El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Espiritualidad (Vida y escritos de Santos) Se publicarán vidas y obras de santos para el diálogo y sobre todo para el aprendizaje espiritual en nuestro camino a la santidad. Leemos las Sagradas Escrituras a través de los santos, contamos con la santidad de estos hombres como autoridad. ¡Qué poco que se leen las obras de los santos! Este foro será una gran oportunidad para estimular la lectura de los escritos de los hombres más grandes que han vivido en este destierro

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El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor asandy » Mar Jul 05, 2011 1:55 pm

Cántico Espiritual de las Canciones entre el esposo y la esposa de S. Juan de la Cruz.

Podríamos decir que María es el lado misericordioso y tierno del amor de Dios.
“Tú sola, Virgen María, le curas a Dios de todas las heridas que le hacemos los hombres. Por ti sola valió la pena la redención, aunque, afortunadamente, hay otras y otros que se han tomado en serio la redención”

Canción I- “A donde te escondiste”
¿Solo en el Sagrario, o, también en cada flor, en los montes y los valles?
“¿A donde te escondiste, / amado, y me dejaste con gemido? / Como el ciervo huiste, / habiéndome herido, / salí tras ti, clamando, y eras ido. “
“El alma enamorada del Verbo Hijo de Dios su Esposo, deseando unirse con él por clara y esencial visión, propone sus ansias de amor, querellándose a él de la ausencia, mayormente que estando ella herida de su amor, por el cual ha salido de todas las cosas y de sí misma, todavía haya de padecer la ausencia de su amado, no desalentándola ya de la carne mortal, para poder gozar en gloria de eternidad”
¿Quién mejor que María ansiaba gozar en gloria de eternidad la divinidad de su hijo por el cual ha salido de todas las cosas y de sí misma?
De su seno nos vino la vida, pero ella viéndole de cerca como hombre, ¿qué ansias sentía de ver a su hijo en gloria de eternidad?

1.- "¿A donde te escondiste"
“En el seno del Padre, que es la esencia divina, la cual es ajena y escondida de todo ojo mortal y de todo entendimiento”. Y así “ni la presencia sensible es más testimonio de su presencia” gloriosa.
“El Verbo, juntamente con el Padre y el Espíritu Santo, está esencialmente en el íntimo centro del alma escondido”.
Pero aún para María, estando la Trinidad en ella escondida, no la gozaba cara a cara…aunque entrase “en sumo recogimiento dentro de sí misma, comunicándose allí con Dios en amoroso y afectuoso trato” ni aún así podía “gozar en gloria de eternidad” la divinidad de su hijo, amado, “y me dejaste con gemido?"
“Cuando Dios es amado de veras, con gran facilidad oye los ruegos de su amante”.
María es la que más ha amado a Dios y si ella ansiaba su reino, él la hace en su gloria Reina de cielos y tierra para nuestro bien y consuelo.
Pero en esta vida “la ausencia del amado es un continuo gemido en el corazón del amante”, y ella no solo en el Calvario sentía “el abandono de Dios” como Cristo, sino que su vida fue una espada de dolor que atravesaba su corazón, sabiendo cuanto su destino le tenía reservado y siempre podía decir; Te encarnaste en mí, “y me dejaste con gemido”.

“Como el ciervo huiste”
“Y esto por la presteza de esconderse y mostrarse cual suele hacer el amado con las visitas que hace a las almas y los desvíos y ausencias que las hace sentir”.
María es visitada por un Ángel, pero debe huir a Egipto, es consolada por el anciano Simeón pero pierde al niño en el Templo, vive oculta pero consigue el primer milagro de Jesús, está ausente en los grandes triunfos de la vida pública de Jesús pero está al pie de la cruz, y por ello dice

“Habiéndome herido”
“Dios suele hacer unos encendidos toques de amor, que a manera de saeta de fuego hieren y traspasan al alma y la dejan toda cauterizada con fuego de amor”. María como nadie tuvo esos encendidos toques de amor.
En María, las llamadas heridas de amor “inflaman estas tanto la voluntad en afición, que se está el alma abrasando en fuego y llama de amor.” Y así María, alma herida no solo de amor sino de dolor, repetiría constantemente: Padre si es posible pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, divino Esposo, sino la tuya.

“Salí tras de ti, clamando, y eras ido”.
“Y es de saber que este salir se entiende de dos maneras: una, saliendo de todas las cosas…la otra, saliendo de si misma por olvido y descuido de sí…en amor de Dios”
¿Quién como María usaba de las cosas de este mundo solo para servir a Dios? ¿Quien como María se olvidaba de sí para estar día y noche pendiente de su Dios? ¿Quien como María, en su vida dolorosa, podía clamar: Y eras ido?
Como la esposa del cantar podía decir: “levantarme he y rodearé la ciudad; por los arrabales y las plazas buscaré al que ama mi alma”.
Aún antes de la Encarnación, María en su vida diaria, no estaba libre del dolor y las tribulaciones normales, y desde su uso de razón tenía solo a Dios por tesoro y consuelo. Y así como dice S. Juan de la Cruz: “como por resquicios se les muestra un inmenso bien, y no se le concede: así es inefable la pena y el tormento” pues ella ansiaba verse libre de la carne mortal para poder gozar de su amado en gloria de eternidad.

2,- En María sus afectos y deseos estaban carentes de inclinación al pecado, a cualquier concupiscencia, era la “Singularísima” esposa de Dios. Estaba adornada por el esposo como la esposa del Cantar de los Cantares de mil gracias derramadas: “que hermosa eres, amor mío, que hermosa eres. Tus ojos de paloma a través de tu velo. Tu melena cual rebaño de cabras ondulante por las pendientes de Galaad. Tus dientes cual rebaño de ovejas esquiladas que regresan del baño”. En esta interpretación alegórica se distinguió San Juan de la Cruz, que al igual que el Cantar, bebiéndolo de él, convierte a los pastores, al ciervo, a las riberas, a las flores, a las fieras, a los bosques y espesuras en alegorías para mutuas alabanzas entre el esposo y la esposa.
Juan de la Cruz aún siendo místico, y tal vez por ello, describe cómo el alma ve a su amado en cada cosa creada. Para llegar a Dios lo ve en todo cuanto es naturaleza, porque la Creación es el libro del amor de Dios donde está un alfabeto divino para nuestra lectura. Y así prosigue su Cantar:
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor asandy » Vie Jul 15, 2011 5:43 pm

Canción II- Pastores, los que fuerdes
“Pastores, los que fuerdes, / Allá, por la majadas, al otero, / Si por ventura vierdes / Aquel que yo más quiero / decidle que adolezco, peno y muero”
San Juan llama pastores “a los afectos y deseos, porque ellos apacientan al alma de bienes espirituales.” Pero “los que de puro amor saliéderes porque no todos van, sino los que salen del fiel amor”. En María desde su concepción en el seno de Ana ya tenía más gracias que todas la criaturas puedan recibir. Sus afectos y deseos no solo como Madre de Dios, sino como alma predestinada a tanta grandeza en tan suma santidad, eran salidos del fiel amor, fidelísimo amor. Ella con su amor a Dios le agrababa mas que todas las demás criaturas juntas puedan tener en la historia de la humanidad. Esos afectos y deseos son, después de los de Cristo, la suma perfección, usados exclusivamente para apacentar en su alma todos los posibles bienes espirituales.

“Allá, por las majadas” -“Llama majadas a los coros de los Ángeles por los cuales de coro en coro van nuestros gemidos y oraciones a Dios”. “Los Ángeles no solo llevan a Dios nuestros recaudos, sino también traen los de Dios”.
Desde el Antiguo Testamento Dios trae mensajes a través de Ángeles, de Patriarcas y Profetas. Abraham fue el elegido para ser padre generacional de la fe de un pueblo, y así confirma su fe al creer que será padre en la ancianidad suya y de su esposa Sara.
María es hija de esa fe del pueblo elegido, y medita en su corazón las promesas y mensajes del Dios de Abraham y, cuando el Ángel le anuncia que va a ser madre del Mesías anunciado y esperado, cree que lo será solo por un milagro de Dios. El acto de fe de María es el compendio del Antiguo Testamento y el comienzo de la Nueva Alianza.
Son numerosos los pasajes desde el Génesis en que los Ángeles hablan a los hombres en nombre de Dios. Y esos Ángeles dan su respuesta a Dios de cómo los hombres han recibido el mensaje divino, llevando al alto “otero” también, porque “Dios es la suma alteza”, la respuesta o un mensaje de oración de los hombres.
Por ello en la Encarnación Dios habla mediante un Ángel, y este lleva a Dios la aceptación de María porque era su mensajero.
Los Ángeles actúan directamente o revestidos de acontecimientos, personas o signos, pero siguen siendo enviados así por Dios. “como buenos pastores de dulces inspiraciones y comunicaciones, por cuyo medio también Dios las hace”. “Y ellos nos amparan de los lobos, que son los demonios”, que su mayor éxito consiste en hacernos creer que no existen.
María tenía aplastada a la serpiente con el peso de su grandeza de la llena de Gracia por ser la Madre de Dios, porque la que iba a ser Madre del Verbo no podía haber tenido el menor dominio del demonio.

“si por ventura vierdes” -“Es verdad que Dios todo lo sabe y entiende” pero “entonces se dice ver nuestras necesidades, u oírlas, cuando las remedia”, es decir, “si ha llegado el tiempo y sazón en que mis deseos y peticiones hayan llegado a que los vea para cumplirlos”, y para ello es bueno usar de intercesores ante Dios. Ya el mismo Jesús nos enseña el valor de la intercesión curando cura al hijo del centurión por los ruegos y la fe de este. Pero nadie como María es la mejor Medianera entre Dios y nosotros como lo manifiesta en las bodas de Caná y lo confirma la devoción de todo el pueblo cristiano invocándola. Ella es nuestro mejor Ángel Mensajero.
Ella, en sus oraciones sobre todo antes de la Encarnación, ¿no se afianzaba y usaba el nombre, las palabras y las promesas hechas a Abraham, Isaac y Jacob que ya estaban viendo a Dios en gloria de eternidad? ¿No eran también sus ángeles, sus intermediarios?

“aquel que yo más quiero” -¿Quien como María puede amar a Dios, si está en su propio hijo? Cristo es su hijo, carne de su carne y fruto de sus entrañas... Este Dios es mi niño, (decía Sartre, en Boriana, aunque era ateo). Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí. Tiene mis ojos y la forma de su boca es la de la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí” “Dios en mi hijo, y al darle su pecho, su leche se convertirá en sangre de Dios...” “Ninguna mujer ha disfrutado así de su Dios, para ella sola. Un Dios muy pequeñito al que puede estrechar entre los brazos y cubrir de besos. Un Dios calentito que sonríe y que respira”.
Y ella, a pesar de saberlo, vive con la humildad de la sierva del Señor. Pero la esclava será proclamada Reina, la que más amó y sirvió a su Señor en vida oculta y silenciosa recibiría por su humildad el premio que corresponde a la Madre de Dios en el Reino Divino de su Hijo. Allí fue recibida en su Asunción por la Santísima Trinidad, por los Patriarcas, por los Profetas, por miríadas de Ángeles y Justos en un gozo y alegría solo inferior a la Ascensión del Enviado por el Padre.

“Decidle que adolesco, peno y muero”.- “Vivo sin vivir en mi, porque tan alta vida espero, que muero porque no muero” de amor, decía Teresa de Jesús. ¿Acaso esta santa andarina amaba y deseaba unirse a Dios en plena gloria de eternidad más que María?
“El alma que de veras ama, ordinariamente en el sentimiento de la ausencia de Dios, padece de estas tres maneras dichas, según las tres potencias del alma, que son entendimiento, voluntad y memoria, Acerca del entendimiento adolece porque no ve a Dios, que es la salud del entendimiento. Acerca de la voluntad pena, porque carece de la posesión de Dios, que es el descanso, refrigerio y deleite de la voluntad. Acerca de la memoria, muere, porque acordándose que carece de todos los bienes del entendimiento, que es ver a Dios, y de todos los deleites de la voluntad, que es poseerle”, es como decirle al amado “adolesco, y él solo es mi salud, que me de mi salud, y pues peno y él solo es mi descanso, que me de mi descanso, y pues muero y él solo es mi vida, que me de mi vida”
María en su entendimiento adolece porque aún no ve a Dios su amado en la plenitud de su gloria, lo ve por un resquicio en su hijo; en su voluntad pena porque aún no tiene una plena posesión beatífica de Dios; en su memoria muere porque no tiene aún el bien del entendimiento que es ver a Dios directamente, ni los deleites de la voluntad que es poseerle en la plenitud de su gloria.
Nadie como María, aún estando tan elevadísima en su santidad durante su vida terrena, podía desear más que ella estar unida ya a Dios, como alma creada, como Madre del Verbo, como predilecta del Padre y Esposa del Espíritu Santo.
Pero toda esta llama de amor, unida a su humildad, no la hacía considerarse más que la “sierva del Señor”, que ha mirado la nada, por sí, de su esclava, porque ella reconoce que todo cuanto hay en su alma son solo dones del amor de su esposo divino. Imitémosla, en lo posible, en la convivencia de la presencia de Dios aún en sus atos más rutinarios.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor asandy » Mié Jul 20, 2011 1:56 am

Canción III- Buscando mis amores.

“Buscando mis amores, / iré por esos montes y riberas, / no cogeré la florees, / ni temeré las fieras, / y pasaré los fuertes y fronteras.”
“Buscando mis amores”-¿Qué sentiría Maria al recibir a Jesús Eucaristía de mano de los Apóstoles después de haber muerto Jesús?
Antes, mientras le tuvo en su seno, ella era el único Sagrario viviente. Después del nacimiento le acarició con sus dedos y lo besó con amor indescriptible, pero muerto, aunque resucitado, no estaba en ella también con su naturaleza humana.
San J. de la Cruz comenta: “No solo basta al alma orar y desear, y ayudarse de terceros para hablar al amado, como lo ha hecho en las precedentes canciones, sino que junto con ella misma se ponga por la obra a le buscar”.
¿Cómo Maria buscaba la unión con su Dios en Jesús después de resucitado? ¿Dónde estaba su hijo, carne de su carne, para poder abrazarle de nuevo?
¿Cómo la llama de amor podía tener su más esplendida realidad en ella? Solo en el Pan divino: tomad y comed esto es mi Cuerpo, Tomad y bebed, esta es mi Sangre.
Si el alma, esposa de Cristo, lo encuentra en la Eucaristía para gozar junto al amado, ¿cómo María recibiría este Pan al que ella misma había dado su harina?
El Esposo divino del alma de María la ha unido tanto así, que de ella, en este Sacramento Eucarístico, recibimos algo de María: la naturaleza humana de Jesús que es mariana, haciéndonos uno en el mismo Pan, asumida nuestra naturaleza por el Verbo, y uno en el Hijo también de Dios, y así lo declara Pablo: “porque aquellos que de antemano conoció, también los predestinó a ser conformes con la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito de muchos hermanos” ( Rom. 6-19). Somos hermanos de Cristo e hijos de Dios en el hijo de María, y con esta relación nos obliga el Divino Esposo a llamar a María, Madre nuestra.
El Padre no puede ver a Jesús sin María, nosotros nos podemos unirnos a Jesús sin María. Nuestro amor y el de María es el mismo: su hijo, Dios y hermano nuestro.
“Iré por esos montes y riberas”- “A las virtudes llama montes: lo uno, por la alteza de ellas; lo otro, por la dificultad y trabajo que se pasa en subir a ellas, ejercitando la vida contemplativa”. “buscando a mi amado iré poniendo por obra las virtudes altas, y humillándome en las mortificaciones y cosas bajas…”
De cómo María ejercitó todas las virtudes, ya hemos comentado algo sobre ellas anteriormente, pero siendo ella nuestro modelo en la imitación de Cristo solo nos queda reconocer, que no todos hemos recibido de Dios tanta Gracia para poder llegar a tan alta perfección, pero que en la contemplación, hecha metáfora la naturaleza, encontramos el Camino para alcanzar alguna subida a esos “montes”.
Sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto, decía Jesús. ¿Hasta donde podemos llegar? Nunca hasta donde llegó María, no nos es posible, pero sí intentar renacer de nuevo cada día mediante la ayuda de los dones del Espíritu Santo, tomados del tesoro de Cristo.
Los cristianos hoy en día, ¿queremos ser perfectos? ¿El ambiente ayuda como en otros tiempos, al servicio de Dios? No ayuda, pero Cristo es el molde y es un aparente fracasado y solitario crucificado, pero ahí está la vida, vida triunfante en resurrección de fe.
Por mucho que el alma se encuentre como en solitaria, ha de saber que no “bastarán a detenerla e impedirla este camino todas las fuerzas y asechanzas de los tres enemigos: mundo, demonio y carne”. Aunque lo que más suframos sea el llamado “silencio de Dios” del que el mismo Cristo en la cruz se lamenta amorosamente al Padre. Pero aprended de mí. Yo estoy así para que sepáis que yo soy vuestra realidad y en ella Yo soy la Vida. Tomad todos y bebed de mi cáliz porque es la Nueva Alianza, que para los que quieran, será el fin del reino de Satanás.
María nuestro modelo, ¿no tenía noches oscuras en su alma? Las tuvo hasta el mismo Cristo en el huerto y en la Cruz, pero ella a imitación de Jesús, con fe sin límites, aceptaba el dolor y los fracasos diciendo: No se haga mi voluntad sino la tuya, es la fe, y aquí está el gozo íntimo que no comprende el mundo. Porque Dios escribe derecho aún con renglones torcidos Esa es otra lección que no podemos olvidar. ¿Queremos nosotros que nuestro camino sea solo el del Monte Tabor y que esté alfombrado solo de pétalos de rosas, siempre en entrada triunfal?
Nuestra fe es “creer” viendo o…sin ver. Y es lo que hoy falta al mundo, pero no son pocos los bienaventurados que “creen” de verdad y por ello, cada uno en su grado dice:
“ni cogeré las flores”. “pues para buscar a Dios se requiere un corazón desnudo y fuerte y libre de todos los males y bienes que no son puramente Dios. Ni pondré mi corazón en las riquezas…ni admitiré los contentamientos y deleites de mi carne, ni repararé en los gustos y consuelos de mi espíritu”….que se le pueden ofrecer en esta vida, que le podrían impedir el camino”.
El alma, como Jesús y María nos dan ejemplo, debe usar de las flores de la vida siempre viendo en ellos un don de Dios, y utilizarlos como necesarios y aún como disfrute de los regalos creativos de Dios para el hombre, para de ellos elevarnos a dar gracias a Dios por tanta belleza y gozo en el uso agradecido de los dones de Dios.
“Ni temeré las fieras y pasaré los fuertes y fronteras”- “Por las fieras entiende el mundo, por los fuertes el demonio, y por la fronteras, la carne”.
Jesús en el desierto es sometido mediante Satanás a la tentación de dejarse llevar por la vanidad, los aplausos del mundo y la debilidad de la carne ante el ayuno. “Sus tentaciones y astucias (las de Satanás) son más fuertes y duras de vencer y más dificultosas de entender que las del mundo y carne” dice S. Juan de la Cruz.
¿Y, María? ¿Si Jesús, el Verbo, Dios, es tentado en su naturaleza humana, no pudo serlo también María? ¿Si María no hubiese tenido que superar a las “fieras”, habría podido pasar los “fuertes y fronteras” de estos enemigos del alma? ¿Habría obtenido mérito sin esfuerzo alguno por su parte, sin colaborar personalmente en el mismo grado de las Gracias recibidas?
¿Cristo sí padece hambre, sed, odios y crucifixión, y María no tuvo que luchar contra las vanidades del mundo, las necesidades normales de mantener su cuerpo, y soportar con suma paciencia hasta la muerte de sus padres y seres queridos, de S. José y de su hijo? ¿En todas estas circunstancias Satanás no intentaba, hasta donde podía llegar, inducirla a la desconfianza de Dios? “Yo pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el tuyo, él te aplastará la cabeza y tu solo tocarás su calcañar” (Gens. 3, 15). No la morderá la serpiente, pero si lo intentará.
¿Satanás, viendo a María Inmaculada, nada intentaba para desbaratar aquella obra tan divina, cuando lo ha intentado nada menos que con el mismo Hijo de Dios hecho hombre?
María en su camino tenía que hacer como toda alma enamorada de Dios. “buscar a su amado, el cual, en suma, es tal: constancia y valor para no bajarse a coger las flores y ánimo para no temer las fieras, y fortaleza para pasar los fuertes y fronteras, solo entendiendo en ir por los montes y riberas de virtudes”, que le obligaban aunque llena de Gracia, a renuncias constantes para mantenerse y vencer como Jesús en el desierto, a los enemigos del alma. María no sería modelo si no hubiese tenido que poner nada por su parte correspondiendo a las gracias recibidas. Inmaculada, pero con el laborioso buscar y agradar siempre a su amado: Dios.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Sab Dic 03, 2011 7:07 am

Canción IV-¡Oh bosques y espesuras!

“¡Oh bosques y espesuras, / plantadas por las manos del amado! / ¡Oh prado de verduras, / de flores esmaltado, / decid si por vosotros ha pasado!”

Juan de la Cruz “llama bosques a los elementos que son tierra, agua, aire y fuego” porque así como amenísimos bosques, están poblados de espesas criaturas a las cuales aquí llama espesuras por el gran número y muchas diferencias que hay de ellas en cada elemento”.
Es admirable que para subir a Dios use también el alma las escaleras de las cosas creadas. La contemplación del místico, aquí en Juan de la Cruz, no se basa en lo que no ve, sino que en la tierra ve “innumerables animales y plantas, en el agua innumerables diferencias de peces, y en el aire mucha diversidad de aves; y el elemento del fuego, que concurre en todos para la animación y conservación”. “Y, a la verdad, así lo mandó Dios en la creación de ellos”
El alma enamorada, ve en ellas los ojos del amado en los dulces guiños de los luceros; sus labios en los pétalos de las flores; su manto en el azul de los océanos; sus caricias en la brisa del amanecer; un regalo de perlas en las gotas de rocío; su voz en el movimiento de los ríos y en el canto de las aves y nacimiento de las aguas; su esbelta belleza en las cumbres nevadas; sus silencios en la sombra de las alamedas y así en todos y cada uno de los elementos, ve a aquel por el que suspira su alma.
Pero ¿quien mejor que María puede admirar la inmensa belleza de la creación si junto a ella está el Verbo divino, sabiendo que todas las cosas han sido “plantadas por las manos del amado” no por manos ajenas? El mundo es el Huerto, el Jardín de su Hijo.
¡Oh prados de verduras!
Aquí está refiriéndose al cielo cuyos elementos “ni fenecen ni se marchitan con el tiempo” y que también está de “flores esmaltado” “por las cuales flores (el alma) entiende los ángeles y almas justas, con las que está adornado aquel lugar”.
El alma iluminada de fe, ante tanta variedad de creación, encontrando tanta belleza y armonía, pregunta para gozar de su respuesta, "¡decid si por vosotros ha pasado!" Porque yo os veo revestidos de su hermosura.
Si S. Juan Evangelista nos dice del Verbo “Todas las cosas fueron hechas por Él, y sin Él no se hizo nada de cuanto ha sido hecho”. ¿Acaso María era menos contemplativa que Juan de la Cruz y que Juan Evangelista? ¿Qué sentiría Maria, en sus silencios, ante su hijo Creador?
¿Si cualquier alma como Juan de la Cruz, para subir a Dios lo ve en los bosques, en los prados, en las aguas y en las estrellas, María no superaría a todos sabiendo que “en el principio existía aquel que es la Palabra, y aquel que es la Palabra estaba con Dios y era Dios” y Dios era su hijo que asume nuestra naturaleza para engalanarla, además de las bellezas naturales también con los dones y bellezas divinas que no se marchitarán ni fenecerán con el tiempo? Nuestras almas con sus virtudes son un bello mundo de Dios. Hay multitud de almas que son un recreo para Dios, a pesar de ser siempre el mundo enemigo de Dios.
¿Quién como María saborearía esta riqueza espiritual en su corazón, con la mayor naturalidad del alma totalmente enamorada de Dios, viendo tanto israelita buscando y glorificando a Dios?
¿No conocía María el Cantar de los Cantares, el Libro de la Sabiduría y el de los Proverbios? “Nada se puede quitar ni añadir a las maravillosas obras de Dios”, dice la Escritura.
“Retumbe el mar y todo lo que encierra, el mundo y todos sus habitantes; que todos los ríos batan palmas y con ello las montañas griten de alegría delante del Señor”. (Sal. 98- 7) recitaban constantemente en las Sinagogas.
Porque -Por amor lo hizo tu dedo, / porque no hay nada fuera de tí / que te obligara a hacerlo, la nada a nada obliga, / lo hiciste porque quisiste, / y el "querer" es esencia del amor bueno.
Pero los maestrillos de mercadillo, en todos los tiempos, / conocedores de cosas limitadas, / un Dios Creador, sabio y redentor, no admiten. / Un Dios que se recrea en su obra / de viento melódico, brisa o tornado, / de materia, seres vivientes, hierbas, fuego y agua. / Un Dios que se complace en el infinito espacio, / escenario para su "obra" en expansivo creada, / por él ordenada y, por el hombre contemplada...
Pues los maestrillos de mercadillo / que en reunión de taberna congresual, / a ese Dios Creador, su discípulo hagan, / ¿y que de ellos aprenda la Sabiduría Increada?
¿Qué maravilloso equilibrio / de ciencia, sabiduría y, juego divino y humano, / ha establecido el creador / entre él, la libertad, / la vida, el dolor y el amor.
Asómate a mi postigo, que aún no me has dicho / tu última misteriosa palabra.

Madre, enséñame a mirar el sol, la luna, las estrellas, las plantas y las flores con el sentido de amor que tú tan sencillamente las contemplabas junto a tu hijo, “sin el que no se hizo nada”.
Ven a iluminar mi alma como a ti fue el Ángel para que pueda saborear estas palabras del Libro de Los Proverbios: “El Señor con sabiduría ha fundado la tierra, ha establecido los cielos con inteligencia. Con su ciencia fueron escavados los abismos y las nubes destilan el rocío”. (Prov. 3, 19)

Dame Madre tus ojos/ para que siempre como tu, yo vea / al postrarme de hinojos, / al buen Dios, que tu hijo era, / siendo tus ojos, Madre, mi verde vereda.
agustin sanchez diaz
 
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Mar Dic 13, 2011 2:38 pm

EL CÁNTICO ESPIRITUAL DE J. DE LA CRUZ Y MARÍA

Canción V- Mil gracias derramando.

“Mil gracias derramando, / pasó por estos sotos con presura, / y yéndolos mirando, / con solo su figura / vestidos los dejó de su hermosura”.

Mil gracias derramando
“Si nada se hizo sin Él”, es natural que, como todo artífice dejara en su obra algo suyo, algo de sí: Su idea, y esta nacida de su mente que la proyecta a una realidad, y por ello dice Juan de la Cruz: “Dios crió todas las cosas con gran facilidad y brevedad, y en ellas dejó su rastro de quién él era”.
Rastro que nos conduce a Dios desde un microbio hasta más allá de los límites del Cosmos.
Dios no podía repetirse a sí mismo, y se mostró visible en imágenes y símbolos, engarzando en cada obra suya algo de su esencia. Dios para ensancharse a sí mismo no tuvo más remedio que crear la materia, limitada, pero cual infinita para nuestra mente, y en ella, -la vida-, y esta es el don divino más sublime porque es vivificante, encerrada en un cuerpo por sí inerme y que en polvo revierte.
Cualquier artífice nos habla a través de su obra y nos envía un mensaje, y así la creación es el primer mensaje-lenguaje de Dios. El primer gran libro, la más bella poesía, el mayor monumento en el que el Padre permite al Hijo ser la Palabra creadora que se queda en toda su obra, “no solo dándole el ser de la nada, más aún dotándolas de innumerables gracias y virtudes, hermoseándolas con admirable orden y dependencia” derramando en ellas mil gracias que son las criaturas innumerables que todas llevan su sello, su estilo, algo de él mismo. El espíritu era llevado sobre las aguas como dice el Génesis.
María era una de esas criaturas, que por ser la más privilegiada era la que más sabía leer ese libro escrito por la Palabra, ahora hecho hijo suyo. Ninguna criatura como ella conocía a su autor. Y cual no sería su estupor humilde al tener que enseñar a hablar a su niño que en su persona era la Palabra de Dios anidada y oculta en el aquel cuerpecito. Sus sentimientos místicos a través de la naturaleza de su hijo, que era el compendio de toda la creación, no son descriptibles. En Jesús y de Jesús estaba y emanó todo el universo. La Palabra era Dios y María lo sabía.

“Pasó por estos sotos con presura”
“Y dice que pasó, porque las criaturas son como un rastro del paso de Dios, por el cual se rastrea su grandeza, potencia y sabiduría y otras virtudes divinas”.
Dios es un misterio en su esencia divina, de otra forma no sería Dios. Pero no lo es en su relación con la existencia, de ahí la búsqueda a través de los siglos de Dios aún en los dioses. “Si descubrimos una teoría completa (de todo)…todos, filósofos, científicos y la gente normal podremos tomar parte en la discusión de por qué existe el mundo (dice Stephen Hawking, agnóstico)
El hombre va descubriendo poco a poco la obra espectacular cósmica, pero la razón no deja de preguntarse sobre su autor, su por qué y su finalidad.
María sin duda meditaba sobre las palabras del salmo 145,5, “Feliz aquel que en el Dios de Jacob tiene su apoyo, y su esperanza en Yahvé, su Dios, el que hizo los cielos y la tierra y el mar y todo cuanto abarcan”. Del mismo modo meditaba con deleite espiritual el Libro de la Sabiduría, 13,5, “Por la grandeza y hermosura de las criaturas, se deja ver, por analogía, su Hacedor”. Y ella como la esposa enamorada de su amado como en el Cántico espiritual de Juan de la Cruz, era la que más en “las criaturas rastrea su grandeza, potencia y sabiduría” del rastro de Dios a su paso.
Pasó con presura “porque las criaturas son las obras menores de Dios, que las hizo como de paso; porque las mayores, en que más se mostró, y en que él más reparaba, eran la de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe cristiana”, por ello María entona el Magnificat: “Mi alma glorifica al Señor….desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones, porque el todopoderoso ha hecho conmigo cosas grandes”. Tan grandes que en ella no solo dejó su rastro sino que se Encarna en ella y ahora es Dios quien se viste de carne y, el Padre para encontrar lo mejor para su hijo, entre los hombres, rastrea en la naturaleza humana y lo encuentra en María.

“Y yéndolos mirando / con solo su figura / vestidos los dejó de hermosura.”
Las cosas Dios las hizo “acabadas y perfectas según se dice en el Génesis por estas palabras: Miró Dios todas las cosas que había hecho y eran mucho buenas”. “El mirarlas mucho buenas era hacerlas mucho buenas en el Verbo su Hijo”, “Según dice San Pablo, el Hijo de Dios es resplandor de su gloria y figura de su sustancia” “Más además con sola esa figura de su Hijo las dejó vestidas de hermosura comunicándoles el ser sobrenatural, lo cual fue cuando se hizo hombre, ensalzándole en hermosura de Dios, y a todas las criaturas en él, por haberse unido con la naturaleza de todas ellas, en el hombre”.
Cristo es la síntesis de toda belleza en la naturaleza “ensalzada en hermosura de Dios” ¡Cómo se pierden esta felicidad real, los que se hacen voluntariamente ciegos!
María conocía muy bien las Escrituras, y a través de ella se daba el cumplimiento de las mismas, por ello debía tener muy en su alma estas palabras atribuidas a la Sabiduría en Los Proverbios en su Cap. 8, y ss.): “Desde la eternidad fui constituida…cuando el abismo no existía…cuando no había fuentes, ricas en agua…antes que los montes…cuando aún no había hecho la tierra y los campos ni los elementos del polvo del mundo…cuando estableció los cielos…cuando trazó un circulo sobre la faz del abismo…cuando condensó las nubes…cuando fijó las fuentes del abismo…cuando asignó su límite al mar…cuando echó los cimientos de la tierra… Yo estaba a su lado como arquitecto…dichosos los que siguen mis caminos…dichoso el hombre que me escucha…pero el que me ofende, se daña a sí mismo; todos los que me odian a mí, aman la muerte”.
“Dichosos los que siguen sus caminos.” La Sabiduría ¿a quien mejor que a María llamará dichosa porque sigue sus caminos, cuando ella ve el rastro de Dios en todas las cosas, un camino visible hacia el amado, y en Jesús se da el compendio de toda la Sabiduría de Dios, y Jesús es su hijo a quien ella enseña otros caminos para andar, hablar, comer y convivir? El mundo interior de María es el más sublime, admirable e inalcanzable de los mundos del espíritu. Ella adora a Dios y, Dios en su hijo escucha y obedece a su madre.
En María, por la Encarnación “ no solamente hermoseó el Padre las criaturas en parte, mas podremos decir que del todo las dejó vestidas de hermosura y dignidad”
Nada hay más sublime que este dialogo y convivencia de María con Dios, viendo en la naturaleza de su hijo, no solo al Autor, sino el compendio de toda la belleza de los mares con sus múltiples especies, de los valles con sus prados, aves, fuentes y ríos y, de las estrellas con sus chispeante y silencioso mensaje, porque a todo lo dejó vestido de su hermosura. Y a toda esa hermosura natural la reviste de nuevo el Hijo con la hermosura de lo sobrenatural. Yo soy la vida.
Si imitamos a María gozaremos como ella de las obras de Dios.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Mar Ene 03, 2012 5:44 am

Canción VI- ¡Ay, quien podrá sanarme!

“¡Ay, quien podrá sanarme! / Acaba de entregarte ya de vero, / no quieras enviarme / de hoy ya mensajero, / que no saben decirme lo que quiero”.
“Como las criaturas dieron al alma señas de su amado, mostrándole en sí rastro de su hermosura y excelencia, aumentósele el amor, y por consiguiente crecióle el dolor de la ausencia” y por ello dice:

“¡Ay, quien podrá sanarme”!
Porque sabe que el Cosmos, la vida, la perfección y hermosura de todas las criaturas, como la flor y el fruto, son obras del amado, pero son como las pajas y plumas del nido, y el alma ansía y se alegra con la contemplación del Ruiseñor. El nido es el rastro, pero en él, no de él, emana la vida, la belleza del canto y el dulce amor.
Por ello el alma sabe que “entre todos los deleites del mundo y contentamientos de los sentidos y gustos y suavidad del espíritu, cierto nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme”.
Para María, la humanidad de Jesús es el nido, lo que ella ve, aunque sabe que dentro está la Sabiduría, el Amor, pero no lo contemplan en sí sus ojos y en su espíritu clama:

“acaba de entregarte ya de vero”. / no quieras enviarme / de hoy ya más mensajero".
Para toda alma enamorada “todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, más antes, como habemos dicho la hacen crecer el hambre y apetito de verle a él como es.” “Porque todo lo que de Dios se puede conocer, por mucho que sea, no es conocimiento de vero, porque es conocimiento en parte”. Los mensajeros “bien sabes tú, esposo mío, que aumentan el dolor, lo uno porque renuevan la llaga con la noticia que dan; lo otro, porque parecen dilaciones de la venida”. “Andas dando de tí a mi alma por partes, acaba de darlo del todo”.
Todos cuantos amamos a Dios y esperamos la vida plena y eterna en él, sentimos y vivimos de muy diversas formas y grados estos sentimientos. Todo creyente, con amor, es por naturaleza un místico, un contemplativo, que vive por la fe y la esperanza. Y por ello cuando sientes devoción íntima, gozo espiritual, paz interior y amor, estás en el plano místico que es unión inefable del hombre con Dios mediante el conocimiento y el amor, aunque también, en un plano más elevado sea un perfecto conocimiento de Dios que se obtiene por ignorancia en virtud de una incomprensible unión, que se alcanza cuando el alma, dejando toda cosa y olvidándose de sí misma se une a la claridad de la gloria divina.
¿Acaso María cumpliendo su misión junto a Jesús, no sentiría en su alma estos versos de Juan de la Cruz: Vivo sin vivir en mí, / y de tal manera espero, / que muero porque no muero”?
María sabía que había de pasar por la crucifixión y la resurrección de Jesús, pero lo que más esperaba era ver a su hijo en su Reino de plenitud eterna.
Los Santos canonizados lo han sentido también así profundamente, pero todos nosotros somos santos de Dios si le tenemos a Él como nuestro mayor tesoro. Este es el lenguaje íntimo de la fe de cualquier alma que ama a Dios: “Entrégate, pues, ya de vero, dándote todo al todo de mi alma, porque toda ella te tenga en tí todo, y no quieras enviarme más mensajero”

“que no saben decirme lo que quiero”
“En lugar, pues, de estos mensajes, tú mismo seas el mensajero y los mensajes”. ¿Quién como María podía gozar de haber recibido al mensajero y los mensajes? Pero ¿acaso nosotros no lo estamos recibiendo también? Todos los recibimos por partes, aunque en María ha hecho en ella grandes maravillas, pero ella y nosotros podemos decir: “acaba de darlo del todo”. María que es la que más ha imitado a su hijo, es nuestro modelo, nuestra Maestra, nuestra Guía espiritual en esa imitación de Cristo, el Maestro para ella y nosotros, y así imitémosla en esa ansia de llegar a la eternidad en gloria divina del Reino de su hijo a la que ella aspiraba con ansias del amor más pleno.
Muy pocas veces ha hablado María en los Evangelios. Pero en un solo consejo suyo está compendiada la interpretación de lo que es la santidad en la Sabiduría del Mensaje del Hijo de Dios. “Haced lo que él os diga”. En aquellas tinajas vacías está representada la nada que la Palabra llenó de criaturas, y ahora, bajo la petición de María, aquí para nosotros, su hijo, con su palabra, ordena llenarlas de agua, símbolo de vida, dones naturales pero sin Vida Divina, y él la transforma en el mejor vino, simbolizando el agua y el vino de su Cáliz que para el que lo beba en sus propias bodas, en su propio banquete de bodas de Él con el alma, será como una fuente de aguas vivas que salta hasta la vida eterna. Y esto es real para cualquier creyente con amor, comenzado en el banquete Eucarístico para prolongarlo en el banquete de la gloria Divina.
María es el camino necesario para llegar a Jesús y decirle: “acaba de entregarte ya de vero” en la plenitud de tu Reino. Porque uniéndonos con María en estos versos de J. de la Cruz, debíamos expresar la esperanza de nuestra Fe: “Esta vida que yo vivo / es privación de vivir; / y así, es continuo morir / hasta que viva contigo; / oye, mi Dios, lo que digo, / que esta vida no la quiero; / que muero porque no muero.
María, y más cuando se quedó sin su hijo, ya no tenía otra vida más que verle de nuevo en su Gloria. Y sentiría profundamente como J. de la Cruz:
En mí no vivo ya, / sin Dios vivir no puedo; pues sin Él y sin mí me quedo. / Este vivir ¿qué será? / Mil muertes se me hará / pues mi misma vida espero, / muriendo porque no muero.

Cualquier alma que ame de verdad a Dios, ante su sublime hermosura y gozo, siente cada una, según su amor, esta sublime esperanza.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Lun Ene 16, 2012 8:03 am

CANCIÓN- VII “Y todos cuantos vagan”

Y todos cuantos vagan / de Ti me van mil gracias repitiendo,/ y todos más me llagan, / y déjame muriendo / un no sé qué que queda balbuciendo.

La herida de amor, hasta ahora, la ha causado en el alma “la noticia que de él le dieron las criaturas irracionales”, y en esta siguiente canción entiende “estar llagada de amor a causa de otra noticia más alta que del Amado recibe por medio de las criaturas racionales, que son los “ángeles y hombres”.
“Hay tres maneras de pensar por el amado acerca de tres maneras de noticias” “la primera se llama herida, la cual es más remisa y más brevemente pasa”. “La segunda se llama llaga, la cual hace más asiento en el alma que la herida, y por eso dura más” “Y esta llaga se hace en el alma mediante las noticias de las obras de la Encarnación del Verbo y misterios de la fe, las cuales por ser mayores obras de Dios y que mayor amor en sí encierran que las de las criaturas hacen en el alma mayor efecto de amor”. “La tercera manera de pensar en el amor es como morir”, “Y este morir de amor se causa en el alma mediante un toque de noticia suma de la Divinidad”.

“La llaga y el morir, dice en esta canción, que le causan estas criaturas racionales: la llaga, en lo que dicen que la van refiriendo mil gracias derramando en los misterios y sabiduría de Dios que la enseñan de la fe; el morir, en aquello que dice “que quedan balbuciendo que es el sentimiento y noticia de la Divinidad”, y por ello el alma dice:
“Y todos cuantos vagan”:
Los ángeles y los hombres, no las otras criaturas, son las que “vacan a Dios”, es decir: pueden dedicarse o entregarse enteramente a un ejercicio u ocupación determinada y aquí divina, como dice Sor María de Agreda: “Él vacaba a la incesante contemplación de los misterios divinos, lo cual hacen los unos en el cielo” y los otros, los hombres, amándole y deseándole en la tierra.
Nadie como María sabía y entendía, por la colaboración como Corredentora por su divina maternidad, los mensajes de las Escrituras y de los Profetas. Nadie como ella sabía que era la mujer del Génesis de la que vendría el aplastar la cabeza de Satán; nadie como ella sabía era el Arca de Noé, salvadora de la humanidad; la paloma mensajera del ramo de oliva; el Arco iris del anuncio de la bonanza; la zarza ardiendo en la que se ocultaría Dios; el Arca de la Alianza que encerraba los Mandatos y en ella la palabra de Dios: el Candelero de oro que nos ofrece la luz; la vara milagrosa de Moisés; el Vellocino de Gedeón limpio e inmaculado; el Templo de Salomón para albergar no las tablas de la Ley sino al Hijo del Legislador, Palabra Creadora, y así, no solo cualquier alma, sino sobre todo María puede decir porque esto solo no le basta:

“De ti me van mil gracias refiriendo”.
Porque el Ángel y los hombres, tus mensajeros, “danme a entender admirables cosas de gracia y misericordia tuya en las obras de tu Encarnación y verdades de la fe”. Más estas admirables cosas no son solo para María, son para todos, porque la herida de amor, la llaga y el deseo de morir de amor son las escaleras abiertas a todas las almas, y de tal forma, que solo el tener fe es haber comenzado la subida.
El Ángel dice a María: “Alégrate llena de gracia, el Señor está contigo”; “has encontrado gracia ante Dios”; “darás a luz un hijo”; “el Señor le dará el trono de David”; “su reino no tendrá fin”. (Mt.1. 26-38). ¡Con razón Maria quedó “turbada”!.
Zacarías, en la visita que les hace María, proclama: “Dios de Israel ha intervenido para liberar a su pueblo…como lo había anunciado desde antiguo por boca de sus Santos Profetas… (Mat. 1. 67-80) Zacarías, Isabel y sobre todo María eran conocedores de las Escrituras, esperaban la venida del Mesías.
Era la Buena nueva para todos, era la Nueva Alianza, pero que nadie como María sabía entender lo sublime del mensaje. Ella al ser reina de los Patriarcas y de los Apóstoles es porque era la que más había entendido, con suma sencillez, las Escrituras y los Profetas, mensajeros de Dios.

“Y todos me llagan”
Porque los Ángeles me inspiran y los Profetas de Tí me hablan “y así todos de amor me llagan”, porque todo amor es como una dulce herida en el alma, de la que no nos cura más que la posesión del Amado. Todo el que cree ya ha recibido el mensaje, ya está herido de ansias de poseer la felicidad del Reino pleno del amor. Todos aspiramos ir al Cielo.

“Y déjame muriendo un no se qué que quedan balbuciendo”.
“No lo acabará de entender el que no lo hubiere experimentado, pero el alma que lo experimenta, como se ve que le queda por entender aquello de que altamente siente, llámalo un no se qué, porque así como no se entiende, así tampoco se sabe decir”.
María está absorta y dice al Ángel: ¿Cómo será esto? Nosotros en nuestra distancia también sentimos alguna vez algo en nuestro interior, que no sabemos qué, pero que es un amor fino y un gozo que no sabemos qué.
¿Cómo será el reino pleno del amor? No hay cristiano que no tenga por meta entender ese “no se qué que queda balbuciendo, “que es hablar de los niños, que es no acertar a decir y dar a entender qué hay qué decir…” Muchos creen, sienten a Dios cerca de sí porque los Ángeles nos han hablado, como los Profetas, como tantos hombres que hoy nos hablan de Dios.
Pero muchas veces nos creemos como abandonados por el “esposo divino” o alejados de él, llevados por la rutina olvidadiza, y así me complace mucho reproducir aquí, hoy, este cántico de Myrjan de Jesús que considero lo puede mantener e intentar recibir cualquier alma en dialogo con Dios que siempre nos busca personalmente, además de enviarnos mensajeros:

¿DONDE ESTÁS ESPOSA MÍA?
ESPOSO
¿Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / He salido a tu encuentro / Más no te he visto… / Estás perdida? / O tan solo dormida?- Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / Donde está ese amor / que con tanta / ilusión me profesaste? / Donde está ese brillo en tu mirar / de aquel amor con que te casaste? - Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / Acaso me olvidaste? / Ya no eres la misma de antes, / Tu rostro se ha apagado, / Tu esperanza esfumado, / tu fe marchitado, / Y tu amor en el olvido ha quedado.
Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / Por qué te me escondes / Por qué te me pierdes, / Vuelve a mi que yo te sigo esperando. - Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / ¿Acaso te has perdido el hermoso / regalo que te he traído? / Ese amanecer tan radiante / Tan hermoso como un diamante?
Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / Donde estás?, / porque no me has respondido?... / Parece que le hablo al vacío, / Parece que ya no me oyes; / Escucha esposa mía / No abandones tu camino. - Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / donde quedó tu paciencia? / donde tu servicio? / donde tu diligencia / y tu compromiso? / acaso renunciaste? / acaso te has arrepentido / de los votos que profesaste / y de lo que has vivido?
Donde estás esposa mía? / Donde te has metido? / Por qué no me respondes?, / ya no eres la misma de antes / algo en ti ha cambiado / será que has muerto? / O acaso te han herido? - Ven, ven esposa mía / vuélvete a mí / Que yo te curaré / Yo te sanaré, y te restauraré / Ven a mis brazos / otra vez. No te apartes de mí, / Y nadie te hará infeliz / Ven a mí, / esconde en mis llagas tu sufrir, / eso que tanto te aflige / eso que turba tu mente / y entrégate completamente a mí. / Pero no te vayas... / ven a mi lado, ven amor mío / Ven novia mía, / Ven esposa mía / Y ya no te vuelvas a ir.
ESPOSA
Qué ha pasado no lo se / no se como he llegado hasta aquí, / donde me quedé? / donde se quedó esa parte de mí? / Estoy cansada, muy cansada / Más quiero seguir, pero, donde estoy? donde me he perdido? / Cómo puedo salir de este lugar sin sentido?
Quiero seguir / y volver a ti Amado mío, / No me dejes perder, no me dejes partir / No me dejes prendida de un hilo; / Más bien abrázame, / Abrázame mucho amor mío, / que siento morir si no estás conmigo. Quiero seguir / Y volver a ti amado mío, / Más he perdido mi rumbo y mi camino / Estoy como muerta en un abismo / Ya no siento, ya no es lo mismo / Creo que al amor lo he perdido.
Quiero seguir / Y volver a ti amado mío, / Cómo pasó? no lo se / La monotonía me enganchó / Se adueñó de mí ser / Y yo me he dormido, Pero ven amado mío, / Ven a mi encuentro / Ven a encenderme otra vez; / Pódame para que de fruto / Lávame y púleme para brillar / Y así hacerme amor para los demás. Quiero seguir / Y volver a ti amado mío, / Ven a mi encuentro / ven a mi regazo y juntos los dos / Volveremos a contemplar / el magnifico ocaso.
Hermana...AMA / Ama mucho hasta sangrar, / que mi amado te curará la herida al final, / pero abraza... abraza tu cruz con amor / y enséñales a los demás / que se puede sonreír y ser feliz / aun sufriendo una herida mortal.

S. Juan de la Cruz pone más adelante, en boca del alma esta pregunta: “¿cómo puedes perseverar en esta vida del cuerpo, pues te es muerte y privación de aquella vida verdadera de tu Dios, en que tú mas verdaderamente que en el cuerpo vives por esencia, amor, y deseo?...
Dije más arriba que todo el que tiene fe junto al amor, ya está subiendo por este camino, dependiendo nuestra escalada solo del grado de amor con el que inundemos el alma. Y eso Dios lo sabe, nosotros no lo podemos valorar.
Porque la vida verdadera de Dios, a pesar de nuestra monotonía está en nosotros: por esencia, amor y deseo.
Por esencia: El hombre no es solo una acumulación de términos biofísicos, es también espíritu. Los ateos llaman al cuerpo “la máquina” que funciona sola sin necesidad de recurrir al alma. Pero sin alma es imposible entender plenamente esta vida y menos la verdadera vida de Dios según estas palabras de La Sabiduría: “Que Dios me conceda hablar con inteligencia y pensar dignamente de sus dones, porque él es la guía de la sabiduría y quien dirige a los sabios. En sus manos estamos nosotros y nuestras palabras. Porque él nos dio el verdadero conocimiento de las cosas, para conocer la constitución del universo, la propiedad de los elementos, el principio, el fin y el medio de los tiempos, los cambios de los solsticios y la sucesión de las estaciones, los ciclos del año y la posición de los astros, la naturaleza de los animales y los instintos de las fieras, la fuerza de los vientos y los razonamientos de los hombres, la variedad de las plantas y las virtudes de las raíces. Conocí lo oculto y todo lo visible, porque me lo enseñó la sabiduría artífice de todo ello, Pues hay en ella un espíritu inteligente, santo, único, multiforme, sutil, ágil, penetrante, incontaminado, diáfano, impasible, amante de lo bueno, agudo, incoercible, benéfico, amante de los hombres, estable, firme, sin preocupación, todopoderoso, que todo lo vigila y penetra en todos los espíritus inteligentes, puros y sutiles. La sabiduría es más movible que todos los movimientos…porque es un efluvio del poder de Dios…espejo inmaculado de la actividad de Dios y una imagen de su bondad. (Sab. 7, 15-26)”
Y, ¿el hombre es solo una máquina?
Nuestra alma es imagen con facultad cognoscitiva y amorosa de las cosas y de Dios, porque nos hizo a su semejanza. Sin estar Dios dando vida en el alma, por esencia, es imposible obtener este natural y divino conocimiento porque es sobrenatural.
Dios está como vida verdadera en nosotros no solo por esencia sino por amor, como esposo, y así en el Cantar de los Cantares (2. 10-14) el Esposo exclama: “Levántate, amor mío, hermosa mía, ven. …han nacido las flores en la tierra…las viñas en flor exhalan su perfume…levántate amor mío, hermosa mía, ven…paloma mía…
Dios nos ama, “tanto amó Dios al mundo que dio a su hijo único, para quien crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jun. 3. 16). Dios es amor y se compara con el esposo enamorado porque es donde entre nosotros está el amor complaciente, creativo y fecundo.
Por último Dios está en nuestro mismo deseo de él: “Mi amado es mío y yo soy suya….vuelve amor mío”, (Cant, 2, 16-17) exclama el alma del Cantar llagada de amor con el ansia de no perderlo y tenerlo ya de vero. Y así dice:
“ Estando absente de Ti, / ¿qué vida puedo tener, / sino muerte padescer, / la mayor que nunca vi? / Lástima tengo de mí, / pues de suerte persevero, / que muero porque no muero”.
Todo cristiano, con amor a Dios, siente este no se qué…según el voluntario grado de amor.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Vie Ene 27, 2012 6:43 am

Cántico Espiritual de las Canciones entre el esposo y la esposa de S. Juan de la Cruz.
27-Enero. 2012

-Canción VIII--Más, cómo perseveras.
“Más, ¿cómo perseveras, / oh vida, no viviendo donde vives, / y haciendo porque mueras / las flechas que recibes, / de lo que del Amado en ti concibes?
“Por cuya inteligencia es de saber que el alma más vive en lo que ama que en el cuerpo donde anima”, “porque tiene el alma su vida en Dios, como también todas las cosas” que aquí le recuerdan la falta de la presencia de vero del Amado. Por ello he traído las palabras de la Sabiduría: “Que Dios me conceda hablar con inteligencia y pensar dignamente de sus dones”, y a pesar de ello “el alma quéjase porque persevera todavía en vida corporal, porque le impide vivir de veras donde de veras tiene su vida por esencia y por amor”.
La sabiduría nos llena, pero sabe que no podemos prescindir de las cosas, ni de los Ángeles, ni de los Profetas, ni de los hombres, y menos de su Iglesia, sino que en todos y en todo veamos a un mensajero, que hace que todo lo veamos en Dios que es necesariamente su razón de existir. Y así, aún la vida natural del cuerpo, el alma enamorada de Dios, la ve como un impedimento para gozar de su vida espiritual plenamente, y esa “vida le es a ella como muerte, pues la priva de la espiritual, en que ella tiene empleado todo su ser”. Porque como dice Salomón, los Proverbios son: “para adquirir sensatez y educación, para entender máximas inteligentes,” (Prov.- 1,1). “Si invocas a la inteligencia y llamas a la prudencia; si la procuras como al dinero y la buscas como un tesoro, entonces comprenderás el respeto del Señor y alcanzarás el conocimiento de Dios” Pro. 2.3)” “Porque entrará en tu mente la sensatez y sentirás gusto en el saber” (Prov. 2,10)
Esto quiere decir que mientras estemos en esta vida, el alma no puede despreciar todos los dones que le recuerdan y aumentan el deseo de que su Amor se muestre ya sin pastores intermediarios, y por ello, al contemplar a esos mensajeros, proclame con el Salmo (148.1-5): “Alabadlo sol y luna, alabadlo, estrellas lucientes; alabadlo, espacios celestes y aguas que cuelgan del cielo” pero “mi aliento se consume anhelando los Atrios del Señor, mi corazón y mi carne exultan por el Dios vivo. (Sl.84, 3), y así entiende que
“Y haciendo porque mueras, las flechas que recibes”
“los cuales toques de tal manera fecundan el alma y el corazón de inteligencia y amor de Dios que se puede bien decir que concibe de Dios” no solo por su presencia oculta sino visible en los dones que están revestidos de su hermosura y que le recuerdan
“de lo que el amado en ti concibes?
Si, todo no es solo recuerdo del amado, sino que todas las cosas y ángeles y hombres sus enviados, están como concibiendo en nosotros a Dios como flechas amorosas que nos llegan impregnadas y llenas de su vida, de su recuerdo.
Y es muy comprensible aquí considerar que, nadie como de María se puede decir “de lo que el amado en ti concibes”. Porque quiero entender que el Cántico espiritual, como el Cantar de los Cantares, que conocía María, está todo basado en los símbolos de la naturaleza que, a ella le harían comprender y concebir al amado en todos sus dones, y deben así ser connaturales a nosotros a través de la fe con gran amor amor, porque no solo nos hacen ansiar la plenitud en la eternidad, sino que ya estamos inmersos en Dios, porque todo es de Dios, y todo en su esencia es algo de Dios, aunque en estos dones no esté su plenitud.
No debemos olvidar la sencillez de la santidad y sabiduría de María nuestra guía hacia Cristo-Dios, que dice en el Magnificat: “porque se ha fijado en la humilde condición de su esclava”. “hizo en mí maravillas”
No concibo a María en éxtasis o arrobos de amor, pero sí en la naturalidad de la más sublime santidad, usando todo don divino y humano como flecha interior del amor y palabra mensaje en cada cosa visible de la creación. Todo nos llena de Dios, y ella más al concebirlo en su seno se siente turbada; como nosotros debemos recibirlo así en la Eucaristía, con la diferencia de la fe y ansia del amor de ella.
Y Juan de la Cruz así termina esta canción: “Es a saber, de la hermosura, grandeza y sabiduría y virtudes que de él entiendes”. Y así, siendo María Madre de la Sabiduría, de Jesús que es Palabra de Dios, ¿quien mejor que ella entiende la hermosura, grandeza y sabiduría que contempla el alma de lo que del amado concibe? Si San Francisco de Asís hablaba con el hermano lobo y entendía el mensaje que Dios le enviaba a través de las flores y les decía: callad, callad, ya os entiendo….
“Sácame de aquesta muerte, / mi Dios, y dame la vida; / no me tengas impedida / en este lazo tan fuerte; / mira que peno por verte, / y mi mal es tan entero, / que muero porque no muero.” (Juan de la Cruz)
¿“Hasta cuando me escondes tu rostro”? “¿Hasta cuando he de estar cavilando con el corazón apenado todo el día?” (Sl.13. 2-3)
¿No debemos sentir (y cuantos lo sienten) ante la belleza Suma de Dios, estos gozosos sentimientos?
Todo creyente, con amor, siente de una u otra forma estos mensajes. Todo depende del grado de amor que pongamos en la lectura del libro de la creación, y del mensaje amoroso que la Palabra nos ha dejado y que se mantiene en su Iglesia, siendo este, siempre hoy. “Temo a Jesús que pase”…y al invitarme a seguirle más de cerca yo me quede entretenido en mis redes.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Sab Feb 11, 2012 5:55 pm

Cántico Espiritual de las Canciones entre el esposo y la esposa de S. Juan de la Cruz.

Canción IX- ¿por qué, pues has llagado
¿Por qué, pues has llagado / aqueste corazón, no lo sanaste? / Y pues me le has robado / ¿porqué así lo dejaste, / y no tomas el robo que robaste?

Aquí el alma “dícele que, pues él llagó su corazón con el amor de su noticia, que por qué no le ha sanado con la vista de su presencia” “porque el que ama, ya no posee su corazón, pues lo ha dado al amado” que le ha embelesado con sus palabras: “ Yo soy el narciso de Sarón, el lirio de los valles” y es tal el encanto del alma para el esposo que vigila hasta su dulce sueño: “Yo os conjuro, hijas de Jerusalén, por las gacelas y las ciervas del campo, no despertéis, no turbéis a mi amor hasta cuando ella quiera”.(Cant. 2.-1 y7) porque sabe que la esposa está dormida de amor y se está haciendo esta pregunta:
¿por qué, pues has llagado / aqueste corazón, no lo sanaste?
“Porque son las heridas de amor tan dulces y tan sabrosas, que si no llegan a morir no las pueden satisfacer” y por ello el alma quiere sanar del todo, y por ello le dice: “¿Por qué pues le has herido hasta llagarle, no le sanas, acabándole de matar de amor? “Porque de esta manera el corazón que está llagado con el dolor de tu ausencia sanará con el deleite y la gloria de tu dulce presencia”.
Es como en el Cantar de Cantares cuando la esposa dice: “dime tu, amor de mi vida, donde estás descansando” (Cant.1-7) y confiesa a todos que “a su sombra apetecida estoy sentada y su fruto es dulce al paladar” (2-3) porque enferma estoy de amor” (2-5).
Es como la transfiguración en el monte Tabor cuando Pedro le dice a Jesús después de haberlo visto un poco como en su gloria: Hagamos tres tiendas, una para Moisés otra para Elías y otra para Ti. Y se olvidan de ellos, ¿por qué? pues porque ellos no tienen más vida y felicidad en ese momento que la de Jesús, como les diría después: “Que todos sean una sola cosa, como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean una sola cosa en nosotros” y así, aquí en el Tabor ya se unifican, cumpliendo sin advertirlo, que ya son uno en Jesús. El alma y el Esposo en la misma tienda. “Yo en ellos y tu en mi, para que sean perfectos en la unidad” (Jun. 17. 21-23) Aquí los Apóstoles, Pedro, Santiago y Juan quedan arrobados de gozo ante la imagen resplandeciente de aquel a quien ya aman olvidándose de ellos mismos.
De parecido modo, Nicodemo en su visita nocturna a Jesús queda absorto ante las palabras del Maestro: “Te aseguro que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios”. Nicodemo le pregunta: “¿Cómo puede uno nacer de nuevo siendo viejo? Y Jesús le aclara: “el que no nace del agua y del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es carne, y lo que nace del Espíritu es Espíritu” (Jun, 3. 1-6)
El alma de Nicodemo queda aquí herida por el flechazo del Espíritu que le llega a través de las palabras de Jesús. y cuya herida amorosa jamás querrá curar sino que aumente con la experiencia de su búsqueda ansiada de Dios en Jesús, verdadero misterio, al que darán sepultura esperando, también Nicodemo que, como en el sepulcro, resucite también en él y le pueda contemplar arrobado junto a los Apóstoles lleno de luz en su Ascensión.
Juan de la Cruz, ya lo he referido, habla en tono poético, simbólico: el esposo y la esposa, pero Cristo es la Sabiduría con palabras reales en la conversación íntima y silenciosa con los hombres.
“El que no nace del agua”, es decir, del bautismo del Espíritu en donde comienza y está la vida de Dios, engendrándonos en su misma Vida Divina, nuestra vida espiritual, de tal forma, que sin esa agua y Espíritu nadie puede renacer.
“El que cree en él (el hijo de Dios) no será condenado” (Jun. 3. v.18), pero añade “el que practica la verdad va a la luz, para que se vean sus obras, que están hechas como Dios quiere.” (v.21)
Es decir, que la santidad está en renacer por el bautismo donde el Espíritu nos une a Dios. Creer en el Hijo de Dios, en Cristo Dios, pero además, practicar las obras como Dios quiere, configurándonos con toda naturalidad en nuestro quehacer diario con Jesús. Y por ello San Agustín para ser santos, para ser como Jesús, nos recomienda: “Ama y haz lo que quieras” coincidiendo con esta sencilla y simple actitud con todo cuanto comentamos de S. Juan de la Cruz. Es la síntesis de la santidad.
El Esposo divino y el alma que le ama, cuando su amor es total, no desea otra cosa que estar ya junto al amado, como Pedro, Santiago y Juan en el Monte Tabor. Aunque para ello hay que “subir” practicando las obras como Dios quiere. Y Jesús, si nosotros queremos subir, nos acompaña, se nos manifiesta aún en nuestras vacilaciones como a los de Emaús. Y arranca de nuestro interior las palabras de Pedro: Señor, tu sabes que te amo.
Y si nuestro amor es suficiente y elevado, como arrobados en Jesús, diremos como la esposa
¿Por qué, pues has llagado aqueste corazón, no lo sanaste? Cristo sí quiere, y así cuando el alma llega a este grado de amor, en su intimidad, le recuerda al amado que desea una total sanación en la plenitud del amor, y le dice
“Y pues me le has robado, / Por qué así le dejaste”?
“ el que está enamorado se dice tenerle corazón robado” “ porque lo tiene fuera de sí, puesto en la cosa amada” “ porque cuanto más tiene corazón para sí, menos le tiene para Dios”.Y tiene “tanta fatiga cuanto es la falta, hasta que lo posea y se satisfaga, porque hasta entonces está el alma como vaso vacío que espera su lleno” y dice: “¿Por qué así le dejaste”, sediento, hambriento, solo, llagado y doliente de amor, suspenso en mi saeta ardiente que vuela hacia Ti.
“y no tomas el robo que robaste“
dándole asiento y reposo cumplido en Ti? Y porque te lo llevaste “no puede dejar de desear el alma….la paga y salario…que no es otra cosa que más amor hasta llegar a la perfección de amor”. “En lo dicho queda dado a entender, cómo el alma que ama a Dios no ha de pretender ni esperar otro galardón de sus servicios, sino la perfección de amar a Dios”.
En el encuentro de Jesús con la Samaritana se produce un verdadero cántico de amor donde el primero que llaga al alma es Dios. Jesús le dice: “dame de beber”, porque siempre Dios espera o viene a nuestro encuentro por amor y por su voluntad de ser amado, aunque no por necesidad intrínseca de Él. La Samaritana acepta el diálogo pero se turba y le dice: ¿cómo Tu, siendo judío, me pides de beber a mí siendo samaritana”? Es el alma que aspirando a la santidad se queda sorprendida en su humildad porque Dios eterno la busca y le pide de beber. Si conocieras el don de Dios le contesta Jesús, si conocieras bien lo que hay de regalos míos en todos los dones de la naturaleza y en mí, que deseo ser mí mejor don, si supieras quien es el que te dice dame de beber, si el alma conociese bien quien es el que la busca, le habría pedido a él, y él le habría dado agua viva. “Porque el amor del Señor a sus fieles es eterno y su justicia para todas las generaciones, para aquellos que guardan su Alianza” (Sal.103. 17-18)
Dios nos pide un poco: dame de beber, y él nos ofrece por ese pozo nuestro, sin agua apenas, su infinito manantial de amor. La samaritana le dice: el pozo es profundo,¡como si Dios no conociese nuestro túnel oscuro y arenoso! Y descubierta su vida íntima, la mujer absorta le dice: cuando venga el Cristo nos lo aclarará todo, es como el alma ya herida de amor que desea que su corazón lo llene el Cristo, el amor, pero que lo llene todo de esa agua con la que no da jamás mas sed.
Antes de este diálogo con la Samaritana, Dios tuvo otro dialogo con otra mujer, la más excelsa de las criaturas. Predestinada desde la eternidad para Madre de Dios: María. Y Dios se complacía en ella y también le pidió que le diera, aquí, su naturaleza humana para vestir de ella a su Hijo y hacer que a través de ella naciese otro manantial sobrenatural que fuese manantial de Vida Divina en nuestro pozo seco del destierro, desierto y valle de lágrimas de los hombres. Y ella dijo: hágase”. Y Dios vio que era bueno otro mundo sobrenatural que completaría el otro admirable jardín natural, pero con más profusión y transcendencia que la luz, mas que las bóvedas celestes, más que los mares, más que la hierbas verdes, más que los animales domésticos, reptiles y fieras, y al hombre así le dota en esta segunda creación, no solo de su imagen que el hombre despreció y se embruteció, sino que le da ahora su Vida misma Sobrenatural cumpliéndose las profecías de que llegaría el completo Reino de Dios, donde él, entre nosotros, se ofrecería como Maestro, Camino, Verdad y Vida para cuantos quieran recibirle y transformarse como complemento de la intimidad de Dios Trino. ¡Que sean uno en nosotros! Al alma en este estado ya no le complacen los dones, quiere el Don Divino.
En María se dio el acontecimiento más grande dulce y tierno de la creación: Dios amó y se encarnó en Maria, y ella amó, y acariciaba a su Niño Dios.
Porque, como dice un autor, aunque se proclama ateo, al contemplar las escenas de María y su hijo ve a María con cara pálida pensando: “Cristo es mi hijo, carne de mi carne y fruto de mis entrañas... Este Dios es mi niño. Esta carne divina es mi carne. Está hecho de mí. Tiene mis ojos y la forma de su boca es la de la mía. Se parece a mí. Es Dios y se parece a mí”…
“Dios en mi hijo, y al darle su pecho, su leche se convertirá en sangre de Dios...Ninguna mujer ha disfrutado así de su Dios, para ella sola. Un Dios muy pequeñito al que puede estrechar entre los brazos y cubrir de besos.

No hay alma que se encuentre en el camino de santidad, que pueda igualar a María, aunque sí las que llegan a muy alto grado de amor pueden vislumbrar aquel gozo de María y pueden decir con Juan de la Cruz:…allí me hirió el amor, / y el corazón me sacaba. / estábame en mí muriendo, / y en ti solo respiraba. / Díjele que me matase, / pues de tal suerte llegaba: / yo me metía en su fuego, sabiendo que me abrasaba. / desculpando el avecica / que en el fuego se acababa.
El corazón de esta singular criatura desde el momento de su encarnación en el seno de Santa Ana, tenía ya más gracias que todas las almas y ángeles del cielo, por ello durante su paso por la tierra era la que más profundamente diría: ¿Por qué, pues has llagado / aqueste corazón, no lo sanaste? / Y pues me lo has robado, / ¿por qué así lo dejaste, y no tomaste el robo que robaste? Llevándome ya a tu presencia gloriosa.
Porque a pesar de los dones recibidos por María, no llegaban al infinito perfecto, ni a verlo en su Gloria de Dios, pero ansiaba llegar a la divina presencia, a poseerle ya, de tal forma, que su corazón no tuviese que padecer la ausencia de la gloria del reino de ese niño al que plenamente ella adoraba como a su Dios. Nunca podremos alcanzar los sentimientos de María con su hijo en la Cuna contemplándolo como Hijo de Dios, el Cristo, el prometido por los profetas.
Ella, sin esperarlo, sin jamás pensar que ella sería la elegida para madre del Cristo, es la elegida para Madre de Dios, y su alma, con más realidad que cualquier otra que llega a la santidad, diría: “Yo no supe donde entraba, / pero cuando allí me vi, / sin saber donde me estaba, / grandes cosas entendí; / no diré lo que sentí, / que me quedé no sabiendo / toda ciencia transcendiendo.”
agustin sanchez diaz
 
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Vie Feb 24, 2012 6:42 pm

[b]Cántico Espiritual de las Canciones entre el esposo y la esposa de S. Juan de la
Cruz.[/b]
25-Febrero-2012
Canción X -Apaga mis enojos
[i]“Apaga mis enojos / pues que ninguno basta a deshacellos / y véante mis ojos, / pues eres lumbre dellos / y solo para ti quiero tenellos”.[/i][color=#000000][/color]
“Estando pues el alma en este término de amor…tiene tres propiedades: que en todas las cosas tiene presente al Amado…que tiene perdido el gusto a todas las cosas… y que todas ellas le molestan”
“Prosigue pidiendo al amado quiera ya poner término a sus ansias y penas, pues no hay otro que baste para hacerlo sino sólo él
“apaga mis enojos”
Y es que el amor atrae tanto al que ama hacia el amado y, del amado hacia al que ama, como ocurre en cualquier feliz matrimonio lleno de amor que, no se ve satisfecha el alma hasta que esa imagen sea la posesión y contemplación del Amado y del mismo modo siente el Amado hacia el alma que le ama para colmarle de sus dones. Y ese amor hace sentir “que todo lo que no hace o dice y conviene con aquello que ama la voluntad, la cansa, fatiga y enoja”. “Y a esto y a las fatigas que tiene por ver a Dios llama aquí enojos”. “Por lo cual, dice que los apague él con su presencia”.
Y así como la esposa en el Cantar, dice sin cesar: ¡Que hermoso eres, amor mío, qué delicioso! (1.16), porque “el alma así de enamorada está padeciendo con fuego de amor” que solo él puede apagar, y exclama
“pues que ninguno basta a desacellos”, porque fuera de él “ninguno sino él basta a satisfacer su necesidad”.
Es el tengo sed de Cristo en la cruz, donde el amor padece una ausencia, un abandono aparente del Padre y otro nace de su ardiente deseo de ser comprendido y amado por los hombres.
Toda alma fatigada de Amor de Dios, siente la sed porque la presencia, y no la ausencia puede refrigerarla de tal modo que rechaza la hiel y vinagre de los consuelos humanos. Y lo que quiere es
“véante mis ojos”. Aunque, ahora, solo con los ojos del alma. Viendo a Dios no como en su presencia, sino con el amor que hace del Amado el Infinito en todas las perfecciones e inagotable en su sabiduría y riqueza, y así con el Cantar dice: Buscaré el amor de mi vida ¿Habéis visto al amor de mi vida? (3,3) Verle sí, es lo único que deseo, porque “sus ojos son como palomas junto a las aguas del arroyo”. Y como Zaqueo escala sobre la frondosidad de todas las cosas creadas para contemplarle, y como Simón escuchando de su hermano Andrés: hemos encontrado al Mesías, (Jn 1.41) le siguió, así el alma que ansía con sus ojos ver y estar junto al que ama, dice:
“pues eres lumbre dellos”
porque “el amante suele llamar al que ama para significar el amor que le tiene, lumbre de sus ojos”, “como David cuando con lágrimas decía…La lumbre de mis ojos aún esa no está conmigo”, (Sl.37.11)
Cuando Jesús cura al ciego que manda a lavarse los ojos en la piscina de Siloé, provoca la controversia entre los judíos y, Jesús le busca y le dice: ¿Tú crees en el Hijo de Dios? Y él le respondió, ¿y quien es Señor para que yo crea en él? Jesús le dice, lo estás viendo, es el que habla contigo. Respondióle: Creo, Señor (Jn. 9, 17). Todos hemos preguntado a Jesús donde está la luz, pero si las cosas tapan nuestros ojos no podremos ver su rostro. Pero una vez visto, ya no desea el alma otra lumbrera más que la divina, y como el ciego se postra con admirable estupor amoroso ante él, y le adora, y le mira con el temor de que pase y no se eternice ese momento, diciendo:
“y solo para ti quiero tenerlos”
Solo por ti y para ti ya los tengo. Y ante el Amor es que, los ojos “no los quiere tener para otra cosa que para él” y así como al alma que no renuncia a otras cosas no se le da esta divina lumbrera, a la que sí renuncia, sí la merece, ya que “a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos solo a su Dios”.
Pablo así escribe a los romanos: Pero ahora, libres del pecado y al servicio de Dios, tenéis como fruto la consagración a Dios y como resultado final la vida eterna. (Rom.6. 22) De donde se deduce, que la consagración a Dios debe darse en cualquier circunstancia de la vida del cristiano, y si alguien quiere más perfección, venda cuanto tiene, aún los afectos, lo reparta entre los pobres y le siga, ya que “a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos solo a su Dios”, siendo sus ojos tanto permaneciendo en el mundo como para el recluido en un Monasterio, solo para el amado, para que aislado, sus ojos no se paren en las otras “cosas” que aún necesariamente debe usar.
Cuando buscamos un ejemplo que con toda perfección haya llegado al sublime estado de perfección con sus ojos puestos solo en Dios, su amado en su grado sumo, lo encontramos exclusivamente en María, de manera especialísima desde la Encarnación, y para nosotros también en su hogar de Nazaret conviviendo con sus vecinos.
Muchos santos han escalado este Monte, pero ninguno ha llegado a su cúspide como la Madre de Dios. Cuando el niño se queda en el Templo hablando con los doctores de la Ley y le encuentran se quedaron maravillados, y María le dice: ¿Por qué has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando muy angustiados. (Jn.2. 48)
Dios se oculta, aunque siempre es silencio sonoro de amor, pero si no se le busca no se le encuentra, es el precioso precio de nuestra libertad.
Existe el silencio de Dios, pero nunca desaparece en los dones creados donde ha dejado el rastro de su paso, que unidos al de la inteligencia con la que nos ha dotado, con ella podamos demostrarle el interés que tenemos en buscarle con amor. Si le buscamos le encontramos siempre esperándonos como a hijos pródigos en el río y la montaña, en el valle y los cielos.
¿Por qué has hecho esto? le dice su madre. Al ser Dios justo, además de amor, el Espíritu nos dará a cada uno según el esfuerzo en encontrar el dragma perdido. María le encuentra a los tres días de búsqueda angustiada, y este es el modelo del alma que solo tiene sus ojos, como María, para abrirlos exclusivamente a su Dios, y como ella, buscarlo entre las criaturas, entre los amigos y desconocidos hasta que de nuevo descanse nuestro corazón con el abrazo, en Vida Trinitaria, en Jesús. María es nuestro modelo acabado de la búsqueda de Dios.
Y ellos, nos cuenta San Juan: no comprendieron lo que les decía. ¿Acaso nosotros queremos comprender siempre el modo de actuar de Dios? Además, es que por ser Dios infinito y nosotros una centellita, Dios es inabarcable, es misterio forzoso ante nuestra pequeñez, es el Ser y nosotros, estamos, pasamos como un relámpago en el tiempo y en el espacio comparándonos con la eternidad. La Vida no está aquí, nacemos para renacer y esta es la auténtica sabiduría que la entiende el alma enamorada.
Su madre guardaba todas estas cosas en su corazón, nos narra el evangelista. Y es que en su corazón nunca perdía el amor a su Dios y, en él solo cabía Dios plenamente en cuanto una criatura puede tener capacidad para el Ser Infinito. En María, la meta era renacer cada día en el Espíritu para la eternidad. María “a todas las cosas cierra los dichos sus ojos, para abrirlos solo a su Dios”. María junto a la cuna de su niño, escena cándida de amor, es la más sublime y sencilla contemplación y natural arrobamiento por nadie igualados.
Jamás otros ojos podrán contemplar así la sabia inocencia de Dios, ni junto al Sagrario, que como en el cuerpo de Jesús ocultaba su divinidad. Si le imitamos a ella en la sencillez de nuestras ocupaciones, siempre en la presencia de Dios, intentemos pensar como pensaba María, con toda naturalidad, solo en Jesús. ¿No es un grado muy alto de amor en nuestra casa, calles y plazas?
Ama y haz lo que quieras.
“Y si lo queréis oír, / consiste esta suma ciencia / en un subido sentir / de la Divinal Esencia; / hacer quedar no entendiendo, / toda ciencia transcendiendo”.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Mié Mar 14, 2012 6:23 pm

El Canto espiritual de de J. de la Cruz y María.

15-Marzo-2012

CANCION XI- “Descubre tu presencia”

“Descubre tu presencia, / y máteme tu vista y hermosura; / mira que la dolencia / de amor que no se cura / sino con la presencia y la figura.

“No puede el amoroso Esposo de las almas verlas penar mucho tiempo a solas”…“El Señor suele hacer con algunas de estas almas, que anda con estas calmas (ansias) de amor, dándole algunas muestras de su excelencia para afervorarlas” “porque el alma al verse ya poseída de este gran Dios…pide en esta canción determinantemente les descubra y muestre su hermosura, que es su divina esencia”.
“Parece que a estos ruegos…le mostró algunos profundos visos de su divinidad y hermosura, con que le aumentó mucho más el deseo de verle”. Y pide “que le mate con esta vista desatándola de la carne – pues en ella no puede verle y gozarle”- y le pide
“Descubre tu presencia”
“Tres maneras de presencia puede haber de Dios: La primera esencial para santas almas y pecadoras, porque con esta presencia les da la vida y el ser. La segunda presencia es por gracia por la cual mora Dios en el alma y esta presencia no la tienen todas si están en pecado. La tercera es por afición espiritual porque Dios suele hacer algunas presencias espirituales que les recrea, deleita y alegra. Todas son encubiertas porque no se muestra Dios como es, porque no lo sufre la condición de esta vida. Y por todo ello le dice el alma:
“Descubre tu presencia”
“Esta presencia que pide al Amado, se entiende de cierta presencia afectiva que de sí hizo el Amado al ama, la cual fué tan alta que sintió estar allí un inmenso Ser encubierto…a este tiempo desfallece el alma con deseo de engolfarse, en aquel Sumo Bien que siente presente y encubierto” Y no pudiendo más el alma, dice:
“Descubre tu presencia”
Y le dice como Moisés: “muéstrame tu rostro, para que te conozca y halle delante de tus ojos la gracia cumplida que deseo. Y Dios le contesta: No podrás tú ver mi rostro porque no me verá hombre y vivirá”, porque es tanta la hermosura de mi cara, y el deleite de la vista de mi ser, que no la podrá sufrir tu alma en esa suerte de vida tan flaca”.
Es lo que Felipe en la Última Cena, dice a Jesús: “muéstranos al Padre y nos basta”, Y Jesús, sabiendo que en este género de vida no podemos contemplar la grandeza y el esplendor de la divinidad, y que se nos exige la fe, le contesta: el que me ha visto a mí ha visto al Padre, ¿no crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mí? Vosotros conoceréis que yo estoy en mi Padre, vosotros en mí y yo en vosotros. (Jun.14. 8,20). Pero por ahora sólo me veréis a mí, el Padre y yo somos uno en la Divinidad y tras esta humanidad “el que me ha visto a mí ha visto al Padre”. Yo he rogado al Padre para que todos seáis también uno en mí y en el Padre, os pido Fe, y así será consumada la unidad en la misma Vida grandeza y esplendor de la gloria Trinitaria, pero en esta vuestra vida, ese Ser inmenso queda encubierto. “Creed en mí”.
¿Cómo ansiaba María que el Dios oculto en su hijo le descubriese su presencia? Cuando María visita a su prima Isabel, esta le dice: “Dichosa tu que has creído que se cumplirán las cosas que te ha dicho el Señor”. (Lc. 1.45 y ss)
¿Vivía Maria de la fe? Sin lugar a dudas ella es la maestra de todo creyente. El estar conviviendo con Jesús no la privaba de hacerse preguntas.
Aunque Dios la bendijo como a ninguna otra criatura, ¿su vida era ya el cielo
anticipado?
Cuando pensamos en María la vemos siempre o saludada por el Ángel, “Salve, llena de gracia”; o felicitada por su prima Isabel, “bendita tu entre las mujeres”; o en Belén con los pastores y Reyes adorando a su hijo; o en las ofrendas del Templo donde Simeón queda en paz porque sus ojos han visto la salvación que Yahvé ha preparado para todo su pueblo; o a Jesús entre los doctores; o en las bodas de Caná en el primer milagro de Jesús donde María va como casi a desaparecer temporalmente de la vida de su hijo dejándonos un mensaje de su inmensa fe.: “haced lo que él os diga”, que es como la Buena Nueva de María, su mensaje al mundo.
En todas estas ocasiones, desconocemos muchas otras que no nos han sido dadas a conocer, Dios, como a las almas santas, le muestra a María “cierta presencia afectiva que de sí hizo el Amado al ama, la cual fué tan alta que sintió estar allí un inmenso Ser encubierto…
Y así, en la vida pública de Jesús sucede algo aparentemente incomprensible, Jesús parece no prestarle la menor atención a su madre hasta su muerte en la Cruz, y aún allí la llama mujer, pero la nombra Madre de Juan que nos representa a todos los creyentes.
La nombra, nada menos, que Madre de su Iglesia, de su Cuerpo Místico. Madre de la Divina Gracia. Madre del Buen consejo. Trono de sabiduría.
¿La gran prueba de María durante la vida oculta de Jesús y en su vida pública, daba lugar a que María dijese: ¿Descubre tu presencia?
Creo que sí. Ya que ni el mismo Cristo, en su voluntad y entendimientos humanos, no se vio libre de las preguntas (huerto de los olivos), y del abandono de Dios (en la cruz).
María vivió en honda soledad interior porque si su hijo era Dios, el Fuerte, el Padre del siglo venidero, ¿por qué vivía adaptado a la rutina de los hombres hasta los treinta años?
La fe en María era la capacidad para soportar, según la más sublime santidad, ciertas preguntas, a pesar de que conocía cuanto las Escrituras anunciaban del Enviado de Dios, del Cristo.
Martín Descalzo, abre una página que pocos son capaces de descubrir:
A María “todo se le volvían preguntas: Si su hijo era Dios, ¿por qué necesitaba un alimento cada día? Si su misión era cambiar el mundo ¿por qué se reducía a un trabajo de carpintero? Si podía hacer milagros ¿por qué no en su aldea y en su casa? Si podía encontrar dinero en la boca de un pez ¿por qué la dejaba a ella en la más total de las estrecheces? Si era tan cariñoso con todos, ¿por qué la dejaba sola? Si podía resucitar muertos ¿por qué no impidió que ella se quedase viuda? ¿Por qué tuvo compasión de la viuda de Naín y no de su madre? Si sus milagros eran signos visibles de Dios, ¿por qué cuantos más hacia más crecía la hostilidad contra él? Si era un enviado de Yahvé, ¿por qué no le entendían los legítimos representantes de Dios en la tierra? Si había venido para salvar, ¿por qué hablaba tanto de morir? Si podía curar enfermos y resucitar muertos, ¿por qué no reblandecía los corazones endurecidos? Si el Padre había puesto todo poder en sus manos, ¿por qué no hacía tales signos de ese poder que ya no hubiera mas remedió que creer en él?”
María vivía de la fe y así exclamaba: Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi salvador. El todo poderoso ha hecho conmigo grandes cosas, su nombre es Santo, y ella es Santa María.
Ella también se siente “salvada” redimida por Dios en su hijo, “porque se ha fijado en la humilde condición de su esclava” a la que “llamarán bienaventurada todas las generaciones”.
Y ella, y, el alma ya en estado de perfección, pueden exclamar: “Y máteme tu vista y hermosura” porque tanto es el deleite de la vista de tu ser y hermosura…que tengo de morir en viéndola”.

Juan de la Cruz pone en el sentimiento del alma enamorada, esta Canción: “¡Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres / de mi alma en el más profundo centro¡ / Pues ya no eres esquiva, / acaba ya si quieres, / rompe la tela de este dulce encuentro.”
¿Quien de nostros, no quisiera sentir tan profundos sentimientos?
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Vie Mar 30, 2012 4:44 pm

31-Marzo 2012

Canción XII-¡Oh cristalina fuente!
¡Oh cristalina fuente! / si en esos tus semblantes plateados, / formases de repente / los ojos deseados / que tengo en mis entrañas dibujados.
El alma “vuélvese a hablar con la fe, como la que más al vivo le ha de dar luz de su amado”. “porque, a la verdad, no hay otro por donde se venga a la verdadera unión y desposorio espiritual con Dios”, “teniendo aquí la fe tan ilustrada que le hace visear unos divinos semblantes muy claros de la alteza de su Dios”, “aunque encubiertas con oscuridad y tinieblas”.
Dice, pues:

¡Oh cristalina fuente! Y esta fe para el alma es cristalina: “porque es de Cristo su esposo, porque es fuerte, clara y limpia de errores”. Y es fuente “porque de ella le emanan al alma las aguas de todos los bienes espirituales”.
Y el espíritu de Dios era llevado sobre las aguas y como de ellas y en ellas, en el bautismo, nace Vida perfumada del manto del amado.
La fe no es mero asentimiento intelectual a una verdad religiosa, sino una… vivencia existencial de esa verdad. La fe remite al abandono en manos de Dios en cuanto el hombre renuncia a fiarse de sí mismo y confía plenamente en la palabra poderosa y providente de Dios.
Dice Pablo (Heb.11.1-40). “La fe es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquello que no se ve. Por la fe conocemos que el mundo fue creado por la palabra de Dios, de suerte que lo visible tiene una causa invisible. Unos se dejaron torturar, otros soportaron burlas, latigazos, fueron apedreados, torturados, aserrados…oprimidos, maltratados…” pero todos los mártires no alcanzan el objetivo de la promesa si no es “fijando la mirada en Jesús, el autor y consumidor de la fe, quien para obtener la gloria que se le proponía, soportó la cruz” (Heb. 12. 2-4) Y por ello, toda alma puede repetir con Miri-Xtº, en el Foro de religiosas:
“Precisamente somos esposas de un crucificado y debemos asemejarnos a el... El nos precedió tomando la cruz, recuerdo un salmo del oficio que me da mucha fuerza en esos momentos de aridez:
En esta tarde, Cristo del Calvario,
vine a rogarte por mi carne enferma;
pero, al verte, mis ojos van y vienen
de tu cuerpo a mi cuerpo con vergüenza.
¿Cómo quejarme de mis pies cansados,
cuando veo los tuyos destrozados?
¿Cómo mostrarte mis manos vacías,
cuando las tuyas están llenas de heridas?
¿Cómo explicarte a ti mi soledad,
cuando en la cruz alzado y solo estás?
¿Cómo explicarte que no tengo amor,
cuando tienes rasgado el corazón?
Ahora ya no me acuerdo de nada,
huyeron de mí todas mis dolencias.
El ímpetu del ruego que traía
se me ahoga en la boca pedigüeña.
Y sólo no pedirte nada,
estar aquí, junto a tu imagen muerta,
ir aprendiendo que el dolor es sólo
la llave santa de tu santa puerta”.

Sí, debemos ser como su espejo, y al mirarse en nosotros, él, debe verse, a él.
Y es que para ello debemos ser como la Magdalena, siempre a los pies de Jesús escuchándole y lavándonos con el agua de su costado, y estando contemplándole con ojos amorosos para que en nuestro sudario limpio del alma quede prendida solo su imagen. O como la Samaritana diciéndole él a ella, y ella a él, tengo sed, dame de tu agua, y Tú dame de la que salta hasta la vida eterna.
El agua que salta a la vida eterna “era el espíritu que habían de recibir en su fe los creyentes” Y por ello Juan de la Cruz Prosigue:

“Si en estos tus semblantes plateados”
“A las proposiciones y artículos que nos propone la fe, llama semblantes plateados”. “porque esa misma sustancia que ahora creemos, vestida y cubierta con plata de fe, habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto y desnudo el oro de la fe”. La fe, dice más arriba Pablo, es la garantía de las cosas que se esperan, la prueba de aquello que no se ve.
Hay un tesoro escondido y, el alma quiere adquirirlo con la plata de la fe. Por ello Pablo dice: Puesto que entramos en posesión de un reino inmutable, retengamos firmemente la gracia, y por ella ofrezcamos a Dios un culto agradable con reverencia y con respeto. Porque nuestro Dios es fuego devorador. (Heb. 12- 28)
Fuego he venido a traer a la tierra y qué quiero sino que arda en amor. Porque mi amor es un troquel divino.
Dos realidades: Agua que calma la sed de eternidad, y fuego que troquea por la fe las obras en valores divinos.
“Dice, pues, el alma a la fe…

¡Oh!, si en esos tus semblantes plateados…porque esa misma sustancia que ahora creemos vestida y cubierta con la plata de fe, habemos de ver y gozar en la otra vida al descubierto, desnudo el oro de la fe”. “la fe nos da y comunica al mismos Dios, pero cubierto con plata de fe”.
Prosiguiendo, y

Formases de repente / los ojos deseados”
“Si esas verdades que informe y oscuramente me enseñas encubiertas en tus artículos de fe acabases ya de dármelas clara y formalmente…” “Y llama aquí ojos a estas verdades…por la grande presencia que del amado siente, que le parece le está ya siempre mirando”. Por lo cual prosigue

“que tengo en mis entrañas dibujados” “Porque según el entendimiento tiene estas verdades infundidas por fe en su alma”. Y porque la noticia de ellas no es perfecta dice que están dibujadas” “Y vivamente se retrata en él, cuando hay unión de amor, que es verdad decir que el amado vive en el amante y el amante en el amado”, “que cada uno es el otro, y que entrambos son uno”. “La razón es que porque en la unión y transformación de amor el uno da posesión al otro; y así cada uno se deja y trueca por el otro”.
Es el destino que Dios quiere del hombre. Pero vino a los suyos y no pocos le desprecian. ¡Qué tragedia!
Esto es lo que quiso dar a entender Pablo, (Gl. 2,20): “Y ya no vivo yo, pues es Cristo el que vive en mí, es decir vivo yo, ya no yo, porque estaba transformado en Cristo, y dio a entender que su vida más era divina que humana”. “Lo cual se hará perfectamente en el cielo en divina vida en todos los que merecieren verse en Dios; porque transformados en Dios vivirán vida de Dios y no vida suya; aunque sí vida suya, porque la vida de Dios será vida suya”. “porque todo, en esta vida, se puede llamar dibujo de amor en comparación de aquella perfecta figura de transformación de gloria”,
Jesús lo dice más brevemente: Yo en ellos y tu en mí, para que sean perfectos en la unidad. Este es el resumen y fruto de la creación y redención. La unidad por amor en la Vida Trinitaria. “Que todos sean una sola cosa; como tu, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sea una sola cosa en nosotros. (Jn. 17, 21)
¿No estamos ciegos? ¿A quienes nos rozamos con Jesús, no nos llega en algún momento esta llama ardiente y suavísima de Dios? Para los Santos es su única vida.
¿Quien como María puede afirmar que Jesús está en ella y ella está en Jesús? ¿Sólo físicamente como Madre? No. La naturaleza humana es secundaria en relación a la plenitud de la gracia, llena de gracia, naturaleza divina de Jesús en ella, y Dios ha querido que como Medianera nos venga a todos su gracia, a través de María.
María está en el proyecto de Dios, de la Santísima Trinidad como ninguna otra criatura, y esa predestinación conlleva que a través de ella desciende el Hijo pleno de Divinidad, y esa plenitud ha llenado primero, cuanto es posible, el alma de su Madre: Corredentora, Medianera, llena de Gracia, bendita entre las mujeres. Por eso la llamamos Madre de la Divina Gracia. María es la criatura más amada de Dios y la que más le ha amado y le podrá amar.

Y así el Padre decía al Hijo Encarnado en versos de J. de la Cruz: “A quien a Ti amare, Hijo, / a mí mismo le daría, / y el amor que yo en Ti tengo, / ese mismo en él pondría, / en razón de haber amado / a quien yo tanto quería”.

¿Y no seria bueno pensar que ese Hijo nos busca en nuestra serranía en la que hasta muere por encontrarnos?
"Qué tengo yo, que mi amistad procuras?
¿Qué interés se te sigue, Jesús mío
que a mi puerta, cubierto de rocío
pasas las noches del invierno oscuras?

¡Oh, cuánto fueron mis entrañas duras,
pues no te abrí!
¡Qué extraño desvarío si de mi ingratitud el hielo frío secó las llagas de tus plantas puras!

Cuántas veces el ángel me decía:
"Alma, asómate ahora a la ventana;
verás con cuánto amor llamar porfía"
Y cuántas, hermosura soberana,
"Mañana le abriremos", respondía
para lo mismo responder mañana!".

Sí, Jesús, "mañana"... porque hoy estoy muy ocupado...
Porque hoy ... así como que "no me late…"
Porque... no se lo que me vas a pedir...
Porque la verdad es que me asusta un poco ese TU AMOR POR MI y yo ...no se querer así...

Bueno...tal vez mañana... sí, mañana sí.
¿Temo a que Jesús pase….por mi calle en estos días y me llame?
¿Le miraré como la Verónica, como le mirara su propia Madre y la Magdalena,o, como un expectáculo?
agustin sanchez diaz
 
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Jue Abr 12, 2012 6:11 pm

l cántico espiritual de S. Juan de la Cruz y María

14 de Abril 2012
Canción XIII-“EApártalos, amado / que voy de vuelo /
El esposo
Vuélvete, paloma, / que el ciervo vulnerado / por el otero asoma. / Al aire de tu vuelo y fresco asoma”

Es muy de entender que llegado a este grado de santidad no sea posible hablar desde la experiencia personal. Sólo queda contemplar a este místico, que además se expresa en lenguaje poético, pero es cuanto él estaba experimentando en su alma.
Pero sí conviene a mi modo de ver, hacerse este pregunta ¿toda santidad del alma debe andar paso a paso y por cada una de estas experiencias místicas sobrenaturales?
Dicho de otro modo, ¿la santidad no tiene más camino que el místico? Tiene otros caminos, que en el fondo coinciden todos en lo esencial: El amor pleno a Dios, buscando su divina belleza, con obediencia a Dios como Jesús nos enseña y viéndole además, en cada en toda su creación la que ha dejado vestida de su hermosura y amor.

En el Evangelio, que es Palabra de Dios, está la parábola del Sembrador, y ahí está establecida la diversidad de grados en orden a la santidad, pues en su primera parte (Mrc. 4. 1-9) resalta la acción del sembrador y la suerte de la semilla, y en la explicación a los discípulos (Mrc 4. 13-20) se resalta la calidad del terreno. En todos se siembra la misma semilla y por el mismo sembrador.
La que cae en el camino, llega Satanás y se lleva la Palabra sembrada. Y estos son los creyentes y llamados que nada hacen para salir de sus pecados.
La semilla que cae en terreno pedregoso, son que los escuchan a Dios con gozo en su invitación a la perfección, y la admiran, pero son inconstantes, no tienen raíces, fallan ante cualquier tribulación. Saben que pueden, pero no quieren de verdad.
La semilla que cae entre cardos son aquellos que escuchan la Palabra y quieren, intentan llegar a la perfección una y otra vez, pero las preocupaciones y seducción de lo mundano ahogan la Palabra y no la dejan dar fruto debido.

Para otros, la Palabra cae en tierra fértil. Escuchan la Palabra (al Amado), le acogen como su mejor tesoro con gran amor muy sentido profundamente, dando fruto al treinta o sesenta o ciento por uno. Y aquí si tenemos los pasos de santidad de los que habla Juan de la Cruz: después de la vía purgativa la vía iluminativa y unitiva. Que no tienen más medida que el grado de admiración, necesidad y gozo al que estemos dispuestos a llegar, bien al treinta, sesenta o matrimonio espiritual de nuestra alma con el Esposo Amado, que ya es el estado de los Perfectos. Y solo hay un camino por recorrer: el amor y el deseo con el grado que cada uno esté dispuesto a recibir, ya que Dios ansía darnos todo si nosotros queremos recibirlo.
Creerse estar en una u otra etapa numerada de santidad perfecta es señal de no estar en santidad alguna.
Cuando a Jesús le preguntan los fariseos: ¿cuál es el Mandamiento principal? les dijo: Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente (Mt.24,36), y antes había dicho: el que ama a su padre o su madre más que a mí no es digno de mí. (Mt 10.37) y eso es lo que describe Juan de la Cruz en este Cántico Espiritual: Dar a Dios el corazón, el alma y la mente, porque Dios Creador y Redentor es el infinito amor que nos da también infinitos bienes. Y así el Sl. 33 nos invita: Justos, alabad al Señor…cantadle un cántico nuevo…la tierra está llena del amor del Señor…él es nuestro auxilio, en él se goza nuestro corazón.
Y cuando un alma ama así a Dios, ama más a sus padres, a sus amigos y aún a sus enemigos.
Todos quisiéramos ser esa buena tierra.

Es el mismo camino espiritual cantado poéticamente por Juan de la Cruz, del que yo ante su simple lectura, hago estas meditaciones para invitar a otros al alimento de sus sentimientos personales, porque siempre hay cristianos caminando o queriendo caminar por estos altos senderos.
Y aquí, ya el alma “como se va juntando más a Dios, siente en sí más el vacío de Dios y gravísimas tinieblas, con fuego espiritual que la seca y purga, para que, purificada, se pueda unir con Dios”
Y así dice el Santo místico: “En los grandes deseos y fervores de amor, cuales en las canciones pasadas ha mostrado el alma, suele el amado visitar a su esposa, alta y delicada y amorosamente y con grande fuerza de amor que la conmovió toda”… “descubrióle el amado algunos rayos de su grandeza y divinidad, según ella deseaba”…“que le hizo salir de sí por arrobamiento y éxtasi”. Y dice, pues el alma al esposo:

“Apártalos, amado”.
“porque tal es la miseria del natural en esta vida, que aquello que al alma le es más deseado…cuando se le vienen a dar, no lo puede recibir sin que casi le cueste la vida” y ante aquellos ojos o comunicaciones del amado, el alma le dice: apártalos amado. Pero “aunque mucho más le costase, no querría perder estas visitas y mercedes del amado”.

En el mismo Evangelio como hemos visto, en el Monte Tabor la naturaleza humana de Cristo se transfigura para que los Discípulos pudiesen recibir esta visita de la luz de Dios, con los ojos, y de cómo los Apóstoles se consideran como liberados de los límites de la carne para poder soportar algunos rayos de la grandeza y divinidad al serles descubiertas por la visita especial del Padre mercedes con gran fuerza de amor. Y porque sus cuerpos no las resistían, no querían que se interrumpieran, pedían hacer allí tres tiendas para permanecer arrobados en la visión, como en éxtasis, ante tanta dicha y felicidad.
Pero aquella no era la perfección cuotidiana de un ser mortal ni de la misma santidad, y por ello descendieron del Monte para reunirse en vida diaria con los demás. Y los tres Apóstoles, como aquí el alma, ellos sabían

“Que voy de vuelo” porque allí se “destituye al cuerpo y deja sentir en él sus acciones, porque las tiene en Dios. “Lo que aquí, pues, el alma dice del vuelo, hase de entender por arrobamiento y éxtasis del espíritu a Dios. “Y dícele luego el amado”

“Vuélvete, paloma” “Vuélvete de ese vuelo alto en que pretendes llegar a poseerme de veras, que aún no es llegado ese tiempo de tan alto conocimiento, y acomódate a este más bajo”. Y es

“que el ciervo vulnerado”
“y cuando está herido vase con gran prisa a buscar refrigerio a las aguas frías; y si oye quejar a la consorte y siente que está herida, luego se va con ella y la regala y acaricia”. “porque viendo a la esposa herida de su amor, él también al gemido de ella viene herido del amor de ella”.
Cuando hay amor, Dios, para cualquier vía de santidad, si el alma le ama, siempre Dios le ama más a ella.
“Juan evangelista dice(1. 16), "Dios es amor. quien conserva el amor permanece con Dios y Dios con él". Si el alma está embelesada, arrobada, cautivada de Dios es porque esa herida, esa dulce llaga, primero la ha sentido Dios, y por ello “en esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Dios nos ha amado a nosotros”. (Jn.1,10) Dios es el verdadero origen del amor, “Y ha enviado a su Hijo único al mundo para que nosotros vivamos por El”, con El y en El, aún si arrobamientos místicos.
El esposo viene herido, y tan herido por amor, que ha suscitado en el alma sus mismas heridas, y le dice: Aprended de mí. “Vuélvete esposa mía, a mí, que si llagada vas de amor de mí, yo también como el ciervo vengo en esta tu llaga llagado a ti”, porque esa tu llaga te la he producido, te la hecho participar, yo, a ti, por amor, porque sin mí nada podéis sentir del verdadero amor, pues “yo soy el camino, la verdad y la vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn.14. 6). “Y no me elegisteis vosotros a mí, sino yo a vosotros” (Jn.15. 16) No renunciemos nunca de tan sublime amor y elección. Y ya que sus llagas las tiene por amor, que se las han producido el amor, que nuestro amor sea recíproco y produzca en nosotros esa herida y sea una realidad “para que viendo a la esposa herida de amor, él también al gemido de ella viene herido del amor de ella”. y

“Por el otero asoma” y ha dejado su rastro y hermosura en todas las criaturas, y por ello “no hay Dios fuera de ti que todo cuide” (Sab.12, 13). Además fué anunciado así por los profetas: Isaías dice referente, no a los reyes de Israel, sino con sentido mesiánico: “El pueblo que caminaba a oscuras vio una luz intensa, los que habitan en un país de sombra se inundaron de luz. Acreciste la alegría, aumentaste el gozo: gozan en tu presencia como se goza en la siega” (Is.9,1-2)), y el salmista así lo canta: Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los malvados, ni en el camino de pecadores se detiene ni en la sesión de los cínicos se sienta; sino que su gozo es la ley del Señor y medita su ley día y noche” (Sl.1.1)“Los nobles de la tierra le rendirán honores…contará su justicia al pueblo venidero” (Sal. 22).

Para ello se Encarna en nuestra Madre, para que podamos en la altura sencilla de su contemplación materna en meditación del Misterio, ver sus ojos y oír la voz de la Palabra del hijo: “el que conoce mis mandamientos y los guarda, ese me ama; y al que me ama lo amará mi Padre, y yo también le amaré y me manifestaré a él” (Jn 14. 21) Vigilad y orad.

El Evangelio es el mejor libro para nuestra constante meditación: conocer y gustar de Dios mediante su Palabra, acrecentando nuestra alegría y así aumentando el gozo.
Más cuando se llega a una alta contemplación “se comienza a comunicar al alma y mostrársele, más no acaba…sino que asoma, porque por altas que sean las noticias que de Dios se le dan al alma en esta vida, todas son como muy desviadas. Asomadas”. Por ello Jesús dice a sus discípulos: “yo os veré otra vez, y vuestro corazón se alegrará y nadie os quitará ya vuestra alegría” (Jn 16.22). Contemplareis directamente a Dios. Y veréis que el Padre y yo somos una misma cosa.

“Al aire de tu vuelo, y fresco toma”
El vuelo es la contemplación en la meditación, en la oración, y el aire el espíritu de amor que viene de Dios. “al aire del vuelo, porque Dios no se comunica propiamente al alma por el vuelo del alma, que es, el conocimiento que tiene de Dios, sino por el amor del conocimiento”. “Porque así como el amor es unión del Padre y del Hijo, así lo es del alma con Dios”. Yo en ellos y tu en mí, y así el mundo reconozca que tu me has enviado y que los amas a ellos como me amas a mí. “Esta caridad, pues, y amor del alma hace venir al esposo corriendo a beber de esta fuente de amor de su esposa”.
Si Dios es amor, el Amor, y encuentra en nosotros amor, le hace venir y hacer de de nuestra alma su mansión, “porque así como el aire hace fresco y refrigerio al que está fatigado de calor, así este aire de amor refrigera y recrea al que arde con fuego de amor”. “ Dios no pone su gracia y amor en el alma, sino según la voluntad y amor del alma”.

Sí, Dios es ese Amor, arde en ansias de nuestro amor que libremente nos pide y nos lo suplica herido y llagado con los brazos abiertos hasta en la Cruz. No puede, salvando nuestra libertad, hacer más para que abracemos agradecidos a tan alto Ser que sabemos nos ama. Por ser Infinito, a veces Dios nos resulta incomprensible a nuestro conocimiento y sentimientos. Y es absolutamente necesaria la fe y la humildad.

Hay creyentes, que viviendo para Dios totalmente, han llegado a la santidad de modos diversos. La primera, María, que cumpliendo con la mayor naturalidad y sencillez su misión de Madre de Dios, nadie le ha agradado tanto, porque se dedicó a cumplir “en la humildad de su esclava” los deseos y planes divinos sobre ella en la vida ordinaria con fe profunda. Y así es proclamada Santísima Reina de todos los Santos. También los Apóstoles, los mártires desde los primeros siglos hasta los de hoy, y tantos otros, como el bondadoso Juan XXIII, Pablo II, Teresa de Calcuta, y tantos “santos desconocidos” con los que a veces convivimos en el pueblo de Dios, a los que hay que añadir a Todos los Santos cuya fiesta celebramos litúrgicamente y que han conseguido entrar ya en el reino de los cielos sin arrobamientos ni éxtasis en esta vida. Santo es el que llega al Cielo.
Todos, aún María, están comprendidos cada uno en su grado en este otro verso de J. de la Cruz como Suma de la Perfección: “Olvidado de lo criado, / memoria del Criador, / atención a lo interior, / y estarse amando al Amado”.
Este es el programa de la santidad que nos es ofrecido a todos y al que podemos llegar mediante la oración, la meditación. Sin ella imposible “estarse amando al amado”. La santidad es solo, amor.
¿Hasta donde cada uno queremos llegar?
agustin sanchez diaz
 
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Dom Abr 29, 2012 3:18 am

Cantico espiritual de S. Juan de la Cruz y María
29 Abril 2012

Canción XIV- Mi amado las montañas

Mi amado, las montañas / los valle solitarios nemerosos, / las ínsulas extrañas, / los ríos sonorosos, / el silbo de los aires sonorosos.
Estamos ante los versos tal vez más conocidos de este gran místico. Pero tal vez sea porque aquí comienza “un alto estado y unión de amor, en que después de mucho ejercicio espiritual suele Dios poner al alma, al cual llaman desposorio espiritual con el Verbo Hijo de Dios”. El alma llega a esta felicidad y no “hace otra cosa sino cantar y contar las grandezas de su amado”. “Pues como esta palomica del alma andaba volando por los aires de amor, sobre las aguas del diluvio de las fatigas”… “extendió el piadoso padre Noé la mano de su misericordia y recogióla metiéndola en el arca de su caridad y amor•”… “el alma en este vuelo que hace a esta divina arca del pecho de Dios” además de ver las muchas mansiones, “reconoce haber allí todos los manjares, esto es, todas las grandezas que puede gustar el alma”. “Y gusta allí admirable suavidad y deleite de espíritu…y gusta altamente de la sabiduría de Dios”. “ Y conoce la verdad de aquel dicho de San Francisco: Dios mío y todas mis cosas”. “ en lo cual se ha de entender que todo lo que aquí se declara está en Dios eminentemente en infinita manera, o, por mejor decir, cada una de estas grandezas que se dicen es Dios, y todas ellas juntas son Dios; que por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios”. “En aquella posesión siente serle todas las cosas Dios”. No tomada la primera acepción de lo que son las cosas y de lo que es Dios. Pero no por ello deja de ser aquí una verdad y una realidad sobrenatural la cual se realiza como lo dice Jesús Yo en ellos, tú en mi, para que sea consumada la unidad. Es al modo, pero más profundo y verdadero, de cómo decimos que un actor o persona real encarna un personaje o tiempo histórico, que aquí mediante Jesús, y como explica J. de la Cruz, sí que es verdad y no solo simbólico o metafórico, “por cuanto en este caso se une el alma con Dios, siente ser todas las cosas Dios”.
En este sentido ¿qué es la Eucaristía cuando comemos el pan divino? ¿Somos actores que encarnan a un personaje, o algo mucho más profundo aunque sobrenatural sin dejar de ser real? ¿Si salgo a pasear antes de que desaparezcan las especies sacramentales, no viene Jesús de paseo en mí con su cuerpo glorioso, alma y divinidad? Además. ¿Por cuanto en este caso (de la gracia) se une el alma con Dios, no siente, aún misteriosamente, ser todas las cosas Dios? ¿Todo lo creado, no es un uno especialísimo y misterioso en Dios? ¿Puedo expulsar a Dios de mí, ni queriendo? Todas las cosas están en Dios sin que las cosas sean mi Dios. En Dios creador y en Cristo redentor, ¿no está el universo y nosotros en Él, queramos o no por derecho de creación? ¡Que sean uno en mi!
Lo cual, en los términos amorosos, son:

“Mi amado las montañas”. Por que “las montañas tienen alturas, son abundantes, anchas, hermosas, graciosas, floridas y olorosas”, y así ve el alma al amado.
Montañas altas, donde nos acercamos a la belleza del infinito; Abundantes, porque en ellas se nos dan arboledas de frutos divinos, alimento sobrenatural, vida de gozo, regalos de virtudes del amado; Anchas, porque hay espacios bellos para todos sin temor a que se agoten los frutos; Hermosas, porque nada hay como un alto Monte, trono donde Dios recibe a Moisés y donde la zarza de Abraham calienta nuestro alimento del Cordero Divino; Graciosas, porque si de un Monte bajó la ley, de otro Monte bajó el Amor; Florida y olorosa, nada tan bello como el aroma de un ramo de rosas rojas llenas de amor y salidas de una herida del costado que ha explotado cual volcán florido y acompañan, se funden con Dios en el alma.. Y así es el amado.

“Los valles solitarios nemorosos”.
Los valles son “quietos, amenos, frescos, umbrosos, de dulces aguas,… arboledas y suaves cantos de aves”
Valles quietos, como el alma que perdida en la búsqueda ha encontrado a su pastor y sin decirle nada goza a su lado de gran quietud; Valles amenos, porque entre ella que ha preparado el jardín con buena tierra y el amado jardinero que ha sembrado la mejor semilla, han hecho para su recreo la glorieta del espacio más ameno y contemplativo del nuevo Edén entre nemorosos, frondosos y bellos bosques; Valles frescos y umbrosos, porque el agua que riega al alma es agua limpia y fresca salida de la alta peña del costado del amado, agua viva y cristalina cuyo arroyo en espumosas cataratas nos lleva hasta al amanecer en la mar de vida eterna, cuya apertura será como entre una suave serenata y el cántico de las aves aquí que proseguirán los Ángeles allí, llenando sus voces gozosas los cielos de ese valle infinito que es serena paz, silencio y ausencia de cualquier inquietud.

“Las ínsulas extrañas” “ muy apartadas y ajenas de la comunicación de los hombres” “Por las grandes y admirables novedades y noticias extrañas, alejadas del conocimiento común,… el alma las llama ínsulas extrañas”.
“Extraño le llaman a uno o porque se anda retirado de la gente o porque es excelente y particular entre los demás hombres”. “El alma llama a Dios extraño porque no solamente es toda la extrañez de las ínsulas nunca vistas, pero también sus vías, consejos y obras son muy extrañas y nuevas”. “ de manera que no solamente los hombres, pero también los Ángeles le pueden llamar ínsulas extrañas; solo para Sí no es extraño, ni tampoco para Sí es nuevo”.
Al ser Dios infinito no tiene más remedio que ser misterio: una ínsula extraña aquí y allí y por toda una eternidad.
Porque
si no hubiese misterio, Dios no sería el Dios Eterno,
tendría una esencia cercada,
pero tampoco el sol y las galaxias
caben por nuestra ventana.
Solo en Tí, mi Dios, veré la razón
de tu grandeza, en Ti, allí,
y de tu bella creación, aquí,
que es como un encaje infinito, complicado
y sabiamente ordenado.
Es tu mando, Dios misterio,
azulado, de nubes nimbado, pintado, bordado,
rutilante, destello en infinitos astros,
y asciende, de soles engarzados, hasta tus hombros
que reclinas sobre un trono
mas allá de los confines del cosmos.

Mi mente es pequeña
y en ella no cabe, aquí,
ni allí, tu infinita grandeza.
Cuanto has puesto aquí,
será anulado al fín,
porque es solo el Pórtico
de tu Reino, de allí.
Por ello Juan de la Cruz nos ha dicho, aún estando el alma en esta ínsula extraña. “ y no es maravilla que sea Dios extraño a los hombres… pues lo es a los santos, ángeles y almas que le ven, Solo para Sí no es extraño, ni tampoco para Sí es nuevo”.
Solo el Hijo ha visto al Padre, infinito tal cual es.

“Los ríos sonorosos”. “que embisten y anegan, que llenan todos los bajos y vacíos que hallan delante y tienen tal sonido, que todo otro sonido privan y ocupan”. Al alma “parece que vienen sobre ella todos los ríos del mudo…y siente allí anegadas todas sus acciones y pasiones”. Hincha los bajos de su humedad “Ensalzó a los humildes y a los hambrientos llenó de bienes” (Lc.1,52). “Y esos ríos sonoros le traen grandeza, fuerza, poder, deleite y gloria”, Y Es que el Santo ya no habla de una fuente serena, sino de un río fantástico y grandioso en su corriente. Y trae el testimonio de Isaías “Notad y advertid que yo declinaré y embestiré sobre ella, es a saber, sobre el alma, como un río de paz y así como un torrente que va redundando gloria.”. “Esta voz es infinita…es el mismo Dios que se comunica haciendo voz en el alma”,
Creo que el gran río que redundaba gloria fue el día del Espíritu Santo, tan prometido por Cristo, que inundó el alma y la mente de los apóstoles: “Os he dicho estas cosas estando con vosotros, pero el defensor, el Espíritu Santo, el que el Padre enviará en mi nombre, él os lo enseñará todo y os recordará todo lo que os he dicho” (Jn.14 25.26).Con lo que queda confirmado que Dios va dando su luz conforme al tiempo y la correspondencia en la perseverancia, y así como a los Apóstoles (qué largos se les harían los días de la espera), nos va descubriendo según las etapas de nuestro amor creciente sus misterios en la relación de nuestra intensidad de intimidad con él, que desde las jaculatorias, meditaciones, rezos, peregrinaciones y asistencia a los actos de culto mostramos nuestra necesidad de Dios.
Esperemos como los Apóstoles, días y más días, con perseverancia y en silencio, que venga el día de Pentecostés en el que nos “enseñará todo” lo posible ahora de esta perfección de la esencia divina.

Por ello continúa, “el silbo de los aires amorosos”.
“Aires amorosos se entienden aquí las virtudes y gracias del amado” “Y al silbo de estos aires llama una subidísima y sabrosísima inteligencia de Dios y de sus virtudes”.
“El aire amoroso…hiere, satisfaciendo el apetito del que deseaba el tal refrigerio”. Es decir, que si los Apóstoles recibían la sabiduría del mensaje de Cristo, es porque perseveraron con ansiedad esperando lo prometido por el Maestro, la venida del Espíritu. De esa ansiedad en la espera depende la respuesta de Dios.
Y aquí el alma sabe “que este toque de Dios satisface grandemente y regala la sustancia del alma, cumpliendo suavemente su apetito, que era de verse en la tal unión”.
“Y llámale silbo porque esta sutilísima y delicada inteligencia se entra con admirable sabor y deleite en lo intimo de la sustancia del alma.
Por todo ello, mi razón me aconseja gozar de Dios aquí y allí, creyendo en su Palabra-camino más que en la tentación–serpiente de las cosas del mundo o libre desesperanza de ateos y agnósticos con sus llamativas y no pocas veces cambiantes teorías filosóficas o científicas según el progreso de la mente que arrastran a no pocos a la perdición eterna.
Y aunque Dios, dándonos la libertad aceptó perder muchas batallas, su triunfo final será absoluto. Será el triunfo de la Vida. Y todo cuanto de ternura puso Dios en el amor de los humanos y, en las llamadas bestias o aves con su impresionante ternura maternal, hacen que el amor de madre sea la más bella y dulce imagen de Dios. Es más que una madre, porque El estableció el principio vital materno de nuestra existencia en ese fantástico y espectacular proceso de multiplicación de nuestra vida celular tan sabia y perfectamente inamovible. Y fuimos primero en la Sabiduría y amor de Dios, aún antes de comenzar nosotros a existir.
Y, todo cuanto es vida, bien, felicidad y alegría, es Dios, y nada de ello será destruido definitivamente porque la Trinidad tendrá su plenitud, está como incompleta por así decirlo, hasta que sea consumada la unidad de “todo lo que es vida y belleza” en el Padre a través del Hijo.
Toda la hermosura de las cosas está impregnada del amor de Dios a su Hijo, fueron creadas en él. Por ello ante una flor, ante la espuma de un acaudalado río que se hace voz en el acantilado, ante el canto de las aves en la alameda y en las moreras, ante el silencio de una noche de plena luna, en la llanura del desierto, y del mar, oímos un silencio impregnado de admiración - es el silencio sonoro - de la voz amorosa - en misteriosa quietud - de Dios Padre a su Hijo - canción de cuna como de amor materno - que solo se oye en la calma de los sentidos - porque el Padre hace que le acune a su Hijo todo el universo - que es un espacio que es su cielo – incrustado de materia, un carrusel de galaxias, estrellas y vida en crecimiento.
Yo quiero escuchar esa voz, -aquí-, y unir la mía a ese fantástico y sonoro concierto –allí- porque a toda esa musicalidad,- soy invitado en libertad.
Quisiera como Juan de la cruz, en mi simple comienzo del camino, verte y cantarte sentidamente:
Mí amado las montañas / Los valles solitarios nemorosos, / Las ínsulas extrañas, / Los ríos sonorosos, / El silbo de los aires amorosos.

Todo eres tu impregnándolo de belleza, paz y hermosura. Sin Tí, no serían.
En todo vemos a Cristo, porque todo fue hecho para él. Solo Dios es Dios, y Dios no cambia su proyecto ante nuestra rebelde incomprensión porque es el más perfecto, el más bello y necesario dado lo que es la vida en libertad, donde todas las cosas están adornadas de la belleza de su divina esencia. Y solo allí comprenderemos a la Sabiduría de Dios y el por qué de cómo todo fue hecho como ha sido creado. Viendo como dice Juan, que todas las cosas para el alma son Dios.
Pero ven Señor, y con tu Espíritu irrumpe en mis aposentos como lo hiciste con María, para que quede anegada mi alma del ruido sonoroso de la voz, no solo de tus Ángeles sino del mismo Espíritu que colmó de sabiduría divina a tu Madre, y que hizo comprender a tus apóstoles tu mensaje portador de la Vida, y así también, junto a los Apóstoles con tu Madre, recibamos el fuego huracanado que estremezca y derrumbe los muros de nuestra ceguera y te vean nuestros ojos, y por ello desde lo más íntimo de nuestra alma decimos con este himno litúrgico:

Ven Espíritu creador; visita las almas de tus fieles. Llena de la divina gracia los corazones que Tú mismo has creado. Tú eres nuestro consuelo, don de Dios altísimo, fuente viva, fuego, caridad y espiritual unción. Tú derramas sobre nosotros los siete dones; Tú el dedo de la mano de Dios, Tú el prometido del Padre, pones en nuestros labios los tesoros de tu palabra. Enciende con tu luz nuestros sentidos, infunde tu amor en nuestros corazones y con tu perpetuo auxilio, fortalece nuestra frágil carne. Aleja de nosotros al enemigo, danos pronto tu paz, siendo Tú mismo nuestro guía evitaremos todo lo que es nocivo. Por Ti conozcamos al Padre y también al Hijo y que en Ti, que eres el Espíritu de ambos, creamos en todo tiempo. Gloria a Dios Padre y al Hijo que resucitó de entre los muertos, y al Espíritu Consolador, por los siglos infinitos. Amén.

Pero el Padre quiere que su Hijo sea en el que todos lleguemos a Él: “Pero aquello que se entiende, / de esta manera decía: / Nada me contenta, Hijo, / fuera de tu compañía”. / Y si algo me contenta, / en ti mismo lo quería; / el que a ti más se parece, / a mí más satisfacía”.
¿ Quien se parece más a Jesús que María? ¿Quién se parece más a María que su hijo, el Hijo de Dios hecho hombre? ¿No ve el Padre al Hijo formando su cuerpo en el molde especialísimo del seno de María? ¿No descendió sobre ella el Espíritu antes que sobre sus Apóstoles?
Reina de todos los Santos, Madre del buen consejo, Reina de los cielos. Ella sí que sabía con sencillez y humildad del silbo de los aires amorosos.
agustin sanchez diaz
 
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor agustin sanchez diaz » Lun May 14, 2012 5:41 pm

El Cántico espiritual de J. de la Cruz y María

Canción XV-La noche sosegada

.”La noche sosegada, / en par de los levantes de la aurora, / la música callada, / la cena que recrea y enamora,”
“En este sueño espiritual que el alma tiene en el pecho de su Amado, posee y gusta todo el sosiego y descanso y quietud de la pacífica noche, y recibe juntamente en Dios una abisal y oscura inteligencia divina”.
No podemos dejar de pensar en Juan, el amado, recostada su cabeza sobre el pecho del Maestro en la noche de la entrega eucarística y real de Jesús. ¡Oh misteriosa noche! La noche más densa, la más espiritualmente intensa de la humanidad, la más trascendente y sosegada, porque el amor de Dios, como un sueño espiritual se abre a sus discípulos, pueblo de Israel que durante siglos esperaba ver esta “cena que recrea y enamora”. Y ya siente el latir de Dios hecho corazón, y que permitiría perpetuarse aquel sueño en la realidad de la presencia eucarística de Jesús, para poder recostar en su pecho nuestra cabeza, como lo hizo Juan, en la también para nosotros Cena eucarística, en una feliz e interminable, siempre que lo deseemos, noche sosegada para el descanso, la quietud y la pacífica melodía del latir del corazón divino, que nos transmite “una abisal, insondable y oscura inteligencia divina”.
Pero como dice Dámaso Alonso: Un día llegará en que lo gris se rompa, / y tus bandos resuenen arcangélicos, / oh gran Dios. / Dime, Dos mío, que tu amor refulge / detrás de la ceniza, / Dame ojos que penetren tras lo gris / la verdad de las almas, / la hermosa desnudez de tu imagen: el hombre.
Y… ¿por qué el hombre? Porque Juan, el discípulo amado nos enseña en su Evangelio, el llamado “evangelio espiritual”, (ya que en él se adentra en la divinidad no deteniéndose tanto en lo narrado sino en lo que es Jesús en su origen), y así nos dice “ el que ama a su hermano está en la luz…pero el que odia a su hermano está en las tinieblas, anda en las tinieblas, y no sabe a donde va, porque las tinieblas le han cegado los ojos” (1.Jn. 2. 10-11)” Todo fue hecho por él y cuanto ha sido hecho en él, es vida, y la vida es la luz de los hombres”. (Jn.1. 3-4) Y Pablo (Cor.12, 12-23 complementa esta realidad: “Porque así como el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, y todos los miembros del cuerpo, con ser muchos, forman un cuerpo, así también Cristo. Pues hemos sido bautizados en un solo espíritu, para no formar más que un solo cuerpo”… “Vosotros sois el cuerpo de Cristo”. En esta teológica revelación, es inseparable Dios de las cosas y sobre todo del hombre. Cristo funde su vida divina en nuestra naturaleza y deja todas las cosas perfumadas de su hermosura, y en el hombre deja la perfecta imagen de Dios. En Cristo, el hombre es asumido en Dios. Por ello: también la hermosa desnudez de tu imagen: el hombre.
“en par de los levantes de la aurora”
“Porque este sosiego y quietud en Dios no le es al alma del todo oscuro como oscura noche, sino sosiego y quietud en luz divina en conocimiento de Dios nuevo”.
“Levantes de la aurora que quiere decir la mañana”. “Este espíritu sosegado y quieto en Dios es levantado de las tinieblas del conocimiento natural a la luz matutinal del conocimiento sobrenatural de Dios” “no claro…ni del todo es noche ni del todo es día”. “sino como entre dos luces”.
“Este conocimiento entiendo quiso dar a entender David, cuando dijo…: Recordé y fui hecho semejante al pájaro solitario en el tejado” es decir “halléme sobre todas las inteligencias naturales”. “Y el espíritu se pone en altísima contemplación”; orientado “su afecto hacia donde viene el aire…. a donde le viene el espíritu de amor, que es Dios”; “el espíritu en esta contemplación está en soledad”; Y canta suavemente, y lo mismo hace Dios; “No tiene color de afecto sensual y amor propio”, “porque es abismo de noticia de Dios la que le posee”, en todas las cosas.…
Cristo, el Maestro, la Palabra, nos resume esta profundidad del espíritu si vivimos sus Bienaventuranzas: Bienaventurados los pobres. Los llenos de mansedumbre. Los que ahora lloráis. Los que tenéis hambre de lo justo. Los que sois misericordiosos. Los que tenéis un corazón limpio. Los que sois pacíficos y cuantos padezcan por mi nombre, todos seréis bienaventurados y satisfechos porque vuestro será el reino de los cielos. Porque “dichoso el hombre que en el Señor ha puesto su esperanza” (Sal.40-5).
“La música callada”. ¡En aquel sosiego y silencio…echa de ver el alma…en las diferencias de todas sus criaturas y obras, todas ellas y cada una de ellas dotadas con cierta respondencia a Dios, en que cada una en su manera da su voz de lo que en ella es Dios, de suerte que le parece una armonía de música subidísima que sobrepuja todos los saraos y melodías del mundo”. “Y llama a esta música callada…porque “es inteligencia sosegada y quieta,…y así goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio”.
Y así podríamos aplicar estos versos de D. Alonso a este sentimiento de Juan de la Cruz: Se me quedó en lo hondo / una visión tan clara, / que tengo que entornar los ojos cuando / intento recordarla.
En consonancia con “y déjame muriendo / un no se qué que queda balbuciendo”.
“Y no solo esto, sino que también es la soledad sonora” porque estando las potencias espirituales “solas y vacías de todas las formas y aprensiones naturales pueden recibir bien el sonido espiritual sonorísimamente en el espíritu de la excelencia de Dios, en sí y en sus criaturas”. Y así “el alma recibe esta sonora música no sin soledad y ajenación de todas las cosas exteriores, y, “la llama música callada y soledad sonora”. “ Lo cual es música….porque así como cada uno posee diferentemente sus dones, así cada uno canta su alabanza…y todos en una concordancia de amor…tanto en las criaturas superiores sino también en las inferiores…hacen una sola voz de música de grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable”.
Es como repetir con Cristo su estancia en el desierto: Luego el espíritu llevó a Jesús al desierto...Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, al final tuvo hambre. En esa soledad se escucha, como dice Juan de la Cruz, la respondencia a Dios de cada piedra, de la arena, de las aves, del silencio, del silbo de los aires, de la noche sosegada, de los suaves amaneceres del día como música callada y soledad sonora. Y así en la solitaria y debilitada voz de Jesús en su desierto oímos: No solo de pan vive el hombre. No tentarás al Señor tu Dios, Al Señor tu Dios adorarás y al él solo servirás. (Mat. 4.1-10) Todo es la música en soledad sonora.
Es todo un programa de desnudez de todas las cosas materiales cambiadas por el culto amoroso y de adoración a Dios que es alimento y aire del espíritu.
Es el camino de la humillación y del sacrificio asignado por el Padre a Cristo y no el del triunfalismo que esperaban los judíos, idéntico al camino que ahora Cristo nos pide y nos lo enseña en el desierto y por ello el alma recuerda:
“la cena que recrea y enamora”
“La cena a los amados hace recreación, hartura y amor”. “la cena es remate del trabajo del día y principio del descanso”... “Le es él a ella la cena que recrea…fin de los males; y le enamora en serle a ella posesión de todos los bienes”.
Si venimos de acompañar a Jesús en el desierto, donde sí quiere y nos invita a que montemos nuestra tienda, y nos hemos purificado, después nos convida a la cena donde podemos encontrar todo el sentido y gozo de la vida espiritual, del camino espiritual junto al enviado por el Padre. Desde el Cap. 13 al 17 del Evangelio de Juan, comenzando por el lavatorio de los pies y finalizado con la oración Sacerdotal de Cristo, tenemos todo el compendio del mayor amor, ternura y entrega de Dios en esa Cena que recrea y enamora. Es la santidad a la que somos llamados. Es la más profunda música callada en la soledad sonora. Es la gran sinfonía amorosa. “Es la cena que a los amados hace recreación, hartura y amor”. Es el Reino de su caudaloso pero silencioso amor.
La cena es “recreación”. Es decir: deleite, alegría y Jesús esperándonos en su Cena mientras subimos cantando: ¡que alegría…vamos a cenar en la misma mesa con el Señor!
La cena es “hartura”: tomad y comed todos el sublime pan bajado del cielo: Cuerpo divino de Cristo; tomad y bebed todos el más delicioso y especial vino, mi sangre que es vida divina. Y así se repite la Encarnación en las divinas especies en soledad sonora que trae a nosotros a Dios. Y en ella nos ofrece todas las riquezas divinas en el más sabroso de los vinos. Mi reino no es de este mundo. Esta es mi sangre, la sangre de la nueva alianza, que será derramada por todos para la remisión de los pecados. (Mat. 26. 27-28) Bella fuente deliciosa en silenciosa soledad.
La cena es amor: No hay mayor amor que ser alimento para la vida del amigo. Vosotros sois mis amigos. Jesús, que había amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el fin: (Jn.13. 1) Hasta el extremo de hacerse uno con nosotros, amasados en una misma harina por el amor. Él es mi alimento y se hace uno en mi pan, y yo, uno en su divinidad.
¿Dónde está aquí María como plena de gracia, llena del Espíritu de Dios y amasado el Hijo de Dios en su seno? ¿Cuántas cenas con amor, desde la infancia hasta la vida pública, (como un largo desierto solitario ante la divinidad oculta en Jesús), había celebrado aquella Madre de Dios con el Hijo de Dios? María debía ocultarse a sí misma tanta grandeza diaria para poder sobrevivir solo para su Dios, el Mesías, en soledad sonora, ¡tan callado y oculto en su hijo a quien adoraba! y cuya divinidad no manifestaba sino como música callada. Fueron muchos años en este desierto, viendo solo a su hijo y no contemplando la belleza y grandeza del Hijo de Dios en su gloria. Estaba oculto en sonora soledad. Como una eucaristía. Y así es nuestro modelo en la esperanza gozosa.
Para ella, el silencio de Jesús debía ser cual un río sonoroso, limpio y cristalino; cual silbo de los aires enviados al mundo por la Santísima Trinidad; cual música callada en los más poéticos y piadosos salmos; soledad sonora en la noche sosegada de su fe, porque y Jesús y María eran par de los levantes de la aurora para que el mundo fuese iluminado y sacado de la oscuridad de la larga noche de la espera de Israel. Y así lo canta María en su Magnificat: Ha socorrido a su siervo Israel, acordándose de su misericordia, como había prometido a nuestros padres. (Lc 1. 54-55), y ella así lo meditaba.
Jesús ha dicho que nos enviará a todos el Espíritu para comprender cuanto él nos ha enseñado y por eso le invocamos:
“Ven Espíritu Santo” y desde el cielo envía un rayo de tu luz. Ven padre de los pobres, ven dador de las gracias, ven luz de los corazones. Consolador óptimo, dulce huésped del alma, dulce refrigerio. Descanso en el trabajo, en el ardor tranquilidad, consuelo en el llanto. Oh luz santísima: llena lo más íntimo de los corazones de tus fieles. Sin tu ayuda nada hay en el hombre, nada que sea inocente. Lava lo que está manchado, riega lo que es árido, cura lo que está enfermo. Doblega lo que es rígido, calienta lo que es frío, dirige lo que está extraviado. Concede a tus fieles que en Ti confían, tus siete sagrados dones. Dales el mérito de la virtud, dales el puerto de la salvación, dales el eterno gozo. Amén, Aleluya.
Y estos sentimientos los podemos hacer nosotros tan profundos y gozosos tanto como sea el ansia de nuestra alma por Dios. Sólo tenemos un límite: María, que es el espejo perfecto de justicia y santidad por ser Madre del Creador y Redentor. Pero la imitación de ella nos lleva a la más íntima y gozosa unión con Dios, pues a través de ella nos llega Jesús, y por ello Juan de la Cruz puede así cantar: / En todo semejante / Él a ellos se haría, / y se vendría con ellos, / y con ellos moraría. Y que Dios sería hombre, y que el hombre Dios sería. / y trataría con ellos, / comería y bebería….donde del mismo deleite que Dios goza, gozaría; / que como el Padre y el Hijo / y el que de ellos procedía , / el uno vive para el otro; / así la esposa sería, / que, dentro de Dios absorta / vida de Dios viviría.
agustin sanchez diaz
 
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor asandy » Jue May 31, 2012 2:54 am

El Cántico espiritual de San Juan de la Cruz y María

Canción XVI- Cazadnos las raposas

“Cazadnos las raposas, / que está ya florecida vuestra viña, / en tanto que de rosas / hacemos una piña, / y no parezca nadie en la montiña”.

“Viendo la esposa las virtudes de su alma puestas ya en el punto de su perfección, en que está ya gozando el deleite y suavidad y fragancia de ellas… deseando no le impidan este deleite ni los demonios, ni los furiosos apetitos de la sensualidad, ni las varias idas y venidas de imaginaciones, invoca a los ángeles diciendo que cacen estas raposas… y conociendo el demonio esta prosperidad usa de toda su habilidad para poder turbar en el alma siquiera una mínima parte de este bien…y pide a los ángeles…que entiendan en apartar de ella todas aquellas cosas que puedan derribar y ajar la dicha flor y fragancia de sus virtudes como son las turbaciones…desalientos… y llama a toda esta armonía de apetitos y movimientos sensitivos raposas, porque así como las raposas se hacen dormidas para hacer presa, así todos estos apetitos estaban sosegados y dormidos… porque suele el alma a veces ver en su espíritu todas las virtudes que Dios le ha dado… las junta todas y las ofrece al amado como una piña de flores… que es la viña florida…. quiere que haya gran soledad de todas las cosas….
Que en soledad y unión de entrambos están haciendo y gozando esta piña”.
Pero los demonios molestan al alma y levantan estos apetitos…y la combaten con temores y horrores espirituales…pero suele el alma con gran presteza recogerse en el hondo escondrijo de su interior donde halla gran deleite y amparo” y dice luego:

“Cogednos las raposas / que está ya florecida nuestra viña”
“Esta viña del alma está florida cuando según la voluntad está unida con el esposo y en el mismo esposo está gozando y deleitándose en todas esas virtudes… y en la parte sensitiva muchos y varios movimientos y apetitos…. molestan y desquietan al alma… Y los demonios…suelen ingerir en el espíritu horrores y turbaciones…las cuales cosas llama aquí raposas… y los maliciosos demonios…saltando, turban la devoción de las almas….la esposa en los Cantares….cazadnos las raposas…que estragan las viñas…

“en tanto que de rosas / hacemos una piña”
“el alma está gozando de la flor de esta viña…. Dándole de si gran suavidad y deleite… las virtudes del alma se ponen todas en pronto y claro… y en su punto… de manera que la parecen ser una viña muy florida…y así juntas las ofrece ella al amado, con gran ternura de amor y suavidad… y llama piña a esta junta de virtudes….es una sola pieza de perfección del alma, la cual fuerte y ordenadamente abraza y contiene en si muchas perfecciones y virtudes muy fuertes y dones muy ricos…en una sólida perfección del alma.”

“Y no parezca nadie en la montiña”
“Para este divino ejercicio interior es también necesaria soledad y ajenación de todas las cosas…. Ahora de la porción inferior que es la sensitiva…ahora de la superior que es la razonal…. Dos porciones… en que se encierra toda la armonía de potencias y sentidos…a la cual llama aquí montiña y dice que en esta no aparezca nadie…es a saber, ningún objeto… no haya otras consideraciones ni otros afectos…y en todos los sentidos y potencias…como son imaginativa y fantasía, y los cinco sentidos exteriores no haya otras formas, imágenes o figuras”.

¿Puede el alma, sin caer en falsa complacencia, decir: que “está ya gozando del deleite y suavidad y fragancia de su virtudes?
El lenguaje bíblico está lleno de símbolos y metáforas para hablar Dios al hombre o para hablar de Dios. Jesús hace lo mismo, pero le añade el de las parábolas, y una de estas imágenes es la viña como pueblo de Israel o el nuevo Pueblo de Dios como expone Jesús en la Parábola del Sembrador, cuyo agente sembrador ahora es la Iglesia, y el Evangelio es la simiente que no debe estar contaminada como dice Pablo: “cuidado con que nadie os engañe con falsas teorías y vanos razonamientos de los hombres y en los elementos del mundo, y no en Cristo” (Cols. 2. 8)
Y es lo que hace el alma que ya ha escalado hasta este grado de santidad que nos explica Juan de la Cruz. Y la viña es el Cuerpo Mítico, la Iglesia, como lo es cada alma, y Jesús nos dice que él es la vid: “Yo soy la vid verdadera y mi Padre el viñador”.
Seguid unidos a mí que yo lo seguiré estando con vosotros. “El que permanece unido a mí y yo en él, da mucho fruto”. “Mi Padre es glorificado si dais mucho fruto” “pero sin mi nada podéis hacer”…….. “(Ju. 15. 1-14) Y Pablo nos comenta: “Si habéis muerto con Cristo a los elementos del mundo, ¿porqué os sometéis como si todavía fueseis del mundo? (Cols. 2.20) “Si habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba… pensad en las cosas de arriba no en las de la tierra, vosotros habéis muerto, y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios…vosotros también apareceréis con él en la gloria” (Cold. 3. 1-4).
Es exactamente lo que el alma manifiesta en esta canción que comentamos:
Cogednos las raposas, / que está ya florecida vuestra viña, / en tanto que de rosas / hacemos una piña.
El alma en gracia de Dios ya es huerto para Dios.
Pero la unión, tanto para la Iglesia como para el alma, no se la puede considerar como una mera adhesión intelectual, ni solo en ser fiel a su palabra e imitar su vida. Estar en el Cuerpo de Cristo es entrar en comunión gozosa personal e íntima con él, hacemos una piña, teniendo, aunque en diversos grados de perfección de cada uno, ese gozo y suavidad reciproco entre el alma enamorada de la divinidad y el divino huésped; por la que el alma adquiere virtudes para agradarle y, el divino esposo sin descanso la enriquece con sus dones que el alma quiera merecer y que son espirituales no son tangibles. Y así dice Jesús: “que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría sea completa” (Ju. 15 .11)
El amar a Cristo es ponerlo en el núcleo, en el centro de nuestro corazón. Es vivir en Cristo, dejándole entrar para que él viva en nosotros como la divinidad habitaba su propia humanidad. El alma, así llena de luz, sabe que su cuerpo es como un suplemento de humanidad para Cristo, y que su misión es como la de él: ser una misma cosa con el Padre y dar testimonio de él.

Y aquí está la diferencia de quienes centran toda su vida en Cristo o de los que no llegan a esa perfección.
¿En este estado de perfección, como en otros inferiores, el alma pecará de soberbia gozando de sus propias virtudes y de los dones que recibe? Ya hemos oído a Jesús: “que mi alegría esté dentro de vosotros y vuestra alegría sea completa” porque, “está ya florecida vuestra viña, / en tanto que de rosas / hacemos una piña, / y no parezca nadie en la montiña. Porque como dice Pablo “nuestra vida está escondida con Cristo en Dios. (Cold. 3. 1-4) Y esto lo dice a todo cristiano.
“El es vida y la vida es la luz (Ju.1.4) y nos dice: “el que practica la verdad va a la luz, para que se vean sus obras, que están hechas como Dios quiere” (Ju.3. 21). Y así le cantamos con el Salmo (36.10) “En ti está la fuente de la vida y en tu luz vemos la luz”.
Porque Dios quiere que se vean las obras santas y, así el alma vida y luz en Dios, siente gozo porque ante las virtudes del justo, como dice Isaías, (35.10) “brillará en las tinieblas tu luz”.
Por ello el alma no solo siente gozo y alegría al verse tan amada de Dios, sino que escucha también a Jesús que le dice: “¿Acaso se trae una lámpara para ocultarla en una vasija o ponerla debajo de la cama? (Mrc. 4. 21). Somos testigos por la fe, de su resurrección, de las apariciones de Cristo a sus Apóstoles, de su Ascensión, y esa paz y esa alegría hemos de trasmitirla como sus discípulos, porque Jesús en cada uno de nosotros debe ir acompañado de esa “alegría completa” que él mismo quiere darnos y que cada uno alcanza según su voluntad.

Pero aún el alma santa tiene sus temores y por eso quiere que estén sujetas las raposas, las tentaciones, recordando, aún para su elevado y puro amor a Dios el peligro de lo que advierte el Libro de la Sabiduría: “la fascinación del vicio no deja ver el bien, el vértigo de la pasión pervierte al alma inocente”. Aunque sabe que “para sus elegidos hay gracia y misericordia y para sus santos protección” (Sab.4. 12 y 15).
Este es el mismo temor, a perder el gozo, de los discípulos en el Monte Tabor, y es lo que todos pedimos en el Padre Nuestro. Líbranos del mal, del maligno y aún de la tentación, excepto en María, inmune y libre aún de la tendencia al pecado. Y ella, y más durante su embarazo, con su fe y unida como nadie en una peña florida en la inmensa complacencia de su hijo, hace huir a las raposas porque es la Madre de Dios a la que el maligno no podrá dañar. Más nosotros, no somos abandonados, a semejanza de María, somos Templo de Dios.

Y así para María y para nosotros, canta Juan de la Cruz: Ya ves Hijo, que a tu esposa / a tu imagen hecho había, / y en lo que a ti se parece / contigo bien contenía; / pero difiere en la carne, / que en tu simple haber no había; / en los amores perfectos / esta ley se requería, / que se haga semejante / al amante a quien quería, / con la mayor semejanza más deleite contenía.
Un Ángel anunció a María la unión del Hijo en ella, para nosotros, otro mensajero: El Sacerdocio perpetuo de Cristo nos da a Sí mismo hecho pan del cielo, y el Padre dice: Ya ves Hijo que tu esposa, a tu imagen hecho había y así la mayor semejanza más deleite contenía, porque se hace semejante al amante a quien quería.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor asandy » Vie Jun 15, 2012 5:36 pm

Cántico espiritual de J. de la Cruz y María

Canción XVII, Detente, Cierzo muerto;
Detente, Cierzo muerto / ven, Austro, que recuerdas los amores, / aspira por mi huerto, / y corran sus olores, / y pacerá el Amado entre las flores.

“Las ausencias que padece el alma de su amado en este estado de desposorio espiritual son muy aflictivas”
“La causa de esto es que, como el amor que tiene a Dios en este estado grande y fuerte…atorméntale grande y fuertemente en la ausencia”
“La sequedad del espíritu es también causa de impedir al alma el jugo de suavidad interior y hace dos cosas: La primera, impedir la sequedad cerrándole la puerta por medio de la oración y devoción. La segunda es invocar al Espíritu Santo que es el que sustenta y aumenta el amor del Esposo”. Y lo más desea es que “con el ejercicio de las virtudes que goce más en ella”.

“Detente cierzo muerto”
“El cierzo seca y marchita las flores…y la sequedad espiritual hace el mismo efecto…la llama cierzo y muerto porque apaga y mata la suavidad…espiritual. Y dice “detente” que se ha de entender que es hecho y obra de oración. Y deseando la esposa conservarse en la suavidad de su amor”, dice
“Ven, austro, que recuerdas los amores”
“Es aire apacible, causa lluvias y hace germinar las hierbas y plantas, y abrir las flores…Por este aire entiende aquí el alma al Espíritu Santo, el cual dice recuerda los amores…la inflama toda y regala y aviva y recuerda y levanta los apetitos que antes estaban dormido al amor de Dios”… “y bien puede decirse que recuerda los amores de él y de ella”

“Aspira por mi huerto”
“el alma de la esposa es la viña florecida en virtudes…la llama también huerto donde están plantadas las flores de perfecciones… No dice la esposa aspira en mi huerto sino aspira por mi huerto….aspirar en el alma es infundir en ella gracia, dones y virtudes; y aspirar por el alma es hacer Dios toque en las virtudes y perfecciones…de suerte que den de sí fragancia y suavidad…así como cuando menean las especies aromáticas… derraman abundancia de su olor… las virtudes que el alma tiene…no siempre las está ella sintiendo y gozando actualmente…en esta vida están en el alma como flores en cogollo, o como especies aromáticas cubiertas cuyo olor no se siente hasta ser abiertas y movidas…”
“Algunas veces hace Dios tales mercedes al alma…y abriendo el tesoro y caudal interior, descubre toda la hermosura de ella. Y entonces es cosa admirable de ver y suave de sentir las riquezas de los dones y la hermosura de estas flores de virtudes, ya todas abiertas, y así dice en el verso siguiente”:

“Y corran sus olores”
“al alma le parece estar vestida de deleites y bañada en gloria inestimable…aún suele redundar tanto de fuera que lo conocen los que saben advertir, y les parece estar la tal alma como un deleitoso jardín… ordinariamente traen en sí un no se qué de grandeza y dignidad que causa detenimiento y respeto a los demás. Y así con gran deseo desea: que se vaya el cierzo, que venga el austro, que aspire por el huerto, que en este aspirar el Espíritu Santo por el alma, en amor a ella se comunica en alta manera el Esposo Hijo de Dios que por ello envía su Espíritu primero, para que guste su amado…que en ella mora en esta manera de unión…y esto todo lo desea por lo que en esto sabe deleita a su esposo”. “Porque en esto sabe es disposición y prenuncio para que el Hijo de Dios venga a deleitarse en ella”.
El alma deleita a su amado, pero es que el amado ha llenado de perfume no solo al alma sino a las flores, a los valles, a las montañas, a los ríos, a los árboles para que goce su amada más plenamente, y por ello el alma ve el manto perfumado de su amado aún en toda la belleza de la naturaleza. Mi amado las montañas.

“y pacerá el Amaso entre las flores”
“por ser el pasto o comida cosa que no solo da gusto, pero aún sustenta y así el Hijo de Dios se deleita en el alma…y se sustenta en ella…y no dice pacerá las flores sino entre las flores…y lo que pasce es la misma alma transformándola en Sí…sazonada…con las flores de virtudes y dones y perfecciones…están dando a Dios con el alma sabor y suavidad… y como la esposa del Cantar…dice: Yo para mi amado y mi amado para mí, que se apacienta entre los lirios…que se deleita en mi alma que es el huerto”.
Y al unirse con él en la eucaristía ambos gozan aún más el uno del otro, pues ya son, unidos, un mismo amor. Y viene en humanidad gloriosa, baja de los cielos a pasearse en amorosa conversación por el jardín del alma.

¿En este grado de santidad el alma tiene ya garantizada continuamente la suavidad y el gozo?
Escuchemos a Mateo (26. 36-46) hablándonos de la agonía de Jesús en Getsemaní: “Jesús fue con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a los discípulos: Quedaos aquí mientras yo voy más allá a orar. Se llevó consigo a Pedro y a los dos hijos del Zebedeo; y comenzó a sentir tristeza y angustia. Y les dijo: me muero de tristeza. Quedaos aquí y velad conmigo. Avanzó unos pasos más, cayó de bruces y se puso a orar así: Padre mío, si es posible, que pase de mí este cáliz, pero no sea lo que yo quiero, sino lo que quieras tú”.
Hasta tres veces Jesús vuelve a sus discípulos y los encuentra dormidos; y ni del Padre recibe consuelo ni aún después en la Cruz: Dios mío, Dios mío, por qué me has abandonado (Mat. 27. 46). Estaba en oscuridad en el huerto como quedó envuelto en las tinieblas del Gólgota hasta que dando un gran fuerte grito expiró (Mat.27. 50) bebiendo hasta el final el cáliz que el Padre le encomendó. Y de aquellas tristezas y soledades nos ha nacido a nosotros un río de aguas que riega nuestra alma, su huerto, para que nuestras flores le sirvan de consuelo.
Sí, Jesús nos pide que no nos durmamos y aquí él nos enseña lo que es la amargura de nuestra dejadez y ausencia.
Y así el alma debe saber que también ella tiene que recibir en la soledad de su huerto, la tristeza, la ausencia del Amado, porque esa angustia le hará sentir más la necesidad que tiene ella de Dios.
¿Ha perdido Jesús la suavidad y el gozo en su alma? El nos lo dice: Me muero de tristeza. Es como si dijera lo mismo que el alma: “detente cierzo muerto” deja de marchitar mis flores que apagan y matan la suavidad espiritual. Pero así como Jesús se va de nuevo a orar, nos está enseñando el camino, porque ya es solo “obra de oración”.
La tristeza y soledad por el escondimiento de la presencia entre los que se aman aunque la ausencia sea aparente pero efectiva y tristemente prolongada, será mayor cuanto más profunda y gozosa haya sido la entrega amorosa. Y Él en su cena no nos pudo dar más, se dio a sí mismo.
Pero el alma, en su oscuridad, puede, debe exclamar como Jesús con el salmo (13. 1-3) ¿Hasta cuando, Señor, seguirás olvidándome? ¿hasta cuando me esconderás tu rostro? ¿hasta cuando tendré desazón en mi alma y en mi corazón tristeza día y noche?
Aquella tristeza y angustia de Jesús en las sombras de la noche nos ha servido para que tengan cumplimiento las palabras de Isaías (25.7): “Y quitará en esta montaña el velo que tapaba a todos los pueblos, el sudario que cubría a todas las naciones: destruirá para siempre la muerte”. Y así Jesús, ya da sentido al dolor, a la tristeza y a la angustia, y vence a la misma muerte con su resurrección triunfante y gloriosa, y así decía en su última cena: Padre “yo te he glorificado en la tierra, llevando a término la obra que me encomendaste. Ahora, Padre, glorifícame tu junto a ti con la gloria que tenía contigo antes de existir el mundo” (Ju.17. 4-5).

Nuestro paso por esta vida de días y noches, ambas nos llevan a la gloria, ahora aquí, siendo de sus íntimos y después allí, gozando de su grandeza infinita.
Jesús, el Maestro, nos enseña: “Dichosos los afligidos porque ellos serán consolados”. (Mt. 5.5).
Él lo fue y nosotros en él, y así nuestra alma como los Apóstoles “que estaban llenos de tristeza y llorando” (Marc. 16. 10) por la ausencia dolorosa del Maestro, con Juan de la Cruz, después de cada fragilidad, todos debemos exclamar: “ven, austro, que recuerdas los amores”, y vendrá el Espíritu como hizo Jesús con Pedro: “Por tercera vez le pregunta, ¿me amas? Señor, tu lo sabes todo” ( sus tres negaciones y nuestras muchas negaciones) pero “tu sabes que te amo”, entonces aspira por mi huerto, porque es tu imagen hecha así por ti desde la creación, es tu edén, tu viña, uno de tus sarmientos que necesitan cuidos y tu poda, Señor, y corran sus olores, porque “perfumas con ungüento mi cabeza y me llenas la copa a rebosar” (Sal.23.5) con tus virtudes, dones, gozos y dulzuras, y por ello una cosa pido , “habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida, para gustar la dulzura del Señor” (Sal. 27.4)
Y pacerá el amado entre las flores, porque si mi alma es para tí una viña, tu eres mis flores y mis frutos, tu Padre el viñador y el Espíritu es el austro que hace renacer con sus luces y brisas en mí, los amores, y es que toda la Familia Divina con su presencia me llena de gozo y dulzura haciendo de mi alma su jardín.
Haz Señor, que como tus Apóstoles te vea así de transfigurado y envuelto en una brillante nube de la que yo soy una gotita, y en ti una piña de flores ante el Padre, y queriendo, olvidado de mí, hacerte una choza en mi pequeño monte con mis escasas virtudes y mis deseos para que tú en mí y yo en tí nos sintamos gozosos como en los mismos brazos de María nuestra común Madre te encontrabas tú desde tu nacimiento.
Tú, entonces en Nazaret llorarías de hambre, porque es el natural lenguaje del niño, y nuestra Madre te daría su divino pecho. Yo lloro también ante nuestra Madre: a ti clamamos los desterrados hijos de Eva, a ti suspiramos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea pues Señora, dame tu alimento, y ella nos da tu cuerpo eucarístico, el mismo que te dio a ti, el mejor manjar que ha amasado ella en su horno con el Espíritu Santo que es el dulce aroma de nuestro jardín
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor asandy » Dom Jul 01, 2012 6:01 pm

1-Julio 2012

Nota: El mismo Juan de la Cruz dice que estas cosas solo las puede comprender en profundidad aquellos que estén en estos grados de santidad.
Pero así como comentamos el Evangelio, ¿por qué no podemos comentar los escritos de Juan de la Cruz?

El cántico espiritual de J. de la Cruz y María.

Canción XVIII ¡Oh ninfas de Judea!

¡Oh ninfas de Judea!/ en tanto que en la flores y rosales / el ámbar perfumea, / morá en los arrabales, / y no queráis tocar nuestros umbrales”

El alma que mora en la carne se encuentra a veces como en tierra de enemigos

“La esposa es la que habla la cual viéndose puesta según la porción superior espiritual en tan ricos y aventajados dones y deleites…y viendo que de parte de la porción inferior…se le podía impedir…pide que se sosieguen en las potencias y sentidos…porque no le impida aún por algún mínimo movimiento el bien y la suavidad de que goza.” Y dice:

¡Oh ninfas de Judea”!
Judea es la parte inferior del ánima, que es la sensitiva…porque es flaca y carnal…y llama ninfas a todas las imaginaciones, fantasías…de esta porción inferior…que procuran atraer a sí la voluntad de la parte racional, sacándola de la interior a que quiera lo exterior…moviendo también al entendimiento…y junte con ellas en su bajo modo sensual.” Vosotras, pues, dice:

“En tanto que en las flores y rosales el ámbar perfumea”
“Las flores son las virtudes…los rosales las tres potencias del alma, memoria, entendimiento y voluntad, que llevan rosas y flores de conceptos divinos y actos de amor…el ámbar es el divino espíritu que mora en el alma; y perfumear…es comunicarse y derramarse suavísimamente en las potencias y virtudes…dando…perfume de divina suavidad….y este divino espíritu está dando suavidad espiritual al alma.”

“morá en los arrabales” de Judea.
“Que decimos ser la parte sensitiva del alma; y los arrabales de ella son los sentidos sensitivos interiores como son la fantasía, la imaginativa, memoria…en las cuales se recogen las fantasías e imaginaciones y formas de las cosas…las que llama ninfas, las cuales entran a estos arrabales de los sentidos interiores por las puertas de los sentidos exteriores, que son oír, ver, oler, gustar, tocar… todas las potencias y sentidos…las podemos llamar arrabales…barrios que están fuera de la ciudad. Se llama ciudad en el alma…lo de más adentro…la parte razonal…cuyas operaciones son contrarias a las de la sensualidad”…

“Y no queráis tocar nuestros umbrales”
“Ni por primeros movimientos toquéis a la parte superior…porque son las entradas para entrar en el alma…y cuando pasan de primeros movimientos…van pasando a los umbrales…pero si solo son primeros movimientos se dice tocar a los umbrales, llamar a la puerta, lo cual se hace cuando hay acontecimientos a la razón…para algún acto desordenado…y así esta parte sensitiva, con todas sus potencias, fuerzas y flaquezas en este estado está ya rendida al espíritu”…y así “dar a entender la quieta paz y segura que tiene el alma que llega a este alto estado”…no porque “estas linfas…en este estado molesten, porque ya están sosegadas…este deseo más es de los que van aprovechando y de los aprovechados, que de los ya perfectos”


Como figura o molde evangélico tomo aquí al Santo Sepulcro, porque allí la humanidad de Jesús con “todas sus potencias, fuerzas, y flaquezas en este estado está ya rendida al espíritu”, y solo quedan… las flores y rosales que el ámbar perfumea” su alma junto a la divinidad.
El alma de Jesús siempre estuvo llena de divinidad y ahora va a contemplar la divinidad cara a cara, y Jesús hombre, su humanidad, podría decir solo en semejanza al modo de Teresa de Jesús:
“Tiróme con una flecha / enarbolada de amor, / y mi alma quedó hecha / una con su criador; / ya yo no quiero otro amor, / pues a mi Dios me he entregado, / que es mi amado para mí / y yo soy para mi Amado”.
Y su alma recordando su unión a la humanidad de Cristo, pudo haber dicho, de algún modo:
“¡Ay, que larga es esta vida! / ¡Qué duros estos destierros! / Esta cárcel, estos hierros /en que el alma está metida. / Sólo esperar la salida / me causa dolor tan fiero, / que muero porque no muero”.
Porque la vida mística de toda alma, aún para la de Jesús, no es una vida superpuesta a la vida sensible: es la sublimación, la plenitud de esa vida que se alcanza desde el momento de la real transformación.

No podemos olvidar que nuestros sentidos pueden adentrarse en los dominios del espíritu sin dejar de ser sentidos. Dicho de otra manera: podemos usar de los sentidos en dos direcciones: Por la primera los sentidos nos ponen en relación con un objeto exterior. Por la segunda, los sentidos nos pueden poner en relación con un objeto de una calidad superior a lo que llamamos "materia".

La naturaleza humana debe cambiar, debe ser transfigurada cada vez más por la gracia santificante del Espíritu Santo. La vía de la unión tiene consecuencias corporales, espirituales y cósmicas. Porque el Cuerpo de Cristo de Pablo, abarca no solo al hombre y a su alma sino a toda la naturaleza cósmica. Esta experiencia mística no se puede comunicar por el lenguaje, aunque sí mostrar por el gozo y la paz interior, viviendo no el pasado ni el futuro, sino el presente. Es una vida plena, respetuosa con los demás y el entorno donde también está el amado. Dios eleva al hombre no solo en el alma por la gracia, sino por la perfección que nos pide en el uso de nuestros sentidos y los eleva sobre las limitaciones de nuestra naturaleza para que sean ventanas y puertas de lo sobrenatural.
Para ello, los místicos y J. De la Cruz, el último gran místico, que agota las posibilidades de la poesía religiosa y cuya voz lírica es la más pura que jamás haya existido, nos lleva por tres caminos: Vía purgativa: donde el alma se libera de sus pasiones y se purifica de sus pecados.
Vía Iluminativa: donde el alma se ilumina con la consideración de los bienes eternos y la pasión y redención de Cristo.
Vía Unitiva: con una unión gozosa en Dios y que culmina como un “matrimonio espiritual”.
Lo dice Jesús: Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. (Mt.5. 8)

Y para llegar a ello es necesaria esta escalera, cuyos peldaños son: Lectura de la Palabra de Dios que busca la dulzura de la vida bienaventurada; Meditación para entender su mensaje; Oración para convivir en íntima conversación con Dios y, Contemplación que llegue al gozo de haber encontrado en Dios el total y único sentido de nuestra existencia. Es decir: que la Lectura, busca, la Meditación, encuentra, la Oración la pide y, la Contemplación la gusta.
Para ello contamos con Jesús: “vosotros sois mis amigos”, “os he llamado amigos porque os he dado a conocer todas las cosas que he oído a mi Padre” (Jn. 15 14-15)

Y así Dios ha dotado el cuerpo de cinco sentidos: vista, oído, olfato, gusto y tacto. ¿Nos los ha dado para destruirlos y no usarlos? Dios nos dio los sentidos para que nos sirvan de utilidad, belleza y gozo, pero en sana obediencia y sabiduría de aquello para que los diera, servir a Dios al mismo tiempo que usamos de ellos. Nos dio la vista para que, viendo la perfección y leyes eternas de sus obras alabásemos al Criador e imitásemos a las criaturas que obran bien; el oído para recibir de los demás la doctrina necesaria y los consejos útiles; el olfato, para examen de lo que hemos de introducir en nuestro cuerpo y recreo honesto; el gusto, para hacernos más gratos los mantenimientos de la vida y para que percibiésemos una como prueba de los gustos del cielo; el tacto, para la firmeza de las acciones. Nos dio un agradable gusto en el debido ejercicio de todos los sentidos, para que en todas las cosas, que son lícitos objetos de ellas, alabásemos a Dios.
Pero lo que realmente estamos comentando es cómo debemos estar muertos al mundo, sepultados en y con Cristo, y así renacer de nuevo para que el amor nos haga usar así de:
La vista: J. de la Cruz nos la lleva por los montes, praderas, ciervos y gamos porque todos nos hablan de lo que más amamos: Dios.
Oído: El que tenga oídos que oiga, dice Jesús después al explicarle la parábola de la Cizaña donde hay un sembrador, el campo, la buena semilla y la cizaña o hijos del maligno. La siega será nuestro fin y el fin del mundo. (Mat. 13. 36 43)
Olfato: No atesoréis en la tierra donde la polilla y el orín corroen…. Atesorad, más bien, en el cielo (Mat. 6. 19-.20)
Gusto: Nada más sublime que el Memorial de la Cena: Tomad y comed, tomad y bebed…y como en las bodas de Caná, no hay vino que a este se le pueda igualar…
Tacto: “Entonces les toco los ojos diciendo. Hágase en vosotros según vuestra fe, y se le abrieron los ojos” (Mt. 9. 27-30).
No todo es muerte mediante los sentidos, es solo en referencia a lo pecaminoso, en nadie ni en nada como a través de la fe vivida buscando y gustando de Dios, se puede gozar tanto de los regalos y dones naturales con los que nos obsequia como a través de esa vida de fe. Pero “el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios” (Jn. 3.3).
Con el salmista debemos alegrar el alma por la heredad que nos ha tocado: “Guárdame, Dios mío, pues me refugio en ti. Yo digo al Señor: “Tu eres mi Señor, mi bien solo está en ti. Ellos, en cambio, veneran a los dioses (lo pecaminoso) que hay aquí en la tierra, malditos los que en ellos se complacen. Los que corren tras ellos aumentan sus desgracias. Yo jamás tendré parte en sus cruentos sacrificios, mis labios no pronunciarán jamás su nombre. Señor, tu eres mi copa y mi porción de herencia, tu eres quien mi suerte garantiza. Me han caído las cuerdas en la tierra más fértil, me encanta la heredad que me ha tocado. Yo bendigo al Señor, que me aconseja, hasta de noche mi conciencia me advierte; tengo siempre al Señor en mi presencia, lo tengo en mi derecha y así nunca tropiezo. Por eso se alegra mi corazón, se gozan mis entrañas, todo mi ser descansa bien seguro pues tu no me entregarás a la muerte ni dejarás que tu amigo fiel baje a la tumba. Me enseñarás el camino de la vida, plenitud de gozo en tu presencia, alegría perpetua a tu derecha” (Sl. 16)
Y para este nuestro caminar (haciendo nosotros el camino de Dios) no podemos menos de recordar y acompañar a María viendo al Hijo de Dios colgado de una Cruz para redimirnos de nuestras flaquezas y hacernos su jardín de recreo:
“Por los pecados del mundo, / vio a Jesús en tan profundo / tormento la dulce Madre. / Vio morir al Hijo amado, / que rindió desamparado / el espíritu a su Padre.

¡Oh dulce fuente de amor!, / hazme sentir tu dolor / para que llore contigo. / Y que, por mi Cristo amado, / mi corazón abrasado /más viva en él que conmigo”.
Y, porque a amarle me anime, / en mi corazón imprime / las llagas que tuvo en sí. / Y de tu Hijo, Señora, / divide conmigo ahora / las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar / y de veras lastimar / de sus penas mientras vivo. / Porque acompañar deseo / en la cruz, donde le veo, / tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!, / llore ya con ansias tantas, /que el llanto dulce me sea. / Porque su pasión y muerte / tenga en mi alma, de suerte / que siempre sus penas vea.

Haz que su cruz me enamore / y que en ella viva y more / de mi fe y amor indicio. /Porque me inflame y encienda, / y contigo me defienda / en el día del juicio.

Haz que me ampare la muerte / de Cristo, cuando en tan fuerte / trance vida y alma estén. / Porque, cuando quede en calma / el cuerpo, vaya mi alma / a su eterna gloria. Amén.

Estamos sepultados en Cristo y con Cristo y hemos de amar a Cristo como él amó al Padre con todo nuestro corazón, con toda nuestra mente y con todos nuestros sentidos. Y al fin en nuestra vida debemos reproducir el gozo del alma de Cristo, muertos nuestros sentidos a todo cuanto no sea ya su presencia divina y gozo.
El alma ya perfecta sabe bien lo que dice, y con Juan de la Cruz, y contemplándo espejo de Maria, exclama: “Mi alma está desasida de toda cosa criada, y sobre sí levantada, y en una sabrosa vida, solo en su Dios arrimada. Por eso ya se dirá la cosa que mas estimo, que mi alma se ve ya sin arrimo y con arrimo”.
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor asandy » Sab Jul 14, 2012 2:38 pm

14-Julio 2012
Cantico espiritual de J. de la Cruz y María

Canción XIX- Escóndete carillo
“Escóndete, carillo, / y mira con tu haz a las montañas, / y no quieras decillo; / más mira las compañas / de la que va por ínsulas extrañas”.

“El alma desea las más altas y excelentes comunicaciones de Dios y estas no las puede recibir en parte sensitiva…porque oye tan secretas palabras que no es lógico al hombre hablarlas, por eso, sabiendo muy bien el alma que mercedes tan grandes no se pueden recibir en vaso tan estrecho (parte sensitiva) desea que el esposo se las haga fuera de él, o a lo menos sin él”

“Después que…han puesto riendas y silencio a las pasiones y potencias del ánima…conviértese la esposa a gozar de su amado al interior recogimiento…donde en gran manera la goza, y tan sabrosas son las cosas….que ella no lo sabe decir ni aún querría decirlo…Y así a ella a solas se lo posee…y así su deseo es que sea muy escondido… y con ese deseo le pide cuatro cosas: comunicarse muy adentro en lo escondido de su alma…que embista sus potencias con la grandeza de su Divinidad;… que sea tan alta y profunda que no se quiera ni sepa decir ni sea de ello capaz el exterior y parte sensitiva, y cuarta que se enamore de las virtudes que él ha puesto en ella con las cuales va ella acompañada y sube a Dios” y dice:

“Escóndete, carillo”
“recógete en lo más interior de mi alma, comunicándote a ella escondidamente…ajenas de todos los ojos mortales”

“Y mira con tu haz a las montañas”
“La haz de Dios es la Divinidad, y las montañas son las potencias del alma: memoria, entendimiento y voluntad…embiste mi entendimiento dándole inteligencias divinas, y en mi voluntad, dándole y comunicándole el divino amor, y en mi memoria con divina posesión de gloria”.… “que es conocerle con la haz de Dios, que no es conocerle por sus efectos y obras, sino con la haz de Dios que es comunicación esencial de la Divinidad sin otro medio alguno en el alma, y por eso dice:

“Y no quieras decillo”
“como antes,…que eran de manera que las decías a los sentidos exteriores…porque no eran tan altas y profundas…más ahora son tan sublimes y sustanciales y tan de dentro, que no quieras decírselo a ellos, que no eran tal altas y profundas que no pudiesen ellos alcanzar, más ahora son tan subidas y substanciales que no se las diga a ellos que no las pueden alcanzar a saber, porque la sustancia del espíritu no se puede comunicar al sentido….sino en el escondrijo de unión espiritual porque la sustancia del espíritu no se puede comunicar al sentido .

“Más mira las compañas”.
“El mirar de Dios es amar; las que aquí llama compañas son la multitud de virtudes y dones y perfecciones y riquezas espirituales del alma…que él ha puesto allí como arras y prendas y joyas de desposada…y enamorándote de las virtudes y perfecciones que has puesto en mi alma, y en ella te escondas y te detengas…que aunque son tuyas, ya por habérselas dado, también son

“de la que va por ínsula s extrañas”
“De mi alma que va a Tí por extrañas noticias, y por modos y vías extrañas y ajenas de todos los sentidos….es como si dijera queriéndole ordenar: va mi alma a ti por noticias extrañas y ajenas de los sentidos, comunícate tu a ella también tan interior y subido grado que sea ajeno de todos ellos”.
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Podíamos decir que el alma ha tocado Divinidad y la Divinidad ha tocado al alma.

Benedicto XVI a «Las mujeres al servicio del Evangelio….al hablar de la Magdalena dice:
Su testimonio no puede ser olvidado, según lo que el mismo Jesús dijo sobre la mujer que le ungió la cabeza poco antes de la Pasión: «Yo os aseguro: dondequiera que se proclame esta Buena Nueva, en el mundo entero, se hablará también de lo que ésta ha hecho para memoria suya» (Mateo 26, 13; Marcos 14, 9).

Destaca en particular la Magdalena, que no sólo estuvo presente en la Pasión, sino que se convirtió también en la primera testigo y anunciadora del Resucitado (Cf. Juan 20,1.11-18. Precisamente a María de Mágdala santo Tomás de Aquino dedica el singular calificativo de «apóstola de los apóstoles» («apostolorum apostola»), dedicándole un bello comentario: «Así como una mujer había anunciado al primer hombre palabras de muerte, así también una mujer fue la primera en anunciar a los apóstoles palabras de vida» («Super Ioannem», editorial Cai, § 2519).

Hay que situar a la Magdalena como modelo de una santidad ascendente tocada de la Divinidad, pasando por las tres vías: Purgativa, Iluminativa y Unitiva, es consecuencia lógica al contemplarla a través de su vida desde que conoce a Jesús hasta su plenitud gozosísima al verlo ella, la primera, en el silencio del huerto en cuerpo glorioso resucitado, donde recibió ya el toque sublime de la Divinidad más allá de sus mismos sentidos.
Lucas, nos recuerda: (7. 36´50): “Había en la ciudad una mujer pecadora…y al enterarse de que Jesús estaba a la mesa….se puso detrás de él a sus pies, y llorando comenzó a regarlos con sus lágrimas y a enjugarlos con sus cabellos de su cabeza, los besaba y ungía con el perfume”. Pero Jesús, en su aparición junto al sepulcro ya no la deja perfumar sus cabellos, ha escalado al plano de lo Divino, donde los sentidos, la parte sensitiva no puede contemplar solo el cuerpo de Cristo sino directamente a través de la Divinidad resplandeciente del Cuerpo ya Glorioso, donde la parte sensitiva no es suficiente para comprender y gozar de aquel sublime cuerpo y rostro divino.

La Magdalena había pasado ya, como he dicho más arriba, a lo que llamamos Vía purgativa: donde el alma se libera de sus pasiones y se purifica de sus pecados. Jesús había expulsado de ella siete demonios…y en la espera de su resurrección se aúnan la Via iluminativa recordando cuanto el Maestro le había enseñado y contemplando la pasión de Jesús y alcanzando de lleno allí a la plenitud de la Via Unitiva viéndolo aún más allá de los sentidos en su visión de Cristo Glorioso y ya solo Divino.

Había “examinado” su conciencia y su vida al recibir de Jesús la liberación de su alma y sintió pena, profunda pena y “dolor” en su corazón por su comportamiento, y buscaba a Jesús, y ante los comensales está siendo reconocida por pecadora, pero arrepentida, lo que ella quiere es no “volver a pecar más”. Y como ella sabe que Jesús “conoce el estado de su alma”, llorando le riega los pies con sus lágrimas. Y oye a Jesús, su divino juez: que le da el perdón: “tus pecados te son perdonados”. Y escucha a Jesús que dice al fariseo que le había invitado a comer: Tú no me pusiste ungüento en la cabeza y esta ha ungido mis pies con perfume. Por lo cual te digo que si ama mucho es porque se le han perdonado sus muchos pecados.
El perfume de los sentidos en esta escena, aquí, es solo el signo del perfume de una dulce y gozosa llama de paz interior de amor de Dios en el corazón que nace ante su “penitencia” pública.

Después dice Lucas (8. 1-2): Le acompañaban los doce y algunas mujeres… (entre ellas) María Magdalena, de la que había echado siete demonios”. Vida de purificación.

Ella busca los bienes divinos, que sabe están solo en Jesús y alimenta su alma oyendo siempre que le era posible, al Maestro, la Palabra de Dios, en quien ve ya su único Camino, toda la Verdad y su Vida plena de felicidad en la presencia divina del Verbo, el Mesías. Y en Betania, a los pies de Jesús, le escucha, le mira queriendo encontrar a través de aquellos ojos del Profeta, del Enviado por el Padre, a la divinidad del Hijo de Dios. “Marta tenía una hermana llamada María, la cual, sentada a los pies del Señor, escuchaba sus palabras”…ante las quejas de Marta, el Señor le contestó: Marta, Marta, tu te preocupas y te apuras por muchas cosas, y solo es necesaria una. María ha elegido la parte mejor, y nadie se la quitará.”( LC. 10. 18-42) Estando ya aquí la Magdalena en el comienzo de su vía iluminativa. Pero es Marta y no María la que ante la muerte de su hermano oye de Jesús: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto? Le contestó: Sí, Señor, yo creo que tu eres el Mesías, el hijo de Dios que tenía que venir al mundo (Jn.11.25-27).
Marta y María han buscado ardientemente esa vía Iluminativa para alimentarse de los bienes divinos.
Y al pie de la Cruz, allí “estaban en pie junto a la cruz de Jesús su madre, María de Cleofás y María Magdalena (Jn. 19. 25) porque esta iluminación o vía Iluminativa se consigue con la consideración de los bienes eternos y la pasión y redención de Cristo.

Es decir, la Magdalena está ya casi en la cumbre de la santidad: Es constante en buscar a Dios como amor único y pleno de sabiduría, es la Vía Iluminativa, la contemplación donde el alma se llena con la consideración de los bienes eternos y la pasión y redención de Cristo.
La Magdalena es citada por Benedicto XVI: apóstola de los apóstoles porque el primer día, antes de salir el sol, fue al sepulcro y vio la piedra quitada y fue corriendo a decírselo a Pedro y a Juan…Juan vio y creyó, pues no habían entendido aún las escrituras” (Jn.20 1-10) La Magdalena los lleva a entender aquí, las Escrituras sobre la resurrección que al parecer nadie había entendido bien que debía suceder así, en el silencio de un huerto, como en cualquier alma en su propio interior.
Ella se quedó allí y no solo ve a dos Ángeles sino que es la primera que oye a Jesús llamándola, María, y de nuevo se arrojó a sus pies para unirse a la divinidad. Esta es Vía Unitiva: con una unión gozosísima en Dios. Creo que nadie en este mundo ha vivido como ella el sentido de los versos de J. de la Cruz:”. Porque está llena de luz, y así la Magdalena puede decir:

“Escóndete, carillo”
“recógete en lo más interior de mi alma, comunicándote a ella escondidamente…

“Y mira con tu haz a las montañas”
“La haz de Dios es la Divinidad y las montañas son las potencias del alma…embiste mi entendimiento dándole inteligencias divinas… que aquí Cristo satisface plenamente.

“Y no quieras decillo”
…mas ahora son tan sublimes y sustanciales y tan de dentro…que contemplo, veo y siento tu Divinidad.

“Mas mira las compañas”.
…enamorándote de las virtudes y perfecciones que has puesto en mi alma, y en ella te escondas y te detengas… con alegría y paz.

“De la que va por ínsulas extrañas”
De mi alma que va a ti por extrañas noticias, y por modos y vías extrañas y ajenas de todos los sentidos”…en el aura de la resurrección.
Y María vio a Jesús con sus ojos y no lo reconoció. Después el tono de la palabra le hizo ver a Jesús. Esta fue la vía extraña y ajena a los sentidos, mas allá de ellos.
Y así nos lo cuenta (Jn.20.14-18…”se volvió hacia atrás y vio a Jesús allí de pie, pero no sabía que era Jesús” , mantiene una conversación con él y sigue creyendo que era el hortelano, hasta que Jesús le habla por otra vía extraña a los sentidos y entonces comprende el haz de luz que hay en aquellas palabras. Y le llama por su nombre, María.

Por otro lado, si Jesús encomienda su madre a Juan y él la recibió como a una madre; ¿qué hizo la Magdalena? Lo más natural es que después de la muerte de Jesús, la Magdalena acompañase a María, conviviese con ella ¿Qué amiga tan del alma dejaría a la madre de Jesús, a la madre del Mesías, sola?

De esta forma, por muchos que sean nuestros pecados, si hemos amado mucho, se nos concede convivir no solo con María, en nuestro hogar interior, sino que ella nos lleva constantemente a la intimidad del amor de Dios.

¿Es el cristianismo una religión de místicos? Cristo instituye un Pueblo Santo que busca a Dios en todo quehacer diario desde el arrepentimiento de los pecados y el alimento de la Palabra, hasta la plena unión en su resurrección gozosa y gloriosa, pero pasando por los méritos de su cruz redentora. Y esto es lo que hacemos siempre que asistimos a la conmemoración de su Cena, donde, según la grandeza de nuestra fe y amor, unidos a su pasión recorremos las tres Vías de la santidad: El Padre nos recibe perdonándonos. Yo pecador… porque este es el Sacramento esencialmente de la reconciliación; el Hijo nos ilumina con sus Profetas y Apóstoles y sobre todo él mismo que es la Palabra; y
nos hace ser testigos de su Cena subiendo con Cristo, por él y en él hasta la unión en la divinidad trinitaria, porque nos asume en nuestro pan, nuestro símbolo, él y yo en mi pan, fundiéndonos no solo en este abrazo sino que nos pide: tomad y comed. Y así lo divino es mi alimento en el grado de amor que yo ponga al recibirlo.
Por ello podemos decir a Santa María, Madre de Dios, ante cada Eucaristía:
“Y de tu Hijo, Señora, / divide conmigo ahora / las que padeció por mí.
Hazme contigo llorar / y de veras lastimar / de sus penas mientras vivo.
Porque acompañar deseo / en la cruz, donde le veo, / tu corazón compasivo.
¡Virgen de vírgenes santas!, / llore ya con ansias tantas, /que el llanto dulce me sea.
Porque su pasión y muerte / tenga en mi alma, de suerte / que siempre sus penas vea.

Y como la Magdalena, después de las lágrimas… podamos oír a Cristo-Luz que con amor pronuncia nuestro nombre.
¡Me has llamado por mi nombre, le cantamos!
Solo María en su concepción en el seno de Santa Ana, llegó a este mundo renacida, llena de gracia. Dios la envió como huerto lleno de flores y frutos, un Paraíso único para el nuevo Adán, Dios mismo se recuesta en su seno, prado amenísimo entre ríos de aguas cristalinas. : “Yo asentaré tus piedras sobre malaquita y tus cimientos sobre zafiros; haré de rubíes tus almenas, tus puertas de cristal, y todo tu recinto de piedras preciosas”. ¿Quién puede alcanzar la plenitud aún humana de María, ya que el cuerpo de Jesús es carne de María y ella Madre de Dios?
Pero, ¿Quién no puede acercarse al silencio del altar hasta oir a Jesús que nos llama por nuestro nombre?
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Re: El Cántico espritual de J. de la Cruz y María

Notapor tralalá » Lun Jul 23, 2012 8:45 pm

Gracias asandy o como sea, por este tema. Tralalá
Todo sea para la mayor honra y gloria de DIOS por
amor a Jesús, María y José.
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Acompáñennos ahora y en la hora de nuestra muerte. Amen.
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