por pattypj » Jue May 10, 2012 8:43 pm
Participación en el foro
1. ¿Cómo se entiende la resurrección del cuerpo como la realidad del mundo futuro?
La resurrección significa una nueva sumisión del cuerpo al espíritu». Será, añade Juan Pablo II, «como el estado del hombre definitivo y perfectamente "integrado", a través de una unión tal del alma con el cuerpo, que califica y asegura definitivamente esta integridad perfecta. Y prosigue el Papa: «el grado de espiritualización, propia del hombre "escatológico", tendrá su fuente en el grado de su "divinización", incomparablemente superior a la que se puede conseguir en la vida terrena. Es necesario añadir que aquí se trata no sólo de un grado diverso, sino en cierto sentido de otro género de "divinización": La participación en la naturaleza divina, la participación en la vida íntima de Dios mismo, penetración e impregnación de lo que es esencialmente humano por parte de lo que es esencialmente divino, alcanzará entonces su vértice, por lo cual la vida del espíritu humano llegará a una plenitud tal, que antes le era absolutamente inaccesible.
La resurrección consistirá en la perfecta participación de todo lo que en el hombre es corporal a lo que en él es espiritual. Al mismo tiempo consistirá en la perfecta realización de lo que en el hombre es personal. "Las palabras: ´ni se casarán ni serán dados en matrimonio´ parecen afirmar, a la vez, que los cuerpos humanos, recuperados y al mismo tiempo renovados en la resurrección, mantendrán su peculiaridad masculina y femenina y que el sentido de ser varón o mujer en el cuerpo en el ´otro siglo´ se constituirá y entenderá de modo diverso del que fue desde ´el principio´ y, luego en toda la dimensión de la existencia humana". Una vez resucitados, estaremos en situación de realizar no sólo una imagen de la [color=#000080]comunión divina, sino que realizaremos totalmente la comunión divina en nosotros y, en consecuencia, plenamente la significación esponsal de nuestro cuerpo.
2. ¿Qué significan las palabras de Cristo (Mt 19, 11-12) sobre la continencia por el Reino de los Cielos?
Sobre el fondo de las palabras de Cristo, dice Juan Pablo II, se puede afirmar que no sólo el matrimonio nos ayuda a entender la continencia por el reino de los cielos, sino también que la misma continencia arroja una luz particular sobre el matrimonio visto en el misterio de la creación y de la redención. Contrariamente a lo que inclina a pensar cierto maniqueísmo larvado, que interviene con excesiva frecuencia en las cuestiones relativas al cuerpo y a la sexualidad, el matrimonio y la continencia, aunque correspondan a opciones de vida y a vocaciones diferentes, no se oponen. Y, sobre todo, no se puede otorgar privilegio a la continencia con el motivo de que supone abstenerse de las obras de la carne y ponerlo como pretexto para devaluar la vocación al matrimonio. Esto es lo que afirma de modo muy claro el Papa: "Aunque la continencia por el Reino de los cielos se identifica con la renuncia al matrimonio -que da nacimiento a una familia en la vida de un hombre y de una mujer- no se puede ver de ninguna manera en ella una negación del valor esencial del matrimonio; al contrario, la continencia sirve indirectamente para poner de relieve lo que es eterno y más profundamente personal en la vocación conyugal, lo que, en las dimensiones de lo temporal (y al mismo tiempo con la perspectiva del otro mundo), corresponde a la dignidad del don personal, ligada a la significación nupcial del cuerpo en su masculinidad o feminidad".
La continencia, a buen seguro, es una "vocación ´excepcional´, no ´ordinaria" y, en este sentido, se puede admitir que sea considerada superior a la vocación más común y ordinaria que es la del matrimonio, pero eso no puede conducir a depreciar el valor del matrimonio. Juan Pablo II precisa el modo en que se debe entender la "superioridad" de la continencia: "Esa ´superioridad´ de la continencia sobre el matrimonio no significa nunca en la auténtica tradición de la Iglesia, una infravaloración del matrimonio o un menoscabo de su valor -esencial-.-Tampoco significa una -inclinación, aunque sea implícita, hacia las posiciones maniqueas, o a un apoyo a modos de valorar o de obrar que se fundan en la concepción maniquea del cuerpo y del sexo, del matrimonio y de la generación. La superioridad evangélica y auténticamente cristiana de la virginidad, de la continencia, está dictada consiguientemente por el reino de los cielos. En las palabras de Cristo referidas a Mateo (19, 11-12), encontramos una sólida base para admitir solamente esta superioridad: en cambio, no encontramos base alguna para cualquier desprecio del matrimonio, que podría haber estado presente en el reconocimiento de esa superioridad".ss No hay, por consiguiente, más motivación que la del Reino de los cielos: "al elegir la continencia por el reino de los cielos, el hombre ´debe´ dejarse guiar precisamente por esta motivación, afirma el Papa.[/color]
3. ¿Por qué el texto de la carta a los Efesios (5, 21-33) es la coronación de las verdades de la Sagrada Escritura?
Este amor del Cristo-Esposo por la Iglesia tiene algo de radicalmente nupcial. Nuestros desposorios humanos están llamados desde entonces a ser imagen de los desposorios de Cristo con la Iglesia. Eso es lo que pretende decir la carta a los Efesios. No hay matrimonio cristiano más que si se da la voluntad de los esposos de adoptar en toda su vida conyugal la actitud del Cristo-Esposo respecto a la Iglesia-Esposa. No es, por tanto, casual que encontremos en Ef 5, 28 esta afirmación: «deben amar los maridos a sus mujeres como á sus propios cuerpos», que es eco de aquellas palabras del Génesis: «ésta es verdaderamente carne de mi carne». En la cruz y para la eternidad, Cristo ha amado a la Iglesia como a su propio cuerpo, concediéndole convertirse en su cuerpo místico. El matrimonio, para ser trasladado a este grado sublime de la analogía de amor del Cristo-Esposo por la Iglesia-Esposa, supone evidentemente que los esposos tengan la misma actitud que Cristo, es decir, que acepten «crucificar su carne con sus pasiones y sus concupiscencias» (Ga 5, 24). El papel de la gracia sacramental es ir quemando poco a poco en nosotros las raíces de la concupiscencia, de suerte que seamos aptos para significar, en todas las dimensiones de nuestra vida conyugal, los desposorios de inmolación de Cristo y de la Iglesia.
La gracia sacramental del matrimonio eleva así la significación del cuerpo humano: éste, llamado «al principio» a significar, en la unión conyugal, la comunión de la Trinidad de las Personas divinas, con la gracia del sacramento se convierte en la imagen de los desposorios redentores de Cristo con la Iglesia.
4. ¿Cómo descubre el matrimonio el misterio oculto por las edades (Ef 1, 3-4)?
El matrimonio, ya en el plano de la naturaleza, es un sacramento, y Juan Pablo II no tiene miedo de afirmar que es incluso «un sacramento primordial», pues es un «signo que transmite eficazmente en el mundo visible el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad». En el hombre y la mujer, en la diferencia de su masculinidad y feminidad, existe la revelación de un carácter sacramental del mundo, en la medida en que el mundo revela algo de Dios. El misterio escondido en Dios se revela de la manera más sublime en la pareja humana, hombre y mujer llamados a la comunión por medio de la entrega total de su persona y de su cuerpo. En este sentido, el matrimonio es signo del Amor increado, del amor con que Dios se ama a Sí mismo y con que El ama a la humanidad. Desde el principio, existe, pues, un sacramento primordial, que es el sacramento del matrimonio. En la unión del hombre y de la mujer, en la sacramentalidad de su comunión y de su atracción, está la expresión del amor de Dios. Eso es verdad referido a toda su Creación, que revela a su Creador, pero es verdad del modo más perfecto y total en la comunión del hombre y de la mujer.
5. ¿Cómo se relaciona el “lenguaje del cuerpo” con la realidad del signo en la promesa marital?
"El matrimonio como sacramento, dice el Papa, se contrae mediante la palabra, que es signo sacramental en razón de su contenido: ´Te tomo a ti como esposa -como esposo- y prometo serte fiel, en las alegrías y en las penas, en la salud y en la enfermedad, y amarte y honrarte todos los días de mi vida: Sin embargo, está palabra sacramental es de por sí sólo el signo de la celebración del matrimonio. Y la celebración del matrimonio se distingue de su consumación hasta el punto de que, sin esta consumación, el matrimonio no está todavía constituido en su plena realidad. La constatación de que un matrimonio se ha contraído jurídicamente, pero no se ha consumado (ratum - non consummatum), corresponde a la constatación de que no se ha constituido plenamente como matrimonio. En efecto, las palabras mismas Te quiero a ti como esposa -esposo-´ se refieren no sólo a una realidad determinada, sino que puede realizarse sólo a través de la cópula conyugal".