por adelizon » Mié Ene 25, 2012 4:11 pm
1. ¿Por qué la vocación es la realidad más profunda de la persona?
Cuando -con la ayuda del Espíritu- el individuo se abre a su dimensión vocacional, descubre cuál es el proyecto que desde toda la eternidad Dios pensó para él, se identifica con dicho proyecto y acepta realizarlo en beneficio de sus hermanos y la comunidad. Al hacer su propio plan de vida, no se trata de que el individuo busque sólo la satisfacción de un mero deseo personal, de éxito o de sentirse realizado en una tarea para él gratificante, sino de discernir cuál es el proyecto que Dios pensó para él y entregarse a realizarlo con todo el corazón.
El padre John Powell, S.J., dice en uno de sus libros que en el espejo de su baño ha puesto un letrero con esta oración: “Gracias Jesús por amarme. ¿Qué tienes preparado para hoy? Me gustaría ser parte activa de eso”.
2. ¿En qué se sitúa la comprensión de la Pastoral Vocacional?
Para entender la Pastoral Vocacional debemos situarnos en la eclesiología de comunión. Toda vocación en la Iglesia está al servicio de la santidad.
Al describir a la Iglesia como “sacramento de unidad con Dios y de la unidad todo el género humano”, los padres conciliares se plantean con claridad la misión universal de la Iglesia, a saber: servir como sacramento en la unidad de todo el género humano con Dios y entre sí mismos. De esta convicción brotó la eclesiología de comunión del Concilio.
La Exhortación Apostólica Christifideles Laici nos precisa: “El ser miembros de la Iglesia no suprime el hecho de que cada cristiano sea un ser “único e irrepetible”, sino que garantiza y promueve el sentido más profundo de su unicidad e irrepetibilidad, en cuanto fuente de variedad y de riqueza para toda la Iglesia. En tal sentido, Dios llama a cada uno en Cristo por su nombre propio e inconfundible. El llamamiento del Señor: “Id también vosotros a mi viña”, se dirige a cada uno personalmente; y entonces resuena de este modo en la conciencia: “¡Ven también tú a mi viña!”.
“De esta manera cada uno, en su unicidad e irrepetibilidad, con su ser y con su obrar, se pone al servicio del crecimiento de la comunión eclesial; así como, por otra parte, recibe personalmente y hace suya la riqueza común de toda la Iglesia”. (ChL 28)
3. ¿Qué significa hablar de las vocaciones y qué debe procurar alcanzar?
Hablar de la vocación y de las vocaciones significa entonces hablar de la realidad más profunda de la persona. Cualquier tipo de vocación asumida en esta perspectiva, abre a un proyecto bello y noble de realización de la persona humana en sus más profundas aspiraciones: en el don de sí mismo, en la relación con los otros, en la transformación de la sociedad y del mundo, según el proyecto salvífico de Dios.
La acción vocacional debe procurar alcanzar a todas las personas, en todas las edades y a lo largo de toda la vida.
4. ¿De quién es tarea la promoción vocacional? ¿Sólo de unos pocos?
El Concilio Vaticano II nos ha dicho: “El deber de fomentar las vocaciones afecta a toda la comunidad cristiana, la cual ha de procurarlo ante todo con una vida plenamente cristiana.” (O.T. #2)
Y el Papa Juan Pablo II ha señalado repetidamente en sus mensajes: “Todos los miembros de la Iglesia, sin excluir ninguno, tienen la responsabilidad de cuidar las vocaciones” (Pastores dabo vobis #41).
5. ¿Por qué es importante buscar vocaciones? ¿Qué le pasaría a la Iglesia y a las congregaciones si no se buscan vocaciones?
La Iglesia, llamada por Dios, constituida en el mundo como comunidad de llamados («Ecclesia»), es a su vez instrumento del llamamiento de Dios. “La comunidad que toma conciencia de ser llamada, al mismo tiempo toma conciencia de que debe llamar continuamente. A través y a lo largo de ese llamamiento, en sus formas variadas, fluye también el apelo que viene de Dios”.
En este sentido, la Iglesia es madre de vocaciones, generadora y educadora de vocaciones. Con la fuerza del Espíritu las hace nacer y alimenta; procura que tengan una adecuada formación inicial y permanente y las acompañan a lo largo del camino.
La exhortación apostólica “Evangelii Nuntiandi” concibe la evangelización como la “dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda”.
Por esto no existe un sólo párrafo del Evangelio, o un encuentro o un diálogo, que no tenga una proyección vocacional, que no exprese, directa o indirectamente, una llamada por parte de Jesús.