Seguro conocen de muchos más a quienes admiran, por favor coloquenlos para que queden como ejemplo para nosotros.
Aquí les dejo extractos del martirio que sufrió José Sanchez del Río, "Joselito", mártir cristero, mexicano, y que pueden ver su foto en mi firma.
Que él, y todos los mártires que recibieron la palma del martirio, rueguen por nosotros para que nos nos avergoncemos de proclamar nuestra fe, en este tiempo que es especialmente difícil, no tanto ya por persecuciones, sino por los respetos humanos.
El viernes 10 de febrero, cerca de las seis de la tarde, sacaron a José de la parroquia y lo trasladaron al Mesón del Refugio, situado por la calle Santiago frente a la parroquia, lo habían convertido en cuartel, ahí le anunciaron la cercanía de su muerte. De inmediato José pidió papel y tinta para escribir a su tía María agradeciéndole su apoyo y ayuda incondicional en la realización de su ideal y pidiéndole que le dijera a su tía Magdalena que le llevara esa misma noche la comunión como viático: “Sahuayo, 10 de febrero de 1928. Sra. María Sánchez de Olmedo. Muy querida tía: Estoy sentenciado a muerte. A las 8 y media se llegará el momento que tanto, que tanto he deseado. Te doy las gracias de todos los favores que me hiciste, tú y Magdalena. No me encuentro capaz de escribir a mi mamacita, si me haces el favor de escribirle a mi mamá y a María S. Dile a Magdalena que conseguí con el teniente que permitiera verla por último. Yo creo que no se me negará a venir. Salúdame a todos y tú recibe, como siempre y por último, el corazón de tu sobrino que mucho te quiere y verte desea. ¡Cristo vive, Cristo reina, Cristo impera! ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe! José Sánchez del Río que murió en defensa de su fe. No dejen de venir. Adiós”.
Y por fin llegó la hora del martirio. Cerca de las once de la noche le desollaron los pies con un cuchillo, lo sacaron del mesón y lo obligaron caminar a golpes por la calle de Constitución que en ese tiempo quedaba derecho al cementerio municipal. Los verdugos querían hacerlo apostatar a fuerza de crueldad inhumana, pero no lo lograron. Sus labios sólo se abrieron para gritar vivas a Cristo Rey y a Santa María de Guadalupe. Los vecinos escuchaban con infinita pena los gritos llenos de valor y fervor cristiano que José lanzaba en medio de la noche: “¡Viva Cristo Rey!”.
Ya en el panteón viendo su fe y fortaleza que nos se amilanaba ante el tormento, el jefe de la escolta que presidía la ejecución ordenó a los soldados que apuñalaran el delgado cuerpo del adolescente para evitar que se escucharan los disparos en el pueblo. A cada puñalada José gritaba con más fuerza: “¡Viva Cristo Rey!”.
Luego el jefe de la escolta dirigiéndose a la víctima le preguntó por crueldad si quería enviarle algún mensaje a su padre. A lo que José respondió indoblegable: “¡Que nos veremos en el cielo! ¡Viva Cristo Rey! ¡Viva Santa María de Guadalupe!”. En ese mismo momento para acallar aquellos gritos que lo enfurecían, él mismo sacó su pistola y le disparó en la cabeza. José cayó bañado en sangre, ahogando así el último grito de su jaculatoria ritual para la muerte. Eran las once y media de la noche del viernes 10 de febrero de 1928. Su cuerpo quedó sepultado sin ataúd y sin mortaja, recibió directamente las paleadas de tierra.
Tiempo después sus restos mortales fueron exhumados y trasladados a la cripta de los mártires del templo del Sagrado Corazón y en 1996 nuevamente fueron trasladados a la Parroquia de Santiago Apóstol, donde actualmente se encuentran entrando por la puerta principal al lado izquierdo a un costado de baptisterio, donde estuvo preso los días precedentes a su martirio.
¡Tan sólo un niño!¡14 años!