por Carlos Maeda » Mar May 15, 2012 11:09 am
1.¿Cómo se entiende la resurrección del cuerpo como la realidad del mundo futuro?
Basado singularmente en la explicación perspicua del Beato Juan Pablo II, la resurrección significa «una nueva sumisión del cuerpo al espíritu», la cual consistirá «en la perfecta participación de todo lo que en el hombre es corporal a todo lo que en él es espiritual», así como «la perfecta realización de lo que en el hombre es personal». Es sumamente importante subrayar toda su explicación, debido a que ésta abarca la significación exacta de lo que será la resurrección del cuerpo como la realidad del mundo futuro: «como el estado del hombre definitivo y perfectamente ‘integrado’, a través de una unión tal del alma con el cuerpo, que califica y asegura definitivamente esta integridad perfecta». «El grado de espiritualización, propia del hombre ‘escatológico’, tendrá su fuente en el grado de su "divinización", incomparablemente superior a la que se puede conseguir en la vida terrena. Es necesario añadir que aquí se trata no sólo de un grado diverso, sino en cierto sentido de otro género de ‘divinización’: La participación en la naturaleza divina, la participación en la vida íntima de Dios mismo, penetración e impregnación de lo que es esencialmente humano por parte de lo que es esencialmente divino, alcanzará entonces su vértice, por lo cual la vida del espíritu humano llegará a una plenitud tal, que antes le era absolutamente inaccesible [...]».
2.¿Qué significan las palabras de Cristo (Mt 19, 11-12) sobre la continencia por el Reino de los Cielos?
"Porque hay eunucos que nacieron así del seno materno, y hay eunucos que fueron hechos tales por los hombres, y hay eunucos que se hicieron tales a si mismos por el Reino de los Cielos. Quien pueda entender, que entienda" (Mt 19,12). Con estas palabras, Jesucristo invita al hombre de manera excepcional a que se unifique a Él, Esposo Divino, en una experiencia de amor suprema. Derivada del griego vocare, que significa ‘llamada divina de Dios’, la palabra vocación inspira al hombre a una entrega conyugal con el único propósito de responder de manera particular al amor conyugal del Redentor, optando por la elección del celibato o la virginidad para toda la vida, por (a cambio de) el Reino de los Cielos. Esta elección voluntaria, hecha por amor, conlleva a renunciar a si mismo para actuar en Cristo. Es extremadamente importante, también, hacer hincapié en que "aunque la continencia por el Reino de los cielos se identifica con la renuncia al matrimonio—que da nacimiento a una familia en la vida de un hombre y de una mujer—no se puede ver de ninguna manera en ella una negación del valor esencial del matrimonio. Al contrario, la continencia sirve indirectamente para poner de relieve lo que es eterno y más profundamente personal en la vocación conyugal, lo que, en las dimensiones de lo temporal (y al mismo tiempo con la perspectiva del otro mundo), corresponde a la dignidad del don personal, ligada a la significación nupcial del cuerpo en su masculinidad o feminidad". Como conclusión definitiva, cabe mencionar que: Tanto en el caso del matrimonio como en el de la continencia, nos encontramos ante una invitación a la entrega de nosotros mismos, entrega mediante la que nos es posible realizar plenamente nuestra vocación de personas: tanto es así que la persona se define por esta capacidad de entregarse ella misma por amor. En cierto modo, aunque puede haber una pluralidad de estados de vida, no hay más que una sola vocación: la de la entrega conyugal de nosotros mismos, bien en el matrimonio, bien en la castidad.
3. ¿Por qué el texto de la carta a los Efesios (5, 21-33) es la coronación de las verdades de la Sagrada Escritura?
La Carta a los Efesios nos dirige a las bases mismas de la sacramentalidad del matrimonio, presentándonos así, ejemplar y sintéticamente, la verdadera y autentica entrega esponsal entre los cónyuges, marido y mujer, la cual los cristianos la entienden a imagen de la relación entre Cristo y la Iglesia. El amor excluye todo género de sumisión, en virtud de la cual la mujer se convertiría en sierva o esclava del marido, objeto dé sumisión unilateral. El amor ciertamente hace que simultáneamente también el marido esté sujeto a la mujer, y sometido en esto al Señor mismo, igual que la mujer al marido. La comunidad o unidad que deben formar por el matrimonio, se realiza a través de una recíproca donación, que es también una mutua sumisión. En el matrimonio, también, somos llamados a santificarnos y purificarnos recíprocamente, mortificando todo lo que nos lleva confiar a nuestra cónyuge. Por tanto, Esta relación es, al mismo tiempo, revelación y realización del misterio de la salvación, de la elección de amor, «escondida» desde la eternidad en Dios. Nuestros desposorios humanos están llamados desde entonces a ser imagen de los desposorios de Cristo con la Iglesia.
4.¿Cómo descubre el matrimonio el misterio oculto por las edades (Ef 1, 3-4)?
El matrimonio, ya en el plano de su naturaleza, es un sacramento primordial, el cual no hace capaces de ser iconos de la Trinidad, puesto que es un signo que transmite eficazmente en el mundo visible el misterio invisible escondido en Dios desde su eternidad. El misterio escondido de Dios se revela de la manera mas sublime en la pareja humana, hombre y mujer llamados a la comunión por medio de la entrega total de su persona y su cuerpo.
5.¿Cómo se relaciona el “lenguaje del cuerpo” con la realidad del signo en la promesa marital?
En primera instancia, me gustaría definir brevemente el significado de la palabra “desposorio”: promesa mutua que el hombre y la mujer se hacen de contraer matrimonio, y, en especial, casamiento por palabras de presente. Los desposorios de Cristo-Esposo con la Iglesia-Esposa se celebraron, en cierto modo, en la institución de la Eucarística, la anoche antes que Jesús entrego voluntariamente su cuerpo y sangre. Sin embargo, estos desposorios son se cumplieron o consumaron plenamente mas que en el madero nupcial de la Cruz, con la entrega total de si mismo por nuestra salvación. En función de la fiel explicación de Juan Pablo II, el matrimonio como sacramento se contrae mediante la palabra, que es signo sacramental en razón de su contenido, pero se realiza única y plenamente una vez que se consume mediante la entrega de los cuerpos.
El sacramento del matrimonio significa la unión de Cristo con la Iglesia. Da a los esposos la gracia de amarse con el amor con que Cristo amó a su Iglesia; la gracia del sacramento perfecciona así el amor humano de los esposos, reafirma su unidad indisoluble y los santifica en el camino de la vida eterna (cf. Cc. de Trento: DS 1799).