Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Curso que tratará de ayudar a quienes quieren proseguir los eslabones de una cadena de amor iniciada entre Dios y el Fundador y ser protagonista de una etapa más de la historia de tu Congregación

Fecha: 16 de enero al 26 de marzo del 2012

Moderadores: Catholic.net, gache, marcela lombard, Moderadores Animadores

Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor gache » Lun Feb 27, 2012 11:26 pm

El siguiente texto nos puede ayudar a profundizar en el concepto de cultura vocacional que hemos tratado de definir para entender la importancia de este apostolado que debería de ser prioritario para cada congregación, comunidad y cada uno de sus miembros.

“Desde el punto de vista cristiano, el hombre se entiende desde su llamada. Se puede decir lo mismo de una manera académicamente más pulida: la antropología cristiana es una antropología de destino (Gesché). Es decir: se capta lo que verdaderamente es la persona humana si se contempla desde el proyecto creador de Dios: Dios tiene un sueño sobre cada uno de nosotros. La consumación más plena en esta vida consiste en realizar dicho sueño. He ahí la plenitud insuperable de la vida humana, su logro y perfección más alta.”31.

El hombre actual está polarizado, diría casi hechizado por alcanzar al propia autorrealización, es su aspiración más alta y casi única. Ésta se opone a la propuesta de la fe cristiana, que Jesucristo vino a enseñarnos y que podríamos denominar heterorrealización, es decir buscar hacer la voluntad del Padre (Jn 4, 34), de Alguien más que es importante y da sentido a nuestro existir.

La vocación es el pensamiento providente del Creador sobre cada creatura, es su idea-proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios, porque ama vivamente a la creatura. Dios-Padre quiere este designio distinto y específico para cada persona.

El ser humano, en efecto, es ‘llamado’ a la vida y al venir a la vida lleva y encuentra en sí la imagen de Aquél que le ha llamado. Vocación es la propuesta divina a realizarse según esta imagen y es única-singular-irrepetible precisamente porque tal imagen es inagotable. Toda criatura significa y es llamada a manifestar un aspecto particular del pensamiento de Dios. Ahí encuentra su nombre y su identidad; afirma y pone a seguro su libertad y su originalidad.

Si, pues, todo ser humano tiene su propia vocación desde el momento de su nacimiento, existen en la Iglesia y en el mundo diversas vocaciones que, mientras en el plano teológico manifiestan la imagen divina impresa en el hombre, a nivel pastoral-eclesial responden a las varias exigencias de la nueva evangelización, enriqueciendo la dinámica y la comunión eclesial.

Tanto el Juan Pablo II como Benedicto XVI expresan en diversos momentos el deseo de que se promueva una “nueva cultura vocacional en los jóvenes y en las familias.” Ella es una componente de la nueva evangelización. Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir.

En especial se hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente - la que algunos llaman ‘cultura de la muerte’ - tales como la gratitud, la acogida del misterio, el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez, de su apertura a la trascendencia, la disponibilidad a dejarse llamar por otro (o por Otro) y preguntar por la vida, la confianza en sí mismo y en el prójimo, la libertad de conmoverse ante el don recibido, el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida.

También forma parte de esta cultura vocacional la capacidad de soñar y anhelar, el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco, porque hace bella y auténtica la vida, el altruismo que no es sólo solidaridad de emergencia, sino que nace del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano.

A la cultura del ocio, que corre el peligro de perder de vista y anular los interrogantes serios en el montón de palabras, se opone una cultura capaz de encontrar valor y gusto por las grandes cuestiones, las que atañen al propio futuro: son las grandes preguntas, en efecto, las que hacen grandes incluso a las pequeñas respuestas. Pero son precisamente las pequeñas y cotidianas respuestas las que provocan las grandes decisiones, como la de la fe; o que crean cultura, como la de la vocación.

En todo caso, la cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro, para la Europa del 2000, sobre un modelo de hombre sin vocación. En efecto, dice el Papa: «La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación»32.

Precisamente esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto.

De esta forma dicha nueva cultura será verdadero y propio terreno de evangelización, donde podría nacer un nuevo modelo de hombre y florecer también una nueva santidad y nuevas vocaciones para la Europa del 2000. La escasez, en efecto, de vocaciones específicas, las vocaciones en plural, es, sobre todo, carencia de conciencia vocacional de la vida, la vocación en particular" o bien, carencia de cultura de la vocación. “Esta cultura llega a ser hoy, probablemente, el primer objetivo de la pastoral vocacional o, quizá, de la pastoral en general. ¿Qué pastoral es, en efecto, aquella que no cultiva la libertad de sentirse llamados por Dios, ni produce cambio de vida?”.

Hay un elemento sobre el cual es importante reflexionar: el reconocimiento de que la pastoral de las vocaciones se encuentra ante la exigencia de un cambio radical, de un «impacto» idóneo, de «un salto cualitativo», como el Papa recomendó en el discurso al final del Congreso sobre las vocaciones en Europa, ya mencionado anteriormente en la nota de pie de página. Todavía una vez más nos encontramos ante una convergencia evidente que ha de comprenderse en su significado auténtico, en este análisis de la situación que estamos proponiendo.

No se trata sólo de una invitación a reaccionar ante una sensación de cansancio o de desaliento por los escasos resultados; ni con estas palabras se pretende incitar a renovar simplemente ciertos métodos o a recuperar energía y entusiasmo, sino que, substancialmente se quiere indicar que la pastoral vocacional en Europa ha llegado a una encrucijada histórica, a un paso decisivo. Existe una historia, con una prehistoria, seguida de fases que se han sucedido lentamente a los largo de estos años, como estaciones naturales, y que ahora deben necesariamente avanzar hacia el estado «adulto» y maduro de la pastoral vocacional.

Por tanto, no se trata ni de subestimar el sentido de este paso, ni de culpar a nadie por lo que se haya hecho en el pasado; al contrario, nuestro propósito y el de toda la Iglesia es de sincero reconocimiento a aquellos hermanos y hermanas que, en condiciones verdaderamente difíciles, han ayudado con generosidad a tantos adolescentes a buscar y encontrar la propia vocación. De todas formas, en cualquier caso, se trata de comprender de una vez la orientación que Dios, Señor de la historia, está dando a nuestra historia, también a la rica historia de las vocaciones en Europa, hoy ante una encrucijada decisiva.

“- Si la pastoral de las vocaciones nació como emergencia debida a una situación de crisis e indigencia vocacional, hoy ya no puede concebirse con la misma precariedad y motivada por una coyuntura negativa; al contrario, aparece como expresión estable y coherente de la maternidad de la Iglesia, abierta al designio inescrutable de Dios, que siempre engendra vida en ella;

“- Si en un tiempo la promoción vocacional se orientaba exclusiva y principalmente a algunas vocaciones, ahora se debería dirigir cada vez más a la promoción de todas la vocaciones, porque en la Iglesia de Dios o se crece juntos o no crece ninguno;

“- Si en sus comienzos la pastoral vocacional trataba de circunscribir su campo de acción a algunas categorías de personas «los nuestros », los más próximos a los ambientes de Iglesia, o a aquellos que parecían manifestar inmediatamente un cierto interés, los más buenos y estimados, los que habían hecho ya una opción de fe, etc.), ahora se siente cada vez más la necesidad de extender con valor a todos, al menos en teoría, el anuncio y la propuesta vocacional, en nombre de aquel Dios que no hace acepción de personas, que elige a pecadores en un pueblo de pecadores, que hace un profeta de Amós, que no era hijo de profeta sino tan solo cultivador de sicómoros, que llama a Leví y entra en la casa de Zaqueo, que es capaz de hacer nacer incluso de las piedras hijos de Abraham (cfr. Mt 3,9);

“- Si anteriormente la actividad vocacional nacía en buena parte del miedo (a la desaparición, a la disminución) y de la pretensión de mantener determinados niveles de presencia o de obras, ahora el miedo, siempre pésimo consejero, cede el puesto a la esperanza cristiana, que nace de la fe y se proyecta hacia la novedad y el futuro de Dios;

“- Si una cierta animación vocacional es, o era, perennemente insegura y tímida, casi hasta aparecer en condiciones de inferioridad respecto a una cultura antivocacional, hoy hace auténtica promoción vocacional sólo quien está animado por la convicción de que toda persona, sin excluir a ninguna, es un don original de Dios que espera ser descubierto;

“- Si en otro tiempo el objetivo parecía ser el reclutamiento, o el método de propaganda, a menudo con resultados obtenidos forzando la libertad del individuo o con episodios de «competencia», ahora debe ser cada vez más claro que el fin es la ayuda a la persona para que sepa discernir el designio de Dios sobre su vida para la edificación de la Iglesia, y reconozca y realice en sí misma su propia verdad;

“- Si en época aún no muy lejana había quien se engañaba creyendo resolver la crisis vocacional con opciones discutibles, por ejemplo «importando vocaciones» de allende las fronteras (a menudo desarraigándolas de su ambiente), hoy nadie debería engañarse con resolver la crisis vocacional vagando de un lado a otro, porque el Señor continúa llamando en cada Iglesia y en cada lugar;

“- E igualmente, en la misma línea, el «cirineo vocacional», solícito y a menudo improvisador solitario, debería cada vez más pasar de una animación hecha con iniciativas y experiencias episódicas a una educación vocacional que se inspire en la seguridad de un método de acompañamiento comprobado para poder prestar una ayuda apropiada a quien está en búsqueda;

“- En consecuencia, el mismo animador vocacional debería llegar a ser cada vez más educador en la fe y formador de vocaciones, y la animación vocacional llegar a ser siempre más acción coral, de toda la comunidad, religiosa o parroquial, de todo el instituto o de toda la diócesis, de cada presbítero o consagrado o creyente, y para todas las vocaciones en cada fase de la vida;

“- Es tiempo, por fin, de que se pase decididamente de la «patología del cansancio» y de la resignación, que se justifica atribuyendo a la actual generación juvenil la causa única de la crisis vocacional, al valor de hacerse los interrogantes oportunos y ver los eventuales errores y fallos a fin de llegar a un ardiente nuevo impulso creativo de testimonio” (13 c).


Pequeño rebaño y misión grande…
Será la coherencia con la que se proceda en esta línea la que ayudará cada vez más a descubrir la dignidad de la pastoral vocacional y su natural posición de centralidad y síntesis en el ámbito pastoral. También aquí venimos de experiencias y concepciones que han corrido el riesgo de marginar, en algún modo, en el pasado, la misma pastoral de las vocaciones, considerándola como menos importante. Ésta a veces presenta un rostro no convincente de la Iglesia actual o es considerada como un sector de la pastoral teológicamente menos fundamentado que otros, consecuencia reciente de una situación crítica y contingente.

La pastoral vocacional vive, quizá, todavía en una situación de inferioridad, que, si por un lado puede dañar su imagen e indirectamente la eficacia de su acción, por otro puede llegar a ser también un contexto favorable para trazar y experimentar con creatividad y libertad, libertad incluso para equivocarse, nuevos caminos pastorales.

Sobre todo dicha situación puede recordar aquella otra «inferioridad» o pobreza de la que hablaba Jesús mirando al gentío que le seguía: «La mies es mucha, pero los obreros pocos» (Mt 9,37). Frente a la mies del Reino de Dios, frente a la mies de la nueva Europa y de la nueva evangelización, los «obreros» son y serán siempre pocos, «pequeño rebaño y misión grande», para que resalte mejor que la vocación es iniciativa de Dios, don del Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Actitudes vocacionales de fondo…


“Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar ‘actitudes vocacionales de fondo’, que originan una auténtica cultura vocacional. Estas actitudes son: la formación de las conciencias, la sensibilidad ante los valores espirituales y morales, la promoción y defensa de los ideales de la fraternidad humana, del carácter sagrado de la vida humana, de la solidaridad social y del orden civil”. Así se expresaba Juan Pablo II en el mensaje con motivo de la 30ª Jornada mundial de oración por las vocaciones de 1993. Quizá fuera la primera vez que Juan Pablo II empleara varias de las expresiones que aparecen en este texto: Actitudes vocacionales de fondo y cultura vocacional, y que después se han repetido sin cesar.

El Papa en sus abundantes documentos nos brinda de vez en cuando algunas intuiciones que sintetizan magníficamente una situación social, una necesidad humana, un ideal oculto en lo profundo del hombre, una relación imprevista, una interpretación llamativa de un texto bíblico. Al hablar de actitudes vocacionales de fondo, Juan Pablo II apela a realidades de “fundamento”, pues sin su aceptación y vivencia, el hombre quedaría, y seguramente se sentiría, desfondado. ¿Está advirtiendo el Papa del peligro que corre el hombre actual de quedar desfondado? Lo que sí es cierto es que sin esos principios no cabe una cultura vocacional, no puede prender planta alguna “cristiana” ni auténticamente humana.

Si la cultura es la forma de pensar, valorar y vivir de un pueblo o grupo humano y por diversos motivos las actitudes vocacionales de fondo de que habla el mensaje no están presentes, es imposible que haya una cultura vocacional, es decir, que se entienda la vida como un don; que se acepte que la autorrealización no debe ser la única y suma aspiración de la persona y que ésta deba admitir en su fuero interno el susurro de la heterorrealización, o sea, admitir la presencia de Dios en la propia vida el cual le va marcando el ritmo; que el otro no sea un medio para mí, sino un fin al que me debo y entrego.

El documento Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa habla de que la nueva cultura vocacional “es una componente de la nueva evangelización”.

Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir. En especial hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente (‘cultura de la muerte’, según algunos), tales como:

la gratitud,
la acogida del misterio,
el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez,
de su apertura a la trascendencia,
la disponibilidad a dejarse llamar por otro (u Otro) y preguntar por la vida,
la confianza en sí mismo y en el prójimo,
la libertad de conmoverse ante el don recibido,
el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida” (NVNE 13 b).

El tema de la cultura vocacional empapa el pensamiento de Juan Pablo II. Podría definirse como “un esquema coherente de valores, actitudes y modos de actuar que se refleja en la vida de una comunidad o sociedad” (P. Kevin Doran). Una cultura vocacional se desarrolla cuando una comunidad empieza a darse cuenta cada vez más de que la vida no es sólo una casualidad, sino un don que hemos recibido de Dios y que por su naturaleza requiere una respuesta generosa de parte de cada uno.

El amor de Dios que acompaña el don se convierte en la razón de lo que somos y de lo que hacemos y lleva al compromiso por la imitación de Cristo en la oración diaria, en el amor recíproco y en la justicia hacia los demás.

La cultura vocacional comprende también compromisos más específicos y más radicales como el matrimonio cristiano, el sacerdocio y la vida consagrada, en armonía con la diversidad de los dones que cada persona ha recibido.

Conocer el mundo del adolescente…

Si en este momento intentamos acercarnos al mundo adolescente-joven es para que los agentes de pastoral vocacional, que deberíamos ser todos, cuenten con la cruda realidad, pues toda pastoral ha de comenzar por levantar un “plano de situación”, conocer el “material” con que va a trabajar.

No es el mundo de los adolescentes-jóvenes un mundo aparte desgajado de la sociedad en conjunto. Si debe afirmarse que cada cual es últimamente responsable de sí mismo, también debe admitirse que todos nos condicionamos y ejercemos influencias múltiples sobre los demás. Por esto, considerar el mundo de los adolescentes-jóvenes como una realidad surgida espontáneamente o que se ha formado por arte de magia, es lo mismo que renunciar al análisis, o escabullirse de la responsabilidad que cada cual, personas individuales o instancias sociales, pueda tener. Por esto, lo que se atribuye al mundo juvenil, en mayor o menor medida, lo encontramos en la sociedad de los adultos, de los que los jóvenes son una réplica, condicionada tantas veces por su dependencia económica.

Dicho esto, mi intención es poner de relieve algunos rasgos de los actuales adolescentes-jóvenes de nuestro entorno. Quizá esto pueda ayudar a trabajar con ellos y a comprender un poco mejor el estado actual de las vocaciones.

La mentalidad ‘posmoderna” ha influido profundamente en la forma de vivir y pensar del hombre europeo de los últimos lustros; incluso más, ha empapado sus costumbres, sus relaciones y sus proyectos de futuro. Por supuesto, también los adolescentes-jóvenes se han visto afectados por estas tibias bocanadas posmodernas. La mentalidad posmoderna no ha sido sólo una “catástrofe” para la sociedad actual, para la Iglesia o para la vida religiosa. También ha traído cosas positivas; por ejemplo, la desmitificación de muchos dogmatismos y grandes “relatos” que se admitían por inercia. Sin embargo, a continuación nos fijamos en unos rasgos revestidos más bien de negatividad.

Veamos algunos de los rasgos de muchos de nuestros adolescentes-jóvenes:

Presentismo, como sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Estrujar el momento presente y el placer que pueda encerrar. En consecuencia,
Miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en
· El deseo de tener éxito,
· El deseo de tener el mayor número de experiencias posible,
· El deseo de gozar de la vida.


Secularismo: Negación, como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. La hipótesis “Dios” carece de sentido planteársela, y con ella todas las realidades de índole espiritual. Debe negarse entidad a cuanto exceda lo puramente experimental. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar. Es decir, secularismo que, con diversos matices, se convierte en un materialismo.

Indiferentismo,como actitud práctica ante los valores religiosos e indiferencia ante los valores éticos como expresión de un cómodo individualismo llevado al campo de la religión y de la moral.

Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto –“me lo pide el cuerpo”–; en ocasiones el genérico molestar o no al otro se convierte en criterio de moralidad o de acción.

Ni una pintura del adolescente-joven quedaría terminada con estos trazos, ni todos los adolescentes-jóvenes pueden incluirse en el boceto anterior, pero esas pinceladas deben tenerse en cuenta en todo acercamiento pastoral al mundo juvenil y, por extensión, a todos los grupos con que se trabaje o intente entrar en contacto.

Llegados a este punto nos planteamos una pregunta: ¿Cómo es posible que en unos cuantos años, en dos o tres decenios, se haya producido un vuelco tan significativo en nuestra sociedad y, por consiguiente, en el sector de los adolescentes-jóvenes? Para responder a esta cuestión lo mejor es acudir a los sociólogos que han estudiado el tema.

“En una de sus novelas [San Camilo, 1936] Cela nos ofrece un diálogo entre una madre y sus hijas que hace cincuenta años resultaba perfectamente verosímil:

¿Habéis ido a misa?
Sí, madre.
A ver, ¿de qué color tenía la casulla el cura?
¿La casulla?
Pues claro que la casulla, ¡no va a ser la camiseta! A ver, ¿de qué color era?

... La señora Lupe, cuando se entera de que sus hijas no han ido a misa, no las llama ateas o herejes o descreídas, sino guarras…33. Cada cual habla el español como le da la gana, que para eso es de todos” (Luis González Carvajal, Evangelizar en un mundo postcristiano, 156).

Por supuesto que hoy nadie en nuestro ambiente aprobaría el procedimiento de la señora Lupe, pero la cita nos da idea de la mentalidad existente hace años y de cómo la familia se preocupaba, a su modo, de transmitir unas formas de actuar, de socializar la práctica religiosa.

Hace cincuenta años –y menos– la educación religiosa comenzaba en la familia. Actualmente los niños que están llegando a la escuela o al colegio son los primeros hijos de los que Rosa Aparicio ha llamado ‘madres secularizadas’, incapaces de transmitir fervores religiosos; niños que no han rezado nunca, que no saben rezar.

La incultura religiosa cristiana hoy es extensa, por cuanto afecta a gran parte de la sociedad española; y profunda, porque se está perdiendo o ha perdido el valor o significado de los símbolos religiosos cristianos que en muchos casos se interpretan como meros hechos o vestigios folclóricos, o como ritos “bonitos” en los que no se vislumbra el Espíritu.

Javier Elzo, en su obra Jóvenes españoles y vocación, mantiene la convicción de que la socialización religiosa en España ha fallado y está fallando, porque ha quebrado la célula fundamental de socialización, la familia; y la Iglesia, entre otras instancias, además de estar muy poco valorada socialmente, no ha sabido transmitir a las jóvenes generaciones su mensaje. Si, en efecto, a la pregunta dónde se dicen, para ti, las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo, el 53% responde que en la familia; y a la pregunta quién ha influido más en que tengas las ideas y postura en el terreno religioso que ahora tienes, un 66% lo atribuye a la familia, es patente que para valorar la situación religiosa de los adolescentes-jóvenes necesariamente haya que pensar en la institución familiar.

Puede parecer desalentadora la pintura sobre la situación de adolescentes-jóvenes, pero es preciso, sin caer en derrotismos, conocer grosso modo los datos que aportan los sociólogos; porque es en esta tierra donde hay que sembrar las “actitudes vocacionales de fondo” y lograr implantar la “nueva cultura vocacional” como una válida y actual forma de evangelización.

Cómo crear esta cultura vocacional…

Los documentos magisteriales, incluidas las intervenciones del Papa, al hablar de la vocación o vocaciones, ponen la mira fundamentalmente en las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal, pero implícitamente sitúan estas vocaciones específicas en un contexto más amplio, el eclesial o incluso el de la humanidad, considerada con ojos creyentes. Por esto la expresión cultura vocacional parece reducirse en ocasiones en su significación originaria.

Cuando se plantea la cuestión “cómo crear una nueva cultura vocacional” se está reconociendo implícitamente que nuestra cultura actual no ofrece las condiciones apropiadas para que el ser humano viva “vocacionado”. El hombre moderno ha perdido una serie de actitudes y valores, lo que le impide vivir con autenticidad su humanidad; y volver a conseguir esta humanidad sería la primera aspiración. Al tratar de “crear una nueva cultura vocacional” se quiere lograr una cultura que permita al hombre moderno

volverse a encontrar a sí mismo, para lo cual es preciso cultivar la capacidad de interiorización. El viejo consejo griego “conócete a ti mismo” o la petición agustiniana “conózcame a mí, conózcate a Ti” (Soliloquios II, 1) son felices expresiones de la actitud que debe conseguir el hombre actual;
recuperar los valores superiores de34:
amor
amistad
oración y contemplación
agradecimiento, gratuidad, confianza
responsabilidad

Podemos arriesgarnos a diseñar un procedimiento para lograr crear la nueva cultura vocacional.

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Esta búsqueda de sentido y deseo de encontrar la verdad se convierte en el pensamiento de Juan Pablo II, al que siguen otros muchos autores, en un principio antropológico; es decir, el hombre como tal busca el significado de sí mismo y de su propia vida y aspira a conocer y poseer la verdad. Con esta actitud Juan Pablo II se pone en línea con las grandes corrientes religiosas de la historia de la humanidad, pues en el Avesta, los Vedas y los Tripitakas (libros del parsismo, hinduismo y budismo respectivamente) recorren sus páginas las preguntas universales de fondo: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida? ¿Qué significa el sufrimiento? [Enrique Rojas]. Pero estos mismos interrogantes afloran en la pintura simbolista de Paul Gauguin, en su gran obra ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?

Por esto, los adolescentes y jóvenes –todo hombre sincero– se sienten insatisfechos ante conquistas efímeras, pues existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; están a la escucha de que alguien les llame por su “nombre”. “La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación.”35

“Esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto” (NVNE 13 b).

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización. “La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro (…) sobre un modelo de hombre sin vocación” (Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa, 13 b).

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una “cultura vocacional” auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

Aunque no es fácil delimitar los pasos del procedimiento señalado, nos arriesgamos a seguir marcando líneas de acción referidas al tercer paso. En otras palabras, vamos a sugerir, guiados por los documentos de los Congresos sobre vocaciones de Europa y América, una serie de acciones para conseguir la nueva cultura vocacional.

Además de esos pasos, ¿qué más podemos hacer para conseguir una nueva cultura vocacional? De forma muy sintetizada, he aquí, según los documentos aludidos, cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: “La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre”.
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos –acciones–siguientes:

Sembrar: “Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano”.
Acompañar: “Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús”.
Educar:“Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos”.
Formar: “Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino”.
Discernir: “A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión”.

Una orientación…


Los documentos que hemos citado aconsejan “unir más directamente todo el proceso del discernimiento de la vocación y la llamada a proyectos concretos de servicio que encarnen aquí y ahora la misión de la Iglesia y que respondan a las necesidades acuciantes y reales del mundo. Los jóvenes deberían ser invitados a compartir esta misión, independientemente del hecho que hayan mostrado o no un interés formal por el ministerio ordenado o la vida consagrada.

“De esta manera, el proyecto misioneromismo llega a ser el lugar privilegiado del discernimiento vocacional de la persona, más que sus particulares predisposiciones. Esto lleva a pasar de un modelo de ‘candidatura’ basado sobre el deseo de la persona a llegar a ser presbítero, religioso o religiosa, al modelo en el que el compromiso compartido en una tarea concreta de la Iglesia lleva de otra manera a identificar, en un potencial candidato, los dones y la capacidad de entrega que le sugieran que tal vez Dios le esté llamando a un compromiso definitivo y permanente en la Iglesia.

“Este modelo influye también en el modo de comprender todo el proceso de la formación del seminario o de la casa de formación, como también el periodo de discernimiento vocacional. Se trata de un “aprendizaje” en el que los candidatos, tanto a la vida religiosa como sacerdotal, viven por un año o dos la vida y misión de la diócesis o comunidad y, a partir de esta experiencia, se les invita a emprender una formación espiritual y teológica más intensa para prepararse a un compromiso que dure toda la vida”37

¿Qué reflexiones pueden hacerse a partir de este texto?

La necesidad de compartir con los adolescentes-jóvenes actividades y proyectos de servicio en ministerios de “frontera” (pobreza, marginación, enfermedad…) o que sean expresión de algunos valores cotizados a la alta en el mundo actual, especialmente el juvenil (pacifismo, ecologismo, igualdad de las personas, sentido de la justicia…) independientemente de su “credo” o interés explícito por una vocación específica.

La misión “ad gentes”quizá sea el clima más indicado para compartir proyectos y actividades y donde más fácilmente el joven puede dar cauce a su laudable deseo de servir.

Como toda vocación entraña una misión, es decir, todo llamado es llamado en y por la Iglesia para desempeñar una misión, de lo que se trata en este proceso es de interpelar al joven que generosamente se está entregando: ¿Por qué sólo un año o dos y no más o toda la vida? Es decir, de la acción se procura que el joven pase a la reflexión; de la entrega de hecho en el tiempo se pase a la pregunta por el sentido de la entrega sin medida y definitiva. En este proceso “sentir con” la Iglesia es fundamental y el cambio de perspectiva es profundo: no soy yo quien quiero ser ministro ordenado o religioso; es el mundo el que me necesita y es la Iglesia la que me llama. “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante” (Jn 15, 16).

A la luz de esta dinámica vocacional es evidente que adquiere una importancia singular el llamado voluntariadoque tal vez se está explotando poco en su vertiente estrictamente religiosa y se está quedando en una forma loable de ayudar o servir a necesitados en una u otra parte del mundo. ¿Por qué no fomentar el voluntariado y convertirlo en un terreno de promoción de vocaciones a la vida consagrada o al ministerio ordenado?

Puede que el peso de la tradición dificulte tanto este tipo de pastoral vocacional como el proceso de formación de las vocaciones que de ella emergieran. Pero no cabe la menor duda de que esta vena está todavía sin explotar y, teniendo en cuenta la distancia en que se mueven los adolescentes-jóvenes respecto a quienes pueden incidir en su vida, como pueden ser, por ejemplo, otros consagrados, en algunos ambientes puede ser una fórmula, quizá la única, de poder hacer la propuesta vocacional.

NOTAS
31 Gabino Uríbarri, Elementos para la construcción de una cultura vocacional, Todos uno 143, 2000, pág. 79s.

32 Juan Pablo II, Discurso a los participantes al Congreso sobre las vocaciones en Europa, en «L´Osservatore Romano », 11.V1.997, n.4.

33 Aquí el escritor español Camilo José Cela pone otros sustantivos muy bajos, que por respeto al lector no he querido transcribir.

34 Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la 30ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 1993, 2.

35 Juan Pablo II, Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 4; mensaje para la 38ª jornada mundial de oración por las vocaciones, 1 – 2.

36 Algunas referencias a este aspecto de la oración las encontramos en los siguientes documentos del Pontificado de Juan Pablo II: Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 2; Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 2004, 5; Mensaje 41ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2004.

37 III Congreso continentale sulle vocazioni al ministero ordinato e alla vita consacrata in Nord America: Conversione, discernimento e missione, p. 94. Ed. Rogate, Roma, 2003.


Participación en el Foro

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad

Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :

- Una cultura vocacional
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993

- Nuevas vocaciones para una nueva Europa
La nueva evangelización debe reanunciar el sentido fuerte de la vida como "vocación".

- Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional
Carta del Papa Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor mariaines » Mar Feb 28, 2012 12:09 pm

Participación en el Foro

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
La capacidad de soñar y anhelar, el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco, porque hace bella y auténtica la vida, el altruismo que no es sólo solidaridad de emergencia, sino que nace del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano, la capacidad de reflexion y critica, la sed de espiritualidad pero por otro lado la indecision, la inconstancia, el temor al para siempre, la duda al dar el paso definitivo, el consumismo, el relativismo, la indiferencia en algunos casos, el bombardeo de los medios de comunicacion entre otros.

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. El organizar algún retir o momento de oracion en base a estas preguntas: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida? ¿Qué significa el sufrimiento?
“Esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto” (NVNE 13 b).

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización. “La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro (…) sobre un modelo de hombre sin vocación” (Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa, 13 b).

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una “cultura vocacional” auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

Cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: “La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre”.
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos –acciones–siguientes:

Sembrar: “Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano”.
Acompañar: “Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús”.
Educar:“Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos”.
Formar: “Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino”.
Discernir: “A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión”.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor lore oliva » Mar Feb 28, 2012 7:20 pm

Hola, desde la semana pasada me llego el tema 4 y hoy llego el 7, veo en la pagina que están el 5 y 6, ¿aquí como le hago? respondo en cada apartado o pongo mis respuestas en el 7
Gracias.
Edna Oliva











gache escribió:El siguiente texto nos puede ayudar a profundizar en el concepto de cultura vocacional que hemos tratado de definir para entender la importancia de este apostolado que debería de ser prioritario para cada congregación, comunidad y cada uno de sus miembros.

“Desde el punto de vista cristiano, el hombre se entiende desde su llamada. Se puede decir lo mismo de una manera académicamente más pulida: la antropología cristiana es una antropología de destino (Gesché). Es decir: se capta lo que verdaderamente es la persona humana si se contempla desde el proyecto creador de Dios: Dios tiene un sueño sobre cada uno de nosotros. La consumación más plena en esta vida consiste en realizar dicho sueño. He ahí la plenitud insuperable de la vida humana, su logro y perfección más alta.”31.

El hombre actual está polarizado, diría casi hechizado por alcanzar al propia autorrealización, es su aspiración más alta y casi única. Ésta se opone a la propuesta de la fe cristiana, que Jesucristo vino a enseñarnos y que podríamos denominar heterorrealización, es decir buscar hacer la voluntad del Padre (Jn 4, 34), de Alguien más que es importante y da sentido a nuestro existir.

La vocación es el pensamiento providente del Creador sobre cada creatura, es su idea-proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios, porque ama vivamente a la creatura. Dios-Padre quiere este designio distinto y específico para cada persona.

El ser humano, en efecto, es ‘llamado’ a la vida y al venir a la vida lleva y encuentra en sí la imagen de Aquél que le ha llamado. Vocación es la propuesta divina a realizarse según esta imagen y es única-singular-irrepetible precisamente porque tal imagen es inagotable. Toda criatura significa y es llamada a manifestar un aspecto particular del pensamiento de Dios. Ahí encuentra su nombre y su identidad; afirma y pone a seguro su libertad y su originalidad.

Si, pues, todo ser humano tiene su propia vocación desde el momento de su nacimiento, existen en la Iglesia y en el mundo diversas vocaciones que, mientras en el plano teológico manifiestan la imagen divina impresa en el hombre, a nivel pastoral-eclesial responden a las varias exigencias de la nueva evangelización, enriqueciendo la dinámica y la comunión eclesial.

Tanto el Juan Pablo II como Benedicto XVI expresan en diversos momentos el deseo de que se promueva una “nueva cultura vocacional en los jóvenes y en las familias.” Ella es una componente de la nueva evangelización. Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir.

En especial se hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente - la que algunos llaman ‘cultura de la muerte’ - tales como la gratitud, la acogida del misterio, el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez, de su apertura a la trascendencia, la disponibilidad a dejarse llamar por otro (o por Otro) y preguntar por la vida, la confianza en sí mismo y en el prójimo, la libertad de conmoverse ante el don recibido, el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida.

También forma parte de esta cultura vocacional la capacidad de soñar y anhelar, el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco, porque hace bella y auténtica la vida, el altruismo que no es sólo solidaridad de emergencia, sino que nace del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano.

A la cultura del ocio, que corre el peligro de perder de vista y anular los interrogantes serios en el montón de palabras, se opone una cultura capaz de encontrar valor y gusto por las grandes cuestiones, las que atañen al propio futuro: son las grandes preguntas, en efecto, las que hacen grandes incluso a las pequeñas respuestas. Pero son precisamente las pequeñas y cotidianas respuestas las que provocan las grandes decisiones, como la de la fe; o que crean cultura, como la de la vocación.

En todo caso, la cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro, para la Europa del 2000, sobre un modelo de hombre sin vocación. En efecto, dice el Papa: «La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación»32.

Precisamente esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto.

De esta forma dicha nueva cultura será verdadero y propio terreno de evangelización, donde podría nacer un nuevo modelo de hombre y florecer también una nueva santidad y nuevas vocaciones para la Europa del 2000. La escasez, en efecto, de vocaciones específicas, las vocaciones en plural, es, sobre todo, carencia de conciencia vocacional de la vida, la vocación en particular" o bien, carencia de cultura de la vocación. “Esta cultura llega a ser hoy, probablemente, el primer objetivo de la pastoral vocacional o, quizá, de la pastoral en general. ¿Qué pastoral es, en efecto, aquella que no cultiva la libertad de sentirse llamados por Dios, ni produce cambio de vida?”.

Hay un elemento sobre el cual es importante reflexionar: el reconocimiento de que la pastoral de las vocaciones se encuentra ante la exigencia de un cambio radical, de un «impacto» idóneo, de «un salto cualitativo», como el Papa recomendó en el discurso al final del Congreso sobre las vocaciones en Europa, ya mencionado anteriormente en la nota de pie de página. Todavía una vez más nos encontramos ante una convergencia evidente que ha de comprenderse en su significado auténtico, en este análisis de la situación que estamos proponiendo.

No se trata sólo de una invitación a reaccionar ante una sensación de cansancio o de desaliento por los escasos resultados; ni con estas palabras se pretende incitar a renovar simplemente ciertos métodos o a recuperar energía y entusiasmo, sino que, substancialmente se quiere indicar que la pastoral vocacional en Europa ha llegado a una encrucijada histórica, a un paso decisivo. Existe una historia, con una prehistoria, seguida de fases que se han sucedido lentamente a los largo de estos años, como estaciones naturales, y que ahora deben necesariamente avanzar hacia el estado «adulto» y maduro de la pastoral vocacional.

Por tanto, no se trata ni de subestimar el sentido de este paso, ni de culpar a nadie por lo que se haya hecho en el pasado; al contrario, nuestro propósito y el de toda la Iglesia es de sincero reconocimiento a aquellos hermanos y hermanas que, en condiciones verdaderamente difíciles, han ayudado con generosidad a tantos adolescentes a buscar y encontrar la propia vocación. De todas formas, en cualquier caso, se trata de comprender de una vez la orientación que Dios, Señor de la historia, está dando a nuestra historia, también a la rica historia de las vocaciones en Europa, hoy ante una encrucijada decisiva.

“- Si la pastoral de las vocaciones nació como emergencia debida a una situación de crisis e indigencia vocacional, hoy ya no puede concebirse con la misma precariedad y motivada por una coyuntura negativa; al contrario, aparece como expresión estable y coherente de la maternidad de la Iglesia, abierta al designio inescrutable de Dios, que siempre engendra vida en ella;

“- Si en un tiempo la promoción vocacional se orientaba exclusiva y principalmente a algunas vocaciones, ahora se debería dirigir cada vez más a la promoción de todas la vocaciones, porque en la Iglesia de Dios o se crece juntos o no crece ninguno;

“- Si en sus comienzos la pastoral vocacional trataba de circunscribir su campo de acción a algunas categorías de personas «los nuestros », los más próximos a los ambientes de Iglesia, o a aquellos que parecían manifestar inmediatamente un cierto interés, los más buenos y estimados, los que habían hecho ya una opción de fe, etc.), ahora se siente cada vez más la necesidad de extender con valor a todos, al menos en teoría, el anuncio y la propuesta vocacional, en nombre de aquel Dios que no hace acepción de personas, que elige a pecadores en un pueblo de pecadores, que hace un profeta de Amós, que no era hijo de profeta sino tan solo cultivador de sicómoros, que llama a Leví y entra en la casa de Zaqueo, que es capaz de hacer nacer incluso de las piedras hijos de Abraham (cfr. Mt 3,9);

“- Si anteriormente la actividad vocacional nacía en buena parte del miedo (a la desaparición, a la disminución) y de la pretensión de mantener determinados niveles de presencia o de obras, ahora el miedo, siempre pésimo consejero, cede el puesto a la esperanza cristiana, que nace de la fe y se proyecta hacia la novedad y el futuro de Dios;

“- Si una cierta animación vocacional es, o era, perennemente insegura y tímida, casi hasta aparecer en condiciones de inferioridad respecto a una cultura antivocacional, hoy hace auténtica promoción vocacional sólo quien está animado por la convicción de que toda persona, sin excluir a ninguna, es un don original de Dios que espera ser descubierto;

“- Si en otro tiempo el objetivo parecía ser el reclutamiento, o el método de propaganda, a menudo con resultados obtenidos forzando la libertad del individuo o con episodios de «competencia», ahora debe ser cada vez más claro que el fin es la ayuda a la persona para que sepa discernir el designio de Dios sobre su vida para la edificación de la Iglesia, y reconozca y realice en sí misma su propia verdad;

“- Si en época aún no muy lejana había quien se engañaba creyendo resolver la crisis vocacional con opciones discutibles, por ejemplo «importando vocaciones» de allende las fronteras (a menudo desarraigándolas de su ambiente), hoy nadie debería engañarse con resolver la crisis vocacional vagando de un lado a otro, porque el Señor continúa llamando en cada Iglesia y en cada lugar;

“- E igualmente, en la misma línea, el «cirineo vocacional», solícito y a menudo improvisador solitario, debería cada vez más pasar de una animación hecha con iniciativas y experiencias episódicas a una educación vocacional que se inspire en la seguridad de un método de acompañamiento comprobado para poder prestar una ayuda apropiada a quien está en búsqueda;

“- En consecuencia, el mismo animador vocacional debería llegar a ser cada vez más educador en la fe y formador de vocaciones, y la animación vocacional llegar a ser siempre más acción coral, de toda la comunidad, religiosa o parroquial, de todo el instituto o de toda la diócesis, de cada presbítero o consagrado o creyente, y para todas las vocaciones en cada fase de la vida;

“- Es tiempo, por fin, de que se pase decididamente de la «patología del cansancio» y de la resignación, que se justifica atribuyendo a la actual generación juvenil la causa única de la crisis vocacional, al valor de hacerse los interrogantes oportunos y ver los eventuales errores y fallos a fin de llegar a un ardiente nuevo impulso creativo de testimonio” (13 c).


Pequeño rebaño y misión grande…
Será la coherencia con la que se proceda en esta línea la que ayudará cada vez más a descubrir la dignidad de la pastoral vocacional y su natural posición de centralidad y síntesis en el ámbito pastoral. También aquí venimos de experiencias y concepciones que han corrido el riesgo de marginar, en algún modo, en el pasado, la misma pastoral de las vocaciones, considerándola como menos importante. Ésta a veces presenta un rostro no convincente de la Iglesia actual o es considerada como un sector de la pastoral teológicamente menos fundamentado que otros, consecuencia reciente de una situación crítica y contingente.

La pastoral vocacional vive, quizá, todavía en una situación de inferioridad, que, si por un lado puede dañar su imagen e indirectamente la eficacia de su acción, por otro puede llegar a ser también un contexto favorable para trazar y experimentar con creatividad y libertad, libertad incluso para equivocarse, nuevos caminos pastorales.

Sobre todo dicha situación puede recordar aquella otra «inferioridad» o pobreza de la que hablaba Jesús mirando al gentío que le seguía: «La mies es mucha, pero los obreros pocos» (Mt 9,37). Frente a la mies del Reino de Dios, frente a la mies de la nueva Europa y de la nueva evangelización, los «obreros» son y serán siempre pocos, «pequeño rebaño y misión grande», para que resalte mejor que la vocación es iniciativa de Dios, don del Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Actitudes vocacionales de fondo…


“Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar ‘actitudes vocacionales de fondo’, que originan una auténtica cultura vocacional. Estas actitudes son: la formación de las conciencias, la sensibilidad ante los valores espirituales y morales, la promoción y defensa de los ideales de la fraternidad humana, del carácter sagrado de la vida humana, de la solidaridad social y del orden civil”. Así se expresaba Juan Pablo II en el mensaje con motivo de la 30ª Jornada mundial de oración por las vocaciones de 1993. Quizá fuera la primera vez que Juan Pablo II empleara varias de las expresiones que aparecen en este texto: Actitudes vocacionales de fondo y cultura vocacional, y que después se han repetido sin cesar.

El Papa en sus abundantes documentos nos brinda de vez en cuando algunas intuiciones que sintetizan magníficamente una situación social, una necesidad humana, un ideal oculto en lo profundo del hombre, una relación imprevista, una interpretación llamativa de un texto bíblico. Al hablar de actitudes vocacionales de fondo, Juan Pablo II apela a realidades de “fundamento”, pues sin su aceptación y vivencia, el hombre quedaría, y seguramente se sentiría, desfondado. ¿Está advirtiendo el Papa del peligro que corre el hombre actual de quedar desfondado? Lo que sí es cierto es que sin esos principios no cabe una cultura vocacional, no puede prender planta alguna “cristiana” ni auténticamente humana.

Si la cultura es la forma de pensar, valorar y vivir de un pueblo o grupo humano y por diversos motivos las actitudes vocacionales de fondo de que habla el mensaje no están presentes, es imposible que haya una cultura vocacional, es decir, que se entienda la vida como un don; que se acepte que la autorrealización no debe ser la única y suma aspiración de la persona y que ésta deba admitir en su fuero interno el susurro de la heterorrealización, o sea, admitir la presencia de Dios en la propia vida el cual le va marcando el ritmo; que el otro no sea un medio para mí, sino un fin al que me debo y entrego.

El documento Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa habla de que la nueva cultura vocacional “es una componente de la nueva evangelización”.

Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir. En especial hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente (‘cultura de la muerte’, según algunos), tales como:

la gratitud,
la acogida del misterio,
el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez,
de su apertura a la trascendencia,
la disponibilidad a dejarse llamar por otro (u Otro) y preguntar por la vida,
la confianza en sí mismo y en el prójimo,
la libertad de conmoverse ante el don recibido,
el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida” (NVNE 13 b).

El tema de la cultura vocacional empapa el pensamiento de Juan Pablo II. Podría definirse como “un esquema coherente de valores, actitudes y modos de actuar que se refleja en la vida de una comunidad o sociedad” (P. Kevin Doran). Una cultura vocacional se desarrolla cuando una comunidad empieza a darse cuenta cada vez más de que la vida no es sólo una casualidad, sino un don que hemos recibido de Dios y que por su naturaleza requiere una respuesta generosa de parte de cada uno.

El amor de Dios que acompaña el don se convierte en la razón de lo que somos y de lo que hacemos y lleva al compromiso por la imitación de Cristo en la oración diaria, en el amor recíproco y en la justicia hacia los demás.

La cultura vocacional comprende también compromisos más específicos y más radicales como el matrimonio cristiano, el sacerdocio y la vida consagrada, en armonía con la diversidad de los dones que cada persona ha recibido.

Conocer el mundo del adolescente…

Si en este momento intentamos acercarnos al mundo adolescente-joven es para que los agentes de pastoral vocacional, que deberíamos ser todos, cuenten con la cruda realidad, pues toda pastoral ha de comenzar por levantar un “plano de situación”, conocer el “material” con que va a trabajar.

No es el mundo de los adolescentes-jóvenes un mundo aparte desgajado de la sociedad en conjunto. Si debe afirmarse que cada cual es últimamente responsable de sí mismo, también debe admitirse que todos nos condicionamos y ejercemos influencias múltiples sobre los demás. Por esto, considerar el mundo de los adolescentes-jóvenes como una realidad surgida espontáneamente o que se ha formado por arte de magia, es lo mismo que renunciar al análisis, o escabullirse de la responsabilidad que cada cual, personas individuales o instancias sociales, pueda tener. Por esto, lo que se atribuye al mundo juvenil, en mayor o menor medida, lo encontramos en la sociedad de los adultos, de los que los jóvenes son una réplica, condicionada tantas veces por su dependencia económica.

Dicho esto, mi intención es poner de relieve algunos rasgos de los actuales adolescentes-jóvenes de nuestro entorno. Quizá esto pueda ayudar a trabajar con ellos y a comprender un poco mejor el estado actual de las vocaciones.

La mentalidad ‘posmoderna” ha influido profundamente en la forma de vivir y pensar del hombre europeo de los últimos lustros; incluso más, ha empapado sus costumbres, sus relaciones y sus proyectos de futuro. Por supuesto, también los adolescentes-jóvenes se han visto afectados por estas tibias bocanadas posmodernas. La mentalidad posmoderna no ha sido sólo una “catástrofe” para la sociedad actual, para la Iglesia o para la vida religiosa. También ha traído cosas positivas; por ejemplo, la desmitificación de muchos dogmatismos y grandes “relatos” que se admitían por inercia. Sin embargo, a continuación nos fijamos en unos rasgos revestidos más bien de negatividad.

Veamos algunos de los rasgos de muchos de nuestros adolescentes-jóvenes:

Presentismo, como sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Estrujar el momento presente y el placer que pueda encerrar. En consecuencia,
Miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en
· El deseo de tener éxito,
· El deseo de tener el mayor número de experiencias posible,
· El deseo de gozar de la vida.


Secularismo: Negación, como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. La hipótesis “Dios” carece de sentido planteársela, y con ella todas las realidades de índole espiritual. Debe negarse entidad a cuanto exceda lo puramente experimental. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar. Es decir, secularismo que, con diversos matices, se convierte en un materialismo.

Indiferentismo,como actitud práctica ante los valores religiosos e indiferencia ante los valores éticos como expresión de un cómodo individualismo llevado al campo de la religión y de la moral.

Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto –“me lo pide el cuerpo”–; en ocasiones el genérico molestar o no al otro se convierte en criterio de moralidad o de acción.

Ni una pintura del adolescente-joven quedaría terminada con estos trazos, ni todos los adolescentes-jóvenes pueden incluirse en el boceto anterior, pero esas pinceladas deben tenerse en cuenta en todo acercamiento pastoral al mundo juvenil y, por extensión, a todos los grupos con que se trabaje o intente entrar en contacto.

Llegados a este punto nos planteamos una pregunta: ¿Cómo es posible que en unos cuantos años, en dos o tres decenios, se haya producido un vuelco tan significativo en nuestra sociedad y, por consiguiente, en el sector de los adolescentes-jóvenes? Para responder a esta cuestión lo mejor es acudir a los sociólogos que han estudiado el tema.

“En una de sus novelas [San Camilo, 1936] Cela nos ofrece un diálogo entre una madre y sus hijas que hace cincuenta años resultaba perfectamente verosímil:

¿Habéis ido a misa?
Sí, madre.
A ver, ¿de qué color tenía la casulla el cura?
¿La casulla?
Pues claro que la casulla, ¡no va a ser la camiseta! A ver, ¿de qué color era?

... La señora Lupe, cuando se entera de que sus hijas no han ido a misa, no las llama ateas o herejes o descreídas, sino guarras…33. Cada cual habla el español como le da la gana, que para eso es de todos” (Luis González Carvajal, Evangelizar en un mundo postcristiano, 156).

Por supuesto que hoy nadie en nuestro ambiente aprobaría el procedimiento de la señora Lupe, pero la cita nos da idea de la mentalidad existente hace años y de cómo la familia se preocupaba, a su modo, de transmitir unas formas de actuar, de socializar la práctica religiosa.

Hace cincuenta años –y menos– la educación religiosa comenzaba en la familia. Actualmente los niños que están llegando a la escuela o al colegio son los primeros hijos de los que Rosa Aparicio ha llamado ‘madres secularizadas’, incapaces de transmitir fervores religiosos; niños que no han rezado nunca, que no saben rezar.

La incultura religiosa cristiana hoy es extensa, por cuanto afecta a gran parte de la sociedad española; y profunda, porque se está perdiendo o ha perdido el valor o significado de los símbolos religiosos cristianos que en muchos casos se interpretan como meros hechos o vestigios folclóricos, o como ritos “bonitos” en los que no se vislumbra el Espíritu.

Javier Elzo, en su obra Jóvenes españoles y vocación, mantiene la convicción de que la socialización religiosa en España ha fallado y está fallando, porque ha quebrado la célula fundamental de socialización, la familia; y la Iglesia, entre otras instancias, además de estar muy poco valorada socialmente, no ha sabido transmitir a las jóvenes generaciones su mensaje. Si, en efecto, a la pregunta dónde se dicen, para ti, las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo, el 53% responde que en la familia; y a la pregunta quién ha influido más en que tengas las ideas y postura en el terreno religioso que ahora tienes, un 66% lo atribuye a la familia, es patente que para valorar la situación religiosa de los adolescentes-jóvenes necesariamente haya que pensar en la institución familiar.

Puede parecer desalentadora la pintura sobre la situación de adolescentes-jóvenes, pero es preciso, sin caer en derrotismos, conocer grosso modo los datos que aportan los sociólogos; porque es en esta tierra donde hay que sembrar las “actitudes vocacionales de fondo” y lograr implantar la “nueva cultura vocacional” como una válida y actual forma de evangelización.

Cómo crear esta cultura vocacional…

Los documentos magisteriales, incluidas las intervenciones del Papa, al hablar de la vocación o vocaciones, ponen la mira fundamentalmente en las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal, pero implícitamente sitúan estas vocaciones específicas en un contexto más amplio, el eclesial o incluso el de la humanidad, considerada con ojos creyentes. Por esto la expresión cultura vocacional parece reducirse en ocasiones en su significación originaria.

Cuando se plantea la cuestión “cómo crear una nueva cultura vocacional” se está reconociendo implícitamente que nuestra cultura actual no ofrece las condiciones apropiadas para que el ser humano viva “vocacionado”. El hombre moderno ha perdido una serie de actitudes y valores, lo que le impide vivir con autenticidad su humanidad; y volver a conseguir esta humanidad sería la primera aspiración. Al tratar de “crear una nueva cultura vocacional” se quiere lograr una cultura que permita al hombre moderno

volverse a encontrar a sí mismo, para lo cual es preciso cultivar la capacidad de interiorización. El viejo consejo griego “conócete a ti mismo” o la petición agustiniana “conózcame a mí, conózcate a Ti” (Soliloquios II, 1) son felices expresiones de la actitud que debe conseguir el hombre actual;
recuperar los valores superiores de34:
amor
amistad
oración y contemplación
agradecimiento, gratuidad, confianza
responsabilidad

Podemos arriesgarnos a diseñar un procedimiento para lograr crear la nueva cultura vocacional.

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Esta búsqueda de sentido y deseo de encontrar la verdad se convierte en el pensamiento de Juan Pablo II, al que siguen otros muchos autores, en un principio antropológico; es decir, el hombre como tal busca el significado de sí mismo y de su propia vida y aspira a conocer y poseer la verdad. Con esta actitud Juan Pablo II se pone en línea con las grandes corrientes religiosas de la historia de la humanidad, pues en el Avesta, los Vedas y los Tripitakas (libros del parsismo, hinduismo y budismo respectivamente) recorren sus páginas las preguntas universales de fondo: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida? ¿Qué significa el sufrimiento? [Enrique Rojas]. Pero estos mismos interrogantes afloran en la pintura simbolista de Paul Gauguin, en su gran obra ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?

Por esto, los adolescentes y jóvenes –todo hombre sincero– se sienten insatisfechos ante conquistas efímeras, pues existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; están a la escucha de que alguien les llame por su “nombre”. “La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación.”35

“Esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto” (NVNE 13 b).

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización. “La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro (…) sobre un modelo de hombre sin vocación” (Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa, 13 b).

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una “cultura vocacional” auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

Aunque no es fácil delimitar los pasos del procedimiento señalado, nos arriesgamos a seguir marcando líneas de acción referidas al tercer paso. En otras palabras, vamos a sugerir, guiados por los documentos de los Congresos sobre vocaciones de Europa y América, una serie de acciones para conseguir la nueva cultura vocacional.

Además de esos pasos, ¿qué más podemos hacer para conseguir una nueva cultura vocacional? De forma muy sintetizada, he aquí, según los documentos aludidos, cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: “La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre”.
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos –acciones–siguientes:

Sembrar: “Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano”.
Acompañar: “Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús”.
Educar:“Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos”.
Formar: “Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino”.
Discernir: “A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión”.

Una orientación…


Los documentos que hemos citado aconsejan “unir más directamente todo el proceso del discernimiento de la vocación y la llamada a proyectos concretos de servicio que encarnen aquí y ahora la misión de la Iglesia y que respondan a las necesidades acuciantes y reales del mundo. Los jóvenes deberían ser invitados a compartir esta misión, independientemente del hecho que hayan mostrado o no un interés formal por el ministerio ordenado o la vida consagrada.

“De esta manera, el proyecto misioneromismo llega a ser el lugar privilegiado del discernimiento vocacional de la persona, más que sus particulares predisposiciones. Esto lleva a pasar de un modelo de ‘candidatura’ basado sobre el deseo de la persona a llegar a ser presbítero, religioso o religiosa, al modelo en el que el compromiso compartido en una tarea concreta de la Iglesia lleva de otra manera a identificar, en un potencial candidato, los dones y la capacidad de entrega que le sugieran que tal vez Dios le esté llamando a un compromiso definitivo y permanente en la Iglesia.

“Este modelo influye también en el modo de comprender todo el proceso de la formación del seminario o de la casa de formación, como también el periodo de discernimiento vocacional. Se trata de un “aprendizaje” en el que los candidatos, tanto a la vida religiosa como sacerdotal, viven por un año o dos la vida y misión de la diócesis o comunidad y, a partir de esta experiencia, se les invita a emprender una formación espiritual y teológica más intensa para prepararse a un compromiso que dure toda la vida”37

¿Qué reflexiones pueden hacerse a partir de este texto?

La necesidad de compartir con los adolescentes-jóvenes actividades y proyectos de servicio en ministerios de “frontera” (pobreza, marginación, enfermedad…) o que sean expresión de algunos valores cotizados a la alta en el mundo actual, especialmente el juvenil (pacifismo, ecologismo, igualdad de las personas, sentido de la justicia…) independientemente de su “credo” o interés explícito por una vocación específica.

La misión “ad gentes”quizá sea el clima más indicado para compartir proyectos y actividades y donde más fácilmente el joven puede dar cauce a su laudable deseo de servir.

Como toda vocación entraña una misión, es decir, todo llamado es llamado en y por la Iglesia para desempeñar una misión, de lo que se trata en este proceso es de interpelar al joven que generosamente se está entregando: ¿Por qué sólo un año o dos y no más o toda la vida? Es decir, de la acción se procura que el joven pase a la reflexión; de la entrega de hecho en el tiempo se pase a la pregunta por el sentido de la entrega sin medida y definitiva. En este proceso “sentir con” la Iglesia es fundamental y el cambio de perspectiva es profundo: no soy yo quien quiero ser ministro ordenado o religioso; es el mundo el que me necesita y es la Iglesia la que me llama. “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante” (Jn 15, 16).

A la luz de esta dinámica vocacional es evidente que adquiere una importancia singular el llamado voluntariadoque tal vez se está explotando poco en su vertiente estrictamente religiosa y se está quedando en una forma loable de ayudar o servir a necesitados en una u otra parte del mundo. ¿Por qué no fomentar el voluntariado y convertirlo en un terreno de promoción de vocaciones a la vida consagrada o al ministerio ordenado?

Puede que el peso de la tradición dificulte tanto este tipo de pastoral vocacional como el proceso de formación de las vocaciones que de ella emergieran. Pero no cabe la menor duda de que esta vena está todavía sin explotar y, teniendo en cuenta la distancia en que se mueven los adolescentes-jóvenes respecto a quienes pueden incidir en su vida, como pueden ser, por ejemplo, otros consagrados, en algunos ambientes puede ser una fórmula, quizá la única, de poder hacer la propuesta vocacional.

NOTAS
31 Gabino Uríbarri, Elementos para la construcción de una cultura vocacional, Todos uno 143, 2000, pág. 79s.

32 Juan Pablo II, Discurso a los participantes al Congreso sobre las vocaciones en Europa, en «L´Osservatore Romano », 11.V1.997, n.4.

33 Aquí el escritor español Camilo José Cela pone otros sustantivos muy bajos, que por respeto al lector no he querido transcribir.

34 Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la 30ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 1993, 2.

35 Juan Pablo II, Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 4; mensaje para la 38ª jornada mundial de oración por las vocaciones, 1 – 2.

36 Algunas referencias a este aspecto de la oración las encontramos en los siguientes documentos del Pontificado de Juan Pablo II: Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 2; Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 2004, 5; Mensaje 41ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2004.

37 III Congreso continentale sulle vocazioni al ministero ordinato e alla vita consacrata in Nord America: Conversione, discernimento e missione, p. 94. Ed. Rogate, Roma, 2003.


Participación en el Foro

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad

Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :

- Una cultura vocacional
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993

- Nuevas vocaciones para una nueva Europa
La nueva evangelización debe reanunciar el sentido fuerte de la vida como "vocación".

- Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional
Carta del Papa Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor Silviamaria » Mié Feb 29, 2012 2:27 pm

Buenas tardes, detallo mi respuesta: :D :D

Define alguno de los rasgos de los jóvenes.
La búsqueda de sentido, los jóvenes quieren vivir la vida, el momento, reflejan movimiento, belleza natural, solidaridad, quieren tener éxito en la vida, si lo relacionamos con la cultura vocacional esos rasgos deben canalizarse para la finalidad de lo que Dios quiere de ellos, si ya han sido destinados a seguirlo más directamente porque Dios siempre está allí llamando y los humanos somos los que no escuchamos porque nos distraemos con las cosas del mundo.
El joven debe saber discernir cuando descubre esa actitud, reconocer y realizarse para gloria de Dios.

¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad.
PASOS:
Búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Por el momento de transformación que se vive el mundo, el joven está cada vez más confundido. Los párrocos deben aumentar las convocatorias y con temas actuales y vivencias mostrar la realidad en las convivencias. En la parroquia si hay participación por edades y distintos horarios.
Difundir la cultura vocacional, la llegada de sacerdotes jóvenes a las parroquias es muy saludable, en la mía siempre se está renovando y es muy positivo tanto para mayores como para jóvenes porque son mentalidades renovadas y actualizadas. Enseñan los valores desde la vida real y con la participación de los civiles es mucho más creíble.
Crear una "cultura vocacional" auténtica, aquí ya es participar con los escogidos para la pastoral vocacional, esas almas comprometidas para siempre al llamado de Dios. En mi ciudad hay el Seminario Mayor y de mi parroquia muchos jóvenes comprometidos han ingresado y san son sacerdotes, también hay mujeres que participan de los grupos de oración, del rosario, catequistas y dan la comunión a los fieles en las misas y enfermos del sector.

MOMENTOS:
Orar: En las oraciones previas a la santa misa se reza además del rosario, por las vocaciones de hombres y mujeres, por los sacerdotes.
Evangelizar: Enseñar: Se dan cursos por la noche y fines de semana sobre la Sagrada Escritura, la familia, y otros temas más. Formar: Se hacen visitas a los hogares, por etapas, ahora en época de lluvias es imposible pero el año pasado se hicieron a las 13 etapas que comprende la ciudadela y un día determinado en el parque de la etapa correspondiente se rezaba el rosario para todo el sector. Catequizar: Hay grupos para la preparación de los distintos sacramentos que se llevan a cabo en la parroquia. Por dos años se preparan los que reciben la confirmación y comunión, hay diferentes charlas para los matrimonios y bautizos.
Experimentar: Oración y culto = celebraciones de misas, comuniones, confesiones, rosarios, rezos por fechas, navidad, semana santa, etc.
Comunión eclesial = Durante las misas se imparte la comunión a los fieles y se lleva la misma a domicilio a los enfermos.
Servicio y caridad = Los grupos de oración visitan los hogares llevando el mensaje de la Iglesia, se atiende a los necesitados con donaciones de víveres, ropa, medicamentos.
Testimonio y anuncio = Todos los domingos el párroco invita a la comunidad a integrarse a los diferentes movimientos, charlas y actividades de la parroquia.
Acompañar: Los jóvenes y mayores están presentes en el coro, rosario, ayuda en la misa, en la limosna, etc.
Invitar y proponer: Los laicos participan en la misa, en las lecturas y trabajan en forma generosa de acuerdo a las necesidades de las personas.

ACCIONES:
Sembrar: Todos en nuestro corazón llevamos la semilla de la pastoral, hay que orar para que Dios ilumine nuestro entendimiento y podamos escuchar lo que quiere de nosotros.
Acompañar: Cuando alguien nos comente sus aspiraciones vocacionales no desaprovechar la oportunidad de guiarlo, llevarlo hacia quien puede encaminarlo por el sendero adecuado.
Educar: La educación es la base de todo, si no conocemos no podemos enseñar, es una misión que Dios nos pone a todos.
Formar: Las enseñanzas tienen que ser para formarnos académica y humanamente. El camino no es fácil y si no estamos formados con la sabiduría divina, titubeamos.
Discernir: Siempre hay algo que aprender, esto permite tener más elementos de juicio para tomar decisiones, estar actualizados para poder explicar a los demás lo que está bien y lo que está mal.

Saludos y continuemos con las mismas ganas que comenzamos el curso, se requiere mucha concentración, debemos darnos ánimo entre todos. Por favor si estoy errada en algún comentario darlo a conocer para mejorar. :) :D
Silviamaria
 
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor FRAYJUANCAEC2012 » Mié Feb 29, 2012 3:50 pm

Participación en el Foro

1. Define alguno de los rasgos de los jóvenes
El Servicio: hoy en día los jóvenes lo que quieren es ver, y palpar con sus manos el trabajo que hace la iglesia, este es un rasgo que caracteriza al joven de hoy el quiere servir comprometerse y buscar algo que enrumbe su vida y creo que la opción al servicio es el ideal que el busca, por que quizás nos hemos quedado solo en palabras bonitas pero que no convencen a los jóvenes.

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad
PASOS
a) Incentivar el amor hacia los demás especialmente a los más necesitados, donde haya un compromiso por parte del joven y sea el ideal de su propia vida.
b) Crear valores de humildad servicio y compromiso donde cada uno vea para que ha sido creado y que quiere Dios de él o ella.

c) El llamado de su vocación y un compromiso no para un mes o un ano sino para toda la vida.
MOMENTOS
Orar: orar sin desfallecer no un día especifico sino siempre para que haya más jóvenes comprometidos a trabajar en bien de la iglesia.
Evangelizar: Dar a conocer a Jesús y sus mensaje de salvación para la humanidad.
Eucaristía: Frecuentar ser constantes y fieles
Acompañar: para orientar de mejor manera a los candidatos
Discernir: para que la elección que haga sea para toda la vida.
Invitar a compartir como se vive en comunidad

ACCIONES
Ensenar: como lo hizo Jesús más que con palabras si no con su vida misma.
Sembrar: la semilla de la vocación que nos da Jesús.
Acompañar: en el camino del servicio "Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos
Formar: tal como lo hace Jesús invitando escogiendo y enviando
Discernir: A la luz de la palabra de Dios.
Servir: sin esperar recompensa alguna.
FRAYJUANCAEC2012
 
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor Verbum01 » Jue Mar 01, 2012 4:24 am

Saludos desde Madrid

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes

Presentismo, como sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Estrujar el momento presente y el placer que pueda encerrar. En consecuencia,
Miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en
• El deseo de tener éxito,
• El deseo de tener el mayor número de experiencias posible,
• El deseo de gozar de la vida.

Secularismo: Negación, como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. La hipótesis "Dios" carece de sentido planteársela, y con ella todas las realidades de índole espiritual. Debe negarse entidad a cuanto exceda lo puramente experimental. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar. Es decir, secularismo que, con diversos matices, se convierte en un materialismo.

Indiferentismo,como actitud práctica ante los valores religiosos e indiferencia ante los valores éticos como expresión de un cómodo individualismo llevado al campo de la religión y de la moral.

Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto -"me lo pide el cuerpo"-; en ocasiones el genérico molestar o no al otro se convierte en criterio de moralidad o de acción.


2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad.

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización.

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una "cultura vocacional" auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

Además de esos pasos, ¿qué más podemos hacer para conseguir una nueva cultura vocacional? De forma muy sintetizada, he aquí, según los documentos aludidos, cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: "La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre".
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos -acciones-siguientes:

Sembrar: "Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano".
Acompañar: "Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús".
Educar:"Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos".
Formar: "Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino".
Discernir: "A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión".

UN ABRAZO: ATANGO
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor marcazzan15 » Vie Mar 02, 2012 4:42 pm

1)
Los rasgos de los jóvenes son: Vivir su mundo a parte de las demás personas.
Aprovechar del momento presente para gozarlo sin mirar a las consecuencias.
No querer asumir responsabilidades definitivas.
Deseo desenfrenado del exito
Valorar solo lo que veo o lo que toco con mis manos.
La indiferencia religiosa y de los valores espirituales.
Relativizar todo,o sea todo lo que pide el cuerpo, lo que siento el gusto personal eso hay que aprovechar.

2)
Los pasos ,los momentos las actitudes para crear una nueva cultura vocacional en mi comunidad son:
Convencernos de esta necesidad urgente.
Orar intensamente comunitariamente, a diario por las vocaciones, ofrecer sacrificios con amor y humildad, para sostener a las vocaciones.
Vivir en comunidad el amor fraterno la gratuidad el gozo de encontrarnos juntas, para que la promoción vocacional se de más por contagio que por discursos.
Difundir la Buena nueva en todas partes sin distinciones y con entusiasmo, a partir de mi comunidad.
Proponer e invitar a las vocacionadas a encuentro con la Palabra, a celebrar la Gratitud la Bondab el Amor de Dios.
Crear un ambiente propicio para que las jóvenes se sientan libres de manifestar y seguir su vocacion con serenidad.
Multiplicar los contactos , proponiendo el seguimiento a la Persona de Jesucristo, como realización del Sueño de Dios y la realización personal de la propia vida.
A ejemplo de jesús que sembraba el llamado en el corazón del hombre.
Acompañaba a los Discipulos de Emaús , a Zaqueo, a la Magdalena y nos acompaña a cada uno de nosotros en cada momento de la vida, nos invita a seguirlo más de cerca y a difundir su amor e el mundo.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor sor eva » Vie Mar 02, 2012 5:46 pm

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
* El presentismo: En la actualidad vemos como los jovenes se preocupan por su presente y no les interesa mucho su futuro, y sienten miedo asumir compromisos, sobre todo cuando son relacionados con la Iglesia o lo espiritual, viven su mundo en la tecnologia y en gustos muchas veces carnales.
* En Cuanto a la búsqueda de sentido: lo expresan en estar mejor, sin interesarles su situación económica en la que viven, el gozo y el placer es lo apremiante.
* Secularismo: Dios esta lejano para ellos, su mundo actual es su predominante, le interesa el materialismo mas que lo espiritual.
* Indiferentismo: Los valores tanto espirituales como eticos o morales, entran en un segundo plano.
* El Relativismo: Soy yo, y lo que mi cuerpo me pida eso le doy no analizan mas alla, solo lo que tienen pero a nivel corporal y material, lo espiritual ni se acuerdan.
Cuantas veces los jovenes de hoy mienten a sus padres cuando estos les piden algo que les ayude o anime espiritualmente.
En otros casos los padres son los culpables de la vida espiritual de sus hijos que poco se preocupan en este aspecto.

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad.

Son tres pasos:
a. Búsqueda de Sentido y el deseo de encontrar la verdad:
b. Difundir la cultura vocacional como conjunto de valores
c. Crear una cultura vocacional autentica

Los momentos son cinco:
a. Orar
b. Evangelizar tiene tres aspectos:
* enseñar: dar a conocer el llamado que Dios nos hace desde nuestro bautismo por medio de charlas
* formar: Ir formando en las jovenes aquella inquietud de llamado por medio de retiros o encuentros vocacionales
* Catequizar: dar enseñanzas tanto del llamado como vocacional por medio de catequesis a jovenes en grupos juveniles, en parroquias y colegios
c. Experimentar puede ser:
* oración y culto: orar comunitariamente por las vocaciones, hacer jornadas de adoración ante el Santisimo Sacramento, sobre todo los jueves vocaciones y eucaristicos.
* Comunión eclesial: Ofrecer ramilletes espirituales de comuniones por las vocaciones
* Servicio y caridad: Atender en servicio y por caridad aquellas jovenes que tienen problemas emocionales, espirituales y familiares.
* Testimonio y anuncio: Nuestro testimonio es el mejor ejemplo para los jovenes, ellos miran a los adultos y en especial a los consagrados y a los laicos entregados al servicio de la Iglesia, el ejemplo que demos.
d. Acompañar: tener un seguimiento y acompañamiento a las jovenes con inquietudes hacia la vida consagrada
e. Invitar y proponer: Hacer invitaciones a jovenes de parroquias, grupos juveniles, colegios, etc. a participar en encuentros vocacionales o visitas a casas religiosas.

Las acciones Son cinco:
* Sembrar: Esto es muy importante sembrar en las jovenes anhelos e inquietudes por el seguimiento de Cristo en la vida consagrada.
* Acompañar: No dejarlas a la deriva, acompañarlas en su discernimiento vocacional, con charlas, entrevistas y escuha.
* Educar: Cultivar ese llamado con ayudas espirituales, con acercamientos a las comunidades religiosas, compartiendo en actos comunitarios y otros.
* Formar: Este punto viene hacer igual que el anterior.
* Discernir: ayudarles a discernir el llamado que Dios les hace, por medio de la oración de la escuha de ellas mismas, de las correcciones fraternas y ayudarles a que aprendan amar a Dios y a la vocación que Dios les regala.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor patricio » Vie Mar 02, 2012 11:10 pm

En las seciones anteriores, no llegaron textos 5 y 6.

seccion 7


1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes

- Presentismo: sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Estrujar el momento presente y el placer que pueda encerrar. En consecuencia, miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio o asumir la vida consagrada de forma definitiva.

- La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en
• El deseo de tener éxito,
• El deseo de tener el mayor número de experiencias posible,
• El deseo de gozar de la vida.

- Secularismo: Negación, como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. La hipótesis "Dios" carece de sentido planteársela, y con ella todas las realidades de índole espiritual. Debe negarse entidad a cuanto exceda lo puramente experimental. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar. Es decir, secularismo que, con diversos matices, se convierte en un materialismo.

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad.

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Esta búsqueda de sentido y deseo de encontrar la verdad se convierte en el pensamiento de Juan Pablo II, al que siguen otros muchos autores, en un principio antropológico; es decir, el hombre como tal busca el significado de sí mismo y de su propia vida y aspira a conocer y poseer la verdad.

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización.

El tercer paso que es crear una "cultura vocacional" auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

En mi comunidad, seria importante avivar la búsqueda de la verdad en los jóvenes ayudándolos en sus dudas y estando en comunión con ellos, difundir ese conjunto de valores de C. Vocacional hacia la comunidad en general y que sea autentica.

cinco momentos :

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos.
Catequizar: "La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre".
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Es importante en nuestra comunidad, hagamos de nuestras propias vidas, una constante oración y prevalezca la enseñanza de los valores evangélicos a todos los jóvenes.

Pasos-Acciones:

Sembrar: "Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano".
Acompañar: "Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús".
Educar:"Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos".
Formar: "Jesús nos forma en nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino".
Discernir: "A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión".

Que en nuestra comunidad prevalezca la acción de acompañar, que los que tengan la capacidad de la caridad puedan caminar con los mas jóvenes y acompañarlos en el camino de la fe y ayudarlos a reconocer al Cristo, el hijo de Dios que da la vida por nuestra Salvación.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor MA SOCORRO A REYES L » Sab Mar 03, 2012 11:07 pm

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes.
- Presentismo, como sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Estrujar el momento presente y el placer que pueda encerrar.
- En consecuencia, miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
- La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en:
El deseo de tener éxito. El deseo de tener el mayor número de experiencias posible. El deseo de gozar de la vida.
- Secularismo, negación como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar.
- Indiferentismo,como actitud práctica ante los valores religiosos e indiferencia ante los valores éticos como expresión de un cómodo individualismo llevado al campo de la religión y de la moral.
- Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto "me lo pide el cuerpo".
2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad.
El hombre moderno ha perdido una serie de actitudes y valores, lo que le impide vivir con autenticidad su humanidad; y volver a conseguir esta humanidad sería la primera aspiración, volverse a encontrar a sí mismo, para lo cual es preciso cultivar la capacidad de interiorización. Rescatar el valor de la persona humana como única e irrepetible en un ambiente de manejo de masas en los que la persona humana es un medio y no un fin. Es mucho el trabajo a realizar para recuperar los valores superiores como son el amor, amistad, oración y contemplación, agradecimiento, gratuidad, confianza, responsabilidad para un sentido de vida y el deseo de encontrar la verdad y el planteamiento en la búsqueda de la vocación, atendiendo al llamado de Dios.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor maruosorio » Dom Mar 04, 2012 8:47 pm

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
La búsqueda de sentido, de la vida que se basa a lo que el individuo tiene con relacion a lo material, lo que el individuo es con relacion al poder, lo que el individuo representa con relacion a la popularidad, el aspecto del individuo con respecto a la belleza, lo espiritual esta fuera de contexto y el amor se concibe como algo carnal por lo que no desarrollan el espiritu, de ahi viene la falta de compromiso incluso con la familia pues ya no se reconoce el valor de la familia ni de los hijos (hablando de aquellos que ya son padres) y conciben a Dios a veces como una especie de genio de los deseos a quien solo se debe buscar en caso de necesitar algo (casi siempre cosas materiales) o situaciones extremas (enfermedad o muerte)

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad
Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad
Mostrar a los jovenes que tan duradera es la satisfaccion que obtienen de los bienes materiales, enseñarles el verdadero sentido de la espiritualidad ligada a la vida, basado en el vacio elemental que sentimos los seres humanos por la falta de fe y de amar verdaderamente.
El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores
Mostar la vida consagrada como una forma de vida en donde se puede vivir intensamente el trabajo en equipo, la solidaridad, el servicio a los demàs, en donde se puede encontrar todos aquellos entimientos duraderos que la vida material no ofrece.

El tercer crear una “cultura vocacional” auténtica
enseñar a la gente joven que ingresa a la comunidad que pueden compartir su vocacion sirviendo en favor de la cracion de nuevas vocaciones.
maruosorio
 
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor gache » Dom Mar 04, 2012 9:30 pm

lore oliva escribió:Hola, desde la semana pasada me llego el tema 4 y hoy llego el 7, veo en la pagina que están el 5 y 6, ¿aquí como le hago? respondo en cada apartado o pongo mis respuestas en el 7
Gracias.
Edna Oliva

Hola Edna, gracias por escribirnos.
Las respuestas te pido por favor si las colocas en su sesión correspondiente

Dios te bendiga









gache escribió:El siguiente texto nos puede ayudar a profundizar en el concepto de cultura vocacional que hemos tratado de definir para entender la importancia de este apostolado que debería de ser prioritario para cada congregación, comunidad y cada uno de sus miembros.

“Desde el punto de vista cristiano, el hombre se entiende desde su llamada. Se puede decir lo mismo de una manera académicamente más pulida: la antropología cristiana es una antropología de destino (Gesché). Es decir: se capta lo que verdaderamente es la persona humana si se contempla desde el proyecto creador de Dios: Dios tiene un sueño sobre cada uno de nosotros. La consumación más plena en esta vida consiste en realizar dicho sueño. He ahí la plenitud insuperable de la vida humana, su logro y perfección más alta.”31.

El hombre actual está polarizado, diría casi hechizado por alcanzar al propia autorrealización, es su aspiración más alta y casi única. Ésta se opone a la propuesta de la fe cristiana, que Jesucristo vino a enseñarnos y que podríamos denominar heterorrealización, es decir buscar hacer la voluntad del Padre (Jn 4, 34), de Alguien más que es importante y da sentido a nuestro existir.

La vocación es el pensamiento providente del Creador sobre cada creatura, es su idea-proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios, porque ama vivamente a la creatura. Dios-Padre quiere este designio distinto y específico para cada persona.

El ser humano, en efecto, es ‘llamado’ a la vida y al venir a la vida lleva y encuentra en sí la imagen de Aquél que le ha llamado. Vocación es la propuesta divina a realizarse según esta imagen y es única-singular-irrepetible precisamente porque tal imagen es inagotable. Toda criatura significa y es llamada a manifestar un aspecto particular del pensamiento de Dios. Ahí encuentra su nombre y su identidad; afirma y pone a seguro su libertad y su originalidad.

Si, pues, todo ser humano tiene su propia vocación desde el momento de su nacimiento, existen en la Iglesia y en el mundo diversas vocaciones que, mientras en el plano teológico manifiestan la imagen divina impresa en el hombre, a nivel pastoral-eclesial responden a las varias exigencias de la nueva evangelización, enriqueciendo la dinámica y la comunión eclesial.

Tanto el Juan Pablo II como Benedicto XVI expresan en diversos momentos el deseo de que se promueva una “nueva cultura vocacional en los jóvenes y en las familias.” Ella es una componente de la nueva evangelización. Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir.

En especial se hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente - la que algunos llaman ‘cultura de la muerte’ - tales como la gratitud, la acogida del misterio, el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez, de su apertura a la trascendencia, la disponibilidad a dejarse llamar por otro (o por Otro) y preguntar por la vida, la confianza en sí mismo y en el prójimo, la libertad de conmoverse ante el don recibido, el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida.

También forma parte de esta cultura vocacional la capacidad de soñar y anhelar, el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco, porque hace bella y auténtica la vida, el altruismo que no es sólo solidaridad de emergencia, sino que nace del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano.

A la cultura del ocio, que corre el peligro de perder de vista y anular los interrogantes serios en el montón de palabras, se opone una cultura capaz de encontrar valor y gusto por las grandes cuestiones, las que atañen al propio futuro: son las grandes preguntas, en efecto, las que hacen grandes incluso a las pequeñas respuestas. Pero son precisamente las pequeñas y cotidianas respuestas las que provocan las grandes decisiones, como la de la fe; o que crean cultura, como la de la vocación.

En todo caso, la cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro, para la Europa del 2000, sobre un modelo de hombre sin vocación. En efecto, dice el Papa: «La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación»32.

Precisamente esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto.

De esta forma dicha nueva cultura será verdadero y propio terreno de evangelización, donde podría nacer un nuevo modelo de hombre y florecer también una nueva santidad y nuevas vocaciones para la Europa del 2000. La escasez, en efecto, de vocaciones específicas, las vocaciones en plural, es, sobre todo, carencia de conciencia vocacional de la vida, la vocación en particular" o bien, carencia de cultura de la vocación. “Esta cultura llega a ser hoy, probablemente, el primer objetivo de la pastoral vocacional o, quizá, de la pastoral en general. ¿Qué pastoral es, en efecto, aquella que no cultiva la libertad de sentirse llamados por Dios, ni produce cambio de vida?”.

Hay un elemento sobre el cual es importante reflexionar: el reconocimiento de que la pastoral de las vocaciones se encuentra ante la exigencia de un cambio radical, de un «impacto» idóneo, de «un salto cualitativo», como el Papa recomendó en el discurso al final del Congreso sobre las vocaciones en Europa, ya mencionado anteriormente en la nota de pie de página. Todavía una vez más nos encontramos ante una convergencia evidente que ha de comprenderse en su significado auténtico, en este análisis de la situación que estamos proponiendo.

No se trata sólo de una invitación a reaccionar ante una sensación de cansancio o de desaliento por los escasos resultados; ni con estas palabras se pretende incitar a renovar simplemente ciertos métodos o a recuperar energía y entusiasmo, sino que, substancialmente se quiere indicar que la pastoral vocacional en Europa ha llegado a una encrucijada histórica, a un paso decisivo. Existe una historia, con una prehistoria, seguida de fases que se han sucedido lentamente a los largo de estos años, como estaciones naturales, y que ahora deben necesariamente avanzar hacia el estado «adulto» y maduro de la pastoral vocacional.

Por tanto, no se trata ni de subestimar el sentido de este paso, ni de culpar a nadie por lo que se haya hecho en el pasado; al contrario, nuestro propósito y el de toda la Iglesia es de sincero reconocimiento a aquellos hermanos y hermanas que, en condiciones verdaderamente difíciles, han ayudado con generosidad a tantos adolescentes a buscar y encontrar la propia vocación. De todas formas, en cualquier caso, se trata de comprender de una vez la orientación que Dios, Señor de la historia, está dando a nuestra historia, también a la rica historia de las vocaciones en Europa, hoy ante una encrucijada decisiva.

“- Si la pastoral de las vocaciones nació como emergencia debida a una situación de crisis e indigencia vocacional, hoy ya no puede concebirse con la misma precariedad y motivada por una coyuntura negativa; al contrario, aparece como expresión estable y coherente de la maternidad de la Iglesia, abierta al designio inescrutable de Dios, que siempre engendra vida en ella;

“- Si en un tiempo la promoción vocacional se orientaba exclusiva y principalmente a algunas vocaciones, ahora se debería dirigir cada vez más a la promoción de todas la vocaciones, porque en la Iglesia de Dios o se crece juntos o no crece ninguno;

“- Si en sus comienzos la pastoral vocacional trataba de circunscribir su campo de acción a algunas categorías de personas «los nuestros », los más próximos a los ambientes de Iglesia, o a aquellos que parecían manifestar inmediatamente un cierto interés, los más buenos y estimados, los que habían hecho ya una opción de fe, etc.), ahora se siente cada vez más la necesidad de extender con valor a todos, al menos en teoría, el anuncio y la propuesta vocacional, en nombre de aquel Dios que no hace acepción de personas, que elige a pecadores en un pueblo de pecadores, que hace un profeta de Amós, que no era hijo de profeta sino tan solo cultivador de sicómoros, que llama a Leví y entra en la casa de Zaqueo, que es capaz de hacer nacer incluso de las piedras hijos de Abraham (cfr. Mt 3,9);

“- Si anteriormente la actividad vocacional nacía en buena parte del miedo (a la desaparición, a la disminución) y de la pretensión de mantener determinados niveles de presencia o de obras, ahora el miedo, siempre pésimo consejero, cede el puesto a la esperanza cristiana, que nace de la fe y se proyecta hacia la novedad y el futuro de Dios;

“- Si una cierta animación vocacional es, o era, perennemente insegura y tímida, casi hasta aparecer en condiciones de inferioridad respecto a una cultura antivocacional, hoy hace auténtica promoción vocacional sólo quien está animado por la convicción de que toda persona, sin excluir a ninguna, es un don original de Dios que espera ser descubierto;

“- Si en otro tiempo el objetivo parecía ser el reclutamiento, o el método de propaganda, a menudo con resultados obtenidos forzando la libertad del individuo o con episodios de «competencia», ahora debe ser cada vez más claro que el fin es la ayuda a la persona para que sepa discernir el designio de Dios sobre su vida para la edificación de la Iglesia, y reconozca y realice en sí misma su propia verdad;

“- Si en época aún no muy lejana había quien se engañaba creyendo resolver la crisis vocacional con opciones discutibles, por ejemplo «importando vocaciones» de allende las fronteras (a menudo desarraigándolas de su ambiente), hoy nadie debería engañarse con resolver la crisis vocacional vagando de un lado a otro, porque el Señor continúa llamando en cada Iglesia y en cada lugar;

“- E igualmente, en la misma línea, el «cirineo vocacional», solícito y a menudo improvisador solitario, debería cada vez más pasar de una animación hecha con iniciativas y experiencias episódicas a una educación vocacional que se inspire en la seguridad de un método de acompañamiento comprobado para poder prestar una ayuda apropiada a quien está en búsqueda;

“- En consecuencia, el mismo animador vocacional debería llegar a ser cada vez más educador en la fe y formador de vocaciones, y la animación vocacional llegar a ser siempre más acción coral, de toda la comunidad, religiosa o parroquial, de todo el instituto o de toda la diócesis, de cada presbítero o consagrado o creyente, y para todas las vocaciones en cada fase de la vida;

“- Es tiempo, por fin, de que se pase decididamente de la «patología del cansancio» y de la resignación, que se justifica atribuyendo a la actual generación juvenil la causa única de la crisis vocacional, al valor de hacerse los interrogantes oportunos y ver los eventuales errores y fallos a fin de llegar a un ardiente nuevo impulso creativo de testimonio” (13 c).


Pequeño rebaño y misión grande…
Será la coherencia con la que se proceda en esta línea la que ayudará cada vez más a descubrir la dignidad de la pastoral vocacional y su natural posición de centralidad y síntesis en el ámbito pastoral. También aquí venimos de experiencias y concepciones que han corrido el riesgo de marginar, en algún modo, en el pasado, la misma pastoral de las vocaciones, considerándola como menos importante. Ésta a veces presenta un rostro no convincente de la Iglesia actual o es considerada como un sector de la pastoral teológicamente menos fundamentado que otros, consecuencia reciente de una situación crítica y contingente.

La pastoral vocacional vive, quizá, todavía en una situación de inferioridad, que, si por un lado puede dañar su imagen e indirectamente la eficacia de su acción, por otro puede llegar a ser también un contexto favorable para trazar y experimentar con creatividad y libertad, libertad incluso para equivocarse, nuevos caminos pastorales.

Sobre todo dicha situación puede recordar aquella otra «inferioridad» o pobreza de la que hablaba Jesús mirando al gentío que le seguía: «La mies es mucha, pero los obreros pocos» (Mt 9,37). Frente a la mies del Reino de Dios, frente a la mies de la nueva Europa y de la nueva evangelización, los «obreros» son y serán siempre pocos, «pequeño rebaño y misión grande», para que resalte mejor que la vocación es iniciativa de Dios, don del Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Actitudes vocacionales de fondo…


“Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar ‘actitudes vocacionales de fondo’, que originan una auténtica cultura vocacional. Estas actitudes son: la formación de las conciencias, la sensibilidad ante los valores espirituales y morales, la promoción y defensa de los ideales de la fraternidad humana, del carácter sagrado de la vida humana, de la solidaridad social y del orden civil”. Así se expresaba Juan Pablo II en el mensaje con motivo de la 30ª Jornada mundial de oración por las vocaciones de 1993. Quizá fuera la primera vez que Juan Pablo II empleara varias de las expresiones que aparecen en este texto: Actitudes vocacionales de fondo y cultura vocacional, y que después se han repetido sin cesar.

El Papa en sus abundantes documentos nos brinda de vez en cuando algunas intuiciones que sintetizan magníficamente una situación social, una necesidad humana, un ideal oculto en lo profundo del hombre, una relación imprevista, una interpretación llamativa de un texto bíblico. Al hablar de actitudes vocacionales de fondo, Juan Pablo II apela a realidades de “fundamento”, pues sin su aceptación y vivencia, el hombre quedaría, y seguramente se sentiría, desfondado. ¿Está advirtiendo el Papa del peligro que corre el hombre actual de quedar desfondado? Lo que sí es cierto es que sin esos principios no cabe una cultura vocacional, no puede prender planta alguna “cristiana” ni auténticamente humana.

Si la cultura es la forma de pensar, valorar y vivir de un pueblo o grupo humano y por diversos motivos las actitudes vocacionales de fondo de que habla el mensaje no están presentes, es imposible que haya una cultura vocacional, es decir, que se entienda la vida como un don; que se acepte que la autorrealización no debe ser la única y suma aspiración de la persona y que ésta deba admitir en su fuero interno el susurro de la heterorrealización, o sea, admitir la presencia de Dios en la propia vida el cual le va marcando el ritmo; que el otro no sea un medio para mí, sino un fin al que me debo y entrego.

El documento Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa habla de que la nueva cultura vocacional “es una componente de la nueva evangelización”.

Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir. En especial hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente (‘cultura de la muerte’, según algunos), tales como:

la gratitud,
la acogida del misterio,
el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez,
de su apertura a la trascendencia,
la disponibilidad a dejarse llamar por otro (u Otro) y preguntar por la vida,
la confianza en sí mismo y en el prójimo,
la libertad de conmoverse ante el don recibido,
el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida” (NVNE 13 b).

El tema de la cultura vocacional empapa el pensamiento de Juan Pablo II. Podría definirse como “un esquema coherente de valores, actitudes y modos de actuar que se refleja en la vida de una comunidad o sociedad” (P. Kevin Doran). Una cultura vocacional se desarrolla cuando una comunidad empieza a darse cuenta cada vez más de que la vida no es sólo una casualidad, sino un don que hemos recibido de Dios y que por su naturaleza requiere una respuesta generosa de parte de cada uno.

El amor de Dios que acompaña el don se convierte en la razón de lo que somos y de lo que hacemos y lleva al compromiso por la imitación de Cristo en la oración diaria, en el amor recíproco y en la justicia hacia los demás.

La cultura vocacional comprende también compromisos más específicos y más radicales como el matrimonio cristiano, el sacerdocio y la vida consagrada, en armonía con la diversidad de los dones que cada persona ha recibido.

Conocer el mundo del adolescente…

Si en este momento intentamos acercarnos al mundo adolescente-joven es para que los agentes de pastoral vocacional, que deberíamos ser todos, cuenten con la cruda realidad, pues toda pastoral ha de comenzar por levantar un “plano de situación”, conocer el “material” con que va a trabajar.

No es el mundo de los adolescentes-jóvenes un mundo aparte desgajado de la sociedad en conjunto. Si debe afirmarse que cada cual es últimamente responsable de sí mismo, también debe admitirse que todos nos condicionamos y ejercemos influencias múltiples sobre los demás. Por esto, considerar el mundo de los adolescentes-jóvenes como una realidad surgida espontáneamente o que se ha formado por arte de magia, es lo mismo que renunciar al análisis, o escabullirse de la responsabilidad que cada cual, personas individuales o instancias sociales, pueda tener. Por esto, lo que se atribuye al mundo juvenil, en mayor o menor medida, lo encontramos en la sociedad de los adultos, de los que los jóvenes son una réplica, condicionada tantas veces por su dependencia económica.

Dicho esto, mi intención es poner de relieve algunos rasgos de los actuales adolescentes-jóvenes de nuestro entorno. Quizá esto pueda ayudar a trabajar con ellos y a comprender un poco mejor el estado actual de las vocaciones.

La mentalidad ‘posmoderna” ha influido profundamente en la forma de vivir y pensar del hombre europeo de los últimos lustros; incluso más, ha empapado sus costumbres, sus relaciones y sus proyectos de futuro. Por supuesto, también los adolescentes-jóvenes se han visto afectados por estas tibias bocanadas posmodernas. La mentalidad posmoderna no ha sido sólo una “catástrofe” para la sociedad actual, para la Iglesia o para la vida religiosa. También ha traído cosas positivas; por ejemplo, la desmitificación de muchos dogmatismos y grandes “relatos” que se admitían por inercia. Sin embargo, a continuación nos fijamos en unos rasgos revestidos más bien de negatividad.

Veamos algunos de los rasgos de muchos de nuestros adolescentes-jóvenes:

Presentismo, como sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Estrujar el momento presente y el placer que pueda encerrar. En consecuencia,
Miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en
· El deseo de tener éxito,
· El deseo de tener el mayor número de experiencias posible,
· El deseo de gozar de la vida.


Secularismo: Negación, como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. La hipótesis “Dios” carece de sentido planteársela, y con ella todas las realidades de índole espiritual. Debe negarse entidad a cuanto exceda lo puramente experimental. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar. Es decir, secularismo que, con diversos matices, se convierte en un materialismo.

Indiferentismo,como actitud práctica ante los valores religiosos e indiferencia ante los valores éticos como expresión de un cómodo individualismo llevado al campo de la religión y de la moral.

Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto –“me lo pide el cuerpo”–; en ocasiones el genérico molestar o no al otro se convierte en criterio de moralidad o de acción.

Ni una pintura del adolescente-joven quedaría terminada con estos trazos, ni todos los adolescentes-jóvenes pueden incluirse en el boceto anterior, pero esas pinceladas deben tenerse en cuenta en todo acercamiento pastoral al mundo juvenil y, por extensión, a todos los grupos con que se trabaje o intente entrar en contacto.

Llegados a este punto nos planteamos una pregunta: ¿Cómo es posible que en unos cuantos años, en dos o tres decenios, se haya producido un vuelco tan significativo en nuestra sociedad y, por consiguiente, en el sector de los adolescentes-jóvenes? Para responder a esta cuestión lo mejor es acudir a los sociólogos que han estudiado el tema.

“En una de sus novelas [San Camilo, 1936] Cela nos ofrece un diálogo entre una madre y sus hijas que hace cincuenta años resultaba perfectamente verosímil:

¿Habéis ido a misa?
Sí, madre.
A ver, ¿de qué color tenía la casulla el cura?
¿La casulla?
Pues claro que la casulla, ¡no va a ser la camiseta! A ver, ¿de qué color era?

... La señora Lupe, cuando se entera de que sus hijas no han ido a misa, no las llama ateas o herejes o descreídas, sino guarras…33. Cada cual habla el español como le da la gana, que para eso es de todos” (Luis González Carvajal, Evangelizar en un mundo postcristiano, 156).

Por supuesto que hoy nadie en nuestro ambiente aprobaría el procedimiento de la señora Lupe, pero la cita nos da idea de la mentalidad existente hace años y de cómo la familia se preocupaba, a su modo, de transmitir unas formas de actuar, de socializar la práctica religiosa.

Hace cincuenta años –y menos– la educación religiosa comenzaba en la familia. Actualmente los niños que están llegando a la escuela o al colegio son los primeros hijos de los que Rosa Aparicio ha llamado ‘madres secularizadas’, incapaces de transmitir fervores religiosos; niños que no han rezado nunca, que no saben rezar.

La incultura religiosa cristiana hoy es extensa, por cuanto afecta a gran parte de la sociedad española; y profunda, porque se está perdiendo o ha perdido el valor o significado de los símbolos religiosos cristianos que en muchos casos se interpretan como meros hechos o vestigios folclóricos, o como ritos “bonitos” en los que no se vislumbra el Espíritu.

Javier Elzo, en su obra Jóvenes españoles y vocación, mantiene la convicción de que la socialización religiosa en España ha fallado y está fallando, porque ha quebrado la célula fundamental de socialización, la familia; y la Iglesia, entre otras instancias, además de estar muy poco valorada socialmente, no ha sabido transmitir a las jóvenes generaciones su mensaje. Si, en efecto, a la pregunta dónde se dicen, para ti, las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo, el 53% responde que en la familia; y a la pregunta quién ha influido más en que tengas las ideas y postura en el terreno religioso que ahora tienes, un 66% lo atribuye a la familia, es patente que para valorar la situación religiosa de los adolescentes-jóvenes necesariamente haya que pensar en la institución familiar.

Puede parecer desalentadora la pintura sobre la situación de adolescentes-jóvenes, pero es preciso, sin caer en derrotismos, conocer grosso modo los datos que aportan los sociólogos; porque es en esta tierra donde hay que sembrar las “actitudes vocacionales de fondo” y lograr implantar la “nueva cultura vocacional” como una válida y actual forma de evangelización.

Cómo crear esta cultura vocacional…

Los documentos magisteriales, incluidas las intervenciones del Papa, al hablar de la vocación o vocaciones, ponen la mira fundamentalmente en las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal, pero implícitamente sitúan estas vocaciones específicas en un contexto más amplio, el eclesial o incluso el de la humanidad, considerada con ojos creyentes. Por esto la expresión cultura vocacional parece reducirse en ocasiones en su significación originaria.

Cuando se plantea la cuestión “cómo crear una nueva cultura vocacional” se está reconociendo implícitamente que nuestra cultura actual no ofrece las condiciones apropiadas para que el ser humano viva “vocacionado”. El hombre moderno ha perdido una serie de actitudes y valores, lo que le impide vivir con autenticidad su humanidad; y volver a conseguir esta humanidad sería la primera aspiración. Al tratar de “crear una nueva cultura vocacional” se quiere lograr una cultura que permita al hombre moderno

volverse a encontrar a sí mismo, para lo cual es preciso cultivar la capacidad de interiorización. El viejo consejo griego “conócete a ti mismo” o la petición agustiniana “conózcame a mí, conózcate a Ti” (Soliloquios II, 1) son felices expresiones de la actitud que debe conseguir el hombre actual;
recuperar los valores superiores de34:
amor
amistad
oración y contemplación
agradecimiento, gratuidad, confianza
responsabilidad

Podemos arriesgarnos a diseñar un procedimiento para lograr crear la nueva cultura vocacional.

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Esta búsqueda de sentido y deseo de encontrar la verdad se convierte en el pensamiento de Juan Pablo II, al que siguen otros muchos autores, en un principio antropológico; es decir, el hombre como tal busca el significado de sí mismo y de su propia vida y aspira a conocer y poseer la verdad. Con esta actitud Juan Pablo II se pone en línea con las grandes corrientes religiosas de la historia de la humanidad, pues en el Avesta, los Vedas y los Tripitakas (libros del parsismo, hinduismo y budismo respectivamente) recorren sus páginas las preguntas universales de fondo: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida? ¿Qué significa el sufrimiento? [Enrique Rojas]. Pero estos mismos interrogantes afloran en la pintura simbolista de Paul Gauguin, en su gran obra ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?

Por esto, los adolescentes y jóvenes –todo hombre sincero– se sienten insatisfechos ante conquistas efímeras, pues existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; están a la escucha de que alguien les llame por su “nombre”. “La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación.”35

“Esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto” (NVNE 13 b).

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización. “La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro (…) sobre un modelo de hombre sin vocación” (Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa, 13 b).

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una “cultura vocacional” auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

Aunque no es fácil delimitar los pasos del procedimiento señalado, nos arriesgamos a seguir marcando líneas de acción referidas al tercer paso. En otras palabras, vamos a sugerir, guiados por los documentos de los Congresos sobre vocaciones de Europa y América, una serie de acciones para conseguir la nueva cultura vocacional.

Además de esos pasos, ¿qué más podemos hacer para conseguir una nueva cultura vocacional? De forma muy sintetizada, he aquí, según los documentos aludidos, cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: “La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre”.
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos –acciones–siguientes:

Sembrar: “Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano”.
Acompañar: “Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús”.
Educar:“Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos”.
Formar: “Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino”.
Discernir: “A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión”.

Una orientación…


Los documentos que hemos citado aconsejan “unir más directamente todo el proceso del discernimiento de la vocación y la llamada a proyectos concretos de servicio que encarnen aquí y ahora la misión de la Iglesia y que respondan a las necesidades acuciantes y reales del mundo. Los jóvenes deberían ser invitados a compartir esta misión, independientemente del hecho que hayan mostrado o no un interés formal por el ministerio ordenado o la vida consagrada.

“De esta manera, el proyecto misioneromismo llega a ser el lugar privilegiado del discernimiento vocacional de la persona, más que sus particulares predisposiciones. Esto lleva a pasar de un modelo de ‘candidatura’ basado sobre el deseo de la persona a llegar a ser presbítero, religioso o religiosa, al modelo en el que el compromiso compartido en una tarea concreta de la Iglesia lleva de otra manera a identificar, en un potencial candidato, los dones y la capacidad de entrega que le sugieran que tal vez Dios le esté llamando a un compromiso definitivo y permanente en la Iglesia.

“Este modelo influye también en el modo de comprender todo el proceso de la formación del seminario o de la casa de formación, como también el periodo de discernimiento vocacional. Se trata de un “aprendizaje” en el que los candidatos, tanto a la vida religiosa como sacerdotal, viven por un año o dos la vida y misión de la diócesis o comunidad y, a partir de esta experiencia, se les invita a emprender una formación espiritual y teológica más intensa para prepararse a un compromiso que dure toda la vida”37

¿Qué reflexiones pueden hacerse a partir de este texto?

La necesidad de compartir con los adolescentes-jóvenes actividades y proyectos de servicio en ministerios de “frontera” (pobreza, marginación, enfermedad…) o que sean expresión de algunos valores cotizados a la alta en el mundo actual, especialmente el juvenil (pacifismo, ecologismo, igualdad de las personas, sentido de la justicia…) independientemente de su “credo” o interés explícito por una vocación específica.

La misión “ad gentes”quizá sea el clima más indicado para compartir proyectos y actividades y donde más fácilmente el joven puede dar cauce a su laudable deseo de servir.

Como toda vocación entraña una misión, es decir, todo llamado es llamado en y por la Iglesia para desempeñar una misión, de lo que se trata en este proceso es de interpelar al joven que generosamente se está entregando: ¿Por qué sólo un año o dos y no más o toda la vida? Es decir, de la acción se procura que el joven pase a la reflexión; de la entrega de hecho en el tiempo se pase a la pregunta por el sentido de la entrega sin medida y definitiva. En este proceso “sentir con” la Iglesia es fundamental y el cambio de perspectiva es profundo: no soy yo quien quiero ser ministro ordenado o religioso; es el mundo el que me necesita y es la Iglesia la que me llama. “No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante” (Jn 15, 16).

A la luz de esta dinámica vocacional es evidente que adquiere una importancia singular el llamado voluntariadoque tal vez se está explotando poco en su vertiente estrictamente religiosa y se está quedando en una forma loable de ayudar o servir a necesitados en una u otra parte del mundo. ¿Por qué no fomentar el voluntariado y convertirlo en un terreno de promoción de vocaciones a la vida consagrada o al ministerio ordenado?

Puede que el peso de la tradición dificulte tanto este tipo de pastoral vocacional como el proceso de formación de las vocaciones que de ella emergieran. Pero no cabe la menor duda de que esta vena está todavía sin explotar y, teniendo en cuenta la distancia en que se mueven los adolescentes-jóvenes respecto a quienes pueden incidir en su vida, como pueden ser, por ejemplo, otros consagrados, en algunos ambientes puede ser una fórmula, quizá la única, de poder hacer la propuesta vocacional.

NOTAS
31 Gabino Uríbarri, Elementos para la construcción de una cultura vocacional, Todos uno 143, 2000, pág. 79s.

32 Juan Pablo II, Discurso a los participantes al Congreso sobre las vocaciones en Europa, en «L´Osservatore Romano », 11.V1.997, n.4.

33 Aquí el escritor español Camilo José Cela pone otros sustantivos muy bajos, que por respeto al lector no he querido transcribir.

34 Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la 30ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 1993, 2.

35 Juan Pablo II, Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 4; mensaje para la 38ª jornada mundial de oración por las vocaciones, 1 – 2.

36 Algunas referencias a este aspecto de la oración las encontramos en los siguientes documentos del Pontificado de Juan Pablo II: Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 2; Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 2004, 5; Mensaje 41ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2004.

37 III Congreso continentale sulle vocazioni al ministero ordinato e alla vita consacrata in Nord America: Conversione, discernimento e missione, p. 94. Ed. Rogate, Roma, 2003.


Participación en el Foro

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad

Bibliografía recomendada/ artículos de apoyo :

- Una cultura vocacional
Mensaje del Santo Padre con ocasión de la XXX Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, 1993

- Nuevas vocaciones para una nueva Europa
La nueva evangelización debe reanunciar el sentido fuerte de la vida como "vocación".

- Carta del Papa Benedicto XVI en el congreso europeo de Pastoral Vocacional
Carta del Papa Benedicto XVI a los participantes en el congreso europeo de pastoral vocacional el pasado 4 de julio en el Vaticano.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor Euclides » Lun Mar 05, 2012 9:33 am

Antes de responder a las preguntas quisiera compartir lo que dice el Catecismo de la Iglesia Católica

El deseo de Dios está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios y para Dios; y Dios no cesa de atraer hacia sí al hombre hacia sí, y sólo en Dios encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar: La razón más alta de la dignidad humana consiste en la vocación del hombre a la comunión con Dios. El hombre es invitado al diálogo con Dios desde su nacimiento; pues no existe sino porque, creado por Dios por amor, es conservado siempre por amor; y no vive plenamente según la verdad si no reconoce libremente aquel amor y se entrega a su Creador (GS 19,1). C.C. 27

1- Define algunos rasgos del joven
Dios tiene una misión para cada uno de nosotros como lo expresa el catecismo.
El joven que encuentra en su corazón el designio de Dios es: apasionado por las cosas de Dios, ve en la oración la mejor comunicación con su creador, ama sin dudar a María y respeta a la madre iglesia. Sin duda todos estos rasgos mencionados los podría resumir en uno solo “sed de Dios” como lo expresaba San Agustín: “busco para encontrando y encuentro para seguir buscando”. El joven busca calmar la sed de su vocación ya sea como laico, religioso o sacerdote. Todos tenemos sed de Dios.

2- ¿Cuales son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional?
Todo es un ciclo de vida en el cual cada cristiano esta llamado ya la voluntad de Dios esta escrita en el corazón del hombre como así lo expresa el catecismo.
Todo empieza justo el corazón del hombre el cual siente la sed de Dios, desde nuestra concepción humana. Esta en luchar para que este mundo no nos arrebate la gracia que hemos adquirido.
El amor se autentifica en la acción, una cultura es creada a través de los tiempos por la riqueza que adquiere. Pues nosotros estamos llamados a ser ejemplo del evangelio que no vasta solo leerlo o escucharlo sino vivirlo y solo viviéndolo lo pondremos en práctica. Hay esta el primer paso que se ha de convertir en momento a través de la acción el ejemplo evangélico.
Después de que dejemos que el espíritu de Dios actué en nuestras lo que vidas todo hagamos de hay en adelante será inspirado por él, el segundo paso será regar lo que Dios a sembrado de hay en adelante la persona debe de cuidar su vocación como el que cuida un jardín con el fin de dar frutos y así ser un sembrador del mensaje evangélico en los demás constituyendo el ciclo mencionado ya antes.
Euclides
 
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor aluka-67 » Mar Mar 06, 2012 8:19 pm

Rasgos de los jóvenes:el presentismo y el miedo a asumir compromisos, creo que son dos puntos muy importante en la vida de los jóvenes de hoy; el ritmo de vida que se lleva, el gran avance en las telecomunicaciones hacen que les interese sólo el aquí, el ahora, el placer del ya; no se preguntan, no se preocupan por el mañana, por buscar el sentido de sus vidas, sus inquietudes, intereses. Sólo interesa el aquí y ahora, lo demás no! y si el ya nos da un status una categoría mejor. Lo material está por encima de todo valor ético.

PASOS de la cultura vocacional: 1- que el joven descubra la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad de su vida. Como ej a ello creo que en los grupos juveniles se da o por lo menos se intenta alcanzarlo. 2- difundir la cultura vocacional. Ej. conozco colegios católicos que en el último año del secundario realizan jornadas vocacionales. 3-crear la cultura vocacional.Ej. el acompañamiento de algunos sacerdotes a jóvenes que han sentido el llamado.
MOMENTOS: orar, evangelizar, experimentar, acompañar, invitar y proponer.
ACCIONES: sembrar, acompañar, educar, formar, discernir.
Los tres están íntimamente relacionados: si los momentos que se nos presentan no los llevamos a las acciones nunca tendremos los pasos.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor jguerras100 » Mié Mar 07, 2012 1:58 pm

Participación en el Foro

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
Presentismo, como sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en
• El deseo de tener éxito,
• El deseo de tener el mayor número de experiencias posible,
• El deseo de gozar de la vida.

Secularismo: Negación, como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar. Es decir, secularismo que, con diversos matices, se convierte en un materialismo.

Indiferentismo, como actitud práctica ante los valores religiosos e indiferencia ante los valores éticos como expresión de un cómodo individualismo llevado al campo de la religión y de la moral.

Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto -"me lo pide el cuerpo"-; en ocasiones el genérico molestar o no al otro se convierte en criterio de moralidad o de acción.



2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad
Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad.
El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores
El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una "cultura vocacional" auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.
cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: "La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre".
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos -acciones-siguientes:

Sembrar: "Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano".
Acompañar: "Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús".
Educar: "Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos".
Formar: "Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino".
Discernir: "A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión".
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor Flory Villalobos » Jue Mar 08, 2012 4:49 pm

El siguiente texto nos puede ayudar a profundizar en el concepto de cultura vocacional que hemos tratado de definir para entender la importancia de este apostolado que debería de ser prioritario para cada congregación, comunidad y cada uno de sus miembros.

"Desde el punto de vista cristiano, el hombre se entiende desde su llamada. Se puede decir lo mismo de una manera académicamente más pulida: la antropología cristiana es una antropología de destino (Gesché). Es decir: se capta lo que verdaderamente es la persona humana si se contempla desde el proyecto creador de Dios: Dios tiene un sueño sobre cada uno de nosotros. La consumación más plena en esta vida consiste en realizar dicho sueño. He ahí la plenitud insuperable de la vida humana, su logro y perfección más alta."31.

El hombre actual está polarizado, diría casi hechizado por alcanzar la propia autorrealización, es su aspiración más alta y casi única. Ésta se opone a la propuesta de la fe cristiana, que Jesucristo vino a enseñarnos y que podríamos denominar heterorrealización, es decir buscar hacer la voluntad del Padre (Jn 4, 34), de Alguien más que es importante y da sentido a nuestro existir.

La vocación es el pensamiento providente del Creador sobre cada creatura, es su idea-proyecto, como un sueño que está en el corazón de Dios, porque ama vivamente a la creatura. Dios-Padre quiere este designio distinto y específico para cada persona.

El ser humano, en efecto, es ´llamado´ a la vida y al venir a la vida lleva y encuentra en sí la imagen de Aquél que le ha llamado. Vocación es la propuesta divina a realizarse según esta imagen y es única-singular-irrepetible precisamente porque tal imagen es inagotable. Toda criatura significa y es llamada a manifestar un aspecto particular del pensamiento de Dios. Ahí encuentra su nombre y su identidad; afirma y pone a seguro su libertad y su originalidad.

Si, pues, todo ser humano tiene su propia vocación desde el momento de su nacimiento, existen en la Iglesia y en el mundo diversas vocaciones que, mientras en el plano teológico manifiestan la imagen divina impresa en el hombre, a nivel pastoral-eclesial responden a las varias exigencias de la nueva evangelización, enriqueciendo la dinámica y la comunión eclesial.

Tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI expresan en diversos momentos el deseo de que se promueva una "nueva cultura vocacional en los jóvenes y en las familias." Ella es una componente de la nueva evangelización. Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir.

En especial se hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente - la que algunos llaman ´cultura de la muerte´ - tales como la gratitud, la acogida del misterio, el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez, de su apertura a la trascendencia, la disponibilidad a dejarse llamar por otro (o por Otro) y preguntar por la vida, la confianza en sí mismo y en el prójimo, la libertad de conmoverse ante el don recibido, el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida.

También forma parte de esta cultura vocacional la capacidad de soñar y anhelar, el asombro que permite apreciar la belleza y elegirla por su valor intrínseco, porque hace bella y auténtica la vida, el altruismo que no es sólo solidaridad de emergencia, sino que nace del descubrimiento de la dignidad de cualquier ser humano.

A la cultura del ocio, que corre el peligro de perder de vista y anular los interrogantes serios en el montón de palabras, se opone una cultura capaz de encontrar valor y gusto por las grandes cuestiones, las que atañen al propio futuro: son las grandes preguntas, en efecto, las que hacen grandes incluso a las pequeñas respuestas. Pero son precisamente las pequeñas y cotidianas respuestas las que provocan las grandes decisiones, como la de la fe; o que crean cultura, como la de la vocación.

En todo caso, la cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro, para la Europa del 2000, sobre un modelo de hombre sin vocación. En efecto, dice el Papa: «La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación»32.

Precisamente esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto.

De esta forma dicha nueva cultura será verdadero y propio terreno de evangelización, donde podría nacer un nuevo modelo de hombre y florecer también una nueva santidad y nuevas vocaciones para la Europa del 2000. La escasez, en efecto, de vocaciones específicas, las vocaciones en plural, es, sobre todo, carencia de conciencia vocacional de la vida, la vocación en particular" o bien, carencia de cultura de la vocación. "Esta cultura llega a ser hoy, probablemente, el primer objetivo de la pastoral vocacional o, quizá, de la pastoral en general. ¿Qué pastoral es, en efecto, aquella que no cultiva la libertad de sentirse llamados por Dios, ni produce cambio de vida?".

Hay un elemento sobre el cual es importante reflexionar: el reconocimiento de que la pastoral de las vocaciones se encuentra ante la exigencia de un cambio radical, de un «impacto» idóneo, de «un salto cualitativo», como el Papa recomendó en el discurso al final del Congreso sobre las vocaciones en Europa, ya mencionado anteriormente en la nota de pie de página. Todavía una vez más nos encontramos ante una convergencia evidente que ha de comprenderse en su significado auténtico, en este análisis de la situación que estamos proponiendo.

No se trata sólo de una invitación a reaccionar ante una sensación de cansancio o de desaliento por los escasos resultados; ni con estas palabras se pretende incitar a renovar simplemente ciertos métodos o a recuperar energía y entusiasmo, sino que, substancialmente se quiere indicar que la pastoral vocacional en Europa ha llegado a una encrucijada histórica, a un paso decisivo. Existe una historia, con una prehistoria, seguida de fases que se han sucedido lentamente a los largo de estos años, como estaciones naturales, y que ahora deben necesariamente avanzar hacia el estado «adulto» y maduro de la pastoral vocacional.

Por tanto, no se trata ni de subestimar el sentido de este paso, ni de culpar a nadie por lo que se haya hecho en el pasado; al contrario, nuestro propósito y el de toda la Iglesia es de sincero reconocimiento a aquellos hermanos y hermanas que, en condiciones verdaderamente difíciles, han ayudado con generosidad a tantos adolescentes a buscar y encontrar la propia vocación. De todas formas, en cualquier caso, se trata de comprender de una vez la orientación que Dios, Señor de la historia, está dando a nuestra historia, también a la rica historia de las vocaciones en Europa, hoy ante una encrucijada decisiva.

"- Si la pastoral de las vocaciones nació como emergencia debida a una situación de crisis e indigencia vocacional, hoy ya no puede concebirse con la misma precariedad y motivada por una coyuntura negativa; al contrario, aparece como expresión estable y coherente de la maternidad de la Iglesia, abierta al designio inescrutable de Dios, que siempre engendra vida en ella;

"- Si en un tiempo la promoción vocacional se orientaba exclusiva y principalmente a algunas vocaciones, ahora se debería dirigir cada vez más a la promoción de todas la vocaciones, porque en la Iglesia de Dios o se crece juntos o no crece ninguno;

"- Si en sus comienzos la pastoral vocacional trataba de circunscribir su campo de acción a algunas categorías de personas «los nuestros », los más próximos a los ambientes de Iglesia, o a aquellos que parecían manifestar inmediatamente un cierto interés, los más buenos y estimados, los que habían hecho ya una opción de fe, etc.), ahora se siente cada vez más la necesidad de extender con valor a todos, al menos en teoría, el anuncio y la propuesta vocacional, en nombre de aquel Dios que no hace acepción de personas, que elige a pecadores en un pueblo de pecadores, que hace un profeta de Amós, que no era hijo de profeta sino tan solo cultivador de sicómoros, que llama a Leví y entra en la casa de Zaqueo, que es capaz de hacer nacer incluso de las piedras hijos de Abraham (cfr. Mt 3,9);

"- Si anteriormente la actividad vocacional nacía en buena parte del miedo (a la desaparición, a la disminución) y de la pretensión de mantener determinados niveles de presencia o de obras, ahora el miedo, siempre pésimo consejero, cede el puesto a la esperanza cristiana, que nace de la fe y se proyecta hacia la novedad y el futuro de Dios;

"- Si una cierta animación vocacional es, o era, perennemente insegura y tímida, casi hasta aparecer en condiciones de inferioridad respecto a una cultura antivocacional, hoy hace auténtica promoción vocacional sólo quien está animado por la convicción de que toda persona, sin excluir a ninguna, es un don original de Dios que espera ser descubierto;

"- Si en otro tiempo el objetivo parecía ser el reclutamiento, o el método de propaganda, a menudo con resultados obtenidos forzando la libertad del individuo o con episodios de «competencia», ahora debe ser cada vez más claro que el fin es la ayuda a la persona para que sepa discernir el designio de Dios sobre su vida para la edificación de la Iglesia, y reconozca y realice en sí misma su propia verdad;

"- Si en época aún no muy lejana había quien se engañaba creyendo resolver la crisis vocacional con opciones discutibles, por ejemplo «importando vocaciones» de allende las fronteras (a menudo desarraigándolas de su ambiente), hoy nadie debería engañarse con resolver la crisis vocacional vagando de un lado a otro, porque el Señor continúa llamando en cada Iglesia y en cada lugar;

"- E igualmente, en la misma línea, el «cirineo vocacional», solícito y a menudo improvisador solitario, debería cada vez más pasar de una animación hecha con iniciativas y experiencias episódicas a una educación vocacional que se inspire en la seguridad de un método de acompañamiento comprobado para poder prestar una ayuda apropiada a quien está en búsqueda;

"- En consecuencia, el mismo animador vocacional debería llegar a ser cada vez más educador en la fe y formador de vocaciones, y la animación vocacional llegar a ser siempre más acción coral, de toda la comunidad, religiosa o parroquial, de todo el instituto o de toda la diócesis, de cada presbítero o consagrado o creyente, y para todas las vocaciones en cada fase de la vida;

"- Es tiempo, por fin, de que se pase decididamente de la «patología del cansancio» y de la resignación, que se justifica atribuyendo a la actual generación juvenil la causa única de la crisis vocacional, al valor de hacerse los interrogantes oportunos y ver los eventuales errores y fallos a fin de llegar a un ardiente nuevo impulso creativo de testimonio" (13 c).


Pequeño rebaño y misión grande...

Será la coherencia con la que se proceda en esta línea la que ayudará cada vez más a descubrir la dignidad de la pastoral vocacional y su natural posición de centralidad y síntesis en el ámbito pastoral. También aquí venimos de experiencias y concepciones que han corrido el riesgo de marginar, en algún modo, en el pasado, la misma pastoral de las vocaciones, considerándola como menos importante. Ésta a veces presenta un rostro no convincente de la Iglesia actual o es considerada como un sector de la pastoral teológicamente menos fundamentado que otros, consecuencia reciente de una situación crítica y contingente.

La pastoral vocacional vive, quizá, todavía en una situación de inferioridad, que, si por un lado puede dañar su imagen e indirectamente la eficacia de su acción, por otro puede llegar a ser también un contexto favorable para trazar y experimentar con creatividad y libertad, libertad incluso para equivocarse, nuevos caminos pastorales.

Sobre todo dicha situación puede recordar aquella otra «inferioridad» o pobreza de la que hablaba Jesús mirando al gentío que le seguía: «La mies es mucha, pero los obreros pocos» (Mt 9,37). Frente a la mies del Reino de Dios, frente a la mies de la nueva Europa y de la nueva evangelización, los «obreros» son y serán siempre pocos, «pequeño rebaño y misión grande», para que resalte mejor que la vocación es iniciativa de Dios, don del Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Actitudes vocacionales de fondo…

"Deseo, ante todo, llamar la atención hacia la urgencia de promover las que podemos llamar ´actitudes vocacionales de fondo´, que originan una auténtica cultura vocacional. Estas actitudes son: la formación de las conciencias, la sensibilidad ante los valores espirituales y morales, la promoción y defensa de los ideales de la fraternidad humana, del carácter sagrado de la vida humana, de la solidaridad social y del orden civil". Así se expresaba Juan Pablo II en el mensaje con motivo de la 30ª Jornada mundial de oración por las vocaciones de 1993. Quizá fuera la primera vez que Juan Pablo II empleara varias de las expresiones que aparecen en este texto: Actitudes vocacionales de fondo y cultura vocacional, y que después se han repetido sin cesar.

El Papa en sus abundantes documentos nos brinda de vez en cuando algunas intuiciones que sintetizan magníficamente una situación social, una necesidad humana, un ideal oculto en lo profundo del hombre, una relación imprevista, una interpretación llamativa de un texto bíblico. Al hablar de actitudes vocacionales de fondo, Juan Pablo II apela a realidades de "fundamento", pues sin su aceptación y vivencia, el hombre quedaría, y seguramente se sentiría, desfondado. ¿Está advirtiendo el Papa del peligro que corre el hombre actual de quedar desfondado? Lo que sí es cierto es que sin esos principios no cabe una cultura vocacional, no puede prender planta alguna "cristiana" ni auténticamente humana.

Si la cultura es la forma de pensar, valorar y vivir de un pueblo o grupo humano y por diversos motivos las actitudes vocacionales de fondo de que habla el mensaje no están presentes, es imposible que haya una cultura vocacional, es decir, que se entienda la vida como un don; que se acepte que la autorrealización no debe ser la única y suma aspiración de la persona y que ésta deba admitir en su fuero interno el susurro de la heterorrealización, o sea, admitir la presencia de Dios en la propia vida el cual le va marcando el ritmo; que el otro no sea un medio para mí, sino un fin al que me debo y entrego.

El documento Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa habla de que la nueva cultura vocacional "es una componente de la nueva evangelización".

Es cultura de la vida y de la apertura a la vida, del significado del vivir, pero también del morir. En especial hace referencia a valores un tanto olvidados por cierta mentalidad emergente (´cultura de la muerte´, según algunos), tales como:

la gratitud,
la acogida del misterio,
el sentido de lo imperfecto del hombre y, a la vez,
de su apertura a la trascendencia,
la disponibilidad a dejarse llamar por otro (u Otro) y preguntar por la vida,
la confianza en sí mismo y en el prójimo,
la libertad de conmoverse ante el don recibido,
el afecto, la comprensión, el perdón, admitiendo que aquello que se ha recibido es inmerecido y sobrepasa la propia capacidad, y fuente de responsabilidad hacia la vida" (NVNE 13 b).

El tema de la cultura vocacional empapa el pensamiento de Juan Pablo II. Podría definirse como "un esquema coherente de valores, actitudes y modos de actuar que se refleja en la vida de una comunidad o sociedad" (P. Kevin Doran). Una cultura vocacional se desarrolla cuando una comunidad empieza a darse cuenta cada vez más de que la vida no es sólo una casualidad, sino un don que hemos recibido de Dios y que por su naturaleza requiere una respuesta generosa de parte de cada uno.

El amor de Dios que acompaña el don se convierte en la razón de lo que somos y de lo que hacemos y lleva al compromiso por la imitación de Cristo en la oración diaria, en el amor recíproco y en la justicia hacia los demás.

La cultura vocacional comprende también compromisos más específicos y más radicales como el matrimonio cristiano, el sacerdocio y la vida consagrada, en armonía con la diversidad de los dones que cada persona ha recibido.

Conocer el mundo del adolescente…

Si en este momento intentamos acercarnos al mundo adolescente-joven es para que los agentes de pastoral vocacional, que deberíamos ser todos, cuenten con la cruda realidad, pues toda pastoral ha de comenzar por levantar un "plano de situación", conocer el "material" con que va a trabajar.

No es el mundo de los adolescentes-jóvenes un mundo aparte desgajado de la sociedad en conjunto. Si debe afirmarse que cada cual es últimamente responsable de sí mismo, también debe admitirse que todos nos condicionamos y ejercemos influencias múltiples sobre los demás. Por esto, considerar el mundo de los adolescentes-jóvenes como una realidad surgida espontáneamente o que se ha formado por arte de magia, es lo mismo que renunciar al análisis, o escabullirse de la responsabilidad que cada cual, personas individuales o instancias sociales, pueda tener. Por esto, lo que se atribuye al mundo juvenil, en mayor o menor medida, lo encontramos en la sociedad de los adultos, de los que los jóvenes son una réplica, condicionada tantas veces por su dependencia económica.

Dicho esto, mi intención es poner de relieve algunos rasgos de los actuales adolescentes-jóvenes de nuestro entorno. Quizá esto pueda ayudar a trabajar con ellos y a comprender un poco mejor el estado actual de las vocaciones.

La mentalidad "posmoderna" ha influido profundamente en la forma de vivir y pensar del hombre europeo de los últimos lustros; incluso más, ha empapado sus costumbres, sus relaciones y sus proyectos de futuro. Por supuesto, también los adolescentes-jóvenes se han visto afectados por estas tibias bocanadas posmodernas. La mentalidad posmoderna no ha sido sólo una "catástrofe" para la sociedad actual, para la Iglesia o para la vida religiosa. También ha traído cosas positivas; por ejemplo, la desmitificación de muchos dogmatismos y grandes "relatos" que se admitían por inercia. Sin embargo, a continuación nos fijamos en unos rasgos revestidos más bien de negatividad.

Veamos algunos de los rasgos de muchos de nuestros adolescentes-jóvenes:


Secularismo: Negación, como actitud práctica, de cuanto supere lo puramente material; toda la realidad se resuelve en lo que palpamos o disfrutamos. La hipótesis "Dios" carece de sentido planteársela, y con ella todas las realidades de índole espiritual. Debe negarse entidad a cuanto exceda lo puramente experimental. Sólo vale lo que es útil. Únicamente merece la pena lo que puedo experimentar. Es decir, secularismo que, con diversos matices, se convierte en un materialismo.

Indiferentismo,como actitud práctica ante los valores religiosos e indiferencia ante los valores éticos como expresión de un cómodo individualismo llevado al campo de la religión y de la moral.

Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto –"me lo pide el cuerpo"–; en ocasiones el genérico molestar o no al otro se convierte en criterio de moralidad o de acción.

Ni una pintura del adolescente-joven quedaría terminada con estos trazos, ni todos los adolescentes-jóvenes pueden incluirse en el boceto anterior, pero esas pinceladas deben tenerse en cuenta en todo acercamiento pastoral al mundo juvenil y, por extensión, a todos los grupos con que se trabaje o intente entrar en contacto.

Llegados a este punto nos planteamos una pregunta: ¿Cómo es posible que en unos cuantos años, en dos o tres decenios, se haya producido un vuelco tan significativo en nuestra sociedad y, por consiguiente, en el sector de los adolescentes-jóvenes? Para responder a esta cuestión lo mejor es acudir a los sociólogos que han estudiado el tema.

"En una de sus novelas [San Camilo, 1936] Cela nos ofrece un diálogo entre una madre y sus hijas que hace cincuenta años resultaba perfectamente verosímil:

¿Habéis ido a misa?
Sí, madre.
A ver, ¿de qué color tenía la casulla el cura?
¿La casulla?
Pues claro que la casulla, ¡no va a ser la camiseta! A ver, ¿de qué color era?

... La señora Lupe, cuando se entera de que sus hijas no han ido a misa, no las llama ateas o herejes o descreídas, sino guarras...33. Cada cual habla el español como le da la gana, que para eso es de todos" (Luis González Carvajal, Evangelizar en un mundo postcristiano, 156).

Por supuesto que hoy nadie en nuestro ambiente aprobaría el procedimiento de la señora Lupe, pero la cita nos da idea de la mentalidad existente hace años y de cómo la familia se preocupaba, a su modo, de transmitir unas formas de actuar, de socializar la práctica religiosa.

Hace cincuenta años -y menos- la educación religiosa comenzaba en la familia. Actualmente los niños que están llegando a la escuela o al colegio son los primeros hijos de los que Rosa Aparicio ha llamado ´madres secularizadas´, incapaces de transmitir fervores religiosos; niños que no han rezado nunca, que no saben rezar.

La incultura religiosa cristiana hoy es extensa, por cuanto afecta a gran parte de la sociedad española; y profunda, porque se está perdiendo o ha perdido el valor o significado de los símbolos religiosos cristianos que en muchos casos se interpretan como meros hechos o vestigios folclóricos, o como ritos "bonitos" en los que no se vislumbra el Espíritu.

Javier Elzo, en su obra Jóvenes españoles y vocación, mantiene la convicción de que la socialización religiosa en España ha fallado y está fallando, porque ha quebrado la célula fundamental de socialización, la familia; y la Iglesia, entre otras instancias, además de estar muy poco valorada socialmente, no ha sabido transmitir a las jóvenes generaciones su mensaje. Si, en efecto, a la pregunta dónde se dicen, para ti, las cosas más importantes en cuanto a ideas e interpretaciones del mundo, el 53% responde que en la familia; y a la pregunta quién ha influido más en que tengas las ideas y postura en el terreno religioso que ahora tienes, un 66% lo atribuye a la familia, es patente que para valorar la situación religiosa de los adolescentes-jóvenes necesariamente haya que pensar en la institución familiar.

Puede parecer desalentadora la pintura sobre la situación de adolescentes-jóvenes, pero es preciso, sin caer en derrotismos, conocer grosso modo los datos que aportan los sociólogos; porque es en esta tierra donde hay que sembrar las "actitudes vocacionales de fondo" y lograr implantar la "nueva cultura vocacional" como una válida y actual forma de evangelización.

Cómo crear esta cultura vocacional...

Los documentos magisteriales, incluidas las intervenciones del Papa, al hablar de la vocación o vocaciones, ponen la mira fundamentalmente en las vocaciones a la vida consagrada y sacerdotal, pero implícitamente sitúan estas vocaciones específicas en un contexto más amplio, el eclesial o incluso el de la humanidad, considerada con ojos creyentes. Por esto la expresión cultura vocacional parece reducirse en ocasiones en su significación originaria.

Cuando se plantea la cuestión "cómo crear una nueva cultura vocacional" se está reconociendo implícitamente que nuestra cultura actual no ofrece las condiciones apropiadas para que el ser humano viva "vocacionado". El hombre moderno ha perdido una serie de actitudes y valores, lo que le impide vivir con autenticidad su humanidad; y volver a conseguir esta humanidad sería la primera aspiración. Al tratar de "crear una nueva cultura vocacional" se quiere lograr una cultura que permita al hombre moderno volverse a encontrar a sí mismo, para lo cual es preciso cultivar la capacidad de interiorización. El viejo consejo griego "conócete a ti mismo" o la petición agustiniana "conózcame a mí, conózcate a Ti" (Soliloquios II, 1) son felices expresiones de la actitud que debe conseguir el hombre actual;
recuperar los valores superiores de34:
amor
amistad
oración y contemplación
agradecimiento, gratuidad, confianza
responsabilidad

Podemos arriesgarnos a diseñar un procedimiento para lograr crear la nueva cultura vocacional.

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Esta búsqueda de sentido y deseo de encontrar la verdad se convierte en el pensamiento de Juan Pablo II, al que siguen otros muchos autores, en un principio antropológico; es decir, el hombre como tal busca el significado de sí mismo y de su propia vida y aspira a conocer y poseer la verdad. Con esta actitud Juan Pablo II se pone en línea con las grandes corrientes religiosas de la historia de la humanidad, pues en el Avesta, los Vedas y los Tripitakas (libros del parsismo, hinduismo y budismo respectivamente) recorren sus páginas las preguntas universales de fondo: ¿Quién soy? ¿De dónde vengo y adónde voy? ¿Por qué existe el mal? ¿Qué hay después de esta vida? ¿Qué significa el sufrimiento? [Enrique Rojas]. Pero estos mismos interrogantes afloran en la pintura simbolista de Paul Gauguin, en su gran obra ¿De dónde venimos? ¿Qué somos? ¿Adónde vamos?

Por esto, los adolescentes y jóvenes –todo hombre sincero– se sienten insatisfechos ante conquistas efímeras, pues existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; están a la escucha de que alguien les llame por su "nombre". "La crisis que atraviesa el mundo juvenil revela, incluso en las nuevas generaciones, apremiantes interrogantes sobre el sentido de la vida, confirmando el hecho de que nada ni nadie puede ahogar en el hombre la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. Para muchos éste es el campo en el que se plantea la búsqueda de la vocación."35

"Esta pregunta y este deseo hacen nacer una auténtica cultura de la vocación; y si pregunta y deseo están en el corazón del hombre, también de quien los rechaza, entonces esta cultura podría llegar a ser una especie de terreno común donde la conciencia creyente encuentra a la conciencia secular y se confronta con ella. A ésta dará con generosidad y transparencia la sabiduría que ha recibido de lo alto" (NVNE 13 b).

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización. "La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro (...) sobre un modelo de hombre sin vocación" (Nuevas Vocaciones para una Nueva Europa, 13 b).

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una "cultura vocacional" auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

Aunque no es fácil delimitar los pasos del procedimiento señalado, nos arriesgamos a seguir marcando líneas de acción referidas al tercer paso. En otras palabras, vamos a sugerir, guiados por los documentos de los Congresos sobre vocaciones de Europa y América, una serie de acciones para conseguir la nueva cultura vocacional.

Además de esos pasos, ¿qué más podemos hacer para conseguir una nueva cultura vocacional? De forma muy sintetizada, he aquí, según los documentos aludidos, cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: "La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre".
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos -acciones-siguientes:

Sembrar: "Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano".
Acompañar: "Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús".
Educar:"Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos".
Formar: "Jesús nos forma en nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino".
Discernir: "A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión".

Una orientación...

Los documentos que hemos citado aconsejan "unir más directamente todo el proceso del discernimiento de la vocación y la llamada a proyectos concretos de servicio que encarnen aquí y ahora la misión de la Iglesia y que respondan a las necesidades acuciantes y reales del mundo. Los jóvenes deberían ser invitados a compartir esta misión, independientemente del hecho que hayan mostrado o no un interés formal por el ministerio ordenado o la vida consagrada.

"De esta manera, el proyecto misioneromismo llega a ser el lugar privilegiado del discernimiento vocacional de la persona, más que sus particulares predisposiciones. Esto lleva a pasar de un modelo de ´candidatura´ basado sobre el deseo de la persona a llegar a ser presbítero, religioso o religiosa, al modelo en el que el compromiso compartido en una tarea concreta de la Iglesia lleva de otra manera a identificar, en un potencial candidato, los dones y la capacidad de entrega que le sugieran que tal vez Dios le esté llamando a un compromiso definitivo y permanente en la Iglesia.

"Este modelo influye también en el modo de comprender todo el proceso de la formación del seminario o de la casa de formación, como también el periodo de discernimiento vocacional. Se trata de un "aprendizaje" en el que los candidatos, tanto a la vida religiosa como sacerdotal, viven por un año o dos la vida y misión de la diócesis o comunidad y, a partir de esta experiencia, se les invita a emprender una formación espiritual y teológica más intensa para prepararse a un compromiso que dure toda la vida"37

¿Qué reflexiones pueden hacerse a partir de este texto?

La necesidad de compartir con los adolescentes-jóvenes actividades y proyectos de servicio en ministerios de "frontera" (pobreza, marginación, enfermedad...) o que sean expresión de algunos valores cotizados a la alta en el mundo actual, especialmente el juvenil (pacifismo, ecologismo, igualdad de las personas, sentido de la justicia...) independientemente de su "credo" o interés explícito por una vocación específica.

La misión "ad gentes"quizá sea el clima más indicado para compartir proyectos y actividades y donde más fácilmente el joven puede dar cauce a su laudable deseo de servir.

Como toda vocación entraña una misión, es decir, todo llamado es llamado en y por la Iglesia para desempeñar una misión, de lo que se trata en este proceso es de interpelar al joven que generosamente se está entregando: ¿Por qué sólo un año o dos y no más o toda la vida? Es decir, de la acción se procura que el joven pase a la reflexión; de la entrega de hecho en el tiempo se pase a la pregunta por el sentido de la entrega sin medida y definitiva. En este proceso "sentir con" la Iglesia es fundamental y el cambio de perspectiva es profundo: no soy yo quien quiero ser ministro ordenado o religioso; es el mundo el que me necesita y es la Iglesia la que me llama. "No me habéis elegido vosotros a mí, sino que yo os he elegido a vosotros y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundante" (Jn 15, 16).

A la luz de esta dinámica vocacional es evidente que adquiere una importancia singular el llamado voluntariado que tal vez se está explotando poco en su vertiente estrictamente religiosa y se está quedando en una forma loable de ayudar o servir a necesitados en una u otra parte del mundo. ¿Por qué no fomentar el voluntariado y convertirlo en un terreno de promoción de vocaciones a la vida consagrada o al ministerio ordenado?

Puede que el peso de la tradición dificulte tanto este tipo de pastoral vocacional como el proceso de formación de las vocaciones que de ella emergieran. Pero no cabe la menor duda de que esta vena está todavía sin explotar y, teniendo en cuenta la distancia en que se mueven los adolescentes-jóvenes respecto a quienes pueden incidir en su vida, como pueden ser, por ejemplo, otros consagrados, en algunos ambientes puede ser una fórmula, quizá la única, de poder hacer la propuesta vocacional.


NOTAS
31 Gabino Uríbarri, Elementos para la construcción de una cultura vocacional, Todos uno 143, 2000, pág. 79s.

32 Juan Pablo II, Discurso a los participantes al Congreso sobre las vocaciones en Europa, en «L´Osservatore Romano », 11.V1.997, n.4.

33 Aquí el escritor español Camilo José Cela pone otros sustantivos muy bajos, que por respeto al lector no he querido transcribir.

34 Cf. Juan Pablo II, Mensaje para la 30ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 1993, 2.

35 Juan Pablo II, Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 4; mensaje para la 38ª jornada mundial de oración por las vocaciones, 1 – 2.

36 Algunas referencias a este aspecto de la oración las encontramos en los siguientes documentos del Pontificado de Juan Pablo II: Discurso al Congreso Europeo sobre las vocaciones, 2; Carta a los sacerdotes con ocasión del Jueves Santo 2004, 5; Mensaje 41ª Jornada Mundial de oración por las vocaciones 2004.

37 III Congreso continentale sulle vocazioni al ministero ordinato e alla vita consacrata in Nord America: Conversione, discernimento e missione, p. 94. Ed. Rogate, Roma, 2003.





Participación en el Foro

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
Presentismo, como sobrevaloración del momento actual sin referencias al pasado ni mirada al futuro. Estrujar el momento presente y el placer que pueda encerrar. En consecuencia,
Miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
La búsqueda de sentido, según Michael Kuhn, lo expresan la mayor parte en
• El deseo de tener éxito,
• El deseo de tener el mayor número de experiencias posible,
• El deseo de gozar de la vida.

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad
Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: "La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre".
Experimentar: Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.
Flory Villalobos
 
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor Claralucia » Vie Mar 09, 2012 11:54 am

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
A los jóvenes les gusta aventura, les gusta arriesgarse, sin medir, a veces las consecuencias. Estos rasgos de los jóvenes podemos canalizarlos bien en el sentido vocacional. Quizás proponerles una visita a los, a los pobres, a los niños huérfanos, poco a poco encaminarlos a un compromiso de hacer el bien siempre con toda esa energía y cualidades que tienen ellos.
Sin embargo nos damos cuenta también que nuestros jóvenes sólo viven el momento por eso les da miedo asumir un compromiso de por vida.
2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad.
Los tres pasos son:
a. Búsqueda de Sentido y el deseo de encontrar la verdad:
b. Difundir la cultura vocacional como conjunto de valores
c. Crear una cultura vocacional autentica
Las Acciones:
a. Sembrar: la semilla de la vocación que nos da Jesús en todo corazón humano.
b. Acompañar: en el camino del servicio "Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros.
c. educar: Jesús os educa haciéndonos conocer la verdad.
d. Formar: tal como lo hace Jesús invitando escogiendo y enviando.
e. Discernir: A la luz de la Palabra de Dios.
Los momentos:
a. Orar: invitar a os jóvenes a hacer momentos de reflexión y de oración.
b. Evangelizar: Dar a conocer a Jesús y sus mensaje de salvación para la humanidad. Haciendo peregrinación o misión.
c. Eucaristía: Frecuentar ser constantes y fieles, animarlos a que no fallen su encuentro dominical con el Señor.
d. Acompañar: para orientar de mejor manera a los candidatos. Estar siempre en contacto con ellos.
e. Discernir: para que la elección que haga sea para toda la vida.
f. Invitar a compartir como se vive en comunidad
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor Sor Rocio » Sab Mar 10, 2012 5:55 am

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes
Miedo a asumir compromisos duraderos o definitivos, lo cual incapacita para unas relaciones amorosas estables, para contraer matrimonio -o asumir la vida consagrada- de forma definitiva.
Relativismo, que se extiende a todo, a las formas y al contenido. El gusto –“me lo pide el cuerpo”–; en ocasiones el genérico molestar o no al otro se convierte en criterio de moralidad o de acción.

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad

Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad... Por esto, los adolescentes y jóvenes –todo hombre sincero– se sienten insatisfechos ante conquistas efímeras, pues existe en ellos el deseo de crecer en la verdad, en la autenticidad y en la bondad; están a la escucha de que alguien les llame por su “nombre”.

El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad.

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una “cultura vocacional” auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

LOS MOMENTOS:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Las ACCIONES:
Sembrar: “Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano”.
Acompañar: “Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús”.
Educar:“Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos”.
Formar: “Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino”.
Discernir: “A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión”.

Todo ésto aplicado a mi comunidad pienso que es dificil y que necesitamos crear en nuestra comunidad ESTA CULTURA VOCACIONAL sería el primer paso indispensable para vivir todo lo demás... pero es un trabajo de todos los días y de siempre. El Señor nos ayude a ser sus instrumentos.
Sor Rocio
 
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor ensunombre » Lun Mar 12, 2012 2:36 pm

1)Miedo: El temor a asumir compromisos que duren o que sean por siempre. Es el vivir el ahora sin pensar en el futuro.Esto en definitiva afecta al joven a comprometerse a una vida consagrada a nuestro Padre o en muchos casos el poder mantener un matrimonio por siempre como se lo prometemos al Senor en el momento de dar el si.
Indiferentismo: Con una total indiferencia y en muchos casos un irrespeto a los valores morales y religiosos.Es por eso importante que nosotros inculquemos valores dentro de nuestra propia familia para asi mandar a la sociedad gente comprometida con Dios y con valores eticos y morales.
La busqueda de sentido: Tratando de experimentar todo al maximo posible sin medir las consecuencias de sus actos. El vivir hoy lo mas intensamente posible sin pensar en las consecuencias del manana.
2)Los pasos serian:
a) Avivar al hombre, especialmente entre los jovenes, el sentido de vida y el deseo de encontrar la verdad. El proposito para lo cual fuimos creados.
b)Difundir la cultura vocacional como un conjunto de valores dentro de toda nuestra sociedad.
c)El tercero tiene un caracter mas restringido y dedicado, en el cual los jovenes que esten llamados y que sientan asimismo esa vocacion escojan libremente su compromiso con el pleno convencimiento de que es algo permanente con nuestro Señor.
Tenemos cinco momentos importantes que podiamos implantar dentro de nuestra comunidad.
a)Orar: Oran en grupo constantemente para que los jovenes llamados a la vocacion sigan con el mismo.
b):Evangelizar:
-Enseñando: Dando a conocer la Sagrada Escritura para que el joven tenga entendimiento de la palagra y su llamado.
-Formando:Poniendo en practica lo enseñado y que sea forma de vida para cada uno.
-Catequizando:Teniendo como componente fundamental la atencion a las vocaciones
c)Experimentar:
-Oracion y culto:Liturgia que es la celebracion de nuestra fe
-Acompañamiento:Ser guia y ejemplo para el joven que sienta un llamado vocacional.
-Invitar y proponer: Invitar a los jovenes a evaluar lo importante y satisfactorio que es el seguir el llamado de nuestras vocaciones de manera libre.
Acciones:
Estos momentos implican las siguientes acciones:
-Sembrar:Poner el interes de la vocacion en cada joven.
-Acompañar:Estar con ellos en una decision tan importante en su vida pero principalmente darles a entender que Jesus siempre nos acompaña.
-Educar:Dando a conocer la verdad a traves de la palabra.
-Formar:Formando jovenes con valores morales y religiosos solidos.
-Discernir: Dar discernimiento a traves de la palabra sobre la importancia del llamado vocacional.
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Re: Sesión 7: Pastoral Vocacional, el salto cualitativo

Notapor chicocou » Jue Mar 15, 2012 4:11 pm

1. Define alguno de los rasgo de los jóvenes

el egocentrismoo y narcisimooo q luegoo encierra a los jjovenes en disfrutar la vidaa aun aocsta de su dignidad y por ende la negacion o cerracioon de doctrinas o cosas religioosas que puedan quitarle ese placer momentaneo q tienen

2. ¿Cuáles son los pasos, los momentos y las acciones para crear una nueva cultura vocacional? Da un ejemplo de cada uno aplicado a tu comunidad
Un primer paso puede ser avivar en el hombre, principalmente en el adolescente o joven, la búsqueda de sentido y el deseo de encontrar la verdad. el hombre como tal busca el significado de sí mismo y de su propia vida y aspira a conocer y poseer la verdad
El segundo paso consistiría en difundir la cultura vocacional como conjunto de valores, una vez que el hombre se ha preguntado por el significado de la propia vida, por el sentido de la realidad, y una vez que se ha despertado en él el ansia de la verdad. La cultura vocacional no debe limitarse a los ámbitos eclesiales o creyentes, sino extenderse a toda la sociedad como una forma excelente de evangelización. "La cultura vocacional, en cuanto conjunto de valores, debe pasar cada vez más de la conciencia eclesial a la civil, del conocimiento de lo particular o de la comunidad a la convicción universal de no poder construir ningún futuro

El tercer paso ya tiene un carácter más restringido y de difícil consecución. Crear una "cultura vocacional" auténtica quiere decir lograr una atmósfera en la que los jóvenes católicos estén dispuestos a verificar con cuidado y abrazar libremente la propia vocación como compromiso permanente al que sean llamados en la Iglesia.

Además de esos pasos, ¿qué más podemos hacer para conseguir una nueva cultura vocacional? De forma muy sintetizada, he aquí, según los documentos aludidos, cinco momentos, a saber:

Orar: De orar por las vocaciones a ser hombres/mujeres orantes. No es sólo pedir esporádicamente las vocaciones, más bien hacer de la propia vida una constante oración36.
Evangelizar: Que se realiza principalmente en tres aspectos concretos:
Enseñar: Dar a conocer la Sagrada Escritura, el Magisterio de la Iglesia, la sana doctrina y los valores evangélicos.
Formar: Acompañar a las personas para que lo aprendido se vuelva vida, que no sean sólo conocimientos abstractos o teóricos. Llevarles a vivir el Evangelio sin glosa, sin apartados.
Catequizar: "La atención a las vocaciones debe ser una componente fundamental de la catequesis y de la formación en la vida de la fe en cualquier momento de la vida del hombre".
Experimentar:
Oración y culto = Liturgia que es la celebración de la fe.
Comunión eclesial = koinonía, vivir insertados activamente en la comunidad eclesial.
Servicio y caridad = diakonía que es tarea de todo bautizado.
Testimonio y anuncio = martyría, kerygma toda la vida debe ser un reflejo de la opción por Cristo
Acompañar: El acompañante, el guía, el modelo, el testigo es aquel que con su vida ilustra lo atractivo que es el seguimiento de Cristo.
Invitar y proponer: El discernimiento, la elección y el compromiso.

Estos cinco momentos implican, imitando la actuación de Jesús, los pasos -acciones-siguientes:

Sembrar: "Jesús siembra la buena semilla de la vocación en todo corazón humano".
Acompañar: "Jesús está junto a nosotros, camina con nosotros, nos acompaña a lo largo de nuestro camino de fe como hizo con los discípulos de Emaús".
Educar:"Jesús nos educa haciéndonos conocer la verdad sobre nosotros mismos que todavía no conocíamos".
Formar: "Jesús nos forma e nuestro caminar, nos enseña a reconocerlo cuando reflexionamos sobre nuestra experiencia con Él a lo largo del camino".
Discernir: "A la luz de lo que se nos revela en este discernimiento, Jesús nos llama a una elección explícita y efectiva, y nos encomienda una misión".
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