por rinconcj87 » Sab Jun 02, 2012 2:05 pm
1. ¿Cómo se entiende la resurrección del cuerpo como la realidad del mundo futuro?
Jesús desea ardientemente que comprendamos que en la vida eterna -“cuando resucitemos de entre los muertos”- habrá un cambio sustancial en el ser humano: “ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en los cielos”.
El Catecismo de la Iglesia enseña que:
La resurrección de Cristo es esencialmente diferente. En su cuerpo resucitado, pasa del estado
de muerte a otra vida más allá del tiempo y del espacio. En la Resurrección, el cuerpo de Jesús se
llena del poder del Espíritu Santo; participa de la vida divina en el estado de su gloria, tanto que
San Pablo puede decir de Cristo que es "el hombre celestial" (cf. 1 Co 15, 35-50).
Creemos que al final de los tiempos, en la realidad del mundo futuro, el Señor de la historia “transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo" (Flp 3, 21).
El alma y el cuerpo se separarán al momento de la muerte y el alma inmortal permanecerá en la gloria o ausencia de Dios. Al final de los tiempos Dios unirá nuevamente cuerpo y alma. El cuerpo, sin embargo, será un cuerpo glorioso que comparta en todo las cualidades del alma. Conservaremos nuestra su masculinidad o feminidad pero estaremos absorbidos por la contemplación amoroso del Señor en una comunión perfecta.
2. ¿Qué significan las palabras de Cristo (Mt 19, 11-12) sobre la continencia por el Reino de los Cielos?
Dice Juan Pablo II, la continencia por el Reino de los cielos, la elección de la virginidad o del celibato para toda la vida, se han convertido, en la experiencia de los discípulos y de los fieles de Cristo, en el acto de una respuesta particular al amor del Esposo divino y, en virtud de ello, han adquirido la significación de un acto de amor conyugal: es decir, de una entrega conyugal de nosotros mismos, con el fin de responder de manera particular al amor conyugal del Redentor: una entrega de sí entendida como renuncia, pero sobre todo hecha por amor"[11].
Así, entendemos por continencia la elección del celibato como elección fundamental de vida. Es una vocación extraordinaria porque va más allá de la naturaleza del ser humano. Es el Esposo Divino el que llama a esta entrega extranatural.
Jesús exalta explícitamente esta respuesta particular de amor casto. Sin embargo, esta exaltación no quita en nada la altísima dignidad del matrimonio en la que el Esposo Divino es amado en la comunión en cuerpo y alma de los esposos.
3. ¿Por qué el texto de la carta a los Efesios (5, 21-33) es la coronación de las verdades de la Sagrada Escritura?
Este pasaje de la escritura ayuda a entender que el matrimonio es una donación mutua de los esposos en cuerpo y alma.
Al unirse, los esposos vivir en continua donación: viven para servirse, para compartir todo, para ser fieles en el amor; viven para encontrar en el otro el rostro de Jesús en las buenas y en las malas, en la salud y en la enfermedad, en lo próspero y en lo adverso.
Este pasaje de la escritura explica que los esposos están siempre sujetos el uno al otro por el amor. Sin embargo el marido no es dueño de la mujer ni viceversa; porque en el amor no hay sometimiento; porque en su unión y en su individualidad ambos siguen perteneciendo al Señor. Cristo es el Señor del matrimonio. Él en su amor esponsal se entrega en cuerpo y alma. Los esposos, como Él, están llamados a amar a su cónyuge “como a su propio cuerpo”, es decir hasta la sangre, con toda su intensidad vital.
Este texto de la escritura es fundamental en la Teología del cuerpo porque, bien entendido, ayuda a comprender que Cristo es el único Señor del matrimonio. Cristo dice con fuerza al esposo o a la esposa: “Ámame como la amas a ella, ámala como me amas a mí”
• “Ámame como la amas a ella…”: porque soy un Esposo cercano, atento, cariñoso, apasionado. Ámame con la misma cercanía, intensidad como la amas a ella.
• “Ámala como me amas a mí…”: porque yo soy la fuente de amor de su matrimonio, descubre mi rostro en su rostro y ámala con reverencia, con profundo respeto, con un amor intenso.
4. ¿Cómo descubre el matrimonio el misterio oculto por las edades (Ef 1, 3-4)?
El matrimonio es un «signo que transmite eficazmente en el mundo visible el misterio invisible escondido en Dios desde la eternidad».
El misterio del matrimonio nos ayuda a entender –en un lenguaje cercano y fuerte- que Dios quiere desposar a la humanidad en fidelidad, en justicia, en misericordia.
Que el Señor nos ama como “a la esposa de la juventud”, que su amor es “eterno por nosotros” que en su alianza nueva y eterna grita con toda la pasión de su alma: “Yo soy todo para Ti, Tú eres todo para mi”.
El misterio del matrimonio hace visible la unión-comunión que Dios quiere que tengamos con Él en la eternidad. Las bodas del cordero: Jesús inaugurando su ministerio, ofreciendo en el banquete de Pascua y en la Cruz su cuerpo y sangre para unirnos a Dios tan profundamente que nunca podamos apartarnos de su amor. El Dios del universo quiere que vivamos en comunión con Él en las bodas eternas.
De hecho en el rito del matrimonio todos los signos hacen referencia a las bodas eternas:
• La novia caminando al altar: la iglesia peregrina que camina al encuentro del amado.
• El esposo que quita el velo de la esposa: la visión beatifica de Dios cara a cara en la vida eterna.
• La novia con un velo blanco: el Esposo que con su sangre hace que nuestros pecados queden más blancos que la nieve.
El matrimonio es un camino de preparación para entender las bodas eternas y definitivas con el Señor del Universo.
5. ¿Cómo se relaciona el “lenguaje del cuerpo” con la realidad del signo en la promesa marital?
En el matrimonio, como sacramento, Dios derrama su gracia. Esta gracia, si se recibe con gozo, transforma la misma esencia del alma. Así, los esposos podrán amarse con una amor puro y cade vez más libre de concupisencia.
En la promesa nupcial el lenguaje del cuerpo está relacionado en el sentido de que “deben amar los maridos a sus mujeres como a sus propios cuerpos”.
Esto significa que los esposos deben amarse como Jesus amó a su Esposa la iglesia: un amor apasionado, de cruz y de gloria. Así, los esposos están llamados a crucificar su carne con sus pasiones y sus concupiscencias» (Ga 5, 24). El papel de la gracia sacramental es ir quemando poco a poco en nosotros las raíces de la concupiscencia, de suerte que seamos aptos para significar, en todas las dimensiones de nuestra vida conyugal, los desposorios de inmolación de Cristo y de la Iglesia. Siendo así, la unión del cuerpo y alma de los esposos es la consumación plena de la promesa marital.
Salí de viaje durante este tiempo. Disculpen la tardanza.