Un poema escrito por mí.
En rostro pálido y sereno
guarda el alma aquella mujer;
el dolor y el desconsuelo
hierven en llanto y dulce hiel,
pues su Hijo ha muerto
y su amor se ha ido con Él.
Recuerda a aquél que llevó en su seno;
a quien vistió, cuidó y vio crecer,
al Hijo alegre y después enfermo
por quien daría la vida si la hubiese de perder.
Y ahora siente que no puede seguir,
que nunca sanará su corazón traspasado;
corazón de Madre, amor desgarrado.
¿Qué filo podría existir que más doliese
a la Madre del Hijo clavado,
cuando a los que lo mataron,
amigos y hermanos,
vino a salvar, a enseñar a vivir?