Hablemos del semipelagianismo

Espiritualidad (Vida y escritos de Santos) Se publicarán vidas y obras de santos para el diálogo y sobre todo para el aprendizaje espiritual en nuestro camino a la santidad. Leemos las Sagradas Escrituras a través de los santos, contamos con la santidad de estos hombres como autoridad. ¡Qué poco que se leen las obras de los santos! Este foro será una gran oportunidad para estimular la lectura de los escritos de los hombres más grandes que han vivido en este destierro

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Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Sab Abr 16, 2011 9:43 am

La mayor urgencia de un católico es una vida espiritual saludable. Saludable quiere decir ordenada a la salvación. Todo, doctrina, fe, moral y Sacramentos, la Revelación de Dios al hombre, la Redención de Cristo y el Sacrificio de la Misa, se ordena a que seamos capaces de realizar obras saludables, es decir, ordenadas a nuestra salvación eterna.

Esto requiere de la humildad, que en palabras de Santa Teresa, es sencillamente "andar en la verdad". Conocer nuestro papel en relación a Dios y a la acción de la gracia nos lleva a una espiritualidad católica, saludable, donde la gracia de Dios pone en juego las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo en nuestro favor.

Antes de ver qué significa esto de "semipelagianismo", remontémonos al origen de una herejía antigua que, como tantas otras, constituye una tentación constante de ser revivida y actualizada en nuestros días, para perjuicio de nuestras almas:

    El pelagianismo. En el siglo IV, cuando la Iglesia se ve invadida por multitudes de neófitos, surge en Roma un monje de origen británico, Pelagio (354-427), riguroso y ascético, que ante la mediocridad espiritual imperante, predica un moralismo muy optimista sobre las posibilidades naturales éticas del hombre. Los planteamientos de Pelagio resultan muy aceptables para el ingenuo optimismo greco-romano respecto a la naturaleza: «Cuando tengo que exhortar a la reforma de costumbres y a la santidad de vida, empiezo por demostrar la fuerza y el valor de la naturaleza humana, precisando la capacidad de la misma, para incitar así el ánimo del oyente a realizar toda clase de virtud. Pues no podemos iniciar el camino de la virtud si no tenemos la esperanza de poder practicarla» (Epist. I Pelagii ad Demetriadem 30,16). Somos libres, no necesitamos gracia.

      San Agustín resume así la doctrina pelagiana: «Opinan que el hombre puede cumplir todos los mandamientos de Dios, sin su gracia. Dice [Pelagio] que a los hombres se les da la gracia para que con su libre albedrío puedan cumplir más fácilmente cuanto Dios les ha mandado. Y cuando dice “más fácilmente” quiere significar que los hombres, sin la gracia, pueden cumplir los mandamientos divinos, aunque les sea más difícil. La gracia de Dios, sin la que no podemos realizar ningún bien, es el libre albedrío que nuestra naturaleza recibió sin mérito alguno precedente. Dios, además, nos ayuda dándonos su ley y su enseñanza, para que sepamos qué debemos hacer y esperar. Pero no necesitamos el don de su Espíritu para realizar lo que sabemos que debemos hacer. Así mismo, los pelagianos desvirtúan las oraciones [de súplica] de la Iglesia [¿Para qué pedir a Dios lo que la voluntad del hombre puede conseguir por sí misma?]. Y pretenden que los niños nacen sin el vínculo del pecado original» (De hæresibus, lib. I, 47-48. 42,47-48).

    No hay, pues, un pecado original que deteriore profundamente la misma naturaleza del ser humano. La naturaleza del hombre está sana, y es capaz por sí misma de hacer el bien y de perseverar en él. Cristo, por tanto, ha de verse más en cuanto Maestro, como causa ejemplar, que en cuanto Salvador, como causa eficiente de salvación. La oración de súplica, la virtualidad santificante de los sacramentos, que confieren gracia sobre-natural, confortadora de la naturaleza humana,… todo eso carece de necesidad y sentido.

Fuente: P. José Mª Iraburu, Reforma o Apostasía: http://infocatolica.com/blog/reforma.ph ... ostasia-51

¿Cómo podemos apreciar la desviación pelagiana en la Iglesia actual y en nuestra propia existencia? El P. Iraburu señala algunas consecuencias o vivencias del pelagianismo actual:

Moralismo y eticismo. Toda predicación o vivencia del católicismo donde se pone el acento casi de manera exclusiva en la vivencia de unas exigencias morales, pero sin vincularlos necesariamente a Cristo, es decir, sin vincular a su gracia la posibilidad de conocerlos plenamente y vivirlos con perfección. Una ética naturalista, en primer lugar, no propone muchos valores morales que son preciosos en la vida del hombre, a veces los más importantes, por ejemplo, la virtud de la religión, la más grande después de las tres virtudes teologales: el deber moral de alabar a Dios, de bendecir su Nombre, de darle gracias siempre y en todo lugar.

Sobrevaloración de los medios. Esto es algo muy pelagiano. Ciertamente quiere el Señor en su providencia que pongamos en cada empresa los medios proporcionados al fin pretendido, según Él nos los dé. Pero no quiere que pongamos la esperanza de nuestros esfuerzos en los medios conseguidos, sino en la fuerza salvadora de su gracia.

    Ahí tienen ustedes un escritor espiritual que describe en una obra de tres volúmenes los cincuenta métodos de oración más útiles para llegar pronto a la más alta contemplación –incluye técnicas respiratorias–. Dios le ampare… Esta Madre superiora nos dice, como de paso, que dos tercios de las religiosas de la comunidad tienen carrera universitaria. ¿Y qué?… Un profesor nos enseña con visible satisfacción las excelentes instalaciones de un Colegio o de una Universidad católica –biblioteca, laboratorio, aulas, piscina climatizada, etc.–, con un orgullo –orgullo corporativo, se entiende, no necesariamente personal– que nos hace temer lo peor. No es tanto la riqueza de medios lo que nos asusta, sino la confianza que vemos puesta en ellos. ¿Querrá obrar allí el Señor muchas conversiones?… Ya lo dijo Horacio, en carta a los Pisones: parturient montes, nascetur ridiculus mus («parieron los montes, y nació un ridículo ratón»)… Para un encuentro juvenil interdiocesano –exagero un poco– cinco comisiones preparan durante varios meses cuatro sedes distintas, alternativas, en las que se ofrecen catorce talleres opcionales, para los cuales se compromete a dos cantautores, cinco Obispos y trece conferenciantes notables –eran quince, pero fallaron dos–, se editan carteles grandes, medianos y trípticos, y dos CDs, se instalan pantallas gigantes, se contrata publicidad en paneles públicos, radio y televisión, etc. La comisión de economía tiene notable importancia en la preparación del Evento… Parturient montes… Se ve que no leyeron mi libro Pobreza y pastoral, o que no se lo creyeron (Verbo Divino, Estella 1968, 2ª ed.).

Pelagianismo roussoniano, sonriente, buenista, que mantiene un optimismo a ultranza –pase lo que pase en el mundo y en la Iglesia–, positivo, creativo, eufórico, energético, activista, «too er mundo e’bueno». Ramalazos de él, al menos, afectan también a buenas personas y obras católicas. Silencio discreto sobre «el pecado del mundo», pero sobre todo acerca de la condición caída de la naturaleza humana. Silencio sobre la necesidad urgente y absoluta de la gracia de Cristo. Revistas católicas que apenas hablan de Dios y de la salvación: querer es poder, «diez normas para mantener unido el matrimonio» –todas puramente naturales–, noticias positivas. Postales, carteles, calendarios, a veces de obras religiosas, con imágenes de gente feliz, hermosa y de buena salud, que van acompañados de frases sublimes, casi nunca tomadas de la Escritura o de los santos: «sonriendo transformamos el mundo» (Anthony Morgan-Klaus). Todo ese positivismo, ya me perdonarán, nada tiene que ver con la alegría cristiana, hecha de amor a Dios y al prójimo, y de esperanza de la vida eterna. Todo eso, hoy tan frecuente, es simple pelagianismo puro y duro.

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Ovidio (+17), poeta pagano contemporáneo de Cristo, estaría en condiciones de desengañar a los actuales cristianos pelagiano-roussonianos, porque él sabía lo que hoy parecen ignorar no pocos teólogos y laicos ilustrados: «video meliora proboque, deteriora sequor» (veo lo que es mejor y lo apruebo, pero sigo lo peor: Metamorfosis VII, 20; = Rm 7,15). El hombre, afectado por el pecado original, está siempre entre el bien y el mal, y sin el auxilio sobrenatural de la gracia de Cristo está perdido.

Bien, estas son algunas desviaciones doctrinales que emanan de la herejía pelagiana. Necesarias antes de proseguir y entrar en materia: el semipelagianismo. No sin antes aclarar que, el semipelagianismo, a diferencia del pelagianismo, no parte de una herejía. Los semipelagianos son absolutamente católicos, de recta doctrina y fidelidad a la Iglesia. El semipelagianismo es, sencillamente, una mala concepción de la vida espiritua, pero era necesario ponernos previamente en antecedentes antes de proseguir.

¿Qué opinan?
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor miles_dei » Dom Abr 17, 2011 11:31 am

Que Dios no niega su gracia al justo cuando está obligado a cumplir algo bajo grave.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Dom Abr 17, 2011 11:36 am

¿Bajo grave? Además, ¿qué tiene que ver eso con el refrito de Iraburu que he posteado? Sencillamente se exponen los principales planteamientos pelagianos antes de abordar la cuestión del semipelagianismo en la espiritualidad de los católicos.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor miles_dei » Dom Abr 17, 2011 11:45 am

Dios no niega su gracia al justo cuando está obligado a cumplir algo bajo grave.

Eso que he dicho implica una máxima espiritual para portarse en la propia vida teologal sin caer en pelagianismos o semipelagianismos de ningún tipo.

Si uno confía en que está en estado de justicia (o sea: de gracia santificante) Dios no le va a negar su gracia si se trata de evitar un pecado mortal. Algo a lo que estamos obligados. O para cumplir con las cosas graves propias de nuestro estado que no pueden ser descuidadas.

Esto a su vez implica dos cosas:

    A) Que uno no ha de calentarse la cabeza pensando a cada momento si está o no en gracia para hacer algo. Para no pecar mortalmente contamos siempre con la gracia de Dios, supuesto el estado de nuestra justicia. Esto se debe decir junto con la sentencia que dice que Dios no tienta jamás más allá de nuestras fuerzas, porque así comprendemos que no es cosa de nuestra propia fuerza, sino de la gracia de Dios que obra en el justo. Así evitamos todo tipo de semipelagianismo en el obrar de la vida cristiana, que siempre nace de la gracia y jamás de las propias fuerzas de cada uno.

    B) Que podemos entender porqué la Iglesia nos exige ciertos preceptos bajo grave. No por mera disposición humana, sino porque sabe que el justificado por el bautismo y el regenerado por el sacramento de la penitencia no le va a faltar la gracia para cumplir con esos preceptos, de manera que si no los cumple es porque obra su mala voluntad, lo que constituye una negación de la gracia que Dios nos da y por la que caemos de nuevo en el estado de pecado mortal. Así, por ejemplo, no es semipelagiano que el catecismo de San Pio X nos diga que estamos obligados a hacer actos de fe esperanza y caridad a menudo y durante toda nuestra vida, sino una consecuencia de esa convicción católica expresada en la frase que he puesto

Si las cosas se explicaran así nos ahorarríamos tanto semipelagianismo y promoción de las propias fuerzas.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Dom Abr 17, 2011 11:51 am

Cierto. Un semipelagiano se calienta la cabeza con el propio estado de gracia, como tú dices. La buena voluntad del semipelagiano quiere anteceder a la gracia, por tanto requiere una incesante preocupación por la misma, como si le fuera a faltar, y como si la gracia fuera un automatismo que ha de secundar necesariamente toda iniciativa que parte de mi buena voluntad, y no al revés.

Desterrar todo esto es muy importante, por ejemplo, en toda acción que tiene por fin el apostolado, donde el semipelagiano puede verse psicológicamente asfixiado por la cuestión de su estado y caer en una especie de sacramentalismo mágico de la confesión.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor miles_dei » Dom Abr 17, 2011 11:54 am

Luego, la máxima supone que en las cosas cotidianas a las que no estamos obligados bajo grave, unos cuentan con gracia para hacerlas y otros no. Así sucede que todos pecamos venialmente muchas veces, incluso los más grandes santos pecan venialmente aún en un gran estado de santidad, salvo Nuestra Señora, que fue la única plena de gracia.

Obviamente a mayor fidelidad a la gracia de Dios, que es lo que conocemos por santidad, menor será el pecado venial y más dolorosamente advertido por el sujeto. Hay que hacer constar que las propias imperfecciones de nuestra condición conducen a pecados veniales e imperfecciones que no podemos advertir como tales. Eso no ocurrió tampoco en Nuestra Señora.

El semipelagiano se muere porque todo sea perfecto, ya que la imperfección es sinónimo de falta de santidad y no es eso. La infidelidad y la fidelidad implican imperfecciones y pecados veniales, sólo que el fiel busca humildemente la gracia de Dios para salir de ellas y el semipelagiano confía en técnicas, a menudos camufladas como métodos espirituales. Surgen así dos modos de entender el plan de vida cristiano que nos llevan a aquellos dos modos de hacer oración: el del publicano y el del fariseo.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor miles_dei » Dom Abr 17, 2011 11:59 am

Es en el reparto de estas gracias donde Dios hace florecer su jardín de modo que todos necesitemos de todos para sostenernos como sociedad en Cristo, edificándonos mútuamente y suponiendo que todos han de obrar sin pecado mortal porque cuentan con la gracia supuesta su justicia.

Pero eso sí. A unos se les dará la gracia para predicar, a otros para el martirio, a otros para el trabajo intelectual, a otros para la piedad, a otros para ser pacientes a otros para ser obedientes a otros para la observación, a otros para enseñar, a otros para aprender y así en cada cosa que no implica una obligación grave siendo ejemplo cada uno en aquello que Dios le da su gracia de modo que al final todo sea un conjunto de dones del Espíritu Santo a los justos de Dios, obrando como un solo cuerpo.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Dom Abr 17, 2011 12:00 pm

miles_dei escribió:El semipelagiano se muere porque todo sea perfecto, ya que la imperfección es sinónimo de falta de santidad y no es eso. La infidelidad y la fidelidad implican imperfecciones y pecados veniales, sólo que el fiel busca humildemente la gracia de Dios para salir de ellas y el semipelagiano confía en técnicas, a menudos camufladas como métodos espirituales.


Métodos y técnicas que en los movimientos y grupos católicos modernos pasan casi por la categoría de carisma, convirtiéndose a una especie de esclavitud espiritual hacia la norma, la metodología, como si fuera un vaso prefijado que la gracia ha de llenar ipso facto. Ése es el automatismo semipelagiano llevado al terreno de la vida espiritual, tal como se ve en otros aspectos tales como la exaltación de los medios, de la fuerza de voluntad, de la moral, de las formas, etc.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor neus » Dom Abr 17, 2011 12:54 pm

No sé si acabo de entender completamente el asunto del semipelagianismo.
En esta Cuaresma la catequesis parroquiales han versado básicamente sobre el Bautismo , Ciclo A, pero curiosamente los catequistas de este año se han centrado más en el pecado que en la gracia, pecado original, pecado oculto difícil de descubrir, pecado de origen, pecado en casa, en el trabajo, en la calle, contra el cónyuge, contra los hijos, pecado, pecado.....pero ¿dónde está la Gracia? Si abundó el pecado, sobreabundó la Gracia y me pregunto
¿no sérá ésta otra desviación de la Santa Doctrina?
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Dom Abr 17, 2011 3:32 pm

No, porque en todo caso, el pelagianismo niega el pecado original. Otra cosa es que no lo expliquen como lo que es, el pecado de nuestros primeros padres transmitido por generación, y lo expliquen como una especie de metáfora de todos los pecados, o algo por el estilo. El pelagianismo niega el pecado original porque niega la necesidad de la gracia. Cree que Jesucristo vino sencillamente a darnos un gran ejemplo moral, y que el hombre por sus solas fuerzas es capaz de imitarlo y alcanzar así la salvación.

Luego, el semipelagianismo surgió como una respuesta al pelagianismo, pero no lo suficientemente lograda. No es tanto una desviación de la sana doctrina como una mala concepción del modo en que obra la gracia en nuestra vida, hoy tremendamente común entre los fieles, sacerdotes y obras de la Iglesia, y que por tanto atañe sobre todo a nuestra vida espiritual. Lo iremos viendo poco a poco.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor Cesaraug » Dom Abr 17, 2011 10:35 pm

Excelente tema, brinda muchas luces. Con respecto a esto:

miles_dei escribió:Así evitamos todo tipo de semipelagianismo en el obrar de la vida cristiana, que siempre nace de la gracia y jamás de las propias fuerzas de cada uno.


Las fuerzas de cada uno no tienen injerencia en la virtud de la gracia que obra en ellos, sin embargo:

¿Las propia fuerzas ayudan a la continuidad de la gracia luchando contra la irrupción de nuestras malas inclinaciones?

Por otro lado hay alguna herejía que sea lo contrario, la nulidad de la voluntad o las fuerzas humanas, para dejarlo todo a Dios y nosotros sentarnos en el sofá. Como algunos protestantes que de antemano pase lo que pase estan salvos, sin esfuerzo alguno.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor miles_dei » Lun Abr 18, 2011 1:30 am

¿Las propia fuerzas ayudan a la continuidad de la gracia luchando contra la irrupción de nuestras malas inclinaciones?


No. Eso es afirmación contraria a la fe y propia del semipelagianismo. La gracia no es ayudada por nada nuestro, todo lo contrario. Ella precede a nuestro obrar, lo prepara y lo acompaña elevándolo y llevándolo a buen fin si somos fieles y no oponemos una mala voluntad.

Eso no quiere decir que nuestro obrar sea nulo o ineficaz, sino que en cuanto se nutre en y por la gracia debe obrar en consecuencia, de ahí que se condenara el quietismo que consiste principalmente en actuar pasivamente ante las tentaciones. El obrar activamente contra ellas se desprende de la afirmación que puse en los mensajes de arriba.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor montealegredelariv » Lun Abr 18, 2011 8:57 pm

luis manuel escribió: Los semipelagianos son absolutamente católicos, de recta doctrina y fidelidad a la Iglesia. El semipelagianismo es, sencillamente, una mala concepción de la vida espiritual,[...].

¿Qué opinan?


Que el semipelagianismo fue condenado como herético en el segundo Concilio de Orange (año 529),y el papa Bonifacio II ratificó sus decretos.
http://ec.aciprensa.com/wiki/Semipelagianismo
Cito los cánones del concilio según el Denzinger (edición de 1963;nº174-200):
Can. 1. Si alguno dice que por el pecado de prevaricación de Adán no «fué mudado» todo el hombre, es decir, según el cuerpo y el alma en peor, sino que cree que quedando ilesa la libertad del alma, sólo el cuerpo está sujeto a la corrupción, engañado por el error de Pelagio, se opone a la Escritura, que dice: El alma que pecare, ésa morirá [Ez. 18, 20], y: ¿No sabéis que si os entregáis a uno por esclavos para obedecerle, esclavos sois de aquel a quien os sujetáis? [Rom. 6, 16]. Y: Por quien uno es vencido, para esclavo suyo es destinado [2 Petr. 2, 19].
Can. 2. Si alguno afirma que a Adán solo dañó su prevaricación, pero no también a su descendencia, o que sólo pasó a todo el género humano por un solo hombre la muerte que ciertamente es pena del pecado, pero no también el
pecado, que es la muerte del alma, atribuirá a Dios injusticia, contradiciendo al Apóstol que dice: Por un solo hombre, el pecado entró en el mundo y por el pecado la muerte, y así a todos los hombres pasó la muerte, por cuanto todos habían pecado [Rom. 5, 12].
Can. 3. Si alguno dice que la gracia de Dios puede conferirse por invocación humana, y no que la misma gracia hace que sea invocado por nosotros, contradice al profeta Isaías o al Apóstol, que dice lo mismo: He sido encontrado por los que no me buscaban; manifiestamente aparecí a quienes por mí no preguntaban [Rom. 10, 20; cf. Is. 65, 1].
Can. 4. Si alguno porfía que Dios espera nuestra voluntad para limpiarnos del pecado, y no confiesa que aun el querer ser limpios se hace en nosotros por infusión y operación sobre nosotros del Espíritu Santo, resiste al mismo Espíritu Santo que por Salomón dice: Es Preparada la voluntad por el Señor [Prov. 8, 35: LXX], y al Apóstol que saludablemente predica: Dios es el que obra en nosotros el querer y el acabar, según su beneplácito [Phil. 2, 13].
Can. 5. Si alguno dice que está naturalmente en nosotros lo mismo el aumento que el inicio de la fe y hasta el afecto de credulidad por el que creemos en Aquel que justifica al impío y que llegamos a la regeneración del sagrada bautismo, no por don de la gracia - es decir, por inspiración del Espíritu Santo, que corrige nuestra voluntad de la infidelidad a la fe, de la impiedad a la piedad --, se muestra enemigo de los dogmas apostólicos, como quiera que el bienaventurado Pablo dice: Confiamos que quien empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de Cristo Jesús [Phil. 1, 6]; y aquello: A vosotros se os ha concedido por Cristo, no sólo que creáis en El, sino también que por El padezcáis [Phil. 1, 29]; y: De gracia habéis sidosalvados por medio de la fe, y esto no de vosotros, puesto que es don de Dios [Eph. 2, 8]. Porque quienes dicen que la fe, por la que creemos en Dios es natural, definen en cierto modo que son fieles todos aquellos que son ajenos a la Iglesia de Dios.
Can 6. Si alguno dice que se nos confiere divinamente misericordia cuando sin la gracia de Dios creemos, queremos, deseamos, nos esforzamos, trabajamos, oramos, vigilamos, estudiamos, pedimos, buscamos, llamamos, y no confiesa que por la infusión e inspiración del Espíritu Santo se da en nosotros que creamos y queramos o que podamos hacer, como se debe, todas estas cosas; y condiciona la ayuda de la gracia a la humildad y obediencia humanas y no consiente en que es don de la gracia misma que seamos obedientes y humildes, resiste al Apóstol que dice .Qué tienes que no lo hayas recibido? [1 Cor. 4, 7]; y: Por la gracia de Dios soy lo que soy [1 Cor. 15, 10].
Can. 7. Si alguno afirma que por la fuerza de la naturaleza se puede pensar, como conviene, o elegir algún bien que toca a la salud de la vida eterna, o consentir a la saludable. es decir, evangélica predicación, sin la iluminación o inspiración del Espíritu Santo, que da a todos suavidad en el consentir y creer a la verdad, es engañado de espíritu herético, por no entender la voz de Dios que dice en el Evangelio: Sin mí nada podéis hacer [Ioh. 15, 5] y aquello del Apóstol: No que seamos capaces de pensar nada por nosotros como de nosotros, sino que nuestra suficiencia viene de Dios [2 Cor. 3, 5].
Can. 8. Si alguno porfía que pueden venir a la gracia del bautismounos por misericordia, otros en cambio por el libre albedrío que consta estar viciado en todos los que han nacido de la prevaricación del primer hombre, se muestra ajeno a la recta fe. Porque ése no afirma que el libre albedrío de todos quedó debilitado por el pecado del primer hombre o, ciertamente, piensa que quedó herido de modo que algunos, no obstante, pueden sin la revelación de Dios conquistar por sí mismos el misterio de la eterna salvación. Cuán contrario sea ello, el Señor mismo lo prueba, al atestiguar que no algunos, sino ninguno puede venir a El, sino aquel a quien el Padre atrajere [Ioh. 6, 44]; así como al bienaventurado Pedro le dice: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Joná, porque ni la carne ni la sangre te lo ha revelado, sino mi Padre que está en los cielos [Mt. 16, 17]; y el Apóstol: Nadie puede decir Señor a Jesús, sino en el Espíritu Santo [1 Cor. 12, 3].
Can. 9. «Sobre la ayuda de Dios. Don divino es el que pensemos rectamente y que contengamos nuestros pies de la falsedad y la injusticia; porque cuantas veces bien obramos, Dios, para que obremos, obra en nosotros y con nosotros».
Can. 10. Sobre la ayuda de Dios. La ayuda de Dios ha de ser implorada siempre aun por los renacidos y sanados, para que puedan llegar a buen fin o perseverar en la buena obra.
Can. 11. «Sobre la obligación de los votos. Nadie haría rectamente ningún voto al Señor, si no hubiera recibido del mismo lo que ha ofrecido en voto», según se lee: Y lo que de tu mano hemos recibido, eso te damos [1 Par. 29, 14].
Can. 12. «Cuáles nos ama Dios. Tales nos ama Dios cuales hemos de ser por don suyo, no cuales somos por merecimiento nuestro».
Can. 13. De la reparación del libre albedrío. El albedrío de la voluntad, debilitado en el primer hombre, no puede repararse sino por la gracia del bautismo; lo perdido no puede ser devuelto, sino por el que pudo darlo. De ahí que la verdad misma diga: Sí el Hijo os liberare, entonces seréis verdaderamente libres [Ioh. 8, 36].
Can. 14. «Ningún miserable se ve libre de miseria alguna, sino el que es prevenido de la misericordia de Dios» como dice el salmista: Prontamente se nos anticipe, Señor, tu misericordia [Ps. 78, 8] y aquello: Dios mío, su misericordia me prevendrá [Ps. 58, 11].
Can. 15. «Adán se mudó de aquello que Dios le formó, pero se mudó en peor por su iniquidad; el fiel se muda de lo que obró la iniquidad, pero se muda en mejor por la gracia de Dios. Aquel cambio, pues, fué del prevaricador primero; éste, según el salmista, es cambio de la diestra del Excelso [Ps. 76, 11].
Can. 16. «Nadie se gloríe de lo que parece tener, como si no lo hubiera recibido, o piense que lo recibió porque la letra por fuera apareció para ser leída o sonó para ser oída. Porque, como dice el Apóstol: Si por medio de la ley es la justicia, luego de balde murió Cristo [Gal. 2, 21]; subiendo a lo alto, cautivó la cautividad, dio dones a los hombres [Eph. 4, 8; cf. Ps. 67, 19]. De ahí tiene, todo el que tiene; y quienquiera niega tener de ahí, o es que verdaderamente no tiene, o lo que tiene, se le quita [Mt. 25, 29]».
Can. 17. «Sobre la fortaleza cristiana. La fortaleza de los gentiles la hace la mundana codicia; mas la fortaleza de los cristianos viene de la caridad de Dios que se ha derramado en nuestros corazones, no por el albedrío de la voluntad, que es nuestro, sino por el Espíritu Santo que nos ha sido dado [Rom. 5, 5]».
Can. 18. «Que por ningún merecimiento se previene a la gracia. Se debe recompensa a las buenas obras, si se hacen; pero la gracia, que no se debe, precede para que se hagan».
Can. 19. «Que nadie se salva, sino por la misericordia de Dios. La naturaleza humana, aun cuando hubiera permanecido en aquella integridad en que fué creada, en modo alguno se hubiera ella conservado a sí misma, si su Creador no la ayudara; de ahí que, si sin la gracia de Dios, no hubiera podido guardar la salud que recibió, ¿cómo podrá, sin la gracia de Dios, reparar la que perdió?».
Can. 20. «Que el hombre no puede nada, bueno sin Dios. Muchos bienes hace Dios en el hombre, que no hace el hombre; ningún bien, empero, hace el hombre que no otorgue Dios que lo haga el hombre».
Can. 21. «De la naturaleza y de la gracia. A la manera como a quienes queriendo justificarse en la ley, cayeron también de la gracia, con toda. verdad les dice el Apóstol: Si la justicia viene de la ley, luego en vano ha muerto Cristo [Gal. 2, 21]; así a aquellos que piensan que es naturaleza la gracia que recomienda y percibe la fe de Cristo, con toda verdad se les dice: Si por medio de la naturaleza es la justicia, luego en vano ha muerto Cristo. Porque ya estaba aquí la ley y no justificaba; ya estaba aquí también la naturaleza, y tampoco justificaba. Por tanto, Cristo no ha muerto en vano,
sino para que la ley fuera cumplida por Aquel que dijo: No he venido a destruir la ley, sino a darle cumplimiento [Mt. 5, 17]; y la naturaleza, perdida por Adán, fuera reparada por Aquel que dijo haber venido a buscar y salvar lo que se había perdido» [Lc. 19, 10].
Can. 22. «De lo que es propio de los hombres. Nadie tiene de suyo, sino mentira y pecado. Y si alguno tiene alguna verdad y justicia, viene de aquella fuente de que debemos estar sedientos en este desierto, a fin de que, rociados, como si dijéramos, por algunas gotas de ella, no desfallezcamos en el camino».
Can. 23. «De la voluntad de Dios y del hombre. Los hombres hacen su voluntad y no la de Dios, cuando hacen lo que a Dios desagrada; mas cuando hacen lo que, quieren para servir a la divina voluntad, aun cuando voluntariamente hagan lo que hacen; la voluntad, sin embargo, es de Aquel por quien se prepara y se manda lo que quieren».
Can. 24. «De los sarmientos de la vid. De tal modo están los sarmientos en la vid que a la vid nada le dan, sino que de ella reciben de qué vivir; porque de tal modo está la vid en los sarmientos que les suministra el
alimento vital, pero no lo toma de ellos. Y, por esto, tanto el tener en sí a Cristo permanente como el permanecer en Cristo, son cosas que aprovechan ambas a los discípulos, no a Cristo. Porque cortado el sarmiento, puede brotar
otro de la raíz viva; mas el que ha sido cortado, no puede vivir sin la raíz [cf. Ioh. 15, 5 ss]».
Can 25. «Del amor con que amamos a Dios. Amar a Dios es en absoluto un don de Dios. El mismo, que, sin ser amado, ama, nos otorgó que le amásemos. Desagradándole fuimos amados, para que se diera en nosotros con que le agradáramos. En efecto, el Espíritu del Padre y del Hijo, a quien con el Padre y el Hijo amamos, derrama en nuestros corazones la caridad» [Rom. 5, 5].
Y así, conforme a las sentencias de las Santas Escrituras arriba escritas o las definiciones de los antiguos Padres, debemos por bondad de Dios predicar y creer que por el pecado del primer hombre, de tal manera quedó inclinado y debilitado el libre albedrío que, en adelante, nadie puede amar a Dios, como se debe, o creer en Dios u obrar por Dios lo que es bueno, sinoaquel a quien previniere la gracia de la divina misericordia. De ahí que aun aquella preclara fe que el Apóstol Pablo [Hebr. 11] proclama en alabanza del justo Abel, de Noé, Abraham, Isaac y Jacob, y de toda la muchedumbre de los antiguos santos, creemos que les fué conferida no por el bien de la naturaleza que primero fué dado en Adán, sino por la gracia de Dios. Esta. misma gracia, aun después del advenimiento del Señor, a todos los que desean bautizarse sabemos y creemos juntamente que no se les confiere por su libre albedrío, sino por la largueza de Cristo, conforme a lo que muchas veces hemos dicho ya y lo predica el Apóstol Pablo: vosotros se os ha dado, por Cristo, no sólo que creáis en Él, sino también que padezcáis por El [Phil. 1, 29]; y aquello: Dios que empezó en vosotros la obra buena, la acabará hasta el día de nuestro Señor [Phil. 1, 6]; y lo otro: De gracia habéis sido salvados por la fe, y esto no de vosotros: porque don es de Dios [Eph. 2, 8]; y lo que de sí mismo dice el Apóstol: He alcanzado misericordia para ser fiel [1 Cor. 7, 25; 1 Tim. 1, 13]; no dijo: «porque era», sino «para ser». Y aquello: ¿Qué tienes que no lo hayas recibido? [ 1 Cor. 4, 7]. Y aquello: Toda dádiva buena y todo don perfecto, de arriba es, y baja del Padre de las luces [Iac. 1, 17]. Y aquello: Nadie tiene nada, si no le fuere dado de arriba [Ioh. 3, 27]. Innumerables son los testimonios que podrían alegarse de las Sagradas Escrituras para probar la gracia; pero se han omitido por amor a la brevedad, porque realmente a quien los pocos no bastan, no aprovecharán los muchos.
También creemos según la fe católica que, después de recibida por el bautismo la gracia, todos los bautizados pueden y deben, con el auxilio y cooperación de Cristo, con tal que quieran fielmente trabajar, cumplir lo que pertenece a la salud del alma. Que algunos, empero, hayan sido predestinados por el poder divino para el mal, no sólo no lo creemos, sino que si hubiere quienes tamaño mal se atrevan a creer, con toda detestación pronunciamos anatema contra ellos. También profesamos y creemos saludablemente que en toda obra buena, no empezamos nosotros y luego somos ayudados por la misericordia de Dios, sino que El nos inspira primero - sin que preceda merecimiento bueno alguno de nuestra parte - la fe y el amor a El, para que busquemos fielmente el sacramento del bautismo, y para que después del bautismo, con ayuda suya, podamos cumplir lo que a El agrada. De ahí que ha de creerse de toda evidencia que aquella tan maravillosa fe del ladrón a quien el Señor llamó a la paria del paraíso [Lc. 23, 43], y la del centurión Cornelio, a quien fué enviado un ángel [Act. 10, 3] y la de Zaqueo, que mereció hospedar al Señor mismo [Lc. 19, 6], no les vino de la naturaleza, sino que fué don de la liberalidad divina.
BONIFACIO II:De la Carta Per filium nostrum, a Cesáreo de Arlés,25 de enero de 531(Denzinger nº200a-200c):
1...No hemos diferido dar respuesta católica a tu pregunta que concebiste con laudable solicitud de la fe. Indicas, en efecto, que algunos obispos de las Galias, si bien conceden que los demás bienes provienen de la gracia de Dios, quieren que sólo la fe, por la que creemos en Cristo, pertenezca a la naturaleza y no a la gracia; y que permaneció en el libre albedrío de los hombres desde Adán - cosa que es crimen sólo decirla - no que se confiere también ahora a cada uno por largueza de la misericordia divina. Para eliminar toda ambigüedad nos pides que - confirmemos con la autoridad de la Sede Apostólica vuestra confesión, por la que al contrario vosotros definís que la recta fe en Cristo y el comienzo de toda buena voluntad, conforme a la verdad católica, es inspirado en el alma de cada uno por la gracia de Dios previniente.
2. Mas como quiera que acerca de este asunto han disertado muchos Padres y más que nadie el obispo Agustín, de feliz memoria, y nuestros mayores los obispos de la Sede Apostólica, con tan amplia y probada razón que a nadie debía en adelante serle dudoso que también la fe nos viene de la gracia; hemos creído que no es menester muy larga respuesta; sobre todo cuando, según las sentencias que alegas del Apóstol: He conseguido misericordia para ser fiel [1 Cor. 7, 25], y en otra parte: A vosotros se os ha dado, por Cristo, no sólo que creáis en El, sino también que padezcáis por El [Phil. 1, 29], aparece evidentemente que la fe, por la que creemos en Cristo, así como también todos los bienes, nos vienen a cada uno de los hombres, por don de la gracia celeste, no por poder de la naturaleza humana. Lo cual nos alegramos que también tu Fraternidad lo haya sentido según la fe católica, en la conferencia habida con algunos obispos de las Galias; en el punto, decimos,en que con unánime asentimiento, como ns indicas, definieron que la fe por la que creemos en Cristo, se nos confiere por la gracia previniente de la divinidad, añadiendo además que no hay absolutamente bien alguno según Dios que pueda nadie querer, empezar o acabar sin la gracia de Dios, pues dice el Salvador mismo: Sin mí nada podéis hacer [Ioh. 1,5, 5]. Porque cierto y católico es que en todos los bienes, cuya cabeza es la fe, cuando no queremos aún nosotros, la misericordia divina nos previene para que perseveremos en la fe, como dice David profeta: Dios mío, tu misericordia me prevendrá [Ps. 58, 11]. Y otra vez: Mi misericordia con El está [Ps. 88, 25]; y en otra parte: Su misericordia me sigue [Ps. 22, 6]. Igualmente también el bienaventurado Pablo dice: O, ¿quién le dio a El primero, y se le retribuirá? Porque de El, por E1 y en El son todas las cosas [Rom. 11, 35 s]. De ahí que en gran manera nos maravillamos de aquellos que hasta punto tal están aún gravados por las reliquias del vetusto error, que creen que se viene a Cristo no por beneficio de Dios, sino de la naturaleza, y dicen que, antes que Cristo, es autor de nuestra fe el bien de la naturaleza misma, el cual sabemos quedó depravado por el pecado de Adán, y no entienden que están gritando contra la sentencia del Señor que dice: Nadie viene a mí, si no le fuere dado por mi Padre [Ioh. 6, 44]. Y no menos se oponen al bienaventurado Pablo que grita a los Hebreos: Corramos al combate que tenemos delante, mirando al autor y consumador de nuestra fe, Jesucristo [Hebr. 2, 1 s]. Siendo esto así, no podemos hallar qué es lo que atribuyen a la voluntad humana para creer en Cristo sin la gracia de Dios, siendo Cristo autor y consumador de la fe.
3. Por lo cual, saludándoos con el debido afecto, aprobamos vuestra confesión suprascrita como conforme a las reglas católicas de los Padres.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Lun Abr 18, 2011 9:08 pm

Esos cánones condenan la herejía pelagiana, pero tales afirmaciones no son las de un semipelagiano.

    Doctrina sobre la gracia defendida por los monjes del sur de la Galia y alrededor de Marsella después del año 428. Intentaba llegar a un compromiso entre los dos extremos del Pelagianismo y el Agustinismo, y fue condenado como herejía en el concilio ecuménico de orange en 529 después de más de cien años de controversias. El nombre Semipelagiano fue desconocido tanto en la antigüedad cristiana como a lo largo de la Edad Media. Durante estos períodos era costumbre designas los puntos de vista de los Massilianos simplemente como “reliquias de los pelagianos”, una expresión y que ya se encuentra en Agustín (Ep. ccxxv, n. 7, en P.L., XXXIII, 1006). Las más recientes investigaciones muestran que la palabra fue acuñada entre 1590 y 1600 en relación con la doctrina de la gracia de Molina, porque los adversarios veían en ella una gran parecido con la herejía de los monjes de Marsella (cf. "Revue des sciences phios. et théol.", 1907, pp. 506 ss.). Una vez que esta confusión fue aclarada como un error, el término Semipelagianismo se retuvo en los círculos intelectuales como una designación apropiada de la antigua herejía únicamente.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Lun Abr 18, 2011 9:17 pm

Perdón, ciertamente sí responden estos cánones a las afirmaciones de los monjes de Marsella; pero por semipelagianismo entendemos aquí una tendencia espiritual voluntarista, que no niega los principios de la fe en la teoría, pero los vive imperfectamente en la vida teologal por este defecto de formación.

http://infocatolica.com/blog/reforma.ph ... elagiano-1
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor miles_dei » Mar Abr 19, 2011 8:46 am

Lo que has querido decir seguramente, Luis Manuel, es que el semipelagianismo no es fruto de una opción herética firme o con ganas de separarse de la fe de Cristo, sino que es un error común entre católicos al intentar explicar las paradojas de las relaciones de la gracia y la libertad frente a la herejía de los pelagianos.

Así se decía en su día que el semipleagianismo era el error de católicos bienintencionados. Cosa que creo se mantiene hasta el día de hoy.
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor luis manuel » Mié Abr 27, 2011 7:02 am

Exacto, Miles. El semipelagianismo es el nombre de un error, un error que puede darse como una opción herética o como una mala vida espiritual que puede ser iluminada y devuelta a su cauce conociendo este error y la enseñanza de la Iglesia. No creo que parta tanto de los católicos que intentan explicar nada paradójico, sino sencillamente una laguna en la formación que se complementa con un conocimiento deficiente de la doctrina católica y que se vive como natural espiritualidad católica.

Iremos analizando algunos ejemplos:

1. La generosidad. Es común entre semipelagianos, al esbozar cuestiones de naturaleza vocacional (ya sea en las vocaciones concretas a un determinado estado, o en la vocación común a Cristo para la santidad), llevar la acción personal al terreno de la generosidad. Así te dice un semipelagiano, ante un planteamiento vocacional, "sé generoso", y se plantea la acción de Dios como petición. "Dios te pide..." es la clave espiritual en la que el semipelagiano analiza una inquietud vocacional, "pero si eres generoso, Dios te dará el ciento por uno".

Ciertamente Dios da el ciento por uno a quien no resiste a su gracia. Lo dice el mismo Cristo. El error está en la clave de "petición" y "respuesta generosa". Dios no te pide nada, Dios solamente da. Dios te da el querer, el obrar, y la satisfacción de poder cumplir. Todo es iniciativa de su gracia. La gracia de Dios no espera que sencillamente, tú respondas positivamente a ella con tu voluntad. La gracia de Dios no está puesta al servicio del grado de tu respuesta o tu supuesta generosidad al acogerla. Espera sencillamente que no la resistas. Términos que se usan hoy en día en la vida espiritual, como "Dios te pide", "es cuestión de generosidad", "falta de perseverancia", son semipelagianos.

Cito nuevamente al gran experto en espiritualidad católica:

    Católicos excelentes hay que emplean con frecuencia la palabra generosidad al hablar de la vocación y, lógicamente, de cualquier otro asunto de la vida espiritual. Muchos de ellos tienen una captación del misterio de la gracia perfectamente católica; pero no escapan a una contaminación del lenguaje de origen voluntarista.

    «Es cuestión de generosidad». «Pone usted en peligro su misma salvación por falta de perseverancia». «Ingresó en el noviciado, pero no perseveró: le faltó generosidad». «Dios no se deja ganar en generosidad por el hombre». O sea: usted propóngase el bien que sea, cuanto más alto mejor, y esté seguro de que la gracia de Dios, siendo la obra tan buena, vendrá ciertamente en su auxilio para que pueda vivirla. Etc. ¿Pero qué están diciendo?… Todo eso es semipelagianismo puro y duro. ¿Cuándo estos católicos se van a enterar de que, aunque solo sea en el lenguaje, son semipelagianos?

    [...]

    Supongamos que un director espiritual dice al cristiano que se le confía, atendiendo a las mociones de gracia que parece recibir: «según lo que me cuentas, yo creo que Dios te pide que dobles el tiempo de la oración». El consejo podrá ser prudente y beneficioso. Pero ¿por qué lo expresa en forma de petición? ¿No es más conforme a la verdad decir: «parece que Dios quiere darte la gracia de aumentar al doble tu oración»? En el fondo, dicho de un modo o de otro, está dando el mismo consejo, es cierto. Pero la formulación primera encaja perfectamente con el semipelagianismo, puede dar ocasión a la soberbia («he cumplido: le he dado a Dios lo que me pedía»), al escrúpulo también, y a otros malos efectos. En cambio, la segunda formulación habla como siempre lo hace la sagrada Escritura y la mejor Tradición católica, y solo puede producir efectos buenos.

    Ese «Dios te pide» esto y lo otro expresa mal la doctrina católica sobre la acción de la gracia. Pero tiene en cambio pleno sentido si se parte de una teología semipelagiana de la gracia. Según ella, Dios ofrece su parte (la gracia), y «pide» al hombre que ponga su parte (la voluntad libre), de tal modo que, con la generosa colaboración de la persona, venga así la gracia a ser eficaz en la buena obra pretendida (noviciado, matrimonio, más oración, etc.). Ésta es la verdad. Y no se ofendan si la digo, pues solo pretendo que sean «santificados en la verdad» (Jn 17,17).
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor jose_ignacio » Jue Jun 02, 2011 12:20 am

Hola bajo estos conceptos, entonces ¿para que ayunar? ¿como se entiende el ayuno personal? ¿la ascesis? ¿se ha de entender como una gracia que Dios me da para ser mas Libre?

saludos!!
O Buen Jesus ten Misericordia de nosotros, por que tu nos creaste tu nos redimiste con tu Sangre Preciosisima
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Re: Hablemos del semipelagianismo

Notapor eagleheart » Vie Jun 03, 2011 10:01 am

Es, en palabras de alguien aquí, allanar el camino de la Gracia en su obrar.

Salu2. Paz y Bien.
¿Por qué andas ansioso, hombrecillo, buscando por doquiera los bienes del cuerpo y del alma? Ama el verdadero Bien en el que están todos los bienes, y basta. San Anselmo de Canterbury.
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