquia donde nadie sabe ni le importa ni quienes son, ni su presente, pasado y futuro (y ya sabemos que casi no pasa esto en la mayor parte de las comunidades parroquiales modernas) donde admitirla públicamente a la Comunión Eucarística, por lo mismo, simplemente no podría ser motivo de escándalo para NADIE.

ESTE es el tipo de casos donde el Santo Padre indica que SI se podría llegar a obtener no sólo el acompañamiento y la integración en la vida de la Iglesia, sino también la Ayuda de los Sacramentos.
E incluso no escapa a nadie que, una vez pasado el enojo, una vez viviendo más de cerca la vida de la Iglesia, su moral, el ejemplo de la vida familiar de otros fieles, etc. el señor acabe ENTENDIENDO que él NO ES el legítimo esposo de la señora, porqué la Iglesia y la señora le piden lo que le pidieron, y entonces lo acabe ACEPTANDO. Terminando con ello, ahora sí, la coacción y la situación objetiva de pecado, pero SIN desamparar a los niños, los que, claramente lo ha dicho en repetidas ocasiones el Papa, son en toda estas cosas las principales y más inocentes víctimas.

Como vemos, en el fondo y respecto a los principios morales fundamentales, e incluso a las normas aplicables eclesiásticas y su más correcta y adecuada aplicación, la Amoris Laetitia en realidad NO CAMBIA NADA.
Lo único que hace es darle un poco de confianza a los pastores para que hagan esa recta y COMPLETA aplicación de TODOS los principios eclesiásticos involucrados en favor de los fieles hasta la medida en que sea posible para favorecer su unión con Cristo y la posibilidad de que acepten ser Redimidos por Él, Y NO SOLO apliquen aquellas normas que parecen más restrictivas y exigentes aislándolas de todo el contexto del Evangelio y su Moral en que esas normas han sido emitidas.

Y es que, a pesar de los enunciados morales más exigentes del pasado que ciertamente buscaban ser medicinales en cuanto a prevenir situaciones indebidas que en el mismo pasado fueron eficaces para impedir, pero que hoy no están logrando impedir, sino más bien están determinando el alejamiento de la Iglesia por parte de aquellos que incurren en ellas; junto con esos enunciados morales la Iglesia también siempre ha reconocido la existencia de elementos atenuantes o eximientes, así como de la epiqueya, que de suyo cualquiera, desde mucho antes de la Amoris Laetitia, podría haber utilizado para entender la no aplicación de los enunciados exigentes y restrictivos en contextos y situaciones distintos a aquellos para los que fueron emitidos. Situaciones como las de esta señora que hemos discutido, donde es tan posible comprobar la situación objetiva de pecado, como es igualmente posible comprobar la ausencia de culpa personal y la ausencia del riesgo de escándalo que son los principios morales eternos y objetivos en los que se sustenta el enunciado moral exigente. Y eso no lo vino a decir el Papa Francisco en la Amoris Laetitia, sino al Iglesia lo ha Enseñado SIEMPRE, un ejemplo al respecto de San Juan Pablo II:

Entre esas características, figura la índole pastoral del derecho y del ejercicio de la justicia en la Iglesia. De hecho, la índole pastoral del derecho canónico es la clave para una correcta interpretación de la equidad canónica, la actitud de la mente y del espíritu que mitiga el rigor de la ley, para favorecer un bien mayor. En la Iglesia, la equidad es una expresión de la caridad en la verdad, orientada a una justicia más elevada que coincide con el bien sobrenatural de la persona y de la comunidad. La equidad, por tanto, debería caracterizar la actuación del pastor y del juez, que deben inspirarse continuamente en el modelo del buen Pastor, «que consuela al que ha sido herido, guía al que ha errado, reconoce los derechos de quien ha sido dañado, calumniado o injustamente humillado» (Pablo VI, Discurso a la Rota romana, 8 de febrero de 1973, III: L.Osservatore Romano, edición en lengua española, 18 de febrero de 1973, p. 11). Elementos como la dispensa, la tolerancia, las causas eximentes o atenuantes, y la epiqueya, no han de entenderse como una disminución de la fuerza de la ley, sino como un complemento, ya que garantizan realmente que se respete la finalidad fundamental del derecho. De igual modo, las censuras eclesiásticas no son punitivas sino medicinales, dado que aspiran a suscitar la conversión del pecador. Toda ley en la Iglesia tiene la verdad y la caridad como sus elementos constitutivos y sus principios inspiradores fundamentales.
DISCURSO DEL SANTO PADRE JUAN PABLO II
A LOS OBISPOS DE COLORADO, WYOMING, UTAH, ARIZONA Y NUEVO MÉXICO EN VISITA «AD LIMINA»
Sábado 17 de octubre de 1998


La verdadera diferencia entonces, NO ES ninguna "novedad" moral o cosa semejante; sino simplemente que anteriormente la Iglesia había preferido hacer este tipo de aclaraciones al tribunal de la Rota, a Obispos en visita Ad Limina o a teólogos especialistas, de donde las personas, si lograban alcanzar esas instancias, podían realmente obtener una aplicación justa de TODOS los principios morales de la Iglesia aplicables a su situación. Pero eso no quedó libre de peligros, sino, dentro de la indigencia espiritual que hemos descrito, muchos se comenzaron a considerar con "atributos" para "dispensar excepciones" (conozco a bastantes parejas que están convencidas de que su sacerdote les enseñó que la moral de la Iglesia respecto a los anticonceptivos "no es realmente universal", sino que es para que no todos los usen indiscriminadamente, pero que ellos, como sacerdotes, y entendiendo los motivos de la pareja, les han "dado permiso" para usarlos; la Amoris Laetitia no favorece esa actitud, sino EXPRESAMENTE advierte EN CONTRA de ella).
Hoy el Papa ha "abierto" a todos en un documento de amplia difusión la posibilidad de la aplicación de esos principios los que, como hemos visto, no son nuevos, sino han existido SIEMPRE... pero igualmente -a quien de verdad lea todo lo que dice el Papa- las restricciones y limitaciones que esto tiene.
Y si lo que nos preocupa es que "la gente se confunda" e "interprete mal"; entonces, para evitar ese peligro, lo que tenemos que hacer NO ES buscar "ejemplos de puntos confusos"; sino lo que tenemos que hacer es comenzar nosotros mismos por INTERPRETAR BIEN y llevar esa verdad a todos los demás.

Saludos y bendiciones
eduarod
 
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