Reglas del diálogo conyugal

Un espacio para compartir experiencias, opiniones y consejos acerca de la vida matrimonial y familiar: relaciones conyugales, fidelidad, comunicación en la pareja, paternidad responsable, la educación de los hijos, el enriquecimiento mutuo en la convivencia y las amenazas y riesgos a las que se enfrenta la familia, como institución, en nuestros días. No es un lugar de consultoría matrimonial, sino un lugar para compartir temas y opiniones de manera pública

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Reglas del diálogo conyugal

Notapor enrique_ellena » Mar Ene 29, 2013 2:31 pm

Reglas del diálogo conyugal

Para que el diálogo sea enriquecedor y fecundo, hay que cumplir determinados requisitos. Cada pareja, al poseer una identidad propia, tendrá que encontrar su manera peculiar. Existen, no obstante, determinadas reglas básicas. ¿Cuáles son estas reglas del diálogo conyugal? Se pueden resumir así: el diálogo conyugal, para que sea eficaz y creador, debe ser: humilde, paciente, simpático, cálido, oportuno, constante y renovado.

1. Humilde. La primera cualidad del diálogo es la humildad. No se debe avanzar hacia el otro hinchado por su propia perfección, seguro de lo definitivo de sus razones. No existe el cónyuge ideal, ni tampoco nadie es dueño de toda la verdad. Semejante actitud imposibilita el intercambio desde el origen.

El peligro de todo diálogo conyugal es que, frecuentemente, se vuelva una acusación: se tortura, se ataca, se acusa recíprocamente, y se sale de esta situación más apartado que nunca. Por eso conviene que los esposos, a la hora de iniciar el diálogo, tengan la prudencia de ejercer la autocrítica.

Es algo básico. Hay que tener un gran cuidado -a la hora de las recriminaciones, críticas, preguntas embarazosas- para examinarse a sí mismo y verificar hasta qué punto puede uno mismo ser sujeto de censura. No es tan raro que uno proyecte sus fallas y limitaciones en el otro. Con una actitud de humildad y autocrítica, la conversación se desarrollará en un clima de lucidez, calma y comprensión.

2. Paciente. En un solo día no se conseguirá la comprensión del cónyuge. Como todo, la vida de dos juntos requiere un largo aprendizaje, una permanente educación.

Y toda educación descansa sobre la paciencia. Sabemos que consiste, antes que nada, en repetición incansable, en incesante recomenzar. Así ocurre entre marido y mujer. A veces, será necesario repetir durante toda una vida la misma observación, formular la misma petición.

No es que el otro tenga mala voluntad; sucede que simplemente se le olvida o no logra crear el hábito, que sólo nace con la repetición. Lo importante, pues, es saber repetir con una paciencia que, además, es atributo de la fortaleza. En el caso de la vida matrimonial, esta paciencia es aún más importante, ya que la mayor parte de las veces, están en juego solamente detalles. Pero estas pequeñeces sin importancia, al multiplicarse, se hacen irritantes. La impaciencia crece y amenaza con manifestarse en los momentos de charla. Y es eso lo que hay que evitar. La paciencia dará al diálogo un clima de calma, de serenidad, sin tensiones e irritación.

3. Simpático. Para que el diálogo conyugal sea un instrumento de aproximación, no debe llevarse a cabo en términos agresivos, sino por el contrario, de la forma más simpática. De otro modo, no podrán menos que defenderse y volver a atacar.

En el momento en que los dos se encuentran cara a cara para iniciar un análisis de la situación conyugal, importa mucho el sentirse amado. Los roces inevitables de la vida en común crean, al multiplicarse, una antipatía reprimida que, tarde o temprano, hará explosión. Si triunfa la antipatía por encima de la simpatía, el clima del diálogo se hace denso y llega a sofocar. Y entonces las personas se cierran en seguida, se recogen en sí mismas o se irritan. La conversación se hace entonces imposible, inútil. En tales condiciones se da un extraño diálogo de sordos en el que nadie quiere escuchar a nadie. Sólo la simpatía presente en cada momento, asegura un intercambio fructífero.

4. Cálido. Hay que insistir siempre en que el diálogo sea cálido, porque la frialdad es un peligro que amenaza a todos los cónyuges. Una vez que se han acumulado algunas incomprensiones consecutivas, la irritación contenida se traduce en un marcado enfriamiento de las relaciones de la pareja. No se es propiamente hostil al otro; se es simplemente indiferente a él, con una indiferencia helada. Evidentemente, esto es algo que aumenta la incomunicabilidad y cierra toda salida. No se llegará jamás al encuentro interior en tales condiciones.

5. Oportuno. Es un arte saber escoger lo que debe decirse y lo que debe callarse. El proverbio lo enseña: “No toda verdad es para ser dicha”. Existen algunas que es mejor callar, porque diciéndolas solo lograríamos herir; sin provecho alguno para un mejor entendimiento. Existen silencios que deben ser respetados, secretos que son inviolables. No todo ha de decirse ni tampoco puede preguntarse todo. Para poder escucharse, la pareja debe respetarse, una de las formas de respeto consiste en saber no preguntar o no insistir cuando no conviene; otra forma es no decir al cónyuge una verdad demasiado dolorosa. La discreción, en el sentido profundo de la palabra, es la clave de los diálogos conyugales. Es decir, deben discernir qué puede comunicarse y qué debe callarse, en todos los casos.

Esto se aplica también al momento escogido para manifestarse. La verdad no puede ser dicha en cualquier momento. No habría que hablar jamás cuando se está en determinados estados de espíritu. Por ejemplo, cuando se está dominado por la cólera, los celos, la tristeza profunda o una excepcional euforia.

No son las emociones las que deban animar al diálogo, sino exclusivamente la razón. Se juzgará, a nivel de la inteligencia, no de las pasiones, cuando es el momento oportuno para decir tal o cual verdad, o pedir determinada explicación. Escoger en forma acertada el momento del diálogo es asegurar su éxito.

6. Constante. Tenemos que imprimir un ritmo seguro al diálogo, una periodicidad regular, para evitar que aumenten las incomprensiones y se acumulen los problemas.

Aquí podríamos decir también algunas palabras sobre las interrupciones del diálogo. Pasa todavía bastante frecuentemente que después de una pelea o un enojo suspendemos ese diálogo que tendría que ser permanente, y hasta lo suspendemos por tiempo indefinido. Y después viene la pregunta: ¿quién de los dos inicia de nuevo el diálogo?

Mucho depende del temperamento: el colérico es demasiado orgulloso para iniciarlo él; el melancólico está demasiado hundido por lo que pasó; al flemático probablemente no le importa mucho; el más indicado sería entonces el sanguíneo que no aguanta la situación por mucho tiempo. Ahora, si a mí me preguntan, yo suelo decir: es evidente que el más maduro debe reiniciar el diálogo.

7. Renovado. La constancia en el diálogo exige, en compensación, un esfuerzo de renovación. Porque es necesario, a pesar de todo, tener algo que decirse para poder hablar. Por lo contrario, reinará la monotonía en nuestros diálogos.

Si la esposa sólo sabe hablar de la moda o del servicio doméstico, y por su lado, el marido sólo sabe hablar de negocios o de política, es evidente que la conversación será a la larga aburrida. La palabra está en función del pensamiento. Es urgente, por lo tanto, cultivarlo como un deber. Pero la cultura sería, en el sentido de abrir cada vez más su espíritu y su horizonte con el propósito de aprender a vivir mejor y de saber responder a las preguntas que todo ser inteligente se plantea. Muy actual entonces el tema de nuestras lecturas, de nuestras realizaciones artísticas, de nuestra cultura religiosa...
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Re: Reglas del diálogo conyugal

Notapor Marcela18 » Lun Abr 22, 2013 10:52 am

Buenos días:

Tengo un serio problema con mi esposo, he llegado a la conclusión de que no podemos comunicarnos adecuadamente y eso me ha hecho dudar de si estará bien quedarme a su lado. Mi esposo y yo nos casamos hace 6 años, tenemos 2 hijos maravillosos de 2 y 4 años de edad, con mi segundo embarazo las cosas cambiaron mucho, a mi esposo lo despidieron muy seguidamente de 2 trabajos, en el tiempo que estuvo desempleado tratamos de salir adelante, pero me di cuenta tarde de que él tenía muchas deudas desde antes del matrimonio y por las cuales debiamos vender nuestra casa, yo lo he apoyado en cada momento e idea que se la ha ocurrido en su vida, ahorita estamos viviendo donde mis suegros, mi hija mayor llora y se estristece mucho por el hecho de dejar la casa e irnos a vivir con los abuelitos que casi nunca veía ya que a ellos siempre los cuido mi mama. Yo me siento muy triste y me he enfermado mucho, estas cosas se las digo pero en el generan una respuesta a la defensiva, colerica y explosiva. Ya no se que hacer yo me siento mal, lloro todos los dias y cuando el me ve asi me dice y ahora que te pasa? le digo hablemos y me dice despues... cuando finalmente accede a hablar conmigo la conversación se vuelve una constante queja de él de las cosas que hago mal y de como el se siente, y yo termino aceptando todo, callandome y sintiendome cada dia mas triste. Se que no soy perfecta, tengo infinidad de defectos yo creci muy falta de cariño especialmente con un padre ausente y mujeriego, sin embargo cuando lo conoci crei en el amor y me enamore de sus detalles, de su paciencia conmigo, su romanticismo, todo eso ha desaparecido y cuando le pido un poco de cariño me dice que no le nace, el dice que me ama y por eso esta conmigo, yo he cambiado tambien ahora siempre estoy triste, ya no quiero conversar y me aislo lo mas que pueda. Qué hacer ... estará todo perdido o he perdido mi voluntad de lucha

Gracias
Marcela18
 
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Re: Reglas del diálogo conyugal

Notapor enrique_ellena » Lun Abr 22, 2013 3:36 pm

Hola Marcela: Deberías haber iniciado tu tema como tema nuevo. Veamos que se puede decir ante una situación tan complicada. Nadie quiere vivir, ni triste, ni aislada ni sin esperanzas. Debemos encontrar la manera de producir un cambio en todo, en la aceptación de esta nueva etapa de tu vida, en la manera de conducir el cariño de tus hijos, en la relación personal con él y además con el resto de esa familia.
La vida de Fe, es en sí una vida de esperanza, quien no tenga esperanzas en comprender y resolver las dificultades que se le presentan en primer lugar carece de Fe, y al decir esto estamos hablando de esa fe en Dios, en su ayuda, en su misericordia, en sus gracias que nos derrama cada día de nuestra vida,
Aquí hay mucho que surge del mismo cambio, las rispidez de ambos, la falta de un dialogo generoso, respetuoso y comprensivo. Un dialogo donde el Señor debe estar en el centro del mismo, un dialogo con fe y con esperanza, un dialogo que permita estimular esas visiones oscurecidas en las que se ha caído por los hechos. Hechos que no se pueden juzgar sin conocerlos, hechos que hoy son el centro de este estado de cosas y motivos de ese frio que hiela los corazones.
La vida nos pone pruebas, pruebas que Dios a permite para ayudarnos a crecer y sacar de ellas siempre algo mejor, aquí lo que hay que hacer es enfrentar esas pruebas y superarlas con fortaleza, con alegría, con amor. Teniendo presente siempre nuestro compromiso sacramental en el matrimonio, hoy es el momento de llevarlo a la práctica.
Tu actitud, aun justificada no ayuda para nada a superar este estado de cosas por el contrario es como que eres un obstáculo más en el camino de las soluciones. Tus hijos deben saber vivir en las limitaciones y en la alegría, sea cual sea el momento, lo otro es criar hijos para que sean solo señoritos servidos y ese no es el mundo que encontraran luego. Tu actitud debe aportar a la vida de la familia alegría resignación, comprensión y un apoyo maduro, fuerte, que estimule las posibilidades de superar este momento.
Un corazón arrinconado, lloroso, sin deseos y sin alegría no es el corazón que está preparado para la lucha y para el triunfo, algo que entre todos podrán alcanzar siempre y cuando se predispongan unidos y comprometidos a seguir adelante en ese camino, esperando el momento, sabiendo que todo irá cambiando de una u otra manera siempre que estemos preparados para alcanzar ese cambio. El premio tiene su precio, lo mismo que la felicidad.
En el matrimonio podrán cambiar las situaciones económicas y las circunstancias en las que hay que vivirlas, pero lo que no puede cambiar es al amor y el compromiso entre Uds. Y ese compromiso debe surgir de un dialogo maduro, generoso, respetuoso, comprensivo, esperanzado que nunca se debe interrumpir y que hay que defender hasta conseguirlo. Hay cosas en la vida a la que no se puede renunciar y una de ellas es conseguir una comunicación donde se puedas construir cada día, donde el amor este antes que los demás intereses, donde la presencia de Dios ilumine el camino y para ello los sacramentos, la frecuencia e la S anta Misa, confesar y comulgar. El estado de gracia es indispensable para que Dios nos abra su corazón y nos acoja generosamente.
Recuerda el mandamiento del amor: Amar a Dios sobre todas las cosas y los demás como a ti mismo, en ello esta toda nuestra fe.
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