Re: Paz y bien
Publicado: Jue Sep 15, 2011 10:45 pm
Paz y bien.
Gracias, Enrique por tus palabras. Me hicieron reflexionar. Ya no soy la misma que entró a los foros. Ya no soy tan temperamental. Tengo miedo, es la verdad.
Sé que no voy a ser yo la que cambie a mi esposo, será Dios cuando El quiera. Pero ¿quiero realmente que cambie?
No lo sé.
A los santos no les va muy bien, ¿verdad?
No me da miedo sufrir. O mejor dicho, no me gusta sufrir. Acepto el sufrimiento porque viene de Dios.
Sin embargo, he leido la vida de muchos santos. Llevaba un tema sobre ellos y cuando veo que muchas mujeres han perdido a sus esposos me da miedo.
Santa Mónica perdió a su esposo cuando éste se convirtió y yo no quiero perder al mío.
No quiero ser viuda, no quiero vivir sin mi esposo, no quiero que mis hijos se queden sin padre.
Lo necesitan. Son hombres y necesitan de su padre.
Llevan mejor relación con su papá que conmigo y no quiero que lo pierdan. Esa es la verdad.
Yo no entro mucho en la relación padres-hijos. En mi casa es padre-hijos.
He sido la que los cuida, la que les sirve, pero no soy la que recibe las caricias. Y éso duele.
Será que éso he sembrado. Agradezco a Dios el tener los hijos que tengo, el esposo que tengo.
Me duele mucho haber caido en depresión porque mis hijos sufrieron por ello y se abrió una brecha entre nosotros.
Por mis hijos entré a éstos foros. Buscaba una manera de ayudarlos a regresar a la Iglesia, de ir a misa.
Y me resentí tremendamente con las personas que asisten al templo cercano a mi casa.
Cuando sufrií la depresión, corrí a la iglesia. Mis hijos empezaron a ir conmigo y mi esposo. A mí me daba por llorar y mi esposo se enojaba por éso. Decía que la gente iba a decir que me pegaba.Asi que dejé de asistir.
Las lágrimas acuden a mí aunque yo no quiera. Trato de detenerlas, pero no hay misa a la que asista en la que no llore. A mi esposo no le gusta que vean que lloro.
Cuando nos cambiamos de casa, fuí a la capilla cercana, llevé a uno de mis hijos; el otro nunca podía porque siempre le salía un compromiso de su escuela o del trabajo. Por debajo del agua, las personas no nos aceptaban.
Seguí yendo durante 5 años. Pero en cuanto iban mis hijos se ponían en contra.
Así que dejé de ir. Oigo misa por internet. Comulgo cuando puedo, pero mis hijos no van y mi esposo menos. Es mi culpa el que no acudan porque no los lleve de niños. Cuando mis hijos fueron a prepararse para la Primera Comunión le decía a mi esposo que fuéramos a misa y no quería. Le insistía y no quería.
Yo le tenía miedo a mi esposo. No quería que se enojara. Al prinicipio de nuestro matrimonio fué muy violento. Golpeaba la pared, rompió vidrios, manejaba muy rápido el carro y me asusté.
Se quedó grabado el miedo en mí. Su papá también fué igual con mi suegra. Fuí cobarde y no llevaba a mis hijos a misa.
El catecismo lo daban en una casa cercana no en el templo. Latió siempre dentro de mí el deseo de acudir a misa, pero le tenía miedo a mi esposo.
He tratado de corregir mi error, pero sólo he logrado que mis hijos se aparten más de mí. Así que dejo en manos de Dios el que mis hijos sean llamados cuando El así lo quiera y como El lo quiera.
Mi esposo es reacio a ir a misa tal vez porque su abuelita lo llevaba a fuerzas. Sus papás no lo hacían, los míos tampoco.
Sin embargo a mí me nacía el ir. Fuí cobarde y estoy pagando el precio de ello.
Tengo 30 años de casada, he tratado de llevar el matrimonio como Dios me ha dado a entender, tratando de no jalar demasiado a mi esposo como para que se violente conmigo y tratando de no soltar tanto como para que se desbalague.
Pero ésa no debe ser mi función como esposa. Eso le corresponde a él. Y no lo hace porque su papá tampoco llevó las riendas en su casa.
Ya no puedo jalar más.
Gracias, Enrique por tus palabras. Me hicieron reflexionar. Ya no soy la misma que entró a los foros. Ya no soy tan temperamental. Tengo miedo, es la verdad.
Sé que no voy a ser yo la que cambie a mi esposo, será Dios cuando El quiera. Pero ¿quiero realmente que cambie?
No lo sé.
A los santos no les va muy bien, ¿verdad?
No me da miedo sufrir. O mejor dicho, no me gusta sufrir. Acepto el sufrimiento porque viene de Dios.
Sin embargo, he leido la vida de muchos santos. Llevaba un tema sobre ellos y cuando veo que muchas mujeres han perdido a sus esposos me da miedo.
Santa Mónica perdió a su esposo cuando éste se convirtió y yo no quiero perder al mío.
No quiero ser viuda, no quiero vivir sin mi esposo, no quiero que mis hijos se queden sin padre.
Lo necesitan. Son hombres y necesitan de su padre.
Llevan mejor relación con su papá que conmigo y no quiero que lo pierdan. Esa es la verdad.
Yo no entro mucho en la relación padres-hijos. En mi casa es padre-hijos.
He sido la que los cuida, la que les sirve, pero no soy la que recibe las caricias. Y éso duele.
Será que éso he sembrado. Agradezco a Dios el tener los hijos que tengo, el esposo que tengo.
Me duele mucho haber caido en depresión porque mis hijos sufrieron por ello y se abrió una brecha entre nosotros.
Por mis hijos entré a éstos foros. Buscaba una manera de ayudarlos a regresar a la Iglesia, de ir a misa.
Y me resentí tremendamente con las personas que asisten al templo cercano a mi casa.
Cuando sufrií la depresión, corrí a la iglesia. Mis hijos empezaron a ir conmigo y mi esposo. A mí me daba por llorar y mi esposo se enojaba por éso. Decía que la gente iba a decir que me pegaba.Asi que dejé de asistir.
Las lágrimas acuden a mí aunque yo no quiera. Trato de detenerlas, pero no hay misa a la que asista en la que no llore. A mi esposo no le gusta que vean que lloro.
Cuando nos cambiamos de casa, fuí a la capilla cercana, llevé a uno de mis hijos; el otro nunca podía porque siempre le salía un compromiso de su escuela o del trabajo. Por debajo del agua, las personas no nos aceptaban.
Seguí yendo durante 5 años. Pero en cuanto iban mis hijos se ponían en contra.
Así que dejé de ir. Oigo misa por internet. Comulgo cuando puedo, pero mis hijos no van y mi esposo menos. Es mi culpa el que no acudan porque no los lleve de niños. Cuando mis hijos fueron a prepararse para la Primera Comunión le decía a mi esposo que fuéramos a misa y no quería. Le insistía y no quería.
Yo le tenía miedo a mi esposo. No quería que se enojara. Al prinicipio de nuestro matrimonio fué muy violento. Golpeaba la pared, rompió vidrios, manejaba muy rápido el carro y me asusté.
Se quedó grabado el miedo en mí. Su papá también fué igual con mi suegra. Fuí cobarde y no llevaba a mis hijos a misa.
El catecismo lo daban en una casa cercana no en el templo. Latió siempre dentro de mí el deseo de acudir a misa, pero le tenía miedo a mi esposo.
He tratado de corregir mi error, pero sólo he logrado que mis hijos se aparten más de mí. Así que dejo en manos de Dios el que mis hijos sean llamados cuando El así lo quiera y como El lo quiera.
Mi esposo es reacio a ir a misa tal vez porque su abuelita lo llevaba a fuerzas. Sus papás no lo hacían, los míos tampoco.
Sin embargo a mí me nacía el ir. Fuí cobarde y estoy pagando el precio de ello.
Tengo 30 años de casada, he tratado de llevar el matrimonio como Dios me ha dado a entender, tratando de no jalar demasiado a mi esposo como para que se violente conmigo y tratando de no soltar tanto como para que se desbalague.
Pero ésa no debe ser mi función como esposa. Eso le corresponde a él. Y no lo hace porque su papá tampoco llevó las riendas en su casa.
Ya no puedo jalar más.