por elisabeth » Dom Dic 30, 2012 7:27 pm
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Como hace días que no os contaba nada, voy a escribiros hoy dos anécdotas.
Primera anécdota: Tenía yo 15 años recién cumplidos, y acababa de llegar a vivir a Barcelona. Me fui un día con seis hermanos más pequeños que yo por el centro de Barcelona. Cuando se hizo de noche, cogí el metro que me llevaba a Sarriá, que es el barrio de la ciudad de Barcelona donde vivía entonces, y donde en la actualidad sigo viviendo. Yo veía que el metro tardaba demasiado en llegar a la estación de "Sarriá". Iban pasando estaciones, y más estaciones. De repente le pregunto a un señor cuánto faltaba para llegar a la estación de Sarriá. Él me dijo: ¡¡ pero si la hemos pasado hace mucho rato !! Ahora estamos llegando a... (no recuerdo si mencionó Sant Cugat, Tarrasa, Sabadell..., que son ciudades que están a muchos kilómetros de Barcelona). Me bajé en la próxima estación, y a continuación me dirigí a la ventanilla del andén. Al expendedor de billetes le expuse mi problema, y le dije que no llevaba dinero para volver a Barcelona. Al oírme el chico que iba detrás de mí en la cola, me dijo que él también iba a Sarriá, y se ofreció a pagarme todos los billetes. Se lo agradecí mucho, pero acepté su favor con una condición: que me acompañara a mi casa (que estaba muy cerca de la estación de Sarriá) y así yo le devolvería cuanto antes el dinero, y me quedaría ya tranquila. Él aceptó mi trato, y nos acompañó a casa a mí y a mis hermanos.
Pero a partir de ahí vino a verme a mi casa en varias ocasiones. Como era un chalet, podía entrar casi a pie llano. Y por la guía de calles, enseguida averiguó mi teléfono. Era un chico muy educado, muy simpático y era unos ocho años mayor que yo.
Pero uno de los días que me llamó por teléfono, dio la casualidad de que se topó con mi padre. Al saber que se trataba de ese chico, le dijo: "estamos muy agradecidos con usted por lo bien que se portó con mi hija en el apuro que tuvo en el metro, pero le ruego que no vuelva a llamarle porque mi hija no va con desconocidos". Para lo buenísimo que era mi padre, creo que se portó algo duro con ese chico... Mi bienhechor se portó muy correctamente porque ya nunca más vino a verme, ni tampoco volvió a llamarme por teléfono. Pero, en compensación, he rezado en muchas ocasiones por él a lo largo de mi vida.
Segunda anécdota: Ocurrió en las Ramblas, junto a la famosa Fuente de Canaletas. Estaba yo con siete hermanos pequeños, y con la hija del portero, que tenía 6 años, presenciando la Cabalgata de los Reyes Magos. De repente noté que un chico de unos doce o trece años, que al parecer iba con otros amigos, tenía su mano metida en mi bolso. Se la saqué. Pero como siempre he sido demasiado confiada, ni se me pasó por la cabeza que me estaba robando... Al ir a sacar los billetes para ir a Barcelona (el andén está en la Plaza de Cataluña, junto a la Fuente de Canaletas), ví que ese chico me había robado la cartera con toda mi documentación. Menos mal que mi Ángel de la Guarda me echó una mano, pues junto a la Fuente de Canaletas hay un Hotel propiedad de dos íntimas amigas mías, hermanas entre sí. El conserje llamó por teléfono a su casa, se puso una de ellas, reconoció mi voz, y enseguida el conserje me prestó el dinero que necesitaba para los billetes, incluso bastante más. Y recuperé la documentación, pues ese chico la metió dentro de la capucha de una niña de las que estaban presenciando la cabalgata, y posteriormente su madre me llamó por teléfono para devolvérmela.
Tenemos al Ángel de la Guarda junto a cada uno de nosotros para que nos auxilie en todo momento, no sólo en el ámbito espiritual, sino también en el físico. Y está claro que en ocasiones notamos su presencia de un modo muy especial... ¡¡ Desde aquí le doy las gracias al mío por lo muchísimo que me ha ayudado a lo largo de mis 64 años de vida !!
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