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marcela manqui escribió:A cuántos matrimonios, a cuántos futuros esposos les haría tanto bien leer estas letras! Y cuantas esposas felices de tener un hombre a su lado que siguiera este tipo de sabiduría.
Rafael de Maria escribió:...
Nunca olvides que todo lo que eres, todo lo que tienes y la felicidad que gozas hoy, la debes al buen Jesús Quien te ha amado con tanta ternura!
(…) La ciencia de la cruz, estas palabras que , al hablar del matrimonio místico, explican algo de lo que es la encarnación mística: “Mediante la Encarnación Dios-hombre se abrió una vía de comunicación con cada alma y en cierto modo vuelve a encarnarse y a hacerse hombre cada vez que un hombre se entrega tan sin reservas, que puede ser elevado hasta el matrimonio místico. Cierto que se da una diferencia esencial, porque en el matrimonio entran en contacto y se unen dos personas, manteniendo su dualidad. Pero también mediante la mutua entrega surge una unión que se parece y se acerca a la hipostática. Ella abre las almas a la infusión de la gracia divina y por la absoluta y total sumisión a la propia voluntad divina, el Señor queda con las manos libres para disponer de tales almas como si fueran miembros de su propio cuerpo. Ya no viven de su propia vida, sino la de Cristo; ya no sufren su propia pasión, sino la de Cristo.
Lo que a mí, sin embargo, me sorprende no es que en la tradición haya antecedentes de la encarnación mística, sino que Concha haya vivido y nombrado la experiencia con ese término: “Aquí estoy. Quiero encarnar en tu corazón místicamente (…) Tomo posesión de tu corazón; me encarno místicamente en él, para no separarme jamás”.
¿Por qué? El único antecedente que se conoce no de la experiencia, sino del término técnico es, como vimos, el de Roger Nicolas, en 1649. El título y el contenido que, supongo, es hijo de una fina reflexión teológica, no de una experiencia mística, no lo habría conocido Concha. La obra de Roger Nicolas, hasta donde sabemos, no aparece en ninguna de las bibliotecas de Mexico; incluso los teólogos que analizaron a Concha durante su proceso de beatificación no sabían de ella; tampoco aparece la lista de libros que Concha leía y que hemos citado mas atrás. ¿Formaría parte de la biblioteca de su tío, el canónigo Luis Arias que, como se ha dicho, fue fundamental en la formación de la niña y de la adolescente Concha? Es posible. Pero no quedan vestigios de ella. Además, aunque el libro hubiera estado allí, Concha no sabía latín.
Si no conoció el nombre a través de Roger Nicolas, mucho menos a través de sus contemporáneas que, primero, nunca formularon su experiencia bajo ese nombre; segundo, porque sus obras no estaban aún divulgadas. ¿De donde, pues, lo sacó?
De su propia experiencia en Cristo. Concha, como ya he dicho, es una de las más grandes místicas de los siglos XIX y XX. Hemos visto la profundidad de su itinerario. ¿Por qué, enconces, no creer que lo sacó de ahí, que Dios se lo sopló y ella lo tradujo con las categorías de su lenguaje pasional, formulando con precisión para la posteridad lo que se solo fue un tratado de teología en el siglo XVII y una experiencia sin nombre todavía en Máximo el Confesor y en sus contemporáneas Thérese-Emmanuel, Isabel de la Trinidad y Ángeles Sorazu?
Para mi, que soy creyente, es así; a ciertas profundidades, la vida en Cristo ya no necesita apoyarse por entero en la naturaleza. La gracia allí funciona sola. Esto no quiere decir, sin embargo, que la experiencia de la encarnación mística no tenga su antecedente en la propia historia de Concha. En el capítulo X, el “inicio del largo camino”, decía que Concha, a partir de su entrega total en 1894, había comenzado a hacer entrar en la dinámica de su vida laical la dinámica evangelizadora, es decir, a hacer entrar en su vida interior de mujer laica los procesos salvíficos de la Iglesia. Ahora, en el momento en que las Obras de la Cruz, con todo y las limitaciones que viven, han evolucionado y ella se ha purificado aún mas, descubre a través de la experiencia de la encarnación mística esa dimensión con mas profundidad.
Y en efecto, la encarnación mística lleva a la vida del laico algo que ya está esbozado en la visión mística de la Iglesia como Cuerpo místico de Cristo. Según la tradición, amparada por Santo Tomás, la Iglesia al vivir la misma vida de Cristo se la comunica a sus miembros por el Espíritu Santo para formar con Cristo, en el orden dinámico espiritual, una sola persona mística, unida a él espiritualmente. Concha, a partir de la encarnación mística, dice, de alguna forma, que si esto es verdad entonces todo aquel miembro de la Iglesia, incluso el laico, debe vivir esa experiencia en su intimidad e insertarse con su vida en toda la dinámica salvífica de la Iglesia para que la redención de la todas las cosas se cumpla en Cristo. Cada miembro de la Iglesia está llamado a transformar su vida en el Verbo Encarnado y en el Cristo doloroso para “vivir de su vida” de “Sacerdote y Víctima”; a transformarse en un anima ecclesiastica. Con ello volvía a poner en el centro de la vida cristiana algo que se había perdido con el Concilio de Trento (que, para limitar la avalancha protestante, reforzó el sacerdocio ministerial en detrimento de la participación del laico en la vida misionera de la Iglesia); el sacerdocio bautismal o común.
A partir de esa experiencia, en sus escritos personales aparecerán referencias constantes en ese sentido: “(…)eres altar y sacerdote al mismo tiempo, pues tienes a la Santa Víctima del Calvario y de la Eucarístia, la cual debes ofrecer constantemente para salvación del mundo”. Concha desde entonces no podrá ver dividida a la Iglesia en estamentos de calidad: laicos, sacerdotes, religiosos, obispos; la contempla como un cuerpo cuyos miembros, en el sentido mas paulino de la interpretación, están insertos en el mismo proceso salvífico de Cristo.
Para Concha, laica mexicana de los siglos XIX y XX, no cabe la mas mínima duda de que los hombres y las mujeres deben, semejantes a la Virgen María, hacer crecer en sus corazones el Verbo de Dios encarnado para redención del mundo, dejar lentamente de ser uno para vivir de la vida de Cristo que crece y florece en el alma.
Esta clarificación de su itinerario espiritual dará como resultado dos obras que completarán las Obras de la Cruz y que aparecerán en los momentos mas convulsionados de la nación: La Alianza de amor (1909), en los momentos mas intensos en los que México está a punto de levantarse en armas, y la liga Apostólica (1912) en plena revolución. La primera, solamente para laicos, tiene como función la transformación de las estructuras temporales a través de un compromiso evangélico con esas estructuras y de ofrecerse cada día en unión con el Verbo como víctimas para la salvación de las almas; la segunda, para aquellos que participan del sacramento del orden, tiene como fin promover la restauración de todas las cosas en Cristo, “mediante la devoción e íntima unión con el Espiritu Santo; la unión y el amor entrañable al Divino Verbo hecho hombre por nosotros y la mortificación cristiana”. Éstas se unirán así al Apostolado de la Cruz, a las religiosas de la Cruz y a los Misioneros del Espíritu Santo, que en este momento son solo una promesa, para que el mundo laico, religioso y sacerdotal consuele a Cristo atribulado en su pasión a causa de los pecados, respalde con la oración, el sacrificio y la actividad pastoral y social y, en el caso de los Misioneros del Espíritu Santo, con la dirección espiritual para sacerdotes y laicos, la tarea salvífica de la Iglesia.
Rafael de Maria escribió:"A mí nunca me inquietó el noviazgo en el sentido de que me impidiera ser menos de Dios. Se me hacía tan fácil juntar las dos cosas. Al acostarme, ya cuando estaba sola, pensaba en Pancho y después en la Eucaristía que era mi delicia. Todos los días iba a comulgar y después a verlo pasar. El recuerdo de Pancho no me impedía mis oraciones, me adornaba y componía sólo para gustarle a él, iba a los teatros y a los bailes con el único fin de verlo. Todo lo demás no me importaba".
- «Aquí estoy; quiero encarnar en tu corazón místicamente. Yo cumplo lo que ofrezco; he venido preparándote de mil modos y ha llegado el momento de cumplir mi promesa; Recíbeme» (y sentí un gozo con vergüenza indecible. Pensé que ya lo había recibido en la comunión, pero como adivinándome, continuó:)
- «No es así; de otro modo además, hoy me has recibido. Tomo posesión de tu corazón; me encarno místicamente en él, para no separarme jamás. Sólo el pecado podrá alejarme de ti y te advierto, que también toda criatura que lo ocupe, mermará mi presencia real; digo, sus efectos, porque Yo no me puedo mermar. Y continuó: esta es una gracia muy grande que te viene preparando mi bondad; humíllate y agradécela».
- Pero Señor, me atrevía a decirle, qué lo que me habías ofrecido, lo que me habías pedido, ¿no eran unos desposorios?
- «Esos ya pasaron; esta gracia es infinitamente mayor.»
- ¿Es el matrimonio espiritual, mi Jesús?
- «Es más, porque el matrimonio es una especie de unión más exterior; pero encarnar, vivir y crecer en tu alma, sin salir de ella jamás; poseerte Yo y poseerme tú como en una misma sustancia, no dándome tú la vida, sino Yo a tu alma, es una compenetración que no puedes entender, y esta es la gracia de las gracias.»>>
marcela manqui escribió:Que liiindo Rafael!!!!
Pues eso es lo que cuando no se conoce el sacramento del matrimonio piensa, que se puede ser menos de Dios si se entrega a un amor humano. Eso se puede aprender pero quizás en esta santa mujer se daba solo, como una gracia especial el conocerlo desde lo más profundo de su alma sin cuestionamientos.
Unir ambas cosas es el ideal que todos tenemos y el fin de este sacramento. Amar en nombre de Dios al esposo, cuidarlo y serle fiel como Dios es fiel
Hermoso, muy hermoso!
Con ello volvía a poner en el centro de la vida cristiana algo que se había perdido con el Concilio de Trento (que, para limitar la avalancha protestante, reforzó el sacerdocio ministerial en detrimento de la participación del laico en la vida misionera de la Iglesia); el sacerdocio bautismal o común.
"Me das más gloria en el estado en que te tengo (casada) que en el claustro", le dice el Señor. Y también: "Te casaste para mis altos fines … para tu santificación y la de otras almas … para ejemplo de muchos que creen incompatible el matrimonio con la santidad… y por otras razones altísimas que Yo me reservo".
Volver a Solteros Católicos - San Rafael Arcángel
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